terça-feira, 20 de julho de 2021

DAVID CORTÉS CABÁN | Gabriel Jiménez Emán, Para enfrentar el porvenir

 


En Los versos de la silla rota, de Gabriel Jiménez Emán, existen distintos grados de percepción de la realidad. Algunos poemas están animados por una visión personal de la vida, otros por las condiciones del entorno, y aun otros por el extrañamiento e intensidad de las cosas que rodean al poeta. La imagen la silla rota une al contenido del libro la trascendental realidad de ese simbolismo [1] que nos ofrece una ocasión para entrar a esta visión de mundo que se intensifica en la palabra y establece un puente entre un poema y otro generando así la tensión que los une, las correspondencias de las acciones y perspectivas de una realidad en la que el hablante indaga el sentido de la vida.

 El sujeto de este libro está atento a un mundo que se transforma ante sus ojos y adquiere en la escritura un enfoque personal. Lo que ocurre en gran parte de estos poemas lo observamos a través de un yo en confrontación con el lenguaje y el entorno. Se nos revela desde el primer instante una dinámica donde el autor expresa las circunstancias que lo afligen: mi verdadero oficio ha sido / el de tachador / el de machacador de palabras (“Tachadura”, 21). De modo que las experiencias que lo impactan atentan contra su ser, pero no podrán vencer su vocación ni su destino literario. Esto nos lo dirá el autor en el texto “Desagües del ser (1)” [2] para llamar la atención de la realidad vital en la que se mueve y construye su visión de mundo:

 

  ahí va otra vez el ser en su desagüe

  en la mañana rota por la noche

  que le abrió las sienes en nombre de tu amor

  y del mío que de todo comen

  en la mañana de retardos magníficos

  para el alma saludables pues en ellos

  va mi corazón enmudecido

  a darse contra las paredes y salta alborozado

  mientras el ser sigue fluyendo sigue hacia la nada

  de donde jamás debió salir

 

 El poeta nos habla de la incomprensión y el anonimato de la vida porque en el fondo la vida  misma es conflictiva y dolorosa. Por eso busca entre sus experiencia la voz que anime una realidad más alentadora. La poesía será una influencia bienhechora contra la problemática de la existencia: “este día me ha dejado todo sucio / me ha dejado empapado de humo negro / con un sudor espeso que viene / de otro mundo” (2). He aquí la continuidad de ese sentimiento, y la imagen que lo condiciona: 

 

(…)

  quiero treparme a ese árbol y lanzarme al mar

  caer de cabeza en el océano violento

  y nadar por las aguas coralinas

  trabar amistad con las ballenas

  y vivir dentro de ellas

  como en una casa que me saque de una vez por todas

  de esta pregunta cotidiana

  sin respuesta posible

 

La pregunta cotidiana insertada en la estrofa anterior revelará el sentimiento del poeta frente lo habitual y cotidiano. Nos comunicará lo que siente de un modo directo y nostálgico, pero siempre destacando el fondo y las características de un yo ligado a las vicisitudes del mundo: la luz está enferma esta tarde / está dolida consigo misma de tanto alumbrar (“Requiebros de la luz (5)” señalan estos versos. No debe sorprendernos que la sensación de esa “luz enferma” sitúe el antagonismo del yo frente a una visión sombría y compleja. En este contexto, las imágenes que emplea el poeta transmitirán el sentido de insatisfacción que contrasta con el deseo de un mundo más sensible, y la poesía presentará más de una razón para reflejarlo:

 

 me puse a escribir y no tenía

 nada que decir

 ni ideas ni sentimientos ni presentimientos

 ni siquiera un lenguaje

 una mísera palabra para remendar la realidad

 no tenía una letra afuera ni adentro

 una gramática sin horma una sintaxis sorda

 un vocabulario recogido de los basureros

 no tenía ni siquiera una mosca en el sueño

 

 el lápiz tenía la punta afilada

 el pobre apenas trazaba líneas sinuosas

 semejantes a curvas mortales de carretera

 no tenía tan siquiera

 un perdonador de tachaduras

 un machacador de vocablos

 una gota de tinta para mis signos pétreos

 

