segunda-feira, 15 de janeiro de 2024

GLADYS MENDÍA | Valeria Zurano y Las damas juegan ajedrez

 


Valeria Zurano es poeta, narradora, profesora de literatura, magíster en escritura creativa. Ha editado los siguientes libros: Insular, La vía circular, La vida privada de los trenes, La belleza del resentimiento, Conjuro para detener el temblor, Operación Claridad, El libro de las hormigas, El Gran Capitán-Crónica de un viaje al Litoral, Las Damas Juegan Ajedrez, Barco en Llamas. Ha sido reconocida con las siguientes distinciones: Premio de Poesía de la Municipalidad de Córdoba 2017. Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2010. Tercer Premio de Cuento Concurso Nacional Leopoldo Marechal 2010. Primer Premio de Cuento Breve Babel 2009, Córdoba. Primer Premio Concurso Nacional Leopoldo Marechal 2008. Primer Premio de Poesía Concurso Dr. Alberto Luis Ponzo de la Universidad de Morón, 1996. Primer Premio en Narrativa y Poesía en el Concurso Nacional Discépolo, Secretaría de Cultura de La Matanza, 1995. Premio de Poesía Concurso Nacional de Poesía Alejandra Pizarnik, Asociación de Escritores Argentinos ADEA, 1994.

Conocí a Valeria en el año 2007, gracias a un encuentro de poesía en San Juan, Argentina. A partir de ese momento hemos sido amigas y lectoras de nuestros libros. Ella, generosamente, ha escrito prólogos a algunos de mis poemarios y yo la he incluido en antologías, publicado en mi revista, porque, a decir verdad, soy admiradora de su escritura. Hay un libro en particular que me ha inspirado para escribir un ensayo. En ese ensayo están otros dos autores también puestos en relación. Es una propuesta de lectura comparatística llamada “Prosa poética progresiva”. El presente ensayo, lo dedicaré totalmente al libro de Valeria, profundizando en varios aspectos mencionados en el ensayo de comparatística.

En términos históricos, la prosa poética ha sido un vehículo para la experimentación y la transgresión estética. Autores como Charles Baudelaire, en su obra "Pequeños poemas en prosa" (1869), dieron legitimidad y visibilidad a esta forma, en busca de los límites de la expresión y la sensibilidad poética fuera de las convenciones del verso. En el contexto latinoamericano, Alejandra Pizarnik es un ejemplo notable de la exploración de las posibilidades de la prosa poética.

Características esenciales de la prosa poética incluyen un lenguaje altamente figurativo, el uso intensivo de imágenes poéticas, el ritmo que, aunque no es tan evidente como en la poesía tradicional, impregna la estructura del texto, y la atención al sonido y al ritmo de las palabras, que trasciende la mera funcionalidad comunicativa de la prosa convencional. Además, la prosa poética se distingue por una estructura abierta y flexible, a menudo careciendo de la linealidad y la narrativa coherente que se espera en los géneros más tradicionales de prosa.

La prosa poética también se relaciona con la búsqueda de una expresión más auténtica y menos restringida por las normas. Esta forma permite exponer los estados emocionales y psicológicos, así como en el mundo interior de la autora o de sus personajes, a menudo con un enfoque en la introspección y el monólogo interior.

En Las damas juegan ajedrez se argumenta un triángulo amoroso lésbico, un amor que inicia con la pasión del deseo y se va opacando hasta llegar a ser insostenible. Ya el epígrafe inicial de Alicia Plante nos advierte: “...jamás elegiría estar nuevamente en el centro del deseo: también así se puede terminar destrozado.” Según me contó la misma Valeria, el libro está escrito a modo de literatura “belle epoque, sin cuestiones formales”. Posee párrafos que intencionalmente no respetan las estructuras gramaticales, creando una textualidad en la que se siente la oralidad producto de la intensidad emotiva de la relación amorosa.

 


No traigas caracoles que muero de tristeza. No quiero caracoles si no recuerdo tus ojos si se me olvidan tus besos. Dejá que duerma en los fondos de tus mares ni tan azules ni tan transparentes que me recueste en las costas costas con el cuerpo deshecho en areniscas con las manos hacia el cielo y las pupilas desveladas y la sal en los labios. Para qué caracoles. No quiero caracoles. Quiero dejar de padecer las despedidas, tu sonrisa haciendo equilibrio en el borde de mi llanto, esa frívola voz que no parece tuya que parece ajena a las canciones. No quiero caracoles. No traigas caracoles. Si te vas como si nada. Y pretendés ahogarme en esos turbulentos mares contradictorios de olas que siempre golpean en los muros de mis orillas. No traigas caracoles. No los quiero. Tré nuestro deseo dormido desde una playa en el Atlántico. Traé las huellas de tus pasos regresando. No me regales caracoles que muero de tristeza. Regalame las noches que ya nos prometimos. Y el abrazo infinito en la mañana perdida. Y aquellos caracoles que trepen a tu espalda y te dejen la piel como si fueran besos.

