sexta-feira, 20 de outubro de 2023

PEGGY VON MAYER | Laureano Albán, una voz inextinguible

 


Laureano Albán renueva totalmente las voces de la poesía contemporánea de Latinoamérica.

EDMOND CROS

 

La poesía no tiene más atributo que ella misma. Ni inteligencia ni razón la asisten. Inerme es su mutable esplendor de estrella única.

LAUREANO ALBÁN

 

El 5 de junio de 2022 partió a su búsqueda de lo infinito el gran poeta costarricense, Laureano Albán, a quien considero, junto con Rubén Darío y Pablo Neruda, una de las tres cumbres de la poesía latinoamericana.

El talento creador de Laureano Albán se manifestó desde su temprana juventud, en donde ya comienzan a aparecer temas recurrentes de su poesía, como la solidaridad humana, la denuncia social, la libertad, el respeto a la vida, la muerte y el amor.  Las obras de las primeras dos décadas Poemas en cruz (1962); Este hombre (1967); Las voces (1970); Chile de pie en la sangre ((1975) y Biografías del terror, están inscritas en un período caracterizado por grandes conflictos bélicos y políticos.  Latinoamérica se desgarraba en guerras fratricidas, dictaduras militares, pugnas ideológicas, injerencia extranjera. El poeta asume el dolor generado por tantas muertes de jóvenes en los campos de batalla “Pesando como tierra que sepulta a la sangre. / Los labios amarillos abrazados al frío. / La tez de los muchachos sostenida por la niebla” (“Las voces”).  En estos poemarios destaca el compromiso del poeta con la paz y la justicia:

 

Reunid las cenizas,

los escombros cegados bajo el cielo,

el silbido criminal de la bala entre los huesos,

el viento espolvoreado por los niños quemados,

en mis ojos.

 

Que todo lo que se hunda en ellos

ha de formar la orilla de la paz,

el viento del futuro,

la caída del pan entre las voces.

 

(“Canto”)

 

 Albán estaba totalmente convencido de que el poeta tiene la misión de hablar por todos los que no pueden hacerlo, por los olvidados, por los que están muertos, porque han regado con su sangre el campo de batalla. Su poesía se rebela ante los atropellos del poder militar, avasallante y crudelísima maquinaria de aniquilación ante cualquier intento subversivo. Sin embargo, aunque se lamenta de tanta vida truncada, la visión de mundo no es derrotista, pues deposita la esperanza del futuro en los niños, pero también el peso de la responsabilidad: “Nadie podrá dormir mientras él abra los ojos. / Nadie escapará. Nadie huirá del futuro. / Todos cabremos en sus ojos, para seguir mirando.” (“Los niños”).

Solamérica (1972), “eternidad forjada a pura arcilla”, es un canto de exaltación del continente latinoamericano y su destino ancestral y luminoso:

 

Solamérica vuelo.

Sacas las manos de la luz que habla

y las lanzas al niño desde todo.

Y esperas en el sueño de la arcilla,

en la curva segura de los frutos,

en la luz guerrillera de los dedos,

en la boca completa de los cielos.

 

Solamérica, “hecha con esta arcilla que respira”, es el espacio de la identidad racial y lingüística –“una huella de eternidad, uniendo, hablando”– con una palabra de esperanza cuando la guerra sea “el fondo de un canto”.  Pero América Latina en la década de los setentas era un sitio de conflictos.  La dictadura de Pinochet en Chile llenaba el país de miles de torturados y desaparecidos, acusados por las milicias de subvertir el orden constitucional por sus ideas comunistas. Salvador Allende había sido ejecutado, se perdieron las garantías sociales, se violaron los derechos humanos y se estableció un período de represión total. Laureano Albán no permaneció callado ante tanta injusticia y es así como escribió Chile de pie en la sangre (1975), una valiente denuncia de los atropellos del poder militar y político sobre el pueblo chileno; del lucrativo negocio de la guerra y de la injerencia extranjera en los destinos latinoamericanos:

 

Son los jueces de siempre

que sentencian las gotas de rocío,

los Pinochet, los Nixon, los Kissinger,

los malditos vigías de la herida,

los administradores de la muerte,

las fieras de la sombra coagulada.

 

(“Es el imperialismo de la muerte”)

 


Como en el panóptico foucaultiano, los países poderosos “vigilan siempre”, “todo lo han medido, lo han cercado”, “se ciernen sobre el mundo/ como un piélago amargo que vigila”. Pero el pueblo levanta su bandera, “vela izada con sangre perseguida / henchida de pavores fervorosos”, “compartida entre manos y milagros”, con la promesa de un cambio, sin saber que no hay destino posible porque la muerte acecha, cruel e inexorable.

