SA | El primer movimiento de vanguardia
en República Dominicana es el Postumismo. Con el poeta Domingo Moreno Jimenes a
la cabeza, surge muy temprano en la década del ‘20 –en el mes de marzo de 1921–,
casi simultáneo con los ismos europeos. Sin embargo, como en otros países latinoamericanos
el punto inicial: la necesidad de cambio, la ruptura y la renovación formal, características
del espíritu de la vanguardia, hay que buscarlo desde los inicios del siglo en el
post-modernismo. En poetas como Zacarías Espinal y Vigil Díaz. El primero, vuelto
hacia el pasado clásico se instala en la palabra para desde ella y las combinaciones
fónicas subvertir, destruir el sentido rechazando la posibilidad de comunicación
a partir de la realidad inmediata, e instaurando la autorreferencialidad del poema.
Antecedente también, y el punto inicial más reconocido es Vigil Díaz, precursor
del Vedrinismo, “primer movimiento literario de nuestra historia literaria e inicio
de los de vanguardia en nuestra América”, figura polémica de nuestra literatura
pues si algunos lo señalan como el introductor del versolibrismo en nuestra poesía,
con quien surge “el auténtico espíritu de vanguardia”, otros matizan, cuando no
rechazan ese aserto.
Lo indiscutible son los signos de cambio que comienzan a manifestarse en
el ambiente literario dominicano en los albores del siglo, cónsono con las profundas
transformaciones económicas y sociales que vive el país de cara a la modernización,
entre las cuales cabe citar la modificación del aparato productivo con el desarrollo
de la industria azucarera y la consiguiente fundación de nuevos poblados y ciudades,
la introducción del ferrocarril y luego la construcción de redes de carreteras,
la entrada de capitales extranjeros y la apertura al exterior. Justamente en el
período de las vanguardias, el país rural que éramos, de apenas 458,500 habitantes
a fines del siglo XIX y dos o tres centros urbanos, aumenta su población a 894,665
habitantes en 1920, y en 1935 a 1,479,417, inicia un cierto desarrollo industrial
y urbanístico y conoce los más importantes inventos modernos: la luz eléctrica,
el automóvil, teléfono, fonógrafo, cinematógrafo, el aeroplano, y sobre todo un
importante aumento en el número de periódicos y revistas a partir de la introducción
de la máquina de escribir y el linotipo, espacios de apertura, medios en los cuales
circulaban no sólo las nuevas ideas políticas y de modernización, sino también noticias
sobre las novedades culturales en Europa, entre otras el surgimiento de las vanguardias.
En esos años se producen también cambios importantes en la educación –bajo
la influencia hostosiana– así como en los órganos de transmisión cultural. Los nuevos
estilos de vida se aceleran a raíz de la intervención norteamericana de 1916 y la
subsecuente norteamericanización a partir de la Segunda Guerra Mundial. Como señaló
el indispensable Pedro Henríquez Ureña, “El siglo XX llegó, pues, tan a prisa como
había llegado despacio el siglo XIX”.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban
de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban
algo distinto?
SA | La vanguardia dominicana no
solo nace temprano, sino también con sello propio. El primero de los movimientos,
el Postumismo, comparte con las vanguardias europeas la búsqueda de nuevos códigos
literarios, el rechazo a las normas y a la estética academicista, la libertad –del
verso y del poema– la beligerancia, la gestualidad subversiva, el subjetivismo.
Y por supuesto la ruptura de la tradición, referida expresamente en el Manifiesto
Postumista no ya a la tradición literaria nacional sino a la clásica europea, desde
un americanismo que asumido a ultranza traza una línea de separación con las ideas
americanistas en circulación, de la Generación del 900 y también de pensadores contemporáneos
a las vanguardias como Pedro Henríquez Ureña, Vasconcelos y Alfonso Reyes, para
quienes la búsqueda de nuestra expresión y la reivindicación de lo propio parte
del reconocimiento del legado español y de la incorporación de la cultura latinoamericana
a la universalidad. Nada más lejos del americanismo integrador de un Henríquez Ureña
en los Seis Ensayos que el “parricidio” postumista –por lo demás más teórico que
práctico– cuando afirma: “Los mármoles de Paros y de Corinto no se han hecho para
nuestras estatuas. No tendremos en nuestros calderos surrapa de Verlaine ni de Mallarmé,
de Tristan ni de Laforgue. Homero y Virgilio, Goete y Schakespeare (sic) no serán
más que divinidades que respetaremos, soles apagados que no nos iluminarán. Hemos
levantado la estatua con el barro grotesco de nuestra América. Si acaso caen chaparrones
que nos la deformen, nos queda mucho barro, mucho barro que es nuestro ideal universalizado”.
