terça-feira, 14 de dezembro de 2021

CLAUDIA VILA MOLINA | Presencia de símbolos religiosos en el imaginario de Altazor, de Vicente Huidobro



Presencia de símbolos judeocristianos en el texto

En primer lugar, Huidobro expone un sustrato para el universo creacionista que plasma a lo largo de todo el texto, su teoría de “pequeño dios” asevera que el poeta debe ser un creador y focalizarse en la formación de mundos poéticos y no como simple reproductor de la realidad. “Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar el mundo en sus aspectos, no hemos creado nada (…)” (Huidobro) Esto es sumamente válido, sobre todo, después que los conceptos creación e invención, nos asaltan constantemente, como una dicotomía insalvable, ya que al referirnos a la creación debemos recurrir necesariamente a una idea de dios, creador, energía universal, etc. Ello se presenta como un problema, porque es muy complejo crear un hecho totalmente nuevo, por lo tanto, la idea de invención es mucho más acorde a la propuesta poética que plantea el poeta. Teniendo en cuenta estos antecedentes, se considera que este texto se asienta desde la base simbólica de elementos religiosos y se patenta cuando comienza: Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio (…) esta recurrencia de diferentes símbolos de este tipo en la poética Huidobriana, se interpreta como un modo de abstraer estos códigos, para de esta manera surtir el universo místico que abastezca a Altazor y a todas las simbologías que habitan allí. Otro ejemplo lo encontramos en lo siguiente: Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha, mediante este esquema de citas se comprende el desarrollo del texto, el cual está cimentado en los conceptos referidos anteriormente.

 

Adaptación de los símbolos de la tradición judeocristiana

Los símbolos religiosos presentes en el prefacio de Altazor están, sin embargo, permeados por el influjo del hablante lírico, quien utiliza estos y los transforma según el texto así lo vaya requiriendo. En este sentido, los elementos de la modernidad acuden con regularidad en esta simbiosis mística, la cual es necesaria para que el hablante pueda disponer de un mundo acorde a su propio imaginario vanguardista, tal como se manifiesta en los siguientes ejemplos: Encuentro a la virgen sentada en una rosa y me dice: Mira mis manos son transparentes como las bombillas eléctricas (…) podemos observar la imagen poética fundida en torno a un elemento moderno, que causa una extrañeza en el lector y separa de cierta forma, lo real de lo inexistente, queriendo formar un elemento nuevo a los ojos del lector.


Mediante estos signos, el hablante adopta diferentes posiciones dentro de este mundo, en el cual el afán creador sobresale especialmente, tal como se plasma en el manifiesto Creacionista, cuando Huidobro señala que: “el poema creado en todas sus partes como un objeto nuevo”, sin embargo, en el prefacio de Altazor existen muchas referencias a este corpus religioso.

Por ello es válido preguntarse, ¿si el poema debe ser un hecho totalmente nuevo?; ¿por qué se cimenta la cosmogonía de Altazor dentro de esta simbología religiosa?, (…) Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas. Me puse de rodillas en el espacio circular (…) y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas. Esto es bastante significativo; ya que el texto se abastece mediante la constante comunicación entre Altazor y la Virgen, dando por entendido una relación filial bastante cercana, se expone esta necesidad de Altazor de su madre, representada por la Virgen, quien simboliza en el texto esa protección que necesitan sus hijos terrenales, y que necesitan de ella para evitar el peligro presente en el exterior.

Asimismo, los demás elementos representados como Dios y el Creador juegan un rol interesante dentro del texto, llama la atención la diferenciación que hace el hablante entre ellos, dando a entender al Creador como un ente universal, que sobrepasa todas las religiones, en cambio Dios se aboca más a la tradición Judeocristiana, adscribiendo así ciertos límites terrenales que no posee el Creador: Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo, ante este se prolonga un espacio inconmensurable, dando la idea de amplitud, algo difícil de aprehender, porque es pura extensión sin ningún límite previsible. En cambio, el concepto expresado de Dios es diferente: La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada, en el cual se aprecia elementos de la modernidad, que permiten crear una atmósfera vanguardista, con límites mucho más definidos, pero que a su vez tiende a unir dos conceptos disímiles para romper los esquemas preconcebidos por el lector.

