sábado, 16 de março de 2024

LUIS ALBERTO VITTOR | Carlos Barbarito y la poesía entre el Misterio y la Revelación

 


LAV | Carlos, una tradición literaria y artística argentina une el arte y la poesía con la magia y la alquimia, a la estética con el espíritu, mostrando una secreta afinidad entre el lenguaje alegórico del hermetismo y el lenguaje metafórico de la poesía o al menos una correspondencia entre ciertas palabras, ciertas formas de representación simbólica. En tu obra encontramos una constante referencia a la alquimia y la magia, una simpatía, a la vez intelectual y estética, por el esoterismo tradicional, un rasgo común que compartes con otros poetas argentinos de generaciones anteriores como Alberto Girri, Elizabeth Azcona Cranwell, Olga Orozco, Héctor Álvarez Murena, Jorge Luis Borges, por mencionar algunos referentes literarios nacionales. En tu caso: ¿con qué tipo de búsqueda relacionas tu poesía con la magia y la alquimia: espiritual, estética, expresiva, gnoseológica? ¿Podrías comentarnos cómo nace tu interés por estas vías esotéricas que son comunes a las tradiciones espirituales de Oriente y Occidente? ¿Cuáles son tus principales lecturas sobre estas dos vertientes del conocimiento esotérico?

CB | Siempre me pareció que la labor del poeta se asemeja a la del alquimista. No es gratuito aquello de Rimbaud: la alquimia del Verbo. Reunir materiales diversos para obtener lo buscado o lo inesperado, uno en el atanor y otro en el papel en blanco. O, querido amigo, fracasar e insistir y volver a fracasar para volver a insistir. Mi descubrimiento de la Alquimia fue bastante temprano, pero olvidé en qué libro fue. O, tal vez, fue algún diccionario enciclopédico el que me trajo la novedad. Lo dije en más de una oportunidad: mis primeras lecturas fueron bíblicas, un Antiguo testamento que había en la vieja casa de la calle Zeballos, en Pergamino. Alguien alguna vez dijo que mis poemas tienen un tono bíblico particular, cosa que debo atribuir a aquellas lecturas, sobre todo del Génesis y acerca del Diluvio. No abundaré en este asunto porque ya hablé de todo eso en otra parte. [1] Yo era un niño y me fascinaban esos pasajes cuya simbología entendí mucho más tarde. Puedo decir que allí estuvo mi primer contacto con la poesía. Sin tener conciencia de ello, allí, en aquellas tardes, se puso en marcha lo que, con los años, me hizo poeta. Un proceso que me llevaría a mi primer poema —o lo que yo supuse que era un poema— décadas después. Fue en mi adolescencia que me propuse leer sobre la labor del alquimista; eso sin dejar de lado mi creciente pasión por la astronomía y la astronáutica. Estas bodas entre lo esotérico y lo científico tuvieron lugar en mi mente mucho antes de aquellos poemas iniciales. E, inevitablemente, fueron a parar a lo que escribí y sigo escribiendo. Ahora, del vasto inventario de la Alquimia hay asuntos que me atraen, sobre todo: la preparación del aqua vitae, la simbología del mercurio, el azufre y la sal, la transmutación, la Tabla de Esmeralda y en ella este pasaje: Su padre es el Sol y su madre la Luna. El Viento lo lleva en su vientre. Su nodriza es la Tierra. De un modo u otro estos temas aparecen en mis poemas, nítidos u ocultos.

LAV | Todas estas figuraciones alegóricas del hermetismo aparecen en tu poesía, ciertamente. Hay formas de representación poéticas que remiten claramente al simbolismo alquímico. Me parece interesante la relación que hiciste con la alquimia del verbo en Rimbaud. Las Voyelles con su referencia al simbolismo de los colores se encuadran en este marco. El uso esotérico de las vocales tiene una acreditada tradición lírica en el cancionero tradicional occitano que, según algunos investigadores, es herencia catara o albigense. En Lo Boièr (El Boyero) —también conocido como Le Bouvier— un cántico tradicional occitano, muy popular en la zona del Languedoc, que durante la Baja Edad Media estuvo estrechamente asociado con el movimiento espiritual del catarismo, incluye como leit motiv las vocales que, evidentemente, son elementos que componen un acrónimo. Posiblemente fue un cántico de la resistencia occitana, durante la Cruzada Albigense, cuando los cátaros fueron empujados a la clandestinidad. Aun a mediados del siglo XX se encontraba viva esta tradición oral en el Midi francés y en el norte de Italia. También en tu poesía el simbolismo alquímico aparece en tu poesía, como bien dices, de modo explícito o implícito. Girri decía que la poesía era un medio para conocer al hacedor en su poema, lo que equivale a una forma de autoconocimiento. Para vos, ¿la poesía es también método de autoconocimiento, es decir, ese proceso de depuración de la palabra a través de la sutilizacion de la alquimia del verbo?

CB | Te cuento algo que me sucedió varias veces. Me reencuentro con un poema y no recuerdo haberlo escrito. Pero sé que es mío. Hoy recibí un libro editado en España, el prólogo lleva mi nombre y me reconozco en él. Pero no recuerdo haberlo escrito. Ahora, noto desde hace largo tiempo que buena parte de la poesía que se escribe toma como única referencia a la vida de todos los días, a la vida cotidiana. Se contenta con lo inmediato, lo conocido. Creo que nunca, o casi nunca, cuanto escribo se basa en lo meramente anecdótico. La intención, soy consciente de ello, es ir más allá, superar lo habitual, lo común, intentar acceder a otro plano. Roberto Aizenberg me dijo una vez que el artista es un transductor, una especie de antena que recibe información y la transforma en otra cosa, no se contenta con ser mero receptor. Ahora, ese pasaje de uno a otro plano no está exento de peligros, al contrario. Hay que andar sobre un alambre muy fino y frágil, como un equilibrista, sin protección alguna que salve si hay caída. La pregunta es ¿llegaste a ese otro plano? No, siempre estoy en viaje, haciendo equilibrio y, apenas, logré ver, a lo lejos, algún fulgor, una mínima porción de lo que presumo vasta irradiación.

LAV | No reconocerse como autor en un poema podría verse como una forma de distanciamiento emocional e intelectual de tu obra. Y es que una vez terminado, un poema, un libro, éste adquiere cierta independencia de su autor, sigue su propio camino, tiene —digámoslo así— su propia vida. Para vos, ¿este desapego es una forma de catarsis o de purificación?

