Antonin Artaud
Si queremos vivir, vivamos solamente para nuestra inteligencia, si no, muramos
para ser menos animales.
Nahui Olin
Fue repentino mi primer contacto con Nahui Olin; escuché
por primera vez su nombre en boca de una pareja de jóvenes mientras visitaba una
de las salas del Museo Nacional de Arte. Me intrigó inmediatamente y no me tomó
más esfuerzo que el de sacar mi celular del bolsillo y buscarlo en Google para encontrar
la respuesta a mis preguntas. Me topé de golpe con el rostro de una mujer joven,
bellísima y un tanto misteriosa –sus ojos me parecieron lo más inquietante–, y un
primer título, un enlace de Wikipedia: “Carmen Mondragón”. Click. Un retrato más,
en tonos sepia muy saturados, apareció en la pantalla seguido de una breve semblanza
biográfica sobre esa mujer en aquel tiempo desconocida para mí. Después de leer
ese primer pasaje mi curiosidad por ella aumentó y me dispuse a buscar alguno de
sus libros. Sin embargo, para mi sorpresa, no pude hallar rastro alguno de sus obras
en Internet. Qué raro. Más raro me resultó aun cuando muy a pesar de mi búsqueda,
no logré encontrar sus obras en ninguna librería. No fue hasta tiempo después cuando
por fin pude sentarme a leerla gracias al esfuerzo de la Dra. Patricia Rosas Lopátegui,
quien recogió sus trabajos en el libro Nahui Olin, sin principio ni fin.
Vida, obra y varia invención publicado por la Universidad de Nuevo León,
y a una querida amiga que muy amablemente compartió conmigo su copia de dicho libro.
Por lo general, los textos sobre Nahui Olin comienzan
hablando casi indistintamente sobre su deslumbrante belleza y atractivo sexual o
sobre su relación con Dr. Atl. En general, se presenta el relato de su vida como
si se tratara de escribir una serie de curiosidades; sin embargo, aunque sin duda
la suya haya sido una vida fascinante, el seguir encerrándola dentro de la categoría
de “mujeres que desafiaron las buenas conductas” o describiéndola simplemente como
una de las modelos de Diego Rivera lleva a caer en la misma narración genérica y
termina por dejar de lado una parte quizás aún más importante: la vida en su interior.
Se debe entender a Nahui Olin como la totalidad de lo que fue: una persona que fue transgresora en más de una esfera del arte
y que, sin duda, respaldó su obra con su vida y con cada una de sus acciones. Es
por eso que este texto se centra, más que en su enigmático carácter, en su dimensión
poética y su labor creadora, tomando los aspectos de su vida como partes fundamentales
para entender la complejidad de este personaje y el trasfondo causal de su obra.
Mujer-cuerpo, mujer cántaro, mujer-vasija… [1]
Al haber nacido en el seno de una familia porfiriana,
siendo hija del General Manuel Mondragón, destacado militar mexicano y uno de los
protagonistas del golpe a Madero durante la Decena Trágica, y haber pasado parte
de su juventud en Francia, Carmen Mondragón gozó de una educación privilegiada.
Desde muy temprana edad, fue una amante apasionada de la lectura, internándose desde
pequeña en el mundo de las artes. Escribió, pintó, dibujó, tocó el piano, compuso
y modeló, publicando varios libros entre los que destacan Óptica cerebral. Poemas dinámicos (1922), Câlinement je suis dedans (1923), À dix ans sur mon pupitre (1924), Nahui-Olin (1927) y Energía cósmica (1937),
los cuales nunca fueron reimpresos o reeditados, y dejando dos libros inéditos,
Una molécula de amor y Totalidad sexual del cosmos, escritos
entre 1924 y 1927.
Durante el tiempo en que publicó, no habían mujeres
–a excepción de María Enriqueta Caramillo, Concha Urquiza y la misma Nahui Olin–
que publicaran su poesía. [2] De su primer libro,
Óptica cerebral. Poemas dinámicos, José Gorostiza escribió:
“es un libro puro donde no cayó la semilla de otros libros”. Su libro À dix ans sur mon pupitre, se compone de textos que escribió
con no más de diez años de edad en sus cuadernos escolares, y es sin duda uno de
sus trabajos más vigorosos, demostrando su precoz sensibilidad y capacidad literaria.
