El libro que hoy nos reúne, comienza con una afirmación que adelanta el espíritu
del poeta, un hombre que ha muerto tantas veces tiene claro que la vida es un
espejismo. Y, basada en eso, me pregunto si al “ejercicio” al que se refiere
Harold en el título no es sino al ejercicio de la propia vida, a la que se enfrenta
una y otra vez en sus constantes resucitaciones.
Leer este cuaderno es adentrarse en la madrugada, en el recogimiento de la noche,
momento que el poeta elige para el reencuentro consigo mismo, con la única compañía
del poema, o la sospecha de éste. El insomnio como un puente, un umbral por el que
lo onírico toma formas reales, por el que los versos pasan […] al otro
lado de la guerra. “Ejercicios de escritura” es una búsqueda, con la certeza
y la creencia de que siempre hay un lugar para el refugio, una calle donde
ocultar la voz. Un diario, donde recoger las batallas. Regresa en él la tendencia
del poeta a humanizar especies del género animal y de autodefinirse como uno de
ellos, un lobo al acecho del día, un pelícano de espaldas al mar.
Máscaras tras las que se oculta un hombre común frente a su fragilidad.
El poeta es un observador, un ser que se vuelve uno con su entorno; con la naturaleza,
con los elementos, con la ciudad; uno con la ola que lo envuelve en ese malecón
al que regresa, frente a un mar que contempla desde la banca de Neptuno.
Hay en sus versos una nostalgia sobrecogedora, la remembranza de un tiempo, de una
lluvia que no cesa, que corre por las páginas y trae la infancia de vuelta, al padre
y a la madre, que lo cobijan, empujan y sostienen, mi padre al filo de la carretera
con los brazos abiertos, bajo una lluvia que no sólo ocurre afuera, sobre la
catedral, sobre las cúpulas, sino también adentro.
Y así como el libro comienza anunciándonos sus muertes sucesivas, nos lleva
a su fin con el soneto titulado “Lenguaje”, donde nos afirma: yo debo ser un
muerto en el paisaje, una oración leyéndose en la guerra, el estoico que
empuña su mensaje. En éstas páginas observaremos símbolos que nos ayudan a desentrañar
el universo del autor y sus imaginarios. Hay un cóndor que dibuja la patria,
un cuervo que, sabe de qué está hecho el precipicio, un hombre
hablándole a los árboles. Vértigos y abismos, síntomas de la caída, el temor
al silencio. Es por eso que el poeta escribe, porque los años caen sobre nuestras
palabras, se apropian de ellas, borran la fuga del relámpago. Y lo hace
contra todo pronóstico, al otro lado de la destrucción, para consumirse
en la metáfora, porque no hay luz al final del túnel, sólo una bestia tragándose
a otra bestia.
LIZETTE ESPINOSA (La Habana, Cuba, 1969). Ha publicado los volúmenes de poesía Donde se quiebra la luz (2015), Por la ruta del agua (2017), Lumbre (2018), Humo (2019), Ábaco (2020) y Como quien nada tema (2023). Textos suyos aparecen en las antologías: Poesía en Paralelo 0 (2016), The multilingual Anthology (2017), Crear en femenino (2017), Aquí (Ellas) en Miami (2018), Nubes. Poesía hispanoamericana (2019), Escritorxs salvajes:37 (2019), La primera línea. Poesía Iberoamericana (2020), Asintomática (2021), entre otros. Desde el año 2003 reside en Miami donde se dedica profesionalmente al diseño de Ingeniería y Agrimensura.
Agulha Revista de Cultura
Número 252 | junho de 2024
Artista convidada: Ilca Barcellos (Brasil, 1955)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
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