LINDA NOCHLIN
Después de haberse publicado varias reseñas
sobre algunos aspectos culturales y sociológicos de la práctica artística de Elsa
María Meléndez, llama la atención que en más de 10 años de gestión artística no
se haya realizado una publicación impresa que revise su trabajo desde una perspectiva
de género. En Puerto Rico, la perspectiva de género en las artes – tanto en el ejercicio
historiográfico como en el ejercicio crítico - ha sido mayoritariamente descartada
como una teoría superada antes de haber alcanzado una mayoría de edad. Es una perspectiva
tan poco reconocida y explorada dentro de la poca historiografía y crítica publicada
sobre el arte puertorriqueño como se podría argumentar que lo es la labor de muchas
mujeres, su quehacer y su agenda en el marco colonial que determina el espacio económico-político,
en la sociedad patriarcal que comparten y en las dinámicas de historiar el arte
en el país.
Según
las historiadoras del arte Norma Broude y Mary D. Garrard: “Under the impetus of poststructuralist theory,
the notion of a unitary feminism yielded to feminisms, whose agendas were differentiated
by race, class, and ethnicity, and the very concept of gender came to be problematized
as socially constructed entity. As feminist art historians began to recognize the
larger scope and complexities of the power relationships that feminism interrogates
and challenges, feminist art history came increasingly to situate female experience
within a large framework of multiple and fluid gendered identities and positions,
and to consider gender as only the one of many factors in a constantly shifting
and evolving, often tensely balanced, patter of power relationships. Yet as feminist
art history changed direction, splintering under the impact of postmodern gender
studies into differing and contentious theoretical positions, it risked losing its
original feminist political urgency.” (Broude, Garrard, 2005: p.1.)
Para
Broude y Garrard, aún después de la mirada post-moderna y del análisis post-estructuralista
del ejercicio historiográfico, la cultura patriarcal continúa siendo una fuerza
represiva que representa una resistencia hacia el avance de lo que ellas llaman
la ‘agenda de las mujeres’. Ellas postulan que las dinámicas del momento actual
requieren el que se incluya de manera activa dentro de las micro-historias de disidencias
estéticas aquellas prácticas artísticas cuyas narrativas reclaman espacios de discusión
abiertos sobre los asuntos de las mujeres, dentro de toda la diversidad que ello
pueda implicar: “If it is a commonplace to
speak in art history of factional interactions in the political, theological, and
aesthetic spheres, why should we not also trace the interaction of gender interest
groups in the discourse of art?” (Broude, Garrard, 2005: p.21.)
Guillermo
Villamizar, por su parte, propone que, “la decolonialidad busca estacionar a las
sociedades emergentes desde una instancia que auto revisa la historia para depurar
su pensamiento de los vestigios de la condición del colonizado” (Villamizar, 2012)
[1].
Haciéndose
valer de la parodia como recurso, Meléndez establece en su obra narrativas de ficción.
Los deseos reprimidos se permiten hacer acto de presencia en el espacio de lo visible
y se establece una ardua lucha entre fantasía y realidad. La artista aborda los
temas y asuntos relacionados a la identidad, los deseos, el erotismo, la sexualidad,
la tradición y el rol social-conductual de las mujeres de manera abierta y directa,
y los traslada al espacio de lo público como una estrategia sólida desde la cual
encara el tabú y la secretividad a la que estos temas están destinados culturalmente.
Dejándose
llevar tanto por su instinto como por sus estudios en arte, Meléndez se apropia
del grabado como un medio que estuvo dominado por los hombres durante gran parte
de la historia del arte en Puerto Rico como un reflejo de las dinámicas de género
en la historia del arte occidental. A partir de la serigrafía, la xerografía o el
intaglio, Meléndez imprime sobre tela los dibujos de estos cuerpos femeninos, entre
muchos otros elementos, que juntos re-crean escenas sociales diversas. Una vez impresos
en la tela, la artista rellena y cose. En estas piezas, la costura, como un elemento
relacionado a la tradición dentro del espacio de lo doméstico, se subvierte para
ser parte del proceso de creación artística.
