A Lezama le hubiese gustado mi mención del filósofo italiano del siglo XVIII.
Fue él, quien me anunció entusiasmado, en una calurosa tarde habanera, su descubrimiento
del autor de la “Nueva Ciencia”. Saboreando esa nueva golosina que sus incesantes
lecturas le proporcionaba, Lezama creyó ver en Vico la comprobación de lo que siempre
había sido su norte: la evidencia poética representa, la última ratio. Las
“Eras Imaginarias” constituyeron El hilado que le presta la imagen a la historia
y sobre ese hilado depende la verdadera realidad de un hecho o su indiferencia
o inexistencia (1). Tratemos de acercarnos entonces a la complicada trama del
proyecto lezamiano, proyecto que sólo su mirada de poeta pudo percibir: No basta
–nos dice- que la imagen actúe sobre lo temporal histórico, para que se engendre
una era imaginaria, es decir, para que el reino poético se instale…sino que esas
eras imaginarias tienen que surgir en grandes fondos temporales, ya milenios, ya
situaciones excepcionales, que se hacen arquetípicas, (2) que se congelan,
donde la imagen las puede apresar al repetirse (3). Tamaña empresa requiere
pues ese salto cualitativo que había señalado, salto que sólo puede darse bajo un
cierto estado de videncia. En las conferencias sobre “La Expresión Americana”,
(4) que ofreciera antes de haber trabado conocimiento de Vico, Lezama hizo la siguiente
cita de Ernest Robert Curtius: Con el tiempo resultará manifiestamente imposible
emplear cualquier técnica que no sea la de la “ficción”, técnica que lo llevará,
como lo expresara en esas mismas conferencias, a desviar el énfasis puesto por
la historiografía contemporánea en las culturas para ponerlo en las eras imaginarias.
Las “Eras Imaginarias” como lo saben los que conocen la obra de Lezama Lima,
ocupa el núcleo vital de su pensamiento poético. Esos momentos privilegiados de
la historia, develaban según él, la trama que se nutría de la imaginación transformadora
del mero suceso en conocimiento poético. Es decir, en la poesía que secretamente
alimentaba esa gestación. La visión del autor de “Paradiso”, se acercaba entonces
a otras de carácter semejante, anidada en los mitos que se encontraban cerca de
los actos nacientes de la humanidad. Lezama puso énfasis entonces en el uso del
método mítico como forma de reconstruir la narrativa histórica: Todo tendrá que
ser reconstruido, invencionado de nuevo, y los viejos mitos, al reaparecer de nuevo,
nos ofrecerán sus conjuros y sus enigmas con un rostro desconocido. La ficción de
los mitos son los nuevos mitos, con nuevos cansancios y terrores. (5)
Si el nombre de André Breton sale a relucir dentro del contexto en el cual
se desarrolla el pensamiento de Lezama Lima, es porque ambos se sintieron atraídos
por el imán de lo maravilloso. Pero si el surrealista creyó en lo maravilloso como
un lugar de llegada donde podía instaurar su utopía, Lezama pensó que más
allá de lo maravilloso se encontraba el mundo de lo numinoso. Anidado
en el mismo la trascendencia religiosa (rechazada por Breton), siempre estuvo presente
en su obra. Sobre este tema habría que andar, sin embargo, con precauciones. Su
religiosidad, como veremos más adelante, estuvo subordinada a sus constantes incursiones
por lo imaginario que sustentaba su sistema poético. Lezama que siempre se proclamó
católico, fue en realidad un hereje que buscaba por vías nada ortodoxas, un saber
hermético que lo acercaba a lo que otra pensadora –María Zambrano- andaba buscando.
Ambos se conocieron durante la larga estancia de la filósofa española en La Habana.
