sábado, 10 de junho de 2023

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Alexis Gómez Rosa: En la ruta de los huracanes

 


De la llamada generación de Post Guerra, o del 60, Alexis Gómez Rosa es una de las figuras más representativas en el mapa de la poesía actual de su país. En su adolescencia, vive y atestigua la guerra contra Estados Unidos, de donde nace un sentimiento de indignación e incredulidad que habrá de recorrer su escritura años más tarde, cuando, al igual que muchos intelectuales dominicanos se ven obligados por las circunstancias a emigrar a Estados Unidos buscando nuevos horizontes universitarios. En 1967 funda, junto con los escritores Mateo Morrison, Enrique Eusebio y Soledad Alvarez, el grupo literario La Antorcha. Luego de una estancia de 17 años como estudiante y profesor en Nueva York, Alexis retorna a Santo Domingo, donde reside y trabaja hoy en día como funcionario de gobierno, en el área de cultura y de publicaciones. Autor de una abundante obra que se despliega en un abanico multicolor y con una marcada diversidad temática, consciente de esa pluralidad estilística y formal, reflexiona sobre las causas y los efectos de su poesía, en la que uno puede reconocer, sin duda, una voz con acento del Caribe.

 

JAL | Alexis, la primera pregunta que deseo hacer nace del color de tu isla y su contexto marino, de tu gente y su mestizaje, de tu condición insular y la ambición de ir y venir a tu Itaca caribeña ¿Cómo imaginabas el mundo exterior de niño y cómo lo has vivido? Es decir, cuéntame un poco de esa conciencia infantil de tu persona y de tu entorno.

 

AGR | Una vez, las Antillas se separaron de tierra firme y en su lento peregrinar de tiempo muerto quedaron suspendidas. Haití: tierra de altas montañas, Babeque o la Hispaniola (actualmente República Dominicana), con su largo linaje de sotanas sepultaron su nombre aborigen para llevar el católico Santo Domingo en el marco de la Orden de los Dominicos. Siempre me ha dolido y molestado la cuestión esa del nombre. Un bautizo que le salió a Juan Pablo Duarte como el tiro por la culata. Si te fijas, el nombre conlleva un error mayúsculo, falso, porque arrastra y anuncia una forma de gobierno que no siempre se corresponde con el drama vivido históricamente. Haití nos robó el trueno porque se llevó el nombre (aunque del lado nuestro están las cúspides de mayor altura), al liberarse de Francia, que había legitimado su presencia en la parte oeste de la isla por el Tratado de Ryswick. España nos abandonó. A pesar de ser “la tierra que más amó Colon”; tener la primera ciudad, primera catedral, primera universidad y primera Real audiencia, España nos abandonó y, en este cálido terrible abandono, se fue gestando y perfilando una comunidad mulata de la cual se hace y se publicita orgullo. Color de piel, labios, piernas y glúteos en el son, la bachata y el merengue combinados. A diferencia de Cuba y Puerto Rico, en la primera etapa de la Colonia y por efecto del nefasto abandono, indios, negros y blancos pobres se dieron cita en un mismo palenque entretejiendo hábitos y costumbres con fabuloso resultado. En la comida, sin temor a equivocarme, la más rica y variada del Caribe por las múltiples invasiones procedentes de ambas orillas del Atlántico. Es típico ver en la mesa dominicana, con dulce y con sal, un amplio menú de frecuente consumo, que hacen imposible hablar de un plato nacional. 48 442 kilómetros cuadrados representan un mapa gastronómico sui generis por denominación de origen. En lo musical, ¿Qué decir? Una pista que hizo causa común con todos los ritmos caribeños y, en lo particular, los ritmos anteriormente mencionados más la mangulina y el carabiné. Un mundo de gran sensualidad para deleite y mortificación de los sentidos. En mi caso, el de un niño rodeado por cinco hermanas, busqué hacer equilibrio en el campo militar que, desde 1959, se pobló de guerrilleros y una constelación de líderes como Fidel, Lumumba, Manolo Tavárez, Ben Bella, Nasser, Che Guevara y Caamaño. En el orden deportivo fueron mis héroes peloteros y boxeadores. Dos ángulos complementarios, dos enfoques de vida.