La iconoclastia radical lleva a los postumistas no solo a la negación de
la tradición y los moldes europeos, sino también al rechazo de la vanguardia en
la que se inscriben, constituyendo así, en palabras de Andrés L. Mateo, en una antivanguardia,
“ya que en este momentos los puntos de referencia europeos son el futurismo italiano,
el dadaísmo francés o alemán, y posteriormente, el surrealismo”.
“Reaccionaremos también contra los ultraístas, (sic) futuristas y creacionistas
que pretenden en “acrobacia azul” y sobre grupa de aeroplanos ir a conquistar un
más allá escondido tras las nubes.”
La Poesía Sorprendida, que podríamos clasificar como “segunda vanguardia”
es otro momento de la relación con los movimientos europeos y latinoamericanos.
Aunque relacionada con Moreno Jimenes en su fundación, nace contraria al Postumismo.
Con su lema “Poesía con el hombre universal” y su expresa adhesión a la creación
“sin límites, sin fronteras y permanente; y con el mundo misterioso del hombre,
universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre” los sorprendidos en lugar
de rechazar exigían su derecho a participar en la cultura universal, mostrando una
mayor afinidad y vinculación con las tendencias y las prácticas vanguardistas tanto
europeas como latinoamericanas.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos
mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás países hispanoamericanos?
SA | La literatura dominicana ha
estado desde siempre marcada por nuestra condición insular. Mucho más cuando todavía
no existían canales regulares de comunicación ni de circulación de las escasas publicaciones.
Como en otros países latinoamericanos lo nuevo, y el contacto entre los creadores
llegaba fundamentalmente a través de las embajadurías o del viaje personal de los
escritores, sobre todo a Europa y en particular a París, como sucedió con la ya
legendaria visita de Vigil Díaz a esa ciudad. Esta condición explica el aislamiento
de los movimientos de vanguardia dominicanos, los cuales no pudieron ayer trascender
el mar que nos separa del resto de nuestra América, y todavía hoy no ocupan el lugar
que merecen en la historia literaria latinoamericana.
En lo que respecta al Postumismo, hubo una tímida recepción en algunos países
del área. Se tienen noticias de que en México el crítico Horia Tanasescu da a conocer
la labor poética de Moreno Jimenes; en Costa Rica la revista Repertorio Americano
publica trabajos de los postumistas y en Puerto Rico, según leemos en la biografía
del poeta escrita por José Rafael Lantigua y en el exhaustivo estudio de Manuel
Mora Serrano sobre las primeras vanguardias dominicanas, Moreno “estimuló y aconsejó
al movimiento Integralista”, prestándole para el primer número de su revista el
clisé y formato de la revista del Postumismo, El Día Estético. Mora Serrano y José
Rafael Lantigua, estudiosos del movimiento, se refieren al viaje de Moreno Jimenes
a Puerto Rico, el único que realizó fuera de la isla, y consignan su relación con
Luis Lloréns Torres, Alfonso Lastra y Luis Hernández Aquino, entre otros poetas
vanguardistas.
La relación de la Poesía Sorprendida con el extranjero y los vanguardistas
latinoamericanos fue mucho más estrecha y fructífera. Acorde con su proclama de
una poesía nacional nutrida de lo universal y con el objetivo programático, subrayado
en distintos momentos de vencer el aislamiento insular dando a conocer la poesía
dominicana en el exterior, y en el país la universal, clásica y contemporánea, en
los veintiún números de su revista, publicada desde octubre de 1943 hasta mayo de
1947, encontramos la presencia significativa de poetas vanguardistas latinoamericanos
y españoles, sobre todo del grupo cubano “Orígenes”, así como testimonios de los
contactos con los mismos a través tanto de la recepción de textos inéditos, como
de cartas, visitas y noticias. En la introducción a la reimpresión facsimilar de
la revista, publicada bajo el título Publicaciones y opiniones de la Poesía Sorprendida
(1998), el poeta Freddy Gatón Arce hace constar la participación de 128 firmas de
veintisiete países distintos, poetas en su mayoría ligados a la vanguardia. Destacan,
entre otros, de la primera vanguardia cubana Emilio Ballagas y Eugenio Florit; de
Orígenes José Lezama Lima, Gastón Baquero, Eliseo Diego, Cintio Vitier y Fina García
Marruz, además de Virgilio Piñera; entre los surrealistas chilenos ligados a Mandrágora
Jorge Cáceres, Enrique Gómez Correa, Braulio Arenas, Enrique Rosenblatt y Eduardo
Anguita, además de Carlos de Rokha y Alberto Baeza Flores; de Ecuador Jorge Carrera
Andrade, de Guatemala Mario Monteforte Toledo, de Nicaragua Pablo Antonio Cuadra
y Claribel Alegría, de Perú Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson y Sebastián
Salazar Biondy; de Colombia Jorge Rojas, Edudardo Carranza, y Carlos Martin, integrantes
de “Piedra y Cielo”; y de España Jorge Guillén, Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez.
