Hay en el ser
Algo particularmente tentador
para el hombre
Y esa cosa es justamente
LA CACA
(Pour en finir avec le jugement de Dieu)
Para salir ¿De dónde o hacia dónde? Aparentemente para salir de un cuerpo que
lo aprisionaba, como a los gnósticos, impidiéndole ver la luz. Esa luz se le apareció
bajo el resplandor de lo que Dionisio el Aeropagita describió como apofásis: luz que surge de las tinieblas, o luz sometida al proceso de la nigredo de los alquimistas. Todo parece indicar
pues, que Artaud estuvo sujeto a una constante metástasis (el cáncer, enfermedad
que padecía, suele hacer lo mismo), que concluyó con su muerte como punto final
e inicio de otro proceso. Artaud experimentó la putrefactio en su persona,
asumiendo las etapas sucesivas de la composición y descomposición. Su experiencia
fue única y no transferible. De ahí que Artaud puede hacer daño si intentamos incorporar,
como si fuese un conocimiento empírico, lo que él vivió en tanto que un ser dominado
por otras leyes que no son las nuestras. Sus leyes –que pertenecen al ámbito de
la locura– lo llevaron a romper con la sintaxis lógica para crear la suya propia.
Su lenguaje no está construido con palabras reconocibles, sino con gritos primordiales
e irrepetibles. Son alaridos que nos llegan desde el fondo de las edades, haciendo
caso omiso a la función utilitaria de la palabra. Aquí el Surrealismo traspasa los
límites que Breton pensó para la palabra, o sea, cruzó ese “otro lado” del lenguaje.
Artaud no quería asomarse a un espacio conceptual, habitado por series causales.
El reverso de su lucidez lo llevó entonces a la demencia, como la experiencia de
un caos primordial, que le permitió emplear un lenguaje roto para entenderse con
sus fantasmas. La historia del psicoanálisis, como nos dice Norman O. Brown, (1)
señala que la represión pesa más sobre
la analidad que sobre los genitales. Artaud
padecía de un cáncer en el ano, ese orificio de salida que posee el cuerpo. De ahí,
de ese lugar inferior, ascendían los vapores de la locura, como Swift en su disgreciones
sobre la misma escribiera:
Si los Modernos entienden
como Locura solamente un disturbio o una transposición del cerebro, forzado por
ciertos Vapores que surgen de las Facultades inferiores, entonces esa Locura es
la Engendradora de todas las grandes revoluciones que han ocurrido en los Imperios,
en la Filosofía y en la Religión (2).
Podríamos añadirle la poesía a su enumeración, pensando en Artaud. La relación
entre el habla y el erotismo anal, fue estudiada por otros psicoanalistas, como
Ferenczi, quien afirmó que existían ciertas
conexiones entre el erotismo anal y el habla, lo que ya había aprendido del profesor
Freud, quien me comunicó que las particularidades del habla de un gago (paciente
suyo) las había trazado hasta sus fantasías anales. (3) Por otra parte sabemos,
como alude Norman O. Brown, que la experiencia religiosa del Protestantismo nació
de una visión que tuvo Lutero en el retrete. El lenguaje fecal de Artaud, no desprovisto
de alusiones eróticas, conjura sus fantasmas a partir de una lógica proveniente
de la demencia, demencia cuyas emanaciones de acuerdo con Swift provienen de lo
anal. Norman O. Brown citando a Swift hace hincapié sobre el asunto: (4)
El camino sinuoso que va del ano a la lengua, termina en la elaboración de un
metalenguaje elaborado a base de glosolalias, que vienen siendo como las flatulencias
del lenguaje tradicional. Por eso ya no es poesía en su sentido tradicional, ni
siquiera al estilo surrealista usual. De la misma manera que una máscara primitiva
nada tiene que ver con el arte y todo con la magia, los gritos de Artaud no pueden
confundirse con la poesía tradicional. Sus gritos son conjuros mágicos para provocar
otra suerte de apariciones.
Hace años en La Habana, durante una visita que hiciera al manicomio estatal
en compañía de Jorge Camacho, tuve ocasión de escuchar unos gritos que no parecían
salir de un ser humano. Pertenecían quizá a alguien poseído por una fuerza primitiva,
fuerza que nuestro mundo racional lo interpreta como locura. Nunca he podido olvidar
la impresión que me causaron esos desechos de palabras, gritados por un ser encerrado
en una mazmorra, dándole rienda suelta a un lenguaje intraducible, pero que poseía,
para él, un sentido. Cuando con el paso del tiempo entré en contacto con la obra
de Artaud, pude escuchar de nuevo ese tono de voz en la grabación de sus trasmisiones
radiales tituladas Pour en Finir Avec Le Judgment
de Dieu. La gritología de Artaud respondía a la que había escuchado en el manicomio
habanero, cuyas claves ambos, el loco poeta y el poeta loco, se llevaron a la tumba.
