I | Todo el mundo habla del día después, lo
cual ha ocupado el lugar, en el imaginario hoy confinado –y que había estado vacante durante
mucho tiempo–, de la Gran Tarde, o de las mañanas que cantan. Pero el día después ya
está muy lejos
de nosotros. El día después es
el día en
que, de un país a otro,
se obedeció al anuncio
del confinamiento. Un día bastó, el
que nunca debería haberse
levantado.
II | Ese día, el horizonte histórico,
que un año de crisis sociales había comenzado
a reabrir, no solo se ha vuelto a cerrar. Ha sido clausurado brutalmente sin que
se haya disparado un solo tiro, ni se haya proclamado un golpe de Estado. Nunca
antes se había tenido
bajo arresto a una tal masa humana –más de la mitad de la población mundial– en un lapso de
tiempo tan corto.
III | Se ha
pasado del Todo está
bien al No va más en pocas horas. El principio
frívolo
que ha servido tan bien a la economía de mercado hasta el punto de convertir el planeta en
un enorme pozo de lodo desapareció
mágicamente frente al principio de responsabilidad. Pero la verdad es que
todos hemos cedido al chantaje de la supervivencia. Y, al hacerlo, todos nos hemos
vuelto irresponsables de nosotros mismos. A partir de ahora, no hay más futuro, no hay más escapatoria. En
el universo autista del espectáculo,
la aparente victoria del principio de responsabilidad significa la verdadera ruina
del principio de esperanza.
IV | La democracia,
que ahora solo sobrevive en el ritual descompuesto de las
elecciones, ha sufrido el golpe de gracia, sin que nadie o casi nadie sepa qué decir
de nuevo. Y con ella, dos de esas libertades que una vez fueron tomadas por fundamentales,
la de ir y venir sin restricciones ni limitaciones, y la de reunirnos con quien
queramos. Lo que ha pasado, entonces, es que se ha producido nuestra transformación
irreversible de sujetos políticos
ilusorios en auténtica ganadería biopolítica. A partir de ahora, los que pensábamos que éramos
personas, o incluso individuos, no somos más que cuerpos. Hemos
sido numerados, registrados, vigilados, rastreados y todo ello durará mucho tiempo. A la
vez, la vieja política
ha desaparecido, reemplazada por la gestión de la supervivencia.
No nos arrepentiremos.
V | Que se
me entienda bien. Nadie puede negar la realidad del peligro, ni la necesidad de
superar la epidemia y salvar lo máximo
posible muchas vidas. Pero la comunidad humana podría muy bien haber actuado
por sus propios medios, sin tener que dejar su salvación en manos del Estado. De
hecho, esto es lo que los zapatistas de Chiapas han hecho sin demora ante la negación
que ha mostrado el Estado mexicano y su manifiesta negligencia.
VI | Ha sido
la circulación de los intercambios mercantiles, no los murciélagos
ni los pangolines, lo que ha transmitido el virus. Esos valientes animales, asumiendo
que son el reservorio, son solo la causa material de la epidemia, no su causa eficiente.
Conocemos las razones de su rápida difusión: los
innumerables viajes aéreos, casi siempre causados por pretextos tan inútiles como el trabajo
o el consumo turístico,
esa lúgubre
inversión en los viajes. Luego, la epidemia siguió su alegre curso en
purgatorios con aire acondicionado: buques de guerra o cruceros, torres de oficinas,
residencias de ancianos, incluso hospitales. Y ahora, al final de la cadena, afecta
a las clases pobres, que no vuelan, no van en cruceros, sino que languidecen en
la cárcel
o vegetan en los suburbios, sometidos a todas las nocividades, y que por supuesto
pagarán el
alto precio de la crisis. La pandemia no es una calamidad natural, es el resultado
de una relación social, de la economía de mercado, que desde hace mucho tiempo está condenada, y ahora
más que
nunca debe ser abolida.
VII | El día después ha
inaugurado la primera distopía mundial
de la historia. Hasta entonces, las distopías, si, como la Alemania
nazi, tenían como
objetivo la dominación universal, siempre habían tenido su expansión
limitada en el espacio y luego en el tiempo. La distopía que se ha establecido
está destinada
a perdurar, tanto más cuanto
que su primer acto ha consistido en modificar brutalmente las condiciones de la
sensibilidad: la distancia física
atrofia el más sensual
de los sentidos, el tacto, y la primacía casi total de las pantallas mutila nuestra percepción
de las tres dimensiones del espacio. Es de temer que incluso una vez que la epidemia
haya sido derrotada, el comportamiento humano se verá radicalmente alterado,
y por mucho tiempo.
VIII | Desde
la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo ha cambiado de paradigma: se ha convertido
en cibernético. En otras palabras, se ha dosificado con múltiples bucles de retroalimentación que
le han permitido amortizar las crisis económicas y sociales. Alterna las fases de
la economía administrada
y las fases de la economía liberal
dentro de un mismo dispositivo regulador. De tanto criticar el neoliberalismo, se
puede errar el blanco: el capitalismo en sus dos aspectos inseparables: liberal
en la iniciativa económica, estatal en el apoyo a la economía. Para reiniciar
la máquina
temporalmente parada, se encuentran, en un instante, los miles de millones que hacían falta. Los nostálgicos del keynesianismo
y los Treinta Gloriosos no han vuelto. Habían olvidado que el
Estado es el mejor garante del sistema. Con el triunfo de la distopía cibernética,
quedan ahora servidos.
IX | El arresto
domiciliario impuesto por el confinamiento es solo el primer momento de una nueva
Movilización Total. Se nos inmobiliza para mejor ser movilizados. La movilización
ya ha comenzado con el teletrabajo, que permite ahorrar en capital fijo, como en
oficinas y máquinas
de comunicación, y pronto en capital variable, con la transformación de los empleados
en auto-emprendedores, donde todos serán remunerados según su rentabilidad.
Continuará a través de
las grandes causas ecológicas planetarias, un vasto campo de intervención para el
neocapitalismo verde, y con la coartada de buscar cada vez más eficiencia, es decir,
cada vez más beneficios
para la gestión óptima
de la escasez y el desastre.
X | Los que
piden la vuelta a la normalidad han comprendido que esa no será tal, y están tan preocupados
por ello como por frotarse las manos. Hay que decir que para ellos, últimamente, la normalidad
no ha sido dichosa: estaban los chalecos amarillos que ocupaban las rotondas y llenaban
las calles, las barricadas en Chile, las mujeres libanesas insurgentes. Algunos
imaginan que ahora que la situación se ha invertido a su favor, podrán, a largo plazo,
adueñarse de ella. Sin embargo, hasta ahora han gobernado ciegamente, mostrando
lo incapaces que eran de predecir nada. No vieron venir nada, ni la ira de los hombres
ni los caprichos mortales de la economía. Nunca prevén nada, privados como
están de
cualquier visión histórica. Para ellos, también, el
horizonte ha sido clausurado.
XI | En cuanto a los que creen, en su ingenua
conciencia reformista, que será
posible, en las condiciones normales recuperadas, no hacer lo mismo que antes, están gravemente equivocados.
Porque no habrá ninguna
normalidad restaurada. Se desvanecerá en la suave niebla de las ilusiones perdidas. Obviamente
haremos como antes, ya que lo haremos
peor que antes.
XII | Estas consideraciones solo esbozan el marco del momento
que nos entorna, capturado en sus tendencias generales, y que no son en absoluto
el desciframiento de un plan concertado por los dirigentes. La distopía que se está estableciendo no es
producto de un complot urdido por algún gobierno secreto, sino que es el resultado de un momento
contingente de racionalización del capitalismo, que no eliminará su irracionalidad
constitutiva. Las múltiples
formas en que los Estados han respondido a la epidemia, improvisadas y en sintonía con los medios de
que disponen, son una prueba contundente de ello. Por el contrario, sus diferencias,
mentiras, inconsistencias y fracasos manifiestos muestran sobre qué frágiles cimientos se
construye la distopía cibernética
que pretende gobernar en todos sus aspectos el empleo de nuestras vidas. Es quizás en el momento en
que se cree omnipotente que será
más vulnerable. Pero el deseo de libertad, igualdad y justicia debe ser lo
suficientemente amplio y arraigado como para unir nuestras fuerzas. Si no reabrimos
la grieta utópica, viviremos a perpetuidad en el día después.
NOTA
Traducción del francés por
Eugenio Castro.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO MUNDO
INTEIRO
Número 153 | Maio de
2020
Artista convidado: Teresa
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