Tanto
la estética como los aspectos formales de estas piezas han sido desarrollados con
la intención de invitar al espectador no sólo a mirar, sino a tocar las figuras
y a jugar con ellas. Esta conexión con el juego y el aspecto sensorial directo inmediatamente
remonta el espectador hacia las dinámicas de la niñez, entre el aprendizaje natural
y el aprendizaje institucionalizado, a la vez que yuxtapone la experiencia natural
contra la experiencia cultural para establecer un diálogo en torno a aquellos supuestos
que le dan forma a la identidad sexual femenina que hemos heredado.
Los
cuerpos insubordinados de Meléndez retan de manera creativa la labor de la aguja,
el medio de la serigrafía y la historia del arte al establecer un diálogo entre
la historia de las mujeres y las intensas dinámicas del arte contemporáneo. En esta
práctica artística se confirma la escena contemporánea como “el lugar de los fragmentos
culturales […] un dispositivo que redime los territorios del silencio después de
la experiencia colonial”. (Villamizar, 2012)
Puerto Rico como el contexto
Puerto Rico es un país caribeño en términos
geográficos pero inclasificable en términos culturales. Dentro de sus fronteras
geográficas, económicas, sociales y políticas cohabitan y coexisten las dinámicas,
tensiones y contradicciones entre el tercer y el primer mundo, entre un estilo de
consumo global y el legado de una modernidad irresuelta. Su desarrollo como país
colonizado en términos políticos y neo-colonizado en sus posibilidades económicas
y culturales [2], aparenta depender de cuán conservadoras sean las políticas del
estado colonial que lo administra, que pretende representarle y que revuelca a conveniencia
los fragmentos de una identidad en constante disputa. Estas tensiones influyen sobre
el pensamiento y la actuación de sus ciudadanos, sobre la posición de las mujeres
en la sociedad y sobre la situación de todo aquel que asuma las diferencias o divergencias
como opciones de vida.
Desde
el estado y sus diversas representaciones en los medios masivos de comunicación,
se promocionan los aspectos religiosos de la cultura y se valida al patriarcado
como un orden natural inherente a la idiosincrasia del país. De este modo, se administran,
se marginan y se controlan ideológicamente y con prejuiciada sutileza las prácticas
relacionadas a la diversidad en lo sexual, lo cultural, lo político, lo económico
y lo espiritual. Dentro de la repartición presupuestaria del país, tanto las artes
como su presencia en la educación pública son áreas casi en abandono. Irremediablemente,
la historiografía del arte en Puerto Rico, así como su teorización, permanecen como
un ejercicio inconcluso, carente de proyección internacional y con amplias lagunas
y vacíos de investigación. Peor aún, las fricciones ideológicas que sientan la pauta
dentro del poco ejercicio historiográfico que sobre el arte se ha desarrollado en
Puerto Rico mantienen vivo el olvido y la desmemoria, y cimientan vacíos y fracturas
que se tragan prácticas artísticas completas.
Ante
este vacío infraestructural y ante la caótica situación del dispositivo relacionado
a la implementación de las políticas culturales en el país, una gran cantidad de
protagonistas de la escena artística contemporánea en Puerto Rico practica bajo
el afán de lograr una añorada y (se podría decir) urgente inclusión en el mercado
y la escena global que implique un mejoramiento de sus condiciones económicas gracias
a la inclusión de su trabajo dentro de la escena del arte internacional. Esta dependencia
en el reconocimiento del ‘otro’, de que sea el ‘otro’ el que valide la práctica
artística actual desde el sostenimiento económico y, por ende desde la mirada occidental
o primermundista y sus narrativas, provoca no solamente un ambiente de dislocación
sino una multiplicidad de puntos de desencuentro para una escena artística diversa,
que debería poder subsistir de manera autónoma desde su propia ejecución. Es dentro
de esta confluencia de tensiones que se enmarca el trabajo de Elsa María Meléndez.
Meléndez
terminó un Bachiller en Artes con concentración en grabado, dibujo y pintura en
el Departamento de Bellas Artes de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río
Piedras en el 1997. Desde el 1999 se desempeñó como Coordinadora de Exhibiciones
del Museo de Arte de Caguas, institución en la que funge como curadora a partir
del 2007. Tiene a su haber estudios independientes y certificaciones en gráfica
y en curaduría, así como una sustancial participación en importantes exhibiciones
colectivas tanto en Puerto Rico como en el exterior y bien logradas exhibiciones
individuales en espacios alternos y espacios institucionales.
