Respuesta:
Berta Lucía Estrada (a Valréas el 24 de octubre de 2023)
Llegué
a París por primera vez en septiembre de 1981 y viví en esa ciudad maravillosa,
y al mismo tiempo muy dura, hasta agosto de 1985; luego he vuelto innumerables
veces, bien sea por un día o por una semana. Yo la llamo “mi ciudad bien
amada”.
En ella me construí como persona, puesto que en La
Sorbona hice una Maestría y un DEA en Literatura (DEA-Diploma de Estudios
Profundos; en realidad era la parte académica de un doctorado. Nunca hice la
tesis; así que renuncié a tener el diploma de “doctora en literatura”).
París me
abrió los ojos ante lo que siempre había sido Colombia: un país excluyente,
racista y xenófobo; a no ser que los extranjeros sean europeos o
estadounidenses. En París aprendí también que yo no sólo era una ciudadana
colombiana sino latinoamericana y, ante todo, una ciudadana del mundo. No creo
en las fronteras geográficas; aunque sí creo en las fronteras lingüísticas,
culturales y religiosas. Actualmente vivo en el sur de Francia, me he integrado
muy bien a esta sociedad que admiro y respeto; no me siento excluida, me muevo
en un mundo completamente francés y a la vez tengo la fortuna de vivir en una
ciudad pequeña con una población importante de origen marroquí; por lo que en
las calles se escucha hablar al mismo tiempo francés, árabe y amazigh (el
amazigh es, junto con el árabe, la lengua oficial de Marruecos).
Y vuelvo a París.
París es una medusa encantatoria; sus cantos emulan
las melodías de las sirenas y convierten en piedra a las personas que se dejan
atrapar en sus callejuelas sin oponerse a sus deseos. Es, también, un can con
miles de cabezas dispuestas a devorar a los zombis que no logran entrar en la
belleza de cada esquina, de cada recodo; me refiero a los zombis que no ven
“que l’essentiel est invisible pour les yeux” (“que lo esencial es invisible a
los ojos”, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry).
Vivir y estudiar en París es una aventura que no
puede ser descrita.
París es una ciudad infinita, culturalmente
hablando. En ella se pueden hacer estudios sobre la cultura persa, china o del
Egipto antiguo; entre muchos otros temas. Sus museos abarcan obras de
Mesopotamia, Grecia y Roma pasando por el Renacimiento y el Impresionismo hasta
Picasso o Marina Abramovich.
En la catedral de Notre Dame yo asistía cada
domingo a conciertos de órgano gratis.
Si se recorre la rivera izquierda del Sena, desde
El Louvre hasta Notre Dame, se puede visitar a los bouquinistes (libreros de
segunda que se niegan a desaparecer; así la actual alcaldesa Anne Hidalgo,
española de nacimiento y militante del Partido Socialista Francés, entre otros
datos, desee borrarlos del mapa antes de los JO de 2024).
En la misma rivera izquierda, en pleno corazón del
barrio Saint-Germain de Près, están los cafés Aux Deux Magots y Flore; dos
lugares que se convirtieron en la oficina de Jean-Paul Sartre y de Simone de
Beauvoir. Cuando eran jóvenes, y no tenían como pagar la calefacción en el
invierno, se refugiaban en ese sitio durante todo el día, o al menos durante
algunas horas. No muy lejos de allí está el 103 Boulevard de Monparnasse donde
nació Simone de Beauvoir; nada menos que encima del mítico restaurante La
Rotonde; un restaurante Art Déco. Poco después de su nacimiento la familia se
traslada unas calles más abajo, al 71 Rue de Rennes; un edificio sin ascensor y
según cuenta la leyenda sin agua corriente. De todas formas aún en los años 80
muchos edificios de París, incluyendo los aledaños a los Campos Elíseos,
carecían de sanitario privado. El sanitario era un “petit coin” (pequeño
rincón) que era compartido por los habitantes de cada piso; en muchos de ellos
tampoco había ducha. Recuerdo que en los años 80, alrededor del Centro
Beaubourg, antiguo Mercado de Les Halles, habían duchas comunitarias. Desde
entonces la higiene personal, y el acceso a lo que los franceses llamaban en
ese momento “confort”, cambió radicalmente.
Antes, en 1928, Aragon conoce a Elsa Triolet, la
mujer de su vida. Cuarenta años más tarde, en 1968, el polémico, y posible
criminal, Daniel Cohn-Bendit, más conocido en los años 70 como Daniel el Rojo,
se sube a una mesa de La Coupole y pide a gritos un homard (bogavante); años
después confesaría que lo pagó con dineros reservados para la defensa de presos
políticos. En 1983 es Chagall que festeja su aniversario número 96. También fue
el lugar donde solían almorzar los domingos Jane Birkin y Serge Gainsbourg.
Es en La Coupole que Albert Camus celebró su Premio
Nobel de Literatura.
Y en las afueras del restaurante –léase en la calle–
una humilde florista tenía su puesto de trabajo; me refiero a la madre del comediante
y excelente cómico quien antes de su muerte temprana ya había concebido Les Restos du cœur. Y es precisamente en el
puesto de flores que Coluche conoce a Véronique; la que sería su esposa.
París, la ciudad de los cafés, bistrots, brasseries
y restaurantes, es también la ciudad de los Cabarets. Los cabarets habían
conocido un inmenso auge en el siglo XIX en un barrio que lleva el nombre de
Pigalle. Posiblemente los más famosos en el día de hoy son Le Moulin Rouge y
Chez Michou; éste último es de artistas transformistas. Le Quartier Pigalle
tiene otro nombre: “Le quartier chaud” (el barrio caliente) ya que es una zona
de prostitución permanente y muy reconocida como tal. En Pigalle, más
exactamente en el 72 Boulevard de Clichy, se podía visitar el Museo del
Erotismo. Este museo había sido abierto en 1997 y en el 2016 cerró sus puertas;
su colección fue vendida en una subasta.