Nunca antes ni tampoco después publicación alguna logró reunir tal cantidad de poetas
prestigiosos, con textos inéditos en sus páginas, lo que sin dudas constituye un
hito en nuestra historia literaria, aunque justo es señalar que no representó un
mayor conocimiento de nuestra poesía en el exterior, pues hasta donde tenemos conocimiento
no hubo en correspondencia una circulación importante de la producción de los dominicanos.
Momentos importantes en la historia de la Poesía Sorprendida fueron las visitas
a Santo Domingo, entonces Ciudad Trujillo, de personalidades literarias de la talla
de Pedro Salinas, José María Chacón y Calvo, Medardo Vitier, y aunque antes de que
se proclamara el movimiento, en 1941 de André Breton. La visita del surrealista
francés necesariamente debió influir en los poetas jóvenes de entonces, pero además
marcó la vida de la revista –que la consigna al referirse al apoyo de Bretón en
la edición de abril 1946– a través de la fructífera amistad que desde entonces mantuvo
con el fundador del surrealismo francés el pintor y escritor surrealista español
Eugenio Fernández Granell, figura central del movimiento y de la revista en los
primeros. En Ensayos, encuentros e invenciones (1998) los aspectos que Fernández
Granell destaca de la Poesía Sorprendida son justamente los relativos a su afinidad
con el surrealismo y a su incorporación a la contemporaneidad:
De la Poesía Sorprendida yo
destacaría cuatro aspectos: su amplitud de miras a través del espacio dedicado al
surrealismo, pero igualmente a otros escritores galos. La influencia paralela de
la poesía de lengua inglesa. La recuperación de la tradición clásica española y
la de otros escritores más contemporáneos, sobre todo los del 27 y algunos de sus
maestros, como Juan Ramón Jiménez. Y por último, el empeño por llevar adelante,
a través de esta amalgama, la posibilidad de una poesía autóctona, enmarcada dentro
de la literatura hispanoamericana.
FM | ¿Qué aportes significativos de
las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y cuáles son sus efectos
en los días de hoy?
SA | La literatura dominicana es
un entramado fascinante de afinidades y diferencias, continuidades y rupturas en
el que destacan determinados núcleos constitutivos, presupuestos que por su permanencia
en el tiempo han actuado como vectores que atraviesan y articulan los diferentes
momentos del proceso poético, y en los cuales la vanguardia ha jugado un papel de
primer orden. Desde Domingo Moreno Jimenes y los sorprendidos, hasta las jóvenes
generaciones, el deseo de innovación y ruptura con el pasado inmediato, la relación,
asumida o evadida con el contexto histórico, oposición entre universalidad y nacionalismo,
poesía cerrada y abierta, social y de énfasis formal, subjetiva y realista o exteriorista.
Y muy de vez en vez, en una tradición poco dada a los excesos, en la que pueden
contar con los dedos de la mano los momentos de delirio y desmesura, el talante
iconoclasta. Lo que siempre ha estado, explícito o metamorfoseado es ese afán de
“estar al día” y de alcanzar un lugar en el mundo propio de la literatura de los
países periféricos.
Toda la literatura del siglo XX en República Dominciana está marcada por
los dos movimientos más importantes de nuestra vanguardia: Postumismo y Poesía Sorprendida,
por sus diferencias y querellas en una polémica que sin dudas podemos clasificar
como una de las más vanguardistas manifestaciones de la vanguardia en el país, y
que curiosamente si determinada en su momento por la dictadura trujillista, como
todos los aspectos de la vida nacional, se extiende más allá de los treinta y un
años de la tiranía suscitando una notable radicalidad y maniqueísmo en la toma de
partido de las generaciones siguientes por uno u otro movimiento, por una u otra
influencia. Habrá que esperar a los novísimos del siglo XXI para que comience a
manifestarse la liberación de esa carga.
El decantamiento entre postumistas y sorprendidos inició muy pronto, cuando
todavía estaban vivos y productivos los integrantes de estos movimientos. La crítica
ha señalado la influencia de Moreno en los poetas agrupados en el movimiento Los
Nuevos, que con Manifiesto y espíritu de vanguardia surge en el interior del país,
en la provincia de La Vega en el año 1936. Su poeta más destacado, Rubén Suro, se
inscribe en la poesía de temática negra y en una de las tendencias más persistentes
de nuestra tradición lírica: la de contenido social, ambas continuadas por algunos
de los integrantes de los llamados “Independientes del 40”: Manuel del Cabral, Pedro
Mir, Héctor Incháustegui Cabral –confeso admirador del postumismo– y Tomás Hernández
Franco, entre otros. En todos la afirmación de lo dominicano y el sabor local de
los postumistas, la introducción de realidades y vocablos cotidianos, la visión
del mundo como realidad toda poetizable. Pero también la inquietud intelectual y
la inmersión en las profundidades humanas, la imaginería verbal y la influencia
de las vanguardias europeas y latinoamericanas propias de los sorprendidos, sobre
todo el rescate del romancero español. Pasada la beligerancia de la vanguardia y
asentada su influencia y la “nueva sensibilidad”, los “Independientes del 40”, con
una poesía integradora de las conquistas de los postumistas y los sorprendidos,
produjeron obras definitivas para la literatura dominicana.