Por otro lado, en Energía cósmica se ven aplicados sus
conocimientos sobre los descubrimientos científicos de su época a su propia cosmovisión
e interpretación del mundo de los sentimientos y las ideas, creando una especie
de puente entre ambas dimensiones y reflejando su gran interés por el campo de la
ciencia. En él escribe sobre la relatividad –reciente teoría de Albert Einstein–,
la materia, la energía, el movimiento, la radiactividad, las matemáticas, el tiempo,
el espacio, el infinito, el cosmos, la vida y la muerte.
En su pintura –clasificada como Arte naïf– retrató a sus gatos, a su padre, a sus amigos y diferentes
escenas del México de su tiempo como salones de baile, mercados y pulquerías, haciendo
una crítica a las costumbres aristocráticas aunque nunca tocando lo político. Nahui
Olin fue además una de las primeras mexicanas en hacerse autorretratos, especialmente
en cuanto a escenas de encuentros sexuales. Fue también modelo de varios artistas
como los mismos Rivera y Dr. Atl, y de otros pintores y fotógrafos como Antonio
Garduño, Roberto Montenegro, Jean Charlot y Edward Weston, siendo objeto de una
de las fotografías más importantes de este último.
Para Nahui, el placer era a la vez el fin y el medio.
La pasión con la que dirigió su vida y sus relaciones y la energía embriagante con
la que se condujo siempre, llevaron a más de un gran amor a pasar por sus brazos.
El erotismo que inunda su poesía, su prosa y su pintura, provenía de una fuerza
vital interior, un flujo radiactivo que corría libremente, impregnándolo todo con
el roce de sus manos. Fue precisamente esto lo que le ganó la fama de loca con la
que gozó toda su vida, pues, mientras muchas otras artistas tuvieron que contener
su sexualidad para ganarse la atención de quienes escriben la historia y un lugar
en el escenario artístico de su época, Nahui no solamente la aceptó, sino que la
exhibió pletóricamente a lo largo de su vida y su obra y la convirtió en algo propio,
en algo natural y femenino, en un tiempo en que el deseo sexual era provisión exclusiva
de los hombres. En sus escritos encontramos una perpetua pulsión erótica que brotaba
de ella sin esfuerzo alguno, la cual surge también como un motivo impulsor de la
exploración de sus inquietudes poéticas y filosóficas. Pulsión de vida que inunda
sus hojas. Nahui no era solamente objeto de deseo, era la personificación del deseo
mismo. Es por eso recordada y es por eso también ignorada.
Elena Poniatowska trató este aspecto en su texto, “La
pasión según Nahui Olin: Cariñosamente dentro de su cuerpo”:
Nahui se asume sexualmente en un país de timoratos y
de hipocritones. Su gusto por los hombres no la avergüenza, al contrario, su tez
blanca, sus inmensos, inquietantes ojos verdiazul, sus caireles la hacen parecer
un ángel prestado a la tierra. Es una hada, es champagne espumante, es un Botticelli
oloroso a nardos, a jazmines, a azucenas. En realidad, tras la apariencia sobrenatural
acecha una corriente magnética, la descarga de un pelotón de fusileros, la luz de
cien faroles de una noche de ronda.
Esta mujer es magnífica y ansiosa, esta mujer luminiscente
no busca ser virginal ni frágil, lo que le urge son las llamadas “malas intenciones”.
¡Qué bueno que no sea discreta, qué bueno que sus sueños lúbricos atraviesen sus
pupilas, qué bueno que la desnudez de su cuerpo se ajuste al aire, a la luz! Nahui
quiere que el universo entero la posea, ronronear cariñosamente dentro de una montaña
y asumir las miradas de la humanidad entera. Lo único que les pide a los hombres
es que sepan poseer gozando. Explota como los volcanes, ruge grita y la lava desciende
en cataratas, burbujeante, retorciéndose, incontenible, quemando las calles. Es
tan abundante que sube hasta las azoteas.
