EDMOND CROS
La poesía no tiene más
atributo que ella misma. Ni inteligencia ni razón la asisten. Inerme es su
mutable esplendor de estrella única.
LAUREANO ALBÁN
El 5 de junio de
2022 partió a su búsqueda de lo infinito el gran poeta costarricense, Laureano
Albán, a quien considero, junto con Rubén Darío y Pablo Neruda, una de las tres
cumbres de la poesía latinoamericana.
El
talento creador de Laureano Albán se manifestó desde su temprana juventud, en
donde ya comienzan a aparecer temas recurrentes de su poesía, como la
solidaridad humana, la denuncia social, la libertad, el respeto a la vida, la
muerte y el amor. Las obras de las
primeras dos décadas Poemas en cruz
(1962); Este hombre (1967); Las voces (1970); Chile de pie en la sangre ((1975) y Biografías del terror, están inscritas en un período caracterizado
por grandes conflictos bélicos y políticos.
Latinoamérica se desgarraba en guerras fratricidas, dictaduras
militares, pugnas ideológicas, injerencia extranjera. El poeta asume el dolor
generado por tantas muertes de jóvenes en los campos de batalla “Pesando como
tierra que sepulta a la sangre. / Los labios amarillos abrazados al frío. / La
tez de los muchachos sostenida por la niebla” (“Las voces”). En estos poemarios destaca el compromiso del
poeta con la paz y la justicia:
Reunid las cenizas,
los escombros cegados bajo el cielo,
el silbido criminal de la bala entre los
huesos,
el viento espolvoreado por los niños
quemados,
en mis ojos.
Que todo lo que se hunda en ellos
ha de formar la orilla de la paz,
el viento del futuro,
la caída del pan entre las voces.
(“Canto”)
Albán estaba totalmente convencido de que el
poeta tiene la misión de hablar por todos los que no pueden hacerlo, por los
olvidados, por los que están muertos, porque han regado con su sangre el campo
de batalla. Su poesía se rebela ante los atropellos del poder militar,
avasallante y crudelísima maquinaria de aniquilación ante cualquier intento
subversivo. Sin embargo, aunque se lamenta de tanta vida truncada, la visión de
mundo no es derrotista, pues deposita la esperanza del futuro en los niños,
pero también el peso de la responsabilidad: “Nadie podrá dormir mientras él
abra los ojos. / Nadie escapará. Nadie huirá del futuro. / Todos cabremos en
sus ojos, para seguir mirando.” (“Los niños”).
Solamérica (1972), “eternidad
forjada a pura arcilla”, es un canto de exaltación del continente
latinoamericano y su destino ancestral y luminoso:
Solamérica vuelo.
Sacas las manos de la luz que habla
y las lanzas al niño desde todo.
Y esperas en el sueño de la arcilla,
en la curva segura de los frutos,
en la luz guerrillera de los dedos,
en la boca completa de los cielos.
Solamérica,
“hecha con esta arcilla que respira”, es el espacio de la identidad racial y
lingüística –“una huella de eternidad, uniendo, hablando”– con una palabra de
esperanza cuando la guerra sea “el fondo de un canto”. Pero América Latina en la década de los
setentas era un sitio de conflictos. La
dictadura de Pinochet en Chile llenaba el país de miles de torturados y
desaparecidos, acusados por las milicias de subvertir el orden constitucional
por sus ideas comunistas. Salvador Allende había sido ejecutado, se perdieron
las garantías sociales, se violaron los derechos humanos y se estableció un
período de represión total. Laureano Albán no permaneció callado ante tanta
injusticia y es así como escribió Chile
de pie en la sangre (1975), una valiente denuncia de los atropellos del
poder militar y político sobre el pueblo chileno; del lucrativo negocio de la
guerra y de la injerencia extranjera en los destinos latinoamericanos:
Son los jueces de siempre
que sentencian las gotas de rocío,
los Pinochet, los Nixon, los Kissinger,
los malditos vigías de la herida,
los administradores de la muerte,
las fieras de la sombra coagulada.
