sexta-feira, 20 de outubro de 2023

JUANO VILLAFAÑE | Leonor García Hernando, una poeta entre fronteras



Presentamos las Obras completas de Leonor García Hernando, estas son: Mudanzas (Ediciones del Taller Literario Mario Jorge De Lellis, 1974), Negras ropas de mujer (Colección de Poesía Mascaró, 1987), La enagua cuelga de un clavo en la pared (Último Reino, 1993), Tangos del orfelinato / Tangos del asesinato (Colección de Poesía Mascaró, 1999) El cansancio de los materiales (Colección de Poesía Mascaró, 2001) y poemas inéditos.

Mudanzas, su primer libro, es un volumen muy asociado a los recuerdos de su infancia en Tucumán. El conjunto de los libros que siguen, desde Negras ropas de mujer, hasta los poemas inéditos, forman parte de una obra que se pude considerar integral, como libros asociados con escrituras que forma parta de una totalidad poética intensa y de muy largo aliento, son poemas que se pueden leer como si fueran todos partes de un sólo libro.

De una u otra forma toda su obra estuvo siempre muy próxima a mi propia vida. Fuimos muy amigos, compartimos espacios comunes en la vida cultural de Buenos Aires. Nos formamos en el Taller Literario Mario Jorge De Lellis, creamos en su momento la revista Mascaró con Susana Silvestre, Ricardo Mariño, Sergio Kisielewsky, Nora Perusín y Luis Alonso, a lo que debemos sumar la colección: Los Poetas de Mascaró. Trabajamos en la inauguración de Liber-Arte Bodega Cultural en los primeros años de la post-dictadura. Participamos juntos de esta historia literaria y cultural entre los años 1970 y hasta el año 2001. Fueron treinta años de una vida en torbellinos, dictaduras, transiciones democráticas, otra vez dictaduras y diversas crisis políticas. Recorrimos todos esos años en un profundo vértigo. Es evidente que toda generación es de alguna forma el resultado de ciertos vértigos, cortes, o rupturas, entre los que se proyectan y los que vienen para ocupar un lugar en el mundo. A nosotros nos toco transitar un gran salto al vacío con la dictadura cívico-militar que se instaló en el año 1976. Uno de los procesos más terribles que le tocó vivir a nuestro país y a la cultura argentina.

Somos parte de una generación nacida a principios y mediados de los años cincuenta. En los primeros años de la década del setenta nos íbamos configurando para ser un núcleo poético literario. Por eso dije siempre que la obra de Leonor García Hernando está representada por aquellas escrituras que se crearon entre fronteras. Éramos muy jóvenes para representar una generación en los primeros años setenta y a la vez tuvimos que hacernos cargo de los novísimos poetas del Taller Literario Mario Jorge De Lellis como: María Elena San Martín, Claudio Valetti y Claudio Ostrej, que fueron desaparecidos en l977 cuando ellos tenían unos dieciocho años.

Paradojas complejas las que nos impuso la vida y el terror: tener que afrontar la figura del desaparecido tanto metafóricamente como en la propia realidad tangible, instalados nosotros mismos dentro de un estado poético, existencial, cultural y político donde no podíamos inicialmente dimensionar lo que estábamos viviendo. No tuvo que pasar mucho tiempo para que se descubra que el terror era un sistema que pretendía instalarse muchos más años en nuestro país.

Esta etapa marcará definitivamente a Leonor García Hernando, que se dedicó a buscar a nuestras compañeras y compañeros desaparecidos por todos los lugares posibles. Éramos demasiado jóvenes para ser una generación y también para asumir los sentimientos de una derrota. Cuando apenas nos habíamos montado sobre las primeras expansiones utópicas que circulaban desde los años sesenta, llega para nosotros la dictadura que marcará definitivamente un antes y un después en nuestras vidas. No llegamos a instalarnos en los centros de las grandes batallas y ya estábamos en las periferias de los reprimidos, acorralados y desaparecidos por el terror. Cuando fuimos a entrar para ser parte de los grandes relatos, tuvimos que asumir en muy breve tiempo que nuestras escrituras volverían a las pensiones, a los bares, a los hoteles y a los escritorios de las casas humildes. No hubo para nada resignación, afrontamos la resistencia en toda su plenitud. Pero el paisaje era desolador, la intemperie era un sitio que también podría ser habitado por nosotros. Este era de alguna forma el clima y el estado de las cosas durante los últimos años de la década del setenta.

