sábado, 11 de dezembro de 2021

ÁNGELA ROMERO PÉREZ | La isla mágica de Rogelio Sinán: la urgencia de los sentidos

 


El presente trabajo encuentra el punto de arranque en la celebración de una reciente edición, por lo que tendrá en todo su contenido el sabor de gozosa presentación. En el año 1979 se publica en Panamá La isla mágica del escritor Rogelio Sinán. [1] La novela tenía como antecedente la obtención por unanimidad del Premio Ricardo Miró en su género en el año 1977. Esa primera edición del texto [2] a pesar de que corrió a cargo del Instituto Nacional de Cultura de Panamá, no resultó muy afortunada ya que presentaba numerosos defectos, que ayudaron a que fuera desautorizada por el propio Sinán. No fue hasta 1985 cuando aparece una segunda edición en La Habana, [3] que su autor la consideró ya definitiva, pero cuya mínima promoción en el país contribuyó a que circulara muy poco.

A pesar de la indiscutida trascendencia de que goza la obra literaria de Sinán en la literatura panameña, la crítica no ha sido hasta el momento generosa a la hora de ofrecer estudios que proporcionen una visión integradora y sistemática de su aporte creativo en los diferentes frentes genéricos, y cuando lo ha hecho se limita a ofrecer breves apuntes estérilmente laudatorios, en los que subyace un inconsciente “culto a la personalidad” del autor, [4] tanto en el plano personal como en el profesional.

La falta de iniciativa editorial ha sido paliada el pasado año con la aparición de la tercera edición de La isla mágica, [5] la novela más importante del escritor panameño y con seguridad uno de los textos narrativos más complejos que se haya escrito nunca en Panamá. El proyecto editorial parte en este caso de la Universidad Tecnológica de Panamá, que en titánico esfuerzo y tras conseguir la autorización de la familia del escritor, consiguió reeditar la obra cumbre del escritor tabogano, además de hacer coincidir su aparición con el Centenario de su nacimiento, y ser presentada dentro del programa de eventos realizados del 22 al 26 de abril de 2002 con motivo del Premio de Literatura que lleva su nombre, “Rogelio Sinán”, celebrado anualmente en Panamá auspiciado por el Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Tecnológica. Se cancelaba de este modo el sepulcral silencio de 17 años que se había cernido sobre la portentosa obra del Mago de la Isla.

Si hacemos un escueto avance preliminar comprobamos que hasta la mágica fecha de 1979 la trayectoria creativa del escritor se había consolidado con una producción que marcaría un hito definitivo en la evolución literaria de Panamá. Su primer poemario Onda, [6] había arrumbado decididamente los presupuestos tradicionales de la lírica panameña, al apuntar hacia la sensibilidad vanguardista en un grupo de avanzadilla estética denominado “Pasaje”, un aspecto que fue resaltado por sus coetáneos en la inmediatez de su publicación. [7]

Su novedoso aporte fragua con igual firmeza y decisión en poemarios futuros [8] y se amplía en el género cuentístico, registro en que, a juicio de la crítica, ha logrado una más declarada maestría. Un valor muy presente en el volumen de relatos La boina roja y otros cuentos (1954), [9] sobre todo en el cuento que le da título al libro, considerado como uno de los relatos emblemáticos de la literatura panameña e hispanoamericana, [10] y presumiblemente uno de los textos de Sinán a los que se le ha prestado mayor atención por parte de la crítica.

Cultivador pertinaz y lúcido de todos los géneros, Sinán rinde brillante ingreso en la narrativa con Plenilunio (1947), [11] novela en la que aunque subsisten elementos de la novela tradicional, ya se percibe un notable forcejeo transgresor del canon, que Rodríguez Coronel ha reconocido como una “tensión interna que emerge de una ansiada renovación y vanguardia” aliada “al control que ejerce la tradición”. [12] Aestas alturas la evolución de su trayectoria ya lo signaba contundentemente como el introductor activo del vanguardismo en la historia literaria panameña en todos los frentes.

