quarta-feira, 15 de janeiro de 2025

FREDY YEZZED | Agathi Dimitrouka, eres bella como una latinoamericana

 


Agathi Dimitrouka es letrista, poeta, traductora y testigo de una época clave de la cultura moderna griega. Recientemente, Abisinia Review tuvo la oportunidad de acompañarla en la presentación de su autobiografía publicada en Italia, Vendemos la vida, hipotecamos la muerte, en la Pinacoteca Municipal de Pireo, y también en su posesión como Académica Correspondiente en Atenas de la Academia Hispanoamericana de las Buenas Letras de Madrid en Grecia. Siguiendo el fluir de este río de reconocimientos y admiración general por el trabajo de Dimitrouka, hemos decidido en la Aldea Abisinia elegirla como la poeta homenajeada del No. 21 Oct-Nov-Dic. 2024 de la revista. Jugando con el verso “Bolívar, eres bello como un griego” del poema “Bolívar” del poeta y pintor surrealista griego Nikos Engonopoulos, con el cual Dimitrouka titula una extensa antología de poetas latinoamericanos y del Caribe que saldrá pronto en Atenas, nosotros titulamos la presente entrevista. Agathi Dimitrouka nació en Mesolongui, Grecia, en 1958). Es albacea del poeta Nikos Gatsos, es autora griega de cuatro libros de poesía, ocho de literatura infantil, su biografía y de más de cien letras de canciones colaborando con compositores de la talla de Manos Hadjidakis, Mikis Theodorakis, Charles Lloyd y Zulfú Livaneli y con cantantes de la magnitud de Nana Mouskouri y María Farantouri. Su libro SI, un poema ilustrado por el catalán Tàssies, ha ganado los premios Bookill de poesía ilustrada (Serbia, 2018), O anagnostis del libro infantil ilustrado (Grecia, 2018), la distinción White Raven (Alemania, 2019) y el Premio Nacional del libro infantil ilustrado (Grecia, 2019). Ha traducido del inglés diez libros infantiles y un volumen de cuentos de Andersen y, del español, casi cincuenta libros, entre ellos obras de Cervantes, Federico García Lorca, Pablo Neruda, y recientemente de Armando Romero y Jorge Boccanera.

 

FY | Agathi, háblame un poco de Mesolongui, la ciudad donde naciste y donde sabemos murió Lord Byron el 19 de abril de 1824, quien se había unido a la lucha griega por su independencia frente a la ocupación otomana…

AD | Nací en Pentálofo (Cinco Colinas, si fuera en español), un pueblo del municipio de la heróica ciudad de Mesolongui, en cuya lucha y sacrificio se inspiraron muchos. Joaquín Lorenzo Luaces, poeta cubano del siglo XIX, escribió un fervoroso poema titulado “Oda a Mesolongui” incitando a sus compatriotas a luchar por la independencia de Cuba. Lo he traducido y publicado en una revista literaria, y una profesora, amiga, lo ha presentado con sus alumnos de primaria celebrando el día nacional. Perdóname, me he desviado, y aún estamos en el principio.

 

FY | Te criaste en una familia y un hogar muy humilde, tu madre trabajaba arduamente en el campo con su burrita Psijí… Por favor, háblame un poco más de tu madre…

AD | Me crie en una familia triangular, mejor dicho en una familia de tres peldaños: yo en el más alto, mi padre en el mediano y mi madre en el inferior soportándonos y cuidándonos. Una jerarquía acordada entre ellos dado que habían gastado doce años de su vida tratando de tener un hijo o una hija, también porque mi padre era inválido por poliomielitis y necesitaba la ayuda de mi madre y a veces la mía. Con respecto al hogar, para mí no era tan humilde: yo tenía mi cepillo de dientes y mi toalla personal, cosas muy raras en un pueblo de entonces, y de la comida me daban siempre la mejor parte. Además, teníamos nuestra casa, rural, por supuesto, y mi madre trabajaba en nuestras tierras, no era una simple trabajadora de campo obedeciendo a un jefe. Eso sí, trabajaba arduamente de sol a sol por la sobrevivencia de los tres, y lo hacía con amor tanto hacia mi padre y a mí, como hacia los animales y las tierras que cultivaba. Así un día, que no era para el campo, la escuché decirle a su burrita con cariño: “Ay, mi Psijí, (como se pronuncia la palabra griega psique=alma), me olvidé yo de comer y me olvidé también de alimentarte a ti, pobrecita”. Y al instante yo bauticé a la burrita Psijí. Pues, como nací en 1958, mis primeros recuerdos son de los años sesenta.

