sexta-feira, 30 de outubro de 2020

BEATRIZ HAUSNER | Conversando con Floriano Martins sobre Susana Wald

 


La presencia de Beatriz Hausner en nuestra edición era un imperativo cósmico, Beatriz, la hija de Susana, la poeta y en especial la amistad fortalecida por las venas secretas de la creación y la comunión de ideas. Esta misma edición nació de una conversa mía con Bea, como la llamamos, que luego se determinó a ayudarme en la búsqueda de los textos. Por último, el suyo, cómo hacerlo, pensamos en un ensayo, pero la misma Beatriz me dijo que prefería que fuera una conversa entre nosotros. Así que aquí está la resultante de nuestros cambios de correo:

 

FM | Hay un erotismo en Susana que está más allá del mito, o que inventa su propio mito, el descenso en los páramos de su aventura espiritual que toca lo carnal y se expande. ¿Cómo lo ves?

 

BH | Hay en Susana desde que era muy joven, una preocupación por la mística, que en ella no es sino una búsqueda incesante por indagar el por qué de la vida. Es algo absoluto en ella, y se expresa en una sed de conocimiento, de entender. Esto ella me lo ha expresado muchas veces, y se manifiesta en todos los aspectos de su experiencia como persona, como artista. Lo que la distingue a ella de otras personas es la valentía con que enfrenta y expresa esa constante búsqueda por el sentido de la vida, que incluye el erotismo al que tu te refieres.

 

FM | Lo mismo se pasa con la naturaleza que es como adentrar una selva de misterios donde el árbol, el cuerpo, el alma se mezclan como se buscasen otro modo de alcanzar el misterio primordial. Por eso miramos sus obras y nos encontramos con un abismo eternamente renacido.

 

BH | El imaginario de Susana a mi parecer, esta enraizado en la realidad concreta. Esa realidad incluye tanto la vigilia como el sueño, y quizás que otros estados anímicos; desde niña la escucho describiendo espacios, objetos, colores, texturas. Hay en su relatar, en su expresión artística, en sus escritos una fuerte insistencia en los espacios físicos, la forma de los objetos que conforman su entorno y su relación anímica con el mundo. A Susana le interesa todo lo vital y hay en su curiosidad una pureza que tanto en su quehacer diario como en su arte se manifiestan con encanto y optimismo. La pasión con que percibe la realidad, especialmente el mundo natural, los animales, la vegetación, la ha llevado siempre a transformar la realidad en algo mítico y deslumbrante. Lo extraordinario en Susana es que no es nunca falsa, y quizás por sus raíces en la cultura centroeuropea (esto lo describe en forma genial Michael Löwy en su libro Rédemption et utopie le judaïsme libertaire en Europe centrale), su educación, la actitud que ella hereda de sus propios padres y, por supuesto, lo que le ha tocado vivir, ella rechaza todo sentimentalismo. Basta oírla hablar de su infancia durante la guerra, cuando describe como descubre, estando en un sótano refugiada con su familia de los bombardeos en Budapest, que al juntar el color amarillo con el azul se crea el verde; el esfuerzo que le significaba caminar a la escuela sin perderse entre las ruinas de la ciudad bombardeada. Hay también experiencias de terror que nosotros como hijos intuimos en ella, que no expresa pero que sin duda la han marcado.

 


FM | ¿Acaso hay puntos de relación entre tu escritura y el trazo de Susana? ¿Hay algún modo de diálogo que defina la condición estética de tu creación?

 

BH | Yo no puedo negar que la forma en que Susana aborda lo creativo ha significado un ejemplo para mí, que me ha hasta cierto punto formado. Hay afinidades en nuestra actitud hacia la creación artística, y también hay muchos puntos de contacto en ciertas imágenes, pero el grado en que coincidimos en ciertos temas varia, porque tenemos sensibilidades distintas. Según Susana yo me parezco mucho en mi carácter a su madre, Violeta Resinger.

 

FM | En cuanto a la amistad, sus viajes, los caminos recorridos juntas, ¿podrías hablar de sus puntos esenciales?

 

BH | Desde que yo era adolescente, durante los primeros años de nuestra vida en Canadá, Susana y yo hemos tenido una complicidad y una amistad muy profunda. El viaje más importante de mi vida, cuando salimos de Chile el día de Navidad de 1970 lo hice con Susana y con mi hermano Alejandro. Susana nos dejó en México con mi padre, José Hausner, mientras ella siguió rumbo a Toronto. A las pocas semanas la siguió Ludwig, con nuestro hermano Javier. Alejandro y yo nos juntamos con ese núcleo familiar en Toronto seis meses después. Harald Zeller, hijo de Ludwig de su primer matrimonio con Wera Klose, tuvo que quedarse en Chile hasta después del golpe. Pudo salvarse y se trasladó a Berlín donde vivía su madre. Menciono a mis hermanos, porque Susana nos asume a los cuatro como hijos suyos.