CB | Si, la palabra es depuración. Tal vez esté yo escribiendo el mismo poema que depuro una y otra vez. Autoconocimiento, sí. Ser a través de las obras cada vez un poco menos desconocido a mis propios ojos. Un intento de respuesta a la eterna pregunta.

LAV | Este intento de responder, desde la poesía, a la “eterna pregunta”, sitúa al poeta ante lo insondable, lo indescifrable del misterio poético. En su Rimbaud: La clef alchimique (1980), David Guerdon distinguía el método de su análisis literario de la crítica literaria escolástica, señalando que, a diferencia de este última, “notre interprétation ne risque jamais de tomber dans le prosaïsme niveleur et banalisant qui tue tout mystère poétique”. La poesía como un medio de aproximación al misterio poético de la palabra, la palabra poética cumpliendo una función reveladora, ¿representa para vos una forma de restituir a la palabra poética esa potencia nominadora primordial que vela y revela el misterio al mismo tiempo?

CB | Cuando era un niño me gustaba leer el diccionario. Las palabras desconocidas me fascinaban, pensaba que sólo yo las conocía en todo el mundo y eso me daba un poder. Yo sólo y sólo yo tenía la llave de la Revelación. Claro, eso lo pensé mucho más tarde. El niño que fui buscaba en el diccionario y cada palabra nueva le hacía latir fuerte el corazón. Cada poema me devuelve aquella pasión y aquella inocencia. Hace un momento, por azar, encontré esta afirmación de Lewis Carroll: “Con todo, las palabras significan más que lo que pretendemos que signifiquen, cuando las usamos: de modo que un libro entero debería significar bastante más de lo que pretende un escritor”. [2] Pasados los años, mi propósito es otro: salvar a las palabras del diccionario. Lo dijo Virginia Woolf: “Las palabras no viven en los diccionarios. Viven en la mente.” Y dijo también: “Palabras. Las palabras en las casas, en las calles; a lo largo de tantos siglos… Las palabras pertenecen a las otras palabras. Pero sólo un gran poeta sabe que la palabra encarnadino pertenece al océano de lo inefable… Para usar nuevas palabras habrá que crear un nuevo lenguaje. Se llegará a ello, pero no es cosa nuestra. Lo nuestro es unir viejas palabras en un orden nuevo para que subsistan y creen la belleza para que digan la verdad…” [3] A más de ochenta años de esta afirmación no puedo decir otra cosa.


LAV | Esta posibilidad que tiene el poema de devolverte a la inocencia de la infancia, ¿no es también un intento de recuperación de aquel estado adámico original, de aquella inocencia primordial a través de la poesía?

CB | Es muy posible eso. Hay alusiones a la niñez, en general, y a mi propia niñez en lo que escribo. El ser otra vez un niño y andar desnudo, tal como aparece en los Evangelios, aparece una y otra vez en mis poemas. La desnudez es un tópico muy frecuente en ellos. [4] En algún pasaje de la visionaria inglesa Jane Lead, citado por Schopenhauer y, en alguna nota al pie por Borges y Margarita Guerrero, se lee: “Quien posee fuerza mágica, puede, a su arbitrio, dominar y renovar el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal; bastaría, por consiguiente, que algunos magos se pusieran de acuerdo para que toda la Creación retornara al estado paradisíaco”. Lo que quiere decir que el regreso al Edén sería posible, estaría al alcance de la mano o, mejor, al alcance de las palabras a través de la poesía. Sólo bastaría cambiar magos por poetas, reunir a magos y poetas o que los poetas recurriésemos al arsenal de los magos. El eterno sueño de magos y poetas.