(“Es
el imperialismo de la muerte”)
Siguiendo
la misma tónica, es decir, el “deber del llanto”, Albán escribe Biografías del terror (1986), “la más
amarga de cuantas he escrito”, cruda denuncia de las torturas, asumidas como la
violación de un imperativo categórico a la manera kantiana, “como evidencia de
esta nuestra dolorosa temporalidad”:
Más allá de todas las ideologías, ¿es que
el hombre es un error contra el hombre? (…) Lejos estoy de despreciar los
factores sociológicos, históricos, económicos e ideológicos que convergen y
estallan en la realidad de la represión conculcadora de los derechos humanos,
pero, más allá de ellos, en los fundamentos mismos de nuestra naturaleza, nace
el manantial de todas nuestras realidades. (Prólogo a Biografías del Terror)
Cada
poema tiene como fuente documental “los informes emanados del Departamento de
Investigación de Amnistía Internacional”. Es decir, son testimonios verídicos
de los torturados y desaparecidos en Chile, Uruguay y Argentina. Pero lejos de ser solamente el relato escueto
de tales atrocidades, el poeta reafirma su convicción en los valores humanos
universales: la dignidad, la
solidaridad, el amor, la justicia, por contraste con tanto crimen de lesa
humanidad.
Has callado. Ya no golpea
la despeñada sangre
de tu cuerpo estrellándose.
El silencio nos une
como una despaciosa
llama de sombra esquiva.
¿Hasta dónde tu cuerpo
de espiga revocada?
(“Invención
del abismo”)
Al
allanar la casa del exdirigente sindical Floreal Villanea y no encontrarlo, detuvieron
violentamente a su esposa e hijo, un joven de 15 años que apareció muerto. Este es su canto a la madre, desde la muerte:
¿Quién me arrancó desde mi sueño al tuyo?
¿Quién no dejó crecer mi soledad,
el don secreto de mis horas frutales,
los laberintos de mi voz de hombre?
(…)
Madre, ¿Sabes que tú y yo ahora somos
sombras de otra quemada lejanía?
Yo,
con mi muerte voy
por tu sueño buscándote,
y tú con tu soñar
das camino a mi muerte.
(“Soñar la muerte”)
Como puede observarse en estas pocas citas, la vida truncada –“cuerpo de
espiga revocada”; “sombras de otra quemada lejanía” –, son vistas desde la interrupción de un proyecto de vida que ya no se
pudo cumplir, señalando el lado sórdido de la brutalidad y la injusticia, que
conmueven las fibras más sensibles. Sin caer en melodramas, sino develando el
profundo y doloroso drama humano, Albán apela a la conciencia, nos estremece,
nos cuestiona, escarba nuestra sensibilidad documentando esos actos vergonzosos
para que no seamos indiferentes al dolor humano. Según mi criterio, por su contenido humanista
de solidaridad con los torturados, desaparecidos y asesinados, así como por su
valiente denuncia de la violencia política, Chile
de pie en la sangre y Biografías del
Terror están entre los poemarios más importantes de crítica social que se
han escrito en Latinoamérica.
Albán reflexionó sobre la conciencia del ser latinoamericano, sus espacios
geográficos y su historia en Geografía
invisible de América (1982), en cuatro libros, de los cuales los dos primeros
indagan en los códices, anales y memoriales las cosmogonías y antropogénesis
ancestrales de mayas y náhuatls, el tercero, de los quechuas (1983), con base
en textos como Relación de las Cosas de Yucatán de Fray Diego de
Landa, el Códice Florentino, Historia General de las Cosas de la
Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, el Libro de Los Cantares de
Dzitbalche, Monarquía Indiana de Fray Juan de Torquemada y los Anales
de Cuauhtitlán (Códice Chimalpopoca) para los pueblos mesoamericanos.
Suma y narración de los incas de Juan de Betanzos (1551), Segunda edad de los indios wariruma de
Guamán Poma (1567-1613), Comentarios reales del Inca Garcilaso de la
Vega, Mito del Inkarri, en la versión de Mateo de Garnaso, Plegaria
de Tijsi Viracocha de la colección Menéndez, Relación de la religión y
ritos del Perú del primer Padre Agustino, Himno de Manco Capac, Ideología
mesiánica del mundo andino de Ossio Juan y Atawalpa Wañuy (La
muerte de Atahualpa), para los quechuas.
Es preciso
destacar que este tipo de literatura no es únicamente una manifestación de
estructuras sociales, semióticas y estéticas.
