JC | No creo que se pueda entender
el origen de El techo de la ballena sin tener claro la situación política que se
estaba viviendo en Caracas en el momento de la fundación del grupo, a raíz de la
caída del dictador Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Tampoco sin entender
lo que estaba pasando en la cultura y especialmente en las artes plásticas a lo
largo de un período de 10 años durante el cual las vanguardias, con el geometrismo
y el cinetismo a la cabeza y adueñadas como estas estaban de la hegemonía cultural,
generaron un clima intensamente polémico en Caracas y otras ciudades, al entrar
en conflicto con otras tendencias como fueron la figuración la abstracción libre
y el realismo social. A esto vino a sumarse la pugna política generada por la decisión
del nuevo gobierno elegido en 1959 de declarar la guerra a la izquierda e iniciar
la persecución del partido comunista y de otras fuerzas opositoras. El techo nació
así de una conjunción de factores que coincidieron en torno a un momento de la política
en que, por las mismas causas, entraban en escena las guerrillas urbanas y extramuros,
el mismo año en que se creó El techo de la ballena en un bar de la parroquia San
Pedro, en los Chaguaramos, en los predios de la UCV, y como respuesta al descontento
generalizado por las mismas causas políticas en una capa importante de la intelectualidad
venezolana que vio en el giro que tomaba el gobierno una traición al espíritu del
23 de enero, con la manifiesta complicidad de altos estamentos de la cultura oficial.
Tal conflicto, al más alto a nivel político que se vivió por entonces, afectó la
unidad del movimiento intelectual que surgió tras la caída del dictador y una de
cuyas principales expresiones había sido el grupo de signo socialdemócrata conocido
como Sardio, el cual editaba en Caracas, desde 1957, una revista de tendencia moderna
que funcionó como una editorial de apoyo a los jóvenes antes de producirse su división.
Un grupo de éstos se desprendió para fundar El techo de la ballena, en tanto que
la otra parte, minoritaria, permaneció en el ámbito oficial de signo social demócrata.
IP | Entonces el grupo no nació
por voluntad y capricho de unos venezolanos que estudiaban en la Universidad de
Salamanca, sino de una situación mucho más estructural y compleja cuyas causas habría
que remontar a los cambios producidos en la historia de Venezuela lo largo de los
últimos doscientos años.
JC | En otro plano de las ideas,
habría que mencionar entre los inconvenientes que obstaculizaban el desempeño del
grupo, el problema de entendimiento entre los mismos integrantes de El techo de
la ballena para realizar un trabajo de equipo, problema que consistía en que no
fue en principio un grupo generacional, sino un tipo de asociación integrada por
escritores y pintores que procedía de otros grupos o frentes con edades, gustos
y líneas de acción diferentes, y escasamente integrados. De todos ellos, el bloque
central procedía de la revista Sardio y estaba formado por principiantes que venían
de publicar su primer libro en la editorial de la revista, en tanto que otro grupo
lo constituían intelectuales difusos o pintores como Cruxent, Luque, Irazábal, Morera,
que con todo y su afán de integrarse a la actividad de El techo o de participar
en éste, carecían de capacidad en las tomas de decisión del grupo, al punto de llegar
a constituir más un mero apoyo o una alianza eventual que un verdadero frente, que
compartiera siempre intereses comunes, de orden estético o ideológico con la directiva.
Tampoco podría decirse que todos los integrantes de El techo respondieran de la
misma forma a inquietudes intelectuales o políticas. Ni que fueran militantes del
informalismo o que obedecieran a un mismo programa del que formaran parte inextricable.
De todo el grupo, sólo Cruxent, Morera y Fernando Irazábal y más tarde Dámaso Ogaz
parecían estar actualizados respecto al movimiento internacional en arte, en Venezuela
y Europa, al punto de que pudieran presentar un cuerpo de ideas estéticas cónsono
con la propuesta literaria, que por supuesto era más experimental.
IP | Fue iniciativa de ustedes
dos la creación y realización de esta exposición, así como de su secuela en Caracas
con el Salón experimental de septiembre
de 1960. Este tipo de acontecimientos son hitos claros de la escena artística alternativa
de aquellos años, pero sin embargo son episodios difusos. ¿Cómo sucedió su vinculación
con la fundación de El Techo? ¿Qué se llevó de esa experiencia previa a El Techo
y qué se desechó?
JC | Usted lo ha dicho: “una
escena artística alternativa”. De esto se trataba, por agotamiento y cansancio de
las opciones vigentes, incluso a escala mundial, de allí el interés en inscribirnos
en un escenario global: el informalismo, luego del triunfo de Antoni Tapies en la
Bienal de Venecia. Pero no creo, como usted afirma, que la actividad artística en
torno al grupo informalista haya sido difusa. Lo que ocurrió es que no se entendió
bien la propuesta por igual en todos los niveles o grados de integración y en la
toma de decisiones. Gran parte de sus integrantes fue incapaz de comprender que
la acción revolucionaria debía dejar atrás el individualismo e integrarse en un
movimiento nuevo que estaba por nacer, aliado a la política y a la promesa de un
mundo más justo. Sólo miraban lo que sucedía en su patio y a veces ni siquiera en
éste. La cuestión fue entendida sólo después que el movimiento pasó, y especialmente
por los que se aprovechaban de él en su propio beneficio.
La experiencia informalista (representada
por Los espacios vivientes, el Salón Experimental
y el envío independiente a la Bienal de Sao Paulo, en 1963, en un corto período
de tiempo, influyó por supuesto en la mente de los que nos asociamos en El Techo
de la ballena en 1961 para crear ese poderoso imán que llegó a ser el grupo en la
Caracas de entonces, convencidos como estuvimos de que las cosas podrían salir mejor
si se ejecutaban fuera de la esfera oficial, sin el apoyo de ésta y de los grupos
hegemónicos que se disputaban los contratos y prebendas del estado para ejecutar
los proyectos de urbanismo y ocupar los espacios de los museos. La gestión de El
techo estuvo así desprovista de intención mercantilista en su afán de formar un
equipo de trabajo cohesionado con la idea de que más importante que el éxito de
unos pocos era crear una agrupación colectiva capaz de cambiar el rumbo de un arte
y una forma de pensarlo obsoletos y capaz de acompañar con su propia gestión al
movimiento guerrillero que se desarrollaba en las montañas. Tal era la finalidad
que nos llevó, a Daniel González y a mí, a correr la aventura de presentar en 1960
en el Museo de arte de La Habana la exposición: Venezuela arte hoy.
