En el siglo XX fueron Nobeles sus admirados Echegaray (1904, con 72 años) y Benavente (1922, con 56 años). Y ese galardón
sería honrado por Arrabal como lo
elevaron antes Samuel Becket (1969,
con 63 años) y Pirandello (1934,
con 67 años) o Gao Xingjian (2000,
con 60 años). Un total de 45 escritores que fueron también dramaturgos han obtenido
el Premio Nobel, pero pocos tan genuinos como estos, dedicados con más intensidad
a las tablas, con permiso de la austriaca Jelinek (2004), Bernard Shaw
(1925), Sartre (1964) o Saramago
(1998). O del nigeriano Wole Soyinka
(1986), a quien estuve a punto de editar sus ensayos africanos, el tan goytisoliano
Gunter Grass (1999) o el irreverente
Peter Handke (1999). Tampoco me perdonarían
los umbralianos dejarme fuera a William
Faulkner (1949), ni los juanrramonianos a Rabindranath Tagore (1913) o los rusófilos a Solzhenitsyn (1970). Tantos y tan buenos
con galardón o sin él, aunque en España parece condición previa haber obtenido el
Cervantes, algo de lo que también Arrabal carece, como le ignora igualmente la Academia
de la Lengua. Poco importa ese último timbre de gloria, él que posee una larga colección
de membresías y pertenece a la Academia de la Real Gana, que diría Ramón Gómez de
la Serna, para desearle una vez más: ¡Cumpleaños feliz! ¿Y mi regalo? Esta modesta
colección de artículos y un vídeo rescatados del polvo de la hemeroteca con brillo
digital:
HISTORIA DE UN ENCUENTRO: CARMEN
DE BURGOS Y HILDEGART. Blanca Bravo | Cuando Hildegart -curiosamente, en el registro
civil el nombre auténtico que aparece es Carmen- murió, Carmen de Burgos hacía meses que estaba enterrada en el cementerio
civil de Madrid. Una Carmen tenía
19 años y la otra 62 cuando les llegó el momento de cerrar los ojos a aquella vida
que las entusiasmó tanto, dos mujeres tan diferentes y, a la vez, tan parecidas.
La joven había escrito una columna en homenaje a la veterana y acababa con una exclamación:
“Ha muerto una republicana. Ha muerto una librepensadora”. Seguramente esa columna de duelo sea el momento de
mayor encuentro entre ambas escritoras. Una homenajea a la otra en una relación
que queda clara: la discípula evoca el modelo que le había servido. Pero, ¿qué más
tenían en común? ¿Qué unía a estas dos mujeres además de que escribieron en diarios,
dieron charlas y se convirtieron en diana
de reproches para unos y motivo de alabanza para otros? Las unían la rebeldía, la fuerza, la inteligencia y,
sobre todo, su condición femenina asumida y aceptada.
Nada de ocultar su nombre bajo pseudónimos masculinos – Hildegart y Colombine les sirvieron- nada
de reprocharse debilidad, nada de hacer concesiones, sino que se trataba de vivir
siendo lo que eran y eso, que para Carmen
fue suficiente, a Hildegart le costó
la vida. La Cruzada de Mujeres Españolas, organización que lideraba Carmen, realizó una serie de charlas en
homenaje a Clara Campoamor en las
que participaron numerosas intelectuales de la época, desde María de Maeztu, representando a la Federación
Internacional de Mujeres Universitarias, hasta Hildegart, como representante del Lyceum Club (En Federico Utrera, Memorias de Colombine. La primera periodista, HMR Hijos de Muley-Rubio,
1998, p. 452). Hildegart lamentaba
la pérdida de Carmen por la persona,
pero también por lo que significaba, puesto que la precursora había materializado
las aspiraciones de numerosas mujeres que querían romper con una vida que las descontentaba
y no se atrevían. Carmen tuvo el
coraje y la fuerza para acabar, pero resultó que un marido fue menos peligroso que
una madre.
