Lo arcano en Vallejo, y quiero usar un adjetivo pasado de
moda intencionalmente, ha sido explotado en exceso por una crítica culta que -como con los evangelios-, no ha permitido
nunca un contacto natural del lector con los textos de Vallejo. En ambos casos,
el mensaje tiene una naturaleza divina y pasa por el visto bueno de los “doctores
de la ley”.
Asimismo, la muerte de Vallejo está atada a un misterio.
Los médicos no encontraron ningún órgano enfermo en su cuerpo, lo cual también sirvió
de pretexto para que la crítica comparara al poeta con un mártir cristiano. Así,
Vallejo muere de puro dolor y por exceso de humanidad, tal y como Cristo lo hizo.
Felizmente, una novela policial de Roberto Bolaño titulada
Monsieur Pain da un paso en la desacralización
de Vallejo al centrar el dilema en torno a la extraña muerte del poeta.
Soledad Platero [2] afirma que
la poesía de Vallejo no edifica construcciones simbólicas, connotativas, sino que
denota, Vallejo dice, no insinúa. El que pueda entender, entienda.
Para Platero,
Vallejo le hace trampa a la escritura como vehículo del logos, al lenguaje articulado
según una dialéctica conocida. Quisiera partir también de esta afirmación porque
es una señal de lectura permisiva que invita a la hermenéutica desde nuestra subjetividad.
¿Qué me dice a mí vallejo? ¿Qué me dice el cuerpo en su poesía? Cómo asocio esta
poesía a mis referentes lingüísticos y psicológicos.
Si hay algo que es un lugar común, pero del que
no se puede escapar, es que el dolor en Vallejo es una forma de conocimiento que
tiene su base en el cuerpo humano. Mónica Saldías [3] sostiene que “Es a través del cuerpo y por el sufrimiento que el
hombre tiene una revelación de su materialidad esencial. El cuerpo es en Vallejo
fundamento de la conciencia humana...” No puede pensarse el mundo a partir de otra
cosa que el mundo mismo y para Vallejo el mundo antes que nada es el cuerpo”. La
materialidad del ser cobra fuerza gracias a la repetición de términos y a la asociación
de palabras.
La materia
Heredamos del Medioevo y de la filosofía y ciencia
cartesianas la dicotomía cuerpo – alma. El mecanicismo se erigió como el único paradigma
hasta el siglo XX. Entender la realidad pasaba por dividir las partes para describirlas,
y así comprender al todo.
El ser humano fue visto como una máquina con varios
engranajes para su funcionamiento. Gracias a la ciencia, sabemos ahora que esta
dicotomía se rompe con la perspectiva integradora del ser, aunque el término ser
es sospechoso de encubrir el alma por separado, ya que la psicología, como ciencia,
estuvo ligada al paradigma cartesiano. Me inclino entonces por hablar del cuerpo,
pues sin él la uña no tendría discurso, como diría Vallejo.
Hay una dicotomía estructural, dicen los fervientes católicos entre la naturaleza
tangible del cuerpo y la naturaleza trascendente del alma. Miremos –dicen– con atención
la llama de una vela, y tendremos una aproximación a nuestra alma: la llama alzándose
en el aire, tendiéndose hacia Dios. Pero el cuerpo como el pabilo nos tira de nuevo
hacia abajo. Hacia arriba lo purificado, hacia abajo lo impuro. Vallejo rechaza
esta dicotomía, para él la llama es, la materia es, su propio cuerpo es parte del
cuerpo de la llama.
“La vida es un círculo de cuerpo y palabra, sin
precedentes absolutos entre uno y otra", [4] escribe la filósofa italiana Luisa Muraro. Cuerpo y palabra son inseparables
en la poesía de Vallejo.