Es innegable la proyección de Los Nuevos y de los Independientes del 40 en
la llamada Generación del 48, que inició la práctica poética a finales de la década
del ‘40, cuando había desaparecido la revista La Poesía Sorprendida, pero encontrándose
en plena actividad creadora sus integrantes, así como también Moreno Jimenes. El
grupo –no generación– integró en sus filas a poetas de disímiles tendencias: en
unos, era notorio el contenidismo; en otros la “pureza seráfica” del verso, las
preocupaciones formales y existenciales, y hasta el malditismo romántico y simbolista;
en muchos el compromiso con la lucha contra la tiranía, precedente de las batallas
que se aproximaban y que pone sobre la mesa el eco tardío de las “vanguardias políticas”,
cercenadas en el país por la dictadura de treinta y un año. Sin Manifiesto, pero
con un conjunto de ideas y postulados dados a conocer en sus publicaciones, los
del 48 se pronuncian y practican, aunque con menor fortuna que sus predecesores,
“la integración de lo dominicano con lo universal”, es decir, la integración de
la herencia postumista-sorprendida en una “poesía de testimonio –al decir de uno
de sus miembros, el poeta Lupo Hernández Rueda– esencialmente política, que recreando
la historia, buscando nuestras raíces sociológicas, redescubre y afianza el paisaje
nacional, canta al hombre y su destino transmutando en la palabra nuestra realidad
y procedencia”.
El callejón sin salida en el que la literatura comprometida había colocado
la poesía es dinamitado por un poeta sorprendido, Manuel Rueda, el 22 de febrero
de 1974 cuando, al dar a conocer las claves para leer y explicar el poema “Con el
tambor de las islas” crea el Pluralismo, que podríamos definir como el último de
los movimientos de vanguardia en el país tanto por sus planteamientos liberadores,
ya no solo del verso sino de la estructura del poema y la participación del lector,
como por la tremenda polémica y el terremoto que provoca en el adormecido país literario.
En su Manifiesto, Rueda no solo pasa revista a la tradición vanguardista sino que
intenta responder a las preocupaciones fundamentales de la vanguardia desde el conocimiento
a partir de la intuición y el inconsciente, lo nuevo y la experimentación verbal,
la tradición, la modernidad, hasta la estructura del poema, la música, el espacio
gráfico. Después del pluralismo la poesía dominicana no sería la misma. La “tradición
de la ruptura” a la que se refiere Octavio Paz se manifestaría en nuevos cuestionamientos
y también en una mayor conciencia de la práctica escritural y del poema como hecho
de la lengua, marcando la identificación de los poetas de las generaciones más jóvenes
con el legado de la Poesía Sorprendida. Reflexiva y trascendente, plena de sensualidad
y de espíritu, nacional y abierta a la tradición como a todas las tendencias y corrientes
contemporáneas, la poesía dominicana actual muestra una extraordinaria riqueza y
vitalidad en su aspiración, impensable sin el aporte de la vanguardia, a esa unidad
a la que se refirió Walter Benjamin: entre el orden intelectual e intuitivo.
FM | Los documentos esenciales de las
vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a ellos?
SA | La vanguardia dominicana produjo
una documentación apreciable y significativa en su cantidad si consideramos el número
reducido de creadores en un país pequeño como el nuestro. Pero en cada época hubo
una voluntad reflexiva, una necesidad de argumentación e incluso de polémica. Manifiestos,
proclamas, reflexiones, reacciones y adhesiones, polémicas, se encuentran dispersos
en las distintas publicaciones y revistas de la época, en folletos y antologías.
También en las fundamentales revistas de los postumistas, El día estético, y de
los sorprendidos La poesía sorprendida, que como señalé más arriba fue recopilada
y publicada el año 1988. Afortunadamente, los Manifiestos son muy conocidos, pues
han sido reproducidos en diferentes publicaciones. Recientemente, en su libro Postumismo
y Vedrinismo. Primeras vanguardias dominicanas, el escritor Manuel Mora Serrano
anuncia la publicación de un segundo volumen de su investigación con los textos
relevantes de estos movimientos.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 194 | dezembro de 2021
Artista convidada:
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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