Todos estos temas que presento en estas líneas siempre lo hablamos mucho con Leonor García Hernando. Ella llega a Buenos Aires desde Tucumán con toda su familia cuando tenía 11 años. A Leonor se le notaba mucho en todo su hablar y trabajo poético el propio entorno de provincia en que había pasado su niñez. Ella regresaría siempre a su patria chica.


Si primer libro Mudanzas denota justamente ese clima cultural muy asociado a las poéticas populares, a la canción, a la cotidianidad de una vida típica del norte argentino y a la vez al cambio de residencia como el nombre de su libro lo indica. Mudanzas será editado en 1974 y es el resultado de su trabajo en el Taller Literario Mario Jorge De Lellis donde se integró siendo una adolescente. Con este libro se instala entre nosotros una amistad y una relación recíproca del ser y el estar con la poesía que practicamos siempre. Leonor García Hernando desarrolló con afecto y hermosa retórica: la conversación. Una forma de comunicarse que Leonor supo cultivar en los bares de Buenos Aires, en el Taller y en las reuniones con los amigos. De hecho, en el libro Mudanzas que me dedicó dice explícitamente: Todo será como una gran conversación. Y así trabajamos ambos, siempre estuvimos dominados por una gran conversación. Leonor García Hernando tenía esa virtud de unir la oralidad de la poesía con la escritura poética, se trataba de vivir en poesía todos los días, de hacerla en palabras y en los diálogos públicos. Yo creo que desde ese lugar se fue construyendo el mito de la poeta en la vida nocturna, en las calles y en los bares típicos de la Ciudad de Buenos Aires. Inclusive en: La intensidad de las víctimas de su libro Tangos del Orfelinato/ Tangos del Asesinato, uno de los poemas más bellos de una época y de la poesía argentina, Leonor García Hernando repetirá: Para qué iniciar una conversación. Para qué volver a conversar en un mundo clandestino, en los secretos de las palabras ocultas. Hubo lucidez poética para explicar los motivos del silencio público asfixiante que imponían los años setenta.

Leonor García Hernando fue una escritora asociada a un colectivo poético del que nunca se separó. Por eso hay que hablar del afecto que ella misma puso en sus propios grupos literarios que van del Taller Mario Jorge De Lellis, a la Revista Mascaró y su colección de poesía. Cuando hablo de una poesía entre fronteras hablo de lo que nos ocurrió como grupo generacional que vivió entre dictaduras y post-dictaduras casi sin intervalos. No pretendo por cierto establecer ningún canon ni reivindicar un programa, ni Leonor García Hernando, ni Los Poetas de Mascaró tuvimos un programa. Formamos parte de un espacio que no fue de ruptura y a la hora de las continuidades co-participamos de una nueva exposición de multiplicidad de poéticas y micro-poéticas. No terminamos de ser en los años setenta y nos instalamos en los años ochenta en la diáspora de una derrota de la cual tampoco pudimos hacernos cargo porque habíamos sido demasiado jóvenes. La poesía seguía siendo una zona de riesgo. Dentro de un sorpresivo presente poético con una gran diversidad de poéticas como riqueza en las multiplicaciones de las patrias interiores donde las voces se proyectan cuerpo a cuerpo. Estas obras completas son un reencuentro con quienes trabajamos juntos en la poesía, polemizamos, nos reunimos en la amistad, desde el Taller Mario Jorge De Lellis a Los Poetas de Mascaró.

