terça-feira, 23 de fevereiro de 2021

SERGIO RAMÍREZ | La poesía de Daisy Zamora

 


Guárdame un trozo de violenta espuma…

PABLO NERUDA

 

Todo texto obliga al escritor a emprender un viaje, pero la traducción es una expedición, completada con flashes de shock cultural, exotismo, y ese estado de exaltado agotamiento que todo viajero serio (y todo escritor serio) aprende a saborear como raro y gratificante. Si en tal expedición uno es lo suficientemente afortunado de tener la exquisita y atractiva compañía de la poeta Daisy Zamora, la experiencia se transforma en pura aventura.

Aunque se me acredite como traductor de este trabajo, lo soy sólo en la medida en que, sin la completa colaboración de la autora, ni siquiera lo habría intentado. No es que la obra original sea tan difícil de entender o ni siquiera remotamente abstracta, sino que su sencillez ganada a pulso, su bella música y sus referencias culturales existen en el reino de lo casi intraducible, signo y condición de toda poesía genuina. Puedo hablar entonces sólo como co-traductor, una suerte de arqueólogo de la poesía, un viajero afortunado que encontré la guía de un espíritu afín, deteniéndome temporalmente con este libro, pero ansioso por continuar el movimiento de avance que creó.

En los años que nos llevó completar estas traducciones, años en los que se produjo un inmenso intercambio cultural y literario entre nosotros dos, trabajamos para crear una voz que resonara con tonos, ritmos, y formas lo más semejantes posible a los poemas originales. El esfuerzo intimidaba, pero fue gratificante, y los lectores y lectoras de Daisy deben juzgar los resultados. Además de los períodos estables y bienvenidos de trabajo sostenido, especialmente ya cerca del final, a veces nos vimos obligados a comunicar conceptos y textos difíciles a través de vastas distancias, trabajamos en medio del caos vigoroso de los viajes a eventos y recitales de poesía; nos tocó sobrevivir por largo tiempo los rigores de una región desértica áspera y remota (no es poca cosa para una poeta de la Nicaragua tropical), y todo momento disponible lo ocupamos en decidir la mejor manera de expresar palabras, frases o imágenes difíciles, poniendo extremo cuidado en mantener la música y el lenguaje, el doble corazón de la poesía, intacto.

Los poemas finalmente encontraron su propia voz en inglés, y empezaron a cobrar vida a veces a pesar de nosotros. Antes de embarcarme en este proyecto, pensaba que era imposible aspirar a traducciones de poesía correctas y satisfactorias, sobre todo por la forma en que la poesía obstinadamente insiste en ser fiel a su propia cultura y a su lenguaje. Ya no creo eso, y he llegado a sentir un aprecio aún más profundo por los traductores de poesía que me anteceden y siempre he admirado, sobre todo Cid Corman, Kenneth Rexroth y Ezra Pound.

Daisy y yo fuimos transformados por este trabajo, fundiéndonos literalmente la una en el otro, hasta el punto de que sus hijos se volvieron mis hijos, su familia se convirtió en mi familia, la mía se convirtió en la suya, y tuvimos la extraordinaria experiencia de mezclar ideales artísticos que ambos teníamos antes de conocernos. La poesía era el fundamento y la motivación de nuestras vidas cuando nos conocimos —de hecho, la poesía fue literalmente la razón por la que nos conocimos—, pero a diferencia de Daisy, yo no había sido testigo de la poesía como una fuerza social o políticamente efectiva. A pesar de una vida plena en la poesía, y experiencias positivas como director de un programa público y masivo de poesía a nivel nacional, yo creía entonces, y todavía lo creo, que, a excepción de breves e inusuales momentos, la poesía no está destinada a tener un amplio y sostenido reconocimiento en los Estados Unidos. Sin embargo, mi amor por el arte ha permanecido firmemente intacto, sin amargura, y mi pesimismo optimista está incólume (este último término Daisy y yo lo aprendimos de nuestro amigo el poeta hondureño Roberto Sosa). Tal perspectiva, y una mente abierta me fue útil cuando conocí a Daisy, porque su experiencia con la poesía como fuerza cultural y entidad viviente era la opuesta. Ella viene de un mundo donde la poesía no sólo importa, sino que marca la diferencia.


En los Estados Unidos, la poesía nunca ha disfrutado de la relevancia histórica que tiene en Nicaragua, o en el resto de América Latina, y nunca la tendrá, a menos que seamos tan afortunados de llegar a ver ese aspecto de la influencia latinoamericana volverse tan fuerte que no podamos evitarlo, es decir, si América Latina no se “americaniza” y sus propios poetas son empujados a los márgenes. Tal cosa parece impensable a primera vista (y quisiera que fuera impensable para siempre), pero Mc Donald’s, Hollywood y la OMC tienen formas de cambiar radicalmente sociedades complejas, casi de la noche a la mañana.

