quinta-feira, 18 de outubro de 2018

MARÍA DOLORES JARAMILLO | Los aportes del Nadaísmo


Cada generación se cree destinada a rehacer el mundo.

Albert Camus

Tal vez sea el momento de hacer un balance justo del nadaísmo y sus múltiples aportes históricos, artísticos, literarios y culturales. Para lograrlo es indispensable deponer y dejar atrás la cadena de invenciones chismográficas, falsas acusaciones, reiterados encasillamientos ideológicos, imaginaciones morbosas y anécdotas trilladas que lo rodearon durante tantos años. No es aceptable que en 2018 sigamos hablando de los nadaístas como “enemigos públicos”, ni especulando morbosamente sobre sus orgías ficticias, ni escandalizándonos gratuitamente con los supuestos sacrilegios. O un falso estupro. Es hora de comprender y señalar los valores de sus vidas, su pensamiento y su escritura, con criterios culturales, filosóficos y literarios, y no con prejuicios teológicos.
La irrupción y presencia de los nadaístas en la vida cultural colombiana, a partir de 1958, renovó numerosos aspectos de las costumbres y tradiciones culturales y mentales del país que se extienden hasta nuestros días. Sus constantes transgresiones y cuestionamientos, y su espíritu de transformación, invitaron al país a pensar en la necesidad de modernizarse en muchos ámbitos de la vida personal, social, familiar, ética, literaria y artística.
 Pensar en contravía fue unas de las propuestas más interesantes del nadaísmo. Entendieron que se podía pensar distinto de los padres y de los abuelos, y aspirar a un pensamiento propio. Los nadaístas cambiaron las ideas más comunes. Los valores. Las virtudes. Lo permitido y prohibido. Los horarios y los ritos. Los paseos y las diversiones. Los amigos. Sobre todo, la manera de pensar y de escribir. Y se atrevieron a cuestionar y contradecir las más arraigadas creencias, costumbres y tradiciones históricas, literarias, políticas y religiosas del país. A repensar muchas explicaciones y conceptos. Y a escribir en contravía. Nietzsche les señaló la necesidad de reformular los valores para ser un hombre autónomo y soberano. Y Fernando González les habló de la importancia de pensar a partir de sí mismos.
 Los nadaístas cuestionaron la tradición literaria que los antecedió. La escritura en boga. La poesía “paisajística, sentimental, rosa, trivial y rural, retórica y parnasiana, metafórica y muchas veces cursi”…que se declaraba en 1958 la mejor, y la oficialmente consagrada, como “Teresa en cuya frente el cielo empieza…” o “Dos lánguidos camellos de elásticas cervices…” Quisieron proponer una nueva poética, más experimental y vanguardista. “Un cielo nuevo” dirá Gonzalo Arango en Correspondencia violada. Una poesía moderna, imaginativa, de asociaciones libres y arbitrarias, alejada del romanticismo, el modernismo y el costumbrismo, y más cercana de los surrealistas, existencialistas, dadaístas, futuristas, o simbolistas. Próxima a las vanguardias artísticas internacionales. Cosmopolita. Una poesía que renovara y ampliara las costumbres literarias colombianas. Así, atacaron, armados de convicción, valor y humor, las tradiciones religiosas y políticas, lo mismo que la uniformidad artística de la literatura oficial, buscando la modernización y apertura de la vida cultural colombiana. Gonzalo Arango se burló de las condecoraciones y los centenarios en los que se empeñan y repiten los escritores “elegidos” y consagrados oficialmente. Distinguió literatos de poetas. Las “momias del Panteón” de los auténticos poetas. Funcionarios de la cultura de verdaderos artistas. Actos académicos solemnes, de actuaciones artísticas populares. Su conciencia estética, contra lo que pensó O. Collazos, sí fue reformadora, y renovadora. Y el aporte literario del nadaísmo es hoy incuestionable para quien lea con cuidado y conocimiento.