 

FY | Y qué me puedes decir sobre la mujer griega del campo de aquellas décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial…

AD | Las mujeres griegas del campo eran sumisas a la necesidad, a la urgencia más que a sus maridos. Se colaboraban e intercambiaban jornadas: un día iban a trabajar en el cultivo de una mujer y al siguiente en las tierras de otra. Los cultivos eran de legumbres, cereales, sandías, melones, tabaco y algodón. También intercambiaban jornadas durante la vendimia de uvas y la cosecha de aceitunas. Y regresando del campo, cuidaban la familia. Los sábados horneaban el pan de la semana, lavaban la ropa y limpiaban la casa. En cambio, los hombres se ocupaban de trabajos que exigían mayor fuerza, como el arar y el cavar la tierra alrededor de vides y árboles, o de proveer el pasto de los ganados. Pero no eran pocas las mujeres que se ocupaban a la vez del trabajo de los hombres, pues en muchos casos sus maridos estaban en prisión o exiliados en una isla de roca por motivos políticos. La Segunda Guerra Mundial devastó el país, y la Guerra Civil que la siguió y luego la dictadura militar desolaron los pueblos generando migraciones hacia la capital o hacia otros países.

 

FY | ¿Cómo fue tu primer acercamiento a la poesía o a la literatura y de qué forma la concebiste desde aquel momento?

AD | Como mi madre iba al campo, yo me quedaba en casa con mi padre, quien cocinaba, reparaba algo o cuidaba el huerto, es decir, hacía todo lo que le permitía la invalidez de sus piernas; empleaba todo el esfuerzo del mundo para alivianar el trabajo de mi madre y para mostrarse ante mis ojos como una persona útil. Así pues, él tenía 57 años de edad y yo casi 4, cuando una mañana me dijo: “Ven , hija, voy a enseñarte a escribir”. Desde ese día, se repitió el mismo ritual: él, sentado en una silla sencilla a lo largo de la mesa, sacaba del cajón de esta un cuaderno de rayas, un lápiz y una regla; en una página, con la mayor precisión posible, trazaba suaves líneas verticales formando rectángulos para una sola letra. Luego, sentándome en su regazo, él escribía la letra que correspondía a ese día en el primer rectángulo; después, me daba el lápiz y me guiaba la mano hasta llenar el primer renglón. En seguida, me sentaba en una silla en el lado estrecho de la mesa y yo continuaba sola bajo su mirada alegre y atenta, hasta que llenaba todos los rectángulos de la página. Cuando terminamos con las letras, empezamos con las palabras, y de ellas a canciones históricas, poemas sobre Mesolongui y odas a Lord Byron y otros héroes. Así me capturó esa magia, ese modo de soñar y llenar mi soledad, antes de ir a la primaria. Así la figura de Lord Byron empezó a habitar mi imaginación como el más noble símbolo de libertad.

 

FY | ¿Recuerdas cómo llegaron a tus manos los libros con los que tu padre te enseñaba a leer? ¿Recuerdas el primer libro que leíste tú sola?

AD | Los libros con los que mi padre me enseñaba a leer y escribir los traía un profesor de secundaria, amigo de él. El primer libro en prosa fue uno de relatos de Navidad que había ganado en un bazar que hicieron en mi pueblo unos estudiantes de universidad. Más tarde, leí un libro gordo y misterioso, era la novela de Miguel Zevaco El puente de los suspiros; recuerdo que pasé todo un año leyéndola, digamos de los 8 a los 9 años de edad.

 


FY | En una de nuestras conversaciones en un restaurante de Atenas, me contaste la historia de tu padre como “un hombre justo”, ¿podrías, por favor, replicarla para esta entrevista?