Los diálogos que sostuvieron han quedado disueltos en la vastedad del tiempo, pero
su correspondencia manifiesta los intereses comunes que los unían. En carta a la
Zambrano, Lezama expresa lo siguiente:
…Partí de la poesía y estoy ahora en ese momento en que quisiera ahondar
en esa encarnación o hipóstasis de las imágenes, en que su gravitación reobra sobre
nosotros con sus claridades o con sus confusas claridades…Usted sabe mi muy estimada
María, que cuando hemos estado durante muchos años golpeando el metal en un solo
punto, en forma de duro ejercicio, no adquirimos tan sólo un sentido morfológico
de muchos valores, sino que nos vamos apoderando de una extensa zona relacionable…
Le agradezco mucho su fina intención de verme como teólogo, pues en realidad cada
día me acerco más a la poesía con esa cualidad que usted sorprende en mí. De situar
allí la zona donde todo encuentro con la realidad es esencial en su idéntica metamorfosis.
(7)
Esta carta contiene dos puntos esenciales. En primer lugar, Lezama recalca
su voluntad de ir explorando esos momentos privilegiados donde como en un súbito,
la imaginación tome las riendas de la historia. A pesar de su confesión católica,
Lezama es un hereje poético del catolicismo, precisamente porque se sitúa en los
márgenes de una interpretación dogmática de la Fe impuesta por el poder eclesiástico.
Su interpretación rebasa los dogmas de la Iglesia (como queda claro en las grandes
parrafadas “teológicas” de su “Paradiso” donde justifica el homosexualismo), para
hacernos penetrar en otra dimensión que, aunque dentro de lo sagrado, no obedece
a la fórmula cara a San Anselmo: el intelecto subordinado a la fe. Tendríamos dentro
de este contexto, que remitirnos a los estudios de un Rudolph Otto, Mircea Eliade
o Roger Caillois, para situar el pensamiento de Lezama con respecto a su interpretación
de lo sagrado. Veamos, en ese sentido, lo que María Zambrano pudo haberle respondido:
Con esta tensión de la poesía por
rescatar el tiempo perdido, su vocación quizá, se enlaza el que la poesía primera
que nos es dado conocer sea lenguaje sagrado, verdadero prólogo de lo que llamamos
historia (8)
¿Qué ocurre entonces? Volvamos a María Zambrano: En lugares eminentes
del pensamiento filosófico, cuando el rigor resplandece al máximo, en las definiciones,
en los teoremas, en los principios aparece una suerte de lenguaje sagrado (11).
En ese mismo ensayo la filósofa abunda en el tema: …Encontramos que la acción
del lenguaje sagrado se ejerce ante todo en abrir un espacio, un verdadero “espacio
vital” antes cerrado. Y de ahí la inveterada imagen simbólica de unas puertas
que se abren, de unas llaves, de un lugar sacro donde en virtud de ciertas fórmulas
y de ciertos ritos es posible penetrar. Los conjuros meramente mágicos no son otra
cosa que su remedo (12). Si sustituimos el símbolo de la puerta por el de la
ventana, veremos que tanto Breton como Lezama la utilizaron como metáfora, el primero
para descubrir una “surrealidad” y el segundo como él me confesara, para elaborar
una “metafísica”. Una metafísica naturalmente, que posee todos los ribetes de una
poética del conocimiento. Poética, habría que añadir, que no es nada ajena a las
aproximaciones que desde Heidegger hasta Gadamer o Deleuze, se han intentado urdir
entre poesía y conocimiento.
Lo que María Zambrano plantea, es el seguimiento de una búsqueda, (¿lo búsqueda
del vellocino de oro que Breton promovía?) que ha sido constante del pensamiento
llamado tradicional y que el Romanticismo como más tarde el Surrealismo, prosiguieron.
Lezama siempre insistió que lo que importaba era apuntar, lo mismo
que, de acuerdo con Alfredo de Paz, les interesaba a los románticos: Lo que realmente
le importaba al hombre romántico era más la búsqueda que la presa, más la investigación
dinámica que la posesión estática… (13). Apuntar fue, por lo tanto, el punto
de arranque que Lezama se propuso para penetrar en esos espacios históricos, donde
el resplandor de la poesía le brindaba la clave de lo que “allí pudo haber ocurrido”,
como pidió en su “Opiano Licario”.
He aquí cómo se van descifrando las
intenciones de Lezama de instaurar un lenguaje que María Zambrano califica de teológico.
Pero nada más alejado de una teología fundamentada en la razón, cuyo supremo intento
fue la “Suma” de Santo Tomás de Aquino. No olvidemos que, a pesar de su inmenso
esfuerzo, llegó para él el momento de silenciarse ante lo que había “visto”. Es
decir, que dejó la “Suma” sin concluir, acto simbólico que le abre un espacio a
otras tendencias, cuyas raíces se encuentran en tradiciones que van del orfismo,
el pensamiento mágico de los primitivos, hasta los gnósticos, o los alquimistas.
Subrayemos de paso que uno de los textos claves de la Alquimia: “La Aurora Consurgens”,
es de la autoría del santo. O sea que más allá del entendimiento razonable, lo que
pudo haber engendrado una “era imaginaria” fue el silencio de alguien que sustituyó
la causalidad lógica por la videncia. Esa “era” es entendida como una especie de
milagro que desviaba el proceso racional del pensamiento, desviándolo hacia la búsqueda
de lo maravilloso o numinoso, de acuerdo con las acepciones que Breton y Lezama
tuvieron de esos fenómenos.
II.
La
intuición que es fragmento de luz, quizás sea por lo tanto el instrumento más adecuado
para alcanzar la gnosis que nos lleva a aprehender lo maravilloso. En ese sentido
sería un error requerirle a Lezama el rigor de un expositor académico. Lezama percibía
tras los muros de las apariencias, las esencias –que para él eran poéticas- de las
cosas. Para explicar esto vayamos a una de esas intuiciones suyas: la llamada vivencia
oblicua, que consiste según él, en engendrar una cascada en Ontario,
si encendemos la luz de nuestra habitación. La vivencia oblicua crea de esa forma
su propia causalidad, dado que sus asociaciones se cumplen a través de una “causalidad
de las excepciones”. Llevando esto a la poesía, Lezama ve al hombre moviéndose dentro
de un espacio hechizado, que genera situaciones proclives a que ocurra un fenómeno
que a “prima face” nos luce inusitado.
Pero antes que él otro poeta, Alfred Jarry, que se encuentra inserto en los
fundamentos de la modernidad, hizo mención de ese fenómeno. No creo que Lezama haya
leído mucho a Alfred Jarry y menos su novela “Los Días y las Noches” escrita en
1897, donde aparece en un capítulo titulado “Patafísica” lo siguiente:
No es verdad que una vibración
del ala de una mosca “vaya a causar una gibosidad al otro lado del mundo”, porque
no hay otro lado del infinito…” (14)
¿Lezama patafísico?. Leamos lo que nos dice el patafísico Doctor Faustroll
al respecto:
(la Patafísica) estudiará las leyes
que rigen las excepciones y explicará el universo suplementario o éste; o, menos
ambiciosamente describirá un universo que uno puede ver y tal deba ver en lugar
del tradicional, siendo las leyes que uno creyó descubrir del universo tradicional
correlatos también de excepciones…
La Patafísica es la ciencia de
las soluciones imaginarias, que concede simbólicamente a los lineamientos las propiedades
de los objetos descriptos por su virtualidad (15)
Acudamos ahora a lo que Lezama postula en su ensayo “Las Imágenes Posibles”:
Las asociaciones posibles han creado
una mentira que es la poética verdad realizada y aprovecha un potencial verificable
que se libera de la verificación… (16)
Se trata en ambos casos de lo siguiente: de descubrir las huellas que la
“causalidad de las excepciones” va dejando a su paso. Al proseguir por el camino
de esas huellas, sorprendemos que las imágenes posibles nos abren las ventanas de
las eras imaginarias. Si la “vivencia oblicua” actúa como un efecto mariposa sobre
la poesía, entonces “las soluciones imaginarias” a las que Jarry se refería y que
Lezama intuía, reclaman sus credenciales epistemológicas, inaugurando el “Tiempo
poemático forma sutil de resistir sin hacer historia” (17). La historia entonces
como una vez dijo Breton “cae afuera como la nieve”, y al hacerlo así nos obliga
a reinterpretarla de nuevo. Lezama pues tuvo la razón.
