En el caso del
adiós de César Moro al surrealismo conviene detenernos un poco. André Coyné
expresamente señala que, en 1944, después
de la publicación de un nuevo número de VVV, revista que André Breton (en el exilio) publica en Nueva York, Moro escribió
una nota aclaratoria que advertía cierta pérdida de lucidez del père noir de los
surrealistas, errores de Breton, oportunismo
de algunos artículos y, no obstante recuerdos comunes, ratificaba su desacuerdo
y su ruptura. [1] En
lo personal, tengo reservas respecto al grado y sentido de esa pretendida ruptura.
En el año en
que se menciona la ruptura de César Moro
con el surrealismo, éste traduce el artículo “El mensaje del escritor”, de Víctor
Serge. Al final de la traducción escribe una “Nota del traductor”, donde reconociendo
su atrevimiento –extralimitándome quizás–,
expresa su desacuerdo con algunas de las opiniones de Serge. En especial, hay una afirmación del novelista
que choca a Moro: La escritura automática,
según Serge, no ha producido más que algunos poemas curiosos: nada más. La reducción de la experiencia
escritural surrealista a mera curiosidad le parece a una idea prejuiciada o, por
lo menos, insuficiente. Aprovecha César Moro entonces para hacer su propio balance de los frutos literarios del surrealismo:
La elaboración de Breton opera a partir de un postulado
automático; no corrige el automatismo, más bien lo fija y lo agudiza. Le
grand jeu, de Péret, libro más que curioso,
y cuya importancia irá afirmándose con el tiempo; los mejores libros de Éluard;
los magníficos poemas de René Char en L’Action de la justice est éteinte, en Le marteau sans maître; la mejor época de Tristan Tzara, no pueden
clasificarse ni pudieron producirse fuera del fecundo, irreparable y peligroso automatismo.
Si en nombre de la escritura automática se han cometido poemas mediocres no quiere
decir esto que la inmensa mayoría de versificadores nauseabundos no hayan escrito
y no escriban en verso medido, meditado y nada automático. [2]
Mientras que
Charles Givors pregonaba desde 1943, en las páginas de Dyn, la crisis del pure automatism
y lo definía como una incantatory technique,
and not creative expression, [3] César
Moro defiende su fertilidad, a pesar de sus riesgos y peligros. En su comentario
a Víctor Serge, el peruano enfatiza su balance personal, su recuento de autores
y libros predilectos (omitiendo, con modestia, sus propios poemarios, que bien podrían
ser parte de esa lista memorable), más que en trazar rupturas o adioses definitivos.
Como expresión
de la voluntad del autor la reseña de
Arcano 17 es de una importancia central para entender el sentido de las objeciones
de César Moro a André Breton y su posición en una época de crisis del surrealismo.
La crítica de aquél parte de un disgusto por la retórica, el oficio visible y el
preciosismo que exhibe el libro de Breton. La premisa rimbaudiana de cambiar al
hombre, rehacer enteramente el entendimiento
humano, no le parece para nada lograda en el más reciente libro de Breton. Incluso
se extraña ante el estilo oscuro (que el mismo estaba practicando en Pierre
de Soleils, uno de sus tantos poemarios inéditos) la recreación del mito de
Melusina o la alusión al Tarot y a la alquimia en Arcano 17 le parecen una
especie de fuga del tiempo contemporáneo: 1945 nos parece proponer otras preguntas, otras respuestas que las de la
femme-enfant o las reminiscencias de la kábala o de las Noces chimiques. [4]
Es evidente que
en el plano moral el líder del surrealismo tenía su talón de Aquiles. Moro tiene
presente la moralina que exhibía Breton desde sus tempranas opiniones en “Recherches
de la sexualité”, publicadas en el penúltimo
número de La Révolution Surreáliste (1928). En esas encuestas el poeta francés hacía
alarde de chauvinismo. Insupportable.
J’ai horreur des langues étrangères, [9] contesta Breton a la pregunta de si es agradable o no hacer el amor
con una femme qui ne parlant pas français.
Y también hacía alarde de conservadurismo al valorar la homosexualidad, casi
en términos de Sigmund Freud, como un déficit
mental et moral qui tend à s’ériger en système. [10]
Quizás ilustre
comparar las objeciones de César Moro con las que hace otro surrealista emigrado,
su amigo el pintor Wolfgang Paalen, quien, unos pocos años antes escribió en Dyn
un célebre “Farewell au surréalisme”. El pintor austriaco reconoce la fertilidad
poética del surrealismo en su etapa de movimiento heroico, que tenía en la ruptura
su sentido más profundo. También reconoce su deuda con un movimiento pictórico y poético
que intentaba romper la dualidad entre la pintura y la poesía, entre el arte y la
vida: Dans le surréalisme seulement je trouvais
l’expérience entièrement vécue, l’héroïque essai d’une synthèse intégrale qui n’admettait
plus de séparation arbitraire entre l’expression plastique et la poésie, entre la
poésie et la vie. Là se jouait le grand jeu sans réserves, là seulement l’art reprenait
couleur de vie et la vie quotidienne devenait l’art suprême. [11]
Tanto César Moro
como Wolfgang Paalen son sensibles a la crisis de la modernidad y, en especial,
a la del surrealismo que modeló por muchos años su estética y su militancia artística.
Los ismos se encuentran en una dispersión progresiva, dice Paalen; y Moro
ve diluirse el espíritu grupal cuando advierte las caras novísimas que se incorporan más por arribismo que por concordancia
de estética e ideas. Pero la de Paalen es una verdadera ruptura teórica, estética,
con un movimiento que se adhería a lo que llama certaines conceptions trop simplistes de Hegel et de Marx, mientras
que la de Moro es una polémica sobre la retorización del estilo y la concepción
moral, no del movimiento sino de su líder, André Breton.