Pero la eclosión creativa definitiva se produce sin duda con la aparición de La isla mágica, una novela de larga, lenta y minuciosa gestación, como explica Sinán:

 

Me acuerdo que iba a ser una Semana Santa. Yya los temas de la trilogía negra, abuelo, padre e hijo, estaban. La rama italiana todavía no había salido. Pero después de Plenilunio guardé todo ese material treinta años. No quería ni siquiera leerlo, pero yo no descuidaba ningún detalle o historia sobre los negros, yo lo recortaba y lo iba guardando (...) No fue hasta después de jubilarme, en el año 68, cuando sube al poder Arnulfo Arias, que me dedico de lleno a la novela. [13]

 


El arribo del lector al paisaje onírico de la isla ficticia como anclaje físico en que se desarrolla el argumento, lo avoca a sentirse a la deriva al menos durante las primeras quince páginas, hasta que comienza a ingresar en el insondable y singular mundo imaginario que propone Sinán: arduo, extenso, agudamente críptico por momentos y que exige largo aliento. La organización global del texto responde en su inmediatez a una arquitectura de factura clásica que mimetiza abiertamente en lo formal al Decameron de Bocaccio: cien cuentos distribuidos en diez decálogos. Pero esta secuenciación no pasa de ser una manifestación de racionalismo estructural que parece contravenir las fuerzas dionisiacas que se desatan en el espacio textual, una macroestructura que sólo se justifica en la lectura totalizante que colabora en que los cuentos que en un principio percibimos como aislados, un empeño que Sinán tomó de sus detenidos estudios de La Divina Comedia, [14] se inserten y ganen relieve hasta fundirse en una sólida cosmovisión moderna.

Si bien la novela puede abordarse legítimamente desde la atención a los múltiples niveles temáticos [15] que contiene, hay un plano que cobra notable relevancia y funciona como pivote semántico sobre el que gira todo el engranaje narrativo: la trasgresión de los códigos de pensamiento tradicionales de la cultura panameña. La isla mágica se inaugura con la celebración del Viernes Santo dentro de los actos de la Semana Santa isleña y se cierra ese mismo día, en reconocido y planificado diseño circular, después de desplegar una extensa catálisis de abigarradas escenas que simulan un rompecabezas en que se diluyen ordenadamente la acción y el destino de los personajes. Respecto a la estructura circular, el mismo escritor concede no sin humor:

 

Es cíclica, sí (...). Yo tuve que leerla cinco veces para entenderla. En la isla mágica yo quería que cada detalle de por sí fuera una obra redonda, y la única forma de hacerla redonda es haciendo la historia redonda, y entonces resulta un cuento. Poco a poco fue saliendo esa idea de una novela que esté hecha a base de cuentos que se leen individualmente, completos, redondos, y que sea a la vez, en el hilo total, una novela. Se puede leer por cualquier lado aunque para coger la gracia y la ambigüedad en su totalidad debe leerse la primera vez desde le principio hasta el final. [16]

 