AD | Sí, mi padre era un hombre justo y por ese motivo muchos de los vecinos le contaban sus problemas o dilemas para que les diese su opinión. Bueno, te narré una historia que me contó mi madre muchos años después, porque cuando eso aconteció yo no había nacido. Ocurrió en la época de la Guerra Civil Griega, que fue de 1946 a 1949, y que siguió a la ocupación nazi. Mi padre era presidente del Comité Local de Izquierda. En una reunión secreta de ese comité, que estaba presidida por un capitán de la guerrilla de esa zona, cuyo seudónimo era “Guerodimos”, se estaba deliberando a qué personas de la derecha se debían asesinar como represalia a los asesinatos cometidos por la banda paramilitar del gobierno. Cuando alguien propuso el nombre de un señor del pueblo, mi padre lo defendió. Mi padre dijo que él era una buena persona, que era honesta y tranquila, que nunca le había hecho daño a otros, y que era injusto matar a un inocente y dejar a sus hijos huérfanos. El capitán abofeteó e insultó a mi padre delante de todos y lo expulsó del comité. Ahora que lo pienso, ese señor debió ser hermano del profesor amigo de mi padre, así que mi padre estuvo en posición de conocerlo bien y decir la verdad. Pero siempre, como en todas partes del mundo, una guerra civil resulta fratricida. A ese pobre señor luego lo asesinaron, pero se infiltró, entre la gente del pueblo, que mi padre lo había defendido. Así pues, cuando los paramilitares arrestaron a mi padre como represalia y estaban a punto de fusilarlo, el hijo de ese señor, también de derecha y también honesto como su padre, corrió y les dijo: “A tío Sotiris nadie lo va a matar”. Así, mi padre, cuyo nombre en español significa “Salvador”, se salvó; aunque no salió ileso, pues lo habían torturado, se llevó de por vida una cicatriz redonda en la espalda hecha con un hierro ardiente.

 

FY | Parece obvia la respuesta, pero ¿qué te enseñó ese acontecimiento?

AD | Ahora que me preguntas qué he aprendido yo de esa historia, te diría que aprendí a odiar el fanatismo y a alejarme de personas con ideas o decisiones preconcebidas.

 

FY | En tu adolescencia apareció el radioreceptor, todo un avance tecnológico de la época que te dio la entrada a la música y a la poesía, ¿nos podrías contar un poco más de ese momento?

AD | Apareció en mi infancia, ¡qué suerte!, un transistor portable que me enriqueció la imaginación con canciones líricas y obras de teatro, y cultivó mi criterio. Fue de esta forma, que una tarde me di cuenta de que las canciones que más me emocionaban tenían letras escritas por el poeta griego Nikos Gatsos; también las obras teatrales que me atraían llevaban su nombre como traductor, adaptador o director. Me acuerdo muy bien de “Bodas de sangre”, por ejemplo. Y los versos de Gatsos que me marcaron como estos, por ejemplo: “En el espejo de mi alma / la sombra se ha empezado a caer”. Me identificaba con este par de versos. El porqué lo explico en mi libro autobiográfico, y que se quede allí.

 

FY | Sin lugar a dudas, la vida te ha convertido en un testigo privilegiado de una época dorada de la poesía y la música griega, pero, por favor, detállanos un poco más aquella historia donde conoces por primera vez a Nikos Gatsos, recuerdo que me dijiste que le escribiste una carta, ¿qué decía? ¿Cómo fue ese primer encuentro con Gatsos?

AD | A mis 16 años, y afectada por el golpe de estado en Chipre, escribí mis primeros poemas bajo el título Tres canciones para Chipre. Estaba tan convencida de su calidad y originalidad, que ni siquiera me di cuenta de que había transcrito rimas y expresiones que el mismo Gatsos solía poner en sus letras. Así pues, busqué la dirección de mi “maestro” y con toda la osadía adoscelente se las envié sin intuir que desde ese instante iba a empezar una relación larga y profunda. Pero yo era impaciente, y busqué su teléfono y lo llamé después de unos días en aquel otoño de 1974. A mi pregunta, el poeta me respondió: “Sí, he leído sus poemas, señorita Dimitrouka, parecen de principiante pero tienen algo… Usted siga escribiendo y algún día encontrará su camino”. A la primera carta y a la primera llamada las siguieron otras… Y en Navidad llegó a mi pueblo un taxi ateniense, una sorpresa tipo de cuento infantil: su conductor, el señor Spyros quien viajaba solo, bajó con varias bolsas y dijo que traía unos regalitos navideños de parte de Nikos Gatsos. ¡Imagínate mi emoción! Había un radiocasete y varias casetes con sus canciones, también unos discos de música y cuadernos y bolígrafos, y un montón de caramelos y chocolates que repartí entre mis amigas! [Risas] Recuerdo que por aquel tiempo yo ya tenía un tocadiscos portátil comprado por mis padres con una colección de pequeños discos con los cuales aprendía inglés.

 

FY | Eras una chica muy osada para la época, me parece…, [Risas] pero aún no contestas mi pregunta…

AD | Mira otra osadía mía… [Risas] y otra sorpresa de Gatsos. Cosas que solo Floriano Martins las puede entender bien, el poeta brasileño y gran amigo mío que respira y vive por el surrealismo. Invité a Gatsos a mis cumpleaños el 17 de mayo de 1975, y él, a pesar de que viajaba solamente a su pueblo natal para los aniversarios de la muerte de su madre y su hermana, vino con el señor Spyros para conocerme tanto a mí como a mis padres. Viéndolo ya de cerca, su rostro se me pareció más al de Pablo Neruda, a quien había visto en periódicos de la época. Bueno. Esa vez me trajo una máquina de escribir tipo Royal con cintas y todo un paquete de hojas de papel, y se puso a explicarme cómo funcionaba. Al siguiente fin de semana, lo visité en Atenas y él me presentó a su amigo y colaborador, el admirado compositor Manos Hadjidakis. Regresé a Atenas el verano siguiente y otros fines de semana hasta que, una vez cumplida la mayoría de edad, me fui a vivir con él. Bajo la compañía de Gatsos conocí al más destacado núcleo de poetas, músicos, pintores y hombres de teatro de Grecia, y también a poetas y artistas extranjeros que visitaban el país y pasaban por el restaurante a saludar a Gatsos y charlar con él. Vivimos juntos los últimos diecisiete años de su vida, y seguiríamos a pesar de la gran diferencia de edad; con tantas vivencias casi idénticas, era como si fuéramos coetáneos en nuestra infancia.

 

FY | En mi breve estancia en Grecia pude percatarme de que la gente canta de memoria las canciones de Nikos Gatsos y además que es más citado que los premios Nobel de Literatura griegos… Me gustaría que me explicaras el motivo y, aunque creo que ya lo has hecho, brevemente ¿cómo presentarías al público latinoamericano a Nikos Gatsos?


AD | Más íntimo de lo que te he contado, ¡no me lo pidas a mí! Permíteme aclarar un poco lo que creo que apreciaste muy bien: Lo que pasa con la poesía de Gatsos, sin querer decir que es mejor que las de Seferis y Elytis, es que conlleva la música, toda la tradición en este sentido desde Homero y los trágicos hasta la épica cretense, la canción histórica y el romance. Gatsos es un caso único en la poesía griega; no empleó una letrística fácil, comercial y efímera, sino que trabajó con la parte más firme y sólida del idioma, dejó afuera expresiones o tendencias de moda. Además, teniendo un profundo conocimiento y una gran experiencia de teatro, a pesar de la brevedad y las limitaciones de la canción, logró crear unos caracteres eternos y dotados con todos los sentimientos humanos; y la gente se identifica o encuentra los puntos fijos que necesita. Y según las circunstancias, unas canciones destacan, otras quedan atrás para reaparecer con el tiempo, y así la obra y el nombre de Gatsos siguen vivos “en la gran Fortuna que los engendró”.

 

FY | Me habías dicho que Nikos Gatsos, tú y Odysseas Elytis solían almorzar una vez a la semana en un restaurante de Atenas… ¿Qué recuerdas especialmente de aquellos encuentros, de qué hablaban, qué trabajos, si los hubo, se forjaron allí?

AD | Sí, cada martes, pero no estábamos solo los tres. Elytis también venía acompañado, y Hadjidakis como lo hacía cada día, y otros, y unos así de paso. Gatsos tenía su mesa, no se la daban a otro cliente, y en esa mesa cada uno ocupaba un asiento fijo: yo me sentaba siempre al lado de Gatsos con la única excepción cuando venía Elytis. Aquellos encuentros eran muy amistosos y alegres; como los dos poetas eran amigos íntimos desde su juventud, hablaban diariamente por teléfono y conversaban de poesía con tranquilidad. En el restaurante, los temas eran más generales, y a veces chistosos, o algo que surgía de los tres periódicos que Gatsos compraba cada día. En cuanto a los trabajos que se forjaron allí, no tenían que ver con Elytis. Eran trabajos de Gatsos con Hadjidakis, ¡sublimes!, o de Gatsos con otro compositor de música o director de teatro.

 

FY | En tu papel como letrista también realizaste con el compositor Manos Hadjidakis varias colaboraciones, ¿cómo nos lo podrías presentar desde tu relación de creadora y colega? ¿Cómo trabajaron ustedes dos?

AD | ¡Tuve la gran suerte de vivir esa magia! ¡Por azar! Hadjidakis quiso lanzar a un joven cantante y, un día de 1977, en el restaurante, le pidió una letra a Gatsos sin un acuerdo previo con alguna discográfica. Así que Gatsos, quien no quería perder su tiempo en experimentos, le contestó muy serio: “Yo soy un profesional, no escribo para jovencitos”, y entonces Hadjidakis se dirigió a mí: “Tú, Agathi, ¿escribes…?”. “¡Yo escribo!”, le respondí antes de terminar la pregunta. Bueno, no sufro de arrogancia ni de vanagloria para comparar mi colaboración con Hadjidakis con la que tuvo Gatsos con él; yo simplemente vivía mi cuento entero. Tampoco me creí colega de Hadjidakis, aunque le he escrito letras que son pura poesía para treinta canciones, en su mayoría no grabadas todavía; yo digo siempre que era una trabajadora a su disposición.

 

FY | ¿Esa letra es “Oración de un acróbata”? ¿La canción con la que abres tu libro Laureles de silencio? Es de las que más me gustan de tu libro.

AD | No, no, “Oración de un acróbata” la escribí en 1989, la que me pidió Hadjidakis en aquella oportunidad es de 1977. Después de una década, lo que sentí al escribir la “Oración de un acróbata” siguiendo la música de Hadjidakis era tan intenso, tan fuerte, tan impactante, como si fundiesen dos planetas en uno. Y eso, no se repite.

 

I Prosefhi Tou Akrovati

 

FY | ¿Y con Mikis Teodorakis? Quien es más conocido en Latinoamérica…

AD | ¡Hombre! Mikis Theodorakis le puso música a Canto General de Neruda… Pues con él, aunque había un proyecto con María Farantouri, mi colaboración se limita a tres canciones.

 

FY | Sorprende gratamente encontrar tus letras interpretadas por Nana Mouskouri, quien a sus más de 90 años sigue confirmando con cada trabajo el gran pedestal en el que ha puesto a la poesía griega en el extranjero a través de su voz…

AD | Nana Mouskouri se convirtió en la mayor embajadora de la lengua griega en el extranjero. Por amor a la lengua y a la poesía de Gatsos, incluía en sus discos y en conciertos por todo el mundo unas canciones de él en griego y otras traducidas a varios idiomas. Y hay personas que aprendieron griego gracias a esas canciones, y en países que no imaginamos. En Japón, por ejemplo, han puesto letras de Gatsos —que la conocieron por Nana Mouskouri— en métodos de aprender griego para japoneses, y eso lo conozco porque me pidieron el permiso, ya que soy albacea del poeta griego. A Nana también la conozco desde mi llegada a Atenas, y ella, como verdadera amiga de Nikos, nos ha ayudado tanto a él como a mí en las dificultades de la vida. Es un honor y privilegio tanto la colaboración como las charlas que tenemos por teléfono, me dan muchísima alegría sus llamadas.

 

FY | Con respecto a tu trabajo como traductora, donde has traducido a Cervantes, García Lorca, Neruda y Jorge Boccanera, entre otros, deseo preguntarte principalmente por tu amor por la poesía de Lorca… nos gustaría que nos cuentes del ángulo tan creativo con el que has traducido a Lorca para la editorial Patakis de Grecia.

AD | A Lorca lo conoce todo el mundo por sus grandes obras; en griego y en su mayoría, están traducidas por Gatsos de modo insuperable. Un elemento característico de la obra lorquiana que suele filtrarse en traducciones es la sensualidad. No es necesario que uno sea erudito en la obra lorquiana para entender que está delante de un genio. Solo un lector malintencionado lo dudara. Con esta convicción, llegué a leer más de cinco mil páginas de poesía, obras de teatro, prosas, conferencias, cartas y notas de García Lorca; y admirando de nuevo la inmensidad de obra que logró crear en una vida tan corta, la admiración empezó a dar espacio a una emoción muy rara. Fue cuando leía sus primeros escritos, aquellas confesiones de juventud, y mis ojos se llenaron de lágrimas una y otra vez.

 

FY | Con respecto a tu trabajo como autora de literatura infantil, donde has publicado casi una decena de títulos, ¿a tu consideración cuál es el secreto y la gran dificultad de escribir para este público tan exigente?

AD | Secreto, no sé si lo hay, pero la gran dificultad para mí es tener siempre en cuenta de que me dirijo a chiquitines. Trato siempre de evitar los dobles sentidos, las ideas confusas, las arbitrariedades u otras cosas que a veces dan un tipo de originalidad a un texto para adultos. Y entiendo que he logrado mi objetivo cuando al final siento algo así como una catarsis; como si me hubiera desprendido de las vivencias y los conocimientos de mi adultez y de los traumas de mi infancia para empezar la vida en un jardín sinónimo del paraíso.

 


FY | El Fondo de Cultura Económica de México en Colombia acaba de publicar Sí, un poema ilustrado por el catalán Tássies, que ha ganado importantísimos reconocimientos nacionales e internacionales, ¿qué significa para ti que este libro haya enamorado a los editores y al público latinoamericano?

AD | ¡La gran recompensa de mi vida!, eso es lo que significa.Y que la magia se aparece en nuevos capítulos.

 

FY | En Abisinia Editorial te publicamos Laureles de silencio, tu primer libro de poesía, en edición bilingüe griego-español, publicado en Latinoamérica en 2023. Hay en el libro una sección titulada “El grito del perro”, la cual compartimos como parte del presente homenaje que te hacemos en la revista, cuéntanos, por favor, sobre ese fuerte vínculo con los perros en tu vida…

AD | Mi vínculo con los perros diría que es innato y hereditario: ha pasado de mi abuelo a mi padre y de este a mí y de mí a mi hijo. Como has visto, a mí me gusta dormir al lado de los perros que ahora son Luz y nuestro huésped Óscar. Mi abuelo, que estaba muerto cuando yo nací, tenía nueve perros y la leyenda dice que solía dormir con su perrita favorita al lado hasta que ésta dio a luz sobre la colcha. El primer perro de mi vida se llamaba Dick, y el primer poema de El grito del perro se lo he dedicado a mi bienamada Isabel. Todavía tengo el deseo de una edición que combine esos poemas con cuentos de mi convivencia perruna. Veremos. Retomo la historia de esos poemas: cuando tuve tres de los diez en forma de soneto, los leí al destacado poeta, escritor y crítico de literatura Eugenio Aranitsis, amigo desde la juventud, él me incitó a escribir un conjunto de diez y publicarlo en una revista literaria. Así lo hice en 2003, y María Caracausi, gran helenista, profesora de Literatura y Lengua griegas en la Universidad de Palermo, Italia, ya hermana mía, tuviste la oportunidad de conocerla en Atenas…

 

FY | Y no una sino tres veces.., y otra más por azar paseando por Acrópolis. Me sorprendió que viaja con gran frecuencia desde Italia, creo que la primera vez fue para presentarte a tí en la Pinacoteca Municipal de Pireo, en un proyecto que ella dirige…

AD | María, que me honra con su amistad, nació para amar a Grecia y ese amor lo transmite a sus estudiantes y a toda la gente, y por eso es también, y por los premios que ha ganado como traductora de griego, presidenta de los helenistas italianos. Pues María, en 2007, y el poeta Paolo Scrima tradujeron los diez sonetos sobre perros y los publicaron en Palermo en una edición bilingüe, ya agotada. En El grito del perro todos los perros, aparte de mis sentimientos hacia ellos, me sirven de pretexto para comentar situaciones socio-políticas o autobiográficas, a veces con humor.

 

FY | Aprovecho, entonces, ya que tocas ese tema, para preguntarte sobre el trasfondo del poema titulado “Para los perros colgados”, que me parece de los más bellos y fuertes de tu obra.

AD | “Para los perros colgados” lo empecé a escribir en casa del ya mencionado Eugenio Aranitsis, por eso se lo dedico a él. El primer verso arranca de una imagen real: un verano en mi pueblo, manejando mi bicicleta, ví un perro grandote ahorcado con un alambre a un olivo. El desdichado estaba inflamado y lleno de moscas y avispas. Lo único que pude hacer, fue descolgarlo. Unas décadas después, lo recordé y compuse este poema lleno de simbolismos y alusiones a los tiempos de guerra y postguerra civil y de la dictadura militar en Grecia, o sea de 1944 a 1974. Las islas de roca, inhabitadas islas del mar Egeo, se llenaban de presos políticos; dado que en el poder estaba la derecha, todos los exiliados y torturados eran de izquierdas; entre ellos el poeta Yannis Ritsos y el compositor Mikis Theodorakis bien conocidos por todo el mundo. Así el dístico final resulta metafórico y amenazador a la vez como la espada de Damocles: “Colgad los perros en los olivares. / Para la gente las horcas se preparan”.

 

FY | Finalmente, deseo que me adelantes los detalles sobre la publicación de la antología Bolívar, eres bello como un griego, que saldrá, según creo, en marzo de 2025, y en la cual has trabajado casi cinco años, allí has traducido a más de 80 poetas latinoamericanos y caribeños.

AD | Es un trabajo faraónico, como lo califica la poeta argentina Ángela Gentile, una diosa que conociste también en Atenas. Empezó como una serie de diez presentaciones mensuales en la revista literaria digital Hartis con motivo del bicentenario de la Independencia Griega que tanto inspiró en su tiempo a los pueblos suramericanos. Para el título tomé prestado el famosísimo verso “Bolívar, eres bello como un griego” del espléndido poema Bolívar del poeta y pintor surrealista griego Nikos Engonopoulos escrito en 1943. La primera poeta que presenté fue la colombiana amiga Berta Lucía Estrada; ella me habló primero de la idea de una analogía. El mes siguiente, me lo dijo con insistencia el director de la revista, el poeta, traductor oficial de Borges y amigo Dimitris Kalokyris. En la búsqueda y el contacto con los poetas me ayudaron Berta, por supuesto, Floriano Martins y Mario Meléndez.

 

FY | Recuerdo que me comentaste sobre tu particular entusiasmo por incluir poetas de Haití, un país hoy en día, lamentablemente, humillado por la pobreza y la violencia… Creo que hay que hablar de Haití hoy más que nunca.

AD | Sí, sí, en el camino pensé que sería injusto si no mencionara a poetas de Haití, dado que este país fue el primero en reconocer la Independencia Griega después de casi 400 años bajo el yugo otomano enviando 300 soldados a luchar en Grecia, donde nunca llegaron pues naufragaron en el Atlántico. Así ahora la poeta haitiana Elsie Surena y yo nos llamamos hermanitas y la antología llegó a incluir 87 poetas latinoamericanos y caribeños que me enviaron poemas y textos de temática o simples referencias a Grecia, su cultura e historia, moderna o antigua. Todo ese trabajo, conversación e intercambio de ideas con los poetas participantes, además de la alegría vivida, me obsequió un honor grande e inesperado: La Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid y su presidente, el poeta argentino Guillermo Pilía, me honraron con el título de Académica Correspondiente. Una gran emoción y una gran responsabilidad, sin lugar a dudas.

 

FY | Puedo dar fe del tiempo que te ha llevado tamaña empresa y el gran trabajo que has realizado, pues te has convertido en un puente sensible y hermano de la poesía latinoamericana… Independientemente, si un poeta está o no incluido en dicha antología, es una bella conquista que esta poesía te haya enamorado…

AD | El cuerpo del libro lo he dado hace siete meses a mi editorial, la Editorial Patakis, que resulta ser tuya también, dado que publicó recientemente tu poemario La sal de la locura, en traducción mía iniciando una colección de poetas más o menos jóvenes. La publicación de la antología Bolívar, eres bello como un griego la pensábamos para marzo 2025, pero las correctoras necesitan más tiempo y así vamos para octubre. Espero que asistas a la presentación central que se planea para el tercer “decamerón” de noviembre.

 

FY | Eso esperamos, yo quedé prendado de amor por esta Grecia y esta griega tan generosa. Muchas gracias, Agathi, por tu tiempo y tu hospitalidad.

AD | ¡Muchas gracias a ti y feliz 2025 para todos!



NOTA

Entrevista originalmente publicada en la revista Abisinia # 21, diciembre de 2024, Buenos Aires, Argentina.



FREDY YEZZED (Colombia, 1979). Escritor, poeta y activista de Derechos Humanos. Después de un viaje de seis meses por Suramérica en 2008, se radicó en Buenos Aires, Argentina. Tiene publicado los libros de poesía: La sal de la locura, (Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández, Buenos Aires, 2010), El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein (Buenos Aires, 2012), Carta de las mujeres de este país (Ed. Bilingüe español-inglés, Nueva York, 2019) que fue Mención de Poesía en el Premio Literario Casa de las Américas 2017, La Habana, Cuba, y la antología La orilla de los heterónimos (Bogotá, 2020). Como investigador literario escribió los estudios Párrafos de aire: Primera antología del poema en prosa colombiano (Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 2010), La risa del ahorcado: antología poética de Henry Luque Muñoz (Editorial Universidad Javeriana, Bogotá, 2015) y en coautoría Yo vengo a ofrecer mi poema. Antología de Resistencia (Editorial Escarabajo, Bogotá, 2021).




TARŌ OKAMOTO (Japão, 1911-1996). Filho do cartunista Ippei Okamoto e da escritora Kanoko Okamoto. Estudou na Sorbonne nos anos 1930 e criou muitas obras de arte, após a II Guerra Mundial. Foi um artista e escritor prolífico até sua morte. Entre os artistas com os quais Okamoto se associou durante a sua estadia em Paris estiveram André Breton e Kurt Seligmann, este último uma autoridade surrealista em magia e que conheceu os pais de Okamoto durante uma viagem ao Japão, em 1936. Okamoto também se associou com Pablo Picasso, Man Ray, Robert Capa e sua parceira, Gerda Tarō, que adotou o primeiro nome de Okamoto como seu próprio sobrenome. Em 1964, Tarō Okamoto publicou um livro intitulado Shinpi Nihon (Mistérios no Japão). Seu interesse em mistérios japoneses foi provocado por uma visita feita ao Museu Nacional de Tóquio. Depois de ficar intrigado com a cerâmica Jōmon que encontrou lá, ele viajou por todo o Japão para investigar o que entendia como o mistério que se encontra sob a cultura japonesa e, em seguida, publicou Nihon Sai hakkenGeijutsu Fudoki (Redescoberta do JapãoTopografia de Arte). Tarō Okamoto é o artista convidado desta edição de Agulha Revista de Cultura, e sua presença entre nós se deu graças à generosidade do bailarino e tradutor Daniel Aleixo. Sugerimos visitar o Museu de Arte Tarō Okamoto: https://taro-okamoto.or.jp.



Agulha Revista de Cultura

Número 259 | janeiro de 2025

Artista convidado: Tarō Okamoto  (Japão, 1911-1996)

Editores:

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ARC Edições © 2025


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