Llegaré una tarde a una ventana
con los ojos de plata y gris en el corazón,
“Vengo de otros países y tengo muchos años”,
pero ninguno sabrá quién soy.
Y mi nombre sonará tan lejano
como una vieja canción,
y no seré más que un fantasma
sin pasaporte ni profesión.
FRANCISCO AMIGUETTI
Intentar
resumir, en un artículo o ensayo, la intensa vida, así como la prodigiosa obra artística,
de un gran andariego por múltiples caminos, es una ardua empresa que siempre nos
sobrepasa. Se trata, junto a su gran amigo y compañero mayor Max Jiménez (1900-1947),
de uno de los artistas más completos de la Costa Rica del siglo XX. Ambos fueron
potentes creadores visuales y escritores, mejor dicho, dos poetas que se expresaron
con lucidez por diferentes medios y variados géneros artísticos. Expresado de otro
modo, ambos representan la summa poética de una provincia centroamericana
que, antes de su impronta, no lograba despegar del aldeanismo costumbrista tico.
Y, lo paradójico y sorprendente, en el caso que nos ocupa, sin abandonar los rasgos
más acusados de la autenticidad costarricense. Dichas características trataremos
de desarrollarlas y detallarlas en lo que sigue.
Nació Francisco Amiguetti Ruíz un 1º. de junio de 1907 en San
José y nos abandonó, en la misma ciudad, un 12 de noviembre de 1998. Hijo de Juan
Amiguetti Petensi y de Ángela Ruíz Echeverría, procreó cuatro hijos; una pareja
con su primera esposa, la también reconocida artista visual, escritora, investigadora
de las culturas populares, recopiladora musical y cantautora, Emilia Prieto Tugores
(José Pablo y Cecilia Amiguetti Prieto), y las otras dos con su segunda esposa,
la también pintora Flora Luján Alvarado (Olga y Marta Amiguetti Luján). Su tercera mujer
sería Isabel Vargas Facio, a quien conoce en 1976.
En 1923 ingresa a la Academia de Bellas Artes, pero su estadía
en dicha institución es breve pues intuye, con tino, que el método académico limitará
sus cualidades artísticas. Decide continuar al margen. Entre 1928 y 1937 participa
en las exposiciones de artes plásticas auspiciadas por el Diario de Costa Rica,
donde el arte académico, de tendencia europeizante, enfrenta al movimiento surgido
de un grupo de artistas denominado por la crítica tradicional como Nueva Sensibilidad.
Amighetti comparte con este grupo su inquietud por la temática nacional (el campesino,
el hombre de la calle, las labores cotidianas, la mujer, la maternidad), misma que,
a partir de ese momento, depura hasta la íntegra madurez de su obra.
En 1931 se convierte en profesor de Dibujo y Xilografía en la Escuela
Normal de Costa Rica en la ciudad de Heredia. Un año después viaja, casi sin
recursos y sin invitación previa, a Suramérica (Perú, Bolivia, Argentina) donde
se gana la vida, en revistas y periódicos, con dibujos, xilografías y redactando
crónicas. Regresa a Costa Rica dos años más tarde dedicándose a ilustrar libros
de autores nacionales, así como textos educativos. A principios de la década de
1940 viaja a México a estudiar la técnica del mural en la Escuela La Esmeralda.
En este período amplía sus estudios de arte en la Universidad de Nuevo México,
de pintura al fresco en la ciudad de México y de grabado en la Escuela Superior
de Bellas Artes de Argentina (viaja de nuevo a Argentina en 1950), así como
en varias academias de arte en los Estados Unidos. A su retorno realiza su primer
mural al fresco, La agricultura, en la Casa Presidencial. Después
pintará murales en el Banco Nacional, Sucursal de Alajuela, en el Colegio
Lincoln, en la clínica de la Caja Costarricense del Seguro Social en
Tibás de San José y en la biblioteca del policlínico de la misma institución. En 1944
se le nombra profesor de Historia del Arte y Xilografía en la Escuela de Bellas
Artes de la Universidad de Costa Rica, y en 1957 en la Facultad de
Ciencias y Letras de dicha institución, fungiendo como catedrático de Práctica
y Apreciación de Artes Plásticas. En 1960 viaja a Europa. A partir de 1968, se jubila
y se dedica por entero a la creación artística. En 1979 enrumba de nuevo a América
del Sur y en 1980 a Japón y Hawái; en el 81 viaja a Estados Unidos, Puerto Rico
y República Dominicana.
Para quien esto
escribe, Poeta es el artista por antonomasia. Quiero decir que el Poeta
(así con mayúscula) es el creador expresándose por diferentes vías, medios, soportes
y formatos: ya con la imagen, la forma, las texturas, el sonido, el ritmo, el movimiento
o las palabras. Es el sentido prístino que tiene la poiesis en términos de
creatividad humana: todo arte exige y expresa una poética que va más allá
de la aesthesis (lo sensible/emocional) pues debe enlazarse, además, con
la propuesta, con la parte racional – intelectual, teórica, si se prefiere – de
todo productor artístico. Así, Francisco Amiguetti (al igual que Max Jiménez, como
ya lo señalamos) es mucho más que el pintor o artista visual que escribe poesía
o prosa; mucho más que el pintor/poeta. Mejor dicho, es todo eso reunido en una
alta y refinada sensibilidad y en una visión de mundo meditada, forjada y formulada
en la síntesis de las maderas, las líneas, los colores, las formas, los acentos,
lo sonidos y las palabras. Fue un artista integral, un auténtico Poeta. De
tal modo que toda la obra de este impresionante creador, es un hecho poético; son
poemas elaborados con diferentes materiales y en diversos formatos.
