sexta-feira, 10 de novembro de 2023

MANUEL MORA SERRANO | Tres revelaciones acerca de Alberto Baeza Flores

 


DE ALBERTO BAEZA FLORES A GIOVANNI DI PIETRO, VERSO Y PROSA EN SANTO DOMINGO | De vez en cuando pensamos que los literatos dominicanos somos especie de Donaidas porque nos afanamos cargando cosas en un tonel vacío, lo digo por los. muchos libros y el gran silencio alrededor de ellos.

Cuando críticos y comentaristas “aplatanados” se detienen a leernos y muestran en libros sus lecturas, regularmente los menospreciamos o, dicho en criollo, “los tenemos al menos”, quizás por preocuparse por esas cosas sin importancia que son nuestros versos y nuestras prosas.

Nadie nacido fuera de la isla se ha detenido tan morosamente sobre nuestros escritores de diferentes tiempos y estilos, como Alberto Baeza Flores y Giovanni Di Pietro.

Baeza era un poeta chileno del círculo de Neruda que llegó en 1943 procedente de Cuba a la legación de su país, con su esposa Elsita Pacheco que trajo en el vientre o aquí engendraron a Elsa, la cantante internacional. Los volúmenes editados por la entonces UCMM, gracias a la preocupación de Héctor Incháustegui Cabral, su gran amigo, demuestran un desatado amor por la literatura dominicana que sólo la muerte ocurrida en Miami en 1998, interrumpió.

Di Pietro, nace en Italia y las circunstancias políticas y sociales lo traen a Norteamérica. Vive en USA y en Canadá, donde termina de formarse intelectualmente. Es, pues, bilingüe y se convierte en tri entre nosotros.

Su caso es todavía más dramático que el de Baeza. Mientras el chileno detiene su mirada en la poesía, él se abisma en la prosa. Se convierte en el más portentoso lector de narraciones criollas.

Tanto en un caso como en el otro, la reacción general de los escritores ha sido la de aplaudir cuando los exaltan y la de disentir cuando no los toman en cuenta o cuando no son generosos con ellos. Aunque, en el caso de Baeza, diríamos que peca de exceso de bien mirar: Observa lo que hay de valioso y omite criticar acerbamente lo que no lo es.

Di Pietro es diferente. Tiene sus simpatías y sus amuletos, como todos. Sin embargo, no es el detalle de lo que nos guste o disguste, de que estemos de acuerdo o no con los métodos o con los estilos, lo destacable es esta preocupación y este esfuerzo continuado.

Ninguno de nuestros críticos, y en esto soy tajante: Ninguno. Ni siquiera el mayor, Pedro Henríquez Ureña, tuvo tal penetración en el quehacer literario nuestro.

Tanto para Baeza como para Di Pietro no hay vacas sagradas en el sentido de ser las únicas. No escogen como modelos a fulanos o fulanas y las obras estas o las otras. Ellos son omnilectores; leen, escudriñan y analizan todo. Aunque, como es lógico, ya lo dijimos, tienen sus simpatías y sus preferencias.

Las de Baeza son distintas. Se trata de alguien que ama desaforadamente toda forma de escritura y que es generoso con todos los escritores. No quiere decir que no haga, que hace, críticas oportunas y puntuales.

En el caso de Giovanni, la cosa es completamente diferente. Salvo un novelista que poco o casi nada se comenta en los círculos literarios nacionales como Roberto Marcallé Abreu, un trabajador constante y consistente de la novela, que para él es el modelo a imitar por coincidir plenamente con su poética narrativa.

Tanto el chileno como el italiano son mirados como si estas preocupaciones no fuesen relevantes. Podremos disentir de uno o del otro. Podremos estar en guardia frente a sus preferencias o sus preocupaciones. A Baeza le interesan demasiado las expresiones, el lenguaje y los primores de estilo; en el italo-canadiense-dominico-boricua, el trasfondo moral o político, por encima del estilístico. Los primores no son los que atrapan a este lector voraz de argumentos y personajes.

El hecho de que al primero le preocupen unas cosas y otras al segundo, no creo que sea lo más relevante, sino el hecho mismo de estudiar y analizar nuestros textos, al detenerse sobre obras y autores menospreciados o sencillamente olvidados y marginados, de nuestra cultura.