LAV | Bíblicamente, la pérdida de la inocencia va unida a la caída del estado adámico paradisíaco al estado humano terrenal por el descubrimiento de la desnudez de los cuerpos, pues precisamente es lo primero que advierten Adán y Eva en el momento que “se les abrieron los ojos” (Gen. 3:7-19). No los ojos de su cuerpo, sino los de su mente; esto se refiere a su conciencia. Antes del pecado original, la pareja primordial no tenía conciencia de la diferencia entre el bien y el mal. Ellos estaban en un estado de inocencia. Pero, en todo caso, esta es una interpretación teológica. En mi pregunta —aunque no de manera explícita, es cierto— apunto, más concretamente, a la búsqueda de la lengua perfecta. La alquimia hacía uso de un alfabeto ideográfico que tenía sus signos y significados, una fonética propia y sus valores simbólicos precisos. La recuperación del estado adámico para el alquimista permitía también la restauración plenaria del poder creador de la palabra. El siglo XVI fue pródigo en obras filosóficas, literarias y esotéricas que buscaban reencontrar y hasta restaurar la lengua primordial. John Dee y Edward Kelly —sobre este último personaje pesa la acusación de falsario y falsificador—, desarrollaron un curioso lenguaje sintético que denominaron “idioma enoquiano” que, aseguraban, les había sido transmitida por los ángeles y era la lengua hablada por los humanos antes de la Torre de Babel. La lengua enoquiana intentaba recuperar el lenguaje primordial adámico, con su propio alfabeto, sintaxis y escritura. La creación de una lengua perfecta de carácter universal y similar a la lengua primordial que la humanidad habló antes de la dispersión de lenguas en Babel, es una vieja quimera que, inspirada por diferentes razones, ha acompañado la historia cultural de la humanidad en todas las épocas. Un contemporáneo, el filósofo, médico, alquimista y nigromante alemán, Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim, describe tres alfabetos mágicos (la Scriptura Coelestis, el Transitus Fluvii y el Malachim), en su De Occulta Philosophia Libri Tres (1533). Los alfabetos mágicos se usaban en la confección de amuletos y talismanes. El alfabeto Transitus Fluvii, llamado así, según algunas fuentes, por el paso de Noé y sus hijos a través del Tigris y, según otras, por el cruce que hizo la comunidad judía a través del río Éufrates durante su regreso de Babilonia para reconstruir el Templo, es mencionado en la Peculium Abrae. Grammatica Hebraea vna cum Latino (1523), escrita por el rabino, médico, gramático y kabbalista napolitano Abraham Ben Meir de Balmes como scriptura transitus fluvii prout inveni in libro vetustissiino (c. vii b). Esta escritura constituida por signos gráficos acompañados de círculos (llamados comúnmente “letras de anteojos”), es atestiguada posteriormente en numerosos textos hebreos y retomado también por el teólogo y sacerdote jesuita Athanasius Kircher, en su tratado sobre la escritura universal Novum hoc inventum quo omnia mundi idiomata ad unum reducuntur (1660). Según se dice, a Kircher que en ese tiempo se había labrado cierto prestigio como lingüista y experto en la lengua copta y el desciframiento de los jeroglíficos egipcios, se le pidió el desciframiento del famoso manuscrito Voynich, pero jamás respondió a ese requerimiento, pese a todos los intentos realizados inútilmente para convencerlo. La misma escritura mágica será utilizada en la fabricación de amuletos, pantáculos y talismanes con caracteres hebraicos, por los seguidores del kabbalista romaniote y falso mesías Sabbatai Zevi, también conocido como Shabbetai evi, Shabbeṯāy eḇī, Shabsai Tzvi y Sabetay Sevi, a quien Gershom Scholem dedicó un importante estudio. El uso de signos gráficos “con anteojos” era conocido por los gramáticos, alquimistas, teurgos y talismanistas musulmanes medievales como lo atestigua un grimorio del siglo XIII, el كتاب شمس المعارف ولطائف العوارف [Kitāb aš-Šams al-Ma'​ārif wa Latā'if al-'Awārif (Libro del Sol de la Gnosis y las Sutilezas de las Cosas Elevadas)], un tratado de magia talismánica usada con propósitos curativos, escrito por Amad ibn ˁAlī ibn Yūsuf al-Būnī que ofrece algunos ejemplos. En el siglo XVII, el filósofo y lingüista escocés, George Dalgarno, inventó un sistema pasigráfico, esto es, un conjunto de signos compuestos con equivalente fónico, cuya forma de la expresión no podía identificarse con ninguna lengua natural, que expuso en su libro Ars Signorum Vulgo Character Universalis et Lingua Philosophica (1661). A mediados del siglo XIX, el humanista, traductor y lingüista jacobino, el occitano Antoine Fabre d'Olivet, un profundo estudioso de la lengua occitana y del lenguaje de los Trovadores provenzales, se propuso restaurar o restituir la lengua hebraica en su La Langue Hébraïque Restituée et le véritable sens des mots hébreux rétabli et prouvé par leur analyse radicale, estableciendo el mito del hebreo como lengua primordial de la humanidad. La literatura no fue ajena a las posibilidades ficcionales de las lenguas artificiales tan perfectas y primordiales como la lingua adamica. En pleno siglo XX, J. R. R. Tolkien, que además de escritor y poeta, era un connotado filólogo, lingüista y medievalista, inventó un sistema de escritura basado en las Tengwar para representar bella y elegantemente los signos gráficos de las lenguas artificiales llamadas “élficas”. La búsqueda de una diferenciación expresiva respecto al habla cotidiana también conducirá en el siglo XX, a poetas, enrolados en las vanguardias literarias, como César Vallejo en Los Heraldos Negros (1919), Trilce (1922) y los posteriores o como Vicente Huidobro en Altazor o el viaje en paracaídas (1931), a producir una radical transformación en el lenguaje sea por medio de la ruptura de la coherencia discursiva o la subjetividad racional o de la significación. ¿Desde qué perspectiva enfocas tu búsqueda de una expresividad poética que se diferencie del uso cotidiano de la lengua? O, para preguntarlo de otra manera, ¿en algún momento de tu producción literaria surgió en vos (o no) la necesidad de experimentar con el lenguaje tratando de producir cambios a distintos niveles, sea en su estructura literal, su significado, lo conceptual o lo fonético?

CB | El nunca olvidado amigo Carlos M. Luis dijo alguna vez sobre mi poesía: “Si un poeta del siglo XIX se trasladara a nuestros días, sentiría en los poemas de Carlos Barbarito resonancias familiares, mientras que a un surrealista, le evocaría las andanzas de Maldoror. O sea que la modernidad continúa activa en sus versos, sin que por ello tenga que romper con una tradición que se mantiene aún relevante a través del surrealismo”. Es así, sin duda alguna. Se trata de un largo, arduo proceso de lecturas, relecturas, tentativas, equivocaciones, hallazgos, combinaciones. Creo que mi modo de expresión, al que llegué al cabo de décadas, tiene más de inconsciente –en mí, en lo más hondo, reunión y transfiguración de materiales- que de consciente. Digamos, ese proceso me condujo fatalmente, casi sin mi voluntad. Ahora, son varios los que me sitúan en el surrealismo. Yo siento que entro y salgo de ese ismo, como si de una puerta giratoria se tratara. De nuevo, no se trata de una imposición. Todo en mí se dio –creo- del único modo en que podía darse.

LAV | En ¿Dónde comienza el mundo?..., el primer poema de tu colección Paracelso (2007), no casualmente titulado con el nombre de uno de los más célebres alquimistas, hay interrogaciones que no solo incumben a un orden existencial, sino que por su trascendencia lo atraviesan para adentrarse en el dominio metafísico. Además del intento de descifrar las claves de la realidad del mundo incluso en los pequeños misterios de lo cotidiano, la interrogación por sus grandes misterios se plantea como sugerencia, vislumbre, percepción sutil de algo que se conoce o conjetura por leves indicios “en cualquier nombre oído detrás de la ventana. / En los ruidos de los que arman puestos/ Y ofrecen pescados, frutas, licores”. En este sentido, me parece posible hablar de una antropogonía poética en Barbarito, entendida como una capacidad de poetizar el principio de las cosas, de representarlas a través de la palabra poética como si el poeta hubiera asistido a ese momento fundacional, por el hecho poder participar con su palabra poética de la potencia nominadora de la palabra primordial. ¿Tiene la palabra poética aquellas posibilidades reales y concretas de la palabra primordial para transmitir el ser en cada cosa que nombra? ¿Se podría hablar de una función adánica del poeta por su capacidad de nombrar y renombrar de diversas maneras los objetos y las cosas en el poema?


