La
actual situación en la economía mundial bastante crítica ocasiona a la mujer, si
no penurias, bastantes dificultades, como la falta de trabajo. Esto es grave puesto
que ella es con frecuencia quien mantiene a la familia, ya que muchas mujeres son
el sostén de los hijos sin padre o con padre indiferente.
La
mujer debe acrecentar esfuerzos para su preparación si pretende lograr una meta,
seguir el impulso de su vocación, ser autosuficiente emocional y económicamente,
alcanzar espacios de prestigio privativos de los hombres. Arduo es el camino, pero
lo logra. Es ganadora en el desafío. Su transgresión es su victoria. En el universo
literario del Paraguay algunos hombres se preocupan por denunciar abusos contra
las mujeres reivindicando sus derechos.
Josefina
Pla afirma que la liberación a través de la literatura es el ejercicio de un poder.
De
la historia paraguaya surge Pancha Garmendia, una mujer extraordinaria, recordada
por el pueblo, por la historia y por la literatura como en los versos de Rosicrán Pancha Garmendia, como en la novela Pancha de Maybell Lebrón, como en Crónica de una muerte de Renée Ferrer. En
Solano López dice Arturo Bray que “en
Villa Curupayty lanceada fue la bellísima Pancha Garmendia, símbolo desde entonces
de la virtud martirizada”.
Cecilio
Báez, en 1892, en el diario El Combate,
dedica a la mujer paraguaya su homenaje: “También se sublimó en el dolor y en el
sufrimiento. El amor al hijo, al esposo, a los padres, los sentimientos más delicados,
en fin, del corazón, cedió en ellas su lugar al amor a la patria. Solo así se comprende
tanto heroísmo, tanta abnegación, tanto desprecio por la muerte. Lo que más realza
la virtud de la mujer paraguaya en esos días de tremenda prueba, lo que le asegura
un lugar preferente en el templo de la inmortalidad, es el haber preferido el martirio
a su deshonra. El trágico fin de Pancha Garmendia nos lo dice. (…) Pancha Garmendia
es también la protesta contra la tiranía. Mientras todo un pueblo permanecía encorvado
bajo el yugo del déspota soberbio y nefasto, y, a una señal de su mirar sombrío,
obedecíale sumiso y mudo, ella, la tímida paloma que huía ante el cazador tenaz,
desafiaba su furor lascivo y sus instintos felinos, optando por el sacrificio de
su vida, antes que por el sacrificio de su honra”.
Augusto
Roa Bastos descubre a la mujer que, acosada por la codicia lasciva del hombre, como
Taní en el capítulo Éxodo y Salu’i en
el capítulo Misión de la novela Hijo de Hombre, elige huir por amor.
La
niña Gretchen en Los carpincheros es un
símbolo: pertenecía al ámbito de la cultura, su vida ya tenía un itinerario de sujeción
trazado, pero su decidida partida con los indígenas, con los “hombres de la luna”,
cuando se incluye en el ámbito natural, es su opción por la libertad.
Guido
Rodríguez Alcalá reprueba las injusticias de una situación impuesta, opresora, inevitable,
contra la mujer en sus novelas Caballero y
El peluquero francés, en ensayos y relatos.
Gloria, un clásico de la literatura testimonial
de este escritor, presenta dos de las más implacables versiones del poder absoluto:
la violación por la fuerza y la perversión de la inocencia. Las protagonistas Gloria
y Josefina son dos arquetipos culturales. Gloria es víctima del régimen: una joven
sometida con halagos por el sistema de poder y corrupción, en cuyo engranaje piezas
gravitantes son el conformismo y la modificación de los valores. Josefina es una
maestra que trata de salvar a Gloria; en inútil rebeldía, intenta reivindicar principios
y sucumbe inevitablemente. Gloria es el pueblo que se somete sin resistencia y Josefina,
la impotencia y la derrota; la autoeliminación de esta maestra humillada por la
violación de los esbirros del déspota fue su opción por fin, pero se la reconoce
como la defensa a la víctima, como la rebeldía contra el poder y el desprecio al
peligro por una causa.
Mario
Halley Mora, en toda su obra, vasta y valiosa, destaca lo que define a la mujer
como complemento del hombre compañero, así la que opta con valor por el coraje de
ser madre, como en su obra de teatro La pesadilla.
También cuestiona la explotación de la mujer por el hombre, historia tantas
veces repetida y denunciada, como en Calaíto
Sosa y en su famosa novela Los hombres de Celina, sobre la que, en notable estudio crítico, reflexiona
Josefina Pla: “Este personaje inescrupuloso que sube los peldaños sociales
y económicos a costa del sacrificio de una mujer”.
Victorio
V. Suárez es el poeta narrador en su novela El
encantador de muñecas, un homenaje a la mujer al presentar la sensualidad con
respeto y delicadeza en una sociedad de corrupción, codicia y ambición de poder.
La protagonista llega a una ciudad inhóspita para personas de exiguos recursos,
sobre todo si se trata de una mujer joven venida del campo como ella, que había
creído dejar atrás sus amarguras y se encontró con todo el peso de la indiferencia
urbana. Esa es la suerte que corren tantas jóvenes que sufren situaciones aberrantes
y humillantes, en un destino signado por el estigma cruel, por el conformismo y
por la ausencia de la esperanza. La recurrencia a un pasado de desenfreno y la desaceleración
del ritmo narrativo para la descripción erótica constituyen la estrategia para que
se destaque, deslumbrante, la redención del sentimiento sobre la sensación y los
prejuicios. En esta historia la reivindicación de la mujer estigmatizada no es una
conquista propia, sino le llega con el amor y el respeto de un caballero.
En este tiempo de arquetipos, consumismo y desencuentro
existencial trasciende la pluma creadora de la mujer en el panorama literario del
Paraguay dando testimonio de injusticias y declarando el vuelo a la reivindicación.
Marilyn
Godoy, la antropóloga escritora e investigadora analítica, cuya preocupación por
la condición femenina se demuestra en su tesis doctoral sobre La mujer paraguaya en las colectividades tribales,
en la colonia y en las sociedades campesinas, es autora de una interesante y
valiosa obra, La conquista amorosa en los
tiempos de Irala, en la que estudia a las mujeres paraguayas en sus sociedades
originarias, donde las encuentra en distintos estadios relacionados con la procreación,
el paso del matriarcado al patriarcado, en mitos y leyendas guaraníes. A la mujer
la registra como la que carga con la responsabilidad del cuidado y la educación
del hijo, con la permanente ausencia del hombre que asume la búsqueda del alimento.
Esa situación se proyecta durante el periodo colonial cuando era acusada por la
religión como tentación al pecado y era utilizada por el amo como una esclava. Afirma
la doctora Godoy: “Hay que admitir que la de las mujeres ha sido la gran revolución
del siglo XX. Al menos han conseguido el reconocimiento de todos sus derechos”.
En
esta obra, en un trayecto notable que propicia la comprensión de un proceso de cambios
sociales del Paraguay en fases históricas distintas, siempre la mujer es señalada,
principalmente, como un medio de procreación, mientras el hombre persigue su meta
de conquista de poder en todos los espacios. Pero es ella quien sostiene la continuidad
de la comunidad en todo tiempo.
En
1935, Katharina von Dombrowski, en su novela histórica Land der Frauen (El país de las
mujeres), dice: “Lejos, en el corazón de un continente, existe un país que por
muchos años fue llamado ‘el país de las mujeres’ por el hecho de que una guerra
atroz casi exterminó a sus hombres. Esta denominación existía ya antes. En el Paraguay
dominaban las mujeres desde tiempos inmemoriales. No es que mostraban tendencias
emancipadoras, su poder radicaba en la particular suavidad de su manera de ser que
alcanzaba extremos, sobre todo en el amor y el cariño materno. Un destino extraño
siempre ponía a la mujer en el primer plano”.
Teresa
Lamas de Rodríguez Alcalá presenta, con encanto romántico pero con visión e intuición
de principio y firmeza, a esa mujer en Tradiciones
del hogar, cuyo caudal de inspiración es vivencial, proveniente de datos y relatos,
como la mujer de Junto a la reja, que
enfrenta el infortunio con admirable dignidad y serenidad. La sociedad es un actante colectivo antagonista del proyecto,
su intervención ocasionó el equívoco que separó definitivamente a dos jóvenes enamorados.
En una fiesta ellos se encuentran y, aunque tarde para la
realización de su vida compartida, se aclara la verdad y desde entonces, aunque
vivan separados, saben que ninguno dejó de amar al otro. Esta mujer es una víctima,
ciertamente, pero permanece firme en su decisión de no consentir
un matrimonio sin amor. Preferir un destino de soledad y fidelidad a su amor de toda la vida
es su opción.
Josefina
Pla, la española paraguaya que dijo que “el Paraguay es una nación edificada, en
más de una etapa, sobre el sacrificio multivalente de sus mujeres”, fue la primera
feminista en la literatura de la patria que eligió por amor. En su obra denunció
violencia contra la mujer, usurpación de sus derechos, especialmente el de libertad
de opción de vida. Lo hizo en todos los géneros literarios que cultivó, en los que
mostró la veta y un tesoro escondido. Ella fue el despertar de creación y en la
expresión estética, la pionera de la literatura a favor de la mujer, a la que luego
se sumaron otras voces que evaden la dependencia a los prejuicios en la composición
literaria, pero sin empañar jamás la delicadeza.
En
la estremecedora obra dramática Historia de
un número, la eximia escritora Josefina
Pla ubica en el centro del teatro del mundo al hijo despreciado por el padre, con
toda la cruel consecuencia del abandono a una madre; la misma actitud, la misma
decisión es presentada por Milia Gayoso en el impacto de su cuento En pedazos, por Neida Bonet de Mendonça en Fracaso anticipado, por Maribel Barreto en Hijo de la revolución, por Renée Ferrer en La visita, y en muchas obras de la literatura paraguaya en que, en desafiante paradoja,
el respeto al principio de la vida, la negación al aborto en una sociedad cruel
que enjuicia a la madre sola, es una transgresión a la norma cobarde y engrandece
a la mujer. La mujer de Doña Josefina es víctima de la injusticia, de
la incomprensión, pero también es la transgresora que impone su decisión.
Nila
López, en su obra poética y narrativa, muestra a la mujer herida por la agresión
social, por la violencia y humillación que sufre por parte del hombre, pero también
la sitúa en el podio por derecho propio y por derecho y privilegio de ser mujer.
La mujer de Nila es transgresora contra los prejuicios y la ignominia, es vitalidad torrencial, espontaneidad para enfrentar
el destino humano, proclamar los derechos de la verdad, avanzar con arrogancia y
belleza y trascender la pesadilla y la agonía.
Margot
Ayala Michelagnoli fue la gestora de la transgresión al patrón lingüístico de la
composición literaria del Paraguay que, hasta su Ramona quebranto se presentaba en guaraní o en español. Ella escribe
su novela en jopara [yopará], fusión sintáctica
y semántica de ambos idiomas, que es, verdaderamente, la realidad del habla paraguaya
en registro coloquial, sin que el guaraní altere su morfología. Muchos lingüistas
y literatos se refirieron a la combinación de las dos lenguas habladas en el Paraguay,
guaraní y español; también a la fusión de ambas en la realidad del jopara, pero fue Margot quien la elevó al
nivel literario.
Dice
Wolf Lustig en Guaraní-Jopara en Paraguay:
la obra “Ramona Quebranto” de Margot Michelagnoli: “Lo realmente innovador de
Ramona Quebranto es que por primera vez
el jopara no solo invade el texto literario
en las intervenciones de los protagonistas, tal como lo podemos observar por ejemplo
en las tempranas obras de Roa Bastos, sino que constituye propiamente el cuerpo
del texto”.
Mario
Halley Mora dice que la protagonista de la novela es: “Mujer elemental, alma compleja,
ella sí hija de circunstancias, su comunicación con el mundo y con sus iguales transita
sobre la palabra bárbara y bella, el jopara
que pone un duende guaraní a la lengua española, o Ie quita su musicalidad al guaraní
con el trallazo del verbo español, para conjugarse en lenguaje de pueblo que ha
aprendido también la elocuencia del silencio; y cuando habla su lengua mestiza,
intenta decir solo lo que el silencio no dice (...) El enorme mérito de Margot Ayala
Michelagnoli es haber captado este modo de comunicación casi críptico en que el
significado va mucho más allá de la palabra misma y el haber enfrentado con ponderable
acierto la tarea de llevar a la palabra escrita aquello que es palabra huidiza,
caprichosa, susurrada linealmente en las voces, atenuadas por ancestrales temores,
del pueblo”.
Así
define la autora a la protagonista de su novela: “Ramona es la encarnación de mil
Ramonas, que silenciosamente, sin otra opción, han jugado a vivir una existencia
anónima, sumida en el absurdo de lo cotidiano, en un rito milenario de sensaciones,
miserias, cansancio y muerte, sin que nadie ni nada pueda modificar su fatídico
destino”.