La práctica artística de Elsa María Meléndez
Durante varios años intensos, Meléndez dedicó
su práctica artística a la creación de una serie de cajas en madera o acrílico que
operan como pequeños escenarios interactivos. En estas piezas el espectador es invitado
a interactuar y colocar los personajes a su gusto dentro del pequeño escenario.
Con esta participación física y directa entre el espectador y la pieza, se posibilita
una variedad de narrativas dentro de un mismo relato o escena.
Interesantemente,
estas cajas construidas en madera y acrílico hacen una alusión directa a la sociedad
del espectáculo y nos remiten tanto a las dinámicas representativas del teatro como
a las de la televisión. Los personajes que componen la narrativa en éstas piezas
están ahí para ser vistos y ejercen un papel predestinado que se enriquece con el
punto de vista del espectador.
En
El tapón para el flujo natural del tránsito, una diversidad de cuerpos trabajados
en intaglio y xerografía sobre papel rellenado y cosido se exponen a la mirada del
público. Los rostros de estas muñecas miran directamente a quien las observa y demuestran
sonrientes cierto grado de complicidad y de complacencia en el acto de ser vistas.
Son cuerpos femeninos cuyas características físicas van de lo real a la fantasía.
El cuerpo de una mujer embarazada cuyo rostro se cubre casi en su totalidad con
su propio cabello se encuentra cercano al de otra mujer cuyos detalles floridos
en el traje aparentan esconder un cuerpo extraordinario de cinco senos. Otros personajes
aparentan ser injertos entre leyenda y realidad. Las figuras modelan trajes escotados
y faldas cortas o vestimentas que no logran ocultar las áreas erógenas. Sin embargo,
cuando se observan detenidamente estos cuerpos, se puede notar que Meléndez ha sustituido
el área genital por un espacio hueco de forma triangular que, en algunas de las
muñecas, ha sido cosido con hilo y aguja.
Esta
costura hace una alusión directa a la censura del cuerpo de la mujer y al control
sobre su sexualidad. El coser el hueco en el área genital para ‘ponerle un tapón’,
para censurarlo, podría muy bien representar una mirada desde la tradición, desde
la costura como esa labor doméstica destinada a las mujeres y desde el tabú que
genera el conocimiento del pecado. Esta costura hace alusión tanto a la sábana nupcial
como a la mutilación genital femenina. No obstante, cuando observamos la mirada
directa de las muñecas y la sonrisa provocadora que reflejan, la teoría en torno
a la auto-censura se doblega ante la discusión que provoca Meléndez sobre el control
de la mujer de su propia sexualidad como una herramienta de libertad y de vida propia.
“El tapón para el flujo natural del tránsito”
trae a colación los debates feministas iniciales entre la construcción del rol social
de la mujer y su biología como un tema fundamental que se ha elaborado desde diferentes
puntos de vista en el arte feminista [4].
En
el 1982, el fotógrafo Robert Mapplethorpe realizó un retrato de la artista Louise
Bourgeois con una de sus piezas bajo el brazo. Se trata de una escultura del 1968
titulada Fillette: un pene largo y erecto de testículos pronunciados. Bourgeois
mira a la cámara y sonríe de manera provocadora: “Her devilish, even lewd expression, as she tickles the head of the penis,
leaves little doubt that she is in control” (Nicoletta, 1992: 21-26). Las sonrisas
igualmente provocadoras, unidas a la mirada directa de las muñecas que encontramos
en el “El tapón para el flujo natural del
tránsito” sugieren ese control sobre el falo ya sea cultural o institucional
que ha representado dominio y censura sobre el cuerpo de las mujeres: “Art-making, the very creation of beauty itself,
was equated with the representation of the female nude. Here, the very notion of
the originary power of the artist, his status as a creator of unique and valuable
objects, is founded on a discourse of gender and difference as power”. (Nochlin,
1998: p.17).
Meléndez
propone, desde la ironía como recurso, un rompimiento con la división binaria clásica
entre “la fuerza del género masculino” y la debilidad del género femenino”. Más
aún, Meléndez rompe con la fantasía del cuerpo de la mujer como objeto que es poseído
y se otorga a ella misma como artista el poder de seducir como parte del juego,
de crear cuerpos inaccesibles, indecorosos e insubordinados desde su propia estética,
insubordinados hacia el orden simbólico al que pertenecen por tradición dentro del
lenguaje artístico.