De Amiguetti
se han escrito variados textos, se le realizaron múltiples entrevistas – entre ellas
la más amplia se imprime en libro: El desorden del espíritu, UCR, 1987, del
filósofo y escritor Rafael Ángel Herra – así como varios documentales (sobresalen
Francisco Amiguetti, grabador, del Centro Costarricense de Producción
Cinematográfica, 1980; Amiguetti, El fuego del arte, de Micheline Morin,
1994). Sin embargo, tengo para mí, que el estudio más amplio y ambicioso realizado
hasta ahora en torno a la obra integral de “Paco”, es el del estudioso, crítico,
periodista y escritor rumano, Stefan Baciu, Francisco Amiguetti (EUNA, 1984),
libro imprescindible para comprender la totalidad del universo amighettiano y ubicarlo
en el contexto nacional y latinoamericano de su época. En dicho texto – ilustrado
prolijamente, blanco negro y a color, con la obra del poeta – sorprende la mirada
externa, tan necesaria para distanciarnos de un artista como quien nos ocupa; esa
mirada, desde afuera, a la labor de un poeta en un país pequeño y prácticamente
desconocido en el concierto artístico/literario del continente. Sorprende más aun
que, de entrada, nos suelte lo siguiente: “También comencé a comprender que junto
con su amigo, el gigante Max Jiménez, Amiguetti fue uno de los primeros que desprovincializó
el arte, cambiándolo de ´tico´ en costarricense” (suerte de prólogo sin número
de página, 1984). Baciu indica que el costumbrismo iniciado por los primos Aquileo
Echeverría (1866-1909) y Magón (apócope de Manuel González Zeledón, 1864-1936) –
oficializado como “alma nacional”, por tanto fosilizado, agrego – es lo “tico”,
mientras que el arte de Jiménez y Amiguetti, entre otros, es lo auténticamente costarricense.
Ello me congratula porque siempre he sostenido que lo “tico” no es lo costarricense
y viceversa. Lo primero es lo conservador, mojigato, imitativo, individualista,
sumiso, doble moral, fanático, “serrucha pisos” (la gran Yolanda Oreamuno, 1916-1956,
lo denunció y padeció en carne propia), fachendoso, chabacano, cursi, melodrámático,
folclórico, vulgar, agresivo, chauvinista y xenófobo; a cambio, lo genuino, sencillo,
riguroso, sincero, crítico, rebelde, meditado, pausado, profundo, contestatario,
solidario, cosmopolita e internacionalista – pero siempre respetuoso de las culturas
populares, su historia y tradiciones – es lo costarricense. Así, el mundo poético
de don “Paco” Amiguetti es, en efecto, auténticamente costarricense.
Debido a la
displicencia y modestia del mismo Amiguetti – quien se mantuvo, durante toda su
vida, al margen del mundo literario – y a la escasa distribución del libro en Centroamérica,
su obra poética escrita continúa desconocida para el resto de América y de más allá.
No contó con la plataforma de un partido político o de una industria editorial que
lo apalancara y posicionara tal y como corresponde. Costa Rica tampoco ha sido objeto
de atención internacional, como el resto de Centroamérica, debido a su “pacifismo”
y a su modo de vida, hasta hace muy poco, retraído y desvinculado de los espectaculares
dramas latinoamericanos y universales. Ello, sin duda, le ha restado y le resta
interés a nuestra producción artístico/literaria. En el mismo país no se le ha estudiado
ni valorado como poeta – escrito –; se ha insistido, con justa razón, en su variada
y exquisita producción gráfico/visual, o en sus dotes de gran conversador. Y es
que, a pesar de que iniciara muy joven (1928) sus colaboraciones para con el célebre
Repertorio Americano de aquel gran polígrafo, Joaquín García Monge (1881-1958),
en realidad el maestro publicó un único libro de poemas: Poesías, publicado
en 1936 bajo el escueto pero contundente título de Poesía (“Círculo de
Amigos del Arte”), con una segunda edición a modo de antología ampliada (Editorial
Costa Rica, 1974/1983), sometida por el mismo autor al rígido ojo crítico
y a la selección de uno de los grandes poetas nicaragüenses – acaso el mejor después
del Príncipe –, Carlos Martínez Rivas (1924-1928), compendiando así lo más selecto
de la producción poética del maestro grabador quien, en la edición de 1983, enaltece
el libro con sus propias ilustraciones.