La historia con su primer esposo, el militar y pintor,
Manuel Rodríguez Lozano, con quien es forzada a casarse, fue breve. Cuando su padre
fue enviado a Europa por el entonces presidente Victoriano Huerta, la pareja se
embarcó a Francia y después a España, donde se relacionaron con artistas como Picasso,
Braque, Diego Rivera y Matisse, entre otros. Sin embargo, se separarían poco después
de su regreso a México, seis años después de haber contraído matrimonio. Es entonces
cuando ella conoció a su primer gran amor, Dr. Atl, quien describió el encuentro
en su Diario, resaltando la fecha del 22 de julio, el año de 1921:
“Entre el vaivén de la multitud que llenaba los salones se abrió ante mí un abismo
verde como el mar, profundo como el mar: los ojos de una mujer. Yo caí en ese abismo
[…] ¿Cómo es posible que en un hombre como yo pueda encenderse una pasión con una
tal violencia?”.
La pareja vivió durante un tiempo en el ex Convento
de la Merced, siéndoles suficiente una tabla de madera por cama y saliendo a escribir
y pintar a la azotea. [3] Este sería el periodo
más productivo para ella, y durante el cual se incrustaría en el medio artístico
de la Ciudad de México, conociendo y asistiendo a reuniones con personalidades como
Tina Modotti, María Izquierdo, Guadalupe Marín, Orozco, Siqueiros y Salvador Novo,
entre otros. Es entonces cuando publicó la mayor parte de sus libros y realizó la
mayor parte de sus cuadros. Además formó parte del Sindicato de Obreros Técnicos,
Pintores y Escultores, constituido por Siqueiros, Rivera, Orozco, Carlos Mérida,
Fermín Revueltas, entre otros, del que solo dos mujeres formaron parte, ella y Carmen
Foncerrada. Dr. Atl escribiría en el prólogo a su primer libro, Óptica cerebral. Poemas dinámicos: “Es tu nombre el más
grandioso símbolo de las cosmogonías–/ Es tu boca la más humana de todas las bocas–/
Son tus ojos dos abismos abiertos entre el polvo sideral–/ Anillos de una nebulosa
a través de los cuales se miran los abismos del caos–/ Gloria ardiente es tu cuerpo
y es tu pensamiento una rotación que conmueve el universo/ e ilumina mi corazón”.
Fue él quien la bautizó con el nombre de Nahui Olin.
“Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio
ni fin, y sin embargo sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en
ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son NAHUI-OLIN. Nombre
cosmogónico, la fuerza, el poder de movimientos que irradian luz, vida y fuerza.
En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema.”
En 1927 hizo un viaje a Hollywood al lado de su nueva
pareja, el caricaturista Matías Santoyo, donde Rex Ingram le ofreció un contrato
para filmar una película, sin embargo, ella lo rechazó sosteniendo que no quería
convertirse en un sex symbol ni que su cuerpo fuera objetificado,
que más bien lo que buscaba con sus desnudos era una “existencia estética”, a lo
que yo añadiría la palabra “espiritual”. Finalmente, durante un viaje a España,
Nahui conoció al capitán Eugenio Agacino, su último gran amor, con quien hizo viajes
a Cuba, Nueva York, Francia y España. Después de que éste falleciera trágicamente
a causa de una intoxicación en altamar, el día 24 de diciembre de 1934, ella se
retiró definitivamente de la vida pública, recluyéndose para dedicarse a su arte
en soledad.
Nahui Olin paso a ser conocida como un alma olvidada
que deambulaba por las calles del Centro Histórico. Ya nadie buscaba retratarla
ni quererla. Viviendo con sus perros y gatos en la casa de su infancia en Tacubaya,
se dedicó a dar clases de arte en una escuela primaria, y a pasar las tardes alimentando
a los gatos junto al Palacio de Bellas Artes. En aquellos tiempos solía frecuentar
el Casino Español, donde gastaba su dinero en copiosas comidas cada vez que le alcanzaba,
los demás días comía en un dispensario de la Secretaría de Salubridad.
Sin embargo, fue en esta época en la que se publicó
Energía cósmica y durante la cual también siguió trabajando
en su pintura y participando en varias exposiciones entre las cuales cabe mencionar
la exposición colectiva de Bellas Artes en el 45, en la que su obra fue expuesta
junto con la de otros artistas destacados como José Clemente Orozco y Pablo O’Higgins.