Cada
uno de los cuerpos que Meléndez crea es un escenario de conflictos desde el cual
se desprenden imputaciones a partir del plano metafórico. El cuerpo de la mujer,
como carácter semiótico que pertenece a un orden simbólico cuya estructura es patriarcal
por tradición, es reclamado por Meléndez como propio para transferirle una estructura
diferente. Según expone Carlos Baptista Díaz: La pregunta ontológica de la mujer
en tanto sujeto no podría ser del tipo falocéntrico: ¿qué soy yo, qué es mi cuerpo,
cuál es mi sentido?; sino, expandiendo su alteridad para incorporar inclusive al
otro que la ignora, ¿qué somos, cómo obra mi cuerpo, cuál es nuestro sentido ?
Precisamente
en “Haber sido más perra” tenemos esa
expansión. Los cuerpos femeninos expresan una sensualidad caricaturesca y, conscientes
de la mirada del otro, reclaman el poder, subvierten la estructura. Ellas posan
divertidas ante el espectador en ropa interior, semidesnudas, desde una provocadora
o traviesa sensualidad, pero conscientes de la mirada que se ejerce sobre ellas.
Estas muñecas involucran a quien las mira para discutir con el espectador las condiciones
en torno a su propia definición y existencia. El título “Haber sido más perra” evoca el deseo reprimido y su liberación, el
deseo de ser más “perra”, de controlar el acto sexual, provocarlo y llevarlo hacia
una culminación que logre vencer la tradicional docilidad que se espera de las mujeres.
Más
aún, Meléndez genera una discusión entre tradición y cultura desde la distancia
generacional. Las muñecas cuyos cuerpos sexuados provocan al espectador comparten
el espacio con representaciones de mujeres mayores vestidas con ropas largas que
parecen ocultar un cuerpo híbrido entre mujer y animal, y cuyas miradas cuestionan
su propio rol a partir de la construcción que de ellas pueda hacer quien las mira.
En torno a estas interesantes representaciones nos explica la artista que: “Las imágenes realistas nunca me han transmitido
caracteres ni personalidades claras. Busco transmitir personalidades, no cuerpos,
busco reflejar la perversidad y los ánimos ocultos detrás del intelecto, detrás
de una cara, detrás de un deseo, en ocasiones busco arrancar el pellejo. De ahí
salen las bestias y los injertos que he trabajado por tiempos en mi obra. Me apasiona
más la verdadera y decadente deformidad que una imagen realista tradicional y genéricamente
hermosa. Tengo que decirlo, me atrae lo feo, lo crudo y complejo, juego con injertos
supuestamente irreales para traer a colación una verdad, una revelación, eso, sobre
todas las cosas, sale a relucir mi verdad”. ( Torres-Arzola, Meléndez, 2013)
Las
características de los cuerpos en las piezas de Meléndez han logrado establecer
una diferenciación icónica que les aleja generacionalmente de las imágenes realistas
que predominaron en la época de esplendor de la gráfica puertorriqueña a partir
de la década de 1950. Durante este período de violentos conflictos sociales en el
país, muchas de las representaciones femeninas fueron construidas desde ataduras
ideológicas ligadas a los deseos de cambio social que permearon la época y para
los cuales el papel de las mujeres como trabajadoras y compañeras de lucha social
resultaba fundamental. La figura de las mujeres se elaboró mayoritariamente desde
el punto de vista masculino, una mirada paternalista en ocasiones y tradicionalista,
en otras, pero que en muchos de los casos invisibilizaron la sexualidad del cuerpo
de la mujer para fortalecer su figura como matrona, pilar de la familia o líder
comunitario. Meléndez de-construye ese discurso desde la parodia o la ironía sin
entrar en una narrativa cerrada o íntima.
A
partir de la creación de pequeños escenarios donde lo público protagoniza la discusión,
la artista aporta una perspectiva donde es la propia mujer quien decide cuál es
su rol y dialoga sobre la manera en que asume su propia sexualidad, o, en otros
casos se critica a ella misma. Estos cuerpos insubordinados se abren a la mirada
para hacer planteamientos abiertos en torno a lo reprimido como aquello que se oculta
en el propio lenguaje del cuerpo y, de paso, apuntar a la niñez como ese período
donde se cuecen los conflictos en la vida adulta.