 

Hay tres partes en el libro separadas por epígrafes, tiene párrafos sin títulos, unos breves, otros largos. La voz lírica es, a la vez, una y otras, instancias enunciadoras donde dialogan las voces, los cuerpos y las partes de los cuerpos: “Esta forma de guardarme en los caminos de tu cuello” (Zurano, 2007, p. 25). El espacio de despliegue textual del nivel argumental del libro es cerrado, es la casa, la habitación, la cocina, la memoria.

 

Se le caían los dedos y los ojos. Las ventanas bien cerradas. El piano sigue sonando en la casa oscura en los rincones tristes de la casa en los armarios viejos y vacíos de la casa. Se le caían los vasos. Resbalaban de sus manos. Se le caía el alma a esas rejillas secas colmadas de hojas de arañas de rastros de sueños que se fueron diluyendo con la lluvia con los ecos con los que no pueden con los que no deben salir del invierno. Se caía en la noche. Resbalaba junto con los vasos. Se resbalaba por el tobogán del destino, ahogada por un vértigo que le arrancaba el pecho. Se le caía el alma. Caía dentro de ella misma dirigida por la cruel brújula del recuerdo. Salía y entraba en su mismo cuerpo hasta que solamente podía entrar e ir cada vez más adentro. Se le caían los dedos con la boca la boca envuelta en el secreto de las uñas la mitad de su cuerpo dentro de la otra mitad los pies caían en los brazos y los labios se perdían en el vientre vacío de sus dichosos senos; todo caía en las orejas en los hoyos infinitos en las palmas de las manos en el fondo de ese vaso. Las ventanas bien cerradas. Que nada entre que todo se caiga.

 

Ahora bien; en este ensayo, deseo ahondar en la relación o vínculo formal con aspectos del género musical conocido como ópera de rock, de manera concreta con su sentido progresivo. La ópera de rock progresivo es un género musical que fusiona elementos del rock progresivo con la estructura narrativa y dramática de una ópera. Esta forma artística, nacida en la segunda mitad del siglo XX, se caracteriza por su ambición conceptual, la complejidad musical y la tendencia a contar historias épicas o conceptualmente densas. Al igual que en la ópera tradicional, la ópera de rock progresivo suele girar en torno a una historia o un tema central. Este relato puede ser lineal o más abstracto, pero siempre es fundamental para la estructura. A menudo exploran temas complejos y profundos, como la condición humana, la política, el ámbito social, la filosofía y la psicología, entre otros.

En Las damas juegan ajedrez se articula ese efecto musical/textual progresivo: “Estoy enferma. Estoy atenta a cualquier sonido a cualquier llamado. Inmóvil detrás de las puertas” (Zurano, 2007, p. 17). Y más adelante: “Clamo por perderte en la muchedumbre de los otros en las máscaras de los otros en la velocidad del mundo en la competencia feroz que se avecina en mis propias máscaras, perderte” (Zurano, 2007, p. 62). Hay un camino que va desde el deseo a puertas cerradas, hasta la desaparición de la relación y la pérdida:

 


Así tenía que ser. Desbordar esta congoja que viene de tan lejos. Jugar y perder. Las cartas del amor abren la partida. Será así, pedir más cuando se gana, morir un poco cuando se pierde.

 

La unión de caracteres clásicos y urbanos es otra característica que destaca en los textos seleccionados para este abordaje crítico. El carácter clásico de estos textos viene, obviamente, de su expresión en prosa poética. La mezcla caótica de la actitud enunciativa, apelativa y carmínica es una variable constante, no hay predominio de una, sino que el sujeto lírico (que es uno y varios) usa estas tres actitudes en el transcurso de los poemarios o en muchos casos al mismo tiempo. La forma en que es tratado el motivo y la cualidad lírica de los textos es urbana y dentro de esta, la orientación fluye hacia lo musical.

En un momento del libro se encuentra una crítica social al prejuicio y en otros casos a la violencia contra las disidencias sexuales:

 

Las iban a despedazar. Ellas, las que todo lo entendían. Las iban a despellejar. Ellas, las que promulgan amores claros y distintos. Las que hablaban por una minoría en nombre de la libertad. Las iban a enjuiciar. Ellas, las damas capitalinas y ortodoxas. Las iban a matar. Ellas, las que paren hijos las que dan la vida. Ellas, la iban a despedazar. Y no hay escape que la salve ni escondite que la albergue; no hay quien la cobije, no habría alguien en toda esta tierra que no la delatara. La estaban buscando. La iban a matar. Le seguían las huellas como sabuesos hambrientos buscando pistas de herejías. Le amarrarían pies y manos a sus voluntades tiránicas a esos hilos sutiles de la mortificación y la histeria. La iban a amordazar. La querían para siempre dentro de un cofre muy pequeño dentro de una urna con su nombre dentro de un féretro, amortajada, pálida, acorazada por la muerte silente, distante.