 Al salir del bachillerato, el primogénito y único varón se inclina por “las delicadas letras” entre láminas y frasecitas bonitas. Láminas y reproducciones pictóricas que me permitieron apreciar la luz del Caribe con esa fuerza estremecedora y triunfal que posteriormente vi en los pintores Ramón Oviedo, Candido Bidó y Guillo Pérez.

 


JAL | ¿Cómo adquiriste conciencia de la literatura, de la poesía, de la fuerza y el poder de las palabras y al mismo tiempo de su esencia significativa? ¿Cómo fue tu relación con los libros, la historia de tu país y su cultura que es un tema recurrente en tu poesía? Puedes quizás contar un poco de tu biografía familiar.

 

AGR | En lo formal, el Departamento de Letras de la Universidad Autónoma de Santo Domingo: un refugio para el resabio de leguleyos y tribuna de ángeles desterrados. La otra cara de la moneda un largo lamento: Pedro Henríquez Ureña, entre México y Argentina; Juan Bosch y Pedro Mir en el exilio. ¿Qué nos quedó entonces? Labrar nuestro propio camino en talleres literarios y tertulias. Tiempo después el horizonte se abrió y nos propusimos viajar. En un país de pobres librerías se me ocurrió visitar las embajadas de países acreditados con la finalidad de actualizarnos. Mientras tanto, iba construyendo el árbol genealógico de la poesía accidental, más Japón. Ese árbol, con la ayuda de Miguel Alfonseca y René del Risco, por ejemplo, se fue poblando de nombres y títulos de la más variada estirpe. Me costó muchos años hacer de él un arbolito de navidad que mostrarara sus excelencias y grandes ramajes; su poder encantatorio y su poderosa verdad de asombro y sorpresa. Conocer la poesía y estudiarla críticamente se impuso como un imperativo del momento que nos llevó a intercambiar publicaciones; subscribirnos a revistas que nos remitían a otras y así sucesivamente. Recuerdo que Miguel Alfonseca publicó en El corno emplumado y de la mano de Margaret Randall y Sergio Mondragón, pasamos a Pájaro Cascabel y Thelma Nava (México); en Venezuela, Imagen, en la época de Gloria Stolk y Rayado sobre el techo, del grupo “El techo de la Ballena” que previamente habíamos conocido en la Antología de la Poesía Viva Latinoamericana, de Aldo Pellegrini; como a Ulises Estrella y los poetas tzantzicos de Ecuador y su revista La bufanda del Sol. Años duros aquellos, de iluminación y esperanza que recorrían las vértebras enormes de Los Andes (Darío). Otros nombres, otros títulos: Armas y Letras (Guatemala); El Pez y la serpiente (Nicaragua); Repertorio Americano (Costa Rica); Casa de las Americas (Cuba) y, con posterioridad a 1973, Araucanía (Chile); Balcón; Revista Atlántica (España); Plural; la Gaceta del FCE; Casa del Tiempo, Tierra Adentro (México); Poesía de Venezuela y Poseía (Venezuela) y en Estados Unidos: Inti, De azur; Caronte, Hispaméica, entre otras. Esta efervescencia político cultural, ¿tenía en mi estrategia particular la búsqueda de quién soy? Tras ese propósito eché muchas páginas para la izquierda procurando respuestas a interrogantes existenciales. Eran los años de La Antorcha en compañía de Mateo Morrison, Enrique Eusebio, Fernando Vargas y Soledad Alvarez, cuando descubrimos a T.S. Eliot, Ezra Pound, William Carlos Williams, Wallace Stevens y E.E. Cummings; los años de hacer nichos en la Biblioteca Municipal de la calle Padre Billini detrás de El Muro de Jean Paul Sartre y contagiados por La peste de Albert Camus; años en que comencé a coleccionar palabras como se coleccionan monedas y estampillas de correo. Jacques Viau Renaud (poeta dominico-haitiano muerto en la guerra patria del 1965), me dejó la idea de un diccionario como instrumento de trabajo. Ese diccionario temático compendiaba la vida en grandes áreas que, al trabajar una de ellas, sentía cómo se organizan sus elementos en un complejo léxical propio de relojería suiza. En mi propósito, palabras, libros, cultura e historia se juntan en una dinámica laboral y en un momento específico que no diferencia el escritorio de la mecedora; el asiento en la guagua del banco en el Parque Colón; la butaca en la biblioteca de la gradería en el estadio de béisbol. De un lugar a otro vivía (vivo) el accionar y el reclamo de la poesía que no tiene horarios ni miramientos de ninguna especie. Te hablo de Alexis Gómez Rosa con 18, 19, 20, 21 años encima. Hecho hombre, la responsabilidad de la poesía alcanzó en devoción y estudio también su mayoría de edad.