El clímax que siempre está alcanzando la obra de Artaud nos deja sin respuestas.
¿Cómo descifrar su imagen de un cuerpo sin
órganos? Quizá si de la misma manera que interpretamos la sonrisa sin gato del mundo de Alicia: como un enigma trágico con
su revés de humor negro. ¿Sometió entonces Artaud su cuerpo sin órganos a la
tortura o sucedió al revés? Los dolores que padeciera durante la última etapa de
su vida, dolores anales no lo olvidemos, ¿quién se los infligió? ¿Él a su cuerpo
o su cuerpo a él, como entidad separada? Lo cierto es que Artaud al final de su
vida, fue viendo otras cosas, mientras le pedía a su amigo el extraño poeta Jacques
Prevel, el láudano para amortiguar sus dolores. Esos dolores desfiguraron su rostro,
crispándolo como podemos observar no sólo en fotos sino en los autorretratos que
dibujara. El rostro de Artaud es un idioma aparte que las tonalidades cavernosas
de su voz parecen esculpirlo. Con esa voz Artaud tradujo sus ritos, o mejor dicho,
su teatro llamado de la crueldad. Sus
ritos nos remontan a otras épocas, épocas que pudieron haber hablado como lo hizo
Artaud:
O reche modo
To edire
Di za
Tau dari
De padera coco
Las onomatopeyas de Artaud le ponen al lenguaje sus máscaras, para dar comienzo
a sus propias ceremonias.
A pesar de todas las exégesis, la obra de Artaud se mantiene aún inviolada como
la locura que se apoderó de él. Su obra no presenta pues un problema sino un misterio como le hubiese gustado decir a
Gabriel Marcel. Al misterio de los viejos ritos paganos. No importa tanto lo que
digamos acerca de sus escritos: entre el sueño y la locura, entre la magia y sus
signos, existe una transmutación como ocurre con ciertos virus. Queda entonces la
magia en la cual él creyó y vio practicar dentro de los asilos, después de sus experiencias
con los Tarahumaras:
Los asilos de alienados
son receptáculos de magia negra conscientes y premeditados.
Artaud practicó la magia durante toda su vida. De Cuba se llevó unos objetos
de culto afrocubano, que un negro brujo le obsequió. Su encuentro con los Tarahumaras
fue decisivo. En Irlanda andaba apoyándose en lo que él insistía que era el cayado
de San Patricio. Artaud utilizaba las imprecaciones mágicas para salir y entrar
por sus agujeros:
¿Cual y de qué esos agujeros?
De alma, de espíritu, de
mí y de ser;
Pero en el lugar donde
uno se caga
Padre, madre y también
Artaud.
Eso lo dijo “El Momo”, una de las tantas manifestaciones (o representaciones
teatrales) de su ser. Pero cuando se dicen esas anomalías aparece entonces los policías
del espíritu: profesores, loqueros, curas ect., que pretenden cerrarle el camino
a quien se caga en todos, para espetarle a los que piensan correctamente, vociferaciones
como éstas:
Menedí anenbí
Embendá
Tarch inemptle
O narchti rombí
Existe ese agujero sin
marco
Que la vida quiso enmarcar
Porque no es un agujero
Sino una nariz
Que siempre supo olfatear
demasiado bien
El viento de la apocalíptica
Cabeza
Que chupan sobre su culo
apretado
Y porque el culo de Artaud
es bueno
Para los rufianes el Miserere
Y tú también tienes la
encía
La encía derecha enterrada,
Dios,
También tu encía está helada
Desde hace infinidad de
años
En que me enviaste tu culo
innato
Para ver si yo iba a nacer
Al fin
Desde el tiempo en que
me esperabas
Raspando
Mi vientre ausente
¿Tuvo Artaud o no salida? La caca es una salida, el grito también lo es. Artaud
caga y grita y además hizo lo que otros no se atrevieron: se volvió loco, llevando
de paso al teatro lo que Derrida denominó al respecto el cierre de la representación. Pero como nos recuerda el filósofo del
deconstruccionismo, lo que Artaud intenta decirnos es que el teatro no ha nacido
aún. ¿Qué fue el teatro para Artaud?: intento de salida, sacramento ancestral. Solo
podemos nacer si salimos de un encierro. La cagada: otra salida de nuestra interior
de una material que en muchos casos sirve como fertilizante, o sea, para comenzar
una nueva vida purificada, como le ocurriera a la diosa azteca. El nombre de la
diosa romana de las cloacas: Cloacina significaba la purificadora, llegando a ser
asimilada a Venus. Volvemos a los comienzos. Con Artaud siempre se vuelve a los
comienzos. La materia fecal con la cual el niño juega, es un acto primordial que
nos marca desde el nacimiento y permite nuestro saneamiento. San Agustín con la
crudeza que a ratos acostumbraba a decir las cosas, nos recuerda que entre orinas
y excrementos nacemos y morimos. Nacer, defecar, jugar y fornicar constituyen el
escenario mágico de su teatro mental, acompañados de alaridos y sonidos, intraducibles
a un idioma normal como el nuestro, pero no al de Artaud.
De ahí que este poeta nos conduce a proponernos otra axiología. El coito, para
Artaud, se identifica con la muerte, como lo piensa también otro autor cercano a
él: George Bataille. Durante el coito entran y salen gritos y otros sonidos guturales,
que nos recuerdan que hay gestos que se liberan de toda racionalización acercándonos
en ese instante a la locura. Artaud consigue mediante la suya, trascender el orden
natural de las cosas para habitar otros lugares, que Michaux con sus martillazos
al lenguaje, llamara El Infinito Turbulento.
Recuerdo vivamente la representación de los poemas de Michaux por unos parapléjicos
en un teatro de Paris. ¿Se encontraba el espíritu de Artaud allí presente? Pienso
que sí. Por los gestos que los actores hacían, puedo creer que Artaud “bajó” sobre
los parapléjicos que balbuceaban poemas de Michaux como fragmentos de un protolenguaje.
Dos opciones se nos ofrecen, de acuerdo con Artaud, una vez que traspasamos
los límites del infinito turbulento:
La del infinito exterior
La de lo ínfimo interior.
Artaud penetra en el lugar de lo segundo
para experimentar la turbulencia de su locura. El loco es un consumado actor aunque
no lo sepa. Artaud por lo demás lo fue profesionalmente antes de su demencia. Es
decir fue doblemente actor. Las cosas penetran por la mirada de un loco representando otra realidad y ante ésta el demente actúa de acuerdo. La demencia
le permitió a Artaud tomarse toda suerte de libertades contra lo que Breton llamó
la poca realidad. En ese sentido dio un
paso más allá en la imaginación surrealista, los cuales le rindieron pleitesía como
la diosa que ocupó el trono vacante de la Razón. Artaud, por lo tanto, (junto con
Nietszche, aunque por otros motivos), realiza el acto surrealista supremo: salir
a la calle y matar al Dios de la razón. Al igual que el enajenado de la Gaya Ciencia, creó otras ceremonias: en su
caso el “teatro de la crueldad”.
Muecas y rictus, rostros garabateados, trazos que recorren el papel con furia.
Artaud fue viendo en sus dibujos al otro como frente a un espejo deformado. No podía
ser de otra manera. Quien se atrevió a romper con la estructura de la palabra, tenía
que concluir alterando a la figura humana con la misma violencia. Hace varios años
visité en Viena una gran retrospectiva de sus dibujos, todos contrahechos y erizados
como espinas. La relación Artaud/cuerpo fue siempre así: una incesante agresión
contra su identidad. Tenía pues que deformarla, cuidando de paso que el rostro no
perdiese cierta semejanza. ¿Por qué? Porque entonces hubiésemos perdido todo lo
que él nos quiso decir. Si la palabra tuvo que ser sustituida por el grito primordial,
el rostro tuvo que mantener una identidad deformada, para subrayar de dónde provienen
sus gritos. Otros pintores se han enfrentado con el rostro tratándolo de desfigurar
hasta el paroxismo: los maestros medioevales, Baldung, Goya, Bacon, Munch, Soutine,
Schiele, o Van Gogh, monstuosean sus rostros desde diversas perspectivas.
Algunos bajo el peso del terror religioso y otros bajo terrores más personales.
