Del período americano (1939-1948) de Dalí seguimos sabiendo muy poco a pesar
de la importancia que tuvo en la vida y la obra del artista. Representó un
momento clave de construcción identitaria durante el cual tuvo que alejarse del
grupo de André Breton para afirmarse como artista independiente y encontrar su
propia vía creadora. A este exilio corresponde una verdadera necesidad de
cambio de piel que queda ilustrada perfectamente a través de sus textos en una
orientación estética hacia lo grotesco. Si bien se destacó en el arte de la
transgresión desde los años de la Residencia de estudiantes en Madrid, supo
transformar esta herramienta y, sobre todo, adaptarla a las expectativas del
público americano convirtiéndose en el más famoso de los surrealistas. De este
modo, ruptura, transgresión y disidencia aparecen como lemas durante este
periodo-bisagra que fue para Dalí su exilio en Estados Unidos.
En el momento de
definir aquel periodo, algunos críticos hablaron de prostitución artística o
calificaron a su obra de congelada. Para Agustín Sánchez Vidal, esta etapa fue
una “mutación muy profunda, asentada en convicciones de largo recorrido, y
desarrollada tramo a tramo, con pasos bien medidos y contados.” [1] Lo cierto es que este traslado de un
continente a otro supuso un cambio importante para Dalí. En agosto de 1940,
apenas amarrado el Excambion —en el cual la pareja atravesó el Atlántico— el ya
famoso histrión anunció a los reporteros la muerte del movimiento surrealista y
que “él, su máximo exponente, se disponía a iniciar el retorno al clasicismo.”
[2]
1.2. RUPTURA Y GIRO CLASICISTA
Entre los factores que originaron este
cambio se encuentra la ruptura con el grupo vanguardista que tuvo lugar en
junio de 1939: en el último número de la revista Minotaure Breton expresaba su desprecio hacia Dalí. [3] Además de la progresión de los
alemanes en Francia y de la fama del artista catalán ya establecida en Estados
Unidos, [4] esta ruptura motivó la
huida de la pareja y tendrá como consecuencia una voluntad de distinguirse de
los surrealistas. Para analizar los primeros pasos hacia su independencia
parece interesante detenerse primero en el cruce de la frontera que supone el
uso del lienzo como soporte de producción creativa pues la mayor producción
escrita de Dalí se concentra en aquellos años americanos. Ya se había dedicado
a la escritura en Cataluña o en su etapa surrealista pero iba a consagrarse
ahora a nuevos géneros tales como la autobiografía, la novela o el teatro.
Entre los textos de la época se encuentra su primera autobiografía La vida secreta de Salvador Dalí, [5] su única novela, Rostros Ocultos; [6] cuatro ballets (de los cuales tres fueron representados); [7] una comedia musical, Las Nubes, [8] nunca representada; un tratado de pintura, Cincuenta secretos mágicos para pintar; [9] y una serie de artículos publicados en la prensa norteamericana.
Volcada hacia una intensa producción escrita, esta etapa también se caracteriza
por la escasez de obras pictóricas.
La correspondencia
de la época revela el empeño de Dalí en la puesta en marcha de sus nuevos
proyectos. En el campo escénico, quería controlarlo todo: el argumento, la
coreografía, el vestuario, el decorado, los accesorios etc. En una carta
dirigida a su coreógrafo, Leonide Massine, Dalí le decía a propósito del ballet
Tristan loco: “No se preocupe por mi
trabajo. Estoy pensando constantemente en ello. Estoy obsesionado por nuestro
ballet. Estoy loco por ello, como el propio Tristán por Isolda”. [10] Por otro lado, los numerosos
intercambios con su traductor Haakon Chevalier evidencian la preocupación de
Dalí por respetar la esencia de sus textos en su versión inglesa. Bien se
entiende por el tiempo y los afanes puestos en ello que no se trataba en
absoluto de proyectos nimios.
Desde una
perspectiva genérica, la autobiografía no se inscribe dentro de la tradición
occidental de las confesiones. Está escrita a los 37 años y, por relatar
recuerdos imaginados, más tiene que ver con la narrativa que con las memorias.
Dice Dalí:
Usualmente los escritores empiezan a escribir sus
memorias “después de vivir su vida”, hacia el fin de su vida, en su vejez.