Otro rasgo importante lo constituye la identidad
poliformista, masculino/femenino, mencionada en el ensayo de Susana Reisz “César
Vallejo y el naufragio de la diferencia”. Aunque inmediatamente me viene a la mente
el libro de la profesora y medievalista española María Milagros Rivera El fraude
de la igualdad”: [5]
Es un error creer –dice la profesora Rivera– que lo femenino y lo masculino, la potencia significante
del cuerpo de mujer, el cuerpo con capacidad de ser dos, y la potencia significante
del cuerpo viril, ese cuerpo que se autorrepresenta en torno al falo solitario,
están irremisiblemente enamorados o enfrentados entre sí. [6]
Y cito dialécticamente a estas dos estudiosas de la literatura y los fenómenos socioculturales porque desde esta perspectiva pendular la entrada al túnel que es el corpus vallejiano se ilumina de repente.
El cuerpo entonces se ofrece a nuevas lecturas, a tensiones conceptuales
que lo desplazan hacia otros imaginarios, a otras poéticas culturales. La causalidad
entre significante y significado puede así ser desafiada desde su misma constitución
como refuerzo de los pactos de relación entre poder, saber y verdad. [7]
Susana Reisz escribe a propósito del sentimiento
de culpa frente a la “madre dolorosa” en “La copa negra” de Los Heraldos Negros, que el “yo poético masculino
ocupa la posición de la femineidad cosificada y agredida mientras que el tú asume
la función de la masculinidad fálica agresora”: [8]
Auscua astral...He sentido
Secos roces de arcilla
Sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer¡ Por ti existe
La carne hecha de instinto. Ah, mujer.
El contraste entre la “dureza” de la arcilla y la “blancura-pureza del
loto es suficientemente convencional como para sugerir sin mayor riesgo de equívocos
la imagen visual y lingüística de una des-floración que, en este caso, es padecida
por el hombre. [9]
“De modo análogo –dice Reisz– en Tr. LXXI el varón-hijo-amante habla desde la
perspectiva de la mujer-madre gestante-amante devoradora, que contiene en su cuerpo
el cuerpo del otro”, [10] el sujeto del
discurso amoroso en la poesía de Vallejo es para Susana Reisz una entidad voluble.
Este sujeto no sólo se conduele, es también irascible, agresivo con la entidad voluble,
masculino/ femenino, la imagen de la vulva como dos anchas hojas –anota Reisz– cortan como tijeras de podar y recuerdan la vagina
dentada del imaginario precolombino.
Pero, además,
que el hecho de que cuerpo y palabra sean inseparables en Vallejo nos hace ver que,
según Muraro y Rivera, en el orden simbólico de la madre, el cuerpo y la palabra
constituyen una unidad. El estudio de la lengua no puede descuidar el del cuerpo,
y por eso la poesía en Vallejo elude la metáfora. Su dolor está anclado en el cuerpo,
y este es un cuerpo femenino en muchos sentidos.
La metamorfosis
...estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando a la cebolla,
al cereal en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo
Jamás hombres humanos
Hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
El hombre humano, los animales y las cosas se ubican
en el mismo frente ante el dolor: pero es el hombre humano el que lo nombra:
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
El corazón, en su cajón, dolor
La lagartija, en su cajón, dolor.
¿Cuál es el origen de este dolor? Violeta Barrientos se contesta de la siguiente
manera: “Vallejo no responde por su naturaleza ni por sus causas. Simplemente lo
comprueba en el aumento de su velocidad, intensidad y extensión. Es un dolor cotidiano
y permanente: “crece a treinta minutos por segundo”. [11] Para Barrientos ese dolor está en todo lo que rodea al hombre, es
decir, es un dolor por extensión.
No es el dolor de una raza, como se ha comentado
hasta el cansancio, ni el dolor de la vasta humanidad o el de la injusticia social
ni el de la incertidumbre. El dolor es del cuerpo. Como para los románticos en perpetua
rebeldía, habitantes de lo irracional, el cuerpo es –no contiene– sus pasiones; el cuerpo en Vallejo es su dolor,
incluye en este sus propios detritus y deyecciones, y su fragmentación, la imposibilidad
de ser una unidad separada del todo apocalíptico:
Se pedía a grandes voces
Que muestre las manos a la vez
Y esto no fue posible
Que mientras llora, le tomen la medida de sus pasos
Y esto no fue posible.
Que piense un pensamiento idéntico en el tiempo en que un cero permanece
inútil...
