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A un siglo de depuración del surrealismo, registrado su rechazo
a ser confundido con una escuela o apenas más un ismo, es imposible descartar la
propiedad estética de cualquier obra de creación. ¿Cuál es tu entendimiento de un
ideal estético del surrealismo?
ARMANDO ROMERO | Es paradójico que lo que era inusitado, lo que podía sorprender en Europa luego de
la Gran Guerra, empiece a tornarse en un lugar común 100 años después. Más allá,
el personaje de Alfred Jarry, Ubu, ha logrado reencarnarse en Donald Trump, y hoy
vivimos a diario todas las secuelas de la saga de Ubu Rey. La palabra “surreal”,
utilizada como sinónimo de lo extraño, de lo atípico, es utilizada a diestra y siniestra
por gente que nunca oyó hablar del surrealismo. La desafortunada frase de Louis
Aragón de sacar el revólver y disparar contra la multitud le sirvió de emblema político
a Trump y se hace realidad en los asesinatos masivos en escuelas, iglesias, salas
de concierto etc. Sin embargo, esta mezcla de la patafísica con el dadaísmo, no
alcanza las coordenadas básicas del surrealismo: amor, poesía y libertad. Es por
eso que el ideal estético del surrealismo no se centra exclusivamente en la obra
artística sino que se extiende a la vida cotidiana, a nuestro hacer de todos los
días. No es ir al despropósito sino a la integración de las fuerzas vitales que
vienen de esa triada de lo maravilloso, para que éste sea ahora el lugar común y
no el disparate.
CARLOS BARBARITO | Antes de comenzar a responder a estas preguntas, repito la advertencia de
Maurice Maeterlinck: la inteligencia es la
facultad que nos ayuda a comprender finalmente que todo es incomprensible. Soy
menos escéptico que mi admirado autor de La
vida de las hormigas y por eso acepto el convite.
En conversaciones, muchas veces, de parte de mis interlocutores, surgió la
idea de fosilización al hablar del surrealismo. Quiero decir el surrealismo como
algo del pasado, sin presencia ni influencia ni intervención en el presente. Un
objeto inmóvil, helado que sólo tiene interés para los arqueólogos. Algo muerto
y enterrado en el fondo de la tierra al que los buscadores de fósiles artísticos
acceden luego de un arduo cavar con herramientas apropiadas. Los surrealistas – afirman– están todos muertos o apenas sobreviven unos
pocos. Y esos que sobreviven –los imaginan– encerrados en cuartos penumbrosos,
practicando un arte tal como lo haría un poeta o novelista escribiendo en una lengua
muerta. Cuando yo les hablo de que, en muchas partes del mundo, hay grupos o individuos
surrealistas o con influencia surrealista, tanto escritores como artistas plásticos,
que se editan libros y se organizan exposiciones no sólo de creadores muertos, me
miran con asombro en ocasiones y en otras con la mirada de quien dice pobre, no sabe lo que dice. ¿Cuál es, o sería,
el secreto de esa vitalidad que muchos ignoran u obvian? Precisamente la respuesta
está, o estaría, en la pregunta:...su rechazo
a ser confundido con una escuela o apenas más que un ismo… Me parece atinado
hablar de mi experiencia personal al respecto. Lo afirmé antes: entro y salgo del
surrealismo, o de lo que creo es el surrealismo. Esto desde el punto de vista del
contenido, de los recursos. Ahora, siempre, haga lo que haga, escriba lo que escriba,
mi concepción del arte –de la poesía, jamás logré escribir un relato porque de inmediato
caigo en la prosa poética– se imbrica,
se fusiona con lo que llamaría yo una entrega total del ser que va más allá del
mero hecho de escribir. Creo firmemente en la dicotomía surrealista de literatura –entendida como un modo de adquirir
fama, algo exterior, seguidor de tal o cual moda– y poesía –entendida como una sumersión en lo más profundo y arriesgado,
sin importar los precios que hay que pagar y los peligros que hay que afrontar-.