NOTAS
1. En esta mención de los arquetipos,
descubrimos el peso que tuvo para Lezama la lectura de Jung, cuyos “Tipos Psicológicos”
fueron obra de cabecera suya.
2. Ver “La Expresión Americana”
en José Lezama Lima: “Obras Completas” T II. Aguilar, Madrid, 1972.
3. Ibid.
4. Ibid.
5. Ibid.
6. Alfredo de Paz: “La Revolución
Romántica”, traducción de Mar García Lozano, Editorial “Tecnos” Madrid, 1992.
7. Tomado de Iván González Cruz:
“Diccionario Vida y Obra de José LezamaLima”, Generalitat Valenciana, 2000.
8. Maria Zambrano: “Apuntes sobre
el lenguaje sagrado y las artes” en “Obra Reunida”, Estudios Literarios, Aguilar,
Madrid, 1969.
9. Martin Heidegger: “Sendas Perdidas”
traducción de José Rovira Armengol, Editorial Losada, Buenos Aires, 1960.
10. Maria Zambrano, Ibid.
11. Ibid.
12. Alfredo de Paz, Ibid.
13. Alfred Jarry: “Los Días y las
Noches”, traducción Ariel Dilon, Ediciones Atuel, Buenos Aires, 2004.
14. Alfred Jarry: “Gestos y Opiniones
del Doctor Faustroll, Patafísico”, traducción Víctor Goldstein, Ediciones Atuel,
Buenos Aires, 2004.
15. José Lezama Lima: “Las Imágenes
Posibles”, en “Obra Completa”, T II, Aguilar editores, Madrid, 1977.
16. Ibid.
17. Ibid.
CARLOS M. LUÍS (Cuba, 1932-2013). Poeta, ensayista y artista visual. Dirigió el Museo Cubano en su país. Entre sus libros de ensayo se encuentran Tránsito de la mirada (1991) y El oficio de la mirada (1998). Este ensayo forma parte del libro Horizontes del surrealismo (2109). Sobre él, dice Floriano Martins: Mi conocimiento de Carlos M. Luis fue una de las piedras mágicas en mi acercamiento al Surrealismo. La densidad de nuestra amistad quedó definida desde el primer intercambio de correspondencia. Nunca nos conocimos personalmente, pero ciertamente teníamos un grado de afinidad muy alto. A mí me correspondía publicar su libro más importante, Horizontes del surrealismo, que Carlos me había pedido que leyera y reseñara, cuando lo tomó la muerte. Son fundamentales sus ensayos sobre diversas perspectivas del surrealismo, así como su memoria y mirada crítica entre bastidores del grupo Orígenes, en Cuba, donde estuvo un tiempo, antes de salir de Cuba. Su poesía, de profundo sentido del humor, a veces incluso corrosivo, está llena de una relación única con la prosa poética y el teatro.
ZUCA SARDAN (Brasil, 1933). Erroneamente situado no casulo que a crítica achou por bem batizar de poesia marginal, sua obra é marcada por uma fusão de linguagens, onde poemas, fábulas, sátiras, desenhos, colagens, agitam as plateias mais dispersas e distintas possíveis. Entre seus livros, estão: Aqueles papéis, poesia (1975), Os mystérios, fábulas (1979), Visões do bardo, graffitti (1980), Ás de colete, poesias, desenhos (1994). Ao lado de Floriano Martins escreveu, a quatro mãos, inúmeras peças de um teatro automático, reunidas nos livros: O Iluminismo é uma baleia (2016) e A volta da baleia Beluxa (2022). Artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.
Número 240 | setembro de 2023
Artista convidada: Zuca Sardan (Brasil, 1933)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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