Sin embargo, apartando esas sombrías posibilidades, los poetas y escritores nicaragüenses probablemente prevalecerán. Viven en un mundo y un ambiente (compartido por otros países latinoamericanos) donde todo el mundo parece interesado en la poesía, trata de escribirla, la recita, y donde la gente no sólo lee a sus poetas, sino que los cita, los respeta y los envía al mundo como embajadores y representantes confiables. La tradición de la poesía es particularmente fuerte en Nicaragua, y está tan entrelazada con la historia moderna del país que es imposible separar a la una de la otra. Me siento confiado al decir que en el país de Daisy Zamora todo lleva a la poesía y todo parte de ella, y que en la vida de Daisy Zamora sucede lo mismo.

La cultura de su amada Nicaragua cobra vida vívidamente en su poesía, al igual que en su lengua, nicaragüense, un español garboso y colorido, salpicado con frases y sonidos del náhuatl indígena, enraizado en la antigua lengua maya. Ese lenguaje es su forma natural de expresión, y ha estado escribiendo poemas en él desde que tiene memoria, una práctica entretejida con sus primeros recuerdos de la infancia, y es, sin duda, descendiente artística directa del primer gran poeta nicaragüense, Rubén Darío.

Nacida en Managua, Daisy procede de una familia muy antigua y activa que ha sido política y culturalmente influyente en muchos aspectos del desarrollo de Nicaragua desde su independencia de España en el siglo XIX. La historia de su familia, con sus múltiples ramas, es la de intelectuales importantes, artistas, poetas, escritores, embajadores, políticos (incluyendo un presidente de Nicaragua y un presidente de El Salvador), científicos, historiadores, médicos y otras figuras notables en la historia de Nicaragua, todo lo cual destaco para enfatizar la profundidad y la fuerza de sus raíces nicaragüenses. Su infancia, que recuerda con vívida claridad en su obra, y en conversaciones, transcurrió en lo que ella ha descrito como una época perdida, un tiempo de inocencia, como soñado, que fue destruido por las ambiciones cada vez más oscuras de un dictador cruel y asesino, Anastasio Somoza Debayle, y su familia.

Educada en un hogar siempre consciente de los Somoza, la casa de una extensa familia históricamente opositora y resistente a las muchas intervenciones estadounidenses que Nicaragua ha sobrevivido, su juventud transcurrió en un mundo pleno de voces de personas que iban y venían con opiniones, noticias y planes. Creció prestando mucha atención a los detalles de la política, a los acontecimientos políticos y las intrigas. Formada en un colegio católico bajo los ojos vigilantes de las monjas, empezó a involucrarse activamente en la política a los diecisiete años, poco después de entrar en la universidad. Las universidades nicaragüenses representaban la mayor fuente de resistencia al régimen cada vez más represivo de Somoza, iniciado por Anastasio Somoza García en la década de 1930, y para ella fue algo natural integrarse al movimiento que se desarrolló hasta convertirse en la Revolución Sandinista, nombrada así en honor a Augusto César Sandino, héroe nacionalista asesinado por el primer Somoza.

Durante esa revolución (una insurrección popular de nicaragüenses de todas las clases, que como lucha por la independencia compartía muchos ideales comparables a los de nuestra propia Revolución Americana), Daisy vivió la resistencia clandestina, vivió la vida de un soldado en combate activo, y finalmente se convirtió en la voz de Radio Sandino clandestina mientras estaba en el exilio político. En los últimos días de la revolución, regresó a disfrutar el momento del triunfo que su generación logró para Nicaragua, y se convirtió en viceministra de Cultura del nuevo gobierno. Es importante tener en cuenta que antes, durante y después de la revolución siempre fue una poeta activa, por lo que fue otro proceso natural para ella involucrarse en la vida cultural que floreció después de tanta muerte y destrucción.

En su nuevo rol público, trabajó estrechamente con el poeta Ernesto Cardenal, Ministro de Cultura, y dedicó su tiempo a impulsar un renacimiento completo de las artes nicaragüenses que van desde la cocina nativa hasta las artesanías, desde el arte popular hasta su incomparable literatura, y aportando su esfuerzo a lo que se convirtió en una campaña nacional de alfabetización muy exitosa. También viajó por el mundo como representante cultural, atrayendo la atención internacional y el apoyo hacia un país vuelto frágil por la guerra, pero, por eso mismo, más querido aún por sus ciudadanos, y energizado por la independencia tan duramente ganada.

Lo que sucedió después es una historia para otro momento, y es mejor que se lo deje a la poeta contarlo cuando esté lista. Permítaseme regresar al trabajo que tengo a mano.

En 1994, el novelista Nicaragüense Sergio Ramírez escribió un ensayo introductorio informativo al libro A cada quién la vida, de cuya colección fueron seleccionados algunos de estos poemas, y es apropiado citarlo para ayudar a establecer un contexto del contenido de este libro. El título de su ensayo es “Tierra de Nadie, Tierra de Todos,” y aunque la traducción fue hecha por otra amiga, Abbie Fields, soy el único responsable por cualquier lapso o error. Ramírez escribió:

 


Siempre he intentado explicarme el fenómeno de la poesía nicaragüense como un proceso orgánico, muy singular y distinto en sus voces, diverso pero articulado si se le aprecia en su conjunto. No se trata de dar razones al misterio, pero ningún otro fenómeno marca de manera tan constante el desarrollo ascendente de una cultura nacional, como nuestra poesía. Es un arco voltaico, aún abierto, que se abre en el polo de Rubén Darío y sigue extendiéndose en el tiempo, con diversidad de luz e intensidad en sus fulgores.

Y como digo que no se trata de dar razones al misterio, tampoco quiero explicar porqué la cauda de centellas que extiende en su progreso incesante ese arco voltaico, se preña al final de este siglo de voces de mujeres. Son voces seductoras, diferentes entre sí, incomparables, dueña cada una de su propia certitud, de su propio sentido y sensibilidad, de su propia pasión.

Daisy Zamora tiene su propia historia y su propia voz en este concierto, y una obra prolongada, que permite una observación de conjunto. Como lector de poesía, la he tenido desde hace años entre mis preferidas; y ella misma, a cada nuevo libro, ha venido dando razón a mi preferencia.

Ella canta la vida común, que es el arte más difícil. Ganar excelencia dando relieve lírico a la vida doméstica, al dolor y las alegrías diarias, es andar en el filo del cuchillo… En quienes escriben poesía, hombres y mujeres, debe haber, y sino no, no hay nada, una sensibilidad, por supuesto común a los sexos, que es eso que llaman la gracia, o bendición, o unción. El numen. Después sigue lo más arduo, que es transformar esa gracia en palabras, traducir sentimientos, percepciones, recuerdos, visiones, en lenguaje. Y el lenguaje es orquestación, cada palabra en su sitio, la armonía, el ritmo, la armazón, la arquitectura, la textura, la forma. La palabra, tan huidiza e inconstante.

…Es allí, en esa prueba, donde Daisy Zamora sale siempre airosa… Porque transforma la poesía de la vida cotidiana, en vida, y convierte lo doméstico, tan mala palabra, en buena palabra. Logra que la vida cotidiana, o doméstica, brote desde el torrente de la vida. Su entorno sensual es la vida. Consigue traducir e interpretar en palabras las sensaciones y percepciones de vida.

La tradición familiar, el recuerdo de la infancia, el desencanto, el sufrimiento, el desconsuelo, la alegría y la serenidad, la agonía y la muerte. Esos son los blasones de la vida cotidiana… Pero lo doméstico, y el hogar que siempre es fuego, toman en esta poesía una categoría trascendente, precisamente porque acuden no al simple recuento exterior, a la crónica de superficie, sino al examen riguroso, y doloroso, de los sentimientos, que es donde está la clave de la sensibilidad. El origen y la consecuencia. La máscara de los muertos y el dolor de los vivos.

Abuelos, madre, tíos, hermanas, pasan aquí por un tamiz que quita al linaje toda pompa superflua y les concede una hondura entrañable. La familia en el corazón y en el puño apretado y tenso. El recuerdo de lo vivido y el sello final de la muerte, beatifican por igual almas, cuerpos, manos y rostros…

Un poeta trasciende cuando al elegir su propio universo… acierta también al elegir un lenguaje. Allí está esa conexión imprescindible entre sensibilidad y expresión, que es la palabra. Estos poemas tienen una textura precisa, coloquial, sensual, delicada, y muchas veces epigramática, precisamente porque detrás del dolor, se asoma la ironía. Todos esos elementos son atributos verdaderos de la palabra.

…De la crónica de los recuerdos familiares, de las nostalgias color sepias, de la celebración del cuerpo, la mujer su propio templo, de la exaltación del dolor cotidiano, sus páginas van a desembocar, en un sabio torrente, a la protesta lírica... La certitud de la vida está en el rechazo a las fórmulas. La libertad, en la rebeldía… A la familia la vida, a los muertos la vida, a la mujer la vida, a la escritora misma la vida… Esta es la crónica necesaria… Una celebración de la vida.

 


Pero Sergio Ramírez seguramente estaría de acuerdo en que, debido a la rica y extraordinaria naturaleza de su experiencia de vida, aparejada con una curiosidad implacable, la poesía de Daisy Zamora a lo largo de su recorrido (que a menudo abarca los detalles ostensiblemente aburridos y opacos de la vida cotidiana) tiene como límites externos un sano interés en el universo en general, que es el verdadero espíritu de la poesía genuina. En su libro Estética y revolución: Poesía nicaragüense, 1979-1990, el erudito Greg Dawes nos advierte tener cuidado al sacar conclusiones acerca de la naturaleza personal del trabajo de Daisy. Señala que su libro En limpio se escribe la vida, publicado en 1988, fue, para Nicaragua “el primer manifiesto poético y feminista que socava las definiciones patriarcales de la familia, la reproducción, el trabajo doméstico, y la ‘doble jornada’.” Pero nos recuerda que, si bien “la experiencia individual está ciertamente implícita en el trabajo de Zamora, no es su preocupación primordial; por el contrario, los acontecimientos reales que ella describe son parte del engranaje en una red de significados sociales y la poeta hace un esfuerzo consciente por mantener estos temas en primer plano y socavar su propia lógica.” Es decir, y hay que tomar en cuenta, que existe un propósito más amplio aún en los aspectos aparentemente mundanos de su trabajo, e interpretar sus poemas como simplemente confesionales o personales, sería erróneo.

No podría ser ella toda la gente que habla a través de su poesía, pero en la belleza delicada y a veces efímera de su imaginería y su música hay también un realismo descarnado y un humor que marcan su arte de tal manera que convence al lector que eso sólo pudo emanar de la fuente, sólo puede decirlo el corazón de alguien que pasó por eso, que estuvo allí, que sobrevivió. Parafraseando a W. B. Yeats, su voz es tan genuina que no podemos separar al danzante de la danza, y en toda su obra se difuminan una y otra vez los límites entre la realidad y la aguda observación, sea en la poesía de guerra o en la de amor, en los monólogos en primera persona o en las viñetas impresionistas, en las confesiones o en las revelaciones, en todo el amplio registro de su apasionada y compasiva obra poética.

Este libro bilingüe incluye nuevos poemas (algunos de los cuales se publican aquí por primera vez en ambos idiomas), y trabajos seleccionados de sus tres libros de poesía en español. Un cuarto libro, incluyendo todos sus nuevos poemas, será publicado pronto en Managua. Estimo que esta nueva traducción representa aproximadamente un tercio de todo su trabajo, y señalo esto solamente para que comprendan lo difícil que fue decidir qué incluir en esta selección. Es un tributo al interés que despierta esta poeta que su poesía ha sido traducida a muchos idiomas a través de los años, y que hay otros tres libros de traducciones de su trabajo (dos en los Estados Unidos y uno en Inglaterra). Los publicados en los Estados Unidos (Clean Slate, traducido por Margaret y Elinor Randall, y Riverbed of Memory, traducido por Bárbara Paschke) contribuyeron grandemente a introducir su trabajo a una amplia audiencia en este país.

La invitación para publicar una colección de nuevas traducciones fue bienvenida por nosotros dos, y teniendo a la autora (que lee y habla fluidamente el inglés) involucrada en el proceso de traducción y edición de principio a fin, ha resultado en un trabajo que solamente puedo describir como orgánico y lo más cercano posible a los poemas originales, al menos desde nuestra perspectiva. Traducir otra vez algunos de los poemas previamente traducidos fue necesario por el concepto editorial de esta colección —queríamos que todas las versiones en inglés reflejaran las voces, tonos y música que evolucionaron de nuestra labor juntos— además le dio a la poeta la oportunidad de conectar trabajos de diferentes períodos, poemas que, durante mucho tiempo, ella había querido juntar.

En muchos sentidos, la desconsoladora observación de Ambrose Bierce es verdad: “La guerra es la manera en que Dios les enseña geografía a los estadunidenses.” Pero hay mejores maneras para aprender acerca del mundo. Además de leer historia, hay una forma de aprender (difícil algunas veces, pero que siempre resulta gratificante y es la mejor vía, al menos para mí), algo con lo cual Daisy Zamora no solamente está de acuerdo, sino que lo ejemplifica: a través de las artes, que representan las mejores intenciones del esfuerzo humano, la complejidad de la vida aparejada brevemente en expresiones de emoción, intelecto, combinaciones de ambos, historia, sueños, y todas las realidades. En este caso, con este libro, el camino hacia otros mundos es a través de la poesía, un arte verdaderamente antiguo. Qué afortunados somos de encontrarnos a esta poeta en particular, viva y en todo su esplendor, para mostrarnos cómo llegar hasta allí.



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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 166 | fevereiro de 2021

Fotógrafos convidados: Désiré-Magloire Bourneville (França, 1840-1909) & Paul-Regnard (França, 1850-1927)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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