Así, ideal estético sería un aspecto,
tal vez el menos importante, en un proceso muy complejo que va mucho más allá, hacia
el misterio, lo no revelado, lo que nos aguarda en el abismo. Pienso en los pescadores
de perlas en Oriente: contienen la respiración, descienden a varios metros bajo
el nivel del mar, regresan –no siempre– con una perla en sus manos. Ponen en juego
sus vidas. ¿Exagero si afirmo que en cada poema o cuadro, cuando nos aferramos a
la balsa de la poesía, ponemos en juego nuestras vidas?
GRACIELA MATURO | Con respecto
al Surrealismo cabe distinguir el movimiento que puso en marcha André Breton, (1924-1966)
tomando como límites el Manifiesto Surrealista y la muerte de Breton, responsable
de admisiones y expulsiones, con relación
a un movimiento más amplio, que surge antes de Breton y se extiende más allá de su muerte. Su principal
característica, tanto en una como en la otra vertiente, es su rechazo del esteticismo.
El Surrealismo pretende ser un nuevo modo de vida y de pensamiento, antes que una
escuela estética.
2 | Las clásicas expulsiones de surrealistas llevadas a cabo en la formación original
parisina fueron de naturaleza conductual. La mala calidad de una obra jamás fue
un aspecto que llegó a juicio. Incluso hoy, aunque las expulsiones ya no son un
hecho corriente, surrealistas cuando comentan a sus pares, lo hacen considerando
simpatías y adhesiones, lo que acentúa la existencia de una cofradía. ¿Hasta qué
punto ese club de amigos distorsiona el entendimiento que se podría tener de la
más relevante revolución cultural del siglo XX?
ARMANDO ROMERO | Creo que el surrealismo
desaparece cuando hablamos de “un club de amigos”. Es como decir “una fiesta de
enamorados” o “un concurso de poesía”. Siempre he pensado que el enfrentamiento
entre los surrealistas, ya fuese ideológico, conceptual o vital, fue un mal necesario
aunque desafortunado. Las diferencias ideológicas de Bretón con Artaud o con Aragón
o Daumal nos llevan a la lastimosa realidad entre guerras, donde tantas cosas que
se pensaba debían definirse para siempre lo único que suscitaron fue más confusión.
Las circunstancias que nos rodean obnubilan nuestra visión del mundo. En eso los
surrealistas no fueron profetas en su tierra ni en la de nadie. Por eso hay que
volver a la fuente, al manantial, aunque eso signifique ir a las catacumbas. Al
final de su vida Breton hablaba con las piedras. Tal vez ellas tenían la respuesta.
CARLOS BARBARITO | Aunque en estos tiempos no se registran los famosos juicios por tal o cual
conducta, hablo de las expulsiones y los alejamientos por voluntad propia dentro
del seno del surrealismo, de vez en cuando me entero de divisiones y de altercados.
Ahora, cofradías siguen habiendo en el campo del arte y la literatura, no sólo en
el surrealismo. Lo que me alarma es que, en la mayoría de las ocasiones, se trata
de cuestiones personales, de egos. Si va tal
–dicen– yo no puedo sentarme a su lado.
Y no hablamos de profundas divergencias –que serían más o menos atendibles–,
como las de Breton y Bataille, en 1929 –materialismo dialéctico en el caso del primero,
materialismo vulgar, según Breton, en
el caso del segundo-. La cuestión es un
punto de vista que vaya más allá de la mera simpatía personal y que ese punto de
vista no signifique conformar una capilla y dejar el resto afuera, a la intemperie.
Conceder salvoconductos y extender anatemas
–dijo alguna vez Eliot. Esto me recuerda a ciertos científicos –de algún modo
hay que llamarlos– que muestran lo que encaja con su teoría y dejan de lado lo molesto, lo que no logran englobar en ella. Por
supuesto que la existencia de élites, de aceptados y rechazados por razones nimias,
incluso la desaparición forzada de voces
individuales y colectivas, distorsionan la comprensión, o el intento de comprensión,
de cualquier fenómeno, del surrealismo en este caso.