En
la pieza titulada “La última Vuelta”,
Meléndez estampa sobre tela el cuerpo de una mujer adulta. Rellena la tela y cose
para crear una muñeca cuyas cualidades corporales se distancian de la bailarina
o princesa que solemos encontrar en las cajas de música. Estas cajas que generalmente
se regalan a las niñas, fomentan imaginarios y representaciones a partir de la creación
de ciertas fantasías que involucran roles sociales y definiciones en torno a lo
femenino desde las cualidades corporales y las características físicas, aquellas
que se promueven en el mercado y se insertan en la cultura.
El
cuerpo de una mujer adulta, de senos grandes, cuya vulva se puede ver por sobre
el tutú del ballet, desnuda y sin zapatos da vueltas y se exhibe tristemente ante
el espectador. Es la representación del cuerpo de una mujer atrapada, que se presenta
como espectáculo a petición de aquel que le de cuerda al mecanismo de la caja mientras,
posiblemente, se jura a sí misma que esa será ‘la última vuelta’. La delicada construcción
de la caja de madera y la suavidad del telón color violeta claro en el fondo hacen
referencia a la tradición y a la labor manual como baluarte. Y, de manera muy sutil,
podemos encontrar alusiones al pensamiento cristiano como una doctrina que ejerce
su poder sobre el cuerpo femenino y su sexualidad. La mujer, cuyos gestos faciales
se distancian del placer y el disfrute, aparenta haber sido sutil pero eternamente
crucificada en la Quinta posición del Ballet clásico. La pieza provoca una nostalgia
profunda al hacer alusión a la niñez de la mujer encerrada en la caja como una etapa
irremediablemente perdida, pero etapa al fin que da origen a esa identidad en conflicto.
Como
en gran parte de su trabajo, Meléndez alude al juego. Un elemento que le permite
comentar sobre el poder y la construcción de los roles. Sin embargo, lo fascinante
de la pieza es su multiplicidad de lecturas. A partir de la interacción que pueda
tener el espectador con la pieza, se dispara una fuerte crítica en torno al poder
de un otro sobre el cuerpo y sobre la vida de esa mujer. La caja de madera hace
alusión al espacio de lo privado y a la secretividad, a la cosificación de su cuerpo
y de su imagen sin que se pierda la posibilidad de que, a partir del título, se
haga una fuerte alusión a la muerte y a la caja como ataúd.
Según
describe Meléndez: “con el solo hecho de usar la costura me refiero
a mi niñez. […] Coser para mí es un vuelco atrás, es recuerdo, rescate y añoranza
de la inocencia, es también reflexión, por lo tanto es ver con ojos inocentes y
objetivos la nueva realidad, quebrantada, maltrecha, descompuesta, usada, transformada
y madura, es ver la vida junto a sus procesos de rehacer, deshacer y rehacerse constantemente”.
(Torres-Arzola, Meléndez, 2013) La costura
resulta ser en el trabajo artístico de Meléndez uno de elementos formales más importantes.
Al imprimir sobre papel o tela, rellenar y coser, Meléndez extrae de la historia
una labor que durante el periodo de la Gran Depresión en Puerto Rico, así como durante
gran parte de la etapa industrial en el Siglo XX, representó para muchas mujeres
una oportunidad de integración en la esfera laboral y una fuente de ingreso que,
aunque bajo condiciones de explotación, les permitió expandir sus fronteras de lo
posible. Desde la realización de la costura como una labor manual dirigida hacia
la creación artística, Meléndez hace referencia a esa historia de las mujeres a
la vez que se sobresale en la escena contemporánea con un lenguaje propio muy bien
definido.
Según
ha avanzado el desarrollo de su propuesta artística, Meléndez ha incorporado la
tela como un material maleable que ha abierto sus posibilidades creativas por lo
que su estética ha ido evolucionando fuertemente. En palabras de la artista: “en la tela hay un desgarramiento, como ocurre
en el proceso de revelarse a uno mismo y revelarse a otros, se transforma la tela
y se desgarra y se vuelve a coser, se transforma el material en otra cosa.”
