La obra de Ivonne Gordon le ha merecido
muchos reconocimientos, especialmente en los últimos años. Además de haber sido
incluida en antologías de gran prestigio aparecidas en América Latina, Europa, África,
Asia y Estados Unidos, se ha convertido en invitada frecuente del círculo de escritoras
representativas de su generación. Así mismo, ha participado en festivales internacionales
de poesía en una multitud de países a lo largo del globo y ha recibido reconocimientos
a manera de premios en los que ha sido nominada o quedado como finalista en diversos
lugares del mundo. Destacamos el premio Nacional de poesía Jorge Carrera Andrade
y, de manera más reciente, el prestigioso Poet in New York en el 2020. Sus poemas
se han traducido al inglés, belga, griego y polaco. Su obra acaba de ser incluida
en la prestigiosa antología 101 Jewish Poems for the Third Milennium. [3] Las audiencias
de lectores parecen sentir una atracción especial por su versión propia de la identidad
y su manera de expresar su condición de moradora de espacios heterotópicos entre
los que se desenvuelve con la mayor naturalidad. El presente ensayo de manera específica,
explora la representación lírica de la experiencia del exilio a través de textos
originados a partir de la postmemoria y el desarrollo de una identidad territorial
forjada en espacios fronterizos tales como la diáspora, el desplazamiento espacial
y la hibridez cultural.
Los críticos de la obra de Ivonne Gordon
observan esa presencia de los viajes y la búsqueda de un espacio propio en el espacio
ajeno al que la voz poética se debe incorporar. Simultáneamente se menciona que
Ivonne Gordon se re-inventa por medio de la poesía a fin de poder convertirla en
una morada apropiada para vivir, no solo existir:
Los poemas de Ivonne Gordon son de un cuerpo encendido por desplazamientos
vitales, jornadas audaces, alforjas imprescindibles. Ivonne es otra poeta ecuatoriana
que se marchó a buscar fuego más allá del equinoccio y en esa búsqueda se encontró
con las dagas del exilio, allí se negó a sucumbir a sus filos (desolación, angustia,
desesperanza, extravío). [4]
David Cortés Cabán, en una reseña de
El tórax de tus ojos, nota la presencia
de la preocupación geográfica, pero más que nada ve en la poesía más reciente de
Ivonne Gordon una preocupación por descubrir mediante la reinvención del lenguaje
o la reinserción de las sensaciones: “Lo simple y profundo arroja un nuevo esplendor
sobre las cosas que retiene el lenguaje. No sólo el de las experiencias que ratifican
el sentido de los textos, sino también el sentido de nuestro caminar por el mundo”. [5] René
Gordillo y Fercho Cuartas, en otra reseña de El tórax de tus ojos, mencionan la preocupación de Ivonne Gordon por
usar el lenguaje para construir. Según los autores, Gordon procura una lírica que
nombre o dé significado a lo que se le escapa a las limitaciones de la palabra:
“Cuando uno lee poesía lo que en realidad está haciendo es construyendo un mundo
de significaciones que no es habitual en el propio pensamiento, de ahí que lo poético
utilice diferentes figuras retóricas para nombrar lo que no puede asirse con una
sola palabra”. [6]
Roberto Ponce Cordero, al analizar Meditar
de sirenas (2013), encuentra un enlace
entre la invención del significado y el afán de los hablantes líricos de Ivonne
Gordon de moldear las palabras para poder diseñar mundos donde puedan vivir el exilio
que los atrapa:
El suyo es un exilio voluntario, por supuesto, un exilio que, afortunadamente,
obedece a motivos menos trágicos que los de otros exilios (el de Brecht, por ejemplo).