JC | Es correcto. Siempre que
se entienda que este epíteto entrañaba un viso lúdico y humorístico a la vista del
carácter histriónico y desenfadado de Contramaestre, quien, para el momento, en
1962, ejercía de médico en Jajó, una población del estado Trujillo. Él llegó a ser
el maestro de ceremonia ideal, el orador y actor que se necesitaba en El techo de
la ballena para darle relevancia estética al performismo de los eventos con que
ganábamos la atención de un público atento a los acontecimientos. Fue en Jajó, acompañado
de Dámaso Ogaz, donde Contramaestre concibió una exposición cuyas obras de buen
tamaño estaban hechas con huesos de res del matadero del pueblo. De allí surgió
el Homenaje a la necrofilia, valiente
y exitosa exposición si se toma en cuenta la carga simbólica que contenía en relación
a la violencia practicada en las calles por la policía del estado terrorista. Metáfora
y símil de lo que se quería decir ante la falta de libertades, en un momento de
intensa reagrupación de las izquierdas. Desde entonces Contramaestre comenzó a ser
llamado por sus amigos con el mote de “gran magma”, en la creencia de que encarnaba
con sus acciones el espíritu volcánico del informalismo, cuando a lo mejor no era
así.
IP | En el Rayado sobre el Techo # 3 usted mismo habla
del informalismo como cadáver, como materia con la que se hizo féretro de la abstracción,
pero también como cadáver putrefacto que debe ser enterrado. Esto estaría en consonancia
con cierta idea de la “revolución permanente” en el arte, en como la agrupación
necesita nuevos instrumentos para seguir comprometida con una realidad que cambia
o es cambiada. Sin embargo, tras esta experiencia la mayoría de los miembros tomaron
caminos individuales en su creación. ¿Hubo discusiones sobre el rumbo que debía
tomar la ballena? ¿Había diferencias internas?
JC | Las diferencias principales
surgieron del impacto causado por el cese de la lucha armada y la derrota de la
izquierda a cambio de un miserable decreto de amnistía si los guerrilleros deponían
las armas. Naturalmente, esto produjo reacciones varias y en principio cansancio
y una impresión de impotencia y frustración en toda la izquierda. Golpeó también
en el estado de ánimo de los miembros más politizados de El techo, entre los que
veían en éste la señal de que podía darse un cambio en las relaciones de política
y arte. Unos porque dejaron de creer en el trabajo de equipo, ganados por la perspectiva
de sumarse al boom de la novela latinoamericana u ocupar cargos en la carrera diplomática,
como ocurrió. Sólo Aray y Ogaz no abandonaron la nave y persistieron, pero en la
aventura editorial. Y más tarde montados en un proyecto cinematográfico del cual,
como había sucedido ya con El techo, el incesante Edmundo Aray estuvo llamado a
ser, hasta el día su muerte, un exitoso adalid.
En cuanto a la otra parte de la pregunta
que hace referencia al destino de El techo, una vez cerrado, explicaré que la disolución
del grupo estuvo siempre sometida a la presunción de que dependía de factores externos
al arte y de una situación histórica imprevisible y prácticamente encaminada a la
derrota. No fue algo anunciado como cuando el negocio quiebra o perdió sus clientes.
Pareciera imposible que arte y política pudieran triunfar juntos, y si lo logran
no es sino uno después del otro, y no agarrados de la mano, pues desde la perspectiva
de la guerra son incompatibles, como lo demostró el hecho de que los partidos políticos
nos dejaron solos. La suerte de El techo no se compartió y si alguna vez fue aceptada
por el colectivo, fue porque, más allá de que Adriano impartiera la orden de rendición,
ya el Techo se encaminaba al cierre. No fue que fracasó y que hubiera que correr
con la culpa y santiguarse ante la historia. No El techo cumplió su cometido, hizo
lo que le correspondía hacer de la mano de su principal conductor y cómplice: Edmundo
Aray y si éste, ante los augurios, pensó mudarse para el toldo de la cinematografía,
no era porque los días de El techo estaban contados, sino porque ya se les habían
acabado. No tenía otra salida, ya estaba disuelto.
La suerte quiso, sin embargo, que El
techo tropezara con otro destino quijotesco, precisamente y fue cuando, por azar,
los últimos restos del grupo, Aray, Garmendia, Palomares, Contramaestre y Calzadilla
se mudaron a Mérida para asistir en 1970 al Congreso de Cabimas, otra utopía. otro
sueño roto, Pero esto es otra historia.
IP | Para usted, Daniel González
y Edmundo Aray fueron quienes mejor entendieron esa transversalidad de la política
en la producción artística del grupo y eso se expresa por última vez en el 63 con
Para aplastar el infinito*. ¿Qué hay de
los últimos proyectos verdaderamente colectivos? ¿no se dieron en circunstancias
análogas? [*¿es una exposición o un libro?)
JC | Más que eso, Edmundo Aray
y Daniel González cumplieron el papel de pilares en lo que resultó ser la actividad
más fuerte del grupo: el trabajo editorial, referido en este caso a las Ediciones
del Techo, colección en la cual se lanzaron los libros de Francisco Pérez Perdomo,
Caupolicán Ovalles, Juan Calzadilla, Edmundo Aray y el opúsculo Asfalto-infierno,
con fotografías de Daniel González y textos surrealistas de Adriano González, pero
también se agrega a esto otra colección en formato 16avo sobre fondo negro, con
textos míos, de Ogaz y Hurtado, también diseñada por Daniel, sin contar revistas
y manifiestos para acompañar las actividades salidas al paso como catálogos de exposiciones
y programación de eventos y presentaciones de libros, de cuya diagramación se ocupaba
también Edmundo, aunque sin la destreza de Daniel, con mano más torpe. Por estos
días se inició el trabajo profesional que Daniel realizó para El techo, con un sentido
más creativo y personal que aquel con que laboraba sin interés alguno ni pago para
El Techo; o que le produjera, como en efecto sucedió, resultados estéticos superiores
a los que se podían encontrar en ningún otro fotógrafo del momento. Daniel hizo
de la fotografía el ejercicio experimental y valiente de compromiso político más
original y único de aquel momento en toda Latinoamérica.
IP | El grupo 40 Grados a la
Sombra dirigido por Josefina Urdaneta presentó una entrevista y publicación de poemas
suyos de Dictado por la jauría en 1964
en la que usted habla del papel del intelectual y su función social, llegando a
afirmar “La Ballena considera que el compromiso es fundamental y necesario en la
medida en que la literatura debe ser expresión de la realidad que vivimos”. En relación
a la polémica con Jesús Sanoja Hernández en 1963 en el diario Clarín, ¿había para usted diferencia entre
una actitud rebelde y otra revolucionaria? ¿Es la iracundia de El Techo expresión
de una realidad violenta o es una respuesta violenta a esa violencia cotidiana de
una democracia mal gestionada?