¿Dónde acaba el dolor para dar paso al placer?
pregunta Santiago Amón. [12] El placer
es síntoma de martirio y viceversa.
“Para Georges Bataille lo que está siempre en juego
en el erotismo es una disolución de formas constituidas, de esas formas de vida
social, regular, que sirven de base al orden discontinuo de las individualidades
definidas que somos”. [13]
Control/descontrol | Detritus
Es curioso como la poesía vallejiana se expone
permanentemente a la pérdida del control de sentido y cómo este al borde del colapso
se recobra para intentar perderlo una vez más.
Así, en Vallejo la fase oral va –según el psiquiatra
Max Silva Tuesta– de un polo a otro: “El pecho
materno comienza a dejar de ser absolutamente bueno después de la primera frustración
oral”, [14] y termina siendo aterrador.
(“Este susto con tetas”, “no hay cosa más densa que el odio en voz pasiva, ni más
mísera ubre que el amor”, “las piedras de PissaJ tienen el pecho malo”, “pezón negro
y deforme”, escribe en distintos poemas Vallejo).
Culmina esta tendencia al placer del cuerpo el
primer poema de Trilce, texto ¿genésico?
¿escatológico? No importa, el texto bordea la infatigable máquina de fluidos que
es el cuerpo humano:
Quién hace tanta bulla,
y ni deja
testar las islas que
van quedando.
Un poco más de consideración
en cuanto será tarde,
temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina
tesórea
que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz,
a cada hialóide grupada.
Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido,
seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS
BEMOLES
Y la península párase
por la espalda, abozaleada,
impertérrita
en la línea mortal del
equilibrio.
Vallejo ha descrito como misterioso el lugar sin límites que se encuentra
entre el dolor y el placer, y lo hace con una imagen plástica triangular pero corpórea:
Entre el dolor y el placer median tres/
criaturas, de las cuales
la una mira a un
muro, la segunda usa
de ánimo triste y la
tercera avanza de puntillas;
Muro de lepra para los poetas expresionistas alemanes, muralla china de Kafka,
muro de los lamentos para los judíos, muro de tanques israelíes para los palestinos,
muro galáctico que nos separa del vacío de Bootes, la porción más monstruosa de
nada que podemos imaginar, con un diámetro de algo más de 120 Mpc. Para nosotros
el muro nombrado por Vallejo es la imagen más vigente del dolor.
NOTAS
1. Cuenta Soledad
Platero en “Breve relato biográfico de César Vallejo” que César Vallejo le pidió
al poeta Abraham Valdelomar que prologara “Los heraldos negros”. Aunque Valdelomar
aceptó, no pudo hacerlo. La obra salió sin prólogo. http://henciclopedia.org.uy/autores/Platero/Vallejobiografia.htm.
2. Soledad Platero,
“César Vallejo: Tramposo agujero negro”, http://henciclopedia.org.uy/autores/Platero/Vallejotrampa.htm.
3. Mónica Saldías
“César Vallejo y el dolor como experiencia de la objetividad, http://secrel.com.br/jpoesia/bh3vallejo5.htm.
4. María-Milagros
Rivera “El fraude de la igualdad”, Ed. Planeta 1997.
5. María Milagros
Rivera, “El fraude de la igualdad”.
6. María Milagros
Rivera, ibidem.
7. Alexis Carreño,
“Cuerpo, encuentros y descalces”.
8. Susana Reisz,
“Voces sexuadas”, Asociación Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos Edicions
de la Universitat de Lleida, España, 1996.
9.
Susana Reisz, ibidem,
10.
Susana Reisz, Ibídem.
11. Violeta Barrientos
“El tabú de la enfermedad” en “La imagen del cuerpo en la poesía peruana contemporánea”,
tesis para de Doctorado, Universidad de París 8, 2002.
12. Santiago Amón.
Vía Áurea.
13.
Santiago Amón, ibidem.
14. Max Silva Tuesta,
“Un enfoque psicoanalítico sobre Vallejo”, Editorial Perla, Perú 1988.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 192 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidado: Pablo Amaringo (Peru, 1938-2009)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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