GRACIELA MATURO | De
acuerdo con lo dicho antes, no ceo que pueda hablarse de una cofradía surrealista
fuera de la fundada por André Breton. La característica del Superrealismo es su
informalidad, su rechazo a encasillamientos. Lejos de extinguirse, va resurgiendo
con el agotamiento de la Modernidad, la caída de la civilización occidental como
modelo mundial, la irrupción planetaria de otras culturas y tradiciones.
3 | Las revistas surrealistas –antes impresas, hoy también virtuales y con una
larga recuperación de los inicios de esta actividad en ediciones facsímiles y en
formato pdf–, forman un acervo incomparable frente a cualquier otro movimiento,
escuela o vanguardia a lo largo de los siglos. Defiendo que las más valiosas son
aquellas que jamás refutaron otras perspectivas de vida y obra, ajenas y/o complementarias
del surrealismo. Tales revistas son, a mi ver, el espacio entrañable de una contra
ortodoxia, pleno ejercicio de generosidad y compartición de mundos dispersos. Sin
embargo, todavía se mantiene, declarado o no, inmenso rechazo del surrealismo justamente
por su principio ortodoxo. ¿Cómo separar aquí la cizaña y el trigo?
ARMANDO ROMERO | El problema aquí es
incluir la idea de ortodoxia como forma integral del surrealismo. Nada más incongruente
con el concepto de libertad, principio del amor y la poesía, que el seguir una doctrina.
Allí creo que se equivocó Breton y por ende Benjamín Péret, y todo esto se debe
a que al aparecer el marxismo, como fuente integral ideológica del movimiento, encarceló
con sus tentáculos económicos la dirección básica del surrealismo, algo que no había
logrado el sicoanálisis, debido a la carga liberadora del inconsciente que proponía.
Es lastimoso que Breton necesitara ese apoyo de lo político circunstancial, cuando
ya desde el principio había logrado asentar las bases para una revolución transformadora.
Tal vez no confiaba en ella o desconfiaba de los poderes aplastantes de la burguesía.
Es por esto que la aparición hoy en día de revistas literarias, artísticas, que
mantienen una calidad inclusiva es un buen signo de que se comprende que el camino
de las ideologías es pedregoso y peligroso.
CARLOS BARBARITO | Execro toda ortodoxia.
Temo a aquello que no contiene contradicciones. Me
asusta lo que aparece como una sola y única cosa, sólida, sin arrugas ni rasgaduras
ni mareas contrarias. Me recuerdan a Alien, una
sola pieza –en su caso, de maldad. O algunas publicaciones fascistas que, en
buen número, circularon en los tiempos de la dictadura 1976-1983. Basta leer las
acusaciones a artistas y escritores, en otros días del surrealismo, para comprobar
que se registraba en su seno un arduo combate, un duro enfrentamiento entre las
aspiraciones de libertad y una visible ortodoxia. Me parece que muchos ven únicamente
una parte, la de la ortodoxia, y obvian u olvidan la primera, la de un deseo irrefrenable
de libertad lejos de lo que el poder tiene reservado al hombre. Erramos si vemos,
en el caso del surrealismo, en cualquier caso, una sola cara de lo que configura
un poliedro. El asunto es ver todas las caras, o tratar de hacerlo porque es una
cuestión sumamente compleja. Y, a veces, lo que creemos es sólo trigo guarda, escondidas,
unas cuantas cizañas. Es que la cosecha no es cosa fácil.
GRACIELA MATURO | No se trata
de separar la cizaña del trigo. Quienes hablen de ortodoxia se colocan fuera del
espíritu superrealista.