 

JAL | Llama la atención la formalidad de los dominicanos, el uso del traje en un medio tórrido lo dice casi todo. Me parece que tú eres un caso aparte, hay un humor abierto y sin ataduras, un gusto por reír y romper con la solemnidad del tiempo, al menos así lo refiere tu breve autobiografía y el conocimiento que alcanza uno a tener de tu persona. Hay humor en tu poesía, algo extraño en los versos de la mayoría de los poetas. ¿Qué significa para ti la risa, la fiesta, el juego, el ocio ante la necesaria disciplina para forjarse un bagaje intelectual que permita el desarrollo de una obra literaria? ¿Tienes algunos modelos intelectuales en mente?

 

AGR | Cierto. Impostura de la colonia española primero; luego la reimpostura de numerosas ocupaciones militares: orden del día y reglamento. Mimesis de tal, que no es mímica ni congelado maniquí: modestos modistos made in England. El dominicano viste de modelo importado. De la vitrina en Londres a la Boutique en Paris, el dominicano confirma un gusto, una disposición, no importa el clima o la clase de tejido si de vestimenta se trata. Son las reglas del juego. Vestir formal, lucir un buen corte de pelo acogido a las maneras del “si señor; cómo no”: eso vende y encanta. La disyuntiva es clara. Si eres visionario, progresista, respetuoso de las normas, un futuro te aguarda: eres un hombre Calvin Klein; Lo contrario: atreverse a ser en libertad cuesta y hace peligrar tú bienestar: tú eliges. Para que te hagas una idea de la importancia del traje, José Francisco Peña Gómez, famoso dirigente político en época de represión, exclamó al salir de una redada: “¿Tú crees que un sargento puede llevar preso a un hombre con un Bottany 500?”. El dirigente se sentía blindado. En cuanto a mi forma de vestir, de ser, te puedo asegurar que no me aparto del conjunto y no me disgusta un traje. Diferencia: visto como me sale del forro de los timbales y me río de las solemnidades impositivas y de la camisa de fuerza de lo establecido. Me gusta la nota de los juerguistas-jaraneros-jodedores: tres buscavidas y un sólo jodón verdadero. “Cada palabra muerde ingenio, sabor, prosodia de la memoria. Chulería pura, tabernícola, en la frase con bigotes y zapaticos de dos tonos”. (AGR/En transito de pie quebrado). Con ellos la palabra es un dentífrico que identifico y me planifico para salir a desgranar la carcajada más franca en el cariado salón de las cariátides. ¿Viste? Del apartamento al colmadón; de la calle, al taller, al colmadón, a la oficina se gesta la poesía, la sacrosanta poesía por indulgencia de los gurues del Parnaso y ya esto es para desternillarse de la risa. El poeta dominicano (joven o viejo) escribe con un corsé de domesticadas palabras y solo habla en lo profundo. Yo he querido poner distancia de por medio porque ya tengo muchas responsabilidades de ceño fruncido. Me pregunto: ¿Qué hubiera sido Atenas sin el ocio? Como se preguntaba el poeta dominicano Manuel Llanes a principio del decenio de 1960. Y la respuesta se cae de la mata: un registro de aburridas heroicidades.


Anteriormente decía, al margen de academias y universidades me dispuse a desarrollar mi propio programa más allá de patrioterías y urgencias ideológicas. Si bien en mi altar oficiaba César Vallejo y el Pablo Neruda de Residencia en la tierra, en el otro extremo coexistían Pound, Eliot, Borges, Lezama Lima y Octavio Paz. Ellos instauraron la más radical práctica de la escritura. ¡Odumodneurtse!