Es exilio al fin, no obstante, y como tal contribuye a ese aire indeterminado de
su obra que es, al mismo tiempo, el aire de la ubicuidad, el aire del aire, el aire
del mar en el que viven, o no, las sirenas, el aire de lo liminal. Esta es, pues,
una poesía ubicada entre el silencio y la palabra y en ningún lugar más. [7]
Por su parte, Pilar Melero extiende el
comentario de Ponce Cordero para concluir que Ivonne Gordon reinventa el lenguaje
a fin de nombrar sensaciones para las que no existen palabras: “Ésta es la poesía
de Meditar de sirenas, una evocación elocuente
y voluptuosa de lo que se puede hacer con el mito, con el lenguaje, y con sensaciones
que nos habitan, ‘desde antes del alfabeto’”. [8]
El presente estudio agrega sus comentarios
a la conversación cultural sobre el significado y relevancia de la poesía de Ivonne
Gordon, extendiendo los niveles de interpretación a lo que se ha expresado sobre
dos aspectos latentes en la obra de la poeta: el rol preponderante del lenguaje
como elemento creador de nuevos espacios en donde habitar y la manera de mencionar
o expresar lo que asumimos como innombrable. Se traslada la discusión critica al cruce de espacios fronterizos empleando un marco teórico que
se origina a partir de aspectos relacionados con el concepto de identidad territorial
y de las postmemorias.
Geannina Moraga López partiendo de los postulados de geógrafos
culturales al definir la identidad territorial explica que cada cultura fomente
un concepto de identidad basado en un sentido de pertenencia al lugar que habitan,
que se expande más allá del mero espacio geográfico:
La identidad territorial es un sentido que se construye en el tiempo y el
espacio habitado, la cual está en gran medida ligada al afecto que cada individuo
o grupo logre desarrollar con el entorno, ya sea local, municipal o nacional. La
identidad se crea en la conjunción entre el medio físico, la continuidad histórica
y la continuidad social; pues el territorio también se puede percibir en términos
de temporalidad, y es en esta línea de tiempo donde se construye la identidad territorial, por la condición de habitante. [9]
La identidad territorial
incluye una mezcla de componentes culturales gestados a partir de valores y costumbres
en determinado espacio a lo largo de un cierto periodo y se han estructurado e insertado
en la fábrica misma de cada sociedad. Entre los diversos componentes que afectan directamente
la identidad territorial constan la presencia de sentimientos de pertenencia, y
los tipos de relaciones sociales que se entablan cotidianamente; ambos enfatizan
la conexión estrecha entre una persona y su entorno cultural, social y físico. En
general, la poesía de Ivonne Gordon se concentra en estos marcadores de identidad
territorial notables por la negociación de diferentes espacios físicos. Nos referimos
a los lugares donde ha vivido pero de manera especial a las fronteras metafóricas
que culturalmente separan sus identidades de, por ejemplo, judía y católica ecuatoriana.
Simplemente examinando los nombres usados por Ivonne
Gordon a lo largo de su carrera profesional de escritora, rápidamente se observa
el proceso de negociación con su identidad territorial en su trayectoria personal.
No sorprende que la poeta haya escogido manipular el lenguaje como la manera más
apropiada para autodefinirse. Ha escogido servirse de la herramienta más eficaz
que conoce, los juegos lingüísticos y su gama inmensa de significados y figuras
retóricas. Los nombres y apellidos que ha adaptado la conecta con una versión de
sus identidades. Este detalle no ha pasado desapercibido por los críticos de su
obra que al referirse especialmente a sus colecciones más recientes, comentan este
aspecto de su obra. En un detalle autorreferencial, también lo expresa una de las
propias voces poéticas de Gordon en “Las ocurrencias del porvenir”, texto de la
colección homónima (2018):
La mujer de muchos nombres carece de apellido en la claridad del desierto.
Muchos nombres sin signos comprensibles, sin lenguaje que exista
en los incendios vespertinos. [10]
La hablante lírica parece conectar la
identidad de la mujer con solo sus nombres y asume al apellido como elemento que
la desliga de la claridad que de otra manera ofrece el desierto. En el afán de inventar
otros mundos o un mundo regido por otras leyes, la hablante intenta crear un nuevo
idioma escrito con signos desconocidos y que por ende resaltan como incompresibles
al lector. La hablante lírica ha logrado éxito al crear un lenguaje que permita
nombrar seres y objetos con signos indescifrables. Se crea un lenguaje formado de
signos también recién inventados y que le dan libertad de expresión a la mujer de
muchos nombres cuyo apellido la atrapa al definirla y encajarla en los casilleros
tradicionales cuidadosamente diseñados para las de su género. La idea de crear con
el lenguaje y de inventar un lenguaje persiste a lo largo del poema entero. La hablante
describe el poder mágico de la habilidad de inventarse un lenguaje que le permite
cambiar su identidad, al “cambiar de rostro” y poder adoptar otra identidad que
le atraiga más:
Qué nombre le dará la maga celta? Un nombre para inventarse el lenguaje
de las aves. Un nombre para mudar de rostro y cantar con los pájaros
al atardecer.