Después de eso, fue paulatinamente quedando en el olvido, pasando de ser objeto
de leyendas populares a desaparecer eventualmente del imaginario y del recuerdo
colectivo capitalino. Prefirió vivir en la miseria que adecuarse al sistema contra
el que había actuado toda su vida y así falleció en la recamara en la que dormía
de niña el 23 de enero de 1978, “olvidada, aislada en su dramático auto-exilio,
no tuvo que buscar como Gauguin unas remotas islas en la Polinesia; simplemente
se deslizó como una sombra inquietante en un pliegue del espacio-tiempo”. [4]
En su texto, “Nahui Olin, entre desdicha y esplendor”,
José Emilio Pacheco escribió:
Hace veinte años, a partir de su redescubrimiento por
Tomás Zurián, pareció que Nahui Olin tendría la vida perdurable del mito al mismo
nivel de Frida Kahlo, Antonieta Rivas Mercado o Tina Modotti. Los elementos estaban
allí y sin embargo nada de esto ocurrió. Un misterio más entre los muchos que rodean
a esta fascinante mujer, quizá más trágica aún que sus contemporáneas. A ellas está
ligada por varios vínculos: fue la única modelo a la que Diego Rivera pintó a lo
largo de treinta años, la amiga de Tina retratada varias veces por Edward Weston,
la esposa de Manuel Rodríguez Lozano, el gran amor de Antonieta, aun en mayor medida
tal vez que José Vasconcelos.
Tema recurrente siempre al hablar de Nahui Olin; la
rebeldía. Nahui retó siempre a las formas tradicionales, tanto con su conducta como
con la forma y el discurso de su obra, ya fuera construyendo una novedosa estructura
visual con sus poemas o introduciendo nuevos términos desconocidos hasta entonces
a la literatura (“intra-atómico”, “desgaste molecular”, “energía cinética”, “movimiento
vibro-eléctrico”). La impetuosidad derramada por sus cientos de páginas de cartas,
dibujos, poemas, ensayos y pinturas que nos han quedado hasta hoy [5] demuestran que Jean Charlot tuvo razón cuando declaró
que Nahui Olin “no era una mujer de talento, sino una mujer de genio”. El paralelismo
entre su vida y su obra, demuestran además la sinceridad incesante de esta artista
que acertó al escribir su propio epitafio: “Independiente fui, para no pudrirme
sin renovarme; hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir”. Ahora mejor
dejaré que la obra hable por sí misma, pues el arte es de sí mismo su mejor defensa.
¿QUIÉN TE AGITA?
–¿Quién te agita, oh, espíritu mío? ¿Es el amor? Es
la sed feroz de comprender, de saber más hasta llenar el inmenso vacío, hasta sobrepasarlo
completamente. Tú amas, tú crees amarlo todo y nada te basta. Quieres sumergirte
en los pensamientos de Pascal, Voltaire, Renan, Platón y Aristóteles para saciar
tu razón, para practicarla, para engrandecerla, para animarla de una vida que le
es necesaria, para demostrarle que el pensamiento humano es infinito, que ella puede
seguir aprendiendo, sabiendo, sintiendo, razonando, que nada le bastará, y que al
final de mi carrera no habrá aprendido, sabiendo lo que habría podido aprender.
Quiero vaciar en mí misma hasta los últimos jugos de las bellezas del arte de las
obras humanas; sí, quiero sentir lo que todos han sentido. Después de haber aprendido
hay que aprender siempre. Me moriría de dolor si se me privara de esta vida intelectual,
de toda fuente de filosofía, poesía, juicio, estudio, razonamiento; seguramente
moriría disecada como una planta sin aire.–
LA VIDA BAJO LA SENSACIÓN
DE VACÍO
–Como la vida es monótona, nada me cautiva, todo me
aburre.–Soy una víctima de la necesidad de amar y de comprender esa prisión que
es este mundo. Ese suplicio se debe a que nada me es suficiente. He amado tanto
que todas mis fuerzas se han agotado; ya no tengo amigos: mis intimidades son demasiado
secretas para que alguien las penetre. Todo me es indiferente; no ambiciono nada,
ni siquiera la muerte.
–Nada me es nuevo, he abusado demasiado de mis sensibilidades.