Siguiendo la misma tónica, es decir, el “deber del llanto”, Albán escribe Biografías del terror (1986), “la más amarga de cuantas he escrito”, cruda denuncia de las torturas, asumidas como la violación de un imperativo categórico a la manera kantiana, “como evidencia de esta nuestra dolorosa temporalidad”:

 

Más allá de todas las ideologías, ¿es que el hombre es un error contra el hombre? (…) Lejos estoy de despreciar los factores sociológicos, históricos, económicos e ideológicos que convergen y estallan en la realidad de la represión conculcadora de los derechos humanos, pero, más allá de ellos, en los fundamentos mismos de nuestra naturaleza, nace el manantial de todas nuestras realidades. (Prólogo a Biografías del Terror)

 

Cada poema tiene como fuente documental “los informes emanados del Departamento de Investigación de Amnistía Internacional”. Es decir, son testimonios verídicos de los torturados y desaparecidos en Chile, Uruguay y Argentina.  Pero lejos de ser solamente el relato escueto de tales atrocidades, el poeta reafirma su convicción en los valores humanos universales:  la dignidad, la solidaridad, el amor, la justicia, por contraste con tanto crimen de lesa humanidad.

 

Has callado. Ya no golpea

la despeñada sangre

de tu cuerpo estrellándose.

El silencio nos une

como una despaciosa

llama de sombra esquiva.

¿Hasta dónde tu cuerpo

de espiga revocada?

 

(“Invención del abismo”)

 

Al allanar la casa del exdirigente sindical Floreal Villanea y no encontrarlo, detuvieron violentamente a su esposa e hijo, un joven de 15 años que apareció muerto.  Este es su canto a la madre, desde la muerte:

 

¿Quién me arrancó desde mi sueño al tuyo?

¿Quién no dejó crecer mi soledad,

el don secreto de mis horas frutales,

los laberintos de mi voz de hombre?

(…)

Madre, ¿Sabes que tú y yo ahora somos

sombras de otra quemada lejanía?

  Yo, con mi muerte voy

por tu sueño buscándote,

y tú con tu soñar

das camino a mi muerte.

 

(“Soñar la muerte”)

 

Como puede observarse en estas pocas citas, la vida truncada –“cuerpo de espiga revocada”; “sombras de otra quemada lejanía” –, son vistas desde la interrupción de un proyecto de vida que ya no se pudo cumplir, señalando el lado sórdido de la brutalidad y la injusticia, que conmueven las fibras más sensibles. Sin caer en melodramas, sino develando el profundo y doloroso drama humano, Albán apela a la conciencia, nos estremece, nos cuestiona, escarba nuestra sensibilidad documentando esos actos vergonzosos para que no seamos indiferentes al dolor humano.  Según mi criterio, por su contenido humanista de solidaridad con los torturados, desaparecidos y asesinados, así como por su valiente denuncia de la violencia política, Chile de pie en la sangre y Biografías del Terror están entre los poemarios más importantes de crítica social que se han escrito en Latinoamérica.

Albán reflexionó sobre la conciencia del ser latinoamericano, sus espacios geográficos y su historia en Geografía invisible de América (1982), en cuatro libros, de los cuales los dos primeros indagan en los códices, anales y memoriales las cosmogonías y antropogénesis ancestrales de mayas y náhuatls, el tercero, de los quechuas (1983), con base en textos como Relación de las Cosas de Yucatán de Fray Diego de Landa, el Códice Florentino, Historia General de las Cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, el Libro de Los Cantares de Dzitbalche, Monarquía Indiana de Fray Juan de Torquemada y los Anales de Cuauhtitlán (Códice Chimalpopoca) para los pueblos mesoamericanos.  Suma y narración de los incas de Juan de Betanzos (1551), Segunda edad de los indios wariruma de Guamán Poma (1567-1613), Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega, Mito del Inkarri, en la versión de Mateo de Garnaso, Plegaria de Tijsi Viracocha de la colección Menéndez, Relación de la religión y ritos del Perú del primer Padre Agustino, Himno de Manco Capac, Ideología mesiánica del mundo andino de Ossio Juan y Atawalpa Wañuy (La muerte de Atahualpa), para los quechuas. 