4 | Dos denominaciones siempre me llamaron la atención, dentro del ambiente surrealista,
no porque me parezcan inapropiadas, sino antes por la partición que llevan entre
sí de elogio y rechazo: movimiento surrealista y civilización surrealista. ¿Hasta
dónde esas denominaciones se distinguen y qué representan a punto de parecer antípodas?
ARMANDO ROMERO | Sí, son antípodas.
La idea de “movimiento” se opone a la idea de “civilización” porque la segunda es
estática mientras que la primera no. Si hubiese existido una “civilización surrealista”
probablemente estaríamos hablando de ella como hablamos de los sumerios o los babilonios.
El surrealismo es ese río de Heráclito que siempre está pasando. Por eso los críticos
o enemigos del surrealismo no se pueden bañar en él. Ellos ven el surrealismo como
si fuera una piscina, y como no saben nadar tampoco se tiran al agua.
CARLOS BARBARITO | Hasta ahora jamás había oído hablar de civilización surrealista. Sí, claro, de movimiento surrealista. Civilización
me lleva directo al concepto de individuos reprimidos –recuerdo al Marcuse de Eros y civilización. Rimbaud: hacerse bárbaro. Si bien somos irremediablemente
civilizados, el anhelo del autor de Las iluminaciones
sigue estando allí, tan poderoso como tentador. Me parece que ese anhelo, esa tentación,
es lo que nos hace a nosotros, los civilizados, poetas, pintores, músicos, lo que
somos. Sin esa idea, sin esa voz que nos convoca, ¿qué sería de nosotros? Sí, los
que despiertan para seguir dormidos –como dice Daumal. ¿Es posible, teniendo en
cuenta esto, hablar de civilización surrealista?
GRACIELA MATURO | Por mi parte
veo los brotes de un nuevo Surrealismo en los países latinos, y muy especialmente
en los de habla hispánica. El Surrealismo americano carece de conductores, y no
creo que pueda hablarse de Civilización Surrealista.
5 | Es común evocar en el surrealismo su potencia imaginativa y su carácter experimental,
en rigor aspectos complementarios. Sin embargo, en la incuestionable imposibilidad
de una renovación perenne en el ambiente de la creación artística, en muchos casos,
lo que se verifica en el surrealismo son una repetición de recursos, modos de ser
y trucos de lenguaje. ¿Cómo lidiar con esas oscilaciones tan comunes a cualquier
territorio creativo?
ARMANDO ROMERO | Aquí tendría que hablar
de mi experiencia personal. Desde mis primeros poemas, que algunos ven como mi etapa
más cercana al surrealismo, hasta los últimos donde otros me ven muy distante de
éste, la dirección de mi obra poética ha estado marcada por la dirección de mi vida.
Y es allí, desde ese ángulo de lo vital, en el que me acerco al surrealismo, y creo
que he encontrado en esa triada básica los puntos de apoyo de mi ser. La idea de
libertad, que la cohesiona, me ha permitido ver la realidad desde diversos ángulos
que en literatura podrían traducirse como experimentales, imaginativos, sin dejar
de lado otras formas estéticas que mi vida precisa. Ser fiel a esta alianza entre
vida y poesía, me ha permitido no caer en las trampas acomodaticias del lenguaje,
la cuales buscan la complicidad del lector o la gastada fórmula de la incoherencia
repetitiva. Quiero añadir que algo interno a mi planteamiento estético es la idea
de imperfección. Por eso no soy un perfecto surrealista.
CARLOS BARBARITO | Qué batalla la del artista para no repetirse, no caer en el lugar común,
huir del mero artificio. Regodearse en uno o dos hallazgos, día tras día, qué desperdicio.
Eso queda para un best-seller, que libro
tras libro mantiene el mismo argumento cambiando nombres y lugares. Pero, claro,
somos individuos de carne y hueso, caemos por una razón u otra en el mero truco,
propio del prestidigitador con escasos recursos. El asunto es –digo, como manera
de vencer la monotonía–, teniendo en cuenta que hay en nosotros, en lo más interno,
una obsesión, un núcleo central, trabajar variando la manera de verlo, de transfigurarlo. Es una idea que muchas veces
no se cumple, por limitación, por cansancio.
GRACIELA MATURO | En efecto,
hay poetas que siguen repitiendo un “estilo” surrealista, cultivado por Breton y
sus seguidores, pero hay otros modos y lenguajes del Surrealismo, que en América
Latina aborda multiplicidad de géneros. Pongo por ejemplo a tres figuras: Miguel
Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez.
6 | Aldo Pellegrini es uno de los raros estudiosos del surrealismo que trató específicamente
de su ambiente poético. En una bibliografía surrealista, la tónica refuerza la relevancia
de la imagen plástica. Tal adjetivo siempre me pareció una falla crítica, porque
la esencia renovadora, ya a principios del siglo XX, se refiere a la imagen en sí
y sus múltiples perspectivas. Esta es una de las innumerables adulteraciones de
los principios surrealistas o incluso entre ellos poco se percibió la inexistencia
de una distinción –excepto meramente técnica– entre imagen plástica y poética.
ARMANDO ROMERO | Pintar un poema, leer
un cuadro, ya lo sabíamos desde Rimbaud. Cuando Breton vio el surrealismo palpitando
en México no lo vio en un cuadro de Rivera o Frida Kahlo precisamente, lo vio de
seguro en esos tacos de ojo que se venden en las calles o en los gusanos y chapulines
que aparecen sin vergüenza en nuestros platos. Nos preguntamos entonces, ¿dónde
está el poema en esas calles? ¿Dónde está el cuadro? El surrealismo es la red que
va a capturar esas imágenes y a transformarlas de acuerdo al orden libre establecido
por la imaginación. Luego de la explosión que traen la fotografía y el cine la imagen
plástica nos invade, y obviamente ella atrae con más fuerza primaria nuestros sentidos.
Pero tiene sus limitaciones, y así la imagen literaria en su forma metafórica, nos
libera de estas limitaciones y nos permite un viaje a espacios y tiempos desconocidos.
¿Y, entonces, el cuadro?, nos preguntamos. Recuerden que nunca terminamos de ver
un cuadro de Magritte.
CARLOS BARBARITO | Imágenes, imágenes… como el título de un libro de Caillois. Yo encuentro
poesía no sólo en el poema, escrito en un papel, sino también en ciertos filmes,
en ciertos cuadros, en ciertos objetos no necesariamente exponibles, en el paisaje que se ve a través de una ventana, de una
casa o de un vehículo, en ciertas fotografías, en ciertas sombras, en ciertas luces,
en un niño que señala la Luna y entierra un palo en el barro… Mi cabeza, limitada,
hasta aquí puede responder a esta pregunta. El resto, queda muy lejos de mi alcance.
GRACIELA MATURO | Personalmente
he continuado los estudios de Aldo Pellegrini, tratando de dotar al Surrealismo de fundamentos teóricos. Remito a
mi libro ya clásico sobre el Surrealismo poético argentino, cuya primera edición,
bajo el nombre de Graciela de Sola, es de 1967, y la segunda, ampliada, fue publicada
en 2015: Graciela Maturo: El Surrealismo en la Poesía Argentina, Ed. Prometeo,
Buenos Aires, 2015. La distinción entre imagen plástica y poética sigue existiendo,
la segunda remite a través del lenguaje verbal a la primera, pero el Surrealismo
no trabaja solo con la imagen visual, aspira a incorporar la imagen videncial.
(Recoge la indicación de Rimbaud: se faire voyant).
7 | En su surgimiento, las expectativas sociales del surrealismo giraban en torno
a lo que entonces se presentaba como acciones revolucionarias, en especial lo que
tomaba por base a las proposiciones de Marx y Freud. Octavio Paz llegó a declarar
que el siglo XX sería recordado como el siglo de Freud y del Surrealismo. Al eliminar
a Marx de sus profecías se olvidó –esto si de hecho se trata de olvido– que el mercado
derrotaría, para decir lo menos, todas las pretensiones revolucionarias, sin dejar
de lado las dos destacadas por el mexicano. ¿Cómo evaluar el tema en nuestra época?
