quarta-feira, 24 de maio de 2023

CÉSAR BISSO | Acerca del nuevo libro del poeta Alejandro Cesario

 

Habitantes del abismo

Jack London supo contar en un reportaje que le realizaron a principios del siglo XX que la escasa iluminación artificial de Londres se había convertido en un tormento para los marginales que residían en todos los rincones de la ciudad. Esa multitud de gente, que el novelista llamó “los habitantes del abismo” representaban el diez por ciento de la población urbana. Y como las autoridades no los dejaban dormir en los parques, en las plazas o en las recovas, tenían que deambular toda la noche, caminando bajo una oscuridad casi total. El alba era recibida como una bendición del cielo. Recién en esa instancia podían ocultarse en los espacios verdes, tal vez para no afear con sus presencias la vertiginosa vida cotidiana londinense.

Aquellos personajes no configuraron una ficción literaria. Fueron víctimas de un siniestro sistema de poder que fue acumulando hambre y miseria a lo largo de la historia. Hoy, en este nuevo libro de Alejandro Cesario, titulado Una hilacha en lo real, otros actores, más cercanos a nosotros, vuelven a escena a representar la tragedia infinita. Para que esto ocurra, el poeta recorrió el país en diferentes etapas y ha recogido personajes, hechos y vivencias de parajes patagónicos, serranías, altas montañas, profundos valles con sus ríos, tierras calientes del litoral y asolados rincones del conurbano bonaerense. En cada lugar vio, pero no cerró los ojos. Los dejó bien abiertos y luego escribió. Estas instantáneas de nuestra realidad son los que la conciencia del lector debe digerir lentamente, página tras página, a través de poemas breves y decisivos. Puros reflejos de la cruda soledad y la injusticia social.

Cesario accede a la creación poética desde un aspecto fenomenológico, es decir, como técnica del conocimiento y como dinámica de reflexión sobre la condición humana. Lo que percibe presiona sobre los estímulos del creador y lo transmite desde un sensible decir. No estamos frente a un libro de imaginaciones fantasmales que aparecen a lo largo de un viaje por regiones exóticas. Es el relato que advierte sobre el estado de riesgo de tantos seres indefensos y devastados que registra en el camino: Cerquita / del enjuto riacho, // sobre un tronquito, // manduca pan de escanda, / pimpla el tintorro. // Lo demás es desamparo. Así habla el poema “Sólo queda”, con leve aire de desolación y desesperanza.

Nada interroga y dice más sobre lo real que el arte. No importa que ese saber producido se revele en un campo puramente simbólico. Para el autor, quien se nutre de experiencias complejas, de acontecimientos punzantes, de referencias contundentes que sostienen la incontrastable memoria, cada poema facilita la posibilidad de afianzar el proceso cognitivo, de abastecer su mundo interior, de fortalecer la verdad. Y estos poemas no deben parecernos lejanos. Menos aún, creer que sólo aquellos que frecuentan el universo literario están capacitados para alcanzar vivencias extraordinarias o trazas de una identidad intelectual que permita apropiarse de ese espacio de sopor que genera una realidad sometida a la miserabilidad y la violencia y que vulnera la dignidad, los sentimientos, todos los nexos posibles con la verdadera esencia del ser. Quiero decir: los poemas de Cesario no devienen del simulacro de mostrar lo que otros niegan, sino del compromiso que el autor tiene al mirar el mundo de otra manera y apartarse de los dogmas, los facilismos estéticos, los ámbitos de turbulencia que construyen los vectores del poder o las sofisticaciones del espectáculo cotidiano que ofrece la retórica del mercado.

“El poeta tiene por deber, por vocación, poblar con la Palabra la tierra…” preconiza Heidegger. Expresarse poéticamente desde la concepción misma del lenguaje es lo que ha motivado a Cesario a paliar la tristeza y la impotencia de tantas criaturas desdichadas que resisten en los recónditos -y en los más notorios- parajes argentinos. Soledades que no puede salvar la soledad del poeta. Tal vez en una sociedad material y culturalmente más equilibrada, una luz de conciencia los podría liberar de la oscuridad. Y la felicidad del poeta resulte sembrar nuevas y viejas palabras para resistir desde una feroz intemperie la provocación de la hibridez y la decadencia.

Dice Cesario en el poema titulado “Confesión”: Dijo el gurí en Lozano ///-Inhumé, / a mi yayo y a mi tatita / en osarios comunales. /// No teníamos una moneda / donde apoquinar la propia umbría-. Nada más terrible que no poder guarnecernos con nuestra propia sombra. De eso trata la poesía de Cesario: desenmascarar la hipocresía. Reflejar el momento donde emerge la miseria, la orfandad, la desolación. Cada poema es un golpe bajo, expresado con sutileza, para que ningún detalle pase por alto. Por eso utiliza un hablar extraído de nuestro rico vocabulario -pero distante del discurso cotidiano- que logra impactar de manera eficaz en el lector. Un hablar que posibilita compartir el pan de la creación y -a la vez- humaniza al lector desde una consolidada democracia de hechos, conceptos y sensaciones, avivando la existencia de todas las voces que se alzan por medio de un centenar de poemas y que ofician de testigos del más trascendente y raigal hecho del poeta: la conquista de la palabra y la vida. Ese lenguaje genuino es un distintivo del libro. Cesario fue al rescate de vocablos en desuso y, con cierta complicidad, nos inserta en laberintos borgianos. Uno siente encontrarse en la casa de Asterión.  Una casa hecha para que los hombres se pierdan, como señala el magno escritor en su libro de seres imaginarios. Pero esta casa/libro, edificada por Cesario desde un lenguaje estrictamente personal, no permite perdernos. Su recorrido es oscuro, pero nos lleva al encuentro luminoso con la poesía misma.