 

Importancia del lenguaje como constructor de mundos

Esto se evidencia porque el hablante lírico construye su medio de transfigurar la palabra mediante el lenguaje, este crea mundos, pero también los destruye, con esto se observa el poder de la palabra en este texto, va creando diversas imágenes, las cuales van mutando constantemente, la lengua, de este modo contribuiría como un medio codificador y decodificador del lenguaje mismo, como se observa a continuación: Después cree la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas, y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca, desde este punto de vista el hablante lírico logra variadas imágenes para expresar la libertad de la palabra, y el efecto que esto genera en el lector. Esto se hace con un afán de transgredir los ejes contra los cuales Huidobro luchaba, o sea una poesía mimética; limitada en la forma y el contenido.


En el mismo prefacio se aprecia cuando Altazor dice: “Los verdaderos poemas son incendios (…)” en el sentido que la palabra se dispersa, se inflama e ilumina los espacios. Esto es gracias a las evocaciones dejadas en nuestro interior, porque cada imagen bien lograda debería dejar una estela luminosa en nuestra mente, según ello experimentamos una sensación de goce o explosión, con lo cual sabemos que esta imagen nos dejó un efecto permanente, el que se repite cada vez que releemos el texto. A continuación, leemos: Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos la casilla de mi tablero: “Un poema es una cosa que será. Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser. Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser” En esta aseveración el poema se cosifica, se hace dúctil, se metamorfosea a cada instante para mostrarnos los cambios impredecibles de los mundos creados por el hablante lírico.

Si decimos que: “el poema es una “cosa” que nunca será”, planteamos que el texto no se terminará del todo, o sea se está construyendo permanentemente y esta construcción o reelaboración ocurre en la mente del lector, gracias a esto alcanzamos el goce frente a un suceso desconocido que nos deslumbra. Si decimos que: “el poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser” se plantea que el texto como tal no germinó como un poema, o sea nunca obtuvo esa calificación, a la vez no se podrá terminar o quedar completado nunca. Esta indefinición es también parte del proceso creacionista, al no dar por terminado un texto, estamos ante una obra que no se valida solo por sí misma, sino que necesita de varios actores que entren en este juego poético y creativo para poder completar el significado. Entre ellos, podemos contar el contexto de la obra poética; por ejemplo: época de producción del texto, biografía del autor, contextos de recepción de la obra, etc. Ellos nos permiten entender todas las variables que se imbrican para conducirnos al verdadero significado del texto. Al mismo tiempo, es bueno señalar que la obra tiene diferentes estados, y permanece en nosotros constantemente a través de las relecturas que hacemos, las cuales son tan necesarias para ir al fondo de los contenidos, más allá de la forma como tal.

 

Referencias bibliográficas

Huidobro, Vicente. Altazor y otros poemas. Selección y traducción de los poemas manifiestos en francés de José Manuel Zañartu. Zig-Zag. Chile, 2010.

 


CLAUDIA VILA MOLINA (1969). Escritora nacida en Viña del Mar, Chile. Profesora de lenguaje y comunicación (PUCV), poeta, editora, correctora de textos y crítico literario. Ha publicado:

Los ojos invisibles del viento, poesía, 2012.

“Componiendo la ilusión”, antología poética surrealista, 2017.

Reseña crítica a “Doce Noturnos Da Holanda” (1952) de la poeta brasileña Cecilia Meireles, 2018.

“Ixquic”, antología poética feminista, 2018.

“Luna llena”, antología poética surrealista, 2018.

Reseña crítica a “Barajar la poesía (panorama artístico, cultural y surrealista en Latinoamérica)” de Alfonso Peña, 2020.

“Antología de la luz”, poesía, 2020.

“120 noches de Eros, antología poética surrealista, mujeres surrealistas” de Floriano Martins, 2020.

Poética de la erótica, amores y desamores, poesía, 2021.




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[A partir de janeiro de 2022]
 

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