Abrieron un necesario debate intelectual: los textos del nadaísmo que se publicaron en el suplemento literario de El Espectador y las cartas de Gonzalo Arango, enviadas a los periódicos y amigos, proponen una ruptura ideológica, social y cultural, y abren un necesario e importante debate en torno a las posibilidades de una nueva estética y una nueva literatura. De una escritura distinta del parnasianismo y del modernismo. Alejada del piedracielismo en boga. Los nadaístas ampliaron los temas y reflexionaron sobre el bien y el mal, sobre la belleza, sobre la libertad y sus formas, sobre nuevos valores humanos, sobre otros modelos de amor, sobre la verdad y la mentira, sobre los valores esenciales del escritor, sobre dios y el diablo. Y en contra de “las estéticas del utilitarismo” propusieron nuevos cánones artísticos y renovados valores morales. Ofrecieron diferentes mecanismos de creación y confrontación de propuestas: polémicas, diatribas, correspondencia, encuentros, recitales públicos, conferencias, nuevos concursos literarios, entre otros.
Renovaron la palabra: los nadaístas comenzaron a dudar y a decirle al país lo que no había escuchado. Lo que no quería oír. Lo que muy pocos se preguntaban en silencio. Si dios existe. Si la resurrección es un invento del miedo. Si el amor eterno es una ingenua ficción. Si E. Carranza, R. Maya, G. Valencia, J. Zalamea o Rojas Herazo eran los dioses del Olimpo. “Lo interrogamos todo con repugnante sinceridad” en busca de una nueva poesía y una palabra renovada. “Carta a un colombiano en París”, dirigida por Gonzalo Arango a Eduardo Caballero Calderón, es un texto que aclara posiciones y principios y reclama la modernización del lenguaje poético: dirá que “Ni E. Carranza ni R. Maya representan la nueva poesía colombiana, así se hayan autodenominado “Los Nuevos”. Pedro Arturo Estrada señala un lenguaje distinto y una nueva manera de ver las cosas.
Los nadaístas propusieron la ampliación de las libertades: Amílcar Osorio y Jaime Jaramillo Escobar reinventan su nombre. Afirman la libertad de escoger la forma de vida, la inclinación sexual, las creencias personales, la actividad o profesión, de amar a las mujeres sin matrimonio y sin anillo de compromiso, de decidir volver o no a misa. De ser poeta y no comerciante o empresario. De pintar, cantar, esculpir o escribir versos sin tener que ser empleado de un banco. Escogieron un camino distinto al más general: de acumulación de riqueza material, de ventas e intercambio comercial. Y las lecturas de Durrell, Miller, Sartre, Beauvoir, Nietzsche y Camus les trazaron el camino de las libertades personales que se incorporaban en el mundo. Los más destacados nadaístas demostraron ser espíritus libres. Hombres con amplia libertad de pensamiento, y rectores de su propia vida. La libertad de juicio y decisión, la libertad de análisis, y el examen lógico de los problemas, se introducen con los nadaístas en la cultura colombiana, como actitudes permanentes y esenciales.
Defendieron la autenticidad: Como amigos y seguidores de Fernando González, algunos de los nadaístas, sobre todo los del círculo antioqueño, heredaron y cultivaron sus pregones esenciales. Su estilo de vida y su camino, ejemplo de autenticidad e independencia en las elecciones, construidas a partir de sí mismo. La búsqueda de coherencia consigo mismo. Renunciaron muchas veces a las oportunidades llamadas burguesas y a sus valores mercantiles y cambiarios para ser ellos mismos, para seguir su propio sendero, y convertirse en constructores de riqueza espiritual, conocimiento, sabiduría personal, prosa, pintura, pensamiento y/o poesía.
Presentaron nuevos poetas, pensadores, y escritores fundamentales que no se conocían ni leían en Colombia en los años sesenta: Baudelaire, Camus, Rimbaud, Sartre, Maiacovski, Beckett, Nabokov, Durrell, Miller, Nietzsche, Gide, Joyce, E. Pound, o T.S. Eliot, entre otros autores, que replanteaban muchas ideas y valores tradicionales, proponían nuevos cánones literarios, y ofrecían perspectivas modernas y vanguardistas a los lectores.
