Después de la muerte de Senghor en 2001, Césaire era el último sobreviviente de
una temprana generación de escritores negros francoparlantes que, en los años
de entreguerra, atrajeron la atención hacia el orden colonial francés y
desafiaron las reglas que racionalizaban el discurso del imperio. Es justo
decir que la obra de Césaire representa la más vehemente expresión de la
postura anticolonial y la más poderosa evocación de la experiencia negra en su
completa perspectiva histórica y emocional.
Para
comprender el sentido lato de agravio histórico que lleva la obra de Césaire,
necesitamos recordar el predicamento de los intelectuales negros de su
generación, un predicamento que creció en la humillación que habían
internalizado como un urgente factor de autoconciencia. Para Césaire, el primer
punto de referencia para el complejo de emociones de la experiencia colonial
era la memoria de la esclavitud, el antecedente histórico de su estatus como
sujeto colonizado.
La
correlación entre la sistemática devaluación de las culturas indígenas de
Africa y la constante denigración de la raza negra desde el siglo XVIII, dio
una especial dimensión al malestar psicológico que viene de ser un Caribeño:
siempre la carga de vivir en una ambigua relación con la sociedad francesa y su
cultura.
Toda
la obra de Césaire, aun la más asertiva, lleva la carga natural de luchar con
una conciencia escindida. Cuando encuentra a Senghor en Paris, en 1930, tomó
conciencia de la dimensión Africana de su ser, aun cuando el ancestral
continente permanecía a distancia de su visión.
Pero
fue su descubrimiento de los poetas de Harlem cuando Césaire apuntaría hacia lo
que llegaria a ser la fuerza central de inspiración de su obra, que encontraría
una magnifica expresión en su obra maestra, Cahier
d’un retour au pays natal (Cuaderno de retorno al país natal), una épica de
la experiencia colectiva de la raza. Es en el centro del poema que Césaire ha
puesto la redefinición de la esencia negra, para la cual acuñó el término
“negritud”.
mi negritud no es un film
de agua muerta en el ojo muerto de la tierra
mi negritud no es tampoco
una torre o una catedral
ella cava en la rojo
descarnado del suelo
ella cava en el incendio
descarnado del cielo
ella cava a en los oscuros
aumentos que acaban con su honrada paciencia
El
exultante tono de este pasaje y la pasión que corre por el poema cuentan el
hecho de que el Cuaderno es tenido como el texto fundador de la Negritud, y
convence como una postura original aun a aquéllos que desechan la elaboración
del término de Senghor como una esencia negra. El Cuaderno es también leído
como un equivalente lírico de la fuerza del poeta procesando la empresa
colonial en su Discurso sobre el Colonialismo, un trabajo cuya significación
deriva no tanto de su análisis sociológico del fenómeno que examina, sino de la
apreciación moral de los actores envueltos en la aventura colonial y su
insistencia de la inevitable deshumanización del colonizador.
La
riqueza alusiva y la densidad del idioma de Césaire han hecho de su poesía en
gran parte inaccesible a la mayoría de sus lectores, de modo que su reputación
en los últimos años ha descansado en sus obras de teatro, especialmente La tragédie du roi Christophe (La
Tragedia del rey Christophe), una meditación del infeliz estado de Haiti
después del derrocamiento de la esclavitud. La crisis del Congo, que emergió a
principios de los sesentas y el atestiguado martirio de Lumumba, inspiró su
segunda obra de teatro, Une saison au
Congo (Una temporada en el Congo), cuyo guión dibuja un paralelo entre el
precedente haitiano y la situación contemporánea de Africa.
La
identificación entre la Diáspora negra y Africa, un prominente tema en la obra
de Césaire, adquiere un nuevo nivel en su obra dramática, porque Césaire
escribe menos como un observador comprometido que como un poeta atrozmente
consciente del drama que a escala elemental está representado en el Congo: la
inversión de un viejo orden extendiéndose en la disrupción del orden universal,
pero fuera del cual una nueva vida puede emerger. De esta esperanza, Césaire
hace de Lumumba un profeta: “Como Africa, sé que pese a todas sus debilidades y
sus divisiones, ella no nos fallará. Porque después de todo, de tamiz, sol o
agua –de su solemne acoplamiento- aquí nació el hombre”.
El pasaje lleva el simbólico significado que Césaire otorga a Africa. En toda su obra Africa sirve como la imagen fundamental y la referencia espiritual a la cuestión de una liberación que implica una renovación del mundo. Esa es la cuestión que es registrada en las siguientes líneas en las que el poeta resume la profunda importancia de la experiencia negra:
ellos han preservado sus
ojos intactos
más allá de la más frágil
sombra de la imperdonable imagen
para la más memorable
visión de un mundo por construir
por la fraternidad que no
puede sino venir
aunque inestable
[Traducción
de Ricardo Hernández Echávarri]
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