Pero antes de continuar, despejemos la confusión bastante común entre comicidad
y humor. Lo cómico se basa en una observación exterior y un resultado generalizado,
no hay que profundizar demasiado porque se puede perder lo que la cosa tiene de
risible. Mientras que la intención del humor es casi siempre crítica o moral, por
eso hay un dejo de amargura en la ironía; se trata de un fenómeno complejo: psicológico,
estético y social al mismo tiempo. El cómico se conforma con provocar la risa; el
humorista quisiera cambiar una realidad que no le agrada, apunta a la reflexión.
El escritor cordobés Juan Filloy decía que el humor genuino es aquel que tiene la
capacidad de hacer reír con seres o temas que no son graciosos de por sí. “El arte
veraz (cito) no repta para abajo ni cava en la irrisión en pos de una risa que carece
de coeficiente filosófico”.
Aunque muchas veces su intención sea simplemente lúdica, el humor también
ayuda a comprender, alivia, exorciza, destruye tabúes, gratifica, replantea, critica,
moraliza y contribuye en ocasiones a modificar actitudes. Durante la última dictadura
militar en Argentina, la revista Humor hizo más que cualquier otro medio porque
el enfoque humorístico le permitía tomarse ciertas libertades.
Por otra parte, el humor es fundamentalmente transgresor y encontramos placer
en transgredir, sobre todo nosotros, los argentinos.
Un buen humorista debe poseer lucidez, ingenio, captación rápida, fantasía,
libertad de criterio, unos gramos de locura, algo de crueldad, rebeldía, coraje,
capacidad de distanciamiento, de análisis y síntesis, de abstracción, analogía,
desestructuración y transposición de planos. Se habla también de una mirada que
caracteriza al humorista: piadosa, comprensiva o filosófica en los que cultivan
el humor soft; mordaz, agresiva o burlona
en los que prefieren el hard.
La obra de todo gran escritor contiene elementos humorísticos y lo comprobamos
leyendo, por ejemplo, a Cervantes, Dostoievski, Balzac, Flaubert o Dickens, que
abundan en escenas y personajes ridículos o grotescos; hasta la Ilíada tiene su
Tersites. En ocasiones estos autores considerados “serios” producen un libro decididamente
humorístico, como la novelita El sueño del Príncipe de Dostoievski, que satiriza
a la sociedad provinciana de Mordasov, Bouvard y Pécuchet de Flaubert, que ridiculiza
la manía tecnocientificista de ciertas gentes, o la Batracomiomaquia de Homero,
parodia que narra en estilo épico una guerra entre ranas y ratones.
Pero hay escritores a quienes se conoce principalmente por su producción
humorística y que, sirviéndose de la ironía o el sarcasmo – en forma de sátira,
parodia, pastiche, etc. – nos brindan el mejor testimonio de la vida real de su
tiempo. Los que quieran saber cómo se vivía en la Atenas de los siglos V y IV antes
de nuestra era, no deben limitarse a los historiadores de ese período; se informarán
de un modo más placentero leyendo las comedias de Aristófanes. Aunque se dice que
el humor es un vino que fácilmente pierde su sabor, todavía nos reímos con este
griego genial. Y es porque supo elevarse de lo individual a lo universal sacando
a la luz – además de los vicios de sus contemporáneos – los defectos de un sistema
de gobierno y las debilidades de toda la nación. Su humor iconoclasta, burlón e
implacable no perdonaba a nadie: satirizó a Sócrates, a Eurípides, al demagogo Cleón…
Del mismo modo, es en las Sátiras de Juvenal y en el Satiricón de Petronio
donde encontramos la más vívida representación de las relajadas costumbres de la
Roma imperial.
Un médico francés, François Rabelais, concibe en el siglo XVI a sus legendarios
gigantes Gargantúa y Pantagruel. Su obra no es sólo un monumento de ese humor escatológico
que suelen cultivar los estudiantes de Medicina, sino que se aprovecha la peregrinación
de Pantagruel y sus amigos al santuario de la Divina Botella para hacer una sátira
de personajes e instituciones de la época, cuyos ridículos siguen siendo actuales
y es lo que hace la inmortalidad de esta obra, vgr.: el chanta Panurgo, el fraile
borrachín y mujeriego, el país de los Chicaneros, etc.
Rabelais es doblemente transgresor: tanto la forma como el fondo de su obra
se salen de los moldes medievales; mezcla de erudición y vulgaridad, apunta a un
público mixto constituído no sólo por los humanistas, sino también por los estratos
populares; el autor advierte sin embargo que no todo es frivolidad y que, al ejemplo
de los perros, hay que saber roer el hueso hasta llegar a la sustanciosa médula.
Extensos catálogos y letanías picarescas, groserías, obscenidades, insultos al lector,
parodias de textos sagrados, Rabelais es totalmente irreverente. Su imaginación
desenfrenada inventa palabras e idiomas. Su doctrina, el Pantagruelismo, rompe con todas las rutinas y formalismos hipócritas
de la época.
En el Siglo de Oro español no faltó un Quevedo, maestro de la caricatura
en sus punzantes sátiras políticas y literarias (estas últimas sobre todo contra
Góngora), sus sonetos burlescos, letrillas, romances y jácaras. Don Francisco se
atrevió a parodiar el Cantar de Mio Cid en el romance Pavura de los condes de Carrión.
Debido a su Memorial al rey Felipe IV, donde pinta los desaciertos del gobierno,
padeció varios años de cárcel. Con un estilo barroco, recargado y un gracejo inimitable
Quevedo transgrede los cánones de la picaresca en su Vida del Buscón, por la ausencia
total de intenciones moralizantes y la construcción narrativa basada en episodios
independientes y a veces contradictorios.
Gulliver – personaje que se hizo legendario – es la creación de Jonathan
Swift, escritor irlandés que vivió en los siglos XVII/XVIII. Considerado el más
grande de los satíricos de lengua inglesa, Swift decía escribir para irritar al
mundo, más que para divertirlo. Era tanta la rabia que sentía ante la esclavitud,
necedad y vileza de su entorno, tanta su indignación contra sus coterráneos irlandeses
por cooperar en su propia ruina, que el pobre caía en profundas crisis depresivas.
Además de aludir a las luchas políticas entre whigs y thories, Los viajes
de Gulliver ponen en descubierto los defectos de la naturaleza humana: autocomplacencia,
orgullo desmedido, bajos instintos y prejuicios. En la ironía swiftiana hay una
nota profundamente subversiva contra las jerarquías del orden establecido, las estructuras
de poder y los valores morales de su época. Tales retos públicos requieren valentía
y suelen pagarse caro: Swift tuvo que enfrentar procesos, lo mismo que Aristófanes,
y Juvenal fue desterrado de Roma.
Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, la laberíntica novela del
inglés Laurence Sterne – escritor del siglo XVIII, el siglo del enciclopedismo –
marcó un punto de inflexión en la historia de la narrativa. Anticipando la literatura
moderna, Sterne practica una absoluta libertad textual y son numerosas las cualidades
revolucionarias de su obra, tanto en lo que respecta a la materia del relato como
en lo referente al estilo. Ironizando, satirizando, parodiando, el narrador (Tristram
Shandy) se burla de sí mismo y de los demás. No deja títere con cabeza: los académicos,
los poetastros, los críticos, los tratados pedagógicos, los autores de mamotretos,
los turistas, los relatos de viaje, las modas literarias, el trabajo de la creación,
etc., nada escapa a la mirada del humorista. Ni escatológico como Rabelais ni mordaz
como Swift, el humor sterniano es ligero, bonachón, algo superficial, como si procurase
más que nada divertir al lector divirtiéndose él mismo.
