quarta-feira, 13 de dezembro de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | ¿Por qué París?

 


Este es un diálogo inesperado, mejor diría una reflexión, fruto de una inquietud de Óscar Jairo González Hernández, profesor de la Universidad de Medellín, que indaga a la poeta y ensayista Berta Lucía Estrada algo sobre su cambio de residencia para Francia. Aquí está la pregunta: ¿En este momento mismo, concentrado densamente en su forma y contenido, qué sentido, qué sinsentido, qué naturaleza, qué simboliza, qué se lleva de ti o que llevas tú a París y por qué, cómo, desde dónde y con qué haces ese constructo, desde lo racional y sensible de lo que haces y vives allí (y has vivido y muerto), quién eres? (Excavaciones). Y ahora vamos a la respuesta, en verdad un bello artículo de nuestra querida colaboradora.

 

Respuesta: Berta Lucía Estrada (a Valréas el 24 de octubre de 2023)

 

Llegué a París por primera vez en septiembre de 1981 y viví en esa ciudad maravillosa, y al mismo tiempo muy dura, hasta agosto de 1985; luego he vuelto innumerables veces, bien sea por un día o por una semana. Yo la llamo “mi ciudad bien amada”.

En ella me construí como persona, puesto que en La Sorbona hice una Maestría y un DEA en Literatura (DEA-Diploma de Estudios Profundos; en realidad era la parte académica de un doctorado. Nunca hice la tesis; así que renuncié a tener el diploma de “doctora en literatura”).

 París me abrió los ojos ante lo que siempre había sido Colombia: un país excluyente, racista y xenófobo; a no ser que los extranjeros sean europeos o estadounidenses. En París aprendí también que yo no sólo era una ciudadana colombiana sino latinoamericana y, ante todo, una ciudadana del mundo. No creo en las fronteras geográficas; aunque sí creo en las fronteras lingüísticas, culturales y religiosas. Actualmente vivo en el sur de Francia, me he integrado muy bien a esta sociedad que admiro y respeto; no me siento excluida, me muevo en un mundo completamente francés y a la vez tengo la fortuna de vivir en una ciudad pequeña con una población importante de origen marroquí; por lo que en las calles se escucha hablar al mismo tiempo francés, árabe y amazigh (el amazigh es, junto con el árabe, la lengua oficial de Marruecos).

Y vuelvo a París.

París es una medusa encantatoria; sus cantos emulan las melodías de las sirenas y convierten en piedra a las personas que se dejan atrapar en sus callejuelas sin oponerse a sus deseos. Es, también, un can con miles de cabezas dispuestas a devorar a los zombis que no logran entrar en la belleza de cada esquina, de cada recodo; me refiero a los zombis que no ven “que l’essentiel est invisible pour les yeux” (“que lo esencial es invisible a los ojos”, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry).

Vivir y estudiar en París es una aventura que no puede ser descrita.

París es una ciudad infinita, culturalmente hablando. En ella se pueden hacer estudios sobre la cultura persa, china o del Egipto antiguo; entre muchos otros temas. Sus museos abarcan obras de Mesopotamia, Grecia y Roma pasando por el Renacimiento y el Impresionismo hasta Picasso o Marina Abramovich.

En la catedral de Notre Dame yo asistía cada domingo a conciertos de órgano gratis.

Si se recorre la rivera izquierda del Sena, desde El Louvre hasta Notre Dame, se puede visitar a los bouquinistes (libreros de segunda que se niegan a desaparecer; así la actual alcaldesa Anne Hidalgo, española de nacimiento y militante del Partido Socialista Francés, entre otros datos, desee borrarlos del mapa antes de los JO de 2024).

En la misma rivera izquierda, en pleno corazón del barrio Saint-Germain de Près, están los cafés Aux Deux Magots y Flore; dos lugares que se convirtieron en la oficina de Jean-Paul Sartre y de Simone de Beauvoir. Cuando eran jóvenes, y no tenían como pagar la calefacción en el invierno, se refugiaban en ese sitio durante todo el día, o al menos durante algunas horas. No muy lejos de allí está el 103 Boulevard de Monparnasse donde nació Simone de Beauvoir; nada menos que encima del mítico restaurante La Rotonde; un restaurante Art Déco. Poco después de su nacimiento la familia se traslada unas calles más abajo, al 71 Rue de Rennes; un edificio sin ascensor y según cuenta la leyenda sin agua corriente. De todas formas aún en los años 80 muchos edificios de París, incluyendo los aledaños a los Campos Elíseos, carecían de sanitario privado. El sanitario era un “petit coin” (pequeño rincón) que era compartido por los habitantes de cada piso; en muchos de ellos tampoco había ducha. Recuerdo que en los años 80, alrededor del Centro Beaubourg, antiguo Mercado de Les Halles, habían duchas comunitarias. Desde entonces la higiene personal, y el acceso a lo que los franceses llamaban en ese momento “confort”, cambió radicalmente.