(Torres-Arzola, Meléndez, 2013)
A
partir de esta maleabilidad que le ofrece la tela, Meléndez inicia en su trabajo
creativo un proceso interesante desde el cual explora la de-construcción de los
cuerpos a partir de sus características físicas para crear una dislocación en las
relaciones de género, esto es cuerpo natural e identidad sexual, que aceptamos por
costumbre. En las piezas que componen la serie “Muñecas Country Sexuales”, la artista presenta una variedad de cuerpos
híbridos colgados en la pared y atados como marionetas a unos palos de madera. Algunas
de las marionetas fueron construidas con dos rostros, otras tienen penes y vulvas,
otras tienen un pene y varios senos, por mencionar ejemplos. La hibridez sexual
o las múltiples identidades sexuales en la composición física de éstos cuerpos es
la norma. Estas piezas, vistas en conjunto, constituyen una serie que relaciona
abiertamente la sexualidad y el erotismo con el juego en la adultez. Este acercamiento
invita al espectador no sólo a develar el tabú que se ha construido en torno al
placer, sino a señalar directamente la limitada función reproductiva que impone
la ideología cristiana a la sexualidad, y que se promueve desde la doble moral con
que la cultura se acerca a estos temas. Sin embargo, nos parece más importante la
manera como la serie abre una reflexión en torno a la categoría binaria hombre/mujer
y a la definición misma del término “género” como construcción discursiva.
Como
afirma Judith Butler: “Los géneros ‘inteligibles’
son los que de alguna manera instauran y mantienen relaciones de coherencia y continuidad
entre sexo, género, práctica sexual y deseo. Es decir, los fantasmas de discontinuidad
e incoherencia, concebibles únicamente en relación con las reglas existentes de
continuidad y coherencia, son prohibidos y creados frecuentemente por las mismas
leyes que procuran crear conexiones causales o expresivas entre sexo biológico,
géneros culturalmente formados y la ‘expresión’ o ‘efecto’ de ambos en la aparición
del deseo sexual a través de la práctica sexual”. (Butler, 2007: p. 72).
Con
esta pieza, Meléndez establece un diálogo con la tarea de romper con la noción de
que “puede haber una ‘verdad’ del sexo” (Butler, 2007: p. 72). Las marionetas ponen
en jaque al espectador en la medida en que cuestionan directamente la “identidad
sexual definida” que traen consigo o su ‘heterosexualidad institucional’(Butler,
2007: p. 72), a partir de una dislocación en el proceso de identificación que los
cuerpos híbridos de las muñecas pueden provocar, más aún cuando las mismas invitan
al juego sexual y a la imaginación.
Desde
una poética más elaborada pero sin dejar a un lado la crudeza como estrategia, en
sus piezas más recientes Meléndez explora a partir de la forma un cuestionamiento
sobre las identidades desde la fragmentación casi total de los cuerpos. No obstante,
en “El ingenio colectivo o la maldición de
la cotorra”, la artista no sólo discute en torno a las identidades sexuales.
En esta pieza, se elabora un cuestionamiento amplio sobre a las posibles construcciones
del sujeto en su relación con el colectivo, como el escenario donde se reafirma
la dinámica. En la instalación “El ingenio
colectivo o la maldición de la cotorra”, Meléndez retoma la interacción con
el espectador y el juego como estrategia. Sin embargo, esta instalación ocupa todo
el espacio de la galería en la que se exhibe por lo que el tamaño expande las posibilidades
de la caja de madera e incide en el acercamiento del público, ya sea desde un sentimiento
de inseguridad o de acogimiento. La fragmentación de los cuerpos se ubica en distintos
lugares de la instalación manos, cabezas, torsos y piernas. El público se ve retado
a participar en la creación -ya sea física o imaginativa- de diversos personajes
y a buscar su propia representación dentro de la variada propuesta de cuerpos que
posibilita la pieza. Estos cuerpos fragmentados yuxtaponen una sensación de pérdida,
de mutilación y de nostalgia frente al ambiente creativo y de juego que permea la
instalación. La prevalencia de una composición cromática neutral y cerrada, reforzada
por la similitud de los elementos formales que componen la instalación, limita las
posibilidades de los cuerpos y determinan su apariencia, predestinando sus identidades
a las limitadas posibilidades que ofrece la artista. Más que permitir una diversidad
de narrativas, La maldición de la cotorra limita la creación de personajes a un
patrón repetitivo y estructurado de antemano. Con ello Meléndez señala al “presente
colectivo” como una estructura que nos atrapa y que predetermina nuestras posibilidades
de identificación en la medida en que funciona como una estructura de poder. Según
nos indica la artista: “La revelación del
material como importante recurso estético alude a los procesos de vida de cada individuo:
descomposición, construcción y transformación como constantes en la cotidianidad
de hacer, deshacer y rehacer el carácter humano.” (Torres-Arzola, Meléndez,
2013).