JC | Pueden ser las dos cosas
a la vez: Es decir, que se diera, una respuesta violenta de naturaleza expresionista
e incontrolable, producto de la sublimación del colonialismo moderno y de los quinientos
años de frustración de un espíritu libertario exacerbado. A tiempo que, en el mismo
corpus, una expresión fiera, de protesta ante una democracia pesimamente administrada
en beneficio de unos pocos, como lo entendió Luis Antonio Bigott. En efecto, había
para esa época, embutidas en las izquierdas, una clase rebelde y una clase ideológica.
Se podía ser ideológico sin ser necesariamente rebelde, como fue la postura defendida
por Sanoja Hernández en el grupo Tabla Redonda, de filiación comunista. Y una clase
rebelde y revolucionaria, pero sin formación ideológica. Tal como fue la postura
de El techo de la ballena. Podrían ser hasta inconciliables esas dos posiciones.
Situación que nos lleva a pensar que ambas formaciones estaban destinadas a fracasar,
como ocurrió. Y no podía ser de otro modo. Pues han debido ser una sola y no una
clase en conflicto consigo misma, según se da a entender en la diatriba mantenida
por Sanoja Hernández, de la parte formal e ideológica de Tabla Redonda, y la de
Aray y González León, de la parte rebelde e iconoclasta de El techo de la ballena,
los tres defendiendo posiciones controvertibles.
JC | No sé si aquellas personas
que usted menciona constituían una tercera opción entre la izquierda intelectual
y el pensamiento conservador de la derecha. Puede que sea una estructura social
más compleja porque entre esos personajes que usted nombra hubo pensadores de izquierda
como Alfredo Chacón que trabajaban en una poesía pura y hermética. No creo que se
dio una lucha por apropiárselos puesto que tal como estaban las cosas, en 1962,
el conflicto generacional se planteaba en el puro terreno político, entre los grupos
de izquierda y el poder. De un lado y otro se produjo un trabajo literario realizado
incluso en medio de la lucha, y que ha pasado a la historia, digno y respetable,
indistintamente a que corresponda a la izquierda o la derecha.
IP | ¿Qué ocurrió hacia el final
de la década? Por desgracia no puedo contar con el testimonio de Edmundo Aray, quien
de entre todos ustedes, pareció vincularse, desde la intelectualidad, a una labor
política con la publicación de Rocinante.
Y, sin embargo, él mismo afirmaba que después de todo, “sucumbieron” o como dijo
Salvador Garmendia: “al final a todos nos espera una silla”. Sin embargo, usted
ha sido aún más crítico o tajante al afirmar que el grupo de disolvió en el mismo
año 61 puesto que en el 63 la canalización política se había separado de los trabajos
más personales. ¿Cómo desaparece o se transforma ese compromiso? ¿Por qué?¿Tiene
una vertiente estética esa transformación?
JC | En cuanto a la opinión
que usted recoge de González León según la cual la llamada República del Este representa
una derivación del espíritu ballenero, “debido a que todos los que pertenecen a
una misma generación terminan encontrándose”, no la comparto y me parece grave dicha
en un momento como este en que las cuentas comienzan a ajustarse, y es un disparate
digno de la mayor desatención, sin entrar en detalles, por parte de los que nos
fuimos a casa, a ocupar la silla aconsejada por Garmendia Siempre me pareció una
aberración y no entendí por qué pasó. Es lo menos que puede decirse para afiliar
a la Republica del Este a una tradición revolucionaria, como pretenden algunos.
IP | En la obra sobre El Techo
de Esther Coviella y Nelson Dávila de 2015, se afirma que el grupo se puede considerar
oficialmente disuelto en 1967, cuando muchos de sus integrantes se reunieron en
torno a la inauguración de Carlos Contramaestre de Los confinamientos en la galería El Puente. Quizá porque coincidió con
un terremoto que sacudió a Caracas y permite construir discursivamente la metáfora
de un final. Sin embargo, hubo otros trabajos colectivos como Contradicciones sobrenaturales, la edición
de Salve, amigo, salve y adiós o en la
línea del Nuevo Cine Latinoamericano, la película documental Pozo Muerto donde hay de nuevo un trabajo
colectivo entre Aray, Contramaestre y González León colaborando con Carlos Rebolledo.
JC | Insólito que Confinamientos (una serie de dibujos de Contramaestre) haya servido de telón de fondo, a tiempo
que se inauguraba en una Galería de Caracas, a dos acontecimientos formidables:
el cierre (al menos en materia expositiva) de El techo de la ballena y la presencia
en la ciudad, esa noche del 27 julio, de un sismo de siete grados de cuya maldad
supimos que puso a huir a todos los transeúntes tan pronto empezaron a caerse los
edificios de la avenida Roche en Altamira. Descontando el sismo, ¿es que no hubo
otros acontecimientos más importantes que pudieran servir de telón de fondo para
poner fin al capítulo risueño de El techo? Todos corrimos al producirse el nuevo
episodio de la historia. Pero esa noche del 27 de julio sucedieron otros hechos
aparte del que presenciamos bajo el puente de la avenida La Salle de Sabana Grande:
El techo de la ballena estaba en otras partes de la ciudad. En el documental Pozos Muertos de Rebolledo y Aray. O en la
película sobre el consumismo salvaje practicado en esta tierra de Gracia, película
de Solé y Garmendia. o en el libro colectivo Salve salve amigo, y adiós, con el que se despedía o se desalojaba a
la ballena de su ya no pertenencia urbana. O en la inauguración de un congreso internacional
que nunca abrió las puertas en la Librería Cruz porque sólo se presentaron las personas
ocupadas en apadrinar los tres libros que esa tarde iban a presentarse en la Librería
Cruz del Sur, de Alberto Arvelo hijo, en el Centro comercial de Sabana Grande: Anverso y reverso del número 8, de Dámaso Ogaz, Las contradicciones sobrenaturales, de Calzadilla y Salve, salve, amigos y adios, de autor
colectivo. Orador: Alberto Brandt.
IP | Y sin embargo ahí está
el proyecto de Palacios y Borges hacia el final de la década y principios de los
setenta Imagen de Caracas. ¿Cree que fue
un último intento de aunar esfuerzos para salvarse de la derrota?
JC | Imagen de Caracas fue un
experimento fallido en el cual El techo de la ballena no tuvo arte ni parte, puesto
que se efectuó tiempo después de la desaparición del grupo y cuando no quedaban
ni rastros del espíritu de la guerrilla. Aparte de haber sido un proyecto costoso
financiado por el Estado, creo que a través de la Alcaldía de Caracas. La instalación
consistía en un módulo en acerolit de casi una hectárea de tamaño, construido en
los terrenos donde se estaba levantando el Parque Central. Fue posible gracias a
la gestión de Inocente Palacios quien pretendió hacer pasar el proyecto como arte
contestatario, cuando no era así. La idea y guión del proyecto eran de Jacobo Borges,
inspirado como estaba nuestro famoso pintor figurativo en el auge de la comunicación
audiovisual y las distintas formas de arte videográfico y participativo que comenzaron
a desarrollarse en Caracas a comienzos de los 70. Aunque pudiera entenderse como
un grandioso trailer, mezcla de cine y fotografía. El módulo, concebido, como una
gigantesca sala de exhibición, consistía en una pista circular en torno a una serie
de pantallas de cine frente a las cuales se desplazaba (o se paraba) el público
para presenciar la proyección programada de gran número reportajes, documentales,
películas y diferentes tipos de videos. No pasó mucho tiempo, mucho menos del programado,
para que el circo fuera cerrado.