Impulsaron la crítica literaria y artística y le trazaron nuevos rumbos. Ya no como suma de elogios, aplausos o rechazos de amigos, e inventario de datos personales, sino como una mirada especializada, argumentada, y analítica.
Removieron el establecimiento y las jerarquías: Las conferencias, manifiestos, diatribas y escritos de Gonzalo Arango, y de los amigos del nadaísmo, hicieron cimbrear el establecimiento. Repensar el orden deseable de la vida. Debatir en la Universidad de Bucaramanga, la Universidad de Antioquia, la Universidad de Caldas, o la Universidad Nacional de Bogotá, entre otras, los distintos temas de política, cultura y actualidad. Se produjo progresivamente la insurrección espiritual, y el surgimiento de un espíritu libre entre estudiantes, artistas e intelectuales, impulsado por los nadaístas y sus lecturas vanguardistas.
 Convirtieron la poesía en un evento multitudinario. Colombia no conocía los grandes recitales públicos de poesía en calles, plazas, y universidades. La poeta chileno-peruana Raquel Jodorowsky al asistir al Cuarto festival de arte de Cali, invitada por Gonzalo Arango, dice: “El grupo nadaísta es un milagro. Por algo son muy combatidos. Yo nunca había visto un pueblo entero viviendo la exaltación de la poesía como un partido político.” La poesía salió del salón privado a la calle, al parque, a la plazoleta. Pasó de los oídos aristocráticos a ser escuchada por todos. De evento para minorías a disfrute de mayorías. Ni Eduardo Carranza, ni Rafael Maya, ni Guillermo Valencia, ni Jorge Zalamea recitaban o leían poesía para el pueblo, ni en espacios populares.
 Denunciaron y cuestionaron: En una cultura y en una tradición acostumbrada al silencio, a ocultar, y a negar los hechos, las actitudes abiertas y transparentes de Gonzalo Arango y de los nadaístas ofrecieron un valeroso y significativo ejemplo de cambio de ruta. Gonzalo Arango se indignó con los atropellos humanos. Con el maltrato y la esclavitud impuestos a los indígenas huitotos. Con los inmerecidos favoritismos culturales. Con los hinchados poetas oficiales. Con la falta de modernidad de nuestra poesía de los años sesenta y setenta. Con la ausencia de oportunidades para los artistas jóvenes. Con la endogamia poética. Sus textos abrieron un nuevo camino reflexivo a los intelectuales y estudiosos del país, que tiene plena vigencia, y que, desafortunadamente, J.G.Cobo Borda no supo valorar.
Los nadaístas denunciaron con valor. Criticaron. Reclamaron comprensión y solidaridad. Representaron escritores sensibles y conscientes ante su mundo y su tiempo. En sus escritos se registran las anomalías, desequilibrios e injusticias. Cuestionan la guerra de Vietnam, las políticas comunistas restrictivas y represivas frente a los intelectuales y artistas, la dignidad y los derechos humanos de los más débiles o desgraciados, la libertad e independencia del arte con respecto a los mandatos e intereses de la política o la religión.
Influyeron en la resonancia colombiana y latinoamericana. Los nadaístas lograron influir e impulsar otros movimientos culturales latinoamericanos similares. Dice al respecto Eduardo Escobar: “La generación nadaísta y los movimientos latinoamericanos que alimentó su insurgencia, el Techo de la ballena en Venezuela, los Tzántzicos en Ecuador, los Mufados en Argentina, fueron el primer aroma o el primer acto de las rebeliones que se avecinaban…” Los actos, palabras, proclamas y testimonios de los nadaístas generaron cambios en la literatura y la visión social y cultural de muchos pares nacionales y latinoamericanos. La revista Nadaísmo 70 se distribuyó en 15 países. Revistas literarias y culturales de México, Venezuela, Cuba, Ecuador y Argentina publicaron y comentaron con entusiasmo los trabajos de los nadaístas y reconocieron su liderazgo continental.