Los contemporáneos somos los peores jueces, porque priman simpatías y juicios banales sobre los textos. Algunos escritores como Marcio Veloz Maggiolo, por ejemplo, publican tantos libros, que es difícil seguirlos y tener una idea global de su producción y hasta de su estilo. Creemos que es bueno que exista un trabajador como él de las letras. Del mismo modo que consideramos maravilloso que las generaciones futuras tengan en Alberto Baeza Flores y en Giovanni Di Pietro a dos formidables lectores que han comentado autores y obras que olímpicamente hemos despreciado y que ellos señalan lo que para ellos tienen de valioso.

Respecto a Baeza, prometemos escribir algo sobre él en un próximo artículo.

Y en cuanto al último libro de Giovanni Di Pietro “La novela bíblica y el fin de la era (y otros escritos afines)”, Editora Unicornio, San Juan, Puerto Rico, febrero 2010, bien merece un comentario especial que prometemos a los lectores.

 

LA NOVELA BÍBLICA DOMINICANA SEGÚN GIOVANNI DI PIETRO | Hace mucho tiempo (a pesar de algunas reediciones) que nadie en este país se recordaba del ciclo de novelas bíblicas. Para las nuevas generaciones se trata de algo lejano y difuso de lo que a lo mejor han escuchado o se han topado con alguna de ellas.

Recuerdo perfectamente aquellos días. En 1957 Marcio Veloz Maggiolo había aparecido con un libro de poesía con elogiosas críticas: ‘El sol y las cosas’. Era el escritor joven de quien más se hablaba. Los provincianos como yo, que nos asomábamos a la calle El Conde como aquella vitrina de la que habló Pedro Mir, ver a Marcio, a Ramón Emilio Reyes y a Carlos Esteban Deive, flamante ensayista de la novela moderna que nos hablaba de Robert Musil y otros autores que nos parecían de otras galaxias, en compañía de un brillante y aureolado ganador del premio Adonais y Subsecretario de Educación, Antonio Fernández Spencer, que entre otras misiones trajo la de darnos a conocer a José Ortega y Gassett y a familiarizarnos con los nuevos teóricos de la literatura encabezados por Carlos Bousoño, nos parecía una suerte envidiable y que estaba muy lejos de los simples mortales del interior.

En 1951 Pär Lagerkvist el novelista sueco había ganado el Premio Nobel de Literatura y se decía que había sido por su novela ‘Barrabás’ de 1950, aunque devorábamos para el año 60 los libros suyos traducidos al español, en especial El verdugo de 1933. Curiosamente encontré en la calle el ejemplar de ‘Barrabás’ que perteneció a Marcio Veloz Maggiolo y pude ver hasta dónde influyó en él por las frases subrayadas para ‘El buen ladrón’ (1960), precisamente, que había sido el compañero del protagonista de la novela del sueco, sin que, por ello, hablemos de calco.

Ramón Emilio Reyes, no tenía fama de poeta que precedía a Marcio ni su nombre figuraba en los suplementos con la asiduidad que el de éste. Por eso su novela ‘Testimonio’ (1961), no tuvo la misma acogida en su momento.

De modo que antes de abordar el tema bíblico, es preciso mencionar a ‘Barrabás’ de Lagerkvist, que fue la base del ciclo nuestro. Se ha dicho que tanto en ‘El verdugo’, que es una novela de trasfondo político, una especie de crítica al nazismo, como en ‘Barrabás, precisamente, la novela que exalta al buen ladrón, pero ladrón al fin, es donde tenemos que ver la paternidad del ciclo.

Los jóvenes escritores que eran Marcio en 1960, recibido como el futuro novelista nacional, y Ramón Emilio en 1961, como una promesa firme de nuestra narrativa, no fueron recibidos por todos de igual forma. Ocurre que en los corrillos literarios capitaleños se hacen estos vaticinios y no importa la calidad de la obra que en el futuro hagan los elegidos, ya están consagrados de antemano. Marcio tuvo esa suerte. Ramón Emilio, no tanto, salvo por la crítica de Spencer en su momento. Es más, en las malas lenguas literarias de la ciudad, se hablaba de ellos como pupilos de Antonio y dejaban la duda si en las correcciones no estaba la impronta suya. No hay cosa más cruel que las críticas de los contemporáneos.