 

JAL | Me parece que no es, o no fue en épocas recientes, poco común entre los escritores y artistas dominicanos verse obligados a salir al extranjero para formarse. ¿Puedes hablarme un poco de esa relación entre el ser dominicano y tu vida en Estados Unidos? ¿De qué manera crees qué ha influido en tu manera de pensar, de actuar, de escribir? ¿Compartes estas circunstancias y estas causas y efectos con los escritores de tu generación?

 

AGR | Caer en New York y despertar en Manhattan supuso a penas mudarme de barrio con el océano de por medio. Nunca me sentí estraño en New York. Periódicos, variedades TV, plátanos, yautía, ñame, yuca, longaniza, mondongo, chicharrón y toda la menudencia que pudiera significar nostalgia, se encontraban a mano en la próxima esquina. Salí a estudiar (bueno…, mis padres me sacan del país por cuestiones políticas), el 20 de diciembre del 1972 y alcancé mi propósito 18 años después: una maestría en literatura hispánica en New York University, 1991, pasando por oficios inimaginables y mudando periódicamente de geografía y lugar. Viví en Manhattan, en Queens y el Bronx (New York); Dorchester, Jamaica Plain, Watertown y Boston (Massachusetts), por espacio de 15 años. Experiencia brava, aleccionadora, rica en matices que me permitieron afinar la puntería para sobrevivir, pero con muy malos resultados. Definitivamente como tirador soy excelente boy scout. Es que en mi vida pesa más el cristianismo de mi casa y el marxismo de mis años de bachillerato. Tremenda combinación que hace de mí una víctima de altruismo y la buena acción diaria. Algo así como un pobre Padre Billini sin sotana, un pendejo de tomo y lomo, un bobalicón de dos mundos. Volviendo atrás, La Gran Manzana me reveló un universo en permanente movimiento; violentos cambios en mi percepción de las cosas y en mi gusto artístico; multiculturalismo y aceptación de la diferencia en lo político, lo sexual, y lo religioso. De aquí en adelante mis amigos fueron otros. Otros los músicos, pintores y cineastas que frecuentaba; otra la fiesta. Esa nueva relación, como habrás de suponer, modificó mi manera de actuar y concebir el acto creador. Cambiaron mis hábitos, modelos y manera de trabajar. En la factoría entraba a las 12:00 de la noche y salía a las 8:00 de la mañana. Dormir, escribir, leer, vivir, eran tareas que alternaba indistintamente dependiendo de las necesidades del día. Sin diálogo con el mundo exterior, me refugiaba, con el espíritu de Lope, en mí universo, en mí, En tres lustros que permanecí en New York no hice vida comunitaria ni participé de las actividades culturales de mis compatriotas. Allí no tenía nada que buscar. Los dominicanos del ghetto, duchos en el juego de dominó y el pintintín, seguían en la barahúnda y en la cháchara de la isla. Sus poetas: químicamente puros, permanecieron al margen de la modernidad que se expresaba en los clubes de jazz, los museos y los grandes pintores y el buen cine, destilando ignorancia de la buena, “patriotismo” y una miseria espiritual para rajarse a dar gritos. Te repito: daba más aceite un ladrillo que uno de esos bergantes buena poseía. Al año de residir en la ciudad ya me había matriculado en New York University para validar mi condición de “hispanoparlante digno”, puro, no contaminado con la jerga de bola y strike. Es increíble que nosotros tuviéramos que avanzar demostrando siempre capacidad de diálogo. Silvia Molloy (Argentina, al fin) y Jacobo Sefamí (mexicano-estadounidense), me dieron la impresión de estar haciéndonos concesiones, el favor plus… ¿Qué había detrás de todo esto? La ausencia de una tradición poderosa que se explicara por sí misma. Decir Alexis Gómez Rosa, dominicano, y arrastrar ipso facto a Franklin Mieses Burgos, Héctor Incháustegui Cabral, Aida Cartagena Portalatin, Freddy Gatón Arce y Manuel Rueda, tendría mucho sentido si fuera imponente nuestra tradición y ampliamente conocida. Al no decir esto nada, pronunciar mi nombre resultaba tan hueco como la tambora del merengue en el poema miesesburguiano. “Es que somos muy pobres”, había dicho Pedro Henríquez Ureña al marcharse del país, confirmado este aserto más tarde por Juan Bosch, Manuel del Cabral y Pedro Mir que habían vivido en el exterior, pero igualmente desconocidos como quienes permanecieron en la isla. Confirmé, a partir de aquella realidad, que solamente a través del trabajo solitario y sistemático se puede salir del aislamiento, porque, al fin y al cabo, como en el poema Hermandad de Octavio Paz, alguien en nuestras palabras podría sentirse interpretado.