Reflexionaron e impulsaron nuevos valores. Dice Gonzalo Arango en un texto incluido en Obra negra: “El nadaísmo se fundó como respuesta a las razones tradicionales de la vida. Es, en su más profundo significado, un imperialismo de la negación para defender al individuo de las amenazas que se ciernen sobre él, en esta época de abdicaciones de la libertad y de insurrección de masas totalitarias que levantarán un patíbulo para el poeta, el santo, el loco, el místico y el bandido, los eternos héroes del espíritu, sin cuya presencia nos negamos a vivir, pues no podríamos dormir sin el sueño del superhombre”. Con los ecos de Nietzsche se inicia la tarea de cuestionamiento y transformación de los valores. “Este anarquismo crítico que hemos formulado dará origen a nuevos valores y a un renacimiento. Éste es el invisible, pero efectivo aporte de nuestro nihilismo activo...”
La correspondencia entre los nadaístas ofrece una lección reflexiva sobre la gestación de nuevos valores. La mayoría consideraba que el escritor debía guardar independencia frente al establecimiento y el poder. Que la literatura debía estar fuera de la corte. La ruptura temporal con Gonzalo Arango, por sus elogios al presidente Carlos Lleras, invita a pensar en los valores que en su momento defiende el colectivo. Y la correspondencia ofrece las respuestas de parte de Gonzalo Arango, quien reclama a sus colegas realismo, menos purismo, y exalta y recuerda, por encima de las diferencias, el valor de la amistad.
Los nadaístas ofrecieron muy temprano una nueva mirada frente a los grandes prejuicios de todo orden: racismo, machismo, ateísmo y homosexualismo. Permitieron la inclusión en el grupo de los poetas homosexuales, sin estigma, ni rechazo. Leyeron escritores y pensadores prohibidos, no creyentes, y conversaron con naturalidad sobre ateísmo y sexo. Convivieron con los negros del Chocó. Visitaron a los indígenas del Vaupés. Durmieron en las calles. Convocaron y estimularon a los jóvenes a leer y escribir nueva poesía. A no temer convertirse en poetas. A leer y familiarizarse con las vanguardias y la nueva poesía universal. Cuestionaron las supersticiones. Jaime Jaramillo Escobar, en carta dirigida a Eduardo Escobar, comparó los múltiples efectos del nadaísmo con una “revolución psicológica”.
Propusieron nuevas ideas estéticas y nuevos cánones: Gonzalo Arango acusa y ofrece invectivas y diatribas con dura ironía. Se refiere a los escritores oficiales como “vates y letrados de parroquia”, “momias”, “genios municipales”, “rufianes letrados”, “poetas que han envilecido la poesía”, “pléyade de impostores.”
Alude con estos epítetos a Rafael Maya, Eduardo Carranza, Guillermo Valencia, Jorge Zalamea, Epifanio Mejía, Eduardo Caballero Calderón, y/o Julio Flórez. Es decir, a la nómina de los escritores consagrados por los textos oficiales, leídos en los colegios y universidades de los años 60, 70, y privilegiados por el poder.
Y ante la dificultad de publicar, y “la conspiración del silencio que se gestó contra el nadaísmo”, G. Arango contrapone nuevos conceptos: “Nuestra poesía no es para ser publicada sino para ser vivida, para salir por la puerta de la casa en busca de una mujer, de un amigo, o del aire.” Resalta una novedosa función vital y nutritiva de la poesía y le abre nuevas posibilidades. El uso, la finalidad y el servicio de la poesía se replantean y ensanchan. Introducen poco a poco las ideas estéticas de Flaubert y Nabokov y sus preocupaciones alrededor de la escritura. Así como Dewey trató de reformar el significado de la democracia, y Rawls los roles y relaciones de la filosofía y la política, el nadaísmo se esforzó en reformular los horizontes estéticos. Y renovó los cánones de la poesía colombiana y su lenguaje. Los nadaístas expusieron nuevas propuestas estéticas en las distintas conferencias, textos y correspondencia. Gonzalo Arango las afirma en sus cartas. Eduardo Escobar las señala y comenta en sus libros ensayísticos: Cuando nada concuerda (2013) y Cabos sueltos (2017).
