sexta-feira, 29 de setembro de 2023

CARLOS M. LUIS | Pensando en José Lezama Lima

 


I. El protagonismo de la imaginación en la historia no está escrito con los mismos datos precisos que los académicos acumulan en sus archivos. Sin embargo, en última instancia, lo que realmente ha dejado su sedimento luminoso en la evolución de la humanidad, han sido los momentos en que la imaginación se ha hipostasiado en la misma. Esa fue una de las grandes intuiciones de José Lezama Lima. Por otra parte, creo que nunca se ha hecho una investigación acerca de cómo el fragmento, las malas traducciones, las interpretaciones que se derivan de éstas etc., fueron dejando a través de los tiempos; una huella indeleble en lo que solemos llamar el conocimiento de la realidad histórica. Cualquier estudioso de la filosofía sabrá a qué me refiero, cuando verifique que gran parte del saber griego pasó por las manos de traductores árabes, traducidos posteriormente al latín por amanuenses poco versados en la filosofía, hasta convertirse en sedimento del canon occidental. Basándose en esas traducciones, se desarrolló un pensamiento filosófico que no correspondía en muchos casos, con el contenido de los textos originales. Lo mismo podríamos decir de la Biblia y sus numerosas versiones. Por lo demás, todo lo que sabemos de los presocráticos, se reduce a fragmentos, o una sola sentencia como la de Anaximandro, que inspirara a Heidegger a escribir un ensayo enjundioso sobre la misma. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que más allá del inusitado orgullo que hemos puesto en lo que equivocadamente denominamos “la cultura” académica, se encuentra otro proceso de conocimiento, indicándonos que el verdadero camino a seguir, requiere de nosotros el salto cualitativo de la imaginación. Llegará el momento en que los archivos que guardan tantos datos acopiados a través de los tiempos, serán reemplazados por la sabiduría anidada en las grandes intuiciones de los poetas. Ocurrirá entonces que la imaginación volverá a jugar el protagonismo que pensadores como Vico le asignaron. No solamente Vico: poetas como Novalis, André Breton, William Blake o Lezama Lima, también creyeron que al palacio de la sabiduría se llegaba por el camino real del cual hablaban los alquimistas. La historia, por lo tanto, se convierte más en objeto de fabulación que de análisis de los hechos, los cuales en definitiva, se encuentran sometidos a distorsiones, por los medios de comunicación y los intereses que representan.

A Lezama le hubiese gustado mi mención del filósofo italiano del siglo XVIII. Fue él, quien me anunció entusiasmado, en una calurosa tarde habanera, su descubrimiento del autor de la “Nueva Ciencia”. Saboreando esa nueva golosina que sus incesantes lecturas le proporcionaba, Lezama creyó ver en Vico la comprobación de lo que siempre había sido su norte: la evidencia poética representa, la última ratio. Las “Eras Imaginarias” constituyeron El hilado que le presta la imagen a la historia y sobre ese hilado depende la verdadera realidad de un hecho o su indiferencia o inexistencia (1). Tratemos de acercarnos entonces a la complicada trama del proyecto lezamiano, proyecto que sólo su mirada de poeta pudo percibir: No basta –nos dice- que la imagen actúe sobre lo temporal histórico, para que se engendre una era imaginaria, es decir, para que el reino poético se instale…sino que esas eras imaginarias tienen que surgir en grandes fondos temporales, ya milenios, ya situaciones excepcionales, que se hacen arquetípicas, (2) que se congelan, donde la imagen las puede apresar al repetirse (3). Tamaña empresa requiere pues ese salto cualitativo que había señalado, salto que sólo puede darse bajo un cierto estado de videncia. En las conferencias sobre “La Expresión Americana”, (4) que ofreciera antes de haber trabado conocimiento de Vico, Lezama hizo la siguiente cita de Ernest Robert Curtius: Con el tiempo resultará manifiestamente imposible emplear cualquier técnica que no sea la de la “ficción”, técnica que lo llevará, como lo expresara en esas mismas conferencias, a desviar el énfasis puesto por la historiografía contemporánea en las culturas para ponerlo en las eras imaginarias.