La virgen roja es la última obra de Arrabal
y está basada en una historia real: la vida de Hildegart Rodríguez, una niña prodigio que impresionó al mundo por
su inteligencia y que en España nunca fue tomada en serio, a pesar de que los mismísimos
Einstein, Freud y H. G. Wells intentaron
conocerla personalmente. Cuando Hildegart
tenía 16 años, su madre, Aurora Rodríguez
Carballeira, la asesinó. Condenada a 20 años y un día de prisión, Aurora Rodríguez logró la libertad cuando
estalló la guerra civil española. Arrabal
cree que “esta señora aún podría estar viva”. Esta tragedia de la España de principios
de siglo, que cuenta la peculiar relación entre madre e hija, es también una poderosa
alegoría sobre la represión en el presente siglo. La virgen roja ofrece
además datos de los elementos que más obsesionan a este autor español, al que The
New York Times califica de “provocador”. Se trata de la superdotación de inteligencia
y el de la desaparición. Arrabal,
a quien el franquismo premió por su sabiduría cuando sólo tenía 11 años, está obsesionado
por el poder y el límite de la inteligencia. También piensa muchas veces en la desaparición.
Su propio padre, como la madre de Hildegart,
aún podría estar vivo, porque nunca se supo si murió en las cárceles franquistas
o logró huir.
LA VIRGEN ROJA: UN LIBRO Y UN
DOCUMENTAL. Sasa Sosa (Cuentista Impenitente) | La
lectura de La virgen roja me sobrecogió. El libro es de una intensidad brutal
y así nos recibe: “Temblándome las carnes te escribo”. ¡Con qué cumplidos escrúpulos
referí a los policías y jueces, limpia de embustes y tapujos, cómo hube de sacrificarte!
Desde ese día, confidente de mi propio quebranto, arrastro tantas turbulencias que
no hay dolor que no haya padecido”. El libro relata una historia real, pero no es
una biografía ni una novela histórica, es algo muy distinto que va más allá, que
subyuga mediante el uso de un lenguaje exacto y profundo, que arrastra, que nos
sitúa en las oscuridades de una historia impresionante y aterradora a partes iguales.
Otra vez la realidad supera la ficción. La virgen roja cuenta la vida de Aurora, una joven apasionada por la metafísica
que decide quedarse embarazada y parir una hija a la que prepara para cumplir un
papel importante en la historia de la ciencia, el pensamiento y el movimiento feminista,
y a la que iniciará en la alquimia desde muy temprana edad. La niña, Hildegart, nace en 1914 y pronto demuestra
ser excepcional. Pero el gran proyecto humano de Aurora se ve amenazado cuando Hildegart crece y, a los 18 decide marcharse fuera a continuar sus
estudios. Gran parte del libro transcurre en torno al horno donde madre e hija funden
los metales, tal como si fuera la cocina de una casa cualquiera. Ahí es donde se
construye el saber de la niña y ahí es donde nacen también sus frustraciones. No
desvelaré nada más de la trama, solo diré que esta historia conmocionó a la opinión
pública de la España de la ante-guerra civil y, de suceder hoy en día, causaría
idéntico pavor y desconcierto. No soy yo mucho de subirme a la ‘Nave del misterio’,
pero en este caso me encontré con un documental muy interesante sobre esta historia,
aquí te lo dejo. Eso sí, si tienes intención de leer el libro, mejor será que dejes
el documental para luego.
PROGRESO Y LOCURA: LA FASCINACIÓN
POR HILDEGART Y AURORA. Clara Morales (Infolibre, 13/2/20) | La publicación de La madre de Frankenstein,
de Almudena Grandes, coincide con
la edición en España de Los motivos de Aurora, de Erich Hackl. El asesinato de la joven abogada
en 1933 a manos de su madre, que la crió como precursora de una mujer nueva, ha
suscitado libros, películas y obras de teatro. Las dos novelas comparten cierta
empatía con la asesina, una mujer culta aquejada de una enfermedad mental y dibujada
luego como un monstruo. Cuenta la escritora Almudena Grandes que descubrió el caso de Hildegart —feminista y socialista asesinada por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, en 1933—
allá por 1989, cuando leyó su historia clínica en el manuscrito encontrado en Ciempozuelos,
del psiquiatra Guillermo Rendueles.
La historia la acompañó hasta La madre de Frankenstein (Tusquets),
su nueva novela, quinta entrega de la serie “Episodios de una guerra interminable”
que barruntaba desde 2010, cuando inició la escritura de la saga.
Y cuenta el escritor alemán Erich
Hackl que a él le llegó la historia en 1977, a través del testimonio de Eduardo de Guzmán, periodista anarcosindicalista
que siguió el caso y llegó a entrevistar a Aurora en la cárcel, plasmado en Aurora
de sangre y reeditado con motivo del estreno de Mi hija Hildegart, película
de Fernando Fernán Gómez. Él tardó
solo diez años en abordar el caso literariamente: en 1987 publica Los motivos
de Aurora, su debut en la novela, editado ahora por primera vez en España
por la editorial Hoja de Lata. No es nueva la fascinación por el personaje. A la
nómina habría que añadir a Rafael Alberti,
que le dedica un espacio en La arboleda perdida;
a Fernando Arrabal, que llegó a estrenar
La virgen roja en Nueva York; a Rosa Cal, investigadora que publicó en
1991 la primera biografía de Aurora, titulada A mí no me doblega nadie;
a Carmen Domingo, que continuó con
el estudio en Mi querida hija Hildegart, un volumen que prologó la misma Almudena Grandes…
LA HISTORIA DE LOS DOS FERNANDOS. Edu Bravo (Vanity Fair) | El escritor Eduardo de Guzmán, que llegó a conocer
en persona a las protagonistas, publicó, a principios de los años 70, Aurora de sangre: vida y muerte de Hildegart.
Basándose en ese este libro, Rafael Azcona
escribió el guion de Mi hija Hildegart,
película dirigida en 1977 por Fernando Fernán
Gómez en la que una soberbia Amparo
Soler Leal interpretaba el papel de Aurora Rodríguez. Otro Fernando,
esta vez Arrabal, escribió en 1987
La virgen roja y, desde entonces, se han
sucedido biografías y monografías que se centran en la vida de estas mujeres y profundizan
en aspectos como el historial psiquiátrico de Aurora Rodríguez. Una de las últimas obras inspiradas en la historia
de estas mujeres es The Red Virgin, cortometraje
dirigido por Sheila Pye y protagonizado
por Maribel Verdú en el papel de
Aurora e Ivana Vaquero en el de Hildegart
adolescente. Esta videoartista, fotógrafa y realizadora norteamericana, se topó
con la historia de estas dos mujeres de manera casual. “Estaba en Canadá, en una
fiesta en casa de un amigo que tenía un libro sobre Hildegart. Leí la sinopsis y no me lo podía creer. Pensé que era todo
inventado, que no era una historia real. Le pedí prestado el libro y me lo acabé
esa misma noche”.
Pero tampoco perdió el tiempo. Tras su fundación, entre los actos que organizó
destaca la conferencia que impartió en su local nada más y nada menos que Henry Bergson, escritor, filósofo y Nobel
de Literatura en 1927, y que dio cuenta una revista librepensadora y masónica como
Latomia (1933) a través del testimonio
de Hildegart: «El triángulo simbólico
de la masonería, “Libertad, igualdad, fraternidad”, cuyos tres lados –proponía con
singular acierto el H. Bergson en
una conferencia que tuve el singular placer de escucharle en la Logia Amor– podrían
rotularse con la declaración de “Justicia, Paz y Solidaridad”, se sustituye por
tres términos, no ya de concordia, sino
de rencor: “Revolución Social”, “Dictadura del Proletariado”, “Lucha de clases”.
Y tiene su exponente en la famosa “Carta de los Derechos del Proletariado”, cuya
paternidad se achaca a Lenin, no
sabemos si con justicia. Se ha desnaturalizado el concepto del “Hombre” para escindir en clases de un lado
al trabajador, merecedor de todos los derechos, que ejercerá por la dictadura sobre
las otras clases vencidas, y de otro, a burgueses y capitalistas». Incluso Bergson pertenecía al comité de redacción
de la revista, como figuraba en esta misma. Por entonces, cada semana se hablaba
de las ideas del filósofo, se publicaban reseñas de sus conferencias o se debatía
en los periódicos. En España, Bergson
estaba de moda. Unamuno discutía
sobre su pensamiento, lo mismo que Pío Baroja.
Y la charla tuvo lugar al poco de fundarse la Logia Amor.
NOTA
Originalmente publicado el 13 de agosto de 2020 en Majadahonda Magazin.
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Agulha
Revista de Cultura
UMA
AGULHA NO MUNDO INTEIRO
Número
157 | Setembro de 2020
Artista
convidado: Fernando Arrabal [dibujos] (Espanha, 1932)
editor
geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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