Pero, con mi vicio de hacerlo todo diferentemente de los demás, de hacer lo
contrario de lo que los demás hacen, creí que era más inteligente empezar
escribiendo mis memorias y vivirlas después. [11]
La vida secreta no es sino una especie de manifiesto
en el cual anuncia su ruptura con el surrealismo, expresa su rechazo del
modernismo y proclama su interés por lo que él llama clasicismo. La obra no se
dirige únicamente a un público americano sino también a la familia de Dalí, a
los surrealistas y a la España de Franco. Evidentemente, entre los objetivos
del texto hay una poco disimulada preparación de su vuelta al país natal, lo
que puede explicar su nueva postura frente a una serie de cuestiones referentes
a la tradición y la religión.
En cuanto a la
novela, al abrirla, un lector que hubiera esperado encontrarse con un texto
parecido al de Nadja de Breton puede
quedar sorprendido. En su propósito de alejarse aún más del grupo surrealista,
Dalí optó por una “verdadera novela,
larga y aburrida”, [12] a la manera
de Stendhal según dice en su prólogo. De este modo, pretende definir la novela
perfecta mediante los criterios de la calidad temática — exponer el mecanismo
de las pasiones— y de la forma artística, es decir la preocupación por los
detalles y la lentitud del desarrollo de la acción. [13] El empleo de la metáfora que recorre el prólogo nos indica que
concibió la estructura de su novela como un arquitecto construye un edificio:
habla por ejemplo de “novela de edificación de las pasiones”, [14] “nuevas cúpulas de la pasión”. [15] Con este libro de tres partes,
dividido en capítulos, sin verdadera pincelada surrealista, Dalí proclama su
diferencia con la poética del grupo de Breton.
La quiebra se hace
aún más honda con las nuevas orientaciones temáticas —tradición y religión— que
el artista anuncia en los primeros meses de su estancia y sobre todo en su
autobiografía. Estos nuevos ejes temáticos van dibujándose en la producción del
artista y se enfocan primero en el Renacimiento italiano para desembocar luego
en la religión. A través de la trilogía de ballets imaginada por Dalí se
desprende perfectamente esta progresión. En Bacanal
reutiliza el templete de Rafael en Los
esponsales de la Virgen para el telón de fondo. El tema del clasicismo
asociado en Dalí a la tradición pasa del decorado a la trama de Laberinto que, según nos dice Dalí,
“describe el resurgir de la tradición, desde el caos romántico, con la ayuda
del hilo de Ariadna” [16] para
cristalizarse en Sacrificio cuyo
argumento es “el triunfo de la religión y de los valores espirituales.” [17] Finalmente, lo que propone el
artista es una apropiación de la tradición.
Estos nuevos temas
cruzan las fronteras entre los géneros y en la novela, el artista nos ofrece su
interpretación del misticismo en la protagonista Solange de Cléda que no puede
sino remitir a Santa Teresa en estos momentos de éxtasis debidos a las visitas
del conde de Gransailles mientras duerme. Tanto en Rostros ocultos como en La
vida secreta, la religión aparece como el remedio frente al desastre de la
guerra. Por último, en la comedia musical Las
Nubes, Dalí decide imitar e incluso plagiar al dramaturgo griego
Aristófanes desplazando a Estrepsiades
al siglo xx. Ya no se enfrenta con los sofistas sino con los surrealistas. Si
bien critica repetidas veces a sus antiguos compañeros surrealistas —poniendo,
por ejemplo, en tela de juicio el automatismo: “Todo el mundo simula ver unas
apariciones más extraordinarias que los demás por simple espíritu competitivo y
ganas de ser original” [18]— es
obvio que no renuncia al surrealismo. Afirma en La vida secreta: “Mi gloria surrealista no valía nada. Debía
incorporar el surrealismo en la tradición. Mi imaginación debía volver a ser
clásica” [19] y, hablando del grupo
de Breton, añade: “mi clasicismo sería siempre más surrealista que su
romanticismo, mi tradicionalismo reaccionario más escandaloso que su revolución
abortada”. [20] Aquí se encuentra su
paradoja: intenta diferenciarse del movimiento pero, al mismo tiempo, es
precisamente su experiencia como surrealista lo que le ha conferido su fama en
América. Se establece pues una relación de dependencia entre el nombre de Dalí
y el calificativo surrealista. Así asentó su éxito en EEUU: apoyándose en el
movimiento vanguardista pero desarrollando su propia estética que solía llamar
“mitología daliniana”.
1.3. LA MÁSCARA DALINIANA
Dentro de la mitología inventada por el
artista se encuentra la construcción del personaje público, del mito Dalí en
EEUU. El anagrama creado en 1939 por Breton no conoció las repercusiones
previstas, hasta contribuyó a la fama de Dalí en la otra orilla del Atlántico.
El personaje nacido en el periodo surrealista fue consolidándose en aquellos
años a través de sus escritos y de escándalos públicos dignos de un showman.