IP | Adriano González León atraviesa
la historia intelectual con la intrascendencia histórica que tiene el gesto de lo
cotidiano y habla sin embargo de que “si se hiciera una pequeña historia de por
qué un movimiento literario de pronto entra en crisis y se disuelve, se diría que
es porque estaba más a favor de la expresión colectiva y otro a favor de la expresión
interior. Pero de pronto no es verdad, porque tal vez mucha gente pudo haber peleado
por razones sentimentales, una disputa por una mujer, por ejemplo, y esa pequeña
historia no está escrita y no tiene validez a la hora de un examen [...]”
JC | Quedó mucho por hacer en
ambos terrenos. En la teoría literaria o en la política como arma combativa O nunca
estuvo claro que este compromiso político fuera compartido por todos los de El techo
o si se solapaba como pantalla o publicidad personal de los mismos contertulios.
Fue lo que pasó siempre entre los grupos. Disuelto El techo salían a relucir las
justificaciones, recelos y traiciones, o se amenazaba con hacerlo. Se vio que las
diferencias en cuanto a fijar posiciones nunca fueron terreno seguro y bien sedimentado
para cuantos disponían de parcelas para repartirlas entre los más allegados.
IP | Es cierto. Daniel González
estaba informado de lo que pasaba en Europa a raíz de que en el Rayado sobre el Techo # 3 usted mismo habla
del informalismo como cadáver, como materia con la que se hizo féretro de la abstracción,
pero también como cadáver putrefacto que debe ser enterrado. Esto estaría en consonancia
con cierta idea de la “revolución permanente” en el arte, en como la agrupación
necesita nuevos instrumentos para seguir comprometida con una realidad que cambia
o es cambiada. Sin embargo, tras esta experiencia la mayoría de los miembros tomaron
caminos individuales en su creación. ¿Hubo discusiones sobre el rumbo que debía
tomar la ballena? ¿Había diferencias internas?
JC | De la actividad artística,
en torno a propuestas y exposiciones, poco se hablaba en las reuniones de El techo
de la Ballena. Y ello porque, a despecho de que pudieran estar planificadas, siempre
terminaba improvisándose el montaje o se debatía a última hora, ruidosamente, la
manera de hacerlo. Reinaba el azar. Buen número de exposiciones no parecían tener
el interés de las publicaciones o de la política de la cual se hablaba continuamente
en la librería donde se exponían las obras. Lo más llamativo parecia ser la sorpresa
en todo. No obstante, los eventos de El techo siempre tenían como atractivo la celebración
de una muestra, fuera ya un gran pintor como Matta, de un pintor popular como el
Hombre del anillo, de unos grabados como los de Lam o unos dibujos en tinta china
de Irazábal o una exposición donde el artista echaba el resto como “Las cabezas
filosóficas” de Gabriel Moreira. Eran también para disfrutarlo. Se efectuaron muchas
exposiciones, eso sí. Como aquellas que, a falta de otras cosas se construían in situ, en la escena misma, como eran las
instalaciones en hierro o madera, de aspecto fantástico o improvisadas. “El homenaje
a la Necrofilia” exposición matriz, netamente informalista, de tinte político y
gran impacto semántico y simbólico, fue una de las más exitosas de público. Núcleo
principal de lo que podemos identificar como arte político, que dio mucho que hablar
y que por poco es cerrado. La librería Ulises, en Sabana Grande, no olvidaré que
me sirvió también de estreno como pintor, con la exposición de lenguaje jocoso que
titulé “Los coloidales”, y en la cual reuní mis primeros dibujos de 1962. Y todo
esto sin mencionar las exposiciones fuera de serie que curamos Daniel y yo en el
palacio Municipal de Maracaibo y las celebradas en la Sala Mendoza de Caracas y
en el Museo de Arte Moderno d La Habana, con la intención de difundir el informalismo,
nacional e internacionalmente.
IP | Dado mi interés en la conjunción
arte y política de aquella época, ¿qué fue y qué es para usted el compromiso? ¿Qué
referencias tenían ustedes, entre sus lecturas?
JC | El compromiso fue una postura
implícita en la estructura de la agrupación, aunque poco se hablara de ella fuera
de los manifiestos y discursos panfletarios que continuamente repartíamos durante
los eventos, casi siempre nocturnos, después de las siete. Escritos, performances
y muestras de pintura en franca manifestación de que porque estábamos en el Techo,
estábamos comprometidos, aunque no era así. Los principales textos se publicaron
en las revistas de la agrupación los llamados Rayados sobre el techo o también en
diarios como Clarín; en el periódico 40o Grados a la sombra de Maracaibo y en publicaciones
ocasionales activas en el del círculo que reunía a gente de la izquierda. Adriano
y Aray eran los más consecuentes entre los redactores de manifiestos y discursos
polémicos, en política, en tanto que yo lo hacía, con mayor sentido práctico y a
veces con humor polémico , en todo lo concerniente a las artes y la lucha que sosteníamos
contra la hegemonía de los diversos estilos constructivistas cuyos adalides no cesaban
de atacarnos.
JC | Eso sucedió en México DF
una mañana de 1964 a raíz de un congreso de poetas auspiciado por la revista El
corno emplumado y un grupo Beat de San Francisco, EEUU. Edmundo y yo estuvimos presentes
en esa asamblea luego de que se invitara a El techo a sus deliberaciones en español
e inglés. Con El Corno Emplumado tuvimos buenas relaciones los de El techo ya que
atendíamos regularmente a la solicitud que nos hacían de textos para la exitosa
revista que salía en la capital azteca con la colaboración de poetas del grupo beat,
Lamantia y Corso. La revista publicaba los textos que se les enviaba en dos idiomas.
Yo no recuerdo que de esta reunión haya salido algo interesante, salvo los tragos
y la tertulia.
Se aproximaba por estos días la matanza
de Tlatelolco y como fuéramos invitados a hablar en la tribuna a mí se me ocurrió
leer un manifiesto caligrafiado sobre un rollo de papel higiénico y así lo hice
en el Auditorio del Colegio de periodistas del DF ante un público sorprendido más
por el tono de voz y las palabras que por la performance del suscrito.