CB | Nombrar y renombrar me parece la labor esencial del poeta. Sin esa labor no hay poeta ni hay poesía. Escribo esto y pienso en un poema de Eugenio Montale que habla por mí:

 

¿Le has puesto mi nombre a un árbol?, no es poco;

sin embargo no me resigno a ser sombra, o tronco,

De un abandono en el suburbio. Yo el tuyo

Se lo he puesto a un río, a un largo incendio, al crudo

Juego de mi suerte, a la confianza sobrehumana con la que hablaste al

Sapo salido de la acequia, sin horror o piedad

O tripudio, al aliento de ese fuerte

Y suave labio tuyo que logra,

Nombrando, crear: sapo flor hierba escollo… encina dispuesta a

Desplegarse sobre nosotros cuando la lluvia lava los carnosos

Pétalos del trébol y el fuego crece.

 

Traducción de Carlo Frabetti [5]

 

De este poema extraigo dos palabras: nombrando, crear… Quiero detenerme un poco y hablar del mercado que ofrece sus mercaderías, por lo general al aire libre. Desde niño tengo fascinación por los mercados, desde el primer día que recuerdo haber entrado en uno de ellos, sus puestos con frutas, verduras, carnes. A tal punto que en varios de mis poemas, por ejemplo el que integra mi pequeño libro Paracelso, resultan lugares privilegiados, cercano a lo sagrado.

LAV | Existe en el hombre la imperiosa necesidad de darle sentido a todo objeto, fenómeno, suceso o actitud que acontezca en el universo, sin importar qué éste sea limitado o vasto. En el caso del poeta, ¿esta necesidad de representar la realidad como un todo ordenado surge de la visión de la materia poética como un caos potencialmente creador?

CB | Dice Borges: “Ignoramos el sentido del dragón, como ignoramos el sentido del universo”. [6] ¿Tiene un significado el universo? Existe, eso es todo. Los humanos pugnamos por darle al mundo un significado. Si no caemos en el vacío. Creo que la poesía, el arte en general, es un intento por encontrarle un significado a lo que, según la ciencia, no lo tiene.

LAV | Un taoísta o un budista zen suscribiría la primera parte de tu respuesta. Para las cosmogonías orientales el universo es una realidad ilimitada que nunca tuvo un origen, es un proceso eternamente continuo, una cadena samsárica o ciclos cósmicos sin comienzo ni fin. La inexistencia de comienzo (anaditva) es uno de los más importantes principios de la filosofía de la India, tanto hindú como budista. Este punto de vista contrasta con las de las cosmogonías y las filosofías occidentales que hablan de un fiat lux, un origen, una génesis del universo, una Causa Primera, un Primer Motor, un Primer Principio, que marca un comienzo y que tiende a un fin último. Desde la perspectiva de la alquimia, el origen del universo se encuentra en una sustancia incorruptible conocida como argentum vivum, el misterioso “mercurio alquímico” que aparece en cualquier fase de la ejecución de la Gran Obra. Esta sustancia se dividió en dos: una parte sutil y otra grosera. La sutil formó los cuerpos celestes, mientras que la grosera fue transformándose, a través de una sucesión de distintas etapas, hasta formar los cuatro elementos corruptibles que son el origen de los cuerpos físicos. El alquimista intenta reproducir este proceso de sucesivas transformaciones de la materia imitando al cosmos. Me parece que el mismo proceso puede observarse en la alquimia del verbo operada por el poeta, ¿no hay en la materia poética una separación de una parte sutil (significado) de una parte grosera (palabra) que por el uso cotidiano se corrompe cargándose de ripios coloquiales que al resignificarla deben desbrozarse para reencontrar su significación primera? En tu experiencia poética, ¿cuál es tu trabajo para despojar a la palabra de esas cargas semánticas que profanan su poder sagrado original?

CB | Todo poema está compuesto de palabras. Esta afirmación mía pareciera obvia. Y, sin embargo, con frecuencia no tomamos eso en cuenta. Alguien, que no recuerdo en este momento, dijo que un poema es el género más impuro. Supongo que quiso decir que todo poema tiene una carga de ripio, de cenizas, de aserrín y que el asunto es purificarlo, limpiarlo totalmente, para que el poema recupere su entidad primera, su estado original. Ahora, me pregunto y te pregunto, esa labor purificadora que intenta alcanzar el origen, ¿no aleja al poema de lo humano, siendo lo humano una mezcla de pureza e impureza?

LAV | El soneto octosilábico “Alchimie de la douleur” es uno de los últimos poemas de “Spleen et Idéal”, la primera de las seis secciones de las Fleurs du Mal (1857). Es un poema muy curioso de Baudelaire. En la segunda cuarteta leemos: “Hermès inconnu qui m’assistes/ Et qui toujours m’intimidas,/ Tu me rends l’égal de Midas,/ Le plus triste des alchimistes/ Par toi je change l'or en fer/ Et le paradis en enfer”. Me parece “curiosa” la asociación que aquí hace Baudelaire entre Hermes Trismegistos y el Rey Midas. En Metamorfosis (IX, 85 y ss.), Ovidio refiere que Midas, por haber hospedado y entretenido al Sileno, recibió el don de convertir cuanto tocase en oro. Midas quiso probar al tronchar una varita de encino que, de inmediato, se volvió de oro. Conocemos el costado trágico de este don: al final, Midas ni siquiera puede comer o beber algo sin convertirlo en oro, en consecuencia muere de hambre y de sed. Aristóteles interpreta el mito a partir de la paradoja de morir de hambre aun poseyendo una riqueza en abundancia (Pol. I, 3, 1257b, 15 y ss.). En el soneto de Baudelaire, el alquimista, ese “Hermès inconnu” es el dolor, ese Midas invertido que “cambia el oro en hierro”. El dolor, por cierto, es una experiencia transformadora en la vida de quien lo padece. El dolor tiene numerosos registros: físicos, emocionales, sensoriales, por tanto difícil es dar una sola definición que los abarque a todos. Por otro lado, el dolor es algo tan personal, tan intransferible, que sólo quien lo sufre sabe lo que siente y no existe medio artístico ni científico por el que se pueda transmitir a otros como vive cada uno su propia experiencia del dolor. Poetizar desde el dolor. Viene a mi memoria Hospital Británico de Héctor Viel Temperley, un vívido testimonio poético del dolor padecido y experimentado en primera persona, porque es el yo poético que da cuenta del dolor padecido por la persona, sublimado místicamente como un medio que le permite al poeta un reencuentro con Dios. Pero hay también una experiencia alquímica del dolor en su búsqueda de una materia originaria y la visión del agua y aire como elementos purificadores que elevan al ser humano y lo ponen en contacto con Dios, porque, recordemos, el agua y el aire (pneuma, espíritu) son también los dos elementos del bautismo cristiano. En el primer verso de Mnemosyne dice Hölderlin: “Ein Zeichen sind wir, deutungslos/ Schmerzlos sind wir und haben fast/ Die Sprache in der Fremde verloren”. Vincula la incapacidad de sentir dolor (Schmerzen) con la pérdida de la lengua (Sprache), la palabra. ¿Poetizas desde el dolor? ¿El dolor tiene para vos esa propiedad alquímica transformadora de la que habla Baudelaire?¿Crees como también dice Hölderlin que “solamente en el dolor cobramos conciencia de nuestra libertad interior”?