Las “Eras Imaginarias” como lo saben los que conocen la obra de Lezama Lima, ocupa el núcleo vital de su pensamiento poético. Esos momentos privilegiados de la historia, develaban según él, la trama que se nutría de la imaginación transformadora del mero suceso en conocimiento poético. Es decir, en la poesía que secretamente alimentaba esa gestación. La visión del autor de “Paradiso”, se acercaba entonces a otras de carácter semejante, anidada en los mitos que se encontraban cerca de los actos nacientes de la humanidad. Lezama puso énfasis entonces en el uso del método mítico como forma de reconstruir la narrativa histórica: Todo tendrá que ser reconstruido, invencionado de nuevo, y los viejos mitos, al reaparecer de nuevo, nos ofrecerán sus conjuros y sus enigmas con un rostro desconocido. La ficción de los mitos son los nuevos mitos, con nuevos cansancios y terrores. (5)


En ese sentido Lezama se acercó inadvertidamente a Bataille y Breton, quienes, por otras vías, habían reactualizado la función del mito dentro de la historia. Breton particularmente intentó alcanzar la reconciliación final de todas las antinomias que desgarran la unidad perdida del ser humano, instaurando el mito del “andrógino primordial”, mito que Lezama mencionó como punto focal de su pensamiento. Pero esa reconciliación sólo puede ser realizada por aquellos que poseyeron la “mirada primera” que otros intentan utópicamente rescatar. Ambos, Breton y Lezama, fueron deudores cada uno a su manera, del romanticismo (no solamente el situado históricamente en el siglo XIX), que siempre ha estimulado a la creación poética. El Romanticismo desde Schelling a Novalis, creyó en una magia que de acuerdo con el poeta de los “Himnos a la Noche”, instauraba frente a la filosofía de las luces, una filosofía de la iluminación, como nos comunica Alfredo de Paz en su libro “La Revolución Romántica” (6). Por su parte, las raíces del romanticismo de Lezama se encuentran vinculadas a su ya legendario barroquismo, cuyo lenguaje y manierismos adoptó desde temprana fecha.

Si el nombre de André Breton sale a relucir dentro del contexto en el cual se desarrolla el pensamiento de Lezama Lima, es porque ambos se sintieron atraídos por el imán de lo maravilloso. Pero si el surrealista creyó en lo maravilloso como un lugar de llegada donde podía instaurar su utopía, Lezama pensó que más allá de lo maravilloso se encontraba el mundo de lo numinoso. Anidado en el mismo la trascendencia religiosa (rechazada por Breton), siempre estuvo presente en su obra. Sobre este tema habría que andar, sin embargo, con precauciones. Su religiosidad, como veremos más adelante, estuvo subordinada a sus constantes incursiones por lo imaginario que sustentaba su sistema poético. Lezama que siempre se proclamó católico, fue en realidad un hereje que buscaba por vías nada ortodoxas, un saber hermético que lo acercaba a lo que otra pensadora –María Zambrano- andaba buscando. Ambos se conocieron durante la larga estancia de la filósofa española en La Habana. Los diálogos que sostuvieron han quedado disueltos en la vastedad del tiempo, pero su correspondencia manifiesta los intereses comunes que los unían. En carta a la Zambrano, Lezama expresa lo siguiente:

 

Partí de la poesía y estoy ahora en ese momento en que quisiera ahondar en esa encarnación o hipóstasis de las imágenes, en que su gravitación reobra sobre nosotros con sus claridades o con sus confusas claridades…Usted sabe mi muy estimada María, que cuando hemos estado durante muchos años golpeando el metal en un solo punto, en forma de duro ejercicio, no adquirimos tan sólo un sentido morfológico de muchos valores, sino que nos vamos apoderando de una extensa zona relacionable… Le agradezco mucho su fina intención de verme como teólogo, pues en realidad cada día me acerco más a la poesía con esa cualidad que usted sorprende en mí. De situar allí la zona donde todo encuentro con la realidad es esencial en su idéntica metamorfosis. (7)

 