IP | Por último, quisiera poder
escucharle hablar sobre su trabajo de acuerdo a esa comprensión integral de las
artes de la que hablábamos antes. Pocos académicos se han dedicado a ello. Carmen
Díaz Orozco hace un ejercicio de análisis estético que combina la narrativa de Garmendia,
la poesía de Aray y el ejercicio plástico de Contramaestre. ¿Qué se podría decir
de Calzadilla? ¿Hay elementos transferibles o compartidos en su trabajo plástico
y poético?
De repente puedo decirle, respecto
a mi obra, que durante la ápoca de mayor actividad vanguardista en Caracas y otras
ciudades de los 60, a lo largo de un período de cuarenta años, yo estuve demasiado
concentrado en mi trabajo de investigador del arte, en la producción de crítica
y teoría y esto me impidió tener más contactos con grupos literarios, editoriales
y revistas de Caracas para dedicarle mayor tiempo a la publicidad de mi obra, al
punto de que pasaba por un entraño o de bajo perfil en la estimación de mis contemporáneos.
En materia de letras era casi un desconocido o no sé si era que mi trabajo en poesía
no encajaba en los parámetros de mi generación o no entraba en el marco de sus lecturas,
tal vez un tanto un tanto ajena al tipo de discurso que se manejaba en la poesía.
Mucho más tarde aparecieron los ensayos de Ludovico Silva, Lubio Cardozo, Julio
Miranda y Floriano Martins, aunque debo decir que por hábito me mantengo apartado
del bululú y el tráfago.
A partir de 1993 comencé a participar
en los festivales de poesía de Colombia y otros países y eso favoreció que fuera
más conocido en el exterior que en Venezuela o de que continuara siendo un autor
inédito a pesar de que me esforzaba en difundir mi obra a través de pequeños opúsculos.
Ese éxito exterior cambió mi régimen de escritura pero no me aparto del trabajo
investigativo y solitario en que venía trabajando desde 1959, alrededor de una museografía
nueva, que se enlazaba con mi obra de dibujante en un sentido experimental, como
también con el verso, como se pudo ver en la exposición Poesía continua y visiva( Sala (La Estancia PDVSA) o en mi modesto libro
poco divulgado como fue Corpolario (Pequeña
Venecia, (1999). Considero que la integración del lenguaje poético con el potencial
que encontré en una caligrafía que nunca he dejado escapar de mis manos y que me
obliga a hacer continuas evaluaciones de mi trabajo en distintos escenarios de la
actividad plástica y literaria: Viajes, eventos talleres y exposiciones.
El libro de Carmen Díaz Orozco, no
lo he leído y usted me da la primera noticia de su aparición. Pero no porque no
figure yo allí dejaré de reconocer que puede ser una exégesis valiosa para mis compañeros
de El techo que, haciéndose presentes en ese ensayo, poco interés en vida mostraron
por mi modesta obra, dibujística o literaria.
IP | Por ejemplo, en 1967 se
publicó un libro suyo con dibujos de Pablo Durán, Las contradicciones sobrenaturales que también se convirtió en un primer
encuentro internacional con Ogaz, Contramaestre y Brandt. ¿Qué se expuso y cómo
dialogaba eso con su libro de las contradicciones?
JC | Este episodio fue muy cómico,
por cierto. A Pablo Durán lo conocí en Maracaibo cuando era estudiante de la Escuela
de Arte Julio Árraga, en donde me mostró los dibujos que hacía y le solicité algunos
para utilizarlos como ilustraciones para el libro Las contradicciones sobrenaturales (1967), Se me ocurrió invitarle a
Durán para que hiciera una exposición con estos dibujos en Caracas, pero cuando
llegó el día de la muestra en la Sala del Banap, un domingo de 1967, anunciada como
había sido en los periódicos, Durán no se presentó en la galería con los materiales,
tal como se había comprometido, por lo que resultó que la exposición no pudo abrirse
y hubo que clausurarla antes de inaugurarla.
IP | Francisco Pérez Perdomo
habla de su poesía (Calzadilla) y su fuerte expresión del entorno citadino, de la
“exasperación del hombre ante la ciudad”. (p. 156) Si bien el señor Pérez Perdomo
tiene una poesía más intimista, de la angustia y del drama personal, usted busca
más el drama colectivo y la hostilidad de la urbe. ¿Evoluciona esa expresión suya
a lo largo de la década entre su obra gráfica y escrita?
JC | Así es. Pérez Perdomo cultivó
una poesía más intimista, casi siempre en primera persona, como si fuera él el protagonista
de unas ficción inverosímil y absurda, propia de un lenguaje surrealista del cual
se nutre a través de la lectura de Ramos Sucre, de Michaux y otros clásicos. Gran
lector de novelas, el registro de Pérez Perdomo es más prosaístico y poco metafórico
comparado con el mío, y hay que decir que tuvo en su momento, por su lenguaje novedoso,
mucho éxito, al punto de que le dan el premio de Literatura en 1971.
Como usted dice, yo estoy más lejos
del ego o lo traslado a un personaje que surge del inconsciente y que actúa como
si yo fuera el protagonista de un argumento que, cuando se lee de forma directa,
el personaje salta de la silla para convertirse en mi doble. Al contrario de Pérez
Perdomo, quien mantiene un estilo más equilibrado y sin cambios ni sobresalto, se
podría decir, para emplear una metáfora, que yo escribo dando bandazos entre la
ficción, la irreverencia y la poesía lírica. Aunque en lo esencial, en materia de
visión de las cosas, casi no hay cambios en mi lenguaje que no se refieran especialmente
a la forma. Puede ser porque tenga dependido bastante del cultivo de otros géneros
como el dibujo, en sus formas caligráficas, y también de la crítica de arte, de
la que hice oficio de sobrevivencia. En ambos el análisis que a través de la prosa
hice de estas dos expresiones -el poema y el arte- fue sumamente enriquecedor y
provechoso, y de allí de allí derivó, llevado al análisis, el tipo de reflexión
que a partir de 1985 aparece en mis principales publicaciones.
JC | Caupolicán Ovalles, a quien
llamábamos el poeta Hostias, estuvo durante una temporada en Bogotá (1962), aparentemente
exilado por haber escrito un libro contra el Presidente Betancourt. La carta hace
referencia al proyecto que abrigaba Aray de lanzar una colección de poemas en formato
tubular, es decir, impresa en un pliego de imprenta y enrollable y metida en un
tubo de cartón, que le servía de envase a manera de libro circular. En esta colección
Aray lanzó dos poemarios dedicados a obras de Caupolicán.
En efecto fue una iniciativa de Aray.
La referencia a Contramaestre, a quien se hace llamar el Gran magma nada tiene que
ver con un proyecto que, publicados los dos libros autobiográficos de Caupolicán,
cayó en el olvido. Ignoro por qué vía llegaron al Moma.
En la pregunta con la que
usted hace referencia al manifiesto
de 1964, según el cual un grupo de escritores surrealistas, europeos y latinoamericanos,
firmó condenando la posición reaccionaria de la iglesia católica contra el Techo
de la ballena por haber traducido y publicado en su Rayado # 3 los juicios contra Dios, (incluso de Sade y Breton) que aparecieron
en el catálogo de la exposición de Jorge Camaño en una Galería de París “Para aplastar
el infinito” (Homenaje a Oscar Panizza) tengo que decirle que eso fue una publicación
de la que yo, de espaldas a El techo de la ballena, pero con su venia fui completamente
responsable por haber llevado el escrito para que lo publicara el diario Clarín,
y así fue. El original del texto, traducido por mi del francés, con el título Para aplastar el infinito había sido publicado
poco antes en el catálogo de una muestra en Paris del poeta y pintor cubano Jorge
Camacho, colaborador a distancia de El techo. La exposición de Camacho se celebró
con EL título de “Homenaje a OScar Panizza” en una galería de París y allí venían
los agnósticos y lapidarios juicios, inclusive de Breton y Sade.
Cuando se analizaba políticamente
la irrupción de un acontecimiento como éste El techo estaba listo para asumir su
responsabilidad, y el hecho era seguido con gran interés por la prensa de izquierda
y por supuesto lo destacaba como suceso noticioso. Mientras que la prensa de derecha
lo silenciaba completamente.
IP | ¿Qué tuvo que ver Maracaibo
en la relación con El Techo? Hubo publicaciones y exposiciones a Contramaestre con
textos suyos como Tumorales auspiciadas
por 40 grados a la sombra, donde hay una presencia femenina mayor con Josefina Urdaneta
y Miyó Vestrini. Usted mismo se fue a Maracaibo al final de la década y en relación
a Espacios vivientes, teniendo en cuenta
la centralidad de Caracas durante los años en activo del grupo, ¿por qué Maracaibo
fue el escenario de esa primera exposición informalista?
JC | Mi relación con Maracaibo
fue en fecha anterior a la fundación de El techo, o sea en1956, cuando por invitación
de César David Rincón, para acompañarlo en las actividades del grupo
Apocalipsis, me marché a Maracaibo
donde viví durante unos siete meses. Aquí me inicié como periodista improvisado
en el diario Panorama, donde ya trabajaba Hesnor Rivera, a la sazón coordinador
del grupo que él mismo había fundado con alumnos del liceo Udón Pérez y uno de cuyos
militantes era Miyó Vestrini. La actividad principal del grupo se canalizó a través
de lo que se conoció como el cadáver exquisito, siguiendo paso a paso la fórmula
de André Breton, es decir, mediante el empleo del automatismo psíquico, a través
del cual se efectuó una impresionante producción, cerca de mil piezas, escritas
en parques, residencias, cafés y bares de todo tipo donde pudiéramos reunirnos a
escribir. Producción pocas veces recogida en publicaciones y llamada a perderse,
tal como sucedió.
A fines de 1956 declinó la actividad
de Apocalipsis y yo regresé a Caracas para continuar en el periodismo, ahora como
columnista del diario El Universal en cuyo suplemento Índice cultural comencé a
publicar, hasta 1957, una columna Reseña de la semana.
Una de las señales positivas de los
sesenta procedía de la creación en 1962 del grupo 40 Grados a la sombra cuyos directivos,
Joséfina y Alberto Urdaneta nos habían ayudado en 1960 a presentar en la Sala de
la Municipalidad la exposición Los espacios vivientes, punto de lanza y origen del
movimiento informalista Esta agrupación tenía sus métodos propios que hicieron de
ella pilar del desenvolvimiento de las vanguardia de izquierda en tierras del lago,
y cuyo efecto fue conjugar voluntades en torno a valores de la región como eran
Francisco Hung y Hesnor Rivera. 40 grados a la sombra, albergue y factoría de un
poderoso movimiento que integró a escritores y artistas plásticos.
IP | Debo preguntar a propósito
de la financiación, las condiciones materiales, los espacios utilizados, puesto
que Francisco Pérez Perdomo hablaba en 1980 sobre la disolución del grupo diciendo
que en “El Techo de la Ballena, al final como en toda la izquierda dividida, la
cuestión política comenzó a dividir al grupo, tal vez con menos intensidad que en
Sardio pero sí influyó. El hecho básico de la dispersión de los grupos es el camino
que cada quien sigue. No hay que olvidar que en esos grupos encuentran la colaboración
de gente que no es artista, son colaboradores, estimuladores, gente que se dedica
a actividades económicas. Ellos hacen los aportes económicos básicos” (p. 157) ¿A
qué se está refiriendo el poeta? ¿A una progresiva variabilidad en el apoyo económico
de sus actividades y producciones por parte de terceros? ¿Cómo se organizaban? ¿Quién
ponía el dinero?
IP | El compromiso lo entiendo
como aquella parte del comportamiento que nos obliga a adquirir responsabilidad
social más allá de toda satisfacción estética. Una tarea que es del mismo rango
del riesgo que corres cumpliéndola y por la cual no estás en el deber de responder
por ella ni de justificarla porque es sólo un pacto moral. Importa poco la magnitud
o importancia de la tarea si siempre tendrías que asumirla venga de donde venga
y en cualquier situación, como sufrimiento o como alegría de los sentidos.
JC | Eso es cierto. En los 60
hubo como un despertar de una conciencia latinoamericanista cuyas señales venían
de diversas partes. Del grupo surrealista de Sao Paulo; de México. en los casos
de las revistas El corno emplumado y Pájaro Cascabel: con Eco Contemporáneo, de
Miguel Greenberg. de Buenos Aires estuvimos en contacto, Greenberg publicó en su
revista un reportaje muy completo sobre El techo. Eran señales de que algo estaba
pasando en relación a a la propuesta en torno al hombre nuevo que publicaciones
como Zona Franca, de Caracas, alentaban a viva voz. Y para no ir tan lejos, le mencionaré
un soporte como el que representó 40 grados a la sombra, de Maracaibo. Al final
nada quedó de esto salvo el latente escepticismo que se fue apoderando de las agrupaciones
más comprometidas, como fuera el caso de El techo de la ballena.
La idea detrás de la cual nos movíamos
al asistir al encuentro de México era generar iniciativas donde pudieran integrarse
poetas y artistas y en el marco de las cuales la poesía cumpliera rol fundamental
En 1965 estuvimos Edmundo y yo acompañando la presentación de Francisco Hung en
la Bienal de Sao Paulo, que si bien no era una operación de El techo, por otra parte
abonaba en favor del informalismo.
IP | Me gustaría saber más de la experiencia
de la exposición en el Museo de La Habana de 1960. Siempre se ha dicho que Edmundo
era “el hombre de Cuba” en Venezuela, y ciertamente trabajó mucho en la vinculación
con Casa de las Américas, siendo profesor de un seminario sobre poetas venezolanos.
Yo no tenía conocimiento de una colaboración plástica tan temprana. ¿Quedan vestigios
de esta exposición? ¿Por casualidad tiene un catálogo de la misma? ¿Qué autores
fueron exhibidos o qué premisa curatorial emanaba de la muestra? ¿Cómo se estableció
el contacto?
JC | La exposición Pintura venezolana hoy fue un evento crucial,
de gran interés para las relaciones culturales de ambos países en momentos en que
se gestaba una revolución política en Cuba y, por otro lado, en Venezuela se producía
una remoción profunda de la cultura con la entrada en escena de un nuevo movimiento
artístico emergente, por ahora concentrado en las artes plásticas y la poesía, a
través de un grupo de artistas que buscaba nuevas salidas. Era el puente perfecto
entre dos países que hasta entonces habían dado los mismos pasos entre la modernidad
y el arte contemporáneo.
El evento fue consecuencia del trabajo
que veníamos haciendo Daniel González y yo con el fin de proyectar el naciente informalismo
más allá de Espacios Vivientes y el Salón
experimental, exposiciones celebradas para esa fecha en Maracaibo y en la Sala Mendoza
de Caracas, respectivamente.
Queríamos proporcionarle al proyecto que
alentábamos un escenario más internacional, acorde con lo que estaba pasando en
Europa y deslastrado de los vicios de la cultura oficial. La exposición abrió en
el Museo de Arte Moderno de La Habana, donde se celebraron varios eventos con el
apoyo de la revista Revolución que dirigía
José Álvarez Baragaño en compañía de Fausto Masó y Pedro de Oraá, sus colaboradores.
En Revolución publiqué un largo ensayo
sobre el arte venezolano y en el Museo hicimos una charla ilustrada sobre arte venezolano.
Finalmente, se acordó con las autoridades dejar las obras en el Museo de La Habana
bajo la figura de custodia, entretanto se mandara por ellas desde Venezuela, y allí
deben estar en la hora actual en el Museo de Arte Moderno de La Habana, el cual
por entonces dirigía la esposa de Roberto Fernández Retamar. Entre los expositores
figuraban los artistas que habían estado en espacios Vivientes: Daniel González,
Francisco Hung, Jacobo Borges, Jorge Castillo, Cruxent, Mercedes Pardo, Esteban
Muro, Milos Jonic, entre otros. Y todo se facilió gracias a que Daniel consiguió
que la línea aérea Avensa efectuara el trasporte de las obras de la muestra.
La exposición Venezuela arte hoy fue un evento importante en el marco de los cambios
que se estaban produciendo en materia de artes plásticas en Venezuela, no así para
el arte cubano, embebida como estaba la isla caribeña en la problemática política
de la revolución. Importante, como lo prueba el hecho de que, tras el retorno, se
suscitó en Caracas una intensa polémica a favor y en contra del informalismo y la
cual se ventiló en las páginas de El Nacional durante más de un mes de debates y
tiros de parte al punto de que sirvió, entre otras cosas, para acabar con la hegemonía
de la abstracción geométrica.
En realidad, me interesa bastante el Congreso
de Cabimas. Si bien aún no he podido profundizar en su estudio, hay unas memorias
del congreso publicadas por El perro y la rana en 2017 que podré consultar recién
el próximo mes de diciembre. No obstante, estoy ahora en la lectura de algunos ensayos
de Alfredo Chacón, que figuró como invitado en el congreso y quien tiene publicada
la carta de respuesta a la invitación. Decía Chacón en 1970 que las vanguardias
culturales, si bien han impugnado moral y estéticamente a la ideología dominante,
las disidencias propuestas no fueron más que “actualizaciones tácticas” que solo
sirvieron para “corregir los defectos más escandalosos del orden burgués, en objetiva
coincidencia con los sectores progresistas del capitalismo dependiente” a través
de un falso “compromiso ideológico”. Esto está en consonancia con algo que menciono
más adelante, esa absorción por parte del capitalismo, máquina capaz de neutralizar
los ejercicios de resistencia convirtiéndolos en retórica. Si puede compartir conmigo
algún comentario al respecto de esta experiencia, agradeceré el apunte.
No estoy de acuerdo en este caso con la
afirmación según la cual el Congreso de Cabimas sirvió para “corregir defectos escandalosos
del orden burgués” y que haya sido ésta su conclusión. Por el contrario, el Congreso
de Cabimas generó una reacción viva y masiva de las agrupaciones de izquierda de
todo el país que desbordó materialmente sus expectativas al punto de que coadyuvó,
contra todo pronóstico reaccionario, como el de Chacón, a recobrar el espíritu de
lucha y la unidad que se habían perdido tras la derrota de las guerrillas. Por mínima
que haya sido esta contribución, puede considerarse un triunfo de la izquierda.
Aunque falte como usted propone un estudio más profundo.
IP | En relación a su respuesta sobre
“Para aplastar el infinito” tengo dos nuevas preguntas que necesitan de aclaración.
¿Cómo se realizó justamente ese manifiesto de defensa o apoyo a El Techo que usted
menciona y que aparece publicado? Es decir, fue a través de Camacho que reunieron
firmas internacionales? ¿En qué consistían los colaboradores que aparecen en la
revista como corresponsales internacionales? ¿Se tradujo esto en algo más que una
formalidad editorial de proyección transnacional? Y, segunda pregunta, he leído
con frecuencia esto de que, en los primeros años, se tenía apoyo o simpatía por
parte de los partidos de izquierda: ¿Qué prensa de izquierda, por ejemplo, podría
tener en su hemeroteca vestigios de esta relación histórica?
JC | “Para aplastar el infinito” (el
título fue una ocurrencia mía) consistió en un manifiesto anticlerical y autárquico,
acompañado por una antología de textos contra el Dios del catolicismo y publicado
en el diario Clarín, de Caracas: Síntesis de un pensamiento agnóstico que se venía
produciendo en Francia desde tiempo inmemorial a través de escritores respetables
como Moliére, Ronsard, Balzac, Sade, Sartre, Breton, etc. Y cuyas frases ningún
daño habían hecho a la civilización, como no fuera el pecado de incrementar vertiginosamente,
con su desparpajo, el número de disidentes de dios. Pero también sirvió para el
juego de las estrategias anárquicas que, fuera de todo orden, les permitía a los
miembros de El techo demostrar que individualmente cada quien podía acogerse a la
libertad de expresión que quisiera. Pero no fue visto así por la iglesia ni por
la burguesía que sacaron una vez más sus perros. Respondíamos así a la necesidad
de anarquía pre-revolucionaria que se había propagado por el país en llamas. El
otro cómplice o coautor a distancia del evento fue el cubano Jorge Camacho, quien
desde París nos suministró el catálogo donde aparecieron todas esas irreverencias
de la intelectualidad francesa que el grupo surrealista, con la venia de Breton,
decidió publicar en el catálogo de la exposición que Jorge Camacho dedicó a un gran
anarquista: Oscar Panizza, en su muestra en la galería de los surrealistas, en París.
Jorge Camacho, como todos los corresponsales de
El techo fuera del país eran por supuesto miembros honorarios de El techo, irresponsables
y cómplices de las acciones del grupo.
Solo como comentario a su respuesta, quería
aclarar que me refería a esa ramificación de la izquierda que se manifiesta en la
diversidad de grupos y revistas, siendo El Techo y Tabla Redonda apenas los dos
ejemplos de mayor envergadura, pero no los únicos. Por supuesto que, en lo referido
por usted al trabajo digno y respetable de autores más o menos afiliados a izquierda
o derecha, es absolutamente cierto que al final el filtro lo hace la historia (aún
entendiendo esta no como entidad sobrehumana, sino justamente como construcción,
capaz de disolver o diluir las posibles rencillas que en el contexto de creación
pudiera haber entre instituciones de cultura y actores).
Por supuesto, estoy de acuerdo. La militancia
en un bloque de ideas radicales no es garantía de que la historia se ponga exclusivamente
de parte de esta radicalidad, sin que nada de peso la sustente. La verdad en materia
artística igualmente puede estar compartida o protagonizada por la derecha más recalcitrante,
y de eso tenemos muchos ejemplos, como el de Borges en Argentina y de Picón Salas
y Uslar Pietri entre nosotros. Lo importante a dilucidar es si el camino correcto
de la historia debe estar de parte en todo momento de la ética. Y si corresponde
al libre ejercicio de la libertad que la postura ética pueda traicionarse cada vez
que nos dé la gana. Depende de cómo se entienda.
La “silla” a la que hace referencia Garmendia
entiendo que es el puesto institucional, el trabajo en las instituciones de cultura.
Por supuesto que muchas de estas instituciones no eran herencia de la dictadura
de Pérez Jiménez, pero el testimonio de Garmendia, del que proviene la cita, da
cuenta justamente de esa dimensión efímera, digamos, del espíritu de desobediencia
artística que lleva a ustedes, jóvenes sesenteños, a explorar nuevas creaciones
fuera de las instituciones. Hacia el final de la década todos, o casi todos, trabajaban
en entes oficiales: universidades, los museos, en lo que puede llamarse como “funcionariado
cultural”. Con esto, entiéndase que no hago crítica, sino que intento comprender
e historizar el período.
La silla según el simbolismo que le atribuye
Garmendia, alude al hecho de que todos los balleneros o casi todos, concluida la
aventura, salvo contados ejemplos, estábamos ganados para regresar en cualquier
momento a los puestos de trabajo y oficios que el sistema nos había encomendado
en cualesquiera de las instancias administrativas educativas o culturales del Estado
donde trabajáramos. O al hecho de retornar a ellas cuando quisiéramos. O que concluida
la etapa revolucionaria podríamos instalarnos en el bando contrario, como sucedió
con Garmendia, Adriano y Contramaestre, de acuerdo con el derecho a cabalgar el
destino que quisiéramos en el arte o en la vida.
Pero también la silla alude simbólicamente
aquí a las apetencias individualistas alejadas o distintas del compromiso, como
eran las referidas a rangos diplomáticos buscados a toda costa o la apuesta al triunfo
a como diera lugar en los torneos literarios a que, con alguna excepción, sucumbieron
los balleneros. Isabel ¿pudiera hablarse en este caso de traición al espíritu de
revuelta al capitalismo o simplemente de acomodo o estado de conciencia larvaria,
como lo reconociera González León al dar orden de marcha atrás.
IP | Dice usted que publicaciones como
Zona Franca alentaba una propuesta al “hombre nuevo”. En la literatura sobre el
período habitualmente se ubica una revista como Zona Franca en la antítesis de lo
que la vanguardia de izquierda pretendía transformar con su actividad en la cultura
venezolana. Sin embargo, es cierto que en las publicaciones no venezolanas, como
el caso de la revista mexicana El corno emplumado, los nombres de los intelectuales
venezolanos aparecen mezclados e indiferenciados en una suerte de optimismo respecto
a que era posible un cambio.
JC | La propuesta de un “hombre nuevo” era un sucedáneo al que se acogieron varias agrupaciones surgidas a mediados de los sesenta en varios puntos de Suramérica al calor de nuevas revistas de poesía, como El corno emplumado, Pájaro Cascabel, Eco Contemporáneo con el propósito de desplazar la consigna de cabiar la vida, trasformar la sociedad, que había propuesto El techo de la ballena, siguiendo a Max y a Rimbaud. Se encargaron de lanzar la idea con argumentos de peso, como fueron El corno emplumado y Pájaro cascabel, de México DF y sobre todo la agrupación de poetas que en Buenos Aires creo Rafael Squirru, director del Museo de Arte Moderno de Buenos aires para propagar la idea del hombre nuevo. En Venezuela La revista Zona Franco cayó en la trampa y coqueteó en algunos de sus números con la propuesta, sin esgrimir ningún argumento de peso para avalarla. Pero fue sobre todo en Buenos Aires donde la premisa, anunciándose como un estado de revuelta alcanzó mayor fuerza en la obra que para difundir la poesía argentina venía realizando Rafael Squirru, director del Museo de Arte Moderno de buenos Aires.
ISABEL PINIELLA (Venezuela, 1989). Investigadora postdoctoral en el Instituto de Historia del Tiempo Presente en París e investigadora asociada del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Berna. Obtuvo su doctorado en el Instituto de Historia de la Universidad de Berna con una tesis sobre el compromiso político de un grupo de actores culturales venezolanos de los años sesenta. Piniella es graduada en humanidades por la Universidad Pompeu Fabra y posee un título de máster en filosofía contemporánea de la Universidad Autònoma de Barcelona y la Universidad de Girona. Desde 2016 es miembro de la Swiss School of Latin American Studies. Sus intereses de investigación incluyen la historiografía, los discursos, la memoria y la relación entre el arte y la política. Actualmente recibe formación en curaduría y mediación cultural en la Zürcher Hochschule der Künste.
TRIANA VIDAL (México, 1992). Artista plástica multidisciplinaria con experiencia en producción en barro, manejo de pastas, vidriados y control de quemas, modelado y manejo de torno alfarero. Tarotista por tradición familiar, su trabajo figurativo tiene bases en los arquetipos junguianos y en la exploración de los elementos presentes en el inconsciente colectivo. Su formación comenzó en el taller “Tres Piedras” en Monterrey Nuevo León y actualmente radica en la ciudad de Cuernavaca donde se dedica a la producción de su obra. Triana Vidal es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 256 | outubro de 2024
Artista convidada: Triana Vidal (México, 1992)
Editores:
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