Los nombres nuevos liberan mientras que los apellidos atrapan.
Cada combinación de nombre con sus correspondientes
apellidos se puede interpretar como una manera de sobrevivir por medio de adaptarse
a un espacio propio de un exilio que en definitiva la marca. En el caso de la poesía
de Ivonne Gordon, la discusión de la identidad se halla estrechamente ligada a la
conversación sobre el espacio territorial y el concepto de la diáspora —que tradicionalmente
se refiere a los judíos que habitan fuera de Palestina e Israel— para incluir una
definición más vigente que la identifica como el movimiento, migración o dispersión
de un grupo de personas de su territorio ancestral establecido. Al revisar la literatura
de la diáspora, se debe de explorar la relación entre los que llegaron primero a
cierto espacio y los que llegaron después y fueron obligados a migrar por razones
tales como la esclavitud, persecuciones políticas, deplorables condiciones económicas
y exilio culturales. Las diásporas, en este sentido, describen a individuos o comunidades
“transnacionales” que viven en espacios donde se intercalan o se asientan a la periferia
de diversas comunidades, especialmente las constituidas por gente que también ha
abandonado su espacio de nacimiento. Los de una diáspora culminan restringiendo,
expandiendo (y mezclándose y apareando) sus nuevas residencias con nuevas y viejas
identidades y estilos de vida. Ser parte de la diáspora representa
pertenecer a un grupo mayor en transición, parte de una comunidad alterna que vive
dentro de una entera comunidad nacional, y ser un individuo que debe sentir los
desafíos de sentirse parte de varias naciones y cultura. [11]
Y
la constante transformación de nuevas identidades adoptadas reflejan la sensación
de la hablante lírica de “Un país extranjero” que hace eco de los conceptos que
se debaten sobre espacios y territorios.
es como el árbol
del jardín vecino, es bello
pero no es tuyo
las raíces se cruzan a tu lado
pero no son tuyas
se han cruzado
no me siento ni feliz ni triste
ni ahogada ni desahogada
un país extranjero
siempre es un país extranjero.
Nótese la comparación figurativa del
país extranjero que se asemeja a un árbol del jardín vecino (“es bello pero no es
tuyo”), lo que revela la permanencia fluida de la posición ilusa de un espacio al
que se ocupa pero solo transitoriamente, porque un forastero no puede tomar posesión
de un lugar que siempre le resultará ajeno (“un país extranjero / siempre es un
país extranjero”). La hablante lírica se refiere al espacio en términos de una diáspora
porque lo capta o percibe como un lugar en transición donde, a diferencia del vecino,
ella no puede sentar raíces. Se siente parte de una comunidad nacional, y sobrelleva
los retos que representa pertenecer a las otras culturas
y naciones que se caracterizan por no ser la dueña original del espacio que le otorgó
el derecho de llamarse el yo y tildar y asumir a los demás como “otros” morando
en un país extranjero.
