El extranjero
es alguien que vive siempre en un lugar impredecible o que simplemente se encuentra
fuera de lugar. El lenguaje es una manifestación formidable de lo extranjero que
buscamos dentro de nosotros mismos. Cuando escribimos un poema, la divinidad responsable
de la mutación del lenguaje nos devuelve a una parte de la existencia que pensábamos
que ya no nos pertenecía. Quizás podamos hablar de un espíritu orientado a presentarnos
mundos distintos de aquellos que la memoria nos anima a revelar. Nos resulta difícil
creer en la insuficiencia de la eternidad, porque ella puede limitar la identidad
del tiempo. El torbellino de la escritura es a veces una saga despiadada que nos
hace poner en escena símbolos irregulares, sombras indefinidas, imágenes simultáneas.
En algún lugar de la creación nos espera un personaje que nos distrae de la similitud.
Drama, comedia, tragedia – hay una tensión emocional que elude los elementos arrastrados
por la trama. Aun así, no dejamos de crear. En los más diversos planos de existencia
evocamos las más terribles contradicciones. Como si los opuestos fueran equivalentes.
Siempre creamos un mundo adversario. La fiebre iniciática del extranjero. Las formas
desiguales que seducen al reparto de todo el botín. El duelo irreparable entre el
oro y el excremento, el otro y la ilusión del ser.
El lenguaje
que utiliza la poesía es ajeno al habla común de la gente. No es un acto superficial,
no tiene nada que ver con el trabajo rutinario de todos aquellos ciudadanos que
ingresan y salen del festín de las vanidades. Donde reina la soledad, el vino agrio,
el humo espeso, la sangre caliente, es donde se sobrecoge el alma rota del poeta.
Sabe que debe buscar sentido a las palabras, quitarles la grandiosidad religiosa,
dejarlas desnudas al filo de la noche bajo una lluvia fría. Y en cada gota que cae
sobre la página en blanco absorber el placer sensorial de la magia. Así, de pronto,
se revela lo bello, lo secreto, lo inalcanzable. La lámpara de Aladino alumbra la
blancura del papel y la negritud de la palabra. Los signos adquieren un valor inusitado,
repercuten en el silencio del poema. Allí distingue el hablante que su escritura
no se identifica con su forma de pensar, ni sus deseos de decir algo diferente.
Hay otros sonidos, otras articulaciones de palabras. Y después de haber desandado
por un túnel infectado de dudas y fantasmas, el poeta ya no recurre al esfuerzo
de expresar lo vívido, porque quien habla ahora por él es la resultante de esa experiencia
alucinante con el lenguaje: su escritura comienza a brotar como el aullido de un
lobo en medio del bosque.
En el momento en que decidí suicidarme
me pregunté cuál sería la mejor manera. De hecho, no existe una muerte hermosa.
Incluso aplicada a la vida, la belleza siempre será cuestionable. Al escribir estas primeras líneas de su novela,
el autor vuelve a pensar en el lenguaje perdido en el que los símbolos tenían un
valor distinto de los tallados por la moral o la ley. Baudelaire decía que, al contemplar
el mar, un hombre libre contemplaba su propia alma. Las metamorfosis de la mirada
contienen en su interior algunos de los espejos más transfigurados de este lenguaje
oculto. Crear equivale a atribuir secretos a las apariencias. El hombre desconoce
sus grandezas más íntimas, aquellas que le permiten identificar lo vivido o lo soñado
en las páginas leídas como una mística de correspondencias. La lectura es una fuente
real de dobles sentidos del mundo. Somos lo que imaginamos y lo que experimentamos
con cada uno de nuestros sentidos. Incluso el ojo ciego puede desenmascarar los
trucos de la belleza. Las recompensas prometidas por la moralidad son falsas. Las
leyendas están más allá del alcance de las leyes. No hay mayor eficacia en el mundo
que la de una imagen fascinante: Vi tres conejitos
en la luna que comían ciruelas y bebían demasiado vino – algunos niños todavía
cantan esta canción. La tradición mantiene una puerta abierta para quienes saben
soñar.
Ella me hizo jurar que nunca renunciaría
a una perenne construcción de paradojas. No olvides las migajas de pensamiento que
quedan en el suelo a lo largo del camino. Era necesario escuchar la voz lúgubre del
silencio dejando escapar cuánto necesitaba protección. ¿Existe realmente una coincidencia
de opuestos? Es verdad que lo que somos siempre está buscando algo más. Nuestros
sueños resultan ser el contenedor de otra materia prima del deseo. En su combinación,
el dolor esconde conflictos invisibles, exilios superados, la inmensa sala de evidencias
del misterio. Los dolores con sus láminas de colores luminosos preparan el itinerario
espiritual de espejos retocados. Todo ello como si aún fuera posible volver al presente.
Como si la historia estuviera amenazada con dejar de existir. Como si un simple
romance pudiera significar el fin del mundo. Ella me mantuvo prisionero en sus sentencias y me obligó a distinguir entre
hábitos e impulsos. El creador acaba soplando en la oreja de los personajes
las características infatigables de sus metáforas. Enséñales a cada uno la seducción
de la escritura, para que la realidad se nutra con la celestial harina de la ambivalencia.
Leemos lo que vivimos, vivimos lo que leemos.