Pero la celebración de esa Semana Santa insular aparece dentro de unos parámetros que desafían la neta filiación cristiana. En la proyección de la recreación católica del drama del calvario, la escrutadora pupila de Sinán advierte perspectivas nuevas, que deposita en la voz de Serafín del Carmen, su alter ego en la novela: “Según mi cosmovisión erótica, la tragedia del Gólgota se ha conservado en la isla no en su prístina pureza mística sino en una mágica amalgama de Cristianismo y Paganismo. Para la Iglesia el Amor o es Báquico o es sagrado o es profano, pero aquí se entretejen amores en una báquica rapsodia más apta a un aquelarre de brujas que a una evangélica pasión sacramental”. [17] La mixtura pagano-cristiana está en la base de la celebración de una Semana Santa descrita como una rutilante y cromática exposición de cuadros primitivistas o de escenas de un teatro originario en el cual se capturan las creencias, las costumbres y el folclor de todo un pueblo que expresa su postura vital a través de las proverbiales manifestaciones con las que se conmemora. Pero esas celebraciones de objetivo sacro se diluyen a la postre en ingenuas representaciones histriónicas o en prácticas dionisiacas, en cuya base está la práctica consciente de la confrontación, como el propio Sinán apunta: “Yo establezco los contrastes; por ejemplo, una escena escatológica, terriblemente escatológica, y la balan ceo con una escena de la tragedia griega”. [18] Razones todas por las que en el momento de su publicación La isla mágica fue malentendida, anatematizada y comparada a una enorme blasfemia que se nutría de las anécdotas que formaban parte de la tradición popular, de los lances patrimoniales de los pueblos mestizos que viven intensamente la pasión de Cristo, igualados con la burla al Espíritu Santo, la degradación de las letanías, la crueldad hacia la borriquita en Domingo de Ramos o la grotesca crucifixión final del personaje central. Porque en definitiva lo que se va urdiendo en el plano microtextual de la novela no es más que una sinfónica poetización de los mitos paganos, susceptibles de ser analizados desde el enfoque carnavalesco de filiación bajtiana, [19] un asedio que se impone de suma coherencia para analizar la totalidad del texto. El aporte bajtiano valida y justifica la continua transgresión que permea todos los segmentos de la novela y que afecta al orden social y moral, siempre dentro de un entorno marcadamente incongruente, festivo y de degradación grotesca que cuestiona y transfigura el orden pautado.

Y uno de los elementos salientes imbricados en la tónica de la nueva formulación narrativa que propone Sinán con su novela es, no en vano, el tema del amor físico, pertinaz presencia que se abanica en todas sus variantes (violación, zoofilia, prostitución, onanismo, homosexualidad o incesto) y convierte la novela a los ojos de Ricardo Segura en “una pequeña Babilonia de placeres”, [20] que hallaría su remedo pictórico en “El Jardín de las Delicias” de El Bosco. Sobre todo, por el abigarramiento de seres que la pueblan y que no ocultan sus apremiantes necesidades físicas, lo cual propicia una continua fantasía pagana y panteísta donde el sexo parece ser el único valor auténtico. Nos hallamos frente a un universo in crescendo plasmado con técnica expresionista, un gran mural de una historia genesíaca construida con el sonido de fondo de vagidos, aullidos y estertores, que impactan primordialmente en nuestros sentidos.

Ya que no se puede hablar de protagonistas absolutos en la novela, uno de sus personajes relevantes, Juan Durgel, enmascarado [21] bajo los homónimos del negro Pipe, Chompiche o Pingamoza, para mayor desaliento del lector, es en el que se va a cumplir el destino del mito sexual, pagano y local. Aparece caracterizado como un sátiro, un tosco Don Juan contrapunteado [22] o un Casanova sin suerte, destinado a morir crucificado y succionado por los vampiros como resultado de una broma que se convierte en tragedia y sin dejar descendencia, como último vástago de su genealogía. Pero a pesar de vivir como un fauno tropical cuya virilidad es el temor de las mujeres castas de la isla, finalmente es redimido al convertirse en héroe nacional al que se le rinde tributo. En esta isla donde todo transcurre sin prisa, la potencia sexual de Pipe resulta ser una especie de antorcha pagana o fuente de energía vital, dueño de un apetito sexual infinito heredado de una exacerbada lujuria característica de su progenie, “clan endemoniado de la lujuria”, donde la “gente nace y muere condenados a la locura del placer”. [23]


Pero la pasión por la carne no es exclusiva de los Durgel, la isla entera es descrita por Sinán como un espacio pagano y panteísta, en la que el sexo se concibe dualmente, por una parte como pura travesura lúdica, simple goce panteísta, construido a base de encuentros urgentes, sin preludios, frecuentes y rudos, donde prima lo puramente fisiológico; o por el contrario como un agente de dimensiones históricas que abastarda y aplebeya las dinastías y las salpica de misterio, leyenda y de un pasado mítico y jocoso a partes iguales.