Las hablantes líricas de los poemas de Gordon colocan la conversación
en el ámbito de los espacios, las fronteras, y la definición de una identidad que
posee múltiples elementos pertenecientes a diferentes culturas y por ende territorios
en los que ha habitado. No obstante, en una de sus colecciones
de poemas titulada Manzanilla del insomnio,
publicada, temprano en su carrera, en el 2002 Ivonne Gordon añade una reflexión sobre su genealogía judaica. Manzanilla del insomnio, escrita bajo los auspicios de una beca Fullbright en
la que Ivonne Gordon investigó la producción literaria judaica-ecuatoriana, la llevó
a concluir que ella representa la única miembro de este grupo. En Manzanilla del insomnio se observa la alusión a memorias transmitidas a través de generaciones y
de experiencias propias de los hablantes líricos de las poesías de Ivonne Gordon. En esta colección, Ivonne Gordon explora su ascendencia judaica
y su lugar dentro de la identidad forjada creciendo a la par de los otros espacios
contestatarios con los que se identifica. Ivonne Gordon escudriña de lleno
su vínculo con la cultura judaica heredada de su padre. Dan Rogers nota la persistencia
de ese habitar diferentes espacios identitarios entre los cuales los hablantes líricos
de Ivonne Gordon entran y salen porque dominan los símbolos lingüísticos y culturales
con la fluencia necesaria para navegarlos cómodamente: “La voz en esos dos poemas
abre una zona de contacto textual que permite el flujo de signos y significados
a través de dos distintos dominios culturales y lingüísticos”. [13] Así mismo, Nadia Grosser Nagarajan, en su breve reseña
de Manzanilla del insomnio, refleja la genealogía de Gordon latente
en los poemas, la cual la enlaza con sus raíces y simultáneamente la marca como
proveniente de otra parte. No obstante, propone que eventualmente se sobrevive gracias
al mero hecho de que pertenecemos a la raza humana, más allá del bagaje ancestral
que llevamos y nos acompañará durante toda nuestra existencia:
We are all rootless despite the fact that we all have roots and come from
somewhere, yet regardless of all this, we survive only thanks to being human, the
rest is just part of our makeup. We are what we are, just as we were what we were
in the past, and once again will be what we shall be in the future. [14]
José María Mantero percibe la búsqueda en la que se embarcan los hablantes
líricos de Manzanilla del insomnio y la
interpreta como un afán de Ivonne Gordon de entender las razones del exilio y de
procurar encontrarlo en el pasado familiar: “Manzanilla del insomnio […] empieza a
indagar retrospectivamente en las circunstancias/raíces del exilio y en cómo la
historia personal llega a estar íntimamente enlazada a la historia colectiva a través
de recuerdos, recuentos y objetos personales”. [15]
El primer poema
de la sección I, “Como árbol sin raíz” hace referencia
al Aleph, intercalando el texto en la cultura hebraica al llamar la atención a su
edad milenaria, que en el poema de apertura se lo presenta como espacio sin principio
ni fin, como lo alude el título mismo de la sección, “Reloj sin arena”. El verso
“Empezamos otra vez con Aleph.” sugiere la naturaleza cíclica de la cultura, lo
que podría significar también la persistencia de un sufrimiento que cabe dentro
de esa repetición constante del tiempo que se pinta como eterno o infinito en su
constante duplicar de eventos como expulsión de espacios, abuso, maltrato y rodar
errante por tierras ajenas. El poema propone que la palabra posee el poder de la
creación y representa la esperanza de un futuro mejor:
La causa de la raíz y de la duda eterna
se disipa
en la creación de la palabra.
Todo es uno y uno es todo.
La búsqueda de la
identidad territorial a través de identificar características que provean detalles
que ayuden a definirla persiste por muchos de los poemas iniciales en que la hablante
lírica, una niña que crece en el espacio intermedio entre las dos religiones, la
judía y la católica, comenta sobre lo que observa. En “Comienzo a salir de mí misma”
se aprecia la curiosidad de la niña que intenta entender
las señas conflictivas de su identidad cultural: “La duda relincha.”. Y opta por
no indagar más allá de lo que intuye pero no puede cuestionar: “Me hundo sin reflexión
/ me hundo sin pasado”. Mas la voz de la niña en su rol de ser actuante pinta la
escena en que la dos culturas comparten el territorio a través de la celebración
de ritos que la hablante no puede cuestionar pero que su naturaleza de ejemplo de
negociación de espacios e identidades resulta obvia. La niña habita en la frontera
de un área que la divide, la borrosa línea que delimita dos culturas, dos fes, dos
experiencias de vida:
Me hundo más allá de la luz
y en el Kol Nidrei.
Antes del gran ayuno
la abuela reza el rosario
no come carne, ni huesos, ni silencio
solo mastica cada mullo del rosario.
. . .
ondas humildes
y mi abuela reza el rosario.