Por su peculiaridad, el estilo mismo y la construcción del texto contribuyen
al efecto humorístico, desde la dedicatoria sin destinatario y el prefacio del autor
en el capítulo 39 de la segunda parte, pasando por las páginas en blanco para que
las llene el lector a su gusto, los desfasajes temporales y los capítulos de teoría
literaria donde se aconseja – entre otras cosas – la desobediencia a las reglas,
hasta la creación de suspenso para frustrarnos luego dejando la historia inconclusa.
Los capítulos brevísimos (de cuatro líneas, por ejemplo) alternan con otros de varias
páginas y la sucesión es irregular: después del cap. 54 se vuelve a los caps. 47
y 48, que habían quedado en blanco. Hay continuas digresiones para formular teorías
absurdas, comentarios autoriales etc. Y hasta un capítulo titulado Elogio y utilidad de las digresiones. En
vida y… encontramos procedimientos que podríamos llamar “cinematográficos”: congelamiento
de una situación para hacer una digresión o juego en planos simultáneos presente/pasado,
como si estuviesen proyectados en una pantalla.
Ya en el siglo XX el surrealismo – transgresor por definición – consolida
el rol del humor en la literatura con sus juegos de palabra, alocados contubernios
de ideas y nonsenses. Se violan todas
las reglas y se da libre curso al “flujo de la conciencia” (libertades que ya se
había tomado Sterne en el siglo XVIII, pero llevadas al extremo). André Breton,
uno de los iniciadores de esta corriente literaria y autor del Manifiesto surrealista
(1924), nos dejó una interesante Antología del humor negro.
Se impone el “teatro del absurdo”, liberado de las reglas del juego dramático
y que se inició con Eugène Ionesco y su obra La cantante calva en 1950. Desbordantes
de situaciones y personajes bizarros (mujeres con dos narices, gente que come sin
cesar, seres invisibles, sin rostro o sin cabeza, fantoches, rinocerontes, escenarios
llenos de sillas vacías, cadáveres que crecen, etc.), las obras de Ionesco no se
preocupan por la verosimilitud ni por la racionalidad. Son anti-piezas, farsas trágicas,
seudo-dramas…Para este dramaturgo no hay verdades incontrovertibles y la risa es
la única salida para la desesperanza que provoca el espectáculo de la incoherencia
universal.
Pero yo creo que
nuestro primer humorista con todas las letras fue Arturo Cancela (1892-1957), escritor
y periodista que satirizó a la sociedad porteña de las primeras décadas del siglo
XX. Excelente narrador, dueño de una vasta cultura y de un estilo elegante, Cancela
supo captar y retratar con agudeza no desprovista de acidez los defectos de diversos
estratos sociales, amén de algunos vicios institucionales. Su novela Historia funambulesca
del profesor Landormy es una parodia del embobamiento argentino ante todo lo europeo,
cuya víctima es aquí un profesor francés de arqueología griega, que integra la pléyade
de visitantes ilustres invitados por el gobierno; atrapado apenas desciende del
barco en una maraña de supersticiones culturales, burocracia, snobismo y prejuicios
sociales, el hombre de ciencia sufre numerosas peripecias que el autor aprovecha
para satirizar diversos medios y personajes: jueces, legisladores, autoridades policiales,
académicos y políticos alternan con coristas y porteños del montón en situaciones
hilarantes.
Periodista también, Roberto Arlt (1900-1942),
agudo observador y escritor con mucha “calle”, supo ahondar en la psicología de
los marginales y la gente humilde, que retrató en numerosas notas periodísticas
de tono humorístico, con un lenguaje un tanto desprolijo pero sabroso, lleno de
expresiones populares: Los tomadores de sol
en el Botánico, ¡Atenti, nena, que el
tiempo pasa!, Psicología simple del latero,
La vida contemplativa, etc.; notas reunidas
en el libro Aguafuertes porteñas. He aquí un extracto del discurso que Arlt sugiere
para alguien que se postula a la diputación: Aspiro a ser diputado porque aspiro a robar en grande y a “acomodarme” mejor,
[…] deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes
tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo
hombre que se presenta a candidato a diputado.[…] Mis camaradas también quieren
robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es
injusto.[…] Yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia al Chaco […] y
si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz
de robar, renuncio ipso facto a mi candidatura. (¿Quiere ser usted diputado?)
Leopoldo Marechal inició en 1940 el realismo delirante, esa corriente literaria
tan actual. Su novela Adán Buenos Ayres – obra fundamental de la literatura argentina
– es caótica, desmesurada, y va del humor a la epopeya, de la tragedia al sainete,
en una gran diversidad de registros. Marechal es un maestro parodiando: el último
libro de su Adán…, y el más brillante, titulado Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia, parodia el Infierno dantesco.
Y podríamos decir que su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo es una
parodia de los viajes iniciáticos, tan practicados en la literatura de siglos pasados,
pues se trata de una fábula de aventuras dirigida – según el autor – “a los hombres
en tránsito hacia el niño”. Estas obras constituyen un buen ejemplo de ese humor
con “coeficiente filosófico” del que hablaba Juan Filloy.
En El banquete… (título que alude a otro tema frecuente en la literatura,
de Platón en adelante: el banquete que reúne a los protagonistas de una controversia),
como en un circo, hay clowns “ridículamente siniestros o siniestramente ridículos”
y Lisandro Farías – protagonista del viaje y narrador – siente ansias de liberarse
“por lo absurdo”.
En la misma línea se inscribe el chileno Alejandro Jodorowsky con su novela
Donde mejor canta un pájaro, publicada en las postrimerías del siglo pasado. Al
estilo patafísico – la Patafísica es la ciencia de los posibles – el escritor afirma
el derecho de transformar y exaltar la realidad hasta llevarla al mito y lo hace
con su propia genealogía, a través de episodios disparatados donde campea una ironía
comprensiva y filosófica.
Los relatos delirantes de la chileno-peruana Raquel Jodorowsky
pueden encuadrarse en un surrealismo “a la criolla”, según reza la contratapa de
sus Cuentos para cerebros detenidos, publicados en 1974 por Ediciones de la Flor.
He aquí la declaración de principios de la autora: Toda la literatura ha sido hecha para entender. Pero ya estamos cansados
de entender. No hay que entender nada más. Descubrimos que podemos ser algo más
que terrestres toda la vida.[…] Siempre formando parte de un mundo ilógico sin admitirlo
conscientemente, dentro del cual tratamos de proyectar nuestra lógica, que no existe.[…]
Estos cuentos […] son un disparo a la razón. Un buen exponente de este credo
son los relatos Corrida de toros, En todas las ocasiones existe el carbón y El Pensacola es una máquina para determinar el alcance de la frase “Murió
Afrodita”.