El hecho de que el lugar físico de desarrollo de la trama sea una isla, aunque nunca se menciona explícitamente como Taboga, lugar de nacimiento del escritor, pero sobrentendida como su evocación, ya que la fuente informativa es la experiencia personal reconocida por el escritor, [24] además de que la ambientación y el clima insinúan en todo momento el trópico y sugieren tierras insulares. Por lo mismo ha sido reconocida unánimemente por la crítica como la crónica mesiánica de la psicología del pueblo tabogano y la más panameña de las novelas nacionales, que ya cobra visos de epopeya moderna, además de contrapuntear de continuo la crónica histórica de la republica panameña y en particular la historia del Canal desde los primeros intentos de los franceses para ejecutarlo y su terminación y ocupación por los americanos y su poco disimulada injerencia en la política nacional. [25] Lo que es evidente es que la isla actúa como prefiguradora fiel de la órbita creativa del texto y el carácter isleño es lo que permite la creación de ese universo pagano y panteísta que hace gala de la filosofía de Wilhemreich que parte de la premisa de que la fuerza del instinto no debe reprimirse. Toda la isla es un espacio geográfico regido pues por la lógica mágica, un “Macondo sin agua”, como estilo de vida situada a medio camino entre la modernidad y el subdesarrollo, entre la tradición y la naturaleza invasora del paisaje insular.

Por último, no podemos pasar sin mencionar el tratamiento del lenguaje en la novela, que incide en el espíritu sensorial que la vertebra, ya que su vitalidad expresiva y su textura denotan el talante tropical. El léxico aparece plagado de aforismos y sentencias de cepa popular que lo tornan en experiencia festiva, un aspecto por el que Sinán ha sido poco comprendido por aquellos que todavía no se sentían preparados para ser salvados de una literatura nacional cursi, de supuesta elegancia expresiva. La mezcla de niveles expresivos y de idiomas (francés, inglés, latinismos, italianismos alusivos al ambiente romano y napolitano), además de un uso deliberado de un tipo de lenguaje coloquial, vernacular, plagado de vocablos mexicanos, centroamericanos, y sobre todo de numerosos modismos panameños que fomentan un espacio multilingüe afín al mestizaje cultural que cimienta la novela y le proporciona a la totalidad del texto una altura filológica que habla de la que el propio autor poseía. Por todo lo mencionado La isla mágica se revela como una novela moderna, plurifuncional, creadora de inusitadas fórmulas narrativas dentro de la literatura panameña, en la que Sinán ha sabido conciliar con suma lucidez y sabiduría los paisajes marinos de su pequeña patria con su dilatado andar cosmopolita. Por mi parte sólo me resta convocarles a su nutritiva y liberadora lectura, que ya reclama urgente un estudio riguroso.

 

NOTAS

1 Se trata de un seudónimo ya que su verdadero nombre es Bernardo Domínguez Alba. El propio escritor explicó en muchas ocasiones el origen de su elección, bajo la que late un sentido hondamente simbólico: “La idea era tener un nombre que fuera único. Hay cientos y cientos de Domínguez. Yo quería estar sólo en el diccionario. Las raíces de mi nuevo nombre fui a buscarlas a las teogonías antiguas. El héroe es siempre hijo de la piedra. Estoy pensando especialmente en Anteo, cada vez que el poderoso Hércules lo tira a la tierra, él gana fuerza, pues la fuerza le viene de la tierra. El escritor, como el héroe, el hombre que quiera realmente hacer un arte, tiene que meter sus raíces en la tierra, en sus mitos y folklore, en todo lo que sea la tierra suya. Mientras más profundo esté metido en la tierra, más universal será su obra”. Alina Camacho-Gingerich, Williard P. Gingerich, “Entrevista con Rogelio Sinán”, Maga, 1997, 30. Fue publicada por primera vez en la Revista Iberoamericana, 1986, 137.

2 Su aparición tuvo eco en otros lugares de continente, como ejemplo baste la acogida que se le dispensó en Buenos Aires: “Quiero destacar ante los editores (...) el nombre de un destacado escritor de nuestra América. Es panameño y se llama Rogelio Sinán (...) y acaba de publicar una novela caudalosa y sugerente: La isla mágica. Bastaría ese solo libro para conquistar a su autor un espacio que han conquistado algunos con menores méritos”. Héctor Pérez Agosti, “Gran novelista panameño”, La República, 1980.

3 La Habana, Casa de las Américas, 1985.

4 Un aspecto que por ser muy saliente no pasa desapercibido a nadie que se acerque a los trabajos críticos de Sinán: “Al maestro no puede tocársele ni con un pétalo de una rosa. Los juicios sobre su persona o su obra que no sean elogiosos se consideran de mal gusto en nuestro medio. Además, recordémoslo, se trata de una gloria nacional (sin duda lo es) que ahora tiene 82 años de edad. Y todos sabemos que la veneración está reñida con el necesario rigor crítico que debería ser propio de los intelectuales”. Enrique Jaramillo Levi, “Nuestras polillas son altamente intelectuales”, Lotería, 1988, 370.

5 Rogelio Sinán, La isla mágica, Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá, 2002. La Embajada de Francia y la Editora Sibuste auspiciaron esta edición con las correcciones de mano del autor a la segunda edición.

6 Roma, Casa Editrice, 1929.


7 “Ha llegado a mis manos, traído por las de un amigo, un precioso libro de versos (...). Lo abrí con desconfianza. Un libro de versos más; uno de tantos. No soy amigo de los libros de versos, porque para mí ellos pierden su mérito cuando nos los presentan catalogados como vulgar mercancía (...) Sin embargo, el libro este que llegó a mis manos me impresionó bien. Tal vez por lo raro de la edición. Tal vez por el título —Onda— que me pareció sugestivo. Es poesía vanguardista”. Demetrio Fábrega, (bajo el seudónimo de Xavier del Castillo), “La Estrella de Panamá”, 29 de octubre de 1929.

8 Le siguen Semana Santa en la niebla, que obtuvo el Primer Premio en el Concurso Literario Ricardo Miró del año 1949 y Saloma sin salomar. El primero es un libro de poemas homogéneo de clima y ambientación marina y tropical, que se caracteriza por el trazo clásico de su léxico de aguda dimensión metafórica. El segundo, es un libro de compilación de poemas dispersos que pertenecen a diferentes épocas. En un revelador texto llamado “Mi poesía: Una ojeada retrospectiva” leído por el autor al celebrarse los 40 años de la publicación de su primer poemario, Onda, Sinán habla de su perenne y antigua vocación poética, alimentada por el entorno de la isla en que nación: “Respiré desde pequeño brisas de yodo y brea. Por eso el mar y el sueño son las mejores claves de mis versos. Un mundo casi onírico y un horizonte azul de siete martes”. Rogelio Sinán, Maga, 5/6, (1985), págs. 45-47. Para un recorrido completo por su obra poética puede verse: Poesía Completa de Rogelio Sinán, Pról. Elsie Alvarado de Ricord, Panamá, Universidad Tecnológica de Panamá, 2000.

9 Panamá, Ediciones del Ministerio de Educación, 1954.

10 Producto de este entusiasmo que despierta su aparición Simões Junior hacía contundentes declaraciones: “Por su factura (un argumento de imágenes psicológicas servido por un estilo sintético), “La Boina Roja” evidénciase como uno de los mejores cuentos no sólo de Hispanoamérica sino también de la literatura universal, que supera con creces a los decantados laberintos borgeanos”. Antonio Simões Junior, “Realismo Mágico en la cuentística de Rogelio Sinán”, Contémpora, 2.

11 Panamá, Ediciones del Ministerio de Educación, 1947.

12 Rogelio Rodríguez Coronel, “Sinán y las alquimias de la escritura”, Maga, 2001, 46. Extraído de la conferencia que pronunció en la ceremonia de la concesión del “Premio Literario Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán” (Panamá, 29 de abril de 2000).

13 “Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.