En otro restaurante, esta vez La Coupole, Sartre y de Beauvoir tenían la mesa 149 asignada para ellos permanentemente; nadie más podía sentarse en ese sitio. En la mesa 149 Sartre y de Beauvoir recibían a sus amigos; entre ellos estaba Giacometti que no dejaba de dibujar en los manteles de papel mientras hablaba con ellos; antes de partir rompía sistemáticamente los dibujos que había hecho para que los meseros no se pelearan entre ellos cada vez que iba a comer con la famosa pareja de escritores. Esta famosa brasserie también fue decorada en el estilo Art Déco. Sartre, gran fumador, dejaba ceniceros repletos de colillas; así que una de ellas fue “robada” por el escultor Arman quien la inmortalizó y vendió en una subasta en 1973 para financiar el periódico Libération. En 1986, cuando Simone de Beauvoir muere, los camareros de La Coupole se forman en una corte de honor para rendirle homenaje al féretro puesto que el cortejo fúnebre pasa delante del mítico restaurante. No hay que olvidar que su tumba se encuentra en el Cementerio de Montparnasse.

Antes, en 1928, Aragon conoce a Elsa Triolet, la mujer de su vida. Cuarenta años más tarde, en 1968, el polémico, y posible criminal, Daniel Cohn-Bendit, más conocido en los años 70 como Daniel el Rojo, se sube a una mesa de La Coupole y pide a gritos un homard (bogavante); años después confesaría que lo pagó con dineros reservados para la defensa de presos políticos. En 1983 es Chagall que festeja su aniversario número 96. También fue el lugar donde solían almorzar los domingos Jane Birkin y Serge Gainsbourg.

Es en La Coupole que Albert Camus celebró su Premio Nobel de Literatura.

Y en las afueras del restaurante –léase en la calle– una humilde florista tenía su puesto de trabajo; me refiero a la madre del comediante y excelente cómico quien antes de su muerte temprana ya había concebido Les Restos du cœur. Y es precisamente en el puesto de flores que Coluche conoce a Véronique; la que sería su esposa.

París, la ciudad de los cafés, bistrots, brasseries y restaurantes, es también la ciudad de los Cabarets. Los cabarets habían conocido un inmenso auge en el siglo XIX en un barrio que lleva el nombre de Pigalle. Posiblemente los más famosos en el día de hoy son Le Moulin Rouge y Chez Michou; éste último es de artistas transformistas. Le Quartier Pigalle tiene otro nombre: “Le quartier chaud” (el barrio caliente) ya que es una zona de prostitución permanente y muy reconocida como tal. En Pigalle, más exactamente en el 72 Boulevard de Clichy, se podía visitar el Museo del Erotismo. Este museo había sido abierto en 1997 y en el 2016 cerró sus puertas; su colección fue vendida en una subasta.

Otro de los sitios “chauds” de París es el Bois de Boulogne (Bosque de Boulogne). Este bosque es uno de los dos pulmones de la ciudad. El otro es el Bois de Vincennes. Le Bois de Boulogne tiene nada menos que una extensión de 846 hectáreas. Es un bosque apetecido para los amantes del intercambio de pareja y es un lugar de prostitución de trasvestis, muchos de ellos brasileños.

Y ahora pasemos a un lugar muy conocido por los turistas de todo el mundo: El Cementerio Père Lachaise.

El 21 de mayo de 1804 un nuevo cementerio comienza a operar en las puertas de París; su nombre: Le Père Lachaise. Sin embargo, la gente se niega a enterrar sus muertos en ese lugar que se convertiría con el pasar de los años en uno de los sitios más simbólicos de París y en el cementerio más importante del mundo. Dada la dificultad que tenía la ciudad para que Le Père Lachaise fuese aceptado por sus ciudadanos, en 1817 el Préfet de París monta una verdadera obra de teatro para que el cementerio comience a ser tenido en cuenta. La obra de teatro radica en que hace transferir los supuestos restos de Molière, de la Fontaine, de Eloísa y de Abelardo. El montaje teatral tuvo efectos inmediatos y el cementerio se convirtió en un lugar donde todo el mundo deseaba enterrar a sus seres queridos. Hoy en día cuenta con más de un millón de tumbas. Los Comuneros caídos en combate están enterrados en este cementerio que se visita como si fuese una ciudad. En él se encuentran figuras como Chopin, Balzac, Champollion, Géricault, Wilde, Sarah Bernhardt, Modigliani, Apollinaire, Bizet, Colette, Edith Piaf, María Callas o Giselle Halimi. Allí también está enterrado Boris Bazhánov, el que fuese secretario privado de Stalin y quien había desertado en 1927. Desde su fuga hasta su muerte, acaecida el 30 de diciembre de 1982, se dedicó a escribir en contra del gran dictador y genocida.