Tengo un deseo ardiente de correr como una insensata a través de una selva virgen,
allá gritaría con todas las fuerzas de mi alma, lloraría un mes, un año, hasta recaer
en la tranquilidad, allá pensaría mucho, ya no vería a nadie y estaría sola con
todo un nuevo mundo maravilloso tal como soy; y no tendría más escalofríos al oír
las palabras que no dan remedio a mi mal. Recuerdo Francia, ¡oh! Francia querida,
lugar de ilusiones, me moriría si no te volviera a ver. Hace mucho tiempo que dejé
el mundo, quiero apartarme de los humanos para vivir en la soledad de tus multitudes.
París, ¡oh! Paraíso de toda inteligencia grande o pequeña, eres huésped complaciente
de un palacio de magias que se llama París.–
Cuando pueda contemplar el horizonte sin una palabra
que me turbe, ¿me bastará el océano entero para distraer, sumergir mis dos ojos
en el mar? Necesito interrogar a mi espíritu, comprenderlo. En mi casa vivo muriendo,
navegando por el océano sin saber adónde, sin hallar las miradas de mis padres o
de mi familia. Detesto el yugo, sea el que sea y venga de donde venga. Quiero ser,
conservar mis sensaciones en un invernadero caliente como mi corazón.–
¿Por qué escribir todavía, haciendo garabatos siempre
sobre una hoja de papel? Mi mano quiere traducir mis pensamientos; el infinito puede
resumirse en una frase, una hoja, un libro, una biblioteca, nosotros no podemos
comprender tampoco el infinito, y los vocablos, las palabras que sirven apenas para
expresar las necesidades de nuestro cuerpo son elementos inadecuados para alcanzar
una distancia sub límites, una duración sin fin. Ésta es la razón por la que, al
querer traducir mis pensamientos en palabras, ellas son opacas, sin armonía alguna
como la de los sonidos. Las vibraciones de nuestro cerebro llegan así a este otro
mundo que no es nuestro infinito.–
BAJO LA MORTAJA DE
NIEVE DUERME LA IZTATZIHUATL EN SU INERCIA DE MUERTE
Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial
de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve–
son la Iztatzihuatl,
en su belleza impasible,
en su masa enorme,
en su boca sellada
por nieves perpetuas,–
por leyes humanas.–
en su masa enorme,
en su boca sellada
por nieves perpetuas,–
por leyes humanas.–
Mas dentro de la enorme mole, que aparentemente duerme,
y sólo belleza revela a los ojos huma- nos, existe una fuerza dinámica que acumula
de instante en instante una potencia tremenda de rebeldías, que pondrán en actividad
su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía.– Y la
mortaja fría de la Iztatzihuatl se tornará en los atardeceres en manto teñido de
sangre roja, en grito intenso de libertad, y bajo frío y cruel aprisionamiento ahogaron
su voz; pero su espíritu de independiente fuerza, no conoce leyes, ni admite que
puedan existir para regirlo o sujetarlo bajo la mortaja de nieve en que duerme la
Iztatzihuatl en su inercia de muerte, en nieves perpetuas.–
SUPREMO EGOÍSMO
El egoísmo supremo es el inagotable deseo, la ambición
desmedida del vivirse en el aislamiento, supremo egoísmo–Satisfacción cerebral.–
No hay nada más interesante que el mundo que llevamos
dentro–no hay nada más ilimitado que nuestro espíritu, y no debemos buscar ninguna
otra fuerza o potencia para vivir o para producir: hay que fecundar en sus propias
entrañas y dar a luz.–
Pretender obtener de todas las cosas fuerza, y expresarla,
es impotencia, debilidad, nulidad.–
Bastarse a sí mismo es la eliminación de toda necesidad–la
solución del problema intelectual.–
Soledad, magnitud donde sólo uno se escucha, donde no
subleva el ruido de la matraca impertinente y absurda de la pobre humanidad que
de uniformadas y mezquinas opiniones vive, aturdiéndose de trágicas risas nerviosas,
nacidas del terror de mirar el propio vacío, la nada que cada uno significa,–cadáveres
flotantes antes de la podredumbre misma del pellejo.–
EL PODER DE LOS IMBÉCILES
El oro es el perverso auxiliar que da poder a los imbéciles,