La hilacha de lo real es, en definitiva, una incursión por las confusas zonas de la razón, donde la contemplación no significa certeza, ni tampoco la aprehensión representa el descubrimiento de la verdad. Estas soledades sin remedio apenas nos permiten intuir que el poder tiene una mirada atrofiada sobre la humanidad. Por tanto, la escritura poética es la única que revela la conmoción que experimenta el creador frente a la crueldad de la vida y, por lo tanto, se niega a ser reducida a una simple comprensión racional. La única usina de valores que reconoce la labor del poeta es la que produce su propia historia, confundida con la historia de los otros, interpelada por el valor inobjetable de la libertad de decir y trascender a través de la palabra. No conoce otra manera de sentir y expresarse. Decir poético que conoce y siente. Y lo hace con idoneidad, apoyándose en un rango sintáctico correcto, de tono medio, sin impostaciones que podrían desvirtuar la esencia del texto. La escritura de Cesario respira honestidad.

En La Diosa Blanca, Robert Graves afirma que “el poeta no puede seguir siendo poeta si tiene la sensación de que ha conquistado para siempre a la Musa, de que ella está siempre a su disposición”. Para Cesario la poesía no es seducción, es un brutal reconocimiento del mundo que lo rodea y la continuidad del dolor. Sus poemas se leen con la sensación de estar transitando un texto sin desbordes. Expresividad sin adornos, sin adjetivos innecesarios. Esto define la cuidada precisión y control de emociones. Privilegia lo visible por encima de la oscuridad. Contrasta con una sociedad cada vez más aturdida y extraviada en las redes de la indiferencia ante el designio de ignotos habitantes del abismo. Y se pregunta: ¿quién no quiere ver lo que el poeta ve? 



3 poemas de Una hilacha de lo real


 

LABRADOR


 De regreso a la barraca


 chupa las vainas

de algarrobo maduras


 y escupe el resto fibroso.


Queda un amparo,


el asilo del abrazo.


 

 

 MILAGRO


 

Cercano de los raíles

y las malezas.

 

Pibito arrapiezo

sestea sobre el vitre.

 

Mueca alboroza.

 

Aspaviento milagroso.

 

La grima

se convierte en pan.

 

 

INUNDACIÓN

 

Algunos trepados a los techos.

 

Otros,

 

en chalupas con sus bebés aupados

y con sus perros.

 

Y en el patio,

 

en la maroma,

 

se tamiza un sueño,

 

penden los botines al sol.

 

 


CÉSAR BISSO (Coronda, Santa Fe, 1952). Poeta y ensayista. Ha publicado los siguientes libros: La agonía del silencio; El límite de los días; El otro río; A pesar de nosotros; Contramuros; Isla adentro (Primer premio de poesía José Pedroni); De lluvias y regresos; Las trazas del  agua (antología); Permanencia; Coronda (antología); Cabeza de Medusa (ensayo)Un niño en la orilla (Segundo premio municipal de poesía Ciudad de Buenos Aires); AndaresLa jornada (Tercer premio Fundación Argentina para la Poesía); De abajo mira el cielo. Fue invitado a participar en diferentes ediciones de ferias de libros, festivales de poesía y encuentros culturales realizados en ciudades de Argentina, América Latina y Europa. Algunos de sus escritos han sido incluidos en diversas antologías publicadas en el país y en el extranjero; otros textos fueron traducidos al inglés, portugués, francés, alemán, italiano y árabe.



WEDGWOOD STEVENTON (Inglaterra, 1955) | Começou a fotografar em 1973 passando para pintura e colagem em 1995, posteriormente descobrindo o cinema. Colabora, sempre de forma independente, no círculo do Surrealismo desde 1995. Como ele próprio declara: 
O espírito e o mistério da natureza ligado à existência humana é um tema importante em todos os meus trabalhos. Em uma mostra realizada em 2020, Steventon observou, acerca de sua própria obra: Pinceladas repentinas, a mistura de cores a óleo e, às vezes, a adição de colagens se unem para formar o trabalho finalizado. Nenhum primeiro pensamento, mas a pintura da mente inconsciente. Regras do automatismo. A natureza e o mundo humano se unem para contar a história. Um mundo em fluxo. Uma jornada contínua para explicar uma existência na vida em que nos encontramos.




Agulha Revista de Cultura

Número 230 | maio de 2023

Artista convidado: Wedgwood Steventon (Inglaterra, 1955)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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