¿Y cómo no recordar El último tango en París, esa película de culto filmada por Bernardo Bertolucci en 1972 con Marlon Brando y María Schneider? Una película que yo vi, aprecié y admiré apenas llegó a Colombia. Una película que hoy sería condenada por la “corrección política”; y posiblemente prohibida. Debo decir que apreciar esta obra de arte no me impide condenar la violación sufrida por María Schneider de la parte de Marlon Brando; violación decidida en un almuerzo privado entre Bertolucci y Brando poco antes de la filmación de esa escena violenta y vejatoria.

Y por supuesto, está el Metro con sus personajes grises, marchitos; los zombis de los que hablaba al principio. Hombres y mujeres, si así pueden llamárseles, que transitan por ese inframundo muchas veces sin ver la luz del sol; sobre todo si es en invierno cuando los días son muy cortos y las noches muy largas. Para que se hagan a una idea de ese mundo sórdido y oscuro podría recordar que en la década de los 80 del siglo pasado, o sea cuando yo vivía en París, habían alrededor de 15000 personas que vivían –¿o vegetaban? – en los subterráneos del Metro parisino.

Serge Gainsbourg los recuerda de esta manera:

 

J’SUIS L’POINÇONNEUR DES LILAS

 

Arts-et-Métiers, direct par Levallois

J’en ai marre, j’en ai ma claque

De ce cloaque

Je voudrais jouer la fille de l’air

Laisser ma casquette au vestiaire

 

Arts-et-Métiers, directo a Levallois

Estoy harto, no puedo más

De esta cloaca

Yo quisiera emular a la azafata

Olvidar mi gorra en el vestier

 

Y Florent Pagny los describe así:

 

Sábado por la tarde

Toma bajo tierra

Ve a ver dónde vive

En el otro lado

Châtelet Châtelet

Les Halles

Balneario

Pero donde no está el mar

Como la playa suburbana  Ver un poco de azul

Fallar su galera

 

Y este es un poema que yo escribí en el 2001 sobre El Metro de París:

 

EL METRO

 


sudorosa multitud

aprisionada         neurótica

 

Estación gris

el tiempo detenido

vagones raudos

apenas se detienen

 

Los pasajeros leen

o fingen leer

evitan mirar

a sus fugaces

compañeros de viaje

 

Para entender a París hay que conocer sus bulevares, sus restaurantes, sus cafés, sus museos, sus iglesias. París es mucho más que la Tour Eiffel o que Los Campos Elíseos o que Montmartre o el Barrio Latino; aunque no desconozco que son lugares simbólicos y que deben ser visitados cuando se tiene el privilegio de ir a esta ciudad hermosa, maravillosa e infinita que es París.




BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.




LEILA FERRAZ (São Paulo, 1944). Poeta, fotógrafa, artista plástica, ensaísta e tradutora. Junto com Paulo A. Paranaguá e Sérgio Lima formou o trio responsável pela organização da Exposição Internacional do Surrealismo de São Paulo (1967), bem como pela edição de sua revista-catálogo, A Phala. Nessa época viajou duas vezes para Paris, convivendo intimamente com muitos dos membros do grupo surrealista francês. Na década de 1970, inaugurou a galeria Pindorama, em São Paulo, com Eduardo Lunardelli e outros, onde foram realizadas exposições de inúmeros artistas brasileiros, iniciativa que mais tarde se transformou na criação da Cooperativa de Artistas Plásticos de São Paulo. Publicou dois livros de poesia: Cometas e Poemas Plásticos. Está agora a preparar um livro com Floriano Martins, de poemas, colagens, fotografias. Ao lado da escultora Maria Martins, não há dúvidas em apontar seu nome como as duas maiores expressões femininas do Surrealismo no Brasil. Leila Ferraz é a artista convidada da presente edição da Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 246 | dezembro de 2023

Artista convidada: Leila Ferraz (Brasil, 1944)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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