14 “En el asunto, aparentemente, la influencia es de Bocaccio; pero, indirectamente, la influencia es de Dante. La Divina Comedia es una obra que yo he estudiado y vuelto a estudiar con gran detenimiento. Esta obra tiene tres cantigas, como sabemos: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Y las cantigas se subdividen en treinta y tres cantos. Entonces, la Divina Comedia tiene, en total, noventa y nueve cantos, y el primer canto es un prólogo, un canto; luego son cien cantos. Pero en esta obra cada canto es una cosa independiente. (...) Eso es lo que yo quería hacer: una novela que estuviera hecha a base de cuentos entremezclados. Algo que no se había hecho todavía.” (“Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.).

15 Ricardo Bermúdez contempla tres novelas divergentes en el seno de La isla mágica: “El cuerpo de la novela está por ello, subdividido tripartitamente, sin que el lector sienta extravíos al entrelazarse las líneas donde sus senderos se bifurcan (...) La primera novela dentro de la novela dura tres horas: el lapso que transcurre cuando se ahoga Juan (...), el hijo de Cándida hasta el momento en que se inician los ritos de su velorio. La segunda de las novelas: los seis días contados desde el instante en que Felipe Durgel despierta al toque de las campanas que anuncia el Domingo de Ramos y rememora cuando él las repicaba en su niñez, hasta la hora de su muerte acaecida el Viernes Santo de la misma semana. La tercera de las novelas que componen el libro, tiene una duración de casi una centenera de años, termino en el cual las celebraciones de Semana Santa constituyen un inmenso y caleidoscópico telón de fondo”. Ricardo Bermúdez, “El mago de la isla”, Maga, 1985, 5-6.

16 “Entrevista con Sinán”, loc. cit.

17 R. Sinán, La isla mágica, ed. cit.

18 “Entrevista con Sinán”, loc cit.

19 Véase Mijael Bajtin, Rabelais y la cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, México, Alianza Editorial, 1987.

20 Ricardo Segura, “Presentación de la tercera edición de La isla mágica de Rogelio Sinán” (Es un texto inédito hasta la fecha, pero de próxima aparición en Maga).

21 Fernando Navas se ha tomado el trabajo de hacer una nómina de los personajes de mayor relieve en la novela, y ordenarlos en un glosario de 70 nombres, al que Sinán dio el visto bueno. Véase Fernando Navas, “La magia insólita de una isla”, Maga, 1996, 29.

22 Ante la habitual relación cifrada entre la figura de Compiche y el Don Juan clásico, Sinán matiza: “Don Juan es blanco y Felipe es negro; Don Juan es noble, Felipe es de lo más bajo, lo más sencillo y Don Juan es rico, Felipe es pobre. Pero Don Juan es un arquetipo y Felipe un anti-héroe. En eso es distinto”. “Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.

23 R. Sinán, La isla mágica, ed. cit.

24 “Si yo hablo de la Semana Santa porque nosotros íbamos solamente en verano y la Semana Santa es en las vacaciones; entonces, para mí, Taboga era nada más el verano y la Semana Santa, eso porque yo nací en Taboga, pero a los cinco años me vine a Panamá”. “Entrevista con Rogelio Sinán”, loc. cit.

25 “En este universo imaginario donde la forma de lo mágico priva también como argumento sobre lo histórico, isleños y panameños interactúan política y socialmente en todas las actividades de la vida nacional. La guerra del Coto, la construcción del Canal, la dominación norteamericana y la corrupción política y económica de la oligarquía son igualmente componentes fundamentales de la vida de la isla.” José Luis Méndez, “Un realismo mágico para una isla mágica”, Maga, 1985, 5/6.




*****

 


[A partir de janeiro de 2022]
 

*****

Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 193 | dezembro de 2021

Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)

Artista convidado: Ela Urriola (Panamá, 1971)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

logo & design | FLORIANO MARTINS

revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2021

 

Visitem também:

Atlas Lírico da América Hispânica

Conexão Hispânica

Escritura Conquistada

 


 

 

Nenhum comentário:

Postar um comentário