Mezcla de Sterne, Rabelais y Lewis Carroll, el escritor y cantautor uruguayo
Leo Maslíah es otro adepto del humor absurdo. Cada una de sus novelas nos zambulle
en un nonsense donde vemos pulverizarse
todas las estructuras narrativas tradicionales; lo disparatado de las situaciones
va condimentado con múltiples contravenciones lingüísticas y el empleo de una lógica
del absurdo que resulta desopilante. Y todo con ese ritmo alocado que caracteriza
también sus shows: Maslíah nos lanza un chorro burbujeante que me recuerda la sidra
fabricada por uno de sus personajes con compota de manzanas, alcohol etílico y detergente.
Aunque este sinsentido puede ser tomado como un mero divertimento, tiene
su caracú para quien sepa llegar a él: sátira del capitalismo salvaje e hiperconsumista,
problemas inherentes a la identidad y al tiempo, en la novela Ositos, por ejemplo.
Como el recientemente fallecido Roberto Fontanarrosa, Maslíah es un escritor
favorito de Ediciones de la Flor, prácticamente la única editorial argentina que
publica humor.
Amén de humorista excelente narrador, Fontanarrosa – que también es autor
de historietas célebres en Argentina – no hace realismo delirante: su fuerte es
la historia apócrifa, es decir la creación de una atmósfera seudohistórica a partir
de datos reales que él deforma. Se destaca en la parodia de lenguajes (sobre todo
los de la ciencia y la técnica) y recurre a menudo a la transgresión de la lógica,
al anacronismo, a las explicaciones extravagantes, al doble sentido y al quiproquo,
para hacer reír al lector. Pero su obra es también un interesante y divertido comentario
de nuestra idiosincrasia, con sus defectos y cualidades; friso donde desfilan la
barra del café, la pasión futbolera, el ingenio y la picardía popular, el alma tanguera…
Pocas mujeres en la historia de la literatura de humor. Pero en el último
cuarto del siglo XX hubo una irrupción masiva de elemento femenino en las letras
latinoamericanas. La producción artística y crítica de la mujer deviene crucial
en la cultura de las tres últimas décadas. Los textos de estas escritoras no se
ajustan a los cánones tradicionales, porque su preocupación está centrada en la
capacidad comunicativa y no en las formas; se transgreden los sistemas canónicos
discursivos y a menudo se desenmascaran las estructuras de poder en textos humorístico-paródicos.
El enfoque humorístico va ganando terreno en la narrativa
de nuestro país. El humor se hace frecuente tanto en la temática como en el tono
y proliferan escritoras y escritores que no desdeñan utilizarlo. Entre las primeras
podemos mencionar a Ana María Shua, Alicia Steimberg, Angélica Gorodischer, Luisa
Valenzuela, Graciela Cabal, Gabriela Acher, Ana von Rebeur…
Cargados de erotismo y humor, eminentemente transgresores,
los textos de Luisa Valenzuela son un exponente de esa literatura donde la ironía,
el absurdo y el grotesco desnudan los abusos del poder, en la política y en la pareja.
Rebelde a las convenciones del relato tradicional, esta escritora se complace en
jugar con la estructura, la lógica y el lenguaje en sus cuentos y novelas. Buenos
ejemplos de su vena humorística son los relatos Sursum corda, Escaleran, Historia verdolaga, El abecedario y Carnaval campero.
Otro cabal ejemplo es la primera novela de la argentina Ana María Shua, Soy
paciente, que data de 1980. En ella confluyen humor negro, grotesco y absurdo; el
tema es la asimilación de un hombre a un medio adverso (el hospital), o más bien
el medio que se fagocita al hombre. A través del humor la autora se sintoniza con
la desproporción del poder, la exageración literaria es como un eco de la automitificación
de ese poder que necesita, para afirmarse, de la involución del individuo. Aunque
el desenlace parece consagrar la alienación, al mismo tiempo y a los ojos del lector
ésta queda conjurada y se demuestra ad absurdum
la imposibilidad de una conciliación. Así trabaja, exorcizando, lo que Martín Hopenhayn
llama “la razón irónica”. Y se produce un efecto catártico, liberador, tanto en
el emisor como en el receptor.
Esta novela me parece representativa de una modalidad poco practicada por
las mujeres, como es el humor negro. En una entrevista Shua señaló una desventaja
del humor literario: se lo ubica en un nivel más bajo, como si fuese literatura
de segunda; esta escritora piensa que la excesiva solemnidad es una enfermedad de
las letras argentinas.
La entrerriana Graciela Cabal (1939-2004), nos dejó Secretos de familia.
Este libro de un humor tierno, no exento en ocasiones de picardía, es la autobiografía
de una niña porteña desde su primera infancia hasta su egreso de la escuela primaria,
en flashes que nos brindan una visión de su mundo interior y de su entorno en la
década del 40. La autora adopta la mentalidad y el lenguaje que corresponden a esa
edad y a esa época, y el efecto humorístico está dado principalmente por el contraste
con los niños actuales.
Capítulo aparte merecerían dos SEÑORAS humoristas: Ana
von Rebeur (entrevistada para mi ensayo inédito La cocina del humor) y Gabriela
Acher, escritora y excelente actriz (aunque uruguaya, argentina por adopción). Ambas
fervientes defensoras del género y autoras de libros exitosos. La Acher, que se
proclama casada con el humor – ¡Y no es el
peor marido que tuve!, aclara – realizó en 1992 el primer programa humorístico
de género de la televisión argentina: Hagamos el humor, en canal 13, con personajes
inolvidables como la doctora Diu. Termina su libro El amor en los tiempos del colesterol
con estas palabras: Y estoy convencida de
que las mujeres podemos hacer el humor tan bien como el amor. Y les aseguro que
es casi…casi igual de satisfactorio.
Añadiré para terminar que el humor ocupa un lugar importante en la novela
contemporánea, donde prevalece esa “razón irónica” que mencionamos antes y que es
una forma de hurtarle el cuerpo a la angustia, tanto de parte del escritor cuanto
del lector, que prefiere tragarse las dosis de seriedad al modo de esos comprimidos
“recubiertos” en que el sabor de la medicina está disimulado por una capa ligeramente
azucarada.
Humor argentino for export:
Ana von Rebeur
Ana
von Rebeur es escritora, periodista y humorista gráfica. Trabajó como guionista,
columnista y conductora de radio y televisión. Obtuvo doce premios en concursos
internacionales de humor gráfico y suele viajar al extranjero para actuar como jurado
en certámenes del género. Su obra se está exhibiendo en foros mundiales de humor
de Estados Unidos y Francia. Es una hermosa mujer, inteligente y llena de vida.
– En primer lugar, Ana, ¿cómo
preferís que se refieran a vos?¿como humorista? ¿como escritora y humorista?¿o simplemente
como escritora? Porque hay quienes se resisten – Masliah por ejemplo – a que se
los denomine humoristas.
Yo creo que hay mucho prejuicio en
nuestra sociedad contra el humor y que no te da buena prensa decir que te dedicás
al humor. De hecho, fijate que no hay premios internacionales para libros de humor,
no hay galardones de ninguna índole. Muchas veces, al ofrecerme en diarios y revistas,
me decían ¿Pero vos qué hacés?¿humor? Ay no,
el humor es poco serio. Obviamente, se cae de maduro; pero al mismo tiempo el
ser humano necesita muchísimo el humor y, aunque les cueste reconocerlo, muchos
medios están buscando personas que escriban con humor, que puedan ver la vida con
humor. El consumidor busca humor, por eso el humor terminó invadiendo la publicidad
y hasta los noticieros, ahora se ríe hasta Santo Biassati, imaginate cómo estamos…
– ¿A qué atribuís la tendencia
al humor de la narrativa actual, que se sirve frecuentemente de la ironía, el sarcasmo,
la parodia…
Se tiende a que una persona lea algo divirtiéndose, pero que le quede algo
de reflexión y de enseñanza. Toda mi obra literaria está basada en eso. El peor
pecado que puede cometer un creador es aburrir, hay que entretener. Por otra parte,
hay temas que son tan dolorosos – la infidelidad, por ejemplo, que es el tema de
mi libro ¿Por qué cuernos me engañaste? –, es mejor tratarlos con humor. A veces
es más eficaz, en una ocasión hice un trabajo para Comercio Interior que debía prevenir
a la gente contra la venta compulsiva, tenía que inventar tips pero con humor, no se trataba de decirle al público no sea tarado, no se deje engañar cuando le pidan
que vaya a una reunión de venta de tiempo compartido, no lleve a su esposa ni entregue
la tarjeta de crédito, sino qué pasaría
si… y chistes, retruécanos, preguntas, tests truchos… para inducir a reflexionar.
– Has publicado muchos libros
de humor, mencioname algunos títulos.
Publiqué treinta y cinco, el primero en 1995: Los hombres vienen flojos,
que fue un boom porque se publicó también en España y todavía sigue dando vueltas,
todo el mundo me pregunta por él; yo creo que tuvo tanto éxito porque escribí de
cosas muy zafadas que en esa época no se tocaban, hoy ese libro parece escrito por
una monja de clausura, es bastante más light de lo que lo haría ahora. Y después
los últimos, que también anduvieron muy bien y que me publicó la editorial Norma,
fueron ¿Quién entiende a los hombres?, ¿Por qué cuernos me engañaste?, Leyes de
Murphy sólo para mujeres y Todas brujas, las ventajas de ser mala. Justamente acabo
de firmar contrato para editar estos cuatro en E- book, creo que es la tendencia
que viene y eso me alegra porque cualquiera que posea una computadora tendrá acceso
al libro, sin necesidad de trasladarse a una librería, es la inmediatez absoluta.
– Y también has escrito sobre
fútbol…
Sobre fútbol en realidad tengo un libro inédito con la historia de River,
simpatizo con River por mi abuelo y mi padre que eran hinchas, me acuerdo de mi
abuelo mirando el partido en la tele, sin volumen y con la radio en la oreja. Y
también tengo dos libros de humor sobre el tema: Chistes de bosteros y Chistes de
gallinas, los de bosteros para que lo compren los de River y los de gallinas, para
que se rían los de Boca.
– Y fuiste presidenta de
la FECO argentina (Federation of Cartoonists Organisations).
Sigo siéndolo, es una cosa que funciona.
– Organizaste el Primer Festival
Internacional de Humor Gráfico en el club Boca Juniors, en 2002…
Sí, fue una experiencia agotadora, porque recibimos más de 2.000 dibujos
de todas partes del mundo. Conseguimos material prestado de diversas instituciones
para montar esa muestra y las instalaciones que muy generosamente nos brindó Boca
Juniors. Quisimos organizar un evento multimediático, así que participaron muchos
comediantes, actores…fue una fiesta, pero una experiencia que yo no repetiría porque
significa mucho esfuerzo, es muy estresante. Le pedimos a la gente que trajera alimentos
no perecederos que donamos a un comedor de la zona. Pero pasó lo que suele pasar
cuando se organiza esta clase de eventos: primero hay treinta personas que te dicen
contá conmigo, después diez, después cinco,
después una y al final ésa también se va y quedás sola. Y ahí sí que es agotador.
– ¿Pensás que el humor argentino
tiene características especiales, propias?
Sí, somos ácidos, sarcásticos, burlones y muy pedantes; es un humor egocéntrico,
del tipo me río de cualquier cosa que no sea
yo. Pero también tenemos capacidad de autocrítica, eso es bueno. El humor argentino
shockea en el exterior, por eso mi libro se publicó muy bien en España, aunque muchos
no entienden que puedan abordarse humorísticamente ciertos temas. Yo creo que nuestro
humor asusta porque somos muy irreverentes, iconoclastas, no hay valores respetabilísimos
en Argentina: acá te podés reír de Dios, de Buda, de Mahoma, de la iglesia…En una
ocasión hice una muestra de chistes sobre Dios en la Alianza Francesa, nadie me
lo impidió… me hubiera encantado que la prohibiesen, así ganaba fama, pero no. Hacés
una muestra así, no sé, en Méjico, y se arma la podrida.
– ¿El humor porteño difiere
del humor provinciano?
Creo que sí. Tenemos otro gran centro de humor, que es Córdoba. Una vez que
entrevisté al Negro Álvarez me dijo que esta provincia fue la que recibió más inmigrantes
andaluces y éstos son muy exagerados, de ahí surgió ese humor tan particular que
se plasmó en la revista Hortensia, por ejemplo, exagerando hasta el delirio, características
muy cordobesas. Es un humor muy…figurativo: pesado
como collar de melones, cruzado como chapa de Córdoba…hasta la palabra cruzado que la usan sólo en Córdoba con el
significado de enojado, chinchudo; y la chapa, la patente de los autos antes
tenía una X en esa provincia. A un porteño no le sale una cosa así, eso es muy local,
típicamente cordobés. El porteño es más quejoso, tanguero, melancólico, agresivo,
burlón, se divierte peleando; y esa burla, esa agresividad, a alguien que no es
porteño le puede pegar muy fuerte.
– ¿Y qué podés decir del
humor de otros países que conociste?
– ¿Cómo caracterizarías el
humor que vos hacés?
Creo que hago – a riesgo de sonar pedante – una especie de concientización
social sobre los problemas que padecemos las mujeres en una sociedad donde seguimos
siendo “el negro del mundo” como decía John Lennon; no es lo mismo ser mujer que
hombre, es mucho más difícil para las mujeres, si actualmente nos resulta algo más
fácil es porque nos abren las puertas por lástima, pero en realidad todo cuesta
más, para llegar al mismo puesto una mujer tiene que ser tres veces mejor que un
tipo. Yo intento enseñar a tratar a las mujeres y a los hombres, intento mostrar
el revés de la trama, meter el dedo en la llaga, molestar y provocar tocando temas
incómodos, como hacen en general los humoristas.
– ¿Cuáles son tus temas preferidos?
Hago hincapié en las cosas que andan mal en la sociedad, sobre todo en las
relaciones humanas, y en cómo podrían mejorarse. Y que la gente me lea divirtiéndose,
que al cerrar mi libro digan uy, esto me deja
pensando. El humor por el humor, no; el humor lo uso como un recurso para contar
cosas que me interesa que sean sabidas, porque soy una estudiosa permanente de la
especie humana y de las relaciones de pareja. Cuando escribo, expreso mi opinión
personal, por supuesto, pero después de haber leído muchísimo sobre el tema.
– ¿Tus escritores preferidos?
Soy una lectora de múltiples temas, no sé si tengo un escritor favorito.
Por ejemplo, me encanta Isabel Allende cuando hace autobiografía, cuando escribe
ficción me aburre; me encantó Paula: me hizo reír y llorar, La suma de los días
me pareció fabuloso, muy divertido y muy trágico a la vez. Nunca pude leer a García
Márquez, salvo en Vivir para contarlo. Me encantan las biografías y la gente piola
que sabe hablar de sí misma. Stephen King no me gusta como novelista, pero su libro
Mientras escribo es un doctorado en escritura universal, todos los escritores o
aspirantes a serlo deberían leerlo; tiene pasajes desopilantes donde él cuenta,
por ejemplo, cómo tiraba las botellas de whisky vacías en un container del fondo
de su casa – tres o cuatro por día – para que su mujer no se diera cuenta del grado
de alcoholismo en que había caído; y cómo luego acusó de hacerlo a sus vecinos,
pues había olvidado totalmente sus manejos; esto sucedía en la peor época de su
vida, mientras escribía El resplandor y se había entregado a las drogas y al alcohol…
García Márquez durmiendo en los bancos de la plaza de Cartagena…Isabel Allende tratando
de conseguir trabajo en Venezuela y haciéndose pasar por dactilógrafa cuando no
había usado una máquina de escribir en su vida… Y paralelamente hay libros que no
están bien escritos, pero me conmueven, como El lenguaje de los huesos de Clea Koff,
una inglesa que cuenta sus experiencias como antropóloga forense en lugares donde
hubo guerra y genocidios, trabajando con el equipo de antropología forense argentino,
que es uno de los más prestigiosos del mundo; nada de humor, es un libro que te
hiela la sangre, una mujer joven y bella que hace de tripas corazón para hacer hablar
a los muertos, gracias a esas investigaciones se sabe cómo murió gente inocente,
los familiares recuperan a sus desaparecidos… son cosas de la vida real que superan
a la fantasía y por eso no me gusta mucho la novela.
– Relacionado con lo que
acabás de decir, ¿te gusta el humor negro? ¿lo practicás?
Sí, me gusta. De hecho tengo un libro que trata de la muerte con humor, pero
no logro publicarlo, parece que los editores le tienen miedo, aunque a todos nos
fascina ese tema. Nos reímos de nuestros mayores miedos. Si el chiste no te pega
personalmente, no te reís, nos reímos de las cosas que tienen un eco en nosotros
mismos. Pero hay ciertos temas de humor negro que yo no tocaría, nunca haría chistes
sobre discapacidades, enfermedades mentales, desaparecidos durante la dictadura
militar, genocidios, aborto…
– ¿Qué pensás de los talleres
de humor, que se están poniendo de moda?
Ah, se están poniendo de moda, buena noticia. Yo no sé si el humor es enseñable,
esos talleres deberían tener una charla de admisión con los interesados, porque
hay mucha gente que sabe disfrutar el humor, pero crearlo es otra cosa. Algunos
se creen que contar un chiste de gallegos es hacer humor, y no… La visión humorística
requiere cierto grado de vuelo intelectual, capacidad de asociación y disociación…
es muy complejo. A mí a veces me cuesta, quiero poner algo gracioso y no se me ocurre
nada, pasan días…se necesita training y también ayuda estar en contacto con gente
que tenga buen sentido del humor y te mantenga la mente ágil.
– Yo creo que los argentinos
diferimos del resto de los americanos por la rapidez mental en el terreno del humor,
justamente.
Sí, por el repentismo. Por eso muchas veces no nos entienden los chistes,
no hay códigos compartidos. Y un chiste explicado…
– Me consta que sos una laburante,
o laburanta – si decimos presidenta, ¿por qué no laburanta? –, contame qué estás
haciendo actualmente.
Estoy con muchísimas cosas en la cabeza, tengo una serie de libros inéditos
que están buscando editor y me cuesta mucho encontrarlo, espero publicarlos, aunque
sea como eBooks. Hay un proyecto en Ediciones B para seguir con la saga de los mitos
femeninos; ya que a Brujas le fue tan bien, el próximo va a ser Sirenas. Otro proyecto
con Librería de la Paz para hacer Amazonas. Y después alguien me publicará Hadas.
Paralelamente estoy haciendo una campaña de publicidad para los laboratorios Boehringer
Ingelheim, promocionando Buscapina Femme con chistes que se refieren a la menstruación;
lo que me está dando mucho trabajo porque son unas revistitas que hago íntegramente
yo, a todo color, con textos y dibujos, informando a las mujeres y haciéndolas reír
sobre el tema, la idea es hacete amiga de
tu menstruación, no la vivas como un castigo divino, tomate cuatro días de descanso
y que se olviden de que existís. Creo que tenemos ese derecho, somos mujeres
y somos las que damos vida.
– Los humoristas están invadiendo
el terreno de la publicidad…
Así parece, Maitena está vendiendo el yogur Activia y Gaturro hace la publicidad
de Yogs, creo.
– También sos autora de obras
teatrales.
Sí, tengo tres comedias: Nadie plancha como yo, La hija de (nominadas al
premio Estrella de Mar 2004 y al premio ACE 1997; la primera estuvo cinco años en
cartel en una sala de la calle Corrientes) y ¡Ponete en mis zapatos! (que fue nominada
como Mejor Comedia del verano pasado en Carlos Paz).
– ¿Querés agregar algo más?
A ver… me parece que el humor es un código muy interesante para comunicarse
con los otros y aunque no te lleves bien con tu pareja, si los dos pueden reírse
de las mismas cosas, están salvados. Y si te podés reír de vos mismo, estás salvado
de la depresión. Pero creo que, a medida que el humor vaya invadiendo distintas
áreas, cada vez vamos a tener menos revistas y programas de humor. ¿Te acordás de
Hupumorpo, de Telecataplúm…? Me parece que se están perdiendo un negocio con esto
de los programas puramente de humor. Yo extraño, como tanta gente, a Juana Molina
cuando hacía Juana y sus hermanas…Ahora hay una Malena Pichot haciendo La loca de mierda, Cualca… y está bueno. Últimamente el país tuvo un boom de standuperos,
el stand up en teatro, ¿viste?, eso pegó mucho y llenan las salas. Yo misma hice
stand up en el 2009.
– Algún humorista me dijo
una vez que las revistas del género tendían a desaparecer porque mirando el noticiero
o leyendo el diario tenías humor de sobra…
Gracias al cielo yo no hago humor político, si tuviera que abrevar en la
política estaría frita, porque nuestra realidad supera cualquier delirio, ¿qué más
vas a inventar después de eso?, no te queda mucho para inventar, es todo muy loco.
Poesía y humor
La comicidad, el humor se dirigen a la inteligencia pura, según Bergson.
En tanto que la poesía se dirige a la sensibilidad. ¿Será ésta la razón de que tan
pocos poetas practiquen actualmente la poesía humorística, salvo como divertimento
doméstico?
Antaño estaba permitido y hasta era frecuente reír en verso, porque existían
géneros poéticos reservados al humor, como la sátira y el epigrama, con sus reglas
propias.