       El otro gran viaje que he compartido con Susana es el surrealismo. He sido testigo desde niña de su entrega a esa visión del mundo, desde observar como movía la pluma con tinta china para dibujar las imágenes que forman parte del libro Las reglas del juego, hasta verla como diseñaba y producía impresos en las ediciones de Oasis Publications, pasando por el afán y dedicación con que montaba exposiciones y organizaba eventos con Ludwig en Casa de la Luna. Hay mucho más, naturalmente…

 

FM | Y sobre su Surrealismo, ¿crees que participa de una tradición o ha creado una voz muy particular que la identifica como una de las grandes artistas de nuestro tiempo? Pienso sobre todo en esto que Artaud ha defendido en el Surrealismo, el imperativo de introducir profundas transformaciones en la escala de las apariencias, en el valor de significado y en el simbolismo de lo creado.

 

BH | En alguna parte Susana expresa que ella era surrealista antes de conocer a Ludwig, quien la introdujo al surrealismo, filosofía de la vida que ella asumió enteramente de ahí en adelante, a veces de forma que no coincide con las modalidades “estéticas” de la plástica surrealista. Susana desarrolla su propio lenguaje visual y plástico para llevar a cabo la transformación del ser y del mundo, lenguaje que expresa una verdadera mística de la realidad. 

 


FM | El olvidado surrealista Adolphe Acker (1913-1976) ha dicho que la revolución surrealista, para continuar viviendo, debe alimentarse en la hoguera de la revolución del mundo. Aunque no esté muy claro lo que sea esta revolución del mundo, ¿de qué se alimenta la creación en Susana Wald?

 

BH | Concuerdo enteramente con Adolphe Acker. De hecho, pienso que toda verdadera artista es revolucionaria, porque participa de la transformación del ser y del mundo en que se desenvuelven los seres humanos. La creación de Susana se alimenta del mundo concreto y sensorial, como lo menciono antes, y de la realidad histórica. Es decir, para Susana no hay límites. En la vida cuotidiana esto se manifiesta en una sed de conocimiento que la lleva a leer e informarse de todo lo que está su alcance y de lo desconocido también. 


FM | Es muy fuerte la presencia del humor en una serie como La mujer de…, de Susana Wald, una forma de humor que no es la gracia sin medida o tampoco la reacción de un valor defensivo. Lejos de valorar una ironía escéptica, es la expresión crítica de los sitios ocupados por la mujer en el mundo. ¿Cómo es el humor de Susana en su vida misma?

 

BH | A Susana la salva su sentido del humor. Punto.

 

FM | ¿Qué más quieres decir de tu mamá?

 

BH | Quiero añadir en forma de viñetas unas poquísimas impresiones de mi mamá, a quien sigo viendo como una mujer deslumbrante, llena de energía, positiva, valiente ante adversidades que ha enfrentado con elegancia e inteligencia:

 


· Mi mamá en su taller de cerámica dándole impulso con el pie al torno para que yo juegue a manera de carrusel

· Susana en bikini leyendo al borde de la piscina mientras mi hermano Alejo y yo jugamos en el agua. De repente me doy vuelta y veo que mi madre corre y saca de un brazo a mi hermano que se estaba ahogando.

· Susana maquillándose los ojos, en un vestido chino de seda cruda, preparándose para salir de fiesta con mi padre

· Acompaño a Susana de compras a una boutique en Oakville, pequeña ciudad donde vivimos un tiempo en los años setenta. Se prueba y se compra dos prendas, a mi parecer carísimas, que luego usa durante muchos años, en todo tipo de circunstancias, y en las que siempre se ve perfecta.

· Susana en nuestra casa en Toronto llorando mientras dibuja, tras enterarse de la muerte de su padre en Buenos Aires.

· Mi mamá nadando. Parece una sirena deslizándose en la piscina o algún lago, sin jamás salpicar una gota de agua.

 


*****

 

Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO

Número 160 | novembro de 2020

Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)

Fotógrafa convidada: Dulce Ángel Vargas (México, 1981)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

logo & design | FLORIANO MARTINS

revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2020


 

 

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