Así
la ve Francisco Pérez Maricevich en su excelente prólogo: “El mundo de Ramona es
el mundo de la pobreza, de la pobreza producida por la compulsión de formas productivas
impuestas por una estructura socioeconómica ajena a los valores y destrezas culturales
de los que ella proviene. Puesto que esto la somete a la necesidad constante de
asimilar nuevos contenidos de experiencia a través de aprendizajes de nuevas prácticas,
la cotidianidad de su vida no encuentra más valores significativos que la obediencia
a la necesidad y a justificarla con referencia a creencias morales reinterpretadas:
la conciencia de Ramona se abre a la generosidad, pero sin perder nunca sus vínculos
con la conveniencia. Sin embargo, esta no se antepone a su autoimagen fraguada en
la comprensión de la dignidad que ella siente como núcleo de su merecimiento”.
Maribel
Barreto es en el Paraguay como lo fue en Galicia Rosalía de Castro denunciando injusticias
contra la mujer en el abandono, en la subordinación, en la pobreza, en la discriminación
y en el determinismo que marca su presencia.
En
Desafío presenta y desarrolla una situación
que refleja y denuncia una realidad, primicia en la literatura paraguaya: la defensa
de los derechos de quienes se ven segregados por ser minusválidos, considerados
diferentes, incapaces. La transgresión al esquema de la discriminación, que es la
propuesta de la autora, se configura en la paradoja: la minusvalía se revela en
fortaleza, en tanto que otro personaje que dispone de ventajas, de capacidades,
se va destruyendo a sí mismo con signo trágico. La mujer que surge, increíble, imbatible,
que se eleva de una desgracia hasta su reivindicación, es como María Gloria de Hijo de la Revolución, también de su autoría,
joven víctima de una violación que logra perdonar y ese es su triunfo. A ella se
refiere Inca Appleyard: “De María Gloria podríamos afirmar que el nombre propio
representa el significante del personaje porque el cambio que experimenta la lleva
a un estado de total paz interior”.
El
efecto de compasión y admiración hacia la mujer que decide siempre enfrentar su
destino, en la obra de esta novelista, reconocida por su literatura de tesis, es
definitiva consecuencia de su hábil pluma que elabora un juicio de valoración implacable,
como definitiva consecuencia de la presentación de las motivaciones y de los detonantes
con gran talento.
La
mujer, para la gran novelista Raquel Saguier, es a la vez víctima y transgresora
de medios de dominación. Así se la ve en sus cuentos La carabela, Un llanto en la azotea; en sus novelas, como la emblemática
La vera historia de Purificación, a la
que se refiere Osvaldo González Real: “En densos capítulos, de sorprendente profundidad psicológica, la autora
describe el largo y sinuoso proceso de condicionamiento moral al que es sometido
el dúctil espíritu de Purificación. (…) Sin embargo, ella no se somete del todo
a este entrenamiento sutil; se rebela sistemáticamente contra el adoctrinamiento
falaz. (…) El duro oficio de ser mujer en una sociedad patriarcal, inficionada de
hipocresía y autoritarismo, es el tema fundamental de la novela. La protagonista
se liberará a través del amor verdadero y del arte: dos fuerzas que siempre han
desafiado al despotismo”.
La Vera Historia de Purificación de Raquel Saguier es un juicio a las instituciones
humanas que muchas veces se oponen a la ley natural. La protagonista es una mujer
víctima de un esquema binario: represión y convencionalismos. La víctima deviene en transgresora, se enfrenta a
la conciencia moral individual y a la social: asume el valor de la mujer ante al
egoísmo de la sociedad. Como el contexto ubica a la mujer en una situación, no por
opción, sino por imposición, se plantea la relatividad del juicio valorativo, ante
la coyuntura de la transgresión.
Renée
Ferrer muestra y denuncia en muchas de sus obras la violencia de que la mujer es
víctima de sistemas de poder: del familiar en El ovillo, Helena, Los nudos del silencio, La exposición; de la cultura machista en Vagos sin tierra, La visita, Crónica
de una muerte; del poder político en Dos
rostros y un destino, Y… anda por ahí nomás, La sentencia, La querida.
En
el monólogo interior con que se estructura El
ovillo, una hábil conducción de núcleos retrospectivos logra internalizar al
lector en el proceso sicológico de la protagonista. En una escena persistente se
encuentra a Melina en su desolada circunstancia de marginación, reclamos, exigencias,
desapego. Pero de la rutina familiar cruel, llega su decisión y se evade en un autismo
deliberado, en un silencio que bloquea una existencia dolorosa, mientras los recuerdos
justifican definitivamente su posición. Es su opción, por fin. No la marginan, ella
se aleja. No la abandonan, ella los deja.
Helena, otra conmovedora creación de Renée Ferrer,
es protagonista de una historia tantas veces repetida en la que aparece la violencia
motivada por el alcohol, circunstancia cultural reiterada. Es resaltada de manera
insistente la maternidad, que será la causa eficiente de la crisis que somete a
Helena a la justicia relativa. Pero su prisión es la consecuencia del desafío al
poder del hombre. “Cuanto más pensaba, menos se arrepentía de haber forcejeado con
Ambrosio aquella noche, empujándolo con violencia hasta que cayó dando con la nuca
en el bracero. A mis hijos, ni el propio padre les pega si vuelve borracho, se repetía.
Por lo menos mientras ella estuviera cerca”.
Desde
la prisión de Helena se proyecta a la crisis y resolución de Y… anda por ahí nomás y La sentencia, en los que Renée también muestra
a la mujer víctima de la relatividad de la justicia en dos sistemas de represión
política.
En
Los nudos del silencio, la novela de Renée
Ferrer que se encuentra entre las obras literarias paraguayas que mereció mayores
estudios críticos internacionales, , la mujer víctima de la opresión y del abuso
del hombre está representada por dos jóvenes de situación y culturas distintas:
Malena, que se negó a sí misma, es la sumisa esposa de un acaudalado torturador
de la dictadura en el Paraguay y Mei-Li, una joven vietnamita a quien la orfandad
y la miseria convirtieron en prostituta.
Entre
ambas mujeres desconocidas entre sí surge un lazo invisible que las remonta a una
revisión sus dolorosas existencias y en la revisión mental de sus realidades encuentran
su destino similar, con la resignación de un sino trágico en Mei-Li, y en Malena
la invasión absoluta de su libertad; la perversa imposición y el injusto egoísmo
están representados en el recurrente recuerdo de su piano prohibido por el egoísmo
del señor y dueño de su vida. Y en ese espacio sórdido, humillante, surge la epifanía
que desata los nudos que aprisionaban a Malena, que correrá hasta su liberación.
En
la novela Vagos sin tierra, el crítico
Peiró Barco encuentra que “Paulina es una mujer que resiste con pasividad porque
en la sumisión aparente está su fuerza. No claudica ante los requerimientos del
Comandante, porque se siente poseída del orgullo de la gente humilde frente a la
arbitrariedad de la autoridad. (…) Ella se mantiene firme a pesar de todas las circunstancias
adversas y acaba siendo más fuerte que el hombre, porque es capaz de resistir mejor
la adversidad”.
Renée
Ferrer destaca a la mujer víctima de la opresión patriarcal y machista, de la explotación
y de la violencia. Pero no significa que esa víctima sea derrotada por el poder,
pues se eleva irreductible la fiel y valiente compañera del hombre desposeído en
la colonización del norte del Paraguay. En su debilidad la mujer encuentra su fuerza,
es la víctima que vence al despotismo.
La
mujer de La exposición de Ferrer es uno de dos seres incomunicados emocionalmente,
que aparentemente están juntos, y sin embargo tan lejanos, tan distintos, en paralelismo
de oposición permanente. El esquema machista trata de encerrarla: “Si yo dejaba
esas clases en aquel momento, nunca las hubiera podido reiniciar; me hubiera hundido
como una botella abierta que se llena y se va al fondo. Las propias circunstancias
te superan, se encargan de ahogarte; y un día por una cosa, y al siguiente por otra,
lo abandonas todo porque te parece que no vale la pena. Cuando te das cuenta, ha
pasado media vida y ya no tienes fuerza para más intentos, te refugias en tu trinchera
de madre, de esposa, en las comisiones de beneficencia; y de los viejos anhelos
solo te queda la frustración silenciada, el recuerdo de que eras diferente”. Pero
ella es triunfadora cuando sigue el camino hacia su meta y logra la exposición de
sus cuadros.
La visita
muestra a Marciana, víctima de la comunidad que señala con una falsa moralidad
a quien, en algún momento equivocó el camino. Este relato remite a Sor Juana con
su Hombres necios que acusáis a la mujer sin
razón de su Letrilla, a Manuel Acuña
con La ramera, a Guy des Car con La impura. La protagonista de Renée Ferrer
es un arquetipo de patetismo y desesperanza que, inmersa en su fatalidad, es rebelde
cuando a veces surge su protesta y rescata su espacio, su pequeño espacio de libertad,
siquiera para estar sola.
Crónica de una muerte de
Renée Ferrer prestigia la cuentística paraguaya con la bella Pancha
Garmendia que por haberse resistido mucho tiempo al acoso del presidente Francisco
Solano López, fue ejecutada a lanzazos. El drama se configura en un esquema de oposición
entre el asedio implacable y la firme y fiel resistencia. Con técnica impresionista
se presenta a esta víctima de la soberbia, de la persecución cobarde que se enaltece
transgresora valiente y admirada.
Dos rostros y un destino son
Hannah y Gjulisca, dos muchachas, una judía y una gitana, víctimas de la locura
sanguinaria nazi en el campo de exterminio Auschwitz-Birkenau, que se unen en una amistad basada en sus sueños de juventud,
en su sensibilidad y en un destino compartido. Pero ellas cada noche son
las valerosas transgresoras que evaden a los guardias para intercambiar pensamientos
y sueños.
En
palabras de Inca Appleyard, “Gjulisca, que tiene el don de predecir el futuro, sabe
que va a morir en algún momento y que Hannah no solo la sobrevivirá, sino que saldrá
con vida de aquel averno en el que morían cada día para volver otra vez a la vida,
y le pide insistentemente que, ya libre, escriba sobre los gitanos, que serán olvidados
por la historia”.
Cuando
Hannah es liberada, logra un día otra victoria: vencer su miedo a los recuerdos
y escribe la historia que le debe a su inolvidable amiga. Las dos así siguen juntas
en un símbolo.
Mar
Langa Pizarro, en su valiosa publicación crítica En la piel de la amante. Mujeres a la sombra del poder en “El peluquero
francés”, novelas donde aparecen Elisa Lynch, mujer del Mariscal López (siglo
XIX) y “La querida”, con el personaje femenino central Dalila, la favorita
del dictador paraguayo (siglo XX): “Las protagonistas de estas novelas sufren la
sumisión a las que las someten sus compañeros. La diferencia fundamental no estriba
solamente en que Dalila y Madame Lynch vivan a la sombra del poder, sino en que
no se resignan a la desdicha”.
La
protagonista de la afamada novela de Renée Ferrer La Querida es la portadora del núcleo temático que propone una inquietante
dialéctica que cuestiona de manera persistente la corrupción, la violencia, la autocracia.
Dalila aparece privilegiada por la fortuna mientras acepta halagos y consiente
el dominio, un rol de víctima, pero en cuanto a
su oficio actancial, bien mirado, no es otro que el de transgresora, desde que se
posesiona, en los distintos niveles de la diégesis, de un testimonio que denuncia
y censura la soberbia, la hipocresía, el engaño del poder corrupto, así como la
obsecuencia de los esbirros y aduladores.
En
toda su obra, Renée Ferrer, abanderada de la mujer de amor y valor, proclama con
Kierkegaard: “Lo que yo quiero es sinceridad. Y yo puedo estar en todo lugar donde
hay sinceridad. Quiero correr riesgos por esta sinceridad”. Es por eso y así como
son sus actores tan verdaderos.
Las
mujeres maltratadas, contenidas en un círculo de opresión, suelen aparentar sin
identidad propia, pero las mujeres de la literatura paraguaya son auténticas. Ellas,
si bien víctimas de distintos tipos de poder, realidad a veces aceptada sumisamente,
cuando se descubren, son también transgresoras.
La
mujer dominada por el poder es, ciertamente, objeto de dominio hasta que llega un
día en que deviene en la vencedora de su dominador. La mujer, en la pluma del Paraguay,
es la víctima transgresora y en su gloriosa epifanía, ella es dueña de su destino.
Así
ya quiso verla, en los primeros tiempos del siglo veinte, en ¡Arriba! Para Ellas, el primer poeta social
del Paraguay Ángel I. González:
Levántate, mujer, y álzate digna,
Que un destino sublime en ti se encierra.
Yo quiero verte grande, venerable,
Y no como juguete miserable
De tantos miserables de la tierra
Que abusando de fuerzas superiores
Desde nefandos tiempos anteriores
Te sometieran en cobarde guerra.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 163 | janeiro de 2021
Artista convidado: Ricardo Migliorisi (Paraguai, 1948-2019)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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