Por el contrario, son ejemplos magníficos de la función de la literatura
en la construcción de la identidad colectiva, pues ofrecen un repertorio de
modelos semióticos y estéticos a través de los cuales la historia del
Descubrimiento, la Conquista y aculturación de Latinoamérica llevados a cabo
por España y los diferentes grupos étnicos y culturales que vienen después, se
explica en la serie poemática de un conjunto de narraciones que se convierten
en medios para la comprensión de la cohesión sociocultural de los pueblos
americanos con Europa, Asia y África.
Consecuentemente, traen aparejados un sentido de solidaridad y unidad
entre las diferentes etnias que conforman el complejo mosaico de la identidad
latinoamericana, a través de la historia creada poéticamente. De esta forma, la poesía de Albán abre
numerosos canales de conocimiento de nuestra cultura y su relación con otras,
que terminan amalgamadas en el difícil proceso de la convivencia. El poeta destaca la actitud visionaria del
“capitán del ansia”: Cristóbal Colón, sus sueños, temores y ambiciones, el
difícil enfrentamiento con lo ignoto, el encuentro con la raza indígena, los
grandes aportes culturales, como la lengua y la religión etc.
Condición esencial
de la auténtica poesía es filosofar sobre los temas más trascendentales del
hombre. En la obra de Laureano Albán, el
tema metafísico es una constante que recorre sustancialmente su poesía, casi
como una necesidad vital e imprescindible.
La poesía mística se presenta como una experiencia de orden
suprasensorial que expresa estados trascendentes, aunque sin caer en el
arrobamiento extático de algunos visionarios como San Juan de la Cruz, que
desliga al ser humano de su contingencia.
Por el contrario, esta poesía está bien afincada en la realidad
inmediata; en otras palabras, no es un místico en éxtasis quien la enuncia: es
un hombre en su afirmación mística de la existencia, prisionero de su sombra,
pero sabedor de secretos y transfiguraciones.
Albán
reflexionó sobre los grandes enigmas de la existencia humana: Dios, la naturaleza, el hombre, la vida, la
muerte y la trascendencia. Dios, como
enigma absoluto pero familiar y cercano, objeto de certezas, dudas y
vacilaciones, pero siempre presente a través de las cosas por Él creadas y en
las acciones humanas; y el enigma óntico de la vida y de la muerte, contempladas
en el doble proceso de vida hacia la muerte y de muerte hacia la vida. La reflexión en torno a estos grandes misterios
constituye un importante leit motiv
de la poesía de Albán, que le confieren peso y sustancia, por ser lo ontológico
y lo metafísico los grandes problemas filosóficos del hombre de todos los
tiempos.
Afirma
Kant que sublime es “lo que tan solo con poder pensarlo atestigua una facultad
del ánimo que sobrepasa cualquier medida de los sentidos” y que en la
comprensión de algo tan sin medida debe aparecer “un sentimiento de desmedida”,
a saber, “la imaginación para la idea de un todo, a fin de representarlo” (Emmanuel Kant. Crítica del juicio. Buenos Aires: Losada, 1961). Para este filósofo, Dios es lo
sublime absoluto que aparece como algo infinito e inalcanzable, y ante quien
todo lo creado resulta tan pequeño que desaparece. En la poesía de Laureano Albán se da una
búsqueda constante hacia lo sublime a través de la visión estética. La presencia divina atraviesa toda su producción
y se convierte en un símbolo que produce toda una constelación de imágenes
poéticas de luz, claridad, transparencia, diafanidad. Dios es “un instante perpetuamente en llamas”
(“El diamante”, Enciclopedia de Maravillas); “resurrección del día” (“La
gloria”); “agónico en la luz/ y por eso perfecto, y por eso infinito” (“El
acorde”, todos en Enciclopedia de Maravillas); “móvil luz” (“La música
incesante”, en Autorretrato y Transfiguraciones):
Recibid el milagro. No es posible
detener su mecánica terrestre.
Giran sus mundos entre el polvo
que pisáis olvidando.
Marcan sus brasas
los mapas imprecisos de la lluvia.
Deposita fulgores al fondo de las frutas,
y se mece en lo inmóvil de la noche
trocado en vendaval.