a los gobiernos, a los explotadores de sentimientos humanos o poderes religiosos
y desnudan de bienes materiales y espirituales a los pobres que despojan de ese
metal que tan fácilmente se escapa de nuestras manos tan sólo para nuestra manutención
vital. Nacemos por una causa tan natural como las plantas que viven de oxígeno,
de jugos de la tierra y somos máquinas del oro que nos permite vivir según lo que
poseamos, y somos superiores a las plantas y a los insectos, con necesidades inferiores
a ellos, creadas por nuestras ambiciones, y somos pobres porque nos han hecho pobres
los que nos despojan de bienes materiales, de bienes espirituales, y el oro es el
poder de los imbéciles que venden a los pobres aire, luz, pan o yerbas a precios
locos, impuestos por sus pervertidas ambiciones de poderes imbéciles.–
TOTALIDAD
La comprensión de la totalidad equivale a utilizar con
la fuerza consciente, el cerebro la fuerza única, el misterio o problema de la existencia
del infinito y hacer un infinito consciente en cada infinito de molécula, relacionado
con una sola vibración vibro-eléctrica consciente de mi cerebro que sería la totalidad.–
La fuerza que podríamos utilizar para desencadenarnos
de nuestra miseria y de nuestra impotencia, son ínfimas partículas de belleza, de
movimiento que distraen la vista, el pensamiento, y absorben la materia de nuestro
ser por decirlo así, son intrigas que cubren de un velo de misterio el porqué de
nosotros mismos, es el instinto de conservación de esa totalidad, y como en cada
cosa existe el infinito, nosotros nos desviamos queriendo seguir este infinito–inconscientemente
hemos hecho la abstracción de esta cosa y nuestra imaginación le ha prestado la
ventaja de existir aislada y el misterio se hace más indescifrable porque nosotros
no tenemos toda la capacidad necesaria para comprender esta cosa y con esta cosa
la totalidad, porque si nosotros movemos una ínfima pieza de este grande aparato–el
universo–la totalidad ha tomado ese movimiento multiplicado al esfuerzo de la cosa
que se mueve por nuestro movimiento más nuestro propio movimiento de vitalidad mecánica.–
LA ARENA QUE CUBRE
LA PIRÁMIDE DE BRONCE
La arena que cubre
la pirámide de Bronce,
es la arena de un desierto que aterra
—y cuando se levanta, pesa como una ola inmensa que aplasta—
y va subiendo hasta cubrir el bronce de la pirámide
—que no tiene espíritu—
Y su materia va sepultándose sin defensa alguna
bajo la fuerza de la arena de un desierto que aterra.
—De un desierto que ocupa un ínfimo espacio
en un enorme continente,
de un desierto que quema la materia que no tiene espíritu.
—La materia que va sepultando la arena que cubre la pirámide de Bronce.
es la arena de un desierto que aterra
—y cuando se levanta, pesa como una ola inmensa que aplasta—
y va subiendo hasta cubrir el bronce de la pirámide
—que no tiene espíritu—
Y su materia va sepultándose sin defensa alguna
bajo la fuerza de la arena de un desierto que aterra.
—De un desierto que ocupa un ínfimo espacio
en un enorme continente,
de un desierto que quema la materia que no tiene espíritu.
—La materia que va sepultando la arena que cubre la pirámide de Bronce.
NOTAS
[1] Frase
tomada del texto de Elena Poniatowska, “La pasión según Nahui Olin: Cariñosamente
dentro de su cuerpo”, Memoranda. Revista de la Subdirección General de
Servicios Sociales y Culturales del ISSSTE, núm. 23, México, marzo-abril,
1993, pp. 32-35.
[2] Patricia
Rosas Lopátegui, Nahui Olin, sin principio ni fin. Vida, obra y
varia invención, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2011
[3] Adriana
Malvido, “Nahui Olin”, en Patricia Rosas Lopátegui, op. cit.,
pp. 440-446, p. 442.
[4] Lourdes
Andrade y Tomás Zurián, “Nahui Olin: musa de pintores y poetas”, México en el arte, Nueva Época, INBA, SEP, México, otoño
de 1985, pp.64-68.
[5] Por
desgracia, sus composiciones no se conservan o al menos no se conoce su actual paradero
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