La primera edición
de este compendio (1974) la ilustró, incluida la portada, el artista argentino,
gran amigo de Amiguetti en sus años bonaerenses, Raúl Soldi – muy lejos, por cierto,
de la médula poética de don “Paco” –, y la prologó Stefan Baciu. Podría decirse
que el tema central de la poesía amiguettiana es la nostalgia, la melancolía de
un mundo ido pero siempre presente como un círculo virtuoso no exento de dolor y
conflicto: la niñez, el barrio, los arrabales, la provincia con sus parques, iglesias,
pulperías, cantinas, cementerios, tapias, acequias, ropa tendida, la lluvia del
trópico y, claro está, la siempre omnipresente o sugerida ventana con el
hombre – pero donde la presencia de la mujer es vital – en sus diferentes
soledades y edades como un juego “de la luz a la sombra”: “la gente que
no conozco y que siempre me encuentro” (Echaré de menos la provincia).
El centro semiótico y el aura de su poesía se halla en ese sentimiento de añoranza
o extrañamiento de tristeza (“mal de patria”) que se concentra en palabras tan hermosas
y evocadoras como saudade en portugués, o morriña, procedente del
galaico/portugués. En Costa Rica contamos con la palabra cabanga, procedente
al parecer, de una de nuestras lenguas ancestrales, posiblemente del Bribri
o el Cabécar (¿Huetar?), la cual reúne toda esa gama de remembranzas
y sentimientos tristes, evocativos, de pérdida y ausencia, en fin, “encontrados”.
Para comprender
de mejor manera la “técnica poética” de Amiguetti – esa abrumadora sencillez resumida
en palabras coloquiales y precisas, casi sin metáforas ni pretenciosas figuras literarias
al uso – escuchemos al mismo poeta hablando de su arte poética en una entrevista
concedida a Rosa Bonilla y citada por Baciu (EUNA, 1984, p. 142): “Al principio
yo hacía lo que llamaban un arte de vanguardia, que era una serie de collares de
metáforas, de imágenes, lo cual puede revelar cierta imaginación, cierto entrenamiento
interesante, pero después descubrí que la poesía era otra cosa, a través de la poesía
china y japonesa. Descubrí que se puede hacer poesía casi sin un lenguaje poético
especial, como se le habla a un hermano, a un amigo, coloquial. Y así fui encontrando
los motivos cerca de mí, en el corredor de mi casa, a mi alcance, y usé la metáfora
o la imagen cuando me fue absolutamente necesaria. Entonces creo que la influencia
fue muy importante, pues me enseñó a ver lo que antes no veía. Llegó hasta mí a
los veinte-veintiún años y no me ha abandonado nunca, me formó y me ha cambiado
por otra cosa”. Se nota en su poesía escrita la misma técnica negriblanca
del grabado; vemos entonces cómo la poesía viaja y regresa de las palabras a las
maderas, a las tintas, a las líneas e imágenes, al papel: “Dibujaba una línea
horizontal / y con este elemento tan simple / nació la distancia / y reposó el mar
en su inmenso lecho” (Dibujaba una línea).
Con Stefan Baciu,
planteo que “(…) no es necesario insistir sobre el hecho de que se trata de un
poeta singular, aparte que no se puede comparar con ninguno de los poetas costarricenses
contemporáneos (…)”, quienes, en mucho, buscaron la imitación de Nerudas, Borges
o Albertis. Nos deja un mensaje auténticamente personal y persistente con una voz
rara en nuestra literatura debido a su discreción escritural que, no obstante,
posee un grave acento como resultado de una profunda capacidad de observación
y del dominio de un lenguaje sencillo provisto de un timbre filosófico y emocional
muy propio. A
pesar del escaso volumen de su producción, es una Poesía densa que resume,
alude y representa, tanto a su autor, como a la época que le correspondió vivir,
ya en su país, ya en la Centroamérica o el mundo que fatigó en su larga y formativa
peregrinación artística. Allí continúa en su ventana atisbando y recordando con
ese prodigioso quehacer que, como rezaba su credo poético, confiere algo de eternidad
a lo fugaz.
ADRIANO CORRALES ARIAS (Costa Rica, 1958). Poeta, escritor y crítico. Ha publicado más de 25 libros en poesía, novela, cuento, ensayo y teatro. Fue profesor catedrático e investigador de la Escuela de Cultura del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Ha sido traducido parcialmente al inglés, italiano, ruso, japonés y portugués. Colabora con varias publicaciones latinoamericanas.
ZUCA SARDAN (Brasil, 1933). Erroneamente situado no casulo que a crítica achou por bem batizar de poesia marginal, sua obra é marcada por uma fusão de linguagens, onde poemas, fábulas, sátiras, desenhos, colagens, agitam as plateias mais dispersas e distintas possíveis. Entre seus livros, estão: Aqueles papéis, poesia (1975), Os mystérios, fábulas (1979), Visões do bardo, graffitti (1980), Ás de colete, poesias, desenhos (1994). Ao lado de Floriano Martins escreveu, a quatro mãos, inúmeras peças de um teatro automático, reunidas nos livros: O Iluminismo é uma baleia (2016) e A volta da baleia Beluxa (2022). Artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.
Número 240 | setembro de 2023
Artista convidada: Zuca Sardan (Brasil, 1933)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário