¿Por qué
Benjamin Péret, ahora? Sencillamente por lo siguiente: el Surrealismo ha pasado
de ser una novedad revolucionaria a objeto de retrospectivas, antologías y enjundiosos
estudios académicos. “Benjamin Péret, ahora” significa sacarlo de esas encerronas,
para volver a leerlo a la luz de unos tiempos que ven al Surrealismo con otra perspectiva.
Esa perspectiva incluye, desde luego, la necesidad siempre imperiosa de darle a
la imaginación su puesto merecido. El viraje hacia lo lingüístico que ha dado el
pensamiento contemporáneo no puede evitar lo que Lacan había afirmado: “que el inconsciente
está estructurado como un lenguaje”. Y ese inconsciente continua siendo objeto de
exploración poética, o sea, de una exploración donde un Péret nos puede develar
un mundo que ya nada tiene que ver con “la verdad” de los sentidos sino con su reverso
a la manera de lo que mostró el espejo que atravesó Alicia.
Cuando en mi juventud leí el farragoso libro de Jean Paul Sartre ¿Qué
es la Literatura? me saltó a la vista que dentro de las pobres líneas que le
dedicó al Surrealismo afirmaba que Péret era su mejor representante. Sartre tenía
la razón: Péret fue quien llevó más lejos, en la poesía escrita, la incursión surrealista
por lo maravilloso mientras que Max Ernst hizo lo mismo en la poesía visual con
sus collages. El idioma de este último tuvo su contrapartida en las composiciones,
totalmente desprovistas de toda vigilancia racional, del primero.
Los surrealistas con Breton a la cabeza pero seguido de cerca por los demás
miembros de su cofradía, estaban demasiado conscientes de lo que escribían. Sabían
hacerlo muy bien, de paso. Eran en el fondo, y la prosa de Breton así lo revela,
unos artífices que le debían a la tradición clasicista del siglo XVIII más de lo
que ellos estaban dispuestos a confesar. Cada vez que repaso el que, en mi opinión,
es el más bello libro de Breton: Arcane 17, no puedo dejar de escuchar, tras
los telones; la voz de Bossuet. Péret en cambio era otra cosa. Era, en realidad,
un primitivo metido dentro de un grupo que gustaba de teorizar sobre cada paso que
daban.
La obra teórica de Péret, en cambio, contiene una simplicidad que descubre
de inmediato su falta de arreos conceptuales a favor de una mirada no sobrecargada
de lastres teóricos. Esa mirada suya fue su gran arma y con ella el poeta se lanzó
a descubrir todo un mundo que se le aparecía frente a sus ojos sub especie
mágica. Si Artaud pudo afirmar que lo maravilloso se encontraba en la raíz del espíritu,
Péret pudo asegurar lo mismo sobre la magia con respecto a la poesía. En ese sentido
caminó por un mundo cuyas relaciones estaban dadas por otras fuerzas que nada tenían
que ver con el causalismo impuesto por el pensamiento occidental a partir de los
griegos. La causa y el efecto que aparece tanto en su poesía como en sus relatos
(que no son más que otra forma de hacer poesía) interrumpe la secuencia lineal del
racionamiento lógico para introducir dentro del mismo una asimetría que altera su
estructura. Péret, entonces, nos remonta a otros tiempos, tiempos donde la libertad
consistía en ver la realidad en pleno ejercicio lúdico. Así cuando nos dice en un
poema titulado “Las Orejas Ahumadas no Repelerán Jamás”
En otro tiempo un plátano habituado a la pocilga
Saltaba los setos de su cerebro
catarata de peces perdidos en la montaña
En otro tiempo las plumas de las nubes volaban tan
lejos que ningún navegante
a pesar de la lluvia de hollín y de las ojeadas de
los negros
las podía coger como una concha enamorada
Nos está situando en un tiempo utópico creado por él para hacer posible su
ars combinatoria. Nos acercamos, de esa manera, a toda una corriente de pensamiento
que veía en el proceso mágico de esas combinatorias que cualquier cosa es en
sí misma todas las cosas de acuerdo con Nicolas de Cusa el cual creyó, para
satisfacción de Lezama Lima y yo diría también de Péret, que lo máximo se entiende
incomprensiblemente. La relación significante/significado sufre aqui, pues, un embate
que sólo puede ser explicada mediante otros recursos. Bretón lo vió claro cuando
en su introducción a Péret, publicada en su Antología del Humor Negro, dijera
que éste “ha realizado plenamente sobre el verbo la operación correspondiente a
la ‘sublimación’ alquímica que consiste en provocar la ascensión de lo sutil
mediante su separación de lo espeso. Lo espeso en este terreno, es
aquella corteza de significación exclusiva con la cual el uso ha recubierto todas
las palabras…
Pero al acometer Péret esa acción alquímica sobre el verbo lo estaba haciendo,
simultáneamente contra las cimientes mismas que sostienen el edificio de nuestra
concepción de la realidad. Para ello emplea entonces un método, el método automático,
de manera que éste le sirva como una puerta abierta para instalarse en su nueva
realidad, o surrealidad en su caso. Sus relatos, desenvueltos e instintivos, se
desplazan por mundos que o bien están cercanos a los sueños o bien pueden ser imaginados
por los pueblos llamados primitivos, los enajenados y aún los niños. Veamos este
fragmento de su colección titulada Mueran los Cabrones y los Campos del Honor:
El señor Carbón había evidentemente perdido toda
la razón. Lo dejé triturar sus relojes y huí a toda carrera. En una curva del camino
vi un enorme guijarro de unos tres metros de alto. Me lancé de cabeza y me zambullí
dentro de él. Estaba salvado. Podía contemplar el porvenir con tranquilidad. Me
instalé.
Es allí donde escribí esta historia.
El espectáculo que nos ofrece este relato (su estructura narrativa es prácticamente
la misma en casi todos los que escribió) es complejo a la vez que sencillo. En primer
lugar lo absurdo del mismo hace que pensemos en un mundo de referencias oníricas
cuando no demenciales. Pero a su vez posee esa inmediatez a la cual los relatos
infantiles nos tienen acostumbrados. Con ambos elementos Péret construye lo que
podríamos llamar las premisas de su lógica. Lógica, por otra parte, ligada íntimamente
a la lógica del juego.
El juego es, entonces, la clave del asunto. Es participando en la actividad
lúdica cómo tanto el niño como el adulto se sienten libres para mostrarse creativos,
según lo afirma D. W. Winnicott en su obra Playing and Reality. Pero subrayemos
que no se trata del “juego surrealista”, actividad organizada en torno a un tema
que Breton y los suyos practicaron, sino de un juego que surge espontáneamente de
la necesidad de expresarse.
¿Sentía Péret esa necesidad de la misma manera que la sentían muchos de sus
compañeros surrealistas? Los que conocieron a Péret de cerca han testimoniado de
su absoluto desprendimiento con respecto a su producción literaria. Sospecho entonces
que la necesidad de expresión que Péret sentía era de índole lúdica. Péret juega
con los códigos que rigen las reglas de expresión y al hacerlo así los transgrede
invirtiendo sus significados. Toda la poesía de Péret contamina el ambiente literario
reduciéndolo a puras relaciones gratuitas y sin sentido, (salvajes como dijo Octavio
Paz refiriéndose a su obra) al menos sin un sentido canónico. Nunca una obra como
la de Péret podría formar parte de ese canon occidental que Harold Bloom ha impuesto
como indispensable.
Cuando el poeta nos da el siguiente recetario, como surgido de algún antiguo
incunable de sortilegios:
Retorcer los antiguos armarios para extraer un poco
de polvo de rubí con qué colorear los lagos
Silbar repetida y largamente para que acudan los
huesos bien blanqueados que no quieren entender razones
Lavar la tinta con vino rojo para distraer a los
niños que riñen en el patio
Cortar la luz en cuatro y arrojarla a las fieras
etc.
Está creando los siguientes
escenarios:
1.- Un escenario lúdico donde las condiciones para que ocurra algo tiene
que pasar por otras, sólo que en su caso, esas condiciones no obedecen a un ordenamiento
planteado de antemano sino automático. En este caso Péret entra de lleno en un mundo
al revés, mundo que tentara al Goya de los caprichos o al Lewis Carroll de Alicia.
Ese mundo al revés que se encuentra en la imaginación colectiva del ser humano,
se manifiesta transgresoramente en carnavales, ceremonias mágicas etc. La locura
que se apodera en esos actos que los seres humanos practican viene siendo el producto
de una voluntad de escaparse de la falsa realidad del mundo para verla con los ojos
de una nueva verdad. El reverso aparece como realidad. La realidad se manifiesta
al revés. El revés se convierte en lenguaje poético.
2.- Un escenario donde se abre el espacio de lo maravilloso. Las causas y
los efectos que postulan esos versos están concebidos como collages a la manera
que Max Ernst confeccionó los suyos. Es decir, realidades lejanas entre sí, convergen
en un espacio y en un tiempo dado (en este caso por el poeta) para abrir toda una
nueva dimensión imaginaria que cuestiona la validez de una concepción de la realidad
basada en reglas inmutables. Pongamos por ejemplo nuestra concepción de la realidad/tiempo.
Todo ocurre en la poesía de Péret en otro espacio temporal, (el tiempo lúdico),
donde las horas transcurren en direcciones a veces opuestas. Cuando Max Ernst crea
sus collages introduce visualmente una temporalidad distinta: de otra manera todos
los elementos disímiles que forman su mundo no hubiesen podido haber encontrado
en un espacio común.
Sus reglas, (las de Max Ernst como las de Péret) son los vectores resultantes
de una actividad que se abre a otra suerte de interpretaciones, interpretaciones
relativas habría que aclarar. Es decir que constituyen como en el caso de los collages,
un mundo aparte que puede repetirse en tanto que actividad lúdica hasta el
infinito pero sin que por ello se repita el contenido de esa actividad.
3.- En otro escenario posible, interviene el cuestionamiento que hace Magritte
de nuestra relación con la realidad partiendo de la arbitrariedad de los signos
que él maneja en sus pinturas. En su célebre cuadro “Ceci n’est pas une pipe” comentado
por Foucault, Magritte nos pone frente a un dilema ¿por qué negar verbalmente lo
que vemos en el cuadro como realidad? Sabemos que el pintor surrealista poseía un
sentido del humor muy peculiar y que con éste jugaba con los significantes y significados
con la misma astucia. Pero al negarle a la pipa su realidad nos lanza, con esa negativa,
un reto: si no es una pipa ¿entonces qué es? Aquí interviene Péret cuando nos dice
“yo llamo tabaco a lo que es oreja”. Péret afirma que existe la oreja, pero él la
quiere reemplazar con otra realidad (como tantas veces ocurre en los juegos infantiles),
mientras que Magritte se contenta con negarnos la de su pipa sin abrirnos puerta
alguna para sustituirla por otra. Si el sistema de collages de Max Ernst nos ofrece
la posibilidad del juego aleatorio con las imágenes, los cuadros de Magritte nos
obligan a aceptar las suyas como preguntas perentorias de las cuales no nos podemos
escapar.
De nuevo, la poesía de Péret ofrece una solución distinta: lo que en inglés
se llama, al referirse a los juegos infantiles make believe. La contingencia
que poseen los objetos los pone en disponibilidad de crear un escenario que permita
jugar con ellos hasta que sus posibilidades combinatorias se agoten.
La relación Péret/Magritte/Ernst está dada de antemano por sus respectivas
pertenencias a un movimiento que elaboró toda suerte de técnicas para llegar al
país de lo maravilloso: el Surrealismo. Pero en el caso de Magritte sus preguntas,
si bien ponen en suspenso nuestra comprensión de lo que es falso o verdadero (ver
por ejemplo sus cuadros titulados “La Condición Humana”) contienen un elemento nihilista
en el fondo. ¿Podemos llegar a la esencia de las mismas para responderlas? Péret
y Max Ernst se lanzan a ofrecer otras soluciones posibles, entre ellas ésta: saltar
por las ventanas que Magritte pintara en su serie “La Condición Humana” para explorar
ese otro lado que ofrecen. Una vez en el mismo aparece entonces el mundo soñado
por Alicia o sea, lo maravilloso que Pierre Mabille estudiara en su famosa antología.
¿Qué validez tiene todo esto para el mundo contemporáneo? ¿Qué puede ofrecernos
Péret de nuevo? Quizás si podamos comenzar respondiendo a esta pregunta, citando
otra que se hiciera Franca Agostini en su estudio sobre Los Analíticos y Continentales.
La pregunta es la siguiente:
¿Es el pensamiento de la tríada loco-artista-niño
reducido al silencio por el dominio político- institucional de la racionalidad sana,
normal, adulta?
Hombres como Péret, y con él todos los surrealistas, se negaron aceptar esa
dominación ni aún en los tiempos de su militancia marxista. Al recurrir, después
de su desengaño con el dogma impuesto desde el poder soviético, al anarquismo y
finalmente a la utopía de un Fourier, los surrealistas intentaron escaparse de ese
peligro. Fourier por ejemplo, les brindó un espacio imaginario (aunque como toda
utopía sujeta a una coreografía demasiado rígida) donde era posible un mundo de
abundancia, mundo que la poesía de Péret siempre utilizó para crear sus pluriuniversos.
Péret, creo, continuó la línea que trazara Alfred Jarry con su Patafísica.
Las soluciones posibles podrían llegar a constituirse en una ontología de lo
inagotable porque “cada interpretación se encuentra en el origen de nuevas formas,
en un proceso infinito”, como planteara el filósofo italiano Luigi Pareyson. ¿No
es esto, precisamente, lo que había descubierto Max Ernst con su técnica de los
collages o el mismo Péret al abrir las puertas de una poesía-ars-combinatoria?
Es así que la poesía de Péret construye/deconstruye los temas típicos del
pensamiento racional. Los deconstruye al situarlos en otro plano donde su engranaje
no obedece a las leyes del causalismo. Lezama Lima había visto este hecho cuando
propuso su llamada “vivencia oblicua” según la cual el acto de encender la luz de
nuestra habitación puede provocar que la Constelación de Orión se encienda a su
vez. Los construye porque a partir de esa nueva cadena de acontecimientos podemos
enfrentarnos al riesgo del silencio que el dominio político racional nos
impone.
¿Un Mundo Al Revés?
En este caso sí, como refugio –el mismo que se buscaba en los carnavales
o en los juegos– de una Verdad con mayúscula que se ha convertido en instrumento
de opresión.
La Verdad hay que someterla al juego incesante de las soluciones posibles,
de manera que una mosca pueda soñar con una telaraña de azúcar en un vaso de
ojo. Esa disonancia con el ordenamiento normal de las cosas que implica lo anteriormente
expuesto por la poesía de Péret, es la argucia mejor esbozada contra la tiranía
de la Verdad. La manera con que podemos jugar con su poesía nos brinda la oportunidad
de experimentar esa ontología de lo inagotable. Partiendo de esa ontología
nos es permitido afirmar que una telaraña puede soñar en un vaso de ojo con una
mosca y no alterar en nada la estructura de la poesía. Lo que nos indica entonces
que la libertad se encuentra precisamente en esa posibilidad de subvertir lúdicamente
el orden establecido, o sea, de crear un mundo al revés.
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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO
DO SURREALISMO 1919-2019
Artista convidada: José Ángel
Leyva (México, 1958)
Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 137 | Julho de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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