 

JAL | Antes de pasar a hablar de tu obra y de tu poética, cuéntame un poco de esos homenajes que haces en tu libro High Quality, Ltd. Hablas de Tablada, Paz, Borges, Juárroz, Reverdy, Apollinaire, Carlos Williams, Cummings, Frost. ¿Qué otras figuras literarias, paradigmáticas en las Antillas, han sido determinantes para ti?

 

AGR | Mi obra es diálogo en emergencia; historia revisitada. Escribo entre las líneas de otros escritores completando lo que olvidan en un largo gerundio: ampliando, modificando, corrigiendo. Escribo con ellos (los clásicos); contra ellos (los nuevos clásicos), con la tijera de Milton. Armado de tan necesario instrumento comencé a practicar su consejo cuyo atrevimiento escalofriaba: “Tomar a Shakespeare y podarlo? Se imponía leer, críticamente, a los escritores mayores de la lengua despojándolos de todo lo superfluo e innecesario. El ejercicio, extendido hasta los editoriales de los periódicos, reportó grandes beneficios. Tijera en mano, me acerqué al árbol genealógico de la poesía occidental y comencé a podar, a dialogar, a (re)conocer. Música de espejo (High Quality Ltd), es homenaje de admiración-critica-reconocimiento a aquellas voces de la poesía contemporánea que han definido formas propias generadoras de múltiples caminos. Paradójicamente, una poética de tierra firme intervenida por fuertes temporadas ciclónicas. De sur a norte, en la ruta de los huracanes y de mayor a menor, cabe citar a Saint John Perse, Aimé Cesarie, Derek Walcott y Kamau Brathwaite. Mención aparte merecen los poetas dominicanos Domingo Moreno Jimenes, Vigil Díaz y el Ramón Francisco de Odas a Walt Whitman.

 

JAL | La tregua de los mamíferos (2005) es a todas luces un poema épico, un poema mural, donde uno puede hallar trazos a la manera del Guernica de Picasso y acentos de un expresionismo abstracto, para poner dos símiles plásticos. Allí están presentes la intertextualidad y el collage para conformar un discurso donde hay una anécdota, una historia, una gesta, con una dinámica que la desfigura hasta donde sea posible reconocer y sentir las emociones y figuras de ese episodio patrio, la invasión de Estados Unidos. Además de la plástica, tu poema lo hace a uno pensar en el jazz, pero me queda la duda ¿por qué un poema extenso y no pequeñas piezas como te gusta hacer, por ejemplo, en tus haikus? ¿Cómo se gestó el poema en cuestión, escrito en 1977 y publicado casi 30 años después?

 