CB | No importa si estoy sin dolor o dolorido, si siento felicidad o pena, al escribir un poema. Cuando algo poderoso me empuja a la hoja en blanco o a la pantalla, mi ser por entero entra en un estado o condición que yo llamo otra. No soy capaz de explicar cómo es ese estado. Dije algo poderoso. Cocteau habla de una fuerza, de un ser que no conoce. Me toma de los pelos, me arrastra, me obliga a escribir. Yo quisiera en esos momentos estar en otra parte, en alguna playa, en algún puerto contemplando el mar. A mi pesar, superando el desgano, como le sucedió a Paul Valéry, a Hermann Broch, a Alvaro Mutis: no hay más remedio que aceptar, pero bajo protesta. Como afirma Javier Cobo Borda: [7] “…no se trata de eludir un destino sino de aceptarlo a regañadientes. En cuanto al dolor, físico claro, es uno de mis mayores temores. Ahora, en el dolor, lo siento así, tomamos conciencia de nuestra finitud, de nuestra limitación. Tal vez le tema no al dolor en sí sino a esa revelación que nos trae el dolor. En una conversación con William Fiefield, Jean Cocteau dice: “Me siento habitado por una fuerza o un ser… al que no conozco. Él es quien da las órdenes, yo las cumplo”. Y más adelante: “Hace mucho dije que el arte es un matrimonio entre lo consciente y lo inconsciente”. [8]

LAV | Ezra Pound publicó su poema The Alchemist en 1920 con la nota de que era “un inédito de 1912”. La nota dejaba al lector la impresión de que el poeta había dejado el poema inconcluso, que lo había abandonado más que terminado. Esta impresión se vio reforzada por la publicación de la versión manuscrita más larga del poema en la Collected Early Poems of Ezra Pound que Michael John King publicó seis años más tarde, en 1926. El poema lleva por subtítulo Chant for the Transmutation of Metals. Es un poema que se nutre del simbolismo alquímico. Figuraciones alegóricas como las de los cuatro elementos, los colores de la gran obra, a la vez simbolizada por la cola del pavorreal (cauda pavonis), el oro y la plata, el cobre y el bronce, entre muchos otros. Hay en tu poesía también numerosos registros del simbolismo alquímico como señalé desde el comienzo. Poemarios tuyos como Cenizas del Mediodía (2010), Paracelso (2013), Radiación de Fondo (2018), incorporan numerosos símbolos del hermetismo y la alquimia. Los dos primeros poemas de “Leonardo” en Cenizas del Mediodía, son claros ejemplos de tu recepción poética de la literatura alquímica. Los textos alquímicos comienzan siendo, ante todo, poesía hermética. La ceniza prefigura la piedra filosofal, pero sin alcanzarla todavía. La calcinatio es una de las operaciones alquímicas en el proceso para la obtención de la piedra filosofal. Reduce a cenizas lo que debe ser transformado mediante el fuego. Suele ser la primera operación e inicia la fase de la nigredo. Los textos alquímicos señalan que para poder transformar una sustancia, lo primero es reducirla a su estado original; a partir de ahí esta materia es pura potencialidad y desarrollo. ¿Cómo se traduce todo este proceso en la alquimia del verbo? ¿Cómo se reduce la materia poética a su estado original para que la palabra sea pura potencialidad y desarrollo?

CB | Las palabras cada día, la que emplean los medios de comunicación, el discurso político, pierden potencia, se desinflan como un odre agujereado. El reto es encontrar un modo para recargar, repotenciar las palabras y la poesía es un campo ideal para hacerlo. Es la poesía el medio a través del cual es posible recuperar lo que le es arrebatado a las palabras. Pero, querido amigo, no hay que dejar de lado que los poetas somos, y no desde hace poco tiempo, invisibles. Ser invisible es por un lado un motivo de alegría –podemos movernos por el mundo sin ser notados, quiero decir a salvo- y por el otro, todo un drama –solitarios, perdidos en el mundo, voces que claman en el desierto-. En ese juego de opuestos transcurre nuestra existencia. Me parece pertinente transcribir un fragmento en una carta que me envió Raúl Gustavo Aguirre, poco antes de morir: “El ejercicio de la poesía siempre se tratará de una tragedia, y para colmo, de una tragedia solitaria: mal leídos y peor comprendidos, los verdaderos poetas, a pesar de las apariencias, son (desde el punto de vista del público) póstumos. La ventura del poeta es otra: consiste en realizarse en su supremo acto de comunicación (que es siempre un don, una entrega de sí mismo a los otros), realizarse en el acto supremo del poema. Y allí termina lo principal. El resto es circunstancia, azar, ruido o silencio de la feria, y nada más. Literatura: el resto es literatura...” Cocteau dice: “Francia mata a sus poetas… Esta matanza de poetas es sin duda una buena cosa, indispensable para su eficacia, porque el poeta es, por definición, póstumo, comienza a vivir después de su muerte y, cuando está vivo, camina con un pie en la tumba. [9]