No obstante hubo algo en 1961 que atizó la temática. Nos referimos a la llegada de Juan Bosch y al conocimiento de su tesis sobre ‘Judas Iscariote el calumniado’ que impactó en el ambiente cultural y motivó la continuidad en Marcio, que siempre ha sido un escritor avisado de lo que se hace en el mundo, llegando a la experimentación, como en ‘Ángeles de hueso’ y ‘De abril en adelante’, etc.

Pues bien, para Giovanni Di Pietro las novelas bíblicas (incluye a ‘Magdalena’ de Carlos Esteban Deive de 1964), no son inocentes relatos, sino medios de los que se valieron, sobre todo los dos primeros, para realizar una crítica solapada del régimen trujillista.

Es posible que en el fondo, como en muchos poemas de los poetas de ese tiempo, ya que bastaría revisar los suplementos de esos años, se deslizaron, como en la poesía de Alberto Peña Lebrón (‘Órbita Inviolable’, 1953) desde el título mismo, críticas a veces tan directas que asusta pensar que por ellas pudiéramos haber perdido algún talento promisorio como fue el caso de Juan Carlos Jiménez. De modo que este hecho no es algo tan relevante, sino que aparecerá en todos los relatos y en casi todos los poemas que no fueran amorosos.

Pero esa es la forma en que Giovanni Di Pietro aborda la mayoría de sus lecturas. Lo relevante es que un lector voraz como él, se haya detenido tan morosamente sobre estas novelas ignoradas por la mayoría de los lectores actuales, sobre todo por su valoración del quehacer de Ramón Emilio Reyes, no sólo en ‘Testimonio’ sino en ‘El cerco‘, y ‘El sendero’, que está inédita.

‘La novela bíblica y el fin de la era y otros escritos afines)’, Editora Unicornio, San Juan, Puerto Rico, febrero 2010, de Di Pietro, analiza además, a otro escritor olvidado injustamente, J. M. Sanz Lajara; y su visión de la dictadura; y la rebelión de Franklin Domínguez en ‘Espigas Maduras’.

Trae además, un prólogo de Roberto Marcallé Abreu y el epílogo de Carlos X. Ardavín Trabanco.

Sin duda alguna, estemos de acuerdo o no con Di Pietro, que es absolutamente independiente en sus juicios, él ha sido un formidable trabajador de nuestra narrativa y no se puede escribir nuestra historia literaria sin incluirlo.

 

LA MIRADA COMPLACIENTE DE BAEZA FLORES | Lo que entendemos por “crítico” en el sentido real de la palabra, no creo que le cabe totalmente a Alberto Baeza Flores. Más bien, me parece que le cuadra lo de “cómplice literario” por su mirada complaciente sobre nuestros textos.

Esos cinco tomos de ‘La Poesía Dominicana en el Siglo XX’ que editó la hoy PCMM, con sus miles de páginas, son, sin duda alguna, el más grande muestrario del quehacer poético de los criollos en toda su historia, porque él penetra agudamente en el siglo XIX.

La labor de Baeza es todavía más intensa. Mientras residió aquí colaboró en el periódico La Opinión y se preparaba a recoger esa labor en libros cuando la enfermedad mortal que le aquejó, tronchó esas y otras preocupaciones suyas sobre nuestra literatura.

Dispersos en revistas y periódicos hay multitud de ensayos suyos, que ojalá algún día sean recogidos para hacerle el homenaje que su trabajo tesonero y sin descanso, merece.

Además, Baeza Flores nos ha dedicado un libro de poemas que fue editado en la Feria del Libro de 1981 por Editora Taller con el título colombino de ‘La tierra más hermosa’, que ha sido, hasta hoy, el único volumen poético (118 pp) escrito por criollo o extranjero a nuestro país.

Indudablemente, hay coincidencias entre Baeza y Di Pietro al analizar lo que se escribía durante y al final de la Era y son, como sabemos, las denuncias con sordina o con clarines de la opresión y el escarnio al que fue sometido el país durante aquellos 31 años.