Es preciso destacar que este tipo de literatura no es únicamente una manifestación de estructuras sociales, semióticas y estéticas.  Por el contrario, son ejemplos magníficos de la función de la literatura en la construcción de la identidad colectiva, pues ofrecen un repertorio de modelos semióticos y estéticos a través de los cuales la historia del Descubrimiento, la Conquista y aculturación de Latinoamérica llevados a cabo por España y los diferentes grupos étnicos y culturales que vienen después, se explica en la serie poemática de un conjunto de narraciones que se convierten en medios para la comprensión de la cohesión sociocultural de los pueblos americanos con Europa, Asia y África.  Consecuentemente, traen aparejados un sentido de solidaridad y unidad entre las diferentes etnias que conforman el complejo mosaico de la identidad latinoamericana, a través de la historia creada poéticamente.  De esta forma, la poesía de Albán abre numerosos canales de conocimiento de nuestra cultura y su relación con otras, que terminan amalgamadas en el difícil proceso de la convivencia.  El poeta destaca la actitud visionaria del “capitán del ansia”: Cristóbal Colón, sus sueños, temores y ambiciones, el difícil enfrentamiento con lo ignoto, el encuentro con la raza indígena, los grandes aportes culturales, como la lengua y la religión etc.

 


Un poeta místico

Condición esencial de la auténtica poesía es filosofar sobre los temas más trascendentales del hombre.  En la obra de Laureano Albán, el tema metafísico es una constante que recorre sustancialmente su poesía, casi como una necesidad vital e imprescindible.  La poesía mística se presenta como una experiencia de orden suprasensorial que expresa estados trascendentes, aunque sin caer en el arrobamiento extático de algunos visionarios como San Juan de la Cruz, que desliga al ser humano de su contingencia.  Por el contrario, esta poesía está bien afincada en la realidad inmediata; en otras palabras, no es un místico en éxtasis quien la enuncia: es un hombre en su afirmación mística de la existencia, prisionero de su sombra, pero sabedor de secretos y transfiguraciones.

Albán reflexionó sobre los grandes enigmas de la existencia humana:  Dios, la naturaleza, el hombre, la vida, la muerte y la trascendencia.  Dios, como enigma absoluto pero familiar y cercano, objeto de certezas, dudas y vacilaciones, pero siempre presente a través de las cosas por Él creadas y en las acciones humanas; y el enigma óntico de la vida y de la muerte, contempladas en el doble proceso de vida hacia la muerte y de muerte hacia la vida.  La reflexión en torno a estos grandes misterios constituye un importante leit motiv de la poesía de Albán, que le confieren peso y sustancia, por ser lo ontológico y lo metafísico los grandes problemas filosóficos del hombre de todos los tiempos.

Afirma Kant que sublime es “lo que tan solo con poder pensarlo atestigua una facultad del ánimo que sobrepasa cualquier medida de los sentidos” y que en la comprensión de algo tan sin medida debe aparecer “un sentimiento de desmedida”, a saber, “la imaginación para la idea de un todo, a fin de representarlo” (Emmanuel Kant.  Crítica del juicio.  Buenos Aires:  Losada, 1961). Para este filósofo, Dios es lo sublime absoluto que aparece como algo infinito e inalcanzable, y ante quien todo lo creado resulta tan pequeño que desaparece.  En la poesía de Laureano Albán se da una búsqueda constante hacia lo sublime a través de la visión estética.  La presencia divina atraviesa toda su producción y se convierte en un símbolo que produce toda una constelación de imágenes poéticas de luz, claridad, transparencia, diafanidad.  Dios es “un instante perpetuamente en llamas” (“El diamante”, Enciclopedia de Maravillas); “resurrección del día” (“La gloria”); “agónico en la luz/ y por eso perfecto, y por eso infinito” (“El acorde”, todos en Enciclopedia de Maravillas); “móvil luz” (“La música incesante”, en Autorretrato y Transfiguraciones):

 

Recibid el milagro.  No es posible

detener su mecánica terrestre.

Giran sus mundos entre el polvo

que pisáis olvidando.

Marcan sus brasas

los mapas imprecisos de la lluvia.

Deposita fulgores al fondo de las frutas,

y se mece en lo inmóvil de la noche

trocado en vendaval.