Ante un virulento absolutismo del mercado, ¿qué hubo con las fuerzas deflagradas
por Freud, Marx y el Surrealismo?
ARMANDO ROMERO | La lucha de las ideologías
no ha terminado, aunque en estos momentos la derrotada sea la humanidad. Todas las
formas del marxismo que se han intentado hasta el momento han fracasado horrorosamente.
La burguesía y su aliado el capitalismo siguen triunfando por encima de los monstruos
que produce y los rodean: la intolerancia, el fanatismo, la regresión cultural,
la burocracia, los plutócratas, y no contemos más porque las denominaciones son
cada vez más feas y desagradables. No creo que Octavio Paz tenga mucho que decir
en esto porque él era un líder cultural, un político escondido bajo la faz de la
literatura, y por ello no podía aceptar el papel dominante que los marxistas ejercen
sobre los artistas, porque quería ese papel para él. Creo, a fin de cuentas, que
el surrealismo, en este siglo que empieza sigue en pie, en dos pies, en tres y así
sucesivamente.
CARLOS BARBARITO | El mercado –no hablo del barrial, con sus frutas y pescados, y las voces
de las personas, claro– da la impresión de haberse tragado todo. Cuando digo todo, digo todo. Incluso, la transgresión,
que de una actitud inconformista, iconoclasta pasó a ser un mero gesto tipo niño
que toca el timbre de una casa ajena y escapa. Algo medido, controlado, sujetado.
Creo que por ahora, y no sé hasta cuándo, la alternativa es si no de encuentros
en catacumbas, la creación de espacios más aireados, más libres. Nuestra obligación
–sí, obligación, aunque parezca un concepto duro, hasta autoritario– es no caer,
no defeccionar, no resignarnos. Sí, podemos equivocarnos, contradecirnos. Pero,
¿qué otra cosa queda? ¿Qué otra cosa nos queda? Creo que Paz no olvidó a Marx. Lo
que obviamos y lo que consideramos tienen el mismo valor. Hablan de nosotros y lo
que pensamos. Por último, está el gran tema, al menos para mí: el tiempo. Siento
que cada día se hace más tarde.
Concluyo con este cuestionario. Luego de quebrarme la cabeza para tratar
de dar alguna respuesta, se trata de materias complejas, me viene a la mente una
frase de Aristóteles: …nadie puede alcanzar
la verdad dignamente, ni yerra por completo…
GRACIELA MATURO | Medir la potencia
del Surrealismo a través de figuras como Freud y Marx (sin negar su importancia
en el siglo XX y su potencialidad sobre un tiempo posterior) es acotar sus límites
a la Modernidad. El propio Breton tuvo solo cinco o seis años de convivencia con
el marxismo hasta que rompió definitivamente con él, en 1935. En cuanto a los Superrealistas
que han seguido surgiendo libremente en distintos lugares del mundo, y especialmente
en América Latina, es preciso admitir que se alejan de la Modernidad y reinterpretan
las culturas ancestrales, los legados simbólicos, las aperturas de una Transmodernidad
que no reconoce cartillas ni conductores. Me atrevería a señalar que en cuanto a
figuras filosóficas o científicas de referencia resultan más valoradas las de Jung
y Heidegger sobre las de Freud y Marx, así como cabe admitir que el Pensamiento
Complejo ha desplazado al racionalismo aristotélico. Veo al Superrealismo actual
como un movimiento de límites imprecisos, acorde con el siglo XXI.
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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO
DO SURREALISMO 1919-2019
Artista
convidada: Marcelle Ferron (Canadá, 1924- 2001)
Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 139 | Agosto de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO
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ARC Edições © 2019
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