 Elaboraron trabajos colectivos. Los nadaístas escribieron en equipo manifiestos, documentos, declaraciones, poemas-canciones, cartas y diatribas. La creación colectiva se convirtió en forma amurallada de protección y defensa. Como en Fuenteovejuna. Los primeros manifiestos nadaístas fueron tejidos conjuntamente. El manifiesto amotinado y el Primer manifiesto. Todos a uno aceptaron firmar. Con predominio de la puntería sobre el ego. Existen documentos colectivos como la convocatoria, anuncio y condiciones del Premio de poesía Cassius Clay, escrito por G. Arango, con la firma de todos. G. Arango habla en Correspondencia violada de “libros en pandilla”. Y su influencia se extiende al teatro colombiano de creación colectiva, que llega hasta nuestros días, como lo reconoce, por ejemplo, el teatro Matacandelas.
Cuestionaron el arte comprometido: Obra negra incluye un texto fundamental de Gonzalo Arango que cuestiona el “arte comprometido”, de moda en los años 60 y 70, y que algunos escritores de izquierda tratan de prolongar hasta nuestros días. El poeta señaló hace más de 50 años sus reducciones y límites. Sus contradicciones. Defendió principios básicos de independencia entre el arte y la política y abogó por la amplitud y libertad de temas, miradas, tonos, y posiciones del artista… El primer compromiso de la literatura es con la literatura, dirá. El único compromiso del escritor es con su escritura. El arte que sirve a la belleza y a la vida es el arte real. El arte que sirve intereses particulares es un arte enajenado. Estas opiniones de Gonzalo Arango son muy claras frente a las tendencias del arte comprometido, el realismo socialista, y el obligado compromiso del escritor. Y se expresan y desarrollan desde los inicios del nadaísmo, marcando distancias y diferencias, en cartas y manifiestos, con los escritores militantes. La misma posición crítica e independiente se expresa, hasta nuestros días, en los artículos, ensayos y columnas del poeta E. Escobar.
El cuestionamiento que hizo el nadaísmo de las teorías del realismo socialista, su intento de dominar y legislar el arte, y del llamado escritor comprometido, que forjaron los países de la izquierda leninista contra las teorías del arte por el arte y las vanguardias, fue, y sigue siendo, un aporte fundamental. Puestos a escoger entre Rimbaud, Verlaine, Baudelaire o T. S. Eliot ,y los cánones uniformes impuestos por el marxismo, G. Arango declara la necesaria libertad del poeta frente a temas, formas, cánones, y normas exteriores, y su independencia frente a “estatutos revolucionarios”. Su condición de artista independiente y autónomo no casa con las tendencias del compromiso que instala la moda. Los nadaístas no coinciden con los ideales bolcheviques del hombre masa y el estado todopoderoso. Defienden las libertades individuales. La libertad íntima de expresión. Las libertades civiles. Son también muy claras al respecto las palabras de Eduardo Escobar en Cabos sueltos. Los nadaístas rechazaron el dogmatismo marxista, la ortodoxia comunista, el espíritu doctrinario, y la imposición de la llamada “literatura comprometida que no es más que una vaga generalidad escolástica, de esas que limitan y sofocan el bello y fuerte ímpetu creador”.
G.Arango en sus amistosas cartas-conversaciones con el poeta ruso Evtuchenko, cuestiona con valentía y lucidez la visión reductora y uniformadora del arte de los comunistas y señala con claridad sus diferencias. Se refiere a los “conceptos acartonados” y a “sus ideas fijas”. Al desconocimiento de la esencia del poeta y a la negación de su libertad y capacidad creativa. Sus ideas estéticas tienen hoy, año 2018, completa vigencia. Y sirven de reflexión para muchos de nuestros escritores que siguen censurando y etiquetando como reaccionaria la libertad de pensamiento en la escritura.