 

(“Pánico azul”, Autorretrato y Transfiguraciones)

 

Dios imprime su naturaleza pneumática o espiritual a todos los seres y las cosas por Él creadas, a quienes gobierna por ser su Creador y su dueño.  El universo entero sabe que todo está sometido a su poder, aun las cosas más ínfimas e intangibles: 

 

Yo aprendí que las cosas invisibles gobiernan

a cada cosa, dándoles un vacío y un pánico

 

(Suma de claridades)

 

El sema “pánico” lo utiliza el poeta en el sentido primordial de asombro ante lo numinoso, con todo su poder kratofánico:

 

No hay un poder mayor

que el de la transparencia.

El brioso vapor que los caballos dejan

al traspasar la lluvia con su música parda.

        

(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)

 

Este sometimiento a la voluntad divina marca dos movimientos opuestos:  alejamiento del momento primigenio de la creación, y la sed inmensa de reintegración con el Padre.  Por eso “no hay un deseo mayor/ que el de la transparencia”:

 

Que cada mundo extiende un mundo transparente,

idéntico a su sed de regreso o de ausencia.

Es preciso creer que el día no termina

en la asolada sombra

que tras los seres, llámales.

 

(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)

 


El mundo, que pareciera concebido según la sentencia hermética “Como es arriba es abajo”, resulta un pálido reflejo de las esferas superiores.  El rocío, que en el poema refuerza los semas que señalan hacia la transparencia y la pureza de orden espiritual, que “gobierna/ con su tocada claridad/ los presurosos bosques de la noche y sus mundos/”, no solo se constituye en imagen especular que reproduce el firmamento, sino en sinécdoque del poder de lo invisible.  Obsérvese el juego antinómico de luz/oscuridad, espíritu/materia, eterno/transitorio en ambos cortes sintagmáticos:

 

Los animales salen a beber en la noche

en los ríos invisibles

que graba el firmamento

con minuciosas llamas

pálidas sobre el pasto.

 

(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)                               

 

Esa sed de infinito se aminora en parte con el contacto de lo que proviene de lo Alto –el rocío–, dádiva divina de la “transparencia” –léase Dios– que le da la certeza de que el destino del cosmos no es encaminarse a la muerte, “la asolada sombra”, sino que se define como un estado transitorio, pues “azules laberintos” lo designan a menesteres más altos y perdurables, por un acto de amor divino, que así lo ha dispuesto: “Cada cosa se afirma en dados transparentes”.  Pero este destino final no está prefijado.  El hombre puede jugar su suerte como con un mazo de naipes en la mano, y ganar o perder en el infinito juego de combinaciones:

 

Eres el dado, pero yo la eterna

jugada de la vida ante la muerte.

 

(“El gen”, EM)

 

Cada uno llega con

un puñado de cartas azules e invisibles.

Y juega contra el hombre y con el hombre

a nacer desmedido como todos los dioses.

 

Pierde o gana.  No, nadie lo sabrá para siempre.

Sólo él en las deudas transparentes del tiempo

lo sabrá como un golpe de luz o de silencio.

 

(“El as”, EM)

 

Esta especie de “certidumbre de la vida consciente” (Darío) se obtiene mediante procesos de anagnórisis, cuando la Vida lo convoque a pagar la deuda que se adquiere como un compromiso moral cada vez que su misericordia confiera una nueva oportunidad.

La consignación del espíritu como principio opuesto a la materia establece el contraste entre la vida y la muerte, pues implica el concepto de sustancia inmaterial, de naturaleza divina y, por lo tanto, partícipe del principio regulador supraterrenal y cósmico.

 

Del amor divino y humano

Así como Dios rescata a sus creaturas por un acto de amor, también el hombre ama a su Creador, aun sin entenderlo.  Dios es un “sueño complejo”, una imagen especular que el hombre concibe a su imagen y semejanza –y no al revés–, pues el hombre también es un espejo que refleja el cielo anhelado.  El hombre recibe esta imagen especular a través de la creación, reflejo y espejo de lo divino en el cual él mismo se ve reflejado.  Para entender mejor esta complicada presuposición metafísica, hay que buscar el sentido en otro poema, del cual son estos cortes sintagmáticos:

 

El hombre preguntó y el horizonte, ebrio

de estrellas, lo bendijo.

A lo lejos nacían las patrias de la sed.

Y el hombre preguntó,

pero además del viento

el silencio lo hería.

 

(“La religión”, EM)

 

El hombre, pues, no encuentra una respuesta directa a su pregunta.  A sus ojos admirados se ofrece la extensión del firmamento, “patrias de la sed” que le recuerdan su origen divino.  La respuesta la tiene que encontrar él mismo, descifrando ese cielo que se le muestra como un espejo de Dios, y este es un ejercicio de reflexión espiritual; es la idea del dios interior y exterior al hombre:

 

Pero el hombre nació

para escuchar los ríos

interiores del tiempo.