(“Pánico
azul”, Autorretrato y Transfiguraciones)
Dios imprime su naturaleza pneumática o espiritual a
todos los seres y las cosas por Él creadas, a quienes gobierna por ser su
Creador y su dueño. El universo entero
sabe que todo está sometido a su poder, aun las cosas más ínfimas e
intangibles:
Yo aprendí que las cosas invisibles
gobiernan
a cada cosa, dándoles un vacío y un pánico
(Suma de claridades)
El sema “pánico” lo utiliza el poeta en el sentido
primordial de asombro ante lo numinoso, con todo su poder kratofánico:
No hay un poder
mayor
que el de la
transparencia.
El brioso vapor
que los caballos dejan
al traspasar la
lluvia con su música parda.
(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)
Este sometimiento a la voluntad divina marca dos
movimientos opuestos: alejamiento del
momento primigenio de la creación, y la sed inmensa de reintegración con el
Padre. Por eso “no hay un deseo mayor/
que el de la transparencia”:
Que cada mundo
extiende un mundo transparente,
idéntico a su sed
de regreso o de ausencia.
Es preciso creer
que el día no termina
en la asolada
sombra
que tras los
seres, llámales.
(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)
Los animales
salen a beber en la noche
en los ríos
invisibles
que graba el firmamento
con minuciosas
llamas
pálidas sobre el
pasto.
(“En defensa del rocío”, Suma de claridades)
Esa sed de infinito se aminora en parte con el
contacto de lo que proviene de lo Alto –el rocío–, dádiva divina de la
“transparencia” –léase Dios– que le da la certeza de que el destino del cosmos
no es encaminarse a la muerte, “la asolada sombra”, sino que se define como un
estado transitorio, pues “azules laberintos” lo designan a menesteres más altos
y perdurables, por un acto de amor divino, que así lo ha dispuesto: “Cada cosa
se afirma en dados transparentes”. Pero
este destino final no está prefijado. El
hombre puede jugar su suerte como con un mazo de naipes en la mano, y ganar o
perder en el infinito juego de combinaciones:
Eres el dado,
pero yo la eterna
jugada de la vida
ante la muerte.
(“El gen”, EM)
Cada uno llega
con
un puñado de
cartas azules e invisibles.
Y juega contra el
hombre y con el hombre
a nacer desmedido
como todos los dioses.
Pierde o
gana. No, nadie lo sabrá para siempre.
Sólo él en las
deudas transparentes del tiempo
lo sabrá como un
golpe de luz o de silencio.
(“El as”, EM)
Esta especie de “certidumbre de la vida consciente”
(Darío) se obtiene mediante procesos de anagnórisis, cuando la Vida lo convoque
a pagar la deuda que se adquiere como un compromiso moral cada vez que su
misericordia confiera una nueva oportunidad.
La consignación del espíritu como principio opuesto
a la materia establece el contraste entre la vida y la muerte, pues implica el
concepto de sustancia inmaterial, de naturaleza divina y, por lo tanto,
partícipe del principio regulador supraterrenal y cósmico.
Del amor divino y humano
Así como Dios rescata a sus creaturas por un acto de amor, también el
hombre ama a su Creador, aun sin entenderlo.
Dios es un “sueño complejo”, una imagen especular que el hombre concibe
a su imagen y semejanza –y no al revés–, pues el hombre también es un espejo
que refleja el cielo anhelado. El hombre
recibe esta imagen especular a través de la creación, reflejo y espejo de lo
divino en el cual él mismo se ve reflejado.
Para entender mejor esta complicada presuposición metafísica, hay que
buscar el sentido en otro poema, del cual son estos cortes sintagmáticos:
El hombre
preguntó y el horizonte, ebrio
de estrellas, lo
bendijo.
A lo lejos nacían
las patrias de la sed.
Y el hombre
preguntó,
pero además del
viento
el silencio lo
hería.
(“La religión”, EM)
El
hombre, pues, no encuentra una respuesta directa a su pregunta. A sus ojos admirados se ofrece la extensión
del firmamento, “patrias de la sed” que le recuerdan su origen divino. La respuesta la tiene que encontrar él mismo,
descifrando ese cielo que se le muestra como un espejo de Dios, y este es un
ejercicio de reflexión espiritual; es la idea del dios interior y exterior al
hombre:
Pero el hombre nació
para escuchar los ríos
interiores del tiempo.
Para escuchar las huellas
que Dios deja en la arena
cuando arrastra en las playas
su enorme lejanía.