El acto de poetizar es esencialmente una fidelidad con la vida de uno mismo. Dese aquella concentración que se genera en el objeto-poema, desde aquellas fuerzas que se esconden en algún papel, libro o pantalla parten los deseos por la creación. Por cierto que lo bello individual debe soportar “la contemplación pública”, pero el flujo de los sentidos sigue emanando de un objeto creado individualmente entre la palabra y el que se asume como trabajador de la palabra. Trabajo humano entonces creado por el oficio del poeta. Con este sentido se entregó Leonor para realizar su obra. Trabajo al que ella volvió siempre, fidelidad constante, ocio creador, en un hacer del tiempo poético que produce lo intangible: imágenes, metáforas, lenguajes. Leonor García Hernando fue una gran trabajadora de lo poético en todos los planos y entregada constantemente a la experiencia poética.

Damos vueltas sobre nosotros mismos ante cada hoja de papel en blanco. Somos contemporáneos de nuestros propios presentes ante las soledades de nuestro oficio. Nos asombra el peso de la historia, de las escrituras de los clásicos que extendieron sus tiempos opulentos frente a la fragilidad de nuestros presentes tan breves. Era asombroso reconocer en Leonor García Hernando ese vértigo enorme por los clásicos y los modernos. Estoy como recordando lo que ella solía decir sobre las escrituras. Esa idea de los tiempos clásicos opulentos frente a lo volátil de los tiempos presentes, era una reflexión que Leonor siempre instalaba y que yo anote alguna vez en un cuaderno. Ese conflicto entre las escrituras del presente y las clásicas lecturas del pasado. Y el sentido del tiempo contemporáneo que hace que las nuevas escrituras tengan como otra velocidad. A ella no le alcanzaba la noche para llegar. El tiempo nocturno amanecía mucho antes que lo esperado. Había indudablemente una impronta romántica asociada a la lógica prusiana de recuperar el tiempo perdido. Cuando yo salía a la madrugada de Liber-Arte/Bodega Cultural ella estaba sola sentada en el bar La Paz. Todavía el humo del cigarrillo escapaba al abrir la puerta en pleno invierno. Me sentaba con ella y conversábamos siempre sobre la poesía o el estado de las cosas.


Leonor García Hernando fue totalmente fiel al misterio de lo real que nos es ajeno y cuando más inmediato más extraño parece a veces. La fidelidad a la vida debe conducirnos a la vida del espíritu. ¿Pero dónde queda el espíritu? El propio Descartes se murió sin saber el lugar donde vivía su alma: si en su cerebro o en su corazón. Pero más allá donde radique el alma o el espíritu, la obediencia poética parece conducir a la felicidad, digo que parece, porque en este sentido la obediencia era una constante en el trabajo poético de Leonor García Hernando en los bares de Buenos Aires ¿Y la desobediencia? La desobediencia Leonor: ¿a dónde nos conduce?, vos que fuiste tan terminante en la irreverencia y en la cachetada en la calle.

Con Leonor conversamos mucho sobre la necesidad de volver a opinar sobre la poesía y los poetas ¿En qué momento de la post-dictadura en nuestro país los poetas pasaron a ser más importantes que la propia poesía? ¿En qué lugar, se preguntaba Leonor García Hernando, los relatos comenzaron a palidecer, a reducirse a malabarismos sin historia? ¿Desde cuándo los poetas alababan las batallas sin haber participado del combate? ¿Por qué la épica estaba destinada solo a literatura y no a la propia vida? Para Leonor García Hernando esta ausencia que comenzaba a expandirse le provocaba cierta angustia en relación al actor converso que había justificado todos los sistemas de adaptación posible a las dominantes que se instalaban en la nueva cultura poética de los buenos modales. No era para Leonor García Hernando ese el sitio previsto. Por eso para ella la necesidad de volver a opinar estuvo siempre en el orden del día. Opinar en la conversación franca sobre el estado de las cosas y el ingreso grupal a la mesa del bar que proponía la necesidad de reivindicar el tiempo como el ensayo permanente de la búsqueda de lo perdido para que sea recobrado. El sentido estaba en esa conversación que nos esperaba como destino para siempre.

