Este colectivo de
poetas, escritores, artistas y filósofos inició sus actividades en 1961, en una
época de potencial revolucionario y desencanto, caracterizado por la consolidación
de la democracia venezolana, la revolución cubana y la erupción de la violencia
guerrillera. Fue una época paradójica y explosiva, lo mismo que los jóvenes del
Techo, quienes reaccionaron ante el statu quo modernista y capitalista con
una actitud profundamente irreverente, expresada sobre todo en sus importantes contribuciones
a la poesía. No se puede limitar el impacto del Techo a lo literario. Más bien hay
que considerar a los poetas del Techo de la Ballena como miembros de un campo cultural
más amplio, cuyos esfuerzos abarcaron exposiciones del informalismo, simposios públicos,
manifestaciones políticas, obras de crítica literaria y artística, y documentales.
La literatura no tenía límites, sino que fue parte de un programa multidisciplinario
que unió la palabra con la imagen en un espíritu radical, sintetizado por el lema
surrealista: cambiar la vida, transformar
la sociedad.
Los
poetas del Techo de la Ballena reúne los textos claves de este
grupo insurgente, como órgano colectivo y acumulación de voces distintas. Incluye
obras escritas por diez balleneros ‒Caupolicán
Ovalles, Juan Calzadilla, Rodolfo Izaguirre, Edmundo Aray, Adriano González León,
Carlos Contramaestre, Salvador Garmendia, Francisco Pérez Perdomo, Efraín Hurtado
y Dámaso Ogaz‒ al lado de algunos poemarios íntegros.
No es una antología completa de la obra literaria
del Techo, sino una colección de textos excepcionales que desafía las fronteras
entre la poesía, la crítica, el cuento y el teatro. En suma, es testimonio de la
potencia y el vigor de la vanguardia venezolana en la década de los 60.
Surgió El Techo de
las cenizas del grupo literario Sardio, que se formó en 1957 en oposición a la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez. Su comité de redacción incluyó a Adriano González León
y a Rodolfo Izaguirre, ambos representados en este volumen, que incluía los nombres
de Caupolicán Ovalles, Francisco Pérez Perdomo y Carlos Contramaestre. Sardio
publicó ocho números de una revista epónima entre 1958 y 1961, que ha dejado
un legado de eclecticismo intelectual y literario integrado por una variedad de
textos diversos. El poema “La enlutada”, de Rodolfo Izaguirre, fue incluido en el
segundo número aparecido justamente en 1958, año del restablecimiento de la democracia,
y recrea, en un tono lírico, una historia de pérdida y muerte, y aunque diverge
del enfoque de la crítica del arte que es representada por ejemplos posteriores
como “Cabezas filosóficas”, sobre la pintura de Gabriel Morera, demuestra interés
por un lenguaje evocador que se extiende desde la palabra hasta la tela. De esta
manera, Sardio fue el crisol en que se forjó «el espíritu vengativo de la ballena»,
como declaró Izaguirre.
Sardio se desintegró
como resulto del faccionalismo político después del éxito de Fidel Castro en Cuba,
en 1959. El sector más radical de Sardio constituyó el núcleo de un nuevo colectivo
dedicado a romper la modernidad venezolana de una manera tan polémica como ecléctica.
El origen del Techo ya ha pasado al mito. Una noche, en la plaza Sexmeros de Salamanca,
Carlos Contramaestre y Caupolicán Ovalles, junto con Alfonso Montilla, encontraron
una inscripción donde se leía: En esta esquina
mataron a un hombre, rueguen a Dios por él. La respuesta de los jóvenes ebrios
consistió en un canto:
Los pájaros, los pájaros
fornican en la Catedral,
lanzan sus plumas contra el viento.
Los pájaros, los pájaros
fornican en la Catedral.
En este momento,
irreverente y blasfemo, nació El Techo de la Ballena, cuyo nombre derivó del antiguo
tropo literario escandinavo conocido como kenning, el cual describe un fenómeno
natural a través de una descripción poética indirecta. La frase el techo de la ballena se refiere al mar,
una zona en que viven las ballenas, pero que puede ser traspasada para entrar en
nuevos reinos. Irascibles y ambiciosos, los miembros del grupo se dedicaron a exaltar
este mamífero marino monstruoso. Sus primeros manifiestos adoptaron esta postura,
publicados en el último número de Sardio,
como una salva de apertura de una nueva época. Uno de estos, “El gran magma”, fue
publicado de nuevo, como parte del primer número de la revista ballenera Rayado
sobre el Techo, en marzo de 1961. Además de editar el folleto de la exposición
Para la restitución del magma se organizó una muestra inaugural que presentó
pinturas y esculturas informalistas en un garaje de la Urbanización El Conde, de
Caracas. Aparece “El gran magma” al reverso de un dibujo, grande e informalista,
de una ballena primordial obra del español Ángel Luque, dando forma visual a las
líneas aforísticas del manifiesto: La ballena
es el único prisma válido, es el único prisma que tiene su barbarie. Al lado
del texto aparece el poema “Carta a Ahab”, de Caupolicán Ovalles, que explora el
mismo tema desde un punto de vista absolutamente humano: bajo el aire de la casa que habitamos / quinientas promesas de amor y veinte
derrotas. La ballena, desde el principio, sirve como símbolo de lo profundo,
lo inexpresable, los terrores tediosos de la modernidad.
En mayor medida que
los otros grupos literarios vanguardistas de ese momento, El Techo logró romper
las convenciones sociales y poéticas por su interés en la impureza, la desorganización
y la abyección, en particular respeto a la vida moderna urbana. La ciudad cosmopolita
como arena de la muerte forma el tema del foto-libro Asfalto Infierno,
publicado en 1963 como un proyecto fotográfico del artista y diseñador Daniel
González, pero que sería publicado por El Techo como una narrativa desarticulada
de Adriano González León. Sus estampas lingüísticas en Asfalto Infierno retratan
una Caracas insólita y degradada en la que los habitantes son superados, en número,
por una maquinaria infernal: Ciudad de circulación
celeste, marcada por el neón, invención veloz del concreto pretensado. Y pasan mil
faros más. Mil faros más. Por arriba, por su cabeza, el culo de los automovilistas
sobre su cabeza, mi cabeza cortada por guardafangos…
Pero si los poetas
del Techo tenían enlaces y resonancias con otros movimientos antisistema de esa
época, ante todo respondieron a las condiciones venezolanas por excelencia. La elección
de Rómulo Betancourt como presidente de la república señaló el retorno de la democracia,
pero fue acompañado, poco después, con la inhabilitación del Partido Comunista de
Venezuela y otras facciones izquierdistas, una situación que envenenó el sistema
político a pesar de las reformas de Betancourt. Por otra parte, las frecuentes agresiones
guerrilleras de grupos como las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) contribuyeron
a un sentimiento generalizado de que las ilusiones del progreso enmascararon una
realidad sórdida de la corrupción oficial, cuya cara más seductora tomó la forma
de la riqueza petrolera y la abundancia económica dispareja. Para El Techo, la poesía
ofreció una manera de criticar a las autoridades bajo la pose de experimentación
literaria, pero el polémico poemario ¿Duerme usted, señor presidente? (1962),
de Caupolicán Ovalles, cuestionó cualquier designación del Techo como grupo
estrictamente estético. Publicado aquí en integro, este libro atacó a Betancourt
de manera irreverente y con radical agresividad. Un escándalo cuando fue publicado,
¿Duerme usted, señor presidente? pinchó la ilusión de que la democracia liberal
pudiera constituir una transición ética y completa para la gente del país, una discrepancia
personificada por la figura de Betancourt. Es un registro de un momento incierto
escrito por el furioso “Poeta-Hostias, quinto descendiente de Achab”. Pero la condenación
de Betancourt como un perro que manda
tiene el sentido de ser un insulto que se extendió a otras actividades del Techo.
El año 1962 también fue testigo de la exposición espantosa Homenaje a la necrofilia,
que mostró públicamente algunas pinturas y esculturas de Carlos Contramaestre, compuestas
por huesos y vísceras putrefactos de animales muertos. La instalación de estas obras,
que sería clausurada prematuramente por el Departamento de Salud Pública del Ministerio
de Sanidad, ocasionó la pérdida de la licencia médica de Contramaestre e incluyó
un letrero grande que hizo referencia a este insulto de Ovalles: No se admiten perros.