Esta carta contiene dos puntos esenciales. En primer lugar, Lezama recalca su voluntad de ir explorando esos momentos privilegiados donde como en un súbito, la imaginación tome las riendas de la historia. A pesar de su confesión católica, Lezama es un hereje poético del catolicismo, precisamente porque se sitúa en los márgenes de una interpretación dogmática de la Fe impuesta por el poder eclesiástico. Su interpretación rebasa los dogmas de la Iglesia (como queda claro en las grandes parrafadas “teológicas” de su “Paradiso” donde justifica el homosexualismo), para hacernos penetrar en otra dimensión que, aunque dentro de lo sagrado, no obedece a la fórmula cara a San Anselmo: el intelecto subordinado a la fe. Tendríamos dentro de este contexto, que remitirnos a los estudios de un Rudolph Otto, Mircea Eliade o Roger Caillois, para situar el pensamiento de Lezama con respecto a su interpretación de lo sagrado. Veamos, en ese sentido, lo que María Zambrano pudo haberle respondido:

 

Con esta tensión de la poesía por rescatar el tiempo perdido, su vocación quizá, se enlaza el que la poesía primera que nos es dado conocer sea lenguaje sagrado, verdadero prólogo de lo que llamamos historia (8)

 


Tracemos entonces la siguiente coordenada: Breton por un lado buscando su “oro del tiempo” en lo que él considera la “poesía primera” o sea aquella que se manifiesta con mayor pureza en los mitos, fábulas o en la tradición hermética. Con ese oro fue elaborando en su atanor poético, un lenguaje que manifestaba otra sabiduría, poco obediente a los dictados de la razón impuesta en el occidente. Lezama por su parte, hurgando tras cada momento en que la imaginación encuentra su manera de encarnarse “como prólogo de lo que llamamos historia”, tampoco se pliega a la férula de esa razón. No se encuentra lejos la voz de un Heidegger (que todos hubiesen suscrito), que nos dice: Si llegamos a ese camino, llevará al pensamiento a un diálogo de historia del ser con el poetizar (9) pues que el poetizar es evidentemente asunto también de un pensar, tenemos que aprenderlo por vez primera en este instante del mundo (10).

¿Qué ocurre entonces? Volvamos a María Zambrano: En lugares eminentes del pensamiento filosófico, cuando el rigor resplandece al máximo, en las definiciones, en los teoremas, en los principios aparece una suerte de lenguaje sagrado (11). En ese mismo ensayo la filósofa abunda en el tema: …Encontramos que la acción del lenguaje sagrado se ejerce ante todo en abrir un espacio, un verdadero “espacio vital” antes cerrado. Y de ahí la inveterada imagen simbólica de unas puertas que se abren, de unas llaves, de un lugar sacro donde en virtud de ciertas fórmulas y de ciertos ritos es posible penetrar. Los conjuros meramente mágicos no son otra cosa que su remedo (12). Si sustituimos el símbolo de la puerta por el de la ventana, veremos que tanto Breton como Lezama la utilizaron como metáfora, el primero para descubrir una “surrealidad” y el segundo como él me confesara, para elaborar una “metafísica”. Una metafísica naturalmente, que posee todos los ribetes de una poética del conocimiento. Poética, habría que añadir, que no es nada ajena a las aproximaciones que desde Heidegger hasta Gadamer o Deleuze, se han intentado urdir entre poesía y conocimiento.

Lo que María Zambrano plantea, es el seguimiento de una búsqueda, (¿lo búsqueda del vellocino de oro que Breton promovía?) que ha sido constante del pensamiento llamado tradicional y que el Romanticismo como más tarde el Surrealismo, prosiguieron. Lezama siempre insistió que lo que importaba era apuntar, lo mismo que, de acuerdo con Alfredo de Paz, les interesaba a los románticos: Lo que realmente le importaba al hombre romántico era más la búsqueda que la presa, más la investigación dinámica que la posesión estática… (13). Apuntar fue, por lo tanto, el punto de arranque que Lezama se propuso para penetrar en esos espacios históricos, donde el resplandor de la poesía le brindaba la clave de lo que “allí pudo haber ocurrido”, como pidió en su “Opiano Licario”.