Las de Moro son
objeciones hacia un movimiento que entraba en su fase de canonización, culminación
de un largo proceso de asimilación y retorización. Sin embargo, el poeta peruano
parece más bien sufrir el drama del devoto, del fiel a una religión a la cual ve
separarse de sus formas y ritos iniciales. Más surrealista que Breton, más papista
que el Papa, Moro expresa sus reservas sobre el último surrealismo. Sin embargo,
aun en la crisis y en el germen del cisma, lo que pide Moro no es un abandono de
la causa, sino una rectificación: si el autor
rectifica, enriquece su disponibilidad frente a la vida, frente al amor, esencias
de todo conocimiento tangible. [12]
Pero no hay en él una verdadera ruptura con el surrealismo, sino una crisis interna
que vive como el devoto que ve a su iglesia amenazada. El suyo es un llamado a la
restitución de una doctrina, más que la pérdida de fe en su religión. Si no, véase
cómo en el momento más álgido de la crisis reconoce su deuda con el surrealismo:
Sabemos lo que debemos al surrealismo, sabemos
aún que nuestra expresión en el terreno poético le debe más que mucho al surrealismo. [13]
NOTAS
1. André Coyné, César Moro,
op. cit.
2. César Moro, “Nota del traductor”,
El Hijo Pródigo, 21 (1944).
3. Charles Givors, “Exil. Fata
Morgana. Sur, Buenos Aires. VVV. New York, N.Y.”, Dyn,
4-5 (1943).
4. César Moro, “André Breton, Arcane 17”, en Los anteojos de azufre, op. cit.
5. Sin considerar ese elemento
de la sexualidad de Moro, no se puede entender
cabalmente su poesía amorosa. David Sobrevilla, “Surrealismo, homosexualidad
y poesía. El caso de César Moro”, en Avatares del surrealismo en el Perú,
Institut Français d’Études Andines – Pontificia Universidad Católica, Lima, 1992.
6. Citado por César Moro en
“André Breton, Arcane 17”, en El Hijo
Pródigo, art. cit.
7. Con relación al mito platónico
en la poesía de Moro, Yolanda Westphalen dice: Se añora a la otra mitad, que de acuerdo al mito del andrógino (el ser descomunal
partido en dos por Zeus), explica la sensación de plenitud que da la unión amorosa.
Yolanda Westphalen, César Moro. La poética del ritual y la escritura mítica de
la modernidad, op. cit.
8. Maurice de Gandillac, “Approches
platoniciennes et platonisantes du mythe de l’androgyne originel”, Cahiers de l’Hermétisme (L’androgyne
dans la littérature), Albin
Michel, París, 1990.
9. André Breton, Pierre Naville
et al., “Recherches sur la sexualité”,
en La Révolution Surréaliste, 11 (1928).
En la discusión participan Breton, Tanguy, Queneau, Prévert, Pierre Naville, Morise
y Unik.
10. Ibid.
11. Wolfgang Paalen, “Farewell
au surréalisme”, art. cit.
12. César Moro, “André Breton, Arcane
17 », en Los anteojos de azufre, op. cit.
13. César Moro, “Reseña de VVV” (circa 1944),
en Los Anteojos de azufre, op. cit.
RICARDO ECHÁVARRI (México, 1958) Poeta, ensayista, investigador y traductor. Doctor en Letras. Ha enseñado Literatura en varias universidades y fue instructor de Lenguas Romances en Harvard. Dirige el Centro de Estudios Surrealistas en la Ciudad de México y ha escrito César Moro en México, los versos de un voluntario inadaptado (tesis en El Colegio de México) y Surrealismo / México. En la editorial Pleno Margen ha difundido la poesía de Antonin Artaud, Leonora Carrington, Arthur Cravan, Edward James, Wolfgan Paalen, autores de raigambre surrealista. Integra el volumen Barajar la poesía, Surrealismo en Latinoamérica, Alfonso Peña, UAEM, México, 2019.
ANTONIA EIRIZ (Cuba, 1929-1995). Se graduó de la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro en 1957. Participó en la II Bienal Interamericana de México en 1960 y en la VI Bienal de Sao Paulo en 1961, donde su obra recibió una mención honorífica. De 1962 a 1969 impartió clases en la Escuela de Instructores de Arte y en la Escuela Nacional de Arte, ambas en La Habana. En 1963 ganó el Primer Premio en la Exposición de La Habana, organizada por la Casa de las Américas. Al año siguiente, la Galería Habana presentó su importante exposición “Pintura/Ensamblajes”. En 1966 expuso su obra junto a Raúl Martínez en la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México, y un año después en el 23 Salón de Mayo en París, Francia. Eiriz tenía una forma muy particular de captar su entorno, optando por retratar las situaciones más dramáticas y grotescas de la condición humana, lo que provocó que su obra fuera incomprendida por el gobierno revolucionario, lo que la llevó a jubilarse anticipadamente. A finales de los años sesenta abandonó la pintura y se dedicó a la promoción de formas de arte popular, transformando su casa en un taller donde enseñaba técnicas como el papel maché y los trabajos textiles a la comunidad local. En 1989 recibió la Orden Félix Varela del Consejo de Estado de Cuba, la más alta distinción del país en el ámbito cultural. En 1991 se realizó una exposición de su obra titulada “Reencuentro” en la Galería Galiano de La Habana y en 1994 recibió una beca de la Fundación John Simon Guggenheim. Después de su muerte en 1995, el Museo de Arte de Fort Lauderdale organizó una retrospectiva de su obra: “Antonia Eiriz: Tributo a una leyenda”. Ahora ella es nuestra artista invitada, en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 255 | setembro de 2024
Artista convidada: Antonia Eiriz (Cuba, 1929-1995)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário