En
tiempos de la Colonia Española, en las comunidades de pueblos originarios guaraníes
y en el proceso de mestizaje, el repertorio musical estaba muy vinculado a lo religioso
proveniente de las misiones jesuíticas y franciscanas.
Aunque
casi nada queda de aquellos casi tres siglos del periodo colonial, un rastro visible
de ese tiempo son las canciones de los estacioneros
que perviven hasta hoy. Son textos en guaraní paraguayo o español que van acompañados
de una música muy elemental, arrastrada, lastimera, que se cantan en las 14 estaciones
del Vía Crucis de la Semana Santa. De ahí la denominación de estacioneros dada a los cantores.
A
mediados del siglo XIX, durante el gobierno de Carlos Antonio López –tras la dictadura
de José Gaspar Rodríguez de Francia–, ya en la época independiente, irrumpe en el
Paraguay la música europea. El gobernante, deseoso de abrir las puertas del país
a la cultura universal, contrata maestros de música europeos que forman las primeras
bandas militares. Junto a esos músicos llegan también los sones y las danzas del
Viejo Mundo ya en proceso de adaptación en el Río de la Plata pasando luego al territorio
paraguayo.
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Uno
de los ritmos arribados de Europa era la Polca. Oriunda de la región de Bohemia,
pronto se popularizó en diversos países europeos, anclando también en España. De
ahí pasó al continente americano. En el Paraguay se popularizó muy pronto y, con
el correr del tiempo, desde su matriz original, fue adquiriendo variantes y matices
propios hasta caracterizarse, con propiedad, como Polca Paraguaya.
La
hecatombe de la Guerra Grande o Guerra de la Triple Alianza donde el Paraguay, de
1864 a 1870, luchó contra Argentina, Brasil y Uruguay, truncó el incipiente progreso
de una Nación que estaba inscribiéndose de a poco en la línea de la modernidad de
la civilización de entonces.
Al
finalizar la contienda bélica, desde el dolor, las cenizas y la pobreza, con los
restos de esperanza que no habían sido sepultados, el país se sumergió en un difícil
itinerario de reconstrucción.
En
todo ese tiempo de angustias, durante la misma guerra y después de ella con más
razón, la forma musical de la polca había pervivido. La polca Campamento Cerro León es una de las más antiguas
de ese género. Nació durante la guerra. Su letra narra un episodio de la misma.
A
comienzos del siglo XX la polca y sus ligeras variantes van cobrando personalidades
más definidas. Todas ellas se afianzarán definitivamente cuando los músicos paraguayos
grabaron sus primeros discos en Buenos Aires.
La
década de 1920 es trascendente para la música paraguaya pues en el transcurso de
la misma José Asunción Flores (nacido en Asunción en 1904 y fallecido en Buenos
Aires en 1972) creó el género musical que denominó Guarania. Si bien se desprendió
de la polca paraguaya, fue la primera forma musical de raíces propiamente locales
aun considerando su ascendencia mestiza.
Flores
se había formado como músico en la Banda de Policía. Interpretando un repertorio
de música clásica y de origen local, percibió que el ritmo alegre y vivaz no reproducía
la totalidad de los sentimientos de los paraguayos. Faltaba que tanto el ritmo y
la melodía, así como la poesía, describieran también en sones su alma taciturna
y nostálgica.
Para
el joven músico no fue fácil llegar a la meta que se había propuesto. Tuvo que recorrer
un largo itinerario tomando como patrón inicial la polca Marãpa reikuaase (Para qué quieres saber), de Rogelio Recalde. La volvió
más lenta y cuando vio que la ejecución de sus compañeros de la Banda de Policía
se ajustaba a su idea, lo pasó a la escritura.
El
musicólogo Juan Max Boettner (Música y Músicos
del Paraguay. Asunción, edición privada, 1977) dice que el mismo José Asunción
Flores escribió la Guarania “en 3/4, 3/8, 6/8”. Agregaba: “Es fundamentalmente un
ritmo ternario. La melodía es ternaria y por momentos binaria”.
La
primera guarania fue Jejuí y fue creada
en 1925 ya con las características que luego acompañarían al género. De esa pieza
primigenia solo se conservan los primeros cinco compases. El resto se ha perdido
para siempre.
Ya
seguro de la matriz musical que había ideado, en la siguiente etapa Flores se dedicó
a componer. Así, fueron apareciendo Arribeño
resay, Ñasaindýpe, Ka’aty, Kerasy, Nde ratypykua, India, Ne rendápe aju, Panambi
vera, Paraguaýpe y otras obras. Rigoberto
Fontao Meza, Félix Fernández y Manuel Ortiz Guerrero fueron los poetas que escribieron
las primeras letras de sus composiciones.
La
Guerra del Chaco (1932-1935) en la que Paraguay se enfrentó en los campos de batallas
a Bolivia, fue otro duro golpe para el país. Flores se alistó en el ejército, pero
sus amigos lo rescataron del frente. El argumento fue que él siendo un hombre valioso
para la cultura nacional no podía ser expuesto a la muerte.
Tras
su regreso a Asunción y luego la muerte de su entrañable amigo el poeta Manuel Ortiz
Guerrero, en 1933, partió a Buenos Aires. Llevaba consigo el claro proyecto de elevar
la Guarania a nivel sinfónico. Partía de la concepción de que la música popular
debía estar a la altura de la producción clásica universal.
Para
alcanzar ese propósito, además de darle vuelo sinfónico a algunas de las creaciones
que le había acompañado desde el Paraguay, compuso el poema sinfónico Pyhare pyte, el ballet sinfónico-coral Ñanderuvusu y el poema sinfónico-coral María de la Paz, entre otras obras.
Flores
militaba en el Partido Comunista Paraguayo. Por eso, lo que al principio fue un
exilio económico, con el tiempo se convirtió en un exilio político.
A
fines de la década de 1960 se grabaron en Moscú sus obras y María de la Paz fue estrenada por la orquesta
y el coro del Teatro Bolshoi. También le rindieron un homenaje en la Casa de la
Música de la capital soviética.
El
maestro regresó a Buenos Aires donde falleció el 16 de mayo de 1972.
Su legado musical es la Guarania que se convirtió, desde la década de 1930, en un medio de expresión de numerosos compositores que, a través de sus obras, mantienen encendida la llama de su rica creación.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 163 | janeiro de 2021
Artista convidado: Ricardo Migliorisi (Paraguai, 1948-2019)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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