En el mismo territorio se ora el Kol Nidrei, la oración recitada en la sinagoga antes del inicio del servicio nocturno cada Yom Kippur, día de la expiación, el día más sagrado del año judío. Y que marca el inicio del ayuno que comienza al caer el sol y dura hasta el anochecer del siguiente día. La abuela, de fe y cultura católica, reza el rosario en lo que se dibuja como una ceremonia que precede a la celebración judía. Este rezo insinúa el compartimiento del espacio que ocurre como un ejemplo de sincretismo religioso que incorpora la religión nueva de la diáspora que llega al Ecuador con los judíos. Los niños adaptan y adoptan ritos de las dos religiones que los circundan. Este evento de incorporar y mezclar ritos y ceremonias relevantes para dos culturas aparecen como ocurrencias comunes entre judíos que llegan a América como partes de pogromos u otras circunstancias y que forman la diáspora judía en Latinoamérica. No obstante, la hablante lírica de “Un hueso quemado” en un poema que aparece más adelante en el poemario, presenta este rito propio de la familia que amalgama lo judío con lo católico como una manera de borrar o diluir la magnitud sagrada de la ceremonia milenariamente sagrada de las celebraciones religiosas judías y la presenta como una parte de su identidad que se debe igualmente olvidar:
Herencia de olvidar su carácter sagrado
en el ayuno de rezar el rosario y bendecir la Torah.
La búsqueda de la identidad de la hablante lírica de Manzanillas del insomnio incluye elementos de la conversación de los críticos que cabe dentro de un fenómeno observado en los últimos años que define a la producción de los hijos de padres víctimas del holocausto como post-memoria. “Postmemory describes the relationship of the second generation to powerful, often traumatic, experiences that preceded their births but that were nevertheless transmitted to them so deeply as to seem to constitute memories in their own right”. Manzanillas del insomnio cabe dentro de estas categorías porque el padre de Ivonne Gordon sobrevivió a la persecución despiadada antisemítica que tuviera su auge fatal en el holocausto y llegó al Ecuador escapando de la amenaza por su vida. Hirsh explica que al principio el concepto se originó del trauma transmitido a los hijos y nietos de los ejecutados en los campos de concentración de los nazis, cuando vieron fotografías de sus familiares que habían perecido en un campo de concentración. Aún más, Hirsh expone que aunque ahora se emplean numerosos medios de difusión al principio la poesía representó el medio de transmitir la conexión con las víctimas directas del genocidio o los sobrevivientes.
Poetry is now
only one of many supplemental genres and institutions of transmission. The now numerous
and better-funded testimony projects and oral history archives, the important role
assumed by photography and performance, the ever growing culture of memorials, and
the new museology—all are testaments to the need for aesthetic and institutional
structures that might be able to account for what Diana Taylor (2003) calls “the
repertoire” of embodied knowledge absent from the historical archive (or perhaps
merely neglected by traditional historians).
Hirsh aclara que emplea el término para referirse a la producción artística
de una segunda generación de escritores y creadores. El término “post” refleja la
influencia que ejercen en la obra creativa las memorias de las historias transmitidas
a estas descendientes de víctimas del holocausto y la persecución nazi: “Postmemory
is the term I came to on the basis of my autobiographical readings of works by second
generation writers and visual artists. The “post” in “postmemory” signals
more than a temporal delay and more than a location in an aftermath.”.
El libro de Gordon representa una reconstrucción
de la post-memoria de la experiencia de su padre, víctima directa del holocausto
aunque no pasara tiempo en el campo de concentración, que tuvo que abandonar su
tierra ancestral y marcharse a tierras ajenas; la definición perfecta de una diáspora.
Cuando se lo forzó a abandonar su lugar de origen, tuvo que comenzar su peregrinaje
en procura de un espacio para vivir y existir, condenado a buscar regresar a su
territorio sin lograr éxito en su imposible empresa. Ivonne Gordon dedica el libro
a la memoria de Henry Klein, a “todas las personas que tuvieron que salir de España
por la Inquisición y a todas las personas que dejaron Europa por la persecución
nazi”. La dedicatoria coloca a la colección en enlace directo con la expulsión de
los judíos que se inició en 1492 y que desató la persecución provocada por el desplazamiento
obligado de miles de personas en busca de lugares que las aceptaran, los cuales
poco a poco se volverían más escasos. El libro se implanta en la experiencia horrible
del exilio y el abandono de los lugares de origen para ser parte de una diáspora
condenada a vivir en constante procura de regresar a un lugar al que no se podrá
jamás volver.