Otro de los sitios “chauds” de París es el Bois de
Boulogne (Bosque de Boulogne). Este bosque es uno de los dos pulmones de la
ciudad. El otro es el Bois de Vincennes. Le Bois de Boulogne tiene nada menos
que una extensión de 846 hectáreas. Es un bosque apetecido para los amantes del
intercambio de pareja y es un lugar de prostitución de trasvestis, muchos de
ellos brasileños.
Y ahora pasemos a un lugar muy conocido por los
turistas de todo el mundo: El Cementerio Père Lachaise.
El 21 de mayo de 1804 un nuevo cementerio comienza
a operar en las puertas de París; su nombre: Le Père Lachaise. Sin embargo, la
gente se niega a enterrar sus muertos en ese lugar que se convertiría con el
pasar de los años en uno de los sitios más simbólicos de París y en el
cementerio más importante del mundo. Dada la dificultad que tenía la ciudad
para que Le Père Lachaise fuese aceptado por sus ciudadanos, en 1817 el Préfet
de París monta una verdadera obra de teatro para que el cementerio comience a
ser tenido en cuenta. La obra de teatro radica en que hace transferir los
supuestos restos de Molière, de la Fontaine, de Eloísa y de Abelardo. El montaje
teatral tuvo efectos inmediatos y el cementerio se convirtió en un lugar donde
todo el mundo deseaba enterrar a sus seres queridos. Hoy en día cuenta con más
de un millón de tumbas. Los Comuneros caídos en combate están enterrados en
este cementerio que se visita como si fuese una ciudad. En él se encuentran
figuras como Chopin, Balzac, Champollion, Géricault, Wilde, Sarah Bernhardt, Modigliani, Apollinaire,
Bizet, Colette, Edith
Piaf, María Callas o Giselle Halimi. Allí también está enterrado Boris Bazhánov,
el que fuese secretario privado de Stalin y quien había desertado en 1927.
Desde su fuga hasta su muerte, acaecida el 30 de diciembre de 1982, se dedicó a
escribir en contra del gran dictador y genocida.
Y por supuesto, está el Metro con sus personajes
grises, marchitos; los zombis de los que hablaba al principio. Hombres y
mujeres, si así pueden llamárseles, que transitan por ese inframundo muchas
veces sin ver la luz del sol; sobre todo si es en invierno cuando los días son
muy cortos y las noches muy largas. Para que se hagan a una idea de ese mundo
sórdido y oscuro podría recordar que en la década de los 80 del siglo pasado, o
sea cuando yo vivía en París, habían alrededor de 15000 personas que vivían –¿o
vegetaban? – en los subterráneos del Metro parisino.
Serge Gainsbourg los recuerda de esta manera:
J’SUIS L’POINÇONNEUR DES LILAS
Arts-et-Métiers, direct par
Levallois
J’en ai marre, j’en ai ma
claque
De ce cloaque
Je voudrais jouer la fille de
l’air
Laisser ma casquette au vestiaire
Arts-et-Métiers, directo a Levallois
Estoy harto, no puedo más
De esta cloaca
Yo quisiera emular a la azafata
Olvidar mi gorra en el vestier
Y Florent Pagny los describe así:
Sábado por la tarde
Toma bajo tierra
Ve a ver dónde vive
En el otro lado
Châtelet Châtelet
Les Halles
Balneario
Pero donde no está el mar
Como la playa suburbana Ver un poco de azul
Fallar su galera
Y este es un poema que yo escribí en el 2001 sobre
El Metro de París:
EL METRO
sudorosa multitud
aprisionada
neurótica
Estación gris
el tiempo detenido
vagones raudos
apenas se detienen
Los pasajeros leen
o fingen leer
evitan mirar
a sus fugaces
compañeros de viaje
Para entender a París hay que conocer sus
bulevares, sus restaurantes, sus cafés, sus museos, sus iglesias. París es
mucho más que la Tour Eiffel o que Los Campos Elíseos o que Montmartre o el
Barrio Latino; aunque no desconozco que son lugares simbólicos y que deben ser
visitados cuando se tiene el privilegio de ir a esta ciudad hermosa,
maravillosa e infinita que es París.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
LEILA FERRAZ (São Paulo, 1944). Poeta, fotógrafa, artista plástica, ensaísta e tradutora. Junto com Paulo A. Paranaguá e Sérgio Lima formou o trio responsável pela organização da Exposição Internacional do Surrealismo de São Paulo (1967), bem como pela edição de sua revista-catálogo, A Phala. Nessa época viajou duas vezes para Paris, convivendo intimamente com muitos dos membros do grupo surrealista francês. Na década de 1970, inaugurou a galeria Pindorama, em São Paulo, com Eduardo Lunardelli e outros, onde foram realizadas exposições de inúmeros artistas brasileiros, iniciativa que mais tarde se transformou na criação da Cooperativa de Artistas Plásticos de São Paulo. Publicou dois livros de poesia: Cometas e Poemas Plásticos. Está agora a preparar um livro com Floriano Martins, de poemas, colagens, fotografias. Ao lado da escultora Maria Martins, não há dúvidas em apontar seu nome como as duas maiores expressões femininas do Surrealismo no Brasil. Leila Ferraz é a artista convidada da presente edição da Agulha Revista de Cultura.
Número 246 | dezembro de 2023
Artista convidada: Leila Ferraz (Brasil, 1944)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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