La antigua Grecia nos legó una Batracomiomaquia
[Guerra de las Ranas y los Ratones], poema
cuyo autor – anónimo – parodia la Ilíada. Este tipo de composición, la epopeya bufa,
fue muy imitada posteriormente, entre otros por Nicolas Boileau (Francia, s. XVII)
con su Lutrin [El atril], que se basa en un hecho real de la época y fue el resultado
de una apuesta que le hizo al escritor el Presidente de la Corte, su amigo Lamoignon.
Boileau sostenía en su Arte poético que
el poema épico debía tener poco argumento y dejaba librada a la imaginación del
autor la invención de peripecias para
prolongarlo (un poco como las telenovelas actuales). Lamoignon lo desafía entonces
a escribir un poema tomando como punto de partida una querella que le había tocado
dirimir en el tribunal, querella entre dos clérigos de la Sainte-Chapelle por un
atril que tapaba a uno de ellos en el coro de la iglesia. Boileau gana la apuesta
escribiendo un desopilante poema “heroicómico” en alejandrinos y seis cantos.
De los romanos nos quedan las Sátiras
de Horacio, Persio y Juvenal y los Epigramas
de Marcial, que fustigan a personajes y costumbres de la Roma imperial.
No te extrañe, Néstor, /
que la oreja / de Mario huela mal: / tú le hablas en ella. [1] (Marcial)
Muchos versos de Juvenal quedaron inmortalizados en forma de máximas, v.gr.:
¿Qué importa la infamia, si se salva la bolsa?/
La virtud es la única nobleza / Cuando te hayas puesto el casco, será tarde para
arrepentirte de la guerra / La censura perdona a los cuervos y sacude a las palomas.
El lírico Catulo también escribió sátiras, muchas de ellas licenciosas.
Dicho género poético siguió vigente durante siglos. En Francia lo cultivaron
Mathurin Régnier en el s.XVI y Boileau en el XVII. De las doce Sátiras en alejandrinos del segundo, las
más conocidas son las literarias ridiculizando a los malos escritores de la época.
En el Siglo de Oro español no faltó un Quevedo, maestro de la caricatura
en sus punzantes sátiras políticas y literarias (estas últimas sobre todo contra
Góngora), sus sonetos burlescos, letrillas, romances y jácaras. He aquí la primera
estrofa de la letrilla cuyo refrán se hizo famoso: Madre, yo al oro me humillo; / él es mi amante y mi amado, / pues de puro
enamorado / de contino ando amarillo: / que pues doblón o sencillo / hace todo cuanto
quiero, / poderoso caballero / es don Dinero. No menos conocido su soneto A una nariz, que comienza así: Érase un hombre a una nariz pegado. / érase una
nariz superlativa, / érase una nariz sayón y escriba, / érase un peje espada muy
barbado [… ]. A don Francisco le debemos asimismo una parodia del Cantar de Mio Cid, titulada Pavura de los condes de Carrión: Medio día era
por filo / que rapar podía la barba / cuando, después de mascar, / el Cid sosiega
la panza; / la gorra sobre los ojos / y floja la martingala, / boquiabierto y cabizbajo,
/ roncando como una vaca. Y un Memorial
al Rey Felipe IV donde pinta los desaciertos de su gobierno y que le costó la
prisión. Lo más gracioso del caso es que, si comparamos la situación de España en
ese momento con la coyuntura actual de nuestro país, encontramos muchos puntos de
coincidencia, lo que prueba cuán poco cambió el ser humano a lo largo de los siglos.
También Lope de Vega fue autor de muchas “letrillas jocosas” que introducía
en sus comedias, y de sonetos humorísticos como el dedicado a la dama que lo toma
por un mendigo, o aquel otro donde un cortesano viejo aconseja a un amigo novato,
o el tan conocido que comienza diciendo: Un
soneto me manda hacer Violante, / que en mi vida me he visto en tanto aprieto, /
catorce versos dicen que es soneto, / burla burlando van los tres delante. Le
debemos asimismo un largo poema heroicómico en siete silvas o cantos, titulado La Gatomaquia,
Y no podemos dejar el Medioevo sin citar a François Villon
– el mayor de los poetas de este período en Francia – que tan bien supo mezclar
la lírica con la sátira y el humor negro. Sin descartar las formas tradicionales
de la balada, el rondó, el “lay” y la octavilla, Villon renueva la temática haciendo
reír aún hoy con sus burlas, sarcasmos, chistes y zafadurías. Este “chico malo”,
que conoció la prisión y hasta una condena a la horca (conmutada por destierro),
hace a los treinta años un testamento literario cuyos legados están llenos de humor
y picardía: a uno le deja tres fardos de paja para que le sirvan de colchón en el
oficio amoroso, que es el único que conoce; a otro, el derecho de hacer el amor
hasta cien veces sin pagar; al barbero, los recortes de su pelo; al zapatero, sus
zapatos viejos; hasta la tierra es su heredera: Idem, mi cuerpo se lo dejo a mano / a nuestra gran madre, la Tierra; / no
hallarán mucha grasa los gusanos / pues el hambre le hizo dura guerra. [2] A Villon le gustaba hacer malabarismos
con las palabras, jugaba con proverbios, frases hechas, contra-verdades, oximorones…
No pocos de sus versos se incorporaron al acervo popular francés, como: La danse vient de la panse [La danza viene de
la panza]. Il n’y a bon bec que de Paris [Para buen pico, el de París]. Mais où
sont les neiges d’antan? [¿Dónde quedaron las nieves de antaño?]. Etc. Poesía
no exenta de ternura, de nostalgia y filosofía. Nunca más acertado que en este caso
lo que decía Isidoro Blaisten del humor: es la penúltima etapa de la desesperación.
En cuanto a la épica, los grandes poemas clásicos no están
desprovistos de pasajes cómicos y satíricos, v.gr.: la locura de Orlando en el de
Ariosto, o la impotencia del viejo eremita que quiere violar a Angélica dormida,
o el mundo de la Luna. En el Orlando furioso
de Ariosto proliferan toquecitos de humor, cf. la muerte de Moschino, “adorador
del vino”, en el foso que rodeaba a París sitiada: Y ahí fallece; y lo que más le duele / es sentir que en el agua se muere;
cf. la liviandad de los cuernos: Los ve
casi toda la otra gente / y el que los lleva no los siente.
Por otra parte, el teatro – como todos saben – comenzó
a escribirse en verso. La comedia surgió de los himnos al gran falo que se llevaba
en procesión durante las fiestas báquicas, llamadas “komos”. Podemos considerar
al griego Aristófanes (s. V a.C.) como el más grande satírico de
la Antigüedad; nadie retrató mejor que él al pueblo de
Atenas: frívolo, olvidadizo, venal, ignorante, impresionable y sentimental; nadie
igualó su lirismo en los cantos del coro; sus comedias son obras maestras de lo
que se dio en llamar “ironía ática”.
Más tarde (s. III a.C.) Plauto adaptó originales griegos
al gusto romano, condimentándolos con chistes vernáculos y elementos farsescos;
sus obras son una especie de operetas, con partes cantadas y recitativos. En el
s. II antes de nuestra era aparece Terencio, que deleita a Roma con una comicidad
más refinada.
La tradicional forma versificada se mantiene todavía en
el s. XVII con Molière en Francia, Lope y Calderón en España, Shakespeare en Inglaterra.