El poema “Sin mostrar”
reproduce con más exactitud el trauma transmitido hacia las segundas generaciones
de víctimas del holocausto que menciona Marianne Hirsh en sus postulados teóricos
de la postmemoria.
SIN MOSTRAR
bajo el lecho
oirás el sonido del viento susurrar
en tus oídos los cuentos de millones que salieron
bajo la fuerza del odio sin tregua.
Sentirás en las marcas
que llevas en los dedos y en las muñecas
la crueldad de la violencia
la limpieza de sangre
los huesos quemados
el sonido de las vitrinas rotas.
El nueve de noviembre, cae el muro de Berlín
y tú celebras el aniversario de tu escape.
Sesenta años antes
te escondiste en Prenzlauerberg.
Escucha las voces
del asilo que vibran del recuerdo
y te contarán las huellas del barro
que pasan por la corteza de los árboles.
Te morías de hambre en Londres
con la incertidumbre de tu futuro famélico
tu nariz está húmeda por el olor de cuerpo humano.
Recapacitas
y te das cuenta que has atravesado la mitad del mundo
te preguntas, dónde queda el Ecuador.
Alcanza la saliva
que cae en tu frente
y por fin respira.
Has llegado a un país de puerta abierta,
has abordado
el puerto de Salinas.
Las monedas de tu abuela
quedaron huecas entre los dedos
flexibles y largos.
Respira como la sabia
una vida perdida y recobrada.
La hablante lírica,
por medio de una voz que recita en segunda persona, narra la historia que debe haber
recibido de su padre. Los versos reflejan la sensación de repudio y frustración
hacia la crueldad humana que se ensañó en victimizar a su padre por el único hecho
de pertenecer a un grupo con una larga historia de persecución. El poema nos familiariza
con una historia que se debe haber contado en el seno familiar muchas veces, pero
que al oírla repetida por la voz de la hablante lírica —asumimos que su hija— se
vuelve más personal y transmite el horror de la deshumanización amortiguada por
la esperanza de la llegada a un lugar amigable.
La carne de los
cuerpos incendiados
dibuja la noche
El padre de la
hablante lírica no puede escaparse del olor de los cuerpos incinerados. Y Gordon
implanta estas alusiones en un afán de duplicar esta memoria que no abandona a los
que tuvieron el infortunio de presenciarlas.
Lo que se perfila
como una cronología de la odisea de la persona que partió de Europa, o de Alemania,
y terminó en Salinas, en realidad se trata de una narración fragmentada e interrumpida
por las voces de antepasados, familiares, amigos y miembros de la colectividad que
quedaron en el camino, perecieron en los campos de concentración o por algún motivo
no pudieron escaparse y seguir la suerte del sujeto del poema. El padre de la hablante
lírica no puede cesar de escuchar sus voces y el texto replica esta sensación con
su organización estructural.
Casi a la mitad del poema
se menciona las voces del asilo, cuyo recuerdo persiste porque “vibran del recuerdo”:
Escucha las voces
del asilo que vibran del recuerdo
y te contarán las huellas del barro
que pasan por la corteza de los árboles.
Y luego el viento
le traerá las voces persistentes de millones de judíos que tuvieron que marcharse
en los progrom en búsqueda de lugares más seguros y propicios para vivir:
Bajo el lecho
oirás el sonido del viento susurrar
en tus oídos los cuentos de millones que salieron
La narración en
segunda persona presenta la historia como si la voz lírica se la repitiera de vuelta
a su interlocutor, como que si la hablante pasara un examen en que detalla lo que
ha escuchado. Parece contar escenas muy visuales que simplemente resume:
La crueldad de la violencia
la limpieza de sangre
los huesos quemados
el sonido de las vitrinas rotas.