LAV | Raúl Gustavo Aguirre falleció el 18 de enero de 1983, conjeturo por tus palabras que la carta debe estar fechada entre fines de la primera quincena y comienzos de la segunda de enero de ese mismo año, pero, según parece, expresa un convencimiento bastante arraigado en el pensamiento del poeta, a saber: la soledad del poeta, su incapacidad para ponerse al alcance del público, la incomprensión del lector, etc., en este sentido es bastante ilustrativa la conferencia “Los poetas en nuestro tiempo” (1957) que leyó en la Universidad Nacional del Litoral. La preocupación de Aguirre de ser correctamente leído, comprendido por el lector, su necesidad de salir de esa soledad trágica en la que se encuentra encerrado el poeta contemporáneo, contrasta con la actitud del poeta hermético, del alquimista que no busca ser comprendido por todos, sino, por el contrario, solo por aquellos que han sido iniciados en el arte hermético, de ahí el uso de un lenguaje alegórico, indirecto y evasivo. Los alquimistas de la antigüedad como de la Edad Media eran consumados poetas, conocían a la perfección la estructura y distribución de los versos rimados, además de ser artistas (la Alquimia se denominaba Arte) que dominaban sus arcanos conocimientos. Los Trovadores medievales también hacían un uso del lenguaje oscuro y hermético de los símbolos y alegorías, cuyo verdadero sentido solo conocían sus destinatarios. Se expresaban por medio de la llamada “lengua diplomática” o “lengua de doble sentido” que es el arte de escribir o expresarse oralmente entre líneas, donde el sentido visible no era otra cosa que un enmascaramiento del sentido oculto. Entre los Trovadores, el “trobar clus” es el estilo intencionalmente oscuro o cerrado que se opone al “trobar leu”, el estilo llano o claro. De su Cuaderno de Notas 1952-1956, son estas líneas: “El encuentro del cobre crispado: fin de la búsqueda para el alquimista sensible”. La obtención de la piedra filosofal es el fin de la búsqueda del alquimista o artista hermético, ¿cuál es el fin de la búsqueda del alquimista del verbo, el poeta? ¿Ser comprendido, encontrar un lenguaje que ponga a la poesía al alcance de todos o siempre queda de la poesía un fondo inasible e incomprensible, su misterio propiamente dicho?

CB | ¿Ser comprendido? Quizás eso sea, pero no abrigo tal esperanza. Con los años de a poco la fui abandonando. Otra vez la palabra: soledad. Condición que tiene su origen en nuestro un oficio sombrío –como dice Dylan Thomas-. Recuerdo una lectura en voz alta que le hice a unos amigos de La casa de los aduaneros de Montale. Por un momento tuve la sensación de que por fin, luego de tantos años, había llegado a lo más profundo del poema, había desentrañado su misterio. Pero no, de inmediato, otra vez, el misterio, el enigma. ¿Para qué nos sirve, nos interesa, un poema que se agota a la primera lectura? Estimo que nuestra aspiración máxima es escribir un libro acabado y manifiesto, un libro perfecto que yo llamo, como otros poetas, El libro futuro. Libro que no escribiré, claro. Pero esa aspiración me mantiene en camino, me sostiene, evita que caiga.

LAV | Personalmente creo que toda buena poesía, incluso aquella que se expresa objetivamente en un lenguaje natural y sencillo, no revela todos sus significados en una primera lectura, siempre hay un fondo que permanece irreductible. Ser comprendido o no por todos los lectores es, para mí, una cuestión relativa y secundaria, en todo caso, dependerá, en primer lugar, del lenguaje más o menos oscuro del poeta y, en segundo lugar, del tipo de recepción que haga el lector. Al respecto, me parece interesante la distinción que T. S. Eliot hace en las “conclusiones” a su The Use of Poetry and the Use of Criticism (1933) entre el “lector corriente” y el “lector más avezado” (Eliot usa la expresión “reader more seasoned” que en su versión castellana Jaime Gil de Biedma (1968) traduce literalmente como “lector más sazonado”, en el sentido de un lector que tiene un gusto o paladar exquisito, significado posible, pero seasoned no solo significa “sazonado”, sino que también admite otros matices más evidentes como “avezado”; “experto”; “experimentado”, “conocedor”). Eliot escribe: “El lector corriente, cuando se le previene contra la oscuridad de un poema, suele caer en un estado de consternación muy desfavorable para la receptividad poética. En lugar de comenzar, como debería, en un estado de sensibilidad, ofusca sus sentidos por el deseo de ser inteligente y de buscar muy bien algo, no sabe qué, o bien por el deseo de no dejarse engañar”. [La traducción del inglés me pertenece]. Por el contrario: “El lector más avezado, aquel que ha alcanzado, en estas cuestiones, un estado de mayor pureza, no se preocupa por comprender; no, al menos, al principio”. [La traducción del inglés me pertenece]. Eliot dice que mucha de su poesía favorita, no fue entendida a la primera lectura y que no está seguro de entender, Shakespeare, por ejemplo. Y observa que es posible que el poeta haya dejado fuera algo que “el lector está acostumbrado a encontrar”, puede extraviarse “busque a tientas lo ausente y se devane los sesos por hallar una especie de “significado” que no está allí ni se pretendió que estuviera”. Esto es cierto en relación a un poeta como, por ejemplo, Baldomero Fernández Moreno, pero no en Leopoldo Lugones, Leopoldo Marechal, Héctor Álvarez Murena, Alberto Girri, que eran asiduos lectores de textos esotéricos. Cuando en su Canción de Luna, Baldomero Fernández Moreno dice bellamente: “Morir, acaso, es continuar un sueño/ de luna en luna y de sol en sol”, compara simbólicamente la muerte o continuidad ultraterrena del sueño de la vida terrenal con el ciclo cotidiano del sol y la luna que, aun cuando en apariencia desaparecen, el primero de noche y la segunda de día, reaparecen al día siguiente en un ciclo continuo. Aquí el simbolismo es simple, no es necesario ir más allá de esa significación evidente que surge ante una primera lectura. Pero no podemos leer a Lugones, Marechal, Álvarez Murena o Girri como leemos a Fernández Moreno. Para entender el poema Robot (1966) de Marechal antes uno debe saber que, durante esa época, el poeta era un asiduo lector de los libros esotéricos y metafísicos de René Guénon, al igual que Álvarez Murena y Girri que, además, eran lectores de filosofías orientales y textos alquímicos. Como tampoco se puede leer ingenuamente la poética alquímica o la poesía trovadoresca medieval pues era intención de los alquimistas y los trovadores ocultar los significados verdaderos por debajo de significados aparentes. Y lo dicen explícitamente. Por ejemplo, Raimbaud d'Orange habla de “entrebescar los motz”, (entrelazar, enmarañar las palabras, en el sentido de urdir), cuando dice: “Cars bruns et teinz mots entrevec I Pensius pensas”: “pensativamente pensativo, entrelazo palabras raras, oscuras y coloridas”). “Del cinq, no m’entendon trei” (De cinco, no me comprenden ni tres). También declara: “Por sabio tengo sin la menor duda a aquel que en mi canto descifre lo que significa cada palabra”. Otro trovador, Alegret, asegura: “Mi canto parecerá insensato a quien no tiene doble entendimiento”. Guiraud de Borneilh en “La flors del verjan” (Chan. 26) pone el trovar clus por encima del trovar leu: “Que sens eschartatz/ Adui pretz e’l dona/ Si com l’ochaizona/ No sens eslaissatz”. (“Un sentido intrincado/ tiene tanto más valor/ si se le recrimina/ un sinsentido enrevesado”). Vale decir, cuando Raúl Gustavo Aguirre le recrimina al lector de su poesía que lo ha leído mal o no le ha comprendido, es porque el poeta consciente e intencionalmente incluyó ciertos significados en su poesía que el lector no ha advertido, sea porque no supo cómo hallarlos o porque creyó que no existían. Cuando decís que no abrigas la esperanza de ser comprendido, y que “con los años de a poco la fui abandonando”, ¿es porque también crees o sentís que tus lectores no lograron descubrir aquellos significados que ocultaste ex profeso por debajo de otros aparentes? ¿Hay en tu poetizar una intención deliberada de transmitir un mensaje interiorizado que puede advertirse o descifrarse solo si es leído entre líneas?

CB | A casi todos mis poemas los escribí y escribo de una vez. No es el automatismo de los surrealistas porque algo en mi jamás pierde el control, sostiene las riendas para que el animal no se desboque. Si escribo un poema ahora no digo tardé diez o quince minutos, digo me llevó toda la vida. Porque en mis poemas hay una reunión de materiales diversos que fui recogiendo desde la niñez hasta hoy. Mi mente es un gabinete del que extraigo minerales, plantas y flores, animales, relámpagos, fantasmas, barcos, faros… Cada material sufre un proceso de transmutación, adquiere otra entidad, otro peso, incluso hasta volverse irreconocible. Se sumerge en agua de misterio, se vuelve enigma a descifrar, desentrañar. Cada lector tiene una versión del poema y yo también. No importa que yo sea el autor. Sé tanto de mis poemas como cualquier lector. Ahora, quiero abundar un poco en el concepto de ex profeso. No se trata, en mi caso, de un juego para descolocar al lector. Yo no juego con el lector, no es mi intención confundirlo. Lejos de ello, no puedo no escribir sino así, es lo que de mí sale y va a parar al poema. No se trata de ocultamiento deliberado, se trata de aquello que tengo interiorizado luego de años y años, algo que me habita y que transmito en forma de poema. Alguien, alguna vez, dijo que mi poesía es filosófica. Me pregunto qué quiso decir con eso. Tal vez sea un mero rótulo para diferenciar mi poesía de la que –lo dije antes- impera y es difundida. Lo que sí sé es que lo que hago me aleja, me empuja hacia la soledad. Aunque me duela continúo este camino que tomé o algo me obligó a tomar. Vuelvo a pensar eso de la incomprensión. Entre ser comprendido por mis contemporáneos al precio de traicionarme y no serlo para seguir siendo fiel a mis voces interiores, elijo lo segundo.

LAV | Me gustaría detenerme un momento en esta última observación que haces sobre la incomprensión. ¿Alguna vez un poeta fue comprendido por sus contemporáneos? No me refiero, claro está, a los alquimistas ni a los Trovadores que, deliberadamente, usaban un lenguaje evasivo que evitaba ser comprendido por quienes no conocían la lengua diplomática o lengua de doble sentido del trovar clus. Dudo mucho que los contemporáneos de Dante Alighieri hayan comprendido La Divina Commedia o los de Shakespeare hayan comprendido cabalmente alguno de sus 154 Sonnets o siquiera algún fragmento de su extenso poema Venus and Adonis. Por supuesto, que la incomprensión del lenguaje poético no impide al lector disfrutar un poema como un hecho estético del mismo modo que el desconocimiento de los fenómenos físicos que interactúan detrás de la belleza rojiza de los atardeceres no imposibilita que cualquier observador se deleite con una puesta de sol. Excepto que sean científicos, la mayoría de los turistas que contratan un crucero ártico para observar una aurora boreal desconoce los datos científicos que explican este fenómeno luminoso, pero eso no les impide disfrutar de su espectáculo. Contemplar un cuadro o una escultura, leer un poema, escuchar música, lo mismo que un bello paisaje o un fenómeno natural como los anteriormente descritos, produce un goce estético que es independiente de su comprensión. Como bien dice Octavio Paz, en El Arco y la Lira (1956): “Casi siempre la lectura se presenta como la revelación de algo ajeno a la poesía propiamente dicha. Los pocos contemporáneos de San Juan de la Cruz que leyeron sus poemas, atendieron más bien a su valor ejemplar que a su fascinante hermosura. Muchos de los paisajes que admiramos en Quevedo dejaban fríos a los lectores del siglo XVII, en tanto que otras cosas que nos repelen o aburren constituían para ellos los encantos de la obra. Sólo por un esfuerzo de comprensión histórica adivinamos la función poética de las enumeraciones históricas en las Coplas de Manrique. Al mismo tiempo, nos conmueven, acaso más hondamente que a sus contemporáneos, las alusiones a su tiempo y al pasado inmediato”. Y un poco más abajo, Paz remata su desarrollo con esta afirmación: “Cada lector busca algo en el poema. Y no es insólito que lo encuentre: ya lo llevaba dentro”. Cada lector encuentra en un poema aquello que ya estaba dentro de sí mismo, vale decir, que toda lectura nos revela algo de nosotros mismos. Por esta razón, me parece más importante que su comprensión, aquello que un poema nos revela. Y si lo que nos revela un poema es solo aquello que está interiorizado en cada uno de nosotros, esto significa que cada recepción lectora de ese poema será un proceso único e intransferible. ¿Cuál es tu reflexión al respecto? Como lector de poesía ¿qué buscas o esperas encontrar en un poema? Como autor de poesía, ¿Qué esperas que tus lectores busquen o encuentren en tus poemas?