He aquí otro enigma, en la predicación del disparate. Ella me hace creer que soy una sucesión de desamparos conservados en la
mirada de las distintas bestias de mi insomnio. El poder de la vida es la contraseña
para la levitación de los árboles. Lo único que queda a los estereotipos es la lealtad
del bosque petrificado.
El poeta
no hace malabarismo con las palabras con intención de divertir al receptor de las
mismas. De solo estar con ellas aprende a contemplarlas, a descubrir su origen,
abrirles un hueco en medio del roquedal. Y les habla de su vida, sus emociones,
sus miedos. Sabe que los sentimientos nunca son puros, pero es la condición más
genuina que posee. Trabaja en distintas maneras de expresarlos: ¿Alguien conoce el odio por no saberse amado?,
se pregunta desde la perplejidad y las palabras exploran y buscan la respuesta en
una urdimbre de sensaciones; ¿La muerte es
más poderosa que un dios?, inquiere, abstraído por la dudosa existencia de la
eternidad, y las palabras implosionan. Surgen más elucubraciones extravagantes,
porque la noche de la invención jamás termina, aunque la llama expiatoria se apague.
De pronto percibe la sangre de un verso corriendo por las venas de la inspiración
y lo conmueve. Las palabras se agitan, gritan, muerden la página y por fin se acomodan
sobre las sábanas del poema como sensuales hechiceras. Es un proceso perverso, enfermizo
y profundamente reflexivo. Esto ocurre porque existe un espacio sensorial que une
la locura del creador con la supuesta ecuanimidad de su lector. Nada será en vano.
Lo escrito será leído y lo leído redundará en nuevas escrituras. Porque siempre
habrá dos orillas para que el río del saber siga su curso, aún entre bosques petrificados,
pedregales, ciénagas y murallas de espinas. El lenguaje acertó su dardo en el vientre
de la ignorancia. Tal vez el mundo se anime a pensar otros alumbramientos.
CÉSAR BISSO (Argentina, 1952). Poeta y ensayista. Ha publicado los siguientes libros: La agonía del silencio; El límite de los días; El otro río; A pesar de nosotros; Contramuros; Isla adentro (Primer premio de poesía José Pedroni); De lluvias y regresos; Las trazas del agua (antología); Permanencia; Coronda (antología); Cabeza de Medusa (ensayo); Un niño en la orilla (Segundo premio municipal de poesía Ciudad de Buenos Aires); Andares; La jornada (Tercer premio Fundación Argentina para la Poesía); De abajo mira el cielo. Fue invitado a participar en diferentes ediciones de ferias de libros, festivales de poesía y encuentros culturales realizados en ciudades de Argentina, América Latina y Europa. Algunos de sus escritos han sido incluidos en diversas antologías publicadas en el país y en el extranjero; otros textos fueron traducidos al inglés, portugués, francés, alemán, italiano y árabe. Este ensayo fue escrito al alimón con Floriano Martins, en una sesión automática.
FLORIANO MARTINS (Fortaleza, 1957). Poeta, editor, dramaturgo, ensaísta, artista plástico e tradutor. Criou em 1999 a Agulha Revista de Cultura. Coordenou (2005-2010) a coleção “Ponte Velha” de autores portugueses da Escrituras Editora (São Paulo). Curador do projeto “Atlas Lírico da América Hispânica”, da revista Acrobata. Esteve presente em festivais de poesia realizados em países como Bolívia, Chile, Colômbia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Equador, Espanha, México, Nicarágua, Panamá, Portugal e Venezuela. Curador da Bienal Internacional do Livro do Ceará (Brasil, 2008), e membro do júri do Prêmio Casa das Américas (Cuba, 2009), foi professor convidado da Universidade de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos, 2010). Tradutor de livros de César Moro, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Vicente Huidobro, Hans Arp, Juan Calzadilla, Enrique Molina, Jorge Luis Borges, Aldo Pellegrini e Pablo Antonio Cuadra. Criador e integrante da “Rede de Aproximações Líricas”. Entre seus livros mais recentes se destacam Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad (ensaio, México, 2015), O iluminismo é uma baleia (teatro, Brasil, em parceria com Zuca Sardan, 2016), Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Chile, 2022) e Sombras no jardim (prosa poética, Brasil, 2023).
JAROSLAV ŠERÝCH (República Tcheca, 1928-2014). Estudou na Escola Superior da Indústria da Arte em Jablonec nad Nisou, na Escola de Artes Aplicadas de Turnov e na Academia de Belas Artes de Praga. Dedicou-se à gráfica livre, pintura, mosaicos, criação de livros, ilustrações, bibliofilia e também criou placas de cobre em relevo. Na década de 1960, ele aderiu à abstração expressiva. Logo que a deixou, voltou a acreditar na nitidez da forma e do enredo da obra. Trabalha atualmente com uma metáfora artística cujo ponto de partida reside em uma ampla gama de imagens firmemente apoiadas na liberdade criativa. Em seus desenhos, pinturas e obra gráfica, compõe imagens simbólicas baseadas nos princípios da ética cristã, cuja ideia é a superfície combinada da humildade humana, da empatia e da crença na persistência da esperança. Do ponto de vista do método criativo, é a soma da linha sensível do desenho, da morfologia dinâmica e da cor enfatizada. As obras apresentam uma estilização figurativa descontraída, de forma alongada, e possuem uma estrutura visual distinta.
Agulha Revista de Cultura
Número 251 | maio de 2024
Artista convidado: Jaroslav Šerých (República Tcheca, 1928-2014)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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