En
esta instalación, la insubordinación deja de ser una característica de los cuerpos
creados por Meléndez y pasa a ser una opción para el espectador quien, una vez consciente
de las estructuras que le encierran, siente la necesidad y cumple el deseo de rebelarse
contra la pieza al salir de la galería. A partir de “El ingenio colectivo o la maldición de la cotorra”, la fragmentación
de los cuerpos ha tomado un lugar importante en el trabajo de Meléndez. Las formas
vaginales casi abstractas que se encuentran en piezas como Los que se acercaron,
los que vinieron y en “¿Será el olor a queso?”
así como los elementos del erotismo y el juego como metáfora en La noche se traga
a la pájara representan una evolución en la exploración de la forma y la poética.
En su más recientes propuestas, importantes piezas como “¿Será el olor a queso?” trascienden de la estructura tangible para darle
paso a la animación digital como un lenguaje rico y diverso en cuanto a nuevas estéticas
y narrativas posibles que enriquecen los recursos de la parodia y la ironía.
Desde
la constancia y la exploración de la forma como baluarte, Elsa María Meléndez reconstruye
imaginarios femeninos como parte de un juego poético en el que le da valor y vida
a nuevos cuerpos y a la insubordinación.
Conclusión
Al revisar con detenimiento el trabajo artístico
de la puertorriqueña Elsa María Meléndez y su práctica estética, nos percatamos
de la posibilidad de confluencias que puede haber entre la de-construcción del cuerpo
colonizado, la de-construcción del sujeto femenino inmerso en un proceso histórico
marcado por la colonización y la de-construcción no sólo del papel de la mujer en
el arte sino de las relaciones entre artista, objeto de arte y público. Es el momento
contemporáneo y sus dinámicas donde se hace posible este diálogo entre los feminismos
y ciertos objetivos de las propuestas decoloniales que cuestionan y de-construyen
aquellos componentes simbólicos que perpetúan la dominación sobre los sujetos, sobre
los cuerpos o sobre las sociedades.
Los
cuerpos insubordinados de Meléndez no sólo retan la cultura dominante desde una
sexualidad abierta y desafiante sino que de-construyen el cuerpo como categoría
semiótica al retar el orden tradicional donde lo biológico define el significado
cultural del género, su rol y sus posibilidades sociales. A su vez, estos cuerpos
insubordinados proponen una estética que rompe con el acercamiento tradicional hacia
el cuerpo de la mujer en la historia del arte por lo que invitan y retan al espectador
a abrirse ante nuevas posibilidades. Tanto el lenguaje de estos cuerpos sexuados
como la reafirmación de ciertas características físicas celebran nuevas posibilidades
en términos de la sexualidad dominante y del canon de belleza que predomina a nivel
global. A partir de la reafirmación de las caderas anchas, del pelo rizado y de
los senos caídos, Meléndez presenta cuerpos alejados al discurso dominante en la
narrativa Occidental en la que permea la figura esbelta y perfilada. Las características
físicas del elemento de la herencia africana en el Caribe hacen acto de presencia
en estos cuerpos de mujeres de manera similar a como sus áreas erógenas se rebelan
y reclaman ser vistas por sobre la vestimenta.
Al
hacer uso de la costura, Meléndez libera la labor de la aguja de su rol tradicional
para integrarle como elemento importante en la historia del arte en Puerto Rico.
Tanto la descolonización de los cuerpos femeninos y su lenguaje, su semiótica y
sus sexualidades así como a partir de la descolonización de la práctica artística
y sus propuestas formales y estéticas Meléndez trae a la discusión una infinidad
de horizontes posibles desde la experiencia del espectador. Los cuerpos insubordinados
de Elsa María Meléndez se reafirman en la diferencia, en la resistencia al canon
establecido y desde la ironía y la parodia retan el discurso dominante que coloniza
al sujeto a partir del control sobre su sexualidad.