Pero el hombre nació
para aprender el número
de espejos de su alma.
Dios
se manifiesta al hombre en todos los misterios del universo y en la intimidad
de su alma. Éste, incapaz de ofrecer una
respuesta al misterium tremendum,
vuelve los ojos hacia sí mismo, pero no hacia el “sí mismo” esencial, de éste
huye, sino hacia su exterioridad, su materia, su sombra, y concibe a Dios según
el modelo humano
Y el hombre que no cesa,
no ha cesado de huir
de sí mismo a sí mismo,
un día lleno de noches
fatalmente indefensas,
besó su propia sombra,
y escuchó como todas
las cosas lo llamaban,
y fue inventando a Dios
–digo, inventando al hombre–.
¡Todavía hay tantas voces
entre tantos silencios!
(“Tus
manos”, EM)
En la
antinomia “un día lleno de noches”, “noche” bien puede significar “ignorancia”,
“desconocimiento”, la sombra de las cavernas platónicas, pues de la realidad
del mundo solo percibimos pálidos reflejos.
Al fijar una imagen determinada de Dios, convirtiendo el símbolo en
signo, el hombre cesó de oír las voces que le han hablado desde siempre.
El
poeta está consciente de su naturaleza dual, breve y eterna. “Yo vivo como el cristal, / entre la luz y el
incendio, / entre el instante y la nada,/ entre Dios y la sombra” (“El
cristal”, EM). Atado a los oscuros designios de la sombra, pero con la
certidumbre de la omnipresencia divina. Este es el conflicto del hombre
profundamente religioso y obsesionado por el problema de Dios, con dudas y
vacilaciones, caminando a tientas hacia la inevitable presencia, amada y
presentida, buscada y rechazada.
La
presencia de Dios es tan intensa, que puede doler a veces. Intenta negarla, rebelarse, pero sabe que
encuentra su sustancia ontológica en el Ser que otorga sentido a su
existencia. Sostenido en esa estructura
paradojal y contradictoria, el poeta se refugia en la certeza de lo que niega:
la lítote, que en este caso funciona como una hipérbole al revés, devela la
antinomia de creer en lo que dice no creer:
Es inútil, Señor,
yo no puedo ser hombre.
Me faltan tantas cosas olvidadas:
–Creer en ti primero– en lo alto del tiempo
sentenciando la vida. Y yo no creo en Ti,
solo creo en la brisa de tus manos de
escarcha,
y en tus ojos en donde la luna sueña soles,
y en tu andar de muchacho desnudo por los
prados,
y en tu frente tan llena de falsas
profecías.
(“La
vanidad”, EM”)
El yo lírico sabe que los seres y las cosas están
destinadas a la muerte, pero que esta muerte no es definitiva sino un proceso
de transformación porque por un acto de amor divino, el hálito de luz que los
anima no desaparece, pues es del orden de lo eterno espiritual. Sin embargo, el hombre a veces olvida su
naturaleza pneumática, imbuido en la certeza de la materia. El poeta entonces levanta su voz para dar a
los seres y las cosas su justa dimensión:
Habéis olvidado el aire.
Decís que somos tierra, tierra, tierra,
y olvidasteis el aire.
Yo reclamo la eterna transparencia.
Nuestra porción de aire en la creación del
hombre.
(“Las
piedras del aire, TPM)
La eterna transparencia vincula al hombre con su
dios, le recuerda su esencia inmortal, lo inserta en esa otra dimensión
espiritual de donde ha emanado: “Sois móviles/ y eternos, dúctiles,
insondables, / inapresables, rápidos como espejos de escarcha, / porque el aire
es el fuego de todas las palabras” (“Las piedras del aire, TPM). El poeta asume su misión de recordar a los
hombres su destino inmortal, aunque a veces él mismo se sienta olvidado de
Dios. Precisamente, lo que conjura el olvido es la
palabra. La palabra es lo que le da
sustancia ontológica a los seres y las cosas.
Lo que no se nombra no existe, se olvida, muere:
Si hay un destino único
para el agua que irradia,
la mano que decide vaticinar el tacto,
el pájaro que vuela desgastando su muerte
y el sol que lo circunda
de alboradas veloces,
será el olvido sólo,
porque desnuda al hombre
de artificios mortales,
y le da transparencia
fiel a su palabra.
La materia pasa y se desintegra, se olvida. La muerte se entiende como un silencio que el
recuerdo no es capaz de penetrar. La
palabra en cambio vence a la muerte.
Esto es importante porque, para el poeta, todo surge a partir del Verbo
primordial, que es “la música incesante”:
“Y como la palabra,/ que sabe que no es cosa de este mundo,/ sino vasija
que en sí misma nace,/ y donde Dios ha puesto/ toda la profecía de sus músicas
salvas.” (“Las piedras del justo”, TPM).
La conciencia de saber que es la palabra la que vence a la muerte, conduce a reflexionar en el sentido de trascendencia de una obra tan importante, no solo por haber escrito la Enciclopedia de maravillas (1995), primera enciclopedia en verso en toda la historia de la literatura universal, sino porque la poesía de Albán es un ejercicio de perfección expresiva, producto de un espíritu extraordinariamente inteligente, poseedor de una vasta cultura y exquisita sensibilidad. La hondura de su pensamiento va aunada a la asombrosa capacidad de objetivación que tuvo el poeta para expresar estados y circunstancias tan complejos como los antes señalados, mediante la visión y el goce estéticos. Enciclopedia de maravillas le reserva para siempre a Albán un lugar prominente en la literatura de todos los tiempos. Nada hay comparable a esta magna obra, que quizás comenzó a gestarse en dos de sus poemarios de plena juventud: Sonetos Laborales (1977) y Sonetos Cotidianos (1978). Su lectura es una experiencia ontológica de primer orden, que el espíritu sensible tendrá en gran aprecio. Pero de ninguna manera debe dejarse de lado el conocimiento global de la vastísima producción de Laureano Albán; en este sentido, esta breve reseña de ∫cumple la función medular de permitirnos hacer un recorrido, siempre imperfecto, siempre inacabado, por los complejos universos de su extraordinario imaginario poético.
Abreviaturas
AT: Autorretrato
y transfiguraciones
EM: Enciclopedia
de Maravillas
SC: Suma
de claridades
TPM: Todas las piedras del muro
PEGGY VON MAYER CHAVES (Costa Rica). Es Licenciada en Filología Española y Magister en Literatura de la Universidad de Costa Rica. Doctora en Literatura del Doctorado Interdisciplinario en Literatura y Artes en América Central (DILAAC) de la Universidad Nacional. Catedrática jubilada de la Universidad de Costa Rica. Editora de la 1ª y 2ª edición de las Obras Completas de Eunice Odio en III volúmenes; y de las Obras Completas de José Basileo Acuña, en V tomos. Actualmente está por publicar las Obras Completas de Lilia Ramos, en V tomos. Ha publicado numerosos artículos de crítica literaria, tanto en Costa Rica como en otros países.
GINA PELLÓN (Cuba, 1926-2014). Fue una artista muy conocida que vivió y trabajó en París, Francia, desde 1959 hasta su muerte. Fue precisamente en Europa donde conoció a los surrealistas parisinos y luego conectó con el grupo COBRA, uno de los principales movimientos de vanguardia e hitos del expresionismo abstracto europeo. Su carrera en Europa fue muy prolífica con amplias exposiciones en París, Lausana, Bruselas, Ámsterdam, Toulouse, Silkebour (Dinamarca) y Larvik (Noruega). También ha realizado exposiciones individuales y colectivas en otras ciudades como Miami, Nueva York y Caracas, entre otras. Su actitud incansable y entusiasta es una constante que marca la producción de toda su vida. En sus propias palabras, pinto todos los días… desde el amanecer hasta el atardecer. En este proceso tengo la necesidad de crear, de retratar emociones, y una vez que estoy a punto de terminar una obra, siento la necesidad de atacar otra. El estilo y la paleta de Pellón están marcados por una excelente espontaneidad y colores brillantes. Con pinceladas enérgicas y fluidas, crea composiciones vibrantes donde la mujer es el tema principal. Además de la pintura, la dilatada trayectoria de Gina Pellón también ha incluido el grabado y la poesía. La artista ha recibido numerosos premios y distinciones y su obra forma parte de numerosas colecciones públicas y privadas de todo el mundo.
Número 242 | outubro de 2023
Artista convidada: Gina Pellón (Cuba, 1926-2014)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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