La conquista española
del Paraguay fue distinta a la de las otras regiones de nuestra América. Las zonas
de Centroamérica, México, Perú, Bolivia, Colombia, eran ricas en minerales preciosos
(metales y piedras). El Paraguay carecía de ellos y solo proveía a la corona de
yerba, madera, tabaco, lo que, junto con la mediterraneidad de Asunción, influyó
en el escaso interés de España en este lugar. Los conquistadores que se aventuraron
en estas tierras venían solos, la familia quedaba allá y, como los nativos eran
gente pacífica, tomaban como concubinas a sus mujeres y llegaron a formar acá más
de un núcleo familiar, además del que habían dejado en su tierra. El conquistador
español salía a cumplir sus responsabilidades y los niños quedaban al cuidado de
la madre, que les fue transmitiendo su legua y su cultura. De este modo el guaraní
pasó de la conquista a la colonia, época durante la cual solo hablaban el español
las familias que habían venido de la Península.
Nuestra lengua
nativa era solo oral, pero en las misiones jesuíticas, donde el guaraní era lengua
propia y única, se estableció la escritura con el alfabeto castellano y se escribieron
diccionarios, catecismos, diversas clases de documentos e, incluso, se cultivó la
literatura en guaraní. Los cabildos de los pueblos misioneros escribían sus actas
en guaraní y de esta manera dirigían también su correspondencia a las autoridades
españolas. Vemos, pues, que la práctica de la comunicación escrita no era algo excepcional
entre los guaraníes de las misiones.
Según el padre
Bartomeu Meliá, el paraguayo de los años de la Independencia hablaba más guaraní
que en los tiempos coloniales inmediatamente anteriores; pero, a pesar de que la
Independencia fue realizada por gente que hablaba, por lo general, el guaraní, todos
los documentos de la época fueron redactados en castellano.
Con la muerte
del dictador y la asunción al poder de Carlos Antonio López, la situación del guaraní
empeoró pues comenzó la castellanización del Estado; el gobernante impulsó la prensa,
la literatura y la enseñanza en castellano; el Estado estaba castellanizado y el
pueblo continuó usando el guaraní casi como única lengua de comunicación cotidiana.
Son interesantes las siguientes observaciones:
El guaraní es, evidentemente,
la auténtica lengua del Paraguay, hablada por todos sus habitantes sin excepción.
El castellano, por el contrario, es código lingüístico aprendido «a puros azotes»
(Cardiel) en las escuelas. Su conocimiento y utilización está limitado a una minoría
caracterizada por las siguientes notas: localización preferentemente urbana (Cardiel,
Graham, Munck), sexo masculino (Cardiel, Dobrizhoffer, Robertson, Munck), edad adulta
(Cardiel, Dobrizhoffer) y posición social elevada, unida a nivel cultural alto (Azara,
Munck), aunque, incluso en estos casos, el guaraní es la lengua de uso primario,
(Cardiel, Granda 1988)
Carlos Antonio
López fue enemigo del guaraní. La primera medida en contra de nuestra lengua nativa
fue la traducción – posiblemente por él mismo, según el historiador Roberto A. Romero,
ya citado- del himno de Francia al castellano. Algún tiempo después encargó al uruguayo
Francisco Acuña de Figueroa la letra del Himno Nacional que hoy entonamos, y en
1848 ordenó la desaparición de los apellidos guaraníes. Los indígenas, hasta entonces,
tenían nombres españoles y apellidos guaraníes (Aguaí, Tapé, Aguará). Desde aquel
día estos apellidos indígenas pasaron al castellano por la cercanía de sonidos o
por traducción, así Yvoty pasó a ser Flor o Flores; Satî, Saldívar;
Chepí, Chena etc.
Fallecido don
Carlos Antonio López, lo sucede su hijo Francisco Solano, que, tal vez obligado
por las circunstancias, dio nuevamente al guaraní su rango de lengua escrita. En
plena guerra convocó un congreso para unificar la grafía del guaraní, de modo a
utilizarlo en los periódicos y en el frente de batalla. Los periódicos que circularon
en aquella época son El Centinela, redactado en guaraní; Cabichuí, de redacción bilingüe; Cacique
Lambaré, redactado en guaraní y La Estrella. Fueron periódicos
de trinchera, de contenido satírico y de propaganda bélica, que servían para alentar
a las fuerzas combatientes. Dice el padre Bartomeu Meliá “No solo el periódico Cabichuí,
sino otros diarios de trinchera usaron la lengua “vulgar” para notas y noticias,
versos, chistes y sátiras contra el enemigo, diálogos a veces trágico-cómicos que
confirmaron la unidad de un pueblo en su lengua”.
El uso del idioma guaraní fue
decisivo para el fortalecimiento moral y el logro de la cohesión del
ejército paraguayo, como un factor aglutinante que mantendría encendido el ardor
patriótico frente a la superioridad numérica y armamentística de las tropas aliadas. Después de años de olvido
y postergación en el uso escrito del idioma guaraní, resurgió en un momento infausto
de la vida del Paraguay para brindar su generosa contribución en el afianzamiento
de la identidad y el robustecimiento del sentimiento nacionalista de las tropas
paraguayas.
El país fue casi
completamente devastado durante la Guerra Grande, que dejó una población reducida
al 15% y, en esta desgarradora situación, fueron las mujeres las que levantaron
el país de las cenizas de la hecatombe y una vez más, como en la conquista, salvaron
el guaraní, considerado un obstáculo para el progreso, y condenado a morir por quienes
ocuparon el país durante seis largos años.
Durante las primeras
décadas del siglo XX, el guaraní siguió siendo descalificado, erradicado de las
escuelas, donde se perseguía al niño que hablaba en guaraní durante la jornada escolar.
Los nuevos maestros de este período se formaron en la Argentina, trajeron las novedades
educativas adquiridas en el país vecino y las aplicaron a la enseñanza escolar y
a la formación de maestros.
Y llegó la guerra
del Chaco, contra Bolivia, nuevamente el Estado recurrió al guaraní para la comunicación
en el campo de batalla; el 28 de mayo de 1933, en plena guerra, el general de brigada
José Félix Estigarribia declaraba el guaraní como idioma oficial de la guerra: las
comunicaciones y claves secretas debían hacerse solo en esa lengua. Además, en muchos
episodios de la guerra, el guaraní sirvió para que los paraguayos se identificaran
y se evitaran así inútiles matanzas entre ellos (Tomás Velázquez, mayo 2017).
Pero no solo se
lo empleó en el campo de batalla, muchos autores escribieron hermosos poemas que
relatan hechos bélicos, animan a las tropas o cantan sus hazañas y valor. Esas canciones
siguen siendo cantadas y escuchadas con mucha emoción y entusiasmo.
Este desprecio
del guaraní influyó en la autoestima del paraguayo, que aparece tímido, retraído
en entornos extraños, incapaz de hablar, y que trata de mimetizarse adoptando acentos
extranjeros al salir del país.
La Constitución
de 1967 elevó a nuestra lengua nativa a la categoría de lengua nacional, aunque
no, oficial, que siguió siendo el castellano.
Recién la Constitución
de 1992 lo elevó a la jerarquía de lengua oficial junto al castellano, sin embargo,
en la práctica, este último sigue siendo la única lengua oficial a pesar de que,
en 1994 con la reforma educativa, se introdujo en la malla curricular la enseñanza
de la lengua y en la lengua guaraní.
Las autoridades
de los tres poderes, salvo alguna rarísima excepción, solo manejan el castellano
para toda actividad oficial. La señalética solo está en castellano.
Por otro lado,
los padres guaraní hablantes rechazan para sus hijos la enseñanza en guaraní, su
lengua materna, y, paralelamente, en castellano como segunda lengua; dicen que los
envían a la escuela para que aprendan el castellano, que los ayudará a mejorar su
calidad de vida porque tendrán acceso a la educación superior, a mejor oportunidad
de trabajo, y adquirirán estatus. No comprenden que, justamente la alfabetización
en la lengua materna, con el inicio de la enseñanza en la segunda lengua va a preparar
mejor al estudiante para el manejo correcto del castellano y la adquisición de los
saberes universales, que redundará en una visión más amplia del mundo y le permitirá
acceder a mejores posibilidades de empleo y calidad de vida.
Tampoco los maestros,
salvo algunos, están muy convencidos de la ventaja que supone para el niño y para
el joven la alfabetización en lengua materna.
Existen, además,
otros muchos factores que dificultan la enseñanza en guaraní, la lengua que realmente
nos identifica, por ejemplo, la centralización en la redacción del material educativo,
que no contempla el contexto del niño, por citar solo uno.
Con todo, lentamente,
se está concientizando a maestros, padres, alumnos y a la ciudadanía toda de que
el guaraní pone al paraguayo en contacto con su cultura, y es la lengua que realmente
lo identifica, a pesar de que hace tiempo ha dejado de ser mestizo por la fuerte
presencia de sangre extranjera en sus genes.
Como se desprende de todo lo dicho, en el bilingüismo paraguayo el guaraní sigue en una situación de diglosia; pero creemos firmemente que en un futuro no lejano nuestras dos lenguas estarán en igualdad de condiciones y nos sentiremos verdaderamente orgullosos no solo de ser un país bilingüe, sino de haber mantenido a través del tiempo y contra toda discriminación la lengua nativa que nos identifica.
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UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 163 | janeiro de 2021
Artista convidado: Ricardo Migliorisi (Paraguai, 1948-2019)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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