Leonor García Hernando fue una de las grandes lectoras de poesía y del ensayo lúcido. Y coincidimos de alguna forma con que: “Hay dos batallas que la poesía, como oficio, ha perdido: la de su inocencia y la de su libertad. La primera la perdió contra sí misma, contra el criticismo surgido de su propia conciencia, la segunda la perdió frente a lo otro, frente a la escisión provocada por esa misma lucidez”, recuerda Cintio Vitier. Para el poeta cubano el momento cumbre de este proceso se vive con el romanticismo alemán y el simbolismo francés: “la poesía se vuelve cada vez más, meditación sobre la poesía”. A lo que se agrega la culpa de la poesía frente a la acción, lo que implica una devaluación de la palabra como expresión. Dicho de otra forma: la palabra ya no alcanza. “lo cierto es que la poesía se siente culpable, y no sólo de su desmembramiento interior, de su desconexión con las fuerzas hostiles que ella misma, por rechazo, ha definido, sino tal vez de todo el drama espiritual que agobia al hombre”. Decía Vitier. Es interesante reconocer que por esos ejes es donde Leonor García Hernando trataba de entrar todos los días para reconfirmar la necesidad de que la palabra había que llevarla a la acción y la acción al poema. En ese acto de entrega que iba más allá de la poesía y más acá de la poesía, estaba la posibilidad de salvar la propia poesía con lo mejor de las tradiciones vanguardistas que implicaban que la vida era la poesía y la poesía era la vida. Esta gran conquista había que defenderla todos los días y en la calle. En esta permanente acción vivió Leonor García Hernando. Fue fiel a sí misma. Vivió en unidad de poesía y vida. Creo que entre los años setenta y ochenta no existe una representante tan cabal que unió a la poesía con el acto cotidiano de manera tan radical. Sentada sobre sí misma en el bar La Paz escribía y se iba con sus poemas. Fue la mejor exponente de las escrituras que se crearon entre fronteras, entre dictadura y post-dictadura en la Argentina. Y fue para nosotros una referencia permanente de los que conformamos una editorial donde ella publicó la mayoría de su obra poética y una revista literaria como Mascaró.


Justamente desde la revista Mascaró, Leonor estimuló mucho el debate poético contemporáneo. En post-dictadura, en los años ochenta, la disputa por el sentido de lo poético se estableció a veces con cierta beligerancia entre neo-románticos, neo-barrocos, objetivistas, experimentalistas y toda una zona de la poesía que navegaba en las propias diversidades y márgenes de esas poéticas. Leonor García Hernando tiene en su poesía estados barrocos, románticos, coloquiales y también experimentales. Ella siempre tuvo lecturas muy amplias de la poesía y se sintió siempre identificada con la buena poesía, más allá de las estéticas dominantes que se disputaban en los espacios literarios.

“La poesía como lo más parecido a una autobiografía de la muerte” adelantaba Tamara Kamenszain en su libro “La edad de la poesía” en su capítulo “La lírica terminal”. Se parte de una tensión casi inamovible: “Porque no hay una manera humana de abandonar la primera persona gramatical, aunque se ensayen otras. Y esto es como decir que no se puede no morir”.

El poeta es consciente entonces de que se escribe más allá de los estados, como un diario de vida contra la propia muerte, los estados irán profundizando el límite de la propia lírica. Un yo íntimo y privado que se contrasta con la primera persona del plural. La escritura entre fronteras forzó en nuestro país esos límites entre el yo y la muerte de los otros. Se aprendió a la fuerza a reconocer la muerte pública, ante la muerte lírica de la primera persona, aquello que García Hernando denominó tan bien en su poema “La muerte argentina”.