La escena del poema anterior sugiere mucho más de lo que presenta: “no tener nada” es solamente un subterfugio, una expresión dubitativa en el poema. Siempre habrá algo que decir, y siempre algo sucede, aunque no hagamos exactamente lo que tenemos que hacer. Par el poeta, la realidad no puede ser negada, ni él mismo puede substraerse de las cosas que manifiestan su hondura reflexiva. Sabe que todo a su alrededor está hablándole de un mundo implacable. Pero a pesar de las duras experiencias que lo invaden, buscará un refugio en las cosas que lo acercan al ámbito familiar. Es decir, las cosas que sostienen su intimidad y se convierten en experiencias de su humilde vivir: mi hamaca y yo tenemos una amistad sincera / me tiendo en ella y mi panza / se goza de sí misma (“Bostezo blanco (12)”, expresa en estos versos. Y más adelante, en “Hojillas vencidas (13)”: …qué culpa tenéis vosotras hojillas vencidas / de existir en mi piel / de sobrepasar mis poros quebrados / de tanto vivir. A estos versos podríamos añadir este otro título, “Diálogo con mi pie derecho (17)”, donde se quiebra el sentido de la realidad para inventar otras situaciones irónicas y sorprendentes: mi pie derecho se puso tan simpático / como un comediante barroco / se puso encantador como un mago… Ciertamente se replantean aquí experiencias de un ambiente cuya recurrente realidad llevará al poeta a examinar también el propósito de su escritura: 

 

  mi verdadero oficio ha sido

  el de tachador

  el de machacador

  de palabras

  el de

  triturador de vocablos

  implacable para sacarle el jugo

  al sentido

  de no ser así las palabras me asfixiarían

  o me llevarían a una claridad

  cegadora

 

Las dificultades y las penurias de la escritura acabarán consumiéndolo y llevándolo por experiencias ignoradas. Es seguro que la claridad cegadora del poema represente aquí un significado totalmente ajeno al sentido que usualmente le damos a esa “claridad”, pues la sensación de claridad que lo invade no es otra cosa que la revelación misma de la poesía. Esto, en cierto modo, es lo que ocurre en “Tachadura” al poeta evocar el sentido de la escritura en su vida. Su poesía es representativa de la complejidad del mundo. Le ofrece, por un lado, un refugio y, por otro, un modo de enfrentarlo. Esto se advierte en la continuidad de un imaginario que va revelando los momentos sombríos de la existencia: a veces cuando sufro frío / me arropo con la nada / para equilibrar la tendencia a pensar… (“Arropado con la nada” 24). Sin embargo, aunque no haya ningún asomo de alegría, a veces aparece alguna “forma de promesa” como notamos en el poema 26. Pero como hemos dicho, hay composiciones que contienen un sentimiento doloroso que puede observarse, por ejemplo, en “Sombras hendidas” 30: al final las sombras se lo comen todo / se tragan la luz vomitan el aire. Este sentimiento refleja la inquietud ante la vida, la postura de un hablante que se corresponderá con una visión que conlleva una reflexión de su estar en el mundo. Así parece advertirlo el poema 34:

 

demás está decir

que si has de nacer

para morir

eso te convierte

en la paradoja más pura

paradoja

 

Pero lo que caracteriza estos versos no es solamente el matiz de la realidad que alterna con las vivencias del yo lírico. Son también otras las situaciones que impactan y obsesionan al poeta dejándolo con una inquietud profunda. No hay duda de que Los versos de la silla rota son productos de las cosas que lo hiere cuando piensa en aquellas “obligaciones filosóficas” que lo llevarán a cuestionarse una y otra vez el valor de la escritura (“Dedo hecho trizas” 35), y a cuestionarse igualmente la temporalidad e incertidumbre de la vida. Esto sucede, por ejemplo, en la intensidad de los siguientes versos: casi todo está metido de cabezas / en el charco del azar / lo inesperado forma parte de la fibra misma / de lo humano (“Tal vez quizás” 40). Esta actitud lo obligará a detenerse la vida como si la realidad de ese vivir fuera una continua lucha con cada uno de sus pensamientos. Así nos advierte la siguiente estrofa:

 

