sábado, 9 de setembro de 2023

MARIOZZI CARMONA MACHADO | María Calcaño, censura al desear

 


Tus caricias me arden como tus palabras. Me dueles

Por eso vengo de tan lejos a plantarme en tu alfombra

Como gajo henchido.

MARÍA CALCAÑO

 

Como nunca antes se vio en nuestra literatura tal desparpajo. Y nos atrevemos a decir, que vocalmente como sonoramente, tampoco se vio con este talante a vuelo rasante, una poesía tan del decir de una mujer en las letras venezolanos y del continente. Tal vez ese plantarse es ser considerada no sólo una compañía, ama de casa, madre: sino también la agitada carne que demanda, precisa caricias, besos.

La Venezuela en la que María Calcaño escribió, enmarcada todavía en las convenciones mantuanas, mas en la Maracaibo de la autora, no tendía una alfombra para pasar suavemente de lo hogareño a lo literario. Sin embargo, esta hermosísima mujer, dada en matrimonio a los 14 años, publica su primer libro en 1935. “Alas fatales” y lo hace en Chile. Sabemos que la sociedad chilena también es altamente clasista tanto que convencional. Este libro es criticado, señalado, anatematizado. ¿Pero qué tiene para que suceda tal cosa? Después de todo son palabras. Claro, son dichas por una mujer, una mujer palpitante y deseosa. Tendríamos que referirnos a qué es el “deseo”. Deseo es lo que te hace falta, lo que te ayuda, lo que necesitas. Ya había quedado atrás el modernismo, había todavía vestigios de romanticismo y de realismo. Ahora claro, venían también los cambios estéticos liderados por Europa. La autora lo que dice pertenece evidentemente, por como lo dice a esa vanguardia.

Al leer la poesía de María Calcaño, pareciera como es el común catalogar su belleza sumada a lo frívolo, mas ese bello ser, se sabe, y sin pretensiones pregunta:

 

Cómo van a verme buena

si me truena

la vida en las venas. (“Grito indomable”)

 

Deseo nombrado, en búsqueda de que sea resarcido.  Un esposo bebedor, seis hijos. Una atadura que seguramente no pidió, pero le pasó. El juego de ser un ente femenino, es tentador tanto que exigente, que pide ser bebido sin saciarse.

 

¡Si toda canción

Se me enreda como una llamarada!

Y vengo sin Dios

Y sin miedo…

 

Aún en la actualidad volteamos o nos detenemos en quien hable o escriba así. En Calcaño, las letras venezolanas hacen un hito. Ya lo había hecho en Uruguay Delmira Agostini. [1] Claro, si echamos un vistazo a lo escrito por Safo, no hay evidentemente parangón, pero es un salto cuántico en Venezuela. “Y sin miedo”. Y es que la mujer en un porcentaje grande del globo terráqueo siempre ha tenido miedo. Es que nuestra isla en el conjuro de lo que es una mujer está representada en nuestra poetisa. Habría que aludir en que pensó, cómo se sintió. Cuánta gente se alejó; sintiendo las dos penas por ella. La escritora sin miedo cabalga, cual reina de espadas, no juega o su juego es otro.


Si pensáramos, como bien nos comentaba de primera mano otra grande nuestra Ana Enriqueta Terán, en que ella escribía para permanecer, la autora zuliana no se transó en imágenes demasiado elaboradas, en simbolismos o elocuentes figuras literarias: su voz cae en cascada que bulle más allá de donde abarca la mirada. Una mujer de tierra adentro, caliente, de una familia cuya madre no ve sino una mercancía en las hijas, se templa en el acero de su ser, de su llama que ondea disparando a distancia tanto que calcinando.

 

Y ahora que nada me dices…

Habla de cosas buenas,

Alegres, de mentira.

Bésame intensamente…

 

Una pedimenta sencilla, que requiere ser requerida. Hay una sed inmensa en esta mujer que es la efigie multiplicada de miles antes que ella y después de ella. Un desdibujo de la persona, de un ser humano que es una individualidad, una mirada, una captación distinta. Una mujer, no una hembra. La posibilidad de expresarse la esgrime nuestra escritora a sabiendas de un riesgo, de la exposición, no de cualquiera exposición sino de una que garantiza o no su buen vivir, corrige: su vida. Ser un adorno de la casa es la visión que una familia latinoamericana de entonces esculpía en el destino de sus hijas, casándolas sin su consentimiento. Seguramente eso fue lo que le aconteció a Calcaño. Cuando un ser humano no puede elegir, está en prisión. Un escritor obligado a casar, tendrá sus escapatorias o hasta venganzas. Una mujer de entonces, no. Es tanto el dejar de ser propiedad de mamá o papá para ser posesión del esposo. Eres fulana “de” tal. En las culturas anglo pierdes tu apellido por el de él. ¿Era María Calcaño una esclava bramante?