Su último libro publicado se titula: El cansancio de los materiales. Se asocia a lo que sería su propia vida existencial y donde su poesía se condensa en la unidad de un largo aliento como en toda su obra. Es un libro y un título donde ella de alguna forma se despide de todos nosotros. Son poemas que pueden ser leídos individualmente, pero a su vez están asociados por la densidad de un lenguaje que abre y cierra cada uno de ellos como si se tratara de un todo y de las partes del todo. Es un libro lacrado por sus propias manos, como quien deja la marca de su vida para siempre. Estoy totalmente convencido de que Leonor García Hernando fue una de nuestras grandes poetas nacionales, que reivindicó lo mejor de las tradiciones clásicas y vanguardistas y dejó, como ejemplo, la necesidad de militar la poesía en todos los estados de la vida. Siempre en la acción y en la entrega por los otros.





JUANO VILLAFAÑE (Ecuador, 1952). Es poeta, ensayista y periodista. Reside en la Argentina desde 1955. Integró el Taller Literario “Mario Jorge De Lellis” en la década del setenta. Fue cofundador de la revista literaria Tientos y Diferencias (Ecuador, 1980) y de la revista literaria Mascaró y de su grupo “Los Poetas de Mascaró” (Buenos Aires, 1983-2001). Dirigió durante quince años (1987-2002) LiberArte, Bodega Cultural. Tiene a su cargo desde el año 2002 la Dirección Artística del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Publicó: Poemas anteriores (Editorial de la Universidad Central, Quito, Ecuador, 1982), Visión retrospectiva de la botella (Libros de Tierra Firme, 1987), Una leona entra en el mar (Ediciones del Dock, 2000, Deconstrucción de la mañana (Ediciones Atuel, 2006) y Públicos y privados (Melón Editora, 2013; Editorial Lisboa 2018). Compiló la selección del cuento latinoamericano La Narrativa Erótica Latinoamericana (Ediciones Desde La Gente, Buenos Aires, 1992) y otras dos selecciones sobre la poesía argentina. Fue miembro fundador del Espacio de Intelectuales “Carta Abierta”. Participó en la formación del Frente de Artistas y Trabajadores de las Culturas. Ejerce el periodismo cultural. Es el vicepresidente de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores).




GINA PELLÓN (Cuba, 1926-2014). Fue una artista muy conocida que vivió y trabajó en París, Francia, desde 1959 hasta su muerte. Fue precisamente en Europa donde conoció a los surrealistas parisinos y luego conectó con el grupo COBRA, uno de los principales movimientos de vanguardia e hitos del expresionismo abstracto europeo. Su carrera en Europa fue muy prolífica con amplias exposiciones en París, Lausana, Bruselas, Ámsterdam, Toulouse, Silkebour (Dinamarca) y Larvik (Noruega). También ha realizado exposiciones individuales y colectivas en otras ciudades como Miami, Nueva York y Caracas, entre otras. Su actitud incansable y entusiasta es una constante que marca la producción de toda su vida. En sus propias palabras, pinto todos los días… desde el amanecer hasta el atardecer. En este proceso tengo la necesidad de crear, de retratar emociones, y una vez que estoy a punto de terminar una obra, siento la necesidad de atacar otra. El estilo y la paleta de Pellón están marcados por una excelente espontaneidad y colores brillantes. Con pinceladas enérgicas y fluidas, crea composiciones vibrantes donde la mujer es el tema principal. Además de la pintura, la dilatada trayectoria de Gina Pellón también ha incluido el grabado y la poesía. La artista ha recibido numerosos premios y distinciones y su obra forma parte de numerosas colecciones públicas y privadas de todo el mundo.




Agulha Revista de Cultura

Número 242 | outubro de 2023

Artista convidada: Gina Pellón (Cuba, 1926-2014)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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