Defensa de la honra y la dignidad. Constituye un significativo y ejemplar aporte la defensa que hace Gonzalo Arango de su honra y dignidad. Contracusa a Jorge Zalamea que lo calificó de agente de la DEA. Sus palabras edifican la casación de una calumnia. Sin dinero ni abogados, los nadaístas tuvieron que defender su buen nombre y aprender a defenderse de injurias, vilezas y calumnias con su inteligencia y su propia escritura. La palabra del uno contra la palabra del otro. El testimonio como prueba. Y surge la diatriba con su poder dinamitero. Quedan hoy entre las cartas dos importantes textos: “Las jeremiadas de Zalamea” y “El señor Burundún Burundanga no ha muerto, pero apesta”.
Gonzalo Arango y Eduardo Escobar siguen ofreciendo una reflexión muy importante en torno al artista como hombre común. El artista se desmitificó. Se bajó de la torre de marfil, se separó de los dioses. Los nadaístas hablan de las dificultades y éxitos del hombre. De sus amores y desengaños. De sus ilusiones y fracasos. De la pobreza material. De la fría soledad. Y presentan la condición humana del artista, soñador y sufriente, que tiene que luchar contra el hambre o las envidias, los odios o el alquiler, las deformaciones de la honra, o la dificultad de publicar y editar sus trabajos.
 El esencial humor: la escritura de Gonzalo Arango es muy agradable y salpimientada con muchas formas de humor: sutil, juguetón, afinado, bailador, suave, negro, o sarcástico…lo mismo que se intercala en abundancia en los escritos de Eduardo Escobar y/ o Jaime Jaramillo Escobar. Los nadaístas sacudieron con la risa el mundo establecido, rígido, serio y formal. El humor permeó la vida cotidiana, la literatura y la cultura del país. Y constituyó un gran aporte para una capital tan tiesa y tan maja.
 Continuando la tradición literaria de Tomás Carrasquilla, Fernando González y León de Greiff, los nadaístas renovaron los gustos literarios del país, y ayudaron a sacar la literatura colombiana de la rigidez predominante con su diverso y abundante humor. Ofrecieron un nuevo escenario festivo. ”El humor fue para nosotros una terapia de urgencia en una república solemne que por cualquier nadería convoca un Te Deum con cardenal a bordo y el presidente y su bostezante gabinete, y que confunde la seriedad con la gravedad y lo ampuloso con lo bello”. El pregón de la risa frente a la seriedad y solemnidad bogotanas amplió las fronteras de la literatura, recuperando los rieles de las mejores tradiciones antioqueñas y universales. El humor y la ironía, necesarios y excelsos componentes del buen arte, abundan en la escritura de los nadaístas. E intensifican la alegría y el placer de la lectura. La crítica bogotana no los entendió.
Los nadaístas condujeron en Colombia una pertinente y valiosa reflexión, -impulsada por el pensamiento de Sartre y los existencialistas-, sobre la lectura y la escritura, y los caminos de la literatura, en instituciones, parques, escuelas, plazas, librerías y academias. Inauguraron un diálogo precoz, lúcido e iluminador, entorno a los fines, la naturaleza, las libertades esenciales, y las funciones de la literatura, que fue formulado por los nadaístas antes de que llegaran a las academias colombianas Baktine y Barthes y Kristeva, y los estructuralistas, y los semiólogos, y los psicoanalistas que también recorrieron esos caminos. Un diálogo modernizador iniciado por Gonzalo Arango, el mayor en edad, y que continúa hoy abierto con la enriquecedora escritura y los libros reflexivos de Eduardo Escobar, el más joven del grupo.
Muy importante fue la desmitificación de la religión y el dios católico: El manifiesto al congreso de escribanos católicos celebrado en Medellín en 1959, es un texto fundamental: Atrevido, jocoso, irónico, y valiente. Los nadaístas, influenciados por el pensamiento de Nietzsche y de Russell, se declaran tempranamente escépticos frente a las llamadas verdades reveladas. Dios. Diablo. Pecado. Infierno. Segunda vida. Distantes de la moral oficial, cuestionaron con ironía y humor la metafísica del catolicismo. Promesas. Dogmas. E ilusiones. Su valiente postura crítica e iconoclasta marcó distancia con el viejo orden señalando otras alternativas al pensamiento y a la vida.
Gonzalo Arango, un escritor con recurrentes oscilaciones y contradicciones, regresa al final de su vida al misticismo y a la religiosidad bajo la influencia de su última novia. Los primeros manifiestos, escritos y proclamas sintetizan las propuestas más independientes, reflexivas, y avanzadas. Y corresponden a las lecturas más importantes y a las posturas intelectuales más sobresalientes del movimiento. El nadaísmo, dirá G.Arango. “se fundó como respuesta a las razones tradicionales de la vida.” Si después regresa a algunas posiciones tradicionales, no podemos dejar de entusiasmarnos con su visión, de hombre libre, y leal consigo mismo, que plasma en los primeros manifiestos y cartas, y que recogen posteriormente algunos textos de aguda puntería de Última página y Obra negra.
Para terminar esta reflexión y evaluación de los logros y aportes del nadaísmo quisiera ceder la palabra al poeta Eduardo Escobar quien hace un balance detallado en sus libros de ensayos Cuando nada concuerda (2013), y Cabos sueltos (2017):

“La obra de los nadaístas abunda en descubrimientos felices y está por explorar. Las pinturas de Norman Mejía, los dibujos del primer Álvaro Barrios y los textos de Amílcar Osorio no han sido valorados con justicia.” (…) Las pinturas, los poemas y las prosas de los artistas del nadaísmo cancelaron un viejo modo de ser y de hacer. Honraron las cosas del siglo, el lenguaje de la ciencia y los nombres de los artículos de consumo masivo, probando una nueva sensibilidad y un nuevo vocabulario que ensanchara el lenguaje poético en consonancia con los tiempos.” “Algunos críticos embotados por los prejuicios pretenden descalificar (…) y negar los logros del nadaísmo. Pero es imposible negar que los nadaístas consiguieron el milagro de poner, por un momento, la poesía de moda, y la sociedad colombiana a tono con las angustias del siglo, con sus ilusiones más brillantes y sus peores augurios...Y los jóvenes más puros y auténticos y más necesitados de verdad aún recurren a la poesía del nadaísmo.”

Creemos que la crítica bogotana fue bastante mezquina y miope, y que algunos críticos antioqueños también se equivocaron en su intento evaluativo: Carlos Gaviria, que dijo que el nadaísmo era más importante como crítica social que como literatura. Una afirmación incompleta, que desconoció la existencia de los elementos propiamente literarios. Como el excelso trabajo poético de Amílcar Osorio, o algunas páginas de amplio contrapunto, humor e ironía de Gonzalo Arango, de alto valor tanto crítico como literario. Y por pesar el tamaño de las obras, no percibió la calidad y pertinencia de los ensayos de Eduardo Escobar. Y Alberto Aguirre, quien afanado en descalificar y disminuir a los nadaístas, y recopilando una vieja inquina, ofreció una crítica parcializada y tendenciosa.
 La revista de la Universidad de Antioquia en su número 327 inicia un nuevo camino: camino necesario y riguroso de estudio y análisis de los distintos valores de la escritura y la pintura de algunos nadaístas, distanciándose de la crítica mayoritaria, recicladora de chismes y anécdotas trilladas.


*****

MARÍA DOLORES JARAMILLO. Doctorado en literaturas hispánicas, Universidad de París III, Sorbona nueva. Profesora Titular de la Universidad Nacional de Colombia en el área de literatura. Edição preparada por Floriano Martins. Agradecimentos a Omar Castillo, Óscar Jairo González Hernández e José Ángel Leyva. Página ilustrada com obras de Jacques Callot (França, 1592-1635), artista convidado da presente edição.


*****

Agulha Revista de Cultura
Número 121 | Outubro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




Nenhum comentário:

Postar um comentário