AGR | Poema épico, en efecto, La tregua de los mamíferos es el poema del niño escrito por un adulto. Testigo presencial de los hechos, fui acumulando con los ojos del asombro, episodios, situaciones, curiosidades y anécdotas de la guerra de abril de 1965, convertida en guerra patria por la segunda invasión yankee del siglo 20. Poema extenso y ambicioso, lo concebí como un poema total: rizomático, abarcador, diverso. La tregua de los mamíferos antes se llamó “Aullido” y figura en la 2da. edición de mi primer libro, Oficio de post-muerte. Las dos versiones responden a una intención vanguardista, experimental, donde intervienen técnicas y recursos de otras disciplinas y artes que hacen del poema una caja china o una cámara que pone al descubierto lo que transcurre ante ella. La escritura del poema me tomó un verano en un proceso inquisitorial que incluye búsqueda de información, narraciones, lecturas puntuales acerca del conflicto bélico y testimonios de combatientes a quienes consulté, contrapunteado por el recuerdo y la mirada de un niño que a diario se presentaba en la llamada zona constitucionalista, la zona de los rebeldes. Una vez pasado en claro el poema hice muchas lecturas con espíritu de taller. Advertí el vínculo que los oyentes establecían con la pintura mural, el collage y la cinematografía. Poco tiempo después encontré un texto del poeta Roque Dalton, titulado “Taberna y otros lugares”, donde sentí el eco de un coro similar al que se manifiesta en La tregua de los mamíferos. Reverso del salvadoreño, el estadounidense William Burroughs y su técnica del cut-up que despliega en El almuerzo desnudo y que yo había incorporado a mi sistema desde mi época de diagramador recortando palabras para el paste-up final. Además de los recursos (grabadora para la simultaneidad; intertestualidad y superposición), el poema se fue escribiendo por acumulación de sucesos y ofensas como esa deuda contraída por la familia que por dignidad uno asume como propia. Necesariamente tenía que ser un poema que respirara con el pulmón del país. Abierto, aleatorio, plural, su versión gráfico auditiva se puede visitar en http://www.alexisgomezrosa.com en la voz de Armando Almánzar Botello; fotografías de Juan Pérez Terrero y pinturas del maestro Silvano Lora.

 


JAL | Pedro López Adorno, en su comentario sobre dos de tus libros Opio territorio y Cabeza de alquiler apunta que se trata de dos geografías líricas que desembocan en la obra que analiza Contra la pluma la espuma (1990) –que entiendo las contiene en su edición--, para señalar el entramado de signos que “no aspiran a la realidad histórica, sino a una realidad más íntima, más selecta, más crítica”. Intento deducir de tales expresiones que la preocupación histórica que devela un libro como Tregua de los mamíferos se disipa en estas otras obras de mayor calado individual donde el yo es el territorio del poema. Hay ámbitos poéticos afines a ti de manera particular: la preocupación social se entrevera con un lirismo que suele tocar fibras de la epopeya y de tu ciudad, de tu contexto ¿Qué opinas sobre estos planteamientos?

 

AGR | Contra la pluma la espuma es un libro emblemático en mi producción poética. Dos libros en uno o uno en equilibrio entre dos estéticas, dos miradas. Es libro de acopio y síntesis de mi experiencia creativa e intelectual en New York como aspirante al doctorado en filología y literatura hispánicas (New York University) y como poeta que trabajó en fábricas y oficinas y caminó calles, parques y subway de la ciudad recogiendo las piezas de un rompecabezas interurbano. Cabeza de alquiler y Opio territorio se complementan en sus aspiraciones. Estas dos biografías líricas definen caminos poéticos contrapuestos por cuanto uno (Cabeza del alquiler) pretende hacer tesis conceptualizando la experiencia creadora, como se puede apreciar en Noción mayor de lo breve: Misión del poeta:/ atreverse a morir / en cada página.

Opio territorio es de una personal, cruda y falsa biografía. En él nos encontramos con una poesía vitalista, testimonial, que da cuenta del paso de mis días y de mi relación con los paseantes en las calles neoyorquinas. Es evidente la diferencia con respecto a La tregua de los mamíferos: poema épico que traduce la experiencia bélica de Santo Domingo el 24 abril de 1965, con sus 42 000 invasores yankis que finalizaron dramáticamente en Vietnam. Diferencia temática, política, mas no poética. En términos escriturales no existe mayor diferencia, pues el hilo conductor en el tratamiento del lenguaje es el mismo, como en los recursos técnicos empleados. Claro está, el sentido multitemático y polifónico La tregua de los mamíferos (pese a su condición de cuerpo único), se distancia del carácter lírico, intimista, de Contra la pluma la espuma: refugio de las obsesiones de un ojo que se desplaza por una ciudad que duerme y me delata en la superficie y, por otro lado, una ciudad que gime, se arrastra, solloza y goza en sus galerías subterráneas.

 

JAL | Advierto, entre los tres libros de poesía que he leído: Ferryboat de una noche invertebrada, High Quality, LTD, y La tregua de los mamíferos, una distancia estilística, una divergencia temática y una poética poco familiar. Son tres libros distintos entre sí, como si hubiesen sido escritos por autores diferentes. ¿Qué representan estos y otros libros hechos con motivaciones diversas y registros diferentes? Haz el ejercicio también de hablarnos desde el ángulo del lector que eres.

 

AGR | Exactamente, de un título a otro hay una gran diferencia, se cuela todo un abismo. Como poeta siempre me he planteado el fenómeno escritural en términos de pasión y desafío. Si he de sumar nuevos títulos con el viejo ropaje de lo establecido dejaría de escribir poesía. El acto creador, en tanto lucha con la palabra y la tradición, lo asumo con las armas del guerrero condenado en su ordalía. Caminar sobre lo seguro, de frente a las puertas del prestigio, generadoras de aplausos, no me interesa. Tampoco me interesa engordar la bibliografía que justifique un tenure de futuro seguro. En mi producción cada obra supone un cambio y eso explica, en parte, una visión distinta de las cosas, un cambio de ruptura en el decir, una atmósfera enrarecida, de nuevo tipo. Desde Oficio de postmuerte (poemario que contiene a La tregua de los mamíferos en su primera versión titulada Aullido), hasta Ferryboat de una noche invertebrada, mi poesía es un violento caminar todo terreno: versos libres, epigramas, poemas en prosa, poesía concreta y haikus. Cada una de estas modalidades tienen su presente-lejano interlocutor que constituye una gran familia de iluminados. A ellos me remito permanentemente en mi deambular insomne por los libros.

 

JAL | Me llama mucho la atención el uso de recursos como la nota a pie de página, el intertexto, el collage ¿qué significan para ti a la hora de la escritura y del diseño, por decirlo de algún modo, del poema?

 

AGR | Te digo, con una frase de la cual gusto mucho, que mi poesía es el resultado de un tránsito sobre el filo de la navaja. Escribo arriesgando la diadema en un combate sin límites de caídas. Me corrijo: arriesgando “reconocimiento y prestigio” en una lucha por validar (¡Oh Tristán Tzara!). La maquinaria inusual de la imagen y el sueño. Pluróscopo, exposición y plaquette de poesía concreta publicada el en 1977, pasó a mejor vida en medio de un absoluto y pesado silencio. Nadie comentó nada. Los críticos de artes y literatura se anudaron las lenguas en un silencio cómplice que sólo arroja ignorancia. A otro nivel, un tanto convencional de la vanguardia, ascendí a la extraña y curiosa categoría de “interesante”: vocablo con el cual despacharon mis propuestas que vienen desde Oficio de postmuerte y aún no terminan. En este libro encontramos poemas que a través del pie de página modifican o amplían la visión central del mismo como sucede en Crónica gris IJ4 -1959 y Ego enamorado. Crítica del poema, crisis del gusto y los sentidos. Otro detalle, igualmente curioso, es el empleo de una bibliografía que ilumina el ejercicio crítico señalando las voces que sostienen el discurso poético, y a quienes debo la conformación propedéutica acerca del arte y la literatura. Igualmente, esto ha sido una forma de crear un santoral (homenaje a los poetas de mi devoción), que ilumine y proteja a muchos poetas desamparados. Sin salir de este, mi primer libro, llama la atención de la crítica Estado de sitio o emergencia, poema en el que se anula la primera versión empleando un sello gomígrafo, para engendrar otros poemas que alteran la versión original. Estilo de un ejercicio que reflexiona y hace la crítica del poema, su historia, poniendo de manifiesto los mecanismos de su construcción.

 

JAL | Por último, Alexis, ¿qué encuentras y que esperas de la poesía dominicana, latinoamericana con respecto a tu propia escritura?