 

CB | No tengo noticias de poetas comprendidos por sus contemporáneos. Como ejemplo algo que relata Jean Cocteau: Erik Satie, viejo honfleurés, me contó la siguiente historia: Cierto día, en 1869, el padre Alphonse Allais pensó que sería conveniente erigir un pequeño busto a Baudelaire en una hornacina de la casa del general Aupick. Tras dos meses, el consejo municipal examina la proposición. ¿Baudelaire? ¿El hijo de madame Aupick? Un momento… Madame Aupick… ¿la vecina de monsieur Bahon? Sí. Qué buen hombre es monsieur Bahon”… Etc… Caballeros, caballeros, dice entonces monsieur Allais, volvamos a nuestro busto. - ¿Qué desea usted? – exclamó el presidente-, ¡no podemos, al fin y al cabo, levantar un busto a todos los hijos de madame Aupick. “¿Qué espero encontrar en un poema? Lo imprevisto, eso al que no atino a darle un nombre y me sorprende, hiere, golpea. Un poema que no se agota a la primera lectura, ni a la segunda, ni a la enésima. Un poema capaz de desnudarme y descalzarme, de arrancarme de la silla y dejarme solo a la intemperie. Sí, es posible que esto que aguardo de un poema sea aquello que necesito, ansío, anhelo, para no caer en lo obvio, repetido, vacío. En cuanto a mis lectores, espero que lean mis poemas al menos con indulgencia. Que sepan que en cada poema me derramo por entero. Lo dice Quasimodo: …Queda el pudor de escribir versos/de diario o de lanzar un grito al vacío/o en el corazón increíble que lucha/todavía con su tiempo desplomado. [10]


NOTAS

1. Véase REVAGLIATTI, Rolando: “Carlos Barbarito: ‘¿Qué sería de mí si no insistiera?’” en Cultura, Diario NCO [Noticias Con objetividad]: https://diario-nco.com/cultura/carlos-barbarito-que-seria-de-mi-si-no-insistiera/?

2. Véase CARROLL, Lewis: La caza del Snark, carta a las niñas Lowrie (18 de agosto de 1884).

3. Conferencia pronunciada en la B.B.C., 29 de abril de 1937.

4. Sobre la desnudez en la Biblia: www.biblia.work/diccionarios/desnudez/

5. Hai dato il mio nome ad un albero? Non è poco

pure non mi rassegno a restar ombra, o tronco

di un abbandono nel suburbio. Io il tuo

l’ho dato a un fiume, a un lungo incendio, al crudo

gioco della mia sorte, alla fiducia

sovrumana con cui parlasti al rospo

uscito dalla fogna, senza orrore o pietà

o tripudio, al respiro di quel forte

e morbido tuo labbro che riesce,

nominando, a creare; rospo fiore erba scoglio –

quercia pronta a spiegarsi su di noi

quando la pioggia spollina i carnosi

petali del trifoglio e il fuoco cresce.

6. BORGES, Jorge Luis (1983): “Prólogo” a Manual de zoología fantástica, México: F.C.E., Breviarios.

7. Véase COBO BORDA, Javier (1973): La poesía de Álvaro Mutis. Barcelona: Barral Editores.

8. Véase COCTEAU, Jean (2017): Secretos de belleza, Buenos Aires: Leteo. Traducción de Christian Kupchik.

9. Apollinaire, 1954.

10. Traducción de Carlo Frabetti.

 




LUIS ALBERTO VITTOR (Argentina, 1954). Artista plástico y ensayista, especializado en temas de filosofía bíblica, semántica filosófica y hermenéutica teológica. Sus áreas de especialización incluyen la literatura medieval, el simbolismo religioso y la filosofía de las religiones orientales, particularmente en relación con el Islam, Oriente Medio, Asia y Extremo Oriente. Director del Centro Mullā Sadrā de Investigación y Documentación Islámica y del Centro Editorial de Textos Islámicos Digitales. Como editor de libros de texto, también fue Director de Colecciones de la Editora Fraterna de Buenos Aires de 1989 a 1991; Director Literario del Suplemento Cultural Letras e Ideas de 1990 a 1992; Director de la Revista de Estudios Orientales, Atma-Jñana, de 1989 a 1992. Como periodista cultural, ha publicado numerosos artículos y ensayos sobre literatura, pensamiento, arte, cultura y espiritualidad islámica. Actualmente es Director editorial na empresa Analecta Literaria.




SÉRVULO ESMERALDO (Brasil, 1929-2017). Escultor, grabador y dibujante, Sérvulo Esmeraldo se inició profesionalmente en Fortaleza, a finales de los años 1940, en los talleres libres de SCAP – Sociedade Cearense de Artes Plásticas. Trasladado a São Paulo en 1951 para estudiar arquitectura, se sintió atraído por la efervescencia de la 1ª Bienal y su revolución artístico-cultural. Su exposición realizada en el MAM (SP), en 1957, le acreditó para un año de estudios en París, becado por el gobierno francés. Una temporada que se saldó con una estancia de más de veinte años. Y en el desarrollo de una obra plural y con muchas vertientes. En París, asistió a los talleres de Litografía de la École Nationale des Beaux-Arts y de Grabado en metal de Johnny Friedlaender, dedicándose en gran medida a este último, habiendo realizado incluso grabados a partir de gouaches y pinturas para Serge Poliakoff. Poseedor de una considerable obra grabada, editada y distribuida por importantes editoriales europeas, a mediados de los años 1960, Esmeraldo estaba decidido a no dedicarse exclusivamente al grabado. Estaba interesado en poner en práctica sus proyectos cinéticos. De la misma época datan las esculturas de plexiglás en blanco y negro, cuyo interés es la topología del volumen. Inició su regreso a Brasil en 1977, trabajando en proyectos de arte público que incluían esculturas monumentales en el paisaje urbano de Fortaleza, ciudad donde estableció su estudio en 1979. Fue creador y curador de la I y II Exposición Internacional de Arte Efímero. Esculturas (Fortaleza, 1986 y 1991). Con importantes exposiciones realizadas y participación en salones, bienales y otras exposiciones colectivas en Europa y América, su obra está representada en los principales museos del país y en colecciones públicas y privadas de Brasil y del exterior. Artista invitado en esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 

 


Agulha Revista de Cultura

Número 249 | março de 2024

Artista convidado: Sérvulo Esmeraldo (Brasil, 1929-2017)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

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