Mujer de hace poco, era un objeto. Al escribirlo no estamos descubriendo el agua tibia, pero es que el agua aún sigue quemando. Al escribir estas líneas los objetos siguen siendo mayormente femeninos, con otro cristal para ser vistos. Digo, los objetos apetecibles, deseables, para ser de satisfacción sexual, sirvientas quiero decir “ esposas”. Ante esto escribimos, la vida sigue. Ah…pero leemos:

 

… ¡Si tengo sangre insubordinada!

Y no puedo mostrarme

Dócil como una criada,

Mientras tenga

Un recuerdo de horizonte,

Un retazo de cielo

Y una cresta de monte!

 

Esos versos son de “Grito indomable”. La docilidad, es ceder. No podemos por más que queramos deslindar a la mujer Calcaño de sus letras. Es que ella está cosida a ellas. Hay otres autores que pueden ser leídos, de hecho lo son, sin tener nada que ver con su sexo o circunstancia, pero este no es el caso de María Calcaño. Tampoco se trata de psicoanalizarla, pero sus letras son la voz de un pensamiento sin adornos o elipsis del lenguaje. Supongamos que no sabemos nada de los tipos de personalidad o mentes, porque ya se sabe que tenemos varias mentes. Nos llega a las manos un grupo de poemas, un libro o más con

 

por eso vengo…a sentirme los ojos dolorosos

Cuando me suba el oleaje

De tus brazos crespos.

El aire se hastía

Los deseos me apresan…

 


¿De dónde eres María? Como el tango de Piazzolla te recalca “pronto lo sabrán las hembras que me envidiarán”… “soy la más bruta cantando y amando también”. Esa María, que son muchas, tantas y no suficientes, se apellida Calcaño. Esa “María del amor”, es esta escritora zuliana, venezolana. Claro, no es la única que ha escrito de, acerca de, sobre el amor, mas en el uno y sólo uno, por lo menos en nuestro país, hasta el momento en que ella hace eclosión, la voz femenina es heroica, fraternal, maternal, de buenas maneras. El deseo, la latencia de ardores, de entorchados, de “crespos” es del pecado. Las buenas formas están guardadas en el salón principal donde debe ser vista la madre con su niño o niña. Varios hijos en su vientre, el deseo, la obligación, o al final esta última. Quien se estremece, callando su grito, busca forzadamente o naturalmente la salida. De no decir, sucumbían aquellas que agotadas de parir, escapaban de la vida. Para alguien como nuestra escritora, la opción era escribir=vivir. En su ensayo para el BCV, María Eugenia Bravo lo plantea estupendamente. Sin embargo la reclusión femenina era un sino social. Si una mujer de antes de esas fechas deseaba estudiar o ser “letrada”, se iba a un convento o se casaba para hacerlo de ratos libres.  Mas antiguamente, si no se echaba a la calle, se matrimoniaba o se hacía monja, como fue el caso de Sor Juana Inés de la Cruz. “Los deseos me apresan”.  ¿Cuáles son esos deseos? Es directa. Se refiere a su apetencia por un hombre. ¿Era real ese hombre? Claro está que no era su esposo, un alcohólico mayor que ella. La búsqueda de sí misma que no encuentra por no tener un rato aparte. Amar lo deseado, buscado he imaginado.

 

…regreso fruta de buen otoño

Voy minuciosa por el sendero:

En cada hombre veo un amante…

 

Lo pensado se hace carne, se manifiesta como bien saben quienes ven algo más allá de lo físico. Calcaño vibra, late sexualmente, es un erotismo el suyo que profesa en lo que escribe, mas no importa si no es una sublimación. En un supuesto que fuese su frecuencia amatoria muy alta, el decir de su poesía es contado en una economía justa de metáforas, sin demasiados adjetivos, sin ocultar el juego, y por supuesto no hay espacio para lo burdo ni vulgar. La maestría de la escritora está justamente allí. Además, es una seductora nata. Según lo cita también Bravo en una carta a Jacinto Fombona Pachano: ¿Por qué cuando estoy escuchándolo a usted y no se me quita de las piernas, [2] me restriega, y me hace cosquillas, y me pone en un estado diabólico, algo juguetona, para usted, mi querido amiguito? Nuestra poetisa pone a dormir un pequeño gatito entre sus senos. “Él no sabe nada. Es inocente. Si llegara a saber dónde se acuesta”. Leerla es una invitación a revisar cuánto y cuánto en lo que se ha escrito acerca de lo femenino es tan cercano, y sin embargo muy poco planteado. Y hay que sumarle que hablar de sí misma es toda una paradoja, un vórtice. El encanto en la poesía de María Calcaño es justamente ver caer la majestuosa cascada siendo su boca, su piel, su mente la que vemos sin que nos envenene, pero si nos pique. No siente prurito, no hay pena. Es su ser, sus letras. No se preocupó en forjar una imagen de escritora, del tono de la escritora que no se ve reflejada necesariamente en sus escritos, lo cual es casi siempre así, por lo menos en lo personal. La autora es y está en sus versos.

 

…Luego mi hombre cuando me toca,

Me encuentra extraña para su boca.

Me apura íntegra como a un panal.

 

Y toda en sueños, fragante y nueva,

Así me dice con dulce enredo:

¡Este inquietante sabor que tienes!

 


Sabor que seguramente ella sabía, tenía y precisaba hacer durar. Y es que no sólo se trata de los estertores de la carne, es de la voz de una mujer que además de los civiles roles es una poetisa amando, escribiendo lo que ama. Sólo que no de la forma consabida, sino con esa magistral sencillez y ubicación de lo que quiere decir. “¡Crece sobre mi carne dolorosa, lamiéndome hacia adentro, hoguera deliciosa! ¡Quémame duro, hondo!... (De “Me ha de bastar la vida”) la escritora es un crisol amatorio tanto que literario. Su sublimación es elegante-en caso de que así fuera- cuando no precisa, cosa no fundamental pero que en su caso se agradece pues llenaría el mensaje de ampulosidades innecesarias. No hay diatribas ni ambivalencias. María Calcaño ama y lo que ama es enaltecido:

 

Como en mi vida

Nunca he llevado piedras preciosas.

Tiemblo de gozo

Cuando me tiendo…

Entra en el cuarto,

En bocanadas de luz el cielo

Y en mi cuerpo, clave de ensueño,

Se abren las alas de las estrellas

Como luciérnagas maravillosas.

(De “Piedras preciosas”)

 

Unión de lo metafísico y lo corporal, creando un elixir suave, con un dejo penetrante y afrutado, mas con la advertencia de que varias copas del mismo te embriagarán para sumarte a quienes suspiran leyendo estos versos que en su momento fueron censurados por la temerosidad de los que fingen.

 

NOTAS

1. Bravo, M. Obra Poética completa de María Calcaño.  Monte Avila Editores. 2008.

2. Fombona le trajo entre otras cosas un gatico. 

 


MARIOZZI CARMONA MACHADO (Venezuela, 1963). Dramaturga, ensayista, escritora, locutora y directora del Teatro de Cámara Contemporáneo de Maracay. Ha estudiado medicina en la Universidad de Carabobo, canto y solfeo en el Conservatorio de Música del Estado Aragua y Artes Escénicas en la Universidad Central de Venezuela. Se desempeñó como articulista por muchos años en el análisis de teatro, danza, ballet y ópera para diversos diarios regionales. Ha obtenido diversos premios en poesía, narrativa y dramaturgia. Su obra Mujermente Hablando se publicó el año 2000 en la Ciudad de México. Cabe mencionar que en el país azteca estuvo en repertorio de la Compañía Luna y Señas dirigida por Daniela Esquivel y luego por Domingo Ferrandis por doce años. En marzo de 2017 su ensayo “Zamora, alma en vuelo perenne” gana el Premio Único de la Bienal del Centro Nacional de Historia de Venezuela. Desde Octubre 2018 forma parte del Proyecto Maracay-New York en el cual se lee su obra Mujermente Hablando y a su vez Carmona hace la lectura escenificada de Yoleros, la pieza del dramaturgo dominicano residenciando en la ciudad estadounidense Alex Vásquez Escaño. Luego Mujermente Hablando es dirigida por el reconocido director peruano Walter Ventosilla, enmaracada en el mencionado proyecto se estrena con tres funciones los días 10,11 y 12 de enero. El Teatro Círculo de Nueva York la becó para realizar el taller “La necesidad de escribir teatro” de marzo 6 a 22 de mayo 2021 modalidad online y cuya temática explora los temas de justicia social. En 2022, su obra Respuesta obtiene una mención de Honor, en el Concurso de Dramaturgia femenina Lina López de Aramburú, Venezuela.

 


VERÓNICA CABANILLAS SAMANIEGO (Perú, 1981), es poeta y artista visual. Ha expuesto individualmente en Lima y colectivamente en Europa y Latinoamérica: El surrealismo hoy, homenaje a Eugenio Granell, Museo Eugenio Granell, Santiago de Compostela, España (2012), El asombro del colmillo, Le Petit Canibaal, Valencia (2014); Ludwig Zeller, componiendo la ilusión, Galería Taller de Rokha, Santiago de Chile (2017); Cien años de Surrealismo, Centro Cultural Espacio Matta, Santiago de Chile (2019-2020), International exhibition of surrealism, Galería Kudak, El Cairo-Egipto (2022), Eco del surrealismo contemporáneo, Instituto francés de Alexandria, Egipto (2022). Verónica es la artista invitada de este número de Agulha Revista de Cultura.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 238 | setembro de 2023

Artista convidada: Verónica Cabanillas Samaniego (Perú, 1981)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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