 (…)

 no hay leyes en el existir de los afectos

 ni pautas en el cuerpo de los sentires

 los verbos concluyentes quedan aplastados

 por el hielo del pensamiento

 y luego gotean lentamente

 en el tal vez quizás

 

Ante esta sensación de abatimiento los poemas “Serenata adolescencia” y “Niñez de luz” reproducirán una visión más alentadora del entorno, y exaltarán una adolescencia impregnada de  gratas emociones. De modo que lo que vemos ahora no será ya el sentimiento agobiante de ese presente arrollador que hiere al poeta, sino la emoción de aquel pasado que lo rescata del dolor. Así lo expresará en los primeros versos del poema 41: mi memoria ataja como guante de béisbol / a la adolescencia de canciones baladas trovas jazz rock / milongas tangos rancheras boleros sones valses / todas músicas exaltadas que comen sentimientos dulcemente…” Todos estos ritmos y estilos musicales resaltarán el sentimiento de aquella pasada juventud frente a su inmediata realidad:

 

 así se me fue la juventud

 como una tecla graciosa

 de balcón en balcón de patio en patio

 hasta que la alegría toda se disolvió

 en la gran noche

 de la adultez

 

Otra gratificante memoria retendrá también lo mejor de aquella niñez vivida al contacto con la naturaleza. Me refiero a “Niñez de luz” (42) que pondrá al descubierto la riqueza espiritual de aquel tiempo inolvidable. Una lectura total del poema nos señalará la hondura y experiencia emocional que refiere el lenguaje, y la razón de esa luz no será un motivo accidental, sino un conocimiento mayor y más humano del paisaje y las cosas sencillas que transforman la vida. Una luz que también significa una forma de sentir aquella primera visión de mundo traspasada ahora por el duro escepticismo que entra en la mirada cristalizando otras vivencias.

 Esta visión de la niñez proyectará aquel pasado lleno de ricas y profundas experiencias: la infancia en un ambiente de juegos y canciones y la grata libertad fundida en la leve alegría del momento. Todo arraigado intensamente la emoción que refuerza la vida llenándola de aquel ímpetu infantil lejanos en los “territorios ignotos” que sugiere el poema (42): de todos ellos guardo una glamorosa cicatriz, dice el poeta. Y ciertamente el sentido que resalta el poema “Niñez de luz” designará una vez más ese estado felicidad de la infancia antes de la vida tomar otro rumbo y asomarse a horizontes más dolorosos para el espíritu. Como, por ejemplo, el que sugiere el lenguaje de “Ten cuidado paisaje” (43), o el que hallamos en el texto “Borde pánico” (44). En estos textos enfrentamos el tema existencial mucho más directo que en los poemas anteriores, aunque en el fondo todos estén impregnados, en mayor o menor grado, de las duras experiencias de la vida. Pienso que tal vez sean estas experiencias las que hacen tan expresivo el sentido humano de este libro. Por eso el lector encontrará en estos versos a un poeta que se resiste a aceptar la realidad tal como es. Esta es la razón por la cual utiliza un lenguaje directo de sus versos. Habla sin dejarse aprisionar por lo que piensan los demás, como sugieren los siguientes versos: señores míos / pacientes lectores / testarudos camaradas / amigos ilusos / llegó el momento / de decirles / adiós (47).

 Los versos de la silla rota reflejan la visión de un mundo árido y complejo que exige un modo de comprensión que haga más sensible y auténtica la realidad de los tiempos que nos ha tocado vivir, una mirada que triunfe sobre la angustia y la soledad. 

 

NOTAS

1. Broken Chair en la plaza de las Naciones, en Ginebra. La portada del libro es una foto de la obra del artista suizo Daniel Berset, realizada por el carpintero Louis Genève. La silla gigante con la pata rota simboliza el rechazo de las minas antipersonales y de las bombas de racimo, y la llamada de la sociedad civil a los jefes de Estado que visitan Ginebra. (Wikipedia). 

2. Todos los poemas del libro comienzan con letra minúscula. Al lado, cada uno de sus títulos está señalado con un número entre paréntesis. Dejar sin punto final los textos parece darle más soltura a la expresión como si los poemas estuviesen sugiriendo un personalísimo y continúo diálogo.

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