BIBLIOGRAFIA
Baptista Díaz, Carlos (2000), Hacia una
teoría del cuerpo o una corporización de la teoría, Cifra Nueva, Nº11, Editorial
Trujillo, Universidad de los Andes, Venezuela.
Broude, Norma & Garrard, Mary (Eds)
(2005), Reclaiming Female Agency: Feminist Art After Post-Modernism, University
of California Press, London.
Butler, Judith (2007), El género en disputa:
el feminismo y la subversión de la identidad, Editorial Paidós, Barcelona.
Mohanty, Chandra T. (1984), Under Western
Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses, Boundary 2, 12 (3), 13 (1),
Spring/Fall.
López Fernández, Marián (1991-92), Arte,
feminismo y posmodernidad: apuntes de lo que viene, Arte, Individuo y Sociedad,
Nº 4, Editorial Complutense, Madrid.
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Nicoletta, Julie (1992), Louise Bourgeois’s
Femmes-Maisons: confronting Lacan, Woman’s Art Journal 13, Nº 2, Rutgers University
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Nochlin, Linda (1988), Women, Art, and Power
and Other Essays, Harper and Row, Publishers, US.
Richard, Nelly (1996), Feminismo, experiencia
y representación, Revista Iberoamericana, Nº 176-177, University of Pittsburg, US.
Torres-Arzola, Raquel & Meléndez, Elsa
María (Enero-Mayo, 2013, Conversaciones con Elsa María Meléndez vía correo electrónico
[Media-file].
Villamizar, Guillermo (2012), Debate Altermodernidad/Decolonialidad,
Revista Esfera Pública. Retrieved from http://esferapublica.org/nfblog/?p=22515.
NOTAS
[1] Según explica Nelly Richard: “La demostración
de como la identidad y el género sexuales son “efectos de significación” del discurso
cultural que la ideología patriarcal ha ido naturalizando a través de su metafísica
de las sustancias, es útil para romper con el determinismo de la relación sexo (“mujer”)
– género (“femenino”) vivida como relación plena, unívoca y transparente”. Para
indagar más en torno al concepto ‘cuerpo-naturaleza’ véase: RICHARD, 1996.
[2] La sumisión política y económica de
Puerto Rico al Congreso de los Estados Unidos y su legislación sin una representación
adecuada en ese cuerpo y sin el derecho a participar en los comicios electorales
federales mantiene a Puerto Rico -en la práctica- dentro de las fronteras de significación
de lo que es un país colonizado. Su condición de territorio no incorporado a los
Estados Unidos atado a reglamentaciones federales que limitan sus posibilidades
legales para realizar tratados económicos internacionales le convierte en un blanco
de la inversion extranjera y, por consecuencia, en un país cuya experiencia económica
y –podríamos decir cultural- se limita a la del consumidor. Esta situación tiene
un efecto directo y profundo en la idiosincrasia social y política del país.
[3] Gran parte de los museos e instituciones
culturales en Puerto Rico no necesariamente cuentan con un presupuesto que brinde
un apoyo económico para aquel artista cuyas piezas forman parte de una exhibición,
por lo que el artista tiene que prestar las piezas al museo y también sufragar los
gastos de transporte e instalación. Así mismo, las instituciones privadas que promueven
programas de residencia para los artistas no necesariamente asignan un presupuesto
para la creación o la compra de materiales, ni mucho menos para gastos de alimentación
o de viaje. Sin embargo, muchos artistas brindan talleres de manera gratuita para
el público general que visita estas instituciones, y participan continuamente de
conferencias, conversatorios y talleres.
[4] Para la década del 1970 el movimiento feminista debatió intensamente en torno a la humanidad como una identidad y al valor que precede la identidad de género definida por una categoría biológica. Algunas feministas como Simone de Beauvoir apuntaron directamente al cuerpo como una “estructura orgánica” capaz de limitar la libertad de acción y de creación de las mujeres en honor a la “perpetuación de las especies”. Para referencias en torno a esta discusión en la historia del arte feminista ver el trabajo de Mary Kelley, Jaroslaw Kozlowski, Ewa Partum y Zofia Kulik, Judy Chicago y Hannah Wilke.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 169 | abril de 2021
artista convidada: Elsa María Meléndez (Puerto Rico, 1974)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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