 He aquí cómo se van descifrando las intenciones de Lezama de instaurar un lenguaje que María Zambrano califica de teológico. Pero nada más alejado de una teología fundamentada en la razón, cuyo supremo intento fue la “Suma” de Santo Tomás de Aquino. No olvidemos que, a pesar de su inmenso esfuerzo, llegó para él el momento de silenciarse ante lo que había “visto”. Es decir, que dejó la “Suma” sin concluir, acto simbólico que le abre un espacio a otras tendencias, cuyas raíces se encuentran en tradiciones que van del orfismo, el pensamiento mágico de los primitivos, hasta los gnósticos, o los alquimistas. Subrayemos de paso que uno de los textos claves de la Alquimia: “La Aurora Consurgens”, es de la autoría del santo. O sea que más allá del entendimiento razonable, lo que pudo haber engendrado una “era imaginaria” fue el silencio de alguien que sustituyó la causalidad lógica por la videncia. Esa “era” es entendida como una especie de milagro que desviaba el proceso racional del pensamiento, desviándolo hacia la búsqueda de lo maravilloso o numinoso, de acuerdo con las acepciones que Breton y Lezama tuvieron de esos fenómenos.

 

II. La intuición que es fragmento de luz, quizás sea por lo tanto el instrumento más adecuado para alcanzar la gnosis que nos lleva a aprehender lo maravilloso. En ese sentido sería un error requerirle a Lezama el rigor de un expositor académico. Lezama percibía tras los muros de las apariencias, las esencias –que para él eran poéticas- de las cosas. Para explicar esto vayamos a una de esas intuiciones suyas: la llamada vivencia oblicua, que consiste según él, en engendrar una cascada en Ontario, si encendemos la luz de nuestra habitación. La vivencia oblicua crea de esa forma su propia causalidad, dado que sus asociaciones se cumplen a través de una “causalidad de las excepciones”. Llevando esto a la poesía, Lezama ve al hombre moviéndose dentro de un espacio hechizado, que genera situaciones proclives a que ocurra un fenómeno que a “prima face” nos luce inusitado.

Pero antes que él otro poeta, Alfred Jarry, que se encuentra inserto en los fundamentos de la modernidad, hizo mención de ese fenómeno. No creo que Lezama haya leído mucho a Alfred Jarry y menos su novela “Los Días y las Noches” escrita en 1897, donde aparece en un capítulo titulado “Patafísica” lo siguiente:

 

No es verdad que una vibración del ala de una mosca “vaya a causar una gibosidad al otro lado del mundo”, porque no hay otro lado del infinito…” (14)

 


Jarry con esa alusión se adelantó a la vivencia oblicua, la cual con el tiempo se convirtió en el “efecto mariposa”, no sin antes haber pasado por la imaginación de Ray Bradbury en su obra publicada en 1952 “A Sound of Thunder”. El efecto mariposa que sirvió de base para la teoría del caos formulada por Konrad Lorenz, fue utilizada por Philip Merilees en 1972 para enunciar poéticamente que “el batir del ala de una mariposa en el Brasil podría causar un tornado en Texas”. Ese enunciado no es otra cosa que el cumplimiento hecho por hombres de ciencia, de unas intuiciones expresadas por poetas o escritores de ciencia ficción. Jarry naturalmente al referirse a la suya –La Patafísica– corrige y enriquece la metafísica mediante las soluciones posibles, aunque brindándole un sesgo diferente, con su sentido del humor. Pero Lezama no se quedó atrás cuando postuló su vivencia oblicua, que en definitiva crea una cadena de acontecimientos, que el autor del “Ubu” hubiese aplaudido como referentes a su ciencia.

¿Lezama patafísico?. Leamos lo que nos dice el patafísico Doctor Faustroll al respecto:

 

(la Patafísica) estudiará las leyes que rigen las excepciones y explicará el universo suplementario o éste; o, menos ambiciosamente describirá un universo que uno puede ver y tal deba ver en lugar del tradicional, siendo las leyes que uno creyó descubrir del universo tradicional correlatos también de excepciones…

La Patafísica es la ciencia de las soluciones imaginarias, que concede simbólicamente a los lineamientos las propiedades de los objetos descriptos por su virtualidad (15)

Acudamos ahora a lo que Lezama postula en su ensayo “Las Imágenes Posibles”:

Las asociaciones posibles han creado una mentira que es la poética verdad realizada y aprovecha un potencial verificable que se libera de la verificación… (16)

 

Se trata en ambos casos de lo siguiente: de descubrir las huellas que la “causalidad de las excepciones” va dejando a su paso. Al proseguir por el camino de esas huellas, sorprendemos que las imágenes posibles nos abren las ventanas de las eras imaginarias. Si la “vivencia oblicua” actúa como un efecto mariposa sobre la poesía, entonces “las soluciones imaginarias” a las que Jarry se refería y que Lezama intuía, reclaman sus credenciales epistemológicas, inaugurando el “Tiempo poemático forma sutil de resistir sin hacer historia” (17). La historia entonces como una vez dijo Breton “cae afuera como la nieve”, y al hacerlo así nos obliga a reinterpretarla de nuevo. Lezama pues tuvo la razón.