Desde las primeras
líneas de la Vida secreta esta
construcción identitaria queda clara y su meta se hace patente rápidamente:
quiere enfocar la atención del público sobre sí mismo, encarnar el movimiento
surrealista en su única persona aunque su producción tiende a alejarse de los
ideales éticos y estéticos del grupo. Así en su autobiografía asistimos a la
primera etapa de la construcción del personaje con un capítulo titulado “Falsos
recuerdos de la infancia”, y penetramos en una vida cuya realidad es modelada,
trastornada, ocultada. Lo que sí se desprende es un control perfecto por parte
de Dalí de su imagen pública y una sorprendente destreza para la autopromoción.
En su tesis, Julia
Pine estudia un hecho curioso en la Vida secreta:
el desplazamiento de la concepción binaria cuerpo/espíritu a un concepto de
interioridad y exterioridad corporales en el sentido vida privada/vida pública
o máscara social. [21] De este modo
el cuerpo pasa a ser en Dalí el continente de su subjetividad y la piel, o la
máscara, un índice de su persona pública. De hecho, como lo ilustra con la tela
de 1941, Autorretrato blando con beicon
frito —que representa un rostro blando sostenido por muletas— lo único que
nos da realmente a conocer es su piel, es decir la parte pensada, creada y
estructurada de su personalidad. De ahí, la imagen de cambio de piel
desarrollada en este texto, que cobra aún más sentido. Esta voluntad de “muda”,
de deshacerse del pasado “exactamente como lo hacen las serpientes” [22] aparece como una necesidad en Dalí:
“Para esto era necesario que matara a mi pasado sin piedad ni escrúpulo, debía
desembarazarme de mi propia piel, esa piel inicial de mi vida amorfa y
revolucionaria del período de posguerra” [23]
y está vinculada al exilio. “¡Nueva piel, nueva tierra!” [24] dice después. Esta idea reaparece en su novela Rostros Ocultos a través del tema de la
metamorfosis y del cambio de identidad al que los personajes se ven obligados
debido a la guerra.
La construcción
identitaria también pasa por otra transgresión, la del lenguaje. Del mismo modo
que crea su personaje, Dalí va inventando su propia forma de hablar
trastornando la norma: habla de sí mismo en tercera persona, tiene una
ortografía casi ininteligible, multiplica las enumeraciones sin fin y recurre,
entre otras cosas, al neologismo, como el “cledalismo” presente en la novela.
Buen ejemplo es el Dalí News, un
periódico que crea a su efigie y que sólo tendrá dos números (1945 y 1947):
Connecticut, 5 de octubre, atrasado. ―Siempre y en todo
momento el proverbial, exasperante, egocéntrico, excéntrico, histeronarcista,
¡autonanunciado! Salvador Dalí, de 41 años, surrealista mundialmente famoso,
considerado oficialmente el loco número 1 de América, acaba de comunicar a la prensa
que para gratificar los idólatras de deseos de sus numerosos admiradores,
coleccionistas de autógrafos, enemigos personales de las ardillas, practicantes
de yoga etc., Dalí abandonará su hotel (St Regis) a las 11.00 en punto de la
mañana, por la puerta del bar King Cole que da a la Quinta Avenida. [25]
Pero Dalí no se
conforma con el texto para crear su personaje sino que desempeña un verdadero
papel en sus apariciones públicas hasta tal punto que se le tachó repetidas
veces de showman, performer o payaso; se deleita después en contar esas
anécdotas escandalosas en su Vida secreta.
Nos contentaremos con destacar un acontecimiento que contribuyó en dar a
conocer a Dalí en Estados Unidos: después de descubrir que los almacenes Bonwit
Teller decidieron cambiar el escaparate que había realizado, Dalí entró para
destruirlo todo y rompió los cristales del escaparate lo que le valió pasar dos
horas en la comisaría y un artículo en el Time.
Fue también en Estados Unidos dónde empezó una colaboración fotográfica con
Philippe Halsman en la que pudo poner en escena su personaje revistiendo su
famosa máscara. Como J. F. Yvars lo afirma:
Es cierto que Dalí emerge en la escena pública del arte
como un “excéntrico que exagera a voluntad sus inclinaciones exhibicionistas
megalomaníacas”, como lo definió un crítico inclemente. Aun así, nadie ha
cuestionado jamás la energía creativa del pintor ni discutido la manera sutil
de describir sus quimeras. [26]
1.4. HACIA
UNA ESTÉTICA DE LO GROTESCO
Llega el momento de
interesarnos más de cerca en la estética grotesca desarrollada mientras Dalí va
abandonando el surrealismo y se autoafirma como voz disidente del movimiento.
Detengámonos en el espacio y en el tiempo de la novela cuyos límites parecen
fuera de lo real. En efecto lo primero que salta a la vista son las
distorsiones temporales por referencias históricas erróneas que impiden al
lector situar la acción con precisión. [27]
Del mismo modo, varios momentos de la novela no se pueden localizar en el
tiempo. Quizás se deba a la falta de experiencia en el arte de narrar por parte
del pintor. Sin embargo, el número de tachaduras y de correcciones del
manuscrito deja suponer que la confusión temporal es voluntad de Dalí. Estas
distorsiones temporales también aparecen en la autobiografía por la
confrontación de los verdaderos y falsos recuerdos infantiles. En cuanto al
teatro, Dalí afirma claramente su intención: “la trilogía no sucede en el
“tiempo histórico” sino en el “espacio y tiempo” de un sueño, donde únicamente
cuenta el valor simbólico de lo que se ve”. [28] El tema onírico, heredado del surrealismo, ofrece un marco
ideal para la distorsión del mundo propuesta por Dalí; aparece en toda su obra
escrita, ya sea mediante los sueños simulados por los surrealistas en Las Nubes o mediante las alucinaciones
(de las cuales es víctima Luis II de Bavaria en Bacanal), los delirios provocados por el opio (en el caso de Betka,
protagonista de Rostros ocultos) o
las apariciones de Grandsailles visitando a Solange de Cléda mientras duerme (Rostros ocultos). El papel desempeñado
por el sueño permite también cierta confusión en los espacios, rasgo
característico de lo grotesco. Lo que viene reforzado por un inventario de
identidades fragmentarias, de contornos borrosos. De hecho, todos los
personajes dalinianos parecen carecer de algo: Luis II y Tristán se
caracterizan por una locura ilustrada no sólo por las alucinaciones que sufren
sino por las muletas que participan de la coreografía y soportan sus
movimientos desarticulados. Grandsailles lo ha perdido todo con el exilio: le
roban la tierra de sus antepasados, se ve obligado a tomar la identidad de otro
para sobrevivir y está completamente desocializado durante su exilio. Verónica,
otra protagonista de la novela, está alienada por su virginidad: la abstinencia
sexual la conduce a los abismos de la locura y la obsesión por el sexo se hace
cada vez más patente: “Verónica acostumbraba cabalgar su caballo castaño […]
apretando con las pinzas de madreperla de sus muslos los flancos del animal y
fundiéndose en él en una perlina comunión de sudor. De este modo vivía,
cabalgando su quimera”. [29] El
hombre que desea es Baba, un aviador que quedó desfigurado en la guerra civil
española y que tiene que llevar un casco de piel en el rostro. Él también
tendrá que cambiar de identidad en el exilio. De hecho, estos personajes
desubicados y desocializados son arquetipos de lo grotesco junto con los
monstruos (canonesa de Launay), los dobles (el propio hermano de Dalí en su
autobiografía) y las quimeras (Isolda y su quimera bajo forma de mantis
religiosa en Tristán loco); jalonan
la obra escrita de Dalí y reflejan la distorsión del mundo, asolado por la
guerra mundial. Buen ejemplo del reflejo alterado del mundo se encuentra al
principio de la novela, cuando durante la cena, Grandailles observa:
las imágenes liliputienses de sus invitados reflejadas en
las concavidades y en las convexidades de los objetos de plata […] Exactamente
del mismo modo que en la famosa colección de monstruos dibujados por Leonardo,
allí podía verse el rostro de cada uno de los invitados sorprendido en las
feroces mallas de la anamorfosis, extendiéndose, retorciéndose, curvándose y
alargándose con los labios transformados en hocicos, estirando las mandíbulas,
con los cráneos comprimidos y las narices achatadas hasta resucitar los más
remotos vestigios heráldicos y totémicos de su propia animalidad. [30]
Descripción que no deja de hacer pensar en los
esperpentos de Valle Inclán. Por otro lado, la dimensión grotesca en Dalí viene
confortada por una serie de uniones de contrarios: Eros y Tanatos, lo blando y
lo duro o, lo que aquí nos interesa más, una fusión grotesca entre el sadismo y
el masoquismo cuyo nombre, el “cledalismo”, deriva del de la protagonista de Rostros ocultos, Solange de Cléda. Ya
presente en La vida secreta en una
puesta en escena llamada “Parsifal” e ilustrado en el ballet Tristán loco como única vía salvadora
frente a la muerte ocasionada por el coito, se desarrolla el concepto ahora en
la novela: “El cledalismo es el placer y el dolor sublimados por una absoluta
identificación trascendente con el objeto”. [31] Sin embargo, la abstinencia sexual a la que está sometida la
protagonista por el conde de Grandsailles la llevará a la muerte. La risa
provocada por la sugerencia de abstinencia como prueba de amor va cobrando un
carácter siniestro a medida que avanza la novela. Al recurrir a lo grotesco,
Dalí consigue insertar un clima perturbador en nuestro mundo. Había avisado al
lector en La vida secreta, la risa daliniana
es cataclismo, abismo y terror. Aquí, salimos de la realidad para entrar en un
mundo caricaturesco, que roza lo macabro. Lo grotesco no sirve sino para
confirmar la inestabilidad de todo. En esto reside la disidencia con el
surrealismo: la realidad pintada por Dalí no propone transformar el mundo sino
que es en sí misma un mundo transformado.
La estancia
americana de Dalí representó un giro importante en su trayectoria artística.
Según nos dice Enric Bou, este periodo “puede ser leído como relectura y
parodia de su paso por el surrealismo.” [32]
Si bien la transgresión ya era una de sus herramientas privilegiadas, ahora
hace de ella su gran caballo de batalla para conquistar los EEUU, volcándola
precisamente contra el surrealismo. La disidencia no consiste aquí en romper
con la tradición sino volver a ella. Más que cualquier otro surrealista, Dalí
supo reflejar, mediante lo grotesco, los estigmas de su tiempo.
NOTAS
1 SALVADOR DALÍ, Obras completas,
vol III, Ediciones Destino, Barcelona 2004.
2 IAN GIBSON, La vida desaforada de
Salvador Dalí, Editorial Anagrama, Barcelona 2004.
3 ALBERT SKIRA, “Minotaure: revue artistique et littéraire”, n. 12-13,
Editions Albert Skira, Paris 1939.
4 Julien Levy, galerista neoyorquino, dio a conocer la obra de Dalí en la
otra orilla del Atlántico a partir de 1931.
5 SALVADOR DALÍ, The Secret Life
of Salvador Dalí, Dial Press, New York 1942.
6 ID., Hidden faces, Dial
Press, New York 1944.
7 Bacchanal (9 de noviembre de
1939, Metropolitan Opera House de Nueva York); Labyrinth (8 de octubre de 1941, Metropolitan Opera House de Nueva
York); Mad Tristan (15 de diciembre
de 1944, International Theatre de Nueva York); Sacrifice (escrito en 1940 y nunca representado). Los manuscritos
de estos textos se han publicado en SALVADOR
DALÍ, Obras completas, cit., vol III.
8 Texto escrito en 1941, publicado en SALVADOR
DALÍ, Obras completas, cit., vol III.
9 ID., 50 Secrets of Magic
Craftsmanship, Dial Press, New York, 1944.
10 Archivos del Ballet Russe de Monte Carlo, The New York Public Library
for the Performing Arts.
11 SALVADOR DALÍ, Obras completas, cit., vol I.
12 SALVADOR DALÍ, Obras completas, vol III, cit.
13 Sobre este tema, se puede consultar el trabajo de MYRIAM WHATTE
DELMOTTE, 1927-1983. Le
parcours littéraire de Salvador Dalí: mise en œuvre d’une esthétique vitaliste,
Tesis doctoral, Louvain-la-Neuve 1987.
14 SALVADOR DALÍ, Obras completas, vol III, cit.
15 Ibid.
16 Ivi, vol. III.
17 Ibid.
18 Ivi, vol. III.
19 Ivi, vol. I.
20 Ibid.
21 JULIA PINE, An Anecdotic Self –
Portrait: Strategies of Disclosure in The Secret Life of Salvador Dalí,
Tesis doctoral, Carleton University, 2009.
22 SALVADOR DALÍ, Obras completas, vol I, cit.
23 Ibid.
24 Ibid.
25 Ivi, vol. I.
26 JOSÉ FRANCISCO YVARS CASTELLO, “FINAL. En el umbral del centenario”, en Dalí. Un creador disidente, Destino,
Barcelona 2004, p.362.
27 Como lo menciona Myriam Whatthée-Delmotte, se sitúa por ejemplo la
dimisión del gobierno de Daladier en Francia en 1937 cuando tuvo lugar en el
1934.
28 SALVADOR DALÍ, Obras completas, vol. III, cit.
29 Ivi, vol. III.
30 Ivi, vol. III.
31 Ivi, vol. III.
32 ENRIC BOU, “Autorretrato de un mito. La literatura autobiográfica de
Dalí”, en Turia. Revista
Cultural, Instituto de
Estudios Turolenses, Teruel 2003.
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