Después va cayendo en desuso. Actualmente la ha revivido un dramaturgo inglés, Steven
Berkoff, cultivador del humor negro, que suele escribir sus sátiras dramáticas en
verso libre o rimado, con una ferocidad raramente sobrepasada en la escena inglesa;
de él vimos Decadencia en la temporada
del 96 del Teatro Municipal San Martín (Bs.As.).
***
Cuántas
más cosas se decían antes en verso… ¿Por qué…? Tal vez se le daba más importancia
a la musicalidad de la frase, había una predilección por el sonsonete que tiene
una virtud mnemónica: hay frases que quedan grabadas a fuego, gracias al ritmo y
a la rima, y esto puede representar una ventaja en el caso de la poesía didáctica,
por ejemplo. Pensemos en las moralejas de las fábulas de La Fontaine, ¿qué francés
no es capaz de repetir algunas de ellas, por más que en su época de escolar haya
detestado la lectura de ese autor?
El hecho es que, a medida
que se avanza hacia los tiempos actuales, el humor se va alejando de la poesía,
se va prosaizando. Salvo manifestaciones esporádicas. Ya en el s. XX, la poesía
se reduce práctica-mente a la lírica. Y este género se nutre principalmente de la
angustia del ser humano enfrentado a su destino, de los sufrimientos y placeres
que acompañan al amor, de sensaciones estéticas, de emociones… Y si el humor funciona
como un catalizador de la angustia existencial, como un exutorio, no le presta ningún
servicio al poeta lírico, al contrario, porque anula el efecto que él quiere provocar.
Sería como pedirle que se cure a un enfermo a quien, de alguna manera, su enfermedad
le reditúa.
No hay que olvidar tampoco que en la actualidad – y sobre todo en nuestro
país – la literatura humorística es considerada una literatura de segunda. No lo
veía así un Rimbaud, que produjo poemas como
El corazón robado, Lo que se le dice al poeta a propósito de flores, El ídolo, Lirio,
Los labios cerrados, etc. Ni Alfred Jarry, el creador de la Patafísica y autor
de la célebre Canción del Descerebramiento, que hace las delicias de
los amantes del humor negro.
A lo largo del s. XX encontramos todavía algunos espíritus juguetones que
hicieron buena poesía. En las primeras décadas Guillaume Apollinaire anticipa el
surrealismo en Francia con su invención y deformación de vocablos, sus innovaciones
formales, sus metáforas delirantes y sus fórmulas de hechicera musicalidad. De su
Bestiario, El pavo real: Esta ave al desplegar
su cola, / cuyo plumaje toca el suelo, / aparece aún más hermosa, / pero se descubre
el trasero. [3] Y de Poemas reencontrados, Sombrero-tumba: Anidamos / En su tumba /El pájaro
posado / En su sombrero // Él vivió / En América / Ese culito / Or / Nitológico
// Pero me cansé / Voy a mear. [4] Apollinaire era muy aficionado a los caligramas
y los acrósticos; entre los primeros – poemas cuya estructura gráfica responde al
título – se cuentan El autito y La paloma apuñalada y el chorro de agua.
Como es de suponer, los postulados del surrealismo favorecieron la “rentrée”
del humor en todos los géneros. No es casual que uno de los jefes de esta escuela
literaria y autor del Manifiesto surrealista
(1920), André Breton, nos haya dejado una Antología
del Humor negro, en la que figuran –entre otros– Benjamin Péret con Tres cerezas y una sardina y Hans Arp con
Bestiario sin nombre.
Tristan Tzara, creador del dadaísmo (movimiento que precedió en algunos años
al surrealismo), reclamaba la supresión de todo lazo entre pensamiento y expresión,
idea que se aproxima a la escritura automática de los surrealistas, creando así
un terreno propicio al humor. Veamos, como ejemplo, su Canción dada: la canción de un dadaísta / que no estaba ni alegre ni triste
/ y amaba a una ciclista / que no estaba ni alegre ni triste // pero el 1º de año
el marido / se entera de todo, los amasija / y los cuerpos han salido / para el
Vaticano en tres valijas // amante / y ciclista / no estaban más ni alegres ni tristes
[… ].
Poco después de la Segunda Guerra Mundial aparecen en Francia algunos escritores
que vienen a desacralizar la poesía, ridiculizando las convenciones y los valores
consagrados y dándole derecho de ciudadanía a la lengua popular. Uno de ellos es
Raymond Queneau, que escribió una autobiografía en verso, Roble y perro, una Pequeña cosmogonía
portátil sobre el origen del universo y un Canto del estireno que cuenta en alejandrinos el nacimiento de los plásticos.
No hay transgresión que este escritor no se haya permitido, tanto de fondo como
de forma: jugó con la ortografía, la gramática, la sintaxis y el vocabulario; usó
rimas sincopadas, juegos de palabras y toda clase de pastiches literarios. Si alguien
se divertía escribiendo, ése era Queneau. Su obra es una mezcla de seriedad y humor,
que pinta un universo insólito, bizarro e irrisorio. Del poemario El perro de la mandolina, una receta que
resume su arte poético: Tomen una palabra
tomen dos / cocínenlas como si fueran huevos / tomen una pizca de sentido / luego
un buen trozo de inocencia / calienten a fuego lento / el fuego lento de la técnica
/ viertan la salsa enigmática / espolvoreen con algunas estrellas / pimenten y ya
pueden zarpar / ¿adónde quieren llegar?/ a escribir / ¿de veras?/ ¿a escribir?
En la misma época y con métodos parecidos manifestaba su inconformismo Jacques
Prévert, pero con un fuerte matiz social. Su ironía apunta a la injusticia, al fanatismo
religioso, al patrioterismo: Padre nuestro
que estás en los cielos / Quedate ahí / Y nosotros nos quedaremos en la tierra /
Que a veces es tan linda… [… ](Pater Noster) – En lo de un escultor / donde lo encontré / se hacía tomar las medidas /
para la posteridad. (El gran hombre) – […] los pies del jefe de familia están rojos
/ pero los zapatos bien lustrados / Es mejor dar envidia que compasión. (Día de
lavado)
Otro que se rebeló contra el aparato pretencioso y soporífero que rodea a
muchos poetas, fue Boris Vian, que publicó en 1949 sus Cantilenas en gelatina, donde campea un humor sarcástico, iconoclasta
y que no se priva de emplear términos considerados “groseros”. Cito el final de
la Cantata de las Cajas, que apareció
en los Cuadernos del Colegio de Patafísica:
CAJAS / Las amo a todas ustedes, las amo / Se bastan a sí mismas / Y nunca nos molestan
// Pues para acomodar las CAJAS / las CAJAS / las CAJAS / las ponemos en CAJAS /
Y podemos guardarlas. (Alain Goraguer le puso música a este poema, que se cantaba,
salvo la palabra CAJAS que debía ser gritada).
La poesía de Charles Bukowski, en EE.UU., también es irreverente, sin pelos
en la lengua, pero de un humor más negro: […] cuando pienso en mí mismo muerto / el aire se vuelve blanco // las cucarachas
en mi cocina / tiemblan // y alguien tendrá que tirar / mis calzoncillos sucios
/ y los limpios.
Antonio Machado, en España, se recreaba inventando poetas apócrifos y sus
respectivos Cancioneros. Una cuarteta
de su Abel Martín: ¡Qué fácil es volar, qué
fácil es! / Todo consiste en no dejar que el suelo/ se acerque a nuestros pies.
/ Valiente hazaña, ¡el vuelo!¡el vuelo!¡el vuelo! Un epigrama del incisivo Juan
de Mairena: Pensando que no veía / porque
Dios no lo miraba, / dijo Abel cuando moría: / Se acabó lo que se daba.
Y no quiero dejar de aportar un ejemplo de ironía en esa poesía nórdica que
tan poco conocemos; del finlandés Claes Andersson, su poema El buen burócrata (1991): Fue el abajo firmante el que se precipitó en
su ayuda. / Le lancé el salvavidas a usted y a sus hijos justo antes de que ustedes
se ahogaran. / Era más pesado de lo que había calculado y le dio en la cabeza. /
Usted perdió el conocimiento y arrastró a sus hijos al fondo. / Ya no se fabrican
salvavidas de ese tipo. / El que la policía comenzase a disparar indiscriminadamente
al agua pudo haber dependido de que alguien viese una aleta de tiburón. / No es
fácil el trabajo de la policía. / La autopsia del médico forense parece indicar
que usted y los niños estaban muertos antes de que los alcanzasen las balas. / No
habrá pues proceso por causar la muerte a otro / Ya hay una comisión investigando
el caso y se calcula que presentará su informe en breve. / Si usted y los niños
viviesen todavía podrían denunciar el caso al Defensor del Pueblo.
***
¿Y
en nuestro país? ¿Cómo se da esta relación entre poesía y humor? La alianza fue
fructífera para la gauchesca, en el s. XIX; produjo el Fausto de Estanislao del Campo y no pocos pasajes del Martín Fierro. Del siglo pasado citaré el
Soneto a tus vísceras de Baldomero Fernández
Moreno, médico y poeta con una abundante producción humorística (sobre todo en su
poemario Yo, médico. Yo, catedrático,
de 1941): Harto ya de alabar tu piel dorada,
/ Tus extremas y muchas perfecciones, / Canto al jardín azul de tus pulmones / Y
a tu tráquea elegante y anillada. // Canto a tu masa intestinal rosada, / Al bazo,
al páncreas, a los epiplones, / Al doble filtro gris de tus riñones / Y a tu matriz
profunda y renovada. // Canto al tuétano dulce de tus huesos, / A la linfa que embebe
tus tejidos, / Al acre olor orgánico que exhalas. // Quiero gastar tus vísceras
a besos, / Vivir dentro de ti con mis sentidos… / Yo soy un sapo negro con dos alas.
En la obra de Oliverio Girondo el humor es un rasgo permanente,
y podríamos decir constitutivo. Según Enrique Molina, se trata de una manifestación
paradójica del deseo de absoluto: “Un humor al que no vacilo en llamar negro – ese
grado supremo del humor poético – pese a su contenido de voracidad sensual. Justamente,
esa exigencia desmesurada desemboca en la fatalidad de amar sin remedio algo que
jamás responde a la totalidad deseada. El humor se abre entonces como una salida
de fuego de la realidad mediocre. […] Ese déficit entre el deseo y su objeto, del
que nace el humor, se traduce por el sentido de lo grotesco en la poesía girondiana”.
El poeta comienza jugando con el lenguaje para terminar creando un universo verbal
cuyas leyes impone (En la masmédula, 1956).
Veamos su poema Nubífero anhelo, de la
serie Embelecos: ¿Si intentara una nube, /
una pequeña nube, / modesta, / cotidiana, / transportable, / privada?// Quizás con
el recuerdo, / el cansancio, / la pipa, / después de algunas noches / y de mucha
paciencia. / ¡Qué alivio el de sentirla debajo del sombrero, / o saber que nos sigue
/ como si fuera un perro!
Si no he mencionado hasta aquí a ninguna mujer que haya
practicado el humor poético, es porque sólo tengo noticia de una: la norteamericana
Dorothy Parker, a quien Mirta Rosenberg llama “la lengua más rápida del verso ligero”
y que, según Somerset Maugham, “descubrió una verdad devastadora pero saludable:
que hay algo irresistiblemente cómico en nuestro dolor más profundo”; escribió tres
libros de poemas: Suficiente soga (1926),
La pistola del ocaso (1928) y La muerte y los impuestos (1931); aunque
ella declaraba escribir versos y no poesía ( nuevamente la desvalorización del humor):
Cuando estoy en Roma, no sé qué me pasa, /
Pero daría un ojo por estar en mi casa, / Aunque siempre que estoy en mi suelo /
Italia se vuelve mi mayor anhelo. // ¿Y por qué si estoy contigo, mi vida, / Me
siento espectacularmente aburrida, / Pero si me dejas y te vas, después / Pido a
los gritos tenerte otra vez? (Sobre ser
mujer). [5]
***
¿La poesía humorística es verdaderamente de segundo orden? Pienso que la
calidad de una obra literaria está determinada por el talento de quien la escribe
y no por el enfoque del tema o la temática en sí. ¿Por qué sería más noble el sufrimiento
que la risa? Rabelais dijo justamente lo contrario: Es mejor escribir de risas que de lágrimas / Porque la risa es lo que caracteriza
al hombre. Si bien el humor tiene mucho de juego y a éste se lo desvaloriza
frente al trabajo como cosa poco seria, no olvidemos que la actividad lúdica es
más necesaria que las lágrimas, la tristeza y la melancolía en la formación del
individuo. Que yo sepa, nadie se enfermó por exceso de risa y los neuropsiquiátricos
están llenos de gente depresiva. Pero – como lo decía más arriba – tal vez esté
aquí la clave: hay una tradición que exige poetas atacados del “mal de vivre” y
una lírica basada casi exclusivamente en el sentimiento y la sensación. El lector
está acostumbrado a eso. Traigo a colación aquel poema de Antonio Machado: Mas si digo: hay coplas / que huelen a pesca,
/ o el mar huele a rosas, / sus gafas más negras / se calan los doctos / y me latinean:
Risum teneatis?/ con gran suficiencia. // Y las nueve musas / se ríen de veras.
Lo cierto es que, en nuestro país, el humor se fue rarificando
en la poesía, en tanto que ganaba terreno en la narrativa del último cuarto del
s. XX. Por mi parte, disfruto enormemente cuando doy con un poema que me provoca
esa risa (o esa sonrisa) “con coeficiente filosófico”, como decía Juan Filloy hablando
del arte verdadero. Y quisiera terminar estas modestas reflexiones con el interesante
parangón que establece Isidoro Blaisten entre humor y poesía: ambos son inexplicables
y ambos dan lugar a la metáfora, mediante la cual la poesía desgarra el velo de
la belleza y el humor, el de la estupidez. Lástima que estas paralelas se cruzan
cada vez menos en el infinito de la literatura.
NOTAS
1. Las barras de separación corresponden al final de los versos. Se utilizarán
dos barras para separar las estrofas. (N.de la A.)
2. Traducción del francés: Paulina Juszko.
3. En el original rima consonante ABAB
4. En el original rima consonante ABAB // CDCD // AA.
5. Traducción: Mirta Rosenberg.
Agulha Revista de Cultura
Número 224 | fevereiro de 2023
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