La iban a despedazar. Se anunciaba en el aire se presentía en la noche se adivinaba en forma de sortilegios y premoniciones por el olor de las flores por la desaparición de sus pasos por los planes ocultos que se tejían a su espalda por las sombras emergiendo en los hoyos de la noche.

La iban a despedazar. Ellas, las que separan y no unen. La iban a matar. Las de los zapatos blancos. El filo de la espada limpio y reluciente pendía sobre su cabeza. La iban a matar y ella lo sabía.

 

La individualización de las partes del cuerpo es otra constante, tal y como ocurre con los instrumentos que hacen el solo en una canción o las partes de la estructura que conforman una ópera rock. Cada parte del cuerpo desenvuelve experiencias, emociones, sentimientos, reflexiones, como otro personaje más en la trama textual/musical de los textos. Esto se pone de manifiesto en Las damas juegan ajedrez: “Dejá que mis manos te inventen. Dejá que mis labios te borren como ellos saben” (Zurano, 2007, p. 32). Otro ejemplo sería:

 

Tus dedos delgados y tibios esparciendo el dulce sobre el pan sobre mis ojos adormilados que no comprenden sobre imágenes difusas de otras mañanas que se mezclan de sábanas haciendo cosquillas de saborear esa presencia inquietante de presentirte. Así serán las mañanas del amor tejiéndose.

 

En las primeras páginas del libro:

 


Una pierna. Sobre tu hombro. Ya no hablemos. Quédate con las palabras. Otra pierna. Sobre tus muslos.

(...)

Un brazo. En tu cintura. Ya no hablemos. Por favor no hablemos. Otro brazo. Perdido por ahí. Muy abajo. Los dedos. Se me van los dedos. No tengo manos vegetarianas. No soy a cuenta gota. Soy a chorros.

 

En la confluencia de las corrientes poéticas y musicales, Las damas juegan ajedrez de Valeria Zurano despliega una sinfonía textual donde el lirismo de su prosa poética resuena con la profundidad y complejidad de una ópera de rock progresivo, cada frase una nota, cada párrafo un acorde, en una composición que desafía las estructuras convencionales. Su poética, se convierte en un acto de rebelión contra de las formas artísticas establecidas y contra los prejuicios y violencias dirigidas a las disidencias, invitando a una introspección que es tan personal como universal. Este libro no es solo una obra para ser leída; es una experiencia para ser vivida, resonando con los ecos de aquellas que se atreven a amar, a perder y, sobre todo, a transformarse. El eco de Las damas juegan ajedrez (Alción Editora, 2007) persiste, un susurro literario que nos insta a reconocer en su osadía un espejo de nuestras propias revoluciones interiores.

 

 

 


GLADYS MENDÍA (Venezuela, 1975) Escritora y editora. Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Ha publicado en diversas revistas literarias, así como también en antologías, la más reciente Temporary Archives, Poems by women of Latin America, ed. Juana Adcock y Jèssica Pujol Duran, ARC Publications, 2022, UK. Sus libros más recientes libros son El cantar de los manglares (2018), Luces altas luces de peligro (2022) y Aire (2023). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora (desde el año 2004), de Anasyrma: Video encuentros de Mujeres Iberoamericanas, de la Feria de Escritores y Editores Migrantes (FEM) y es Cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Como editora ha desarrollado más de veinticinco colecciones entre poesía, narrativa, ensayo y audiovisuales, publicando a más de 500 autores. Integra la “Red de Aproximaciones Líricas” y es una de las traductoras del “Atlas Lírico de Hispanoamérica” – ambos proyectos de la revista Acrobata (Brasil).


 


ROBERT EDMOND JONES (Estados Unidos, 1887-1954). Cenógrafo, iluminador e figurinista, conhecido por incorporar a nova encenação ao drama americano, este notável criador buscou sempre integrar elementos cênicos à narrativa, em vez de mantê-los separados e indiferentes da ação da peça. Seu estilo visual, muitas vezes referido como realismo simplificado, combinava o uso ousado e vívido de cores e iluminação simples, mas dramática. Seus projetos inovadores para a American Opera Company de Vladimir Rosing em 1927 e 1928 foram elogiados pela crítica. Jones também trouxe seu estilo expressionista para muitas produções realizadas pelo Theatre Guild, com designs inovadores para The Philadelphia Story (1937), Othello (1943) e The Iceman Cometh (1946). O maior sucesso comercial de Jones foi com The Green Pastures (1930), que, se incluirmos seu renascimento em 1951, teve um total de 1.642 apresentações. Seu livro The Dramatic Imagination é considerado a obra definitiva sobre a cenografia moderna da primeira metade do século XX. Robert Edmond Jones é o artista convidado da presente edição da Agulha Revista de Cultura.

 

 


Agulha Revista de Cultura

Número 247 | janeiro de 2024

Artista convidado: Robert Edmond Jones (Estados Unidos, 1887-1954)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2024


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