Para escuchar las huellas

que Dios deja en la arena

cuando arrastra en las playas

su enorme lejanía.

Pero el hombre nació

para aprender el número

de espejos de su alma.

 

Dios se manifiesta al hombre en todos los misterios del universo y en la intimidad de su alma.  Éste, incapaz de ofrecer una respuesta al misterium tremendum, vuelve los ojos hacia sí mismo, pero no hacia el “sí mismo” esencial, de éste huye, sino hacia su exterioridad, su materia, su sombra, y concibe a Dios según el modelo humano

 

Y el hombre que no cesa,

no ha cesado de huir

de sí mismo a sí mismo,

un día lleno de noches

fatalmente indefensas,

besó su propia sombra,

y escuchó como todas

las cosas lo llamaban,

y fue inventando a Dios

–digo, inventando al hombre–.

¡Todavía hay tantas voces

entre tantos silencios!

 

(“Tus manos”, EM)

 

En la antinomia “un día lleno de noches”, “noche” bien puede significar “ignorancia”, “desconocimiento”, la sombra de las cavernas platónicas, pues de la realidad del mundo solo percibimos pálidos reflejos.  Al fijar una imagen determinada de Dios, convirtiendo el símbolo en signo, el hombre cesó de oír las voces que le han hablado desde siempre.

El poeta está consciente de su naturaleza dual, breve y eterna.  “Yo vivo como el cristal, / entre la luz y el incendio, / entre el instante y la nada,/ entre Dios y la sombra” (“El cristal”, EM). Atado a los oscuros designios de la sombra, pero con la certidumbre de la omnipresencia divina. Este es el conflicto del hombre profundamente religioso y obsesionado por el problema de Dios, con dudas y vacilaciones, caminando a tientas hacia la inevitable presencia, amada y presentida, buscada y rechazada.

La presencia de Dios es tan intensa, que puede doler a veces.  Intenta negarla, rebelarse, pero sabe que encuentra su sustancia ontológica en el Ser que otorga sentido a su existencia.  Sostenido en esa estructura paradojal y contradictoria, el poeta se refugia en la certeza de lo que niega: la lítote, que en este caso funciona como una hipérbole al revés, devela la antinomia de creer en lo que dice no creer:

 

Es inútil, Señor, yo no puedo ser hombre.

Me faltan tantas cosas olvidadas:

–Creer en ti primero– en lo alto del tiempo

sentenciando la vida.  Y yo no creo en Ti,

solo creo en la brisa de tus manos de escarcha,

y en tus ojos en donde la luna sueña soles,

y en tu andar de muchacho desnudo por los prados,

y en tu frente tan llena de falsas profecías.

 

(“La vanidad”, EM”)

 

El yo lírico sabe que los seres y las cosas están destinadas a la muerte, pero que esta muerte no es definitiva sino un proceso de transformación porque por un acto de amor divino, el hálito de luz que los anima no desaparece, pues es del orden de lo eterno espiritual.  Sin embargo, el hombre a veces olvida su naturaleza pneumática, imbuido en la certeza de la materia.  El poeta entonces levanta su voz para dar a los seres y las cosas su justa dimensión:

 

Habéis olvidado el aire.

Decís que somos tierra, tierra, tierra,

y olvidasteis el aire.

Yo reclamo la eterna transparencia.

Nuestra porción de aire en la creación del hombre.

 

(“Las piedras del aire, TPM)

 

La eterna transparencia vincula al hombre con su dios, le recuerda su esencia inmortal, lo inserta en esa otra dimensión espiritual de donde ha emanado: “Sois móviles/ y eternos, dúctiles, insondables, / inapresables, rápidos como espejos de escarcha, / porque el aire es el fuego de todas las palabras” (“Las piedras del aire, TPM).  El poeta asume su misión de recordar a los hombres su destino inmortal, aunque a veces él mismo se sienta olvidado de Dios. Precisamente, lo que conjura el olvido es la palabra.  La palabra es lo que le da sustancia ontológica a los seres y las cosas.  Lo que no se nombra no existe, se olvida, muere:

 

Si hay un destino único

para el agua que irradia,

la mano que decide vaticinar el tacto,

el pájaro que vuela desgastando su muerte

y el sol que lo circunda

de alboradas veloces,

será el olvido sólo,

porque desnuda al hombre

de artificios mortales,

y le da transparencia

fiel a su palabra.