 

NOTAS

1. En esta mención de los arquetipos, descubrimos el peso que tuvo para Lezama la lectura de Jung, cuyos “Tipos Psicológicos” fueron obra de cabecera suya.

2. Ver “La Expresión Americana” en José Lezama Lima: “Obras Completas” T II. Aguilar, Madrid, 1972.

3. Ibid.

4. Ibid.

5. Ibid.

6. Alfredo de Paz: “La Revolución Romántica”, traducción de Mar García Lozano, Editorial “Tecnos” Madrid, 1992.

7. Tomado de Iván González Cruz: “Diccionario Vida y Obra de José LezamaLima”, Generalitat Valenciana, 2000.

8. Maria Zambrano: “Apuntes sobre el lenguaje sagrado y las artes” en “Obra Reunida”, Estudios Literarios, Aguilar, Madrid, 1969.

9. Martin Heidegger: “Sendas Perdidas” traducción de José Rovira Armengol, Editorial Losada, Buenos Aires, 1960.

10. Maria Zambrano, Ibid.

11. Ibid.

12. Alfredo de Paz, Ibid.

13. Alfred Jarry: “Los Días y las Noches”, traducción Ariel Dilon, Ediciones Atuel, Buenos Aires, 2004.

14. Alfred Jarry: “Gestos y Opiniones del Doctor Faustroll, Patafísico”, traducción Víctor Goldstein, Ediciones Atuel, Buenos Aires, 2004.

15. José Lezama Lima: “Las Imágenes Posibles”, en “Obra Completa”, T II, Aguilar editores, Madrid, 1977.

16. Ibid.

17. Ibid.




CARLOS M. LUÍS (Cuba, 1932-2013). Poeta, ensayista y artista visual. Dirigió el Museo Cubano en su país. Entre sus libros de ensayo se encuentran Tránsito de la mirada (1991) y El oficio de la mirada (1998). Este ensayo forma parte del libro Horizontes del surrealismo (2109). Sobre él, dice Floriano Martins: Mi conocimiento de Carlos M. Luis fue una de las piedras mágicas en mi acercamiento al Surrealismo. La densidad de nuestra amistad quedó definida desde el primer intercambio de correspondencia. Nunca nos conocimos personalmente, pero ciertamente teníamos un grado de afinidad muy alto. A mí me correspondía publicar su libro más importante, Horizontes del surrealismo, que Carlos me había pedido que leyera y reseñara, cuando lo tomó la muerte. Son fundamentales sus ensayos sobre diversas perspectivas del surrealismo, así como su memoria y mirada crítica entre bastidores del grupo Orígenes, en Cuba, donde estuvo un tiempo, antes de salir de Cuba. Su poesía, de profundo sentido del humor, a veces incluso corrosivo, está llena de una relación única con la prosa poética y el teatro.




ZUCA SARDAN (Brasil, 1933). Erroneamente situado no casulo que a crítica achou por bem batizar de poesia marginal, sua obra é marcada por uma fusão de linguagens, onde poemas, fábulas, sátiras, desenhos, colagens, agitam as plateias mais dispersas e distintas possíveis. Entre seus livros, estão: Aqueles papéis, poesia (1975), Os mystérios, fábulas (1979), Visões do bardo, graffitti (1980), Ás de colete, poesias, desenhos (1994). Ao lado de Floriano Martins escreveu, a quatro mãos, inúmeras peças de um teatro automático, reunidas nos livros: O Iluminismo é uma baleia (2016) e A volta da baleia Beluxa (2022). Artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.




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Número 240 | setembro de 2023

Artista convidada: Zuca Sardan (Brasil, 1933)

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