Los dos primeros
versos se pueden fácilmente interpretar, aunque el segundo posee múltiple significado
por aludir tanto a la limpieza de sangre que provocó que expulsaran a los judíos
de España como a la limpieza literal de la sangre de los judíos derramada en las
calles de Prenzlauerberg a la que se menciona muchos versos más adelante. Esta manera
de entregar la información al lector sugiere el alto nivel de familiarización de
la hablante lírica con la historia de su padre. Un lector nuevo o no familiarizado
con los eventos precisa claves para entender el texto. Ella no, y por eso solo provee
lo mínimo. El tercer verso (“los huesos quemados”) se
puede entender a cabalidad solo leyendo el poema que sigue, lo que significa que
la hablante lírica conoce la historia completa del libro — que trata del sufrimiento
de la diáspora—, y no solo la del poema “Sin mostrar”.
Finalmente, el
último verso de la estrofa alude a un evento al que se menciona sutilmente en la
siguiente, donde se provee de tres indicios: el 9 de noviembre como fecha clave,
el nombre de la ciudad de Prenzlauerberg y la fecha del escape de su padre.
El nueve de noviembre, cae el muro de Berlín
y tú celebras el aniversario de tu escape.
Sesenta años antes
te escondiste en Prenzlauerberg.
La hablante lírica
menciona la caída del muro de Berlín para enfatizar la importancia fatídica de la
fecha. Sí, el muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989. Pero la noche de los
cristales rotos tomó lugar el 9 de noviembre de 1938, cuarenta nueve años antes.
Se refiere a la Kristallnacht, la noche en que los nazis sembraron destrucción entre
las familias judías incendiando ciudades de Austria y Alemania, incluyendo la ciudad
de Prenzlauerberg
donde estaba el padre de la hablante lírica (otra clave que se revela), incluyendo
las sinagogas, por lo que al siguiente día la calle estaba llena del vidrío roto
que había pertenecido a los vitrales. Se calcula que murieron por lo menos 91 personas,
se destruyeron 7.500 negocios judíos y se quemaron 1.400 sinagogas. [16]
El olfato aparece
como otro elemento que acosa constantemente al interlocutor de la hablante lírica
y no le permite sosiego: “tu nariz está húmeda por el olor de cuerpo humano”. Ya antes se había mencionado
“los huesos quemados”, cuyo hedor parece perseguirlo. Nótese que al llegar al Ecuador,
país hospitalario, al fin puede respirar aire puro, un símbolo de que se ha salvado:
Recapacitas
y te das cuenta que has atravesado la mitad del mundo
te preguntas, dónde queda el Ecuador.
Alcanza la saliva
que cae en tu frente
y por fin respira.
Has llegado a un país de puerta abierta.
De hecho, el poema cierra con versos que enfatizan la idea de que en Ecuador
puede finalmente respirar y celebrar que no ha perdido su vida, sino que la ha recobrado:
“Respira como la sabia / una vida perdida y recobrada”.
En otra versión de la historia, presentada en el poema “La noche de los cristales
rotos”, los lectores se familiarizan con la primera parte de la historia no incluida
en Manzanilla del insomnio. El poema inédito,
escrito después de la publicación de Manzanilla
del insomnio, contiene un tono más desgarrador y emplea un lenguaje más emocional
y sensorial que enfatiza mejor la experiencia de transmitir la deshumanización que
condujo a la dispersión de todo un grupo de seres humanos provocados por el odio
irracional enraizado en ignorancia y mala fe. El poema complementa la historia presentada
en “Sin mostrar” pero da reflexiones más completas usando un estilo narrativo menos
hermético que detalla los pormenores de la noche de destrucción del Kristallnacht.
Su
adolescencia fue truncada por el odio que andaba suelto.
La
Noche de los cristales rotos, un once
de noviembre
del
treinta y ocho, vinieron por el sastre, mi padre era su aprendiz,
tuvo
que dejar el colegio, ya no se aceptaba a los judíos,
y
mi abuelo dueño de una peletería en Charlottenburg, le consiguió
un
trabajo con el sastre. La noche de los cristales
rotos hicieron añicos
de
su taller, y se lo llevaron al campo de concentración.
Mi
padre se escondió bajo una mesa, y se salvó. Ahora las pesadillas
se
han agravado. El odio anda suelto. Antes de abandonar el colegio,
el
profesor le advirtió —no vuelvas mañana, se llevarán a todos aquellos que tengan
una estrella de David en el anillo del agua.
En conclusión,
la poesía de Ivonne Gordon analizada en el presente ensayo revela a hablantes líricas
que se colocan justo en la conversación de espacios y fronteras, propia de los conceptos
tratados en la teoría de la identidad territorial. Los textos se sirven de las voces
líricas para ahondar en el tema de la búsqueda de la identidad de hablantes que
deben habitar el espacio intermedio que separa culturas y territorios, tanto metafóricos
como literales. La niña que medita, recuerda y conmemora la memoria de su padre
evoca los momentos en su infancia cuando durante las celebraciones sagradas de la
cultura judía, su abuela católica intercaló ritos de su religión a fin de poder
negociar un espacio en donde las dos culturas pudieran convivir. Las hablantes líricas
adultas observan cómo esa tendencia de vivir en espacios prestados o negociados
nunca cesa de existir. Tal como ha sucedido con una larga tradición milenaria de
judíos que han sido obligados a abandonar sus lugares en donde habían sentado raíces,
las hablantes líricas reconocen que los territorios en los que habitan representan
simplemente lugares prestados que no les pertenecen en realidad. Su transitar por
lugares en donde se asientan, temporalmente, evocan las características de migraciones
forzadas tales como el exilio y el establecimiento de diásporas. Los poemas de Ivonne
Gordon enfatizan su destino de habitar las líneas fronterizas desde los cuales se
puede opear en ambos lados de las fronteras metafóricas o literales de los espacios
en donde se asientan. En Manzanilla del insomnio ese viaje por encontrar la identidad se
lleva cabo hacia atrás en procura de las memorias del padre judío y su sufrida historia
de exilio, expulsión y sobrevivencia. Los poemas de la colección sirven como postmemoria
de una hija que, al asentar la historia de su padre en papel, se ha asegurado de
que se la preserve para siempre. Y al mismo tiempo, le sirve como recuerdo de su
genealogía y su larga herencia de un pueblo que ha sufrido pero que ha continuado
a pesar de las adversidades que han encontrado. En Manzanilla del insomnio, el
Ecuador sirve como lugar ideal de refugio. Las memorias y postmemorias de
exilios y el consiguiente asentamiento de diásporas sirven como marcadores de identidades.
Fronteras, colocadas como líneas borrosas en ambos lados de territorios separan
aspectos culturales que terminan forjando identidades en constante proceso de gestación
y re-invención.
NOTAS
1. La poeta cuya obra se estudia en el
presente artículo ha empleado los siguientes nombres en sus publicaciones: Ivón
Gordon Vailakis, Ivonne Gordon Carrera Andrade e Ivonne Gordon. Se emplea la versión
última por tratarse de la empleada en sus poemarios más recientes. Se explica este
fenómeno como parte del contexto de los aspectos de la identidad cultural de la
autora explorados en este análisis.
2. El autor de este trabajo agradece muchísimo la generosa colaboración de
Ivonne Gordon por su ayuda a localizar material clave para completar este artículo.
Su asistencia facilitó grandemente mi labor como investigador especialmente en la
época de la pandemia del COVID-19 que interfirió con mi acceso usual a la biblioteca
de mi universidad y conseguir libros y artículos que no se encuentran en línea.
Agradezco igualmente los acertados comentarios de Mónica Murga cuyas atentas y generosas
lecturas permitieron que este ensayo evolucione hasta su estado actual. Nuestras
animadas conversaciones ayudaron a aclarar mis ideas y más que nada a presentarlas
más claramente. Igualmente expreso mi gratitud al dictaminador (lector ciego) por
su lectura crítica precisa. Su evaluación me sirvió mucho para presentar mejor mis
argumentos.
3. Silverman, Matthew and Nancy Noami Carlson, eds, 101 Jewish
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 165 | fevereiro de 2021
Artista convidado: François Despréz (França, 1530-1587, aproximadamente)
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