 

La materia pasa y se desintegra, se olvida.  La muerte se entiende como un silencio que el recuerdo no es capaz de penetrar.  La palabra en cambio vence a la muerte.  Esto es importante porque, para el poeta, todo surge a partir del Verbo primordial, que es “la música incesante”:  “Y como la palabra,/ que sabe que no es cosa de este mundo,/ sino vasija que en sí misma nace,/ y donde Dios ha puesto/ toda la profecía de sus músicas salvas.”  (“Las piedras del justo”, TPM).

La conciencia de saber que es la palabra la que vence a la muerte, conduce a reflexionar en el sentido de trascendencia de una obra tan importante, no solo por haber escrito la Enciclopedia de maravillas (1995), primera enciclopedia en verso en toda la historia de la literatura universal, sino porque la poesía de Albán es un ejercicio de perfección expresiva, producto de un espíritu extraordinariamente inteligente, poseedor de una vasta cultura y exquisita sensibilidad. La hondura de su pensamiento va aunada a la asombrosa capacidad de objetivación que tuvo el poeta para expresar estados y circunstancias tan complejos como los antes señalados, mediante la visión y el goce estéticos. Enciclopedia de maravillas le reserva para siempre a Albán un lugar prominente en la literatura de todos los tiempos. Nada hay comparable a esta magna obra, que quizás comenzó a gestarse en dos de sus poemarios de plena juventud:  Sonetos Laborales (1977) y Sonetos Cotidianos (1978). Su lectura es una experiencia ontológica de primer orden, que el espíritu sensible tendrá en gran aprecio. Pero de ninguna manera debe dejarse de lado el conocimiento global de la vastísima producción de Laureano Albán; en este sentido, esta breve reseña de ∫cumple la función medular de permitirnos hacer un recorrido, siempre imperfecto, siempre inacabado, por los complejos universos de su extraordinario imaginario poético. 


Abreviaturas

AT:  Autorretrato y transfiguraciones

EM:  Enciclopedia de Maravillas

SC:   Suma de claridades

TPM: Todas las piedras del muro




PEGGY VON MAYER CHAVES (Costa Rica). Es Licenciada en Filología Española y Magister en Literatura de la Universidad de Costa Rica. Doctora en Literatura del Doctorado Interdisciplinario en Literatura y Artes en América Central (DILAAC) de la Universidad Nacional. Catedrática jubilada de la Universidad de Costa Rica. Editora de la 1ª y 2ª edición de las Obras Completas de Eunice Odio en III volúmenes; y de las Obras Completas de José Basileo Acuña, en V tomos. Actualmente está por publicar las Obras Completas de Lilia Ramos, en V tomos. Ha publicado numerosos artículos de crítica literaria, tanto en Costa Rica como en otros países.




GINA PELLÓN (Cuba, 1926-2014). Fue una artista muy conocida que vivió y trabajó en París, Francia, desde 1959 hasta su muerte. Fue precisamente en Europa donde conoció a los surrealistas parisinos y luego conectó con el grupo COBRA, uno de los principales movimientos de vanguardia e hitos del expresionismo abstracto europeo. Su carrera en Europa fue muy prolífica con amplias exposiciones en París, Lausana, Bruselas, Ámsterdam, Toulouse, Silkebour (Dinamarca) y Larvik (Noruega). También ha realizado exposiciones individuales y colectivas en otras ciudades como Miami, Nueva York y Caracas, entre otras. Su actitud incansable y entusiasta es una constante que marca la producción de toda su vida. En sus propias palabras, pinto todos los días… desde el amanecer hasta el atardecer. En este proceso tengo la necesidad de crear, de retratar emociones, y una vez que estoy a punto de terminar una obra, siento la necesidad de atacar otra. El estilo y la paleta de Pellón están marcados por una excelente espontaneidad y colores brillantes. Con pinceladas enérgicas y fluidas, crea composiciones vibrantes donde la mujer es el tema principal. Además de la pintura, la dilatada trayectoria de Gina Pellón también ha incluido el grabado y la poesía. La artista ha recibido numerosos premios y distinciones y su obra forma parte de numerosas colecciones públicas y privadas de todo el mundo.




Agulha Revista de Cultura

Número 242 | outubro de 2023

Artista convidada: Gina Pellón (Cuba, 1926-2014)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


∞ contatos

https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/

http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/

ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

 





 

Nenhum comentário:

Postar um comentário