 

AGR | A mayor lectura y conocimientos, mayor la dificultad para escribir. En línea opuesta te digo que a mayor conocimiento de la poesía latinoamericana mayor se hace su espejismo. Nombres de realce y relumbrón que vienen a confirmar el lugar común y la reiteración de una poética opaca que se agotó en sí misma. Estos poetas en una época eran los pupilos del Partido apoyados por la Revolución Cubana o fundamentalista del stablishment gays. Su presencia en el acontecer poético latinoamericano se debe a sus vínculos con el poder mencionado, que es también el poder que tienen las academias universitarias norteamericanas. Hay mucho de chercha en este carnaval que goza de prensa especializada y que tiene altoparlantes locales, loros criollos que defienden las políticas de los nuevos zares. A nosotros nos ha tocado la periferia del centro, pero en feria se soporta porque el poema es la gran fiesta. Vlía, de Freddy Gatón Arce; Rosa de tierra, de Rafael Américo Henríquez; Yelidá, de Tomás Hernández Franco, para seguir en el margen con los grandes dominicanos. En Latinoamérica, del canon de sus poetas vivos, me interesan los chilenos Nicanor Parra y Gonzalo Rojas; los brasileños Ledo Ivo y Ferreira Gullar; los venezolanos Rafael Cadenas y Eugenio Montejo. Con respeto a Dominicana, se me hace difícil y espinosa la respuesta. Me atrae mucho esa línea femenina que parte de Jeannette Miller, continúa con Soledad Álvarez y encarna con fuerza en Rita Indiana Hernández y Ariadna Vásquez. En el frente masculino sigo de cerca la poesía de Miguel Aníbal Perdomo, reverdecido en cada título; Cayo Claudio Espinal (creador del movimiento poético contextualista) y autor de libros paradigmáticos de la nueva poesía dominicana; José Enrique García, Armando Almanza Botello: poeta de luces vanguardistas y atinados hallazgos expresivos, y los ochentistas José Mármol, Plinio Chahin, César Zapata y León Félix Batista, en quienes la poesía dominicana tiene su antídoto y resguardo. Una nueva trilogía, más joven aún, la constituyen Homero Pumarol, Frank Báez y Juan Dicent: poetas celebrantes de la calle y el despelote urbano que recorre y une las dos orillas del Atlántico, en un trasiego cultural de pronósticos reservados. 

 

 


ALEXIS GÓMEZ ROSA (República Dominicana, 1950-2019). Poeta de la llamada generación de Post Guerra, o del 60, es una de las figuras más representativas en el mapa de la poesía actual de su país. En su adolescencia, vive y atestigua la guerra contra Estados Unidos, de donde nace un sentimiento de indignación e incredulidad que habrá de recorrer su escritura años más tarde, cuando, al igual que muchos intelectuales dominicanos se ven obligados por las circunstancias a emigrar a Estados Unidos buscando nuevos horizontes universitarios. En 1967 funda, junto con los escritores Mateo Morrison, Enrique Eusebio y Soledad Álvarez, el grupo literario La Antorcha. Luego de una estancia de 17 años como estudiante y profesor en Nueva York, Alexis retorna a Santo Domingo. Libros: Oficio de postmuerte (1973, segunda edición, 1976); Pluróscopo (1977); High Quality, Ltd. (1985); Contra la pluma la espuma (1990); New York City en tránsito de pie quebrado (1990); Tiza & tinta (1991); Si Dios quiere y otros versos por encargo (1997); Self service poems (Ahora disponible en su versión castellana) (2000); Adagio cornuto (2000); Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (2003) y La tregua de los mamíferos (2005).

 

 


JOSÉ ÁNGEL LEYVA (México, 1956). Poeta, narrador, periodista, editor y promotor cultural. Fundador y director de la editorial y la revista literaria La Otra. Responsable de Publicaciones de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Ha publicado más de 25 libros de poesía, narrativa, divulgación de la ciencia, periodismo y ensayo. Sus obras más recientes son Voz que madura, entrevistas a poetas iberoamericanos (tres volúmenes), BUAP, 2018; Luz y cenizas, FOEM, 2019, Enrique Arturo Diemecke. Biografía con música de Mahler, 2020, Exorbitant, Francia, 2020 y Anacrónicas, FCE 2021. Libros suyos han sido traducidos íntegros al francés, italiano, serbio, polaco y parcialmente al sueco, portugués, inglés y al rumano.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 231 | junho de 2023

Artista convidado: José Ángel Leyva (México, 1956)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

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