Artaud, que no fue pintor, se mete dentro de sus rostros volviéndolos de adentro
hacia afuera, para que muestren su reverso. Las torceduras de los rostros de Artaud,
que corresponden a sus mutilaciones del lenguaje, poseen entonces un atractivo rayano
en lo morboso. Sabemos que estamos frente a un loco y lo rechazamos, al mismo tiempo
que deseamos compartir su mundo.
Cuando nos enfrentamos a textos como Suppots
et Supplications, nos encontramos con unas imágenes larvarias (que él ya había
mencionado en su Pese-Nerfs), que cuestionan
la esencia de la poesía, aún la surrealista. Encerrar a Artaud dentro de ese dilema,
sería por otra parte, perderlo de vista. Toda su obra parece estar concebida desde
otra dimensión donde sus palabras se encuentran a mitad del camino de la inteligencia (Le Pese-Nerfs) como un proceso digestivo que siempre termina en materia
fecal.
Su Teatro de la Crueldad continúa sin haber dado aún todas las medidas de sus
posibilidades. Pensemos por otra parte en un Beckett, cuyos personajes sugieren
dentro de otra escala espiritual, esa mitad del camino que no llega a nada. Pero
Beckett hombre distante si los hubo, intentó llegar mediante un
idioma que expresaba la esencia de lo absurdo, mientras que Artaud logró un teatro
de paroxismos que lo abarcara todo: cuerpo y alma. Y es que para actuar o vivir
en esos límites tenemos que convertirnos en un Artaud, y ser capaces de vivir entre
gritos una vida donde, para decirlo con sus propias palabras:
Salgo de mi inexistencia
Yo me divierto
Yo la borro del mapa
Yo la escupo por encima
para hacerla cagar,
Es el teatro de la crueldad
Jal ja shaya rakal
A kal
A ka ka raio (Suppots et Suplications)
NOTAS
1.-4.– Tomadas del capítulo “Excremential Vision” de Norman
O. Brown: Life Against Death, Vintage
Books, 1959.
CARLOS M. LUIS | (1932-2013) Escritor, crítico de arte e curador cubano atuante na cena artística de seu país, tanto na ilha quanto no exílio. Durante as décadas de 1940 e 1950, Luis foi uma figura notável do mundo da arte cubana, colaborando com contemporâneos como Jorge Camacho. Seus trabalhos posteriores no exílio são caracterizados por pinturas abstratas, muitas vezes incorporando texto em suas peças. Deixou Cuba em 1962 e se estabeleceu em Nova York, onde trabalhou na editora Doubleday e fundou a revista Exilio, com artistas e escritores cubanos Julián Orbón, Alfredo Lozano, Jesse Fernández e Eugenio Florit. Em 1974, mudou-se para Miami, onde fundou o Museu Cubano de Artes e Cultura, sendo seu diretor até o fechamento do museu em 1999. Luis é autor de um livro sobre cultura e arte cubana, El oficio de la mirada (1998), e escreveu extensivamente sobre surrealismo.
EMILIO BOLINCHES | (Uruguai, 1960). Em 1973 iniciou seus estudos de desenho com o aquarelista Esteban R. Garino por três anos. Em 1980 fundou o “Taller 2”, o primeiro workshop privado de formação em Design Gráfico que dirigiu durante nove anos e que entregou ao Designer Gráfico Osvaldo Ruso, que continuou até ao final dos anos 1990. Entre 1982 e 1987 integrou e partilhou o atelier do pintor Carlos Prunell onde deu aulas juntamente com ele. Trabalha como professor de desenho na escola secundária desde 1982 e há dez anos. Desde 1976, expôs o seu trabalho em mais de 400 exposições coletivas e 23 individuais, duas das quais nos EUA. Foi destacado e premiado nos mais importantes Salões de Arte dos anos 80 a nível Oficial e Privado, em Montevidéu e interior do País em treze oportunidades. Aos 22 anos, sua obra passa a fazer parte do Patrimônio Artístico Nacional. Suas obras estão em Museus Nacionais e Coleções Particulares em mais de trinta países (a partir de 2010, uma obra da Série “Céus Mágicos” está registrada no Palácio do Governo Chinês). Atualmente desenvolve suas Oficinas de Artes Plásticas no Centro Cultural Carlos Brussa, SUA Sociedade Uruguaia de Atores. Realiza Workshops para Empresas, com uma proposta vinculativa entre as Artes Plásticas e o Cotidiano, assim como palestras de integração às Artes, para incorporação à Nossa Dieta Diária.
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 16
Número 215 | agosto de 2022
Artista convidado: Emilio Bolinches (Uruguai, 1960)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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