Contramaestre también
fue prodigioso escritor y crítico, representado aquí por algunos textos, incluyendo
el poemario completo Armando Reverón, el hombre mono, una biografía ficticia
e irreverente del pintor paisajista de Macuto. Así como dos poemas de Cabimas-Zamuro,
publicados el siguiente año como evocación de la vida petrolera en los campos establecidos
por compañías extranjeras durante las primeras décadas del siglo XX. Se multiplican
imágenes de paisajes desolados excepto por las herrumbrosas máquinas y los burdos
gringos:
hombre
electrocutado en las profundidades
tengo
todos los planos de las tuberías muertas
tengo
todos los huesos de los ahogados
uso
a mis hijos de carnada (mis buzos predilectos)
Estas líneas vienen
del poema titular de Cabimas-Zamuro, al que acompaña “El gas-plant saluda
a la metrópoli”, en la misma edición, donde el narrador rechaza violentamente la
cultura norteamericana impuesta que se distingue por sus Sundays, / Sus Sandwiches / Sus Roast-beef. En este poema dice:
me muevo en todas las direcciones de la muerte,
al mismo tiempo que es una denuncia de la petrocultura
venezolana producida por el axioma de sembrar
el petróleo, y una apropiación de la figura de la muerte como destructor del
statu quo.
El crítico uruguayo Ángel Rama calificó a los miembros del grupo como terroristas, no solo por las posiciones de sus partidarios, que eran de franca simpatía y en ocasiones de colaboración explicita con grupos militantes, sino también por sus tácticas derivadas por la guerra de guerrilleras. Aunque es verdad que los logros del Techo dependieron de estrategias como el sigilo, la emboscada y la sorpresa, el registro escrito de los balleneros revela su importancia en cambiar radical y permanentemente el curso de la poesía venezolana. Los poetas del Techo de la Ballena captaron las voces y las experiencias de un país bautizado en petróleo en el momento de transición convulsiva, atacando las costumbres tan sociales como literarias con un ejército de monstruos y muertes, dirigido por el temible símbolo de la ballena. Emitieron un grito generacional discordante, el eco del cual todavía suena en la página.
SEAN NESSELRODE MONCADA (Venezuela). Historiador del arte, la arquitectura y la cultura visual de las Américas. Su investigación se centra en los modernismos visuales y materiales, su implementación desigual en todo el hemisferio y sus controvertidas dimensiones sociales y ecológicas. Es autor de Refined Material: Petroculture and Modernity in Venezuela (University of California Press, 2023), que examina el desarrollo material, espacial y teórico de los modernismos venezolanos a través de la lente de la extracción y el refinamiento del petróleo. Ha publicado sobre temas que incluyen la relación entre el arte y el diseño en la obra de Gego, la política de la abstracción geométrica de mediados de siglo en América del Sur y los legados visuales del colonialismo de asentamiento en el arte contemporáneo. Su libro sobre El Techo de la Ballena es considerado el documento más valioso sobre el tema. Tiene un doctorado en Historia del Arte y Arqueología del Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York. Es profesor asociado de Teoría e Historia del Arte y Diseño en la Escuela de Diseño de Rhode Island, y reside en Lënapehòkink, también conocida como Filadelfia, Pensilvania.
ANTONIA EIRIZ (Cuba, 1929-1995). Se graduó de la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro en 1957. Participó en la II Bienal Interamericana de México en 1960 y en la VI Bienal de Sao Paulo en 1961, donde su obra recibió una mención honorífica. De 1962 a 1969 impartió clases en la Escuela de Instructores de Arte y en la Escuela Nacional de Arte, ambas en La Habana. En 1963 ganó el Primer Premio en la Exposición de La Habana, organizada por la Casa de las Américas. Al año siguiente, la Galería Habana presentó su importante exposición “Pintura/Ensamblajes”. En 1966 expuso su obra junto a Raúl Martínez en la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México, y un año después en el 23 Salón de Mayo en París, Francia. Eiriz tenía una forma muy particular de captar su entorno, optando por retratar las situaciones más dramáticas y grotescas de la condición humana, lo que provocó que su obra fuera incomprendida por el gobierno revolucionario, lo que la llevó a jubilarse anticipadamente. A finales de los años sesenta abandonó la pintura y se dedicó a la promoción de formas de arte popular, transformando su casa en un taller donde enseñaba técnicas como el papel maché y los trabajos textiles a la comunidad local. En 1989 recibió la Orden Félix Varela del Consejo de Estado de Cuba, la más alta distinción del país en el ámbito cultural. En 1991 se realizó una exposición de su obra titulada “Reencuentro” en la Galería Galiano de La Habana y en 1994 recibió una beca de la Fundación John Simon Guggenheim. Después de su muerte en 1995, el Museo de Arte de Fort Lauderdale organizó una retrospectiva de su obra: “Antonia Eiriz: Tributo a una leyenda”. Ahora ella es nuestra artista invitada, en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 255 | setembro de 2024
Artista convidada: Antonia Eiriz (Cuba, 1929-1995)
Editores:
Floriano Martins | floriano.agulha@gmail.com
Elys Regina Zils | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
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