También es necesario destacar que mientras Di Pietro es medio dominicano, ya que está casado con una conciudadana nuestra, Baeza mantuvo ese amor, esa devoción por nuestro país y su cultura sin haber sido más que un escritor; militante, eso sí, de la social democracia.


Sin embargo, hay una cosa que notamos: La indiferencia de nuestros intelectuales a esos esfuerzos desinteresados. Nos consta que ninguno de los dos se beneficia económicamente de sus libros, aunque, Di Pietro ha tenido publicaciones universitarias igual que Baeza, la mayor parte ha sido de sus bolsillos, en ediciones limitadas.

Es más, la opinión generalizada (sin mencionar partes), que he escuchado, es la de considerar la labor de uno y otro como ‘marginal’. Grave error o monumental mal agradecimiento criollo.

Ambos autores se detienen morosamente sobre nuestros textos. Podemos estar o no de acuerdo con sus métodos o sus conclusiones, pero no hay otras fuentes más potables para saber qué se ha hecho en verso y prosa en los últimos años de vida de Baeza y en los últimos tiempos, de Di Pietro.

Ojalá alguna institución nacional rescate del aparente olvido a las obras de Baeza, ya que su única heredera, Elsa Baeza Pacheco, es tan generosa como su padre y autoriza cualquier reedición, y lo mismo decimos sobre Di Pietro. Es hora de recoger toda esa labor académica suya y editarla en un volumen con miles de ejemplares.

Y todo esto lo digo porque, como dijo Baeza en el libro citado: “Necesitamos esa calle amiga,/ y la mano de un niño./Si no, estamos perdidos.// Necesitamos la fraterna mesa/y un vaso de “bon vino”./Si no, estamos perdidos.// El parque, casi hogar de la palabra,/este árbol y este trino./Si no, estamos perdidos.”

Necesitamos que Giovanni Di Pietro siga leyendo nuestros narradores y haciendo sus críticas y sus comentarios; mostrándonos lo que él descubre debajo de las palabras y las pasiones; y necesitamos reeditar a Alberto Baeza Flores para reconocernos, para leer ahora sin la inmediatez del autor que ya está en el otro lado, lo que hemos dicho hermosamente en poesía. Si no, estamos perdidos.




MANUEL MORA SERANO (República Dominicana, 1933). Poeta, ensayista, narrador. Ofrece un resumen del Modernismo y las vanguardias en República Dominica en el siglo XIX y a principios del siglo XX, en forma de Memoria Académica dividida en dos partes. La primera: Modernismo y vanguardia hasta el Postumismo, desarrolla la forma en que a partir del futurismo en Latinoamérica y en especial en República Dominicana, pudo influir en la aparición de ese movimiento de vanguardia y la Segunda: narrando la increíble novela del Vedrinismo. Correspondiendo al Doctorado Honoris Causa Mención Humanidades, que le ha otorgado la Universidad Católica Nordestana (UCNE) de San Francisco de Macorís, mediante la Resolución de la Junta de Directores el 6 de octubre 2022, Nº 010/2022, está en sus ensayos: Modernismo y Criollismo en Santo Domingo, en el siglo XIX, Universidad INTEC, 2018, Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas, Editora Nacional, 2010, y en Antecedentes de las vanguardias dominicanas en el siglo XX, inédita, con ampliaciones del presentado en el Seminario sobre literatura celebrado el 31 de octubre 2017, en la Escuela de Letras de la Universidad de Santo Domingo (UASD).




CHRIS BUENO (Brasil, 1974). Fotógrafa y artista visual, su producción se centra en fotografías digitales, imágenes, apropiaciones de archivos antiguos resignificados a través de inteligencia artificial. El hilo conductor de la investigación es su experiencia subjetiva como mujer/artista/madre neuro-divergente. Sus investigaciones artísticas están asociadas a lo extraño y lo inconsciente, mediante el uso de técnicas fotográficas experimentales con filtros, luces y distorsiones. Con este tipo de intervenciones, la artista busca un paso hacia su universo íntimo y personal, arrojando luz sobre cuestiones sobre la salud mental y los tabúes que tal tema implica. Chris Bueno es el artista invitado en esta edición de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 244 | novembro de 2023

Artista convidada: Chris Bueno (Brasil, 1974)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

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