Toda poesía es un texto de circunstancia.
Aparentemente la escribe un poeta.
Pero si reflexionamos lo suficiente advertiremos
que la escribe la especie, eligiendo a un poeta.
Si aceptamos esto. ¿quién es Ceselli? ¿Por qué
fue un elegido?
Porque en su paleocórtex, hay una conexión egipcia.
Quiero decir, protohistórica y, tal vez, prehistórica.
¿Qué es una mentalidad? ¿Cómo actúa?
Hay historia de hechos. Tal vez pronto haya
historia de mentalidades.
¿De dónde viene Ceselli?
¿De los períodos interglaciares cuando el hombre
tuvo miedo de nuevas catástrofes?
¿Cuándo la noche era larga y fría y entonces
nació el culto a la estrella polar?
¿Qué pasa con el psiquismo de este poeta solar
que busca el antisol y la reserva residual vicariante?
Hasta ahora se han escrito muchas Historias
del Arte considerando el hecho artístico como sucesión temporal.
Leyendo El
paraíso desenterrado podría suponerse un Arte Poética como a priori. Es decir,
que el poeta enuncia una realidad por venir. Y para ello se apoya en la Prehistoria.
Así como en la Venus de Brassempouy ya está la mujer del año 2000 (asiatizada),
en un verdadero texto poético existen los anuncios esenciales.
Este a priori puede ser una de las pistas del
psiquismo de Ceselli.
Acósmico, negador de la realidad, ya late en
él otra realidad.
Ustedes advertirán que consiente en que lo titulen
surrealista.
Pero nunca depuso el gobierno de la razón.
De una razón apriorística.
Prospectiva.
El proceso mental es un océano.
Ceselli es un pescador.
Que fue cazador antes.
Que se inmoviliza porque la trampa está tendida.
Poeta de la verdad, sabe que ésta existe. Pero
es difícilmente hallable.
Fugitiva.
Si el universo no tuvo origen ni tendrá fin,
si se queman etapas por la necesidad, si todo consiste en que el hidrógeno se convierta
en oxígeno, hagamos consciente el proceso: desde las primeras máscaras a los últimos
disfraces.
¿Cómo es el encéfalo de Ceselli?
¿Cómo opera su lección de equilibrio?
Desde ya por los contrarios. Pero también con
una elaborada técnica del acceso. Habla de los mitos milenarios. Y de los ritos,
del orto y del crepúsculo vespertino. Del fuego, de la rueda, de lo substancial.
De la liturgia del recolector, que se hizo cazador y terminó en sembrador.
Y como todos los autores litúrgicos escribió
un solo libro que tituló con diversos nombres, aspectos.
Inmerso en un Ganges maternal siempre volvió
al delta placentario, del que salió para recorrer la peripecia del amor y sus dolorosos
confines.
Su obra: un sendero hacia más adelante.
Es un texto náutico, como aquellas guías escatológicas
que usaban los antiguos para después de la muerte.
Abarca la metarrealidad de los corpúsculos siderales,
sólo como alimento de las larvas al nacer.
Vive en un perdido barrio de Buenos Aires, pero
viene de Heliópolis o Zona de las Antiguas Memorias.
Considera que no existe ni el nacimiento ni
la muerte porque todo se reduce a una ondulación del sol vista desde una estación
sublunar. Busca una perdida barca de yeso para la travesía.
Y, a veces, su estilo es paroxístico, como las
callosidades de un sueño tribal.
En los manuales literarios se lo ha identificado
como Juan José Ceselli, oriundo de “la vuelta de Rocha”, barrio de la Boca, sobre
el Riachuelo, muchacho en Flores, ya hombre solitario en el pasaje del barrio Vélez
Sarsfield, Buenos Aires…
Pero estas son meras concesiones.
Se trata básicamente de un hombre ulterior.
Porque en él ha anidado el futuro.
Y ésta es su preocupación: la evolución de la
especie, de la que es cronista, heraldo, comentador…
Es tal el amor de Ceselli por el ser humano,
que de sus libros podría desprenderse que las llamadas monogamia y monoandria representan
un estado de totalitarismo cultural.
Y si las generaciones jóvenes llegaran a preguntarle
por una bibliografía verdaderamente poética y noética, Ceselli aconsejaría los siguientes
libros:
El Universo en expansión, de Arthur Stanley Eddington
La Diosa Blanca, de Robert Graves
La Rama Dorada, de Frazer
La torre y el abismo, de Erich Kalher
Mitos, sueños y misterios, de Mircea Elíade
La tumba sin sosiego de Cyril Connolly
I Ching (El libro de las mutaciones)
El libro de los muertos
tibetanos, del Bardo
Thodol
Tratado elemental de
la ciencia oculta,
de Papus
Nació el 13 de mayo de 1909 en Buenos Aires,
Argentina.
ACB | ¿Cómo se inició en el surrealismo?
JJC | Para abreviar diré que a los 43 años
cambié mi esquema de vida para convertirme en poeta.
ACB | ¿Por qué a los 43 años?
JJC | Porque desde la adolescencia no había
vuelto a escribir poemas, hasta que a esa edad, leyendo por primera vez a Neruda,
surgió en mí la necesidad de dedicarme de nuevo a la poesía.
ACB | ¿De modo que Neruda es el motivo
por el cual actualmente escribe poemas?
JJC | Gracias a Neruda y digo gracias porque
le estaré siempre reconocido, retorné a la poesía que había abandonado durante tantos
años… Y no me arrepiento. Al contrario, porque así fue como en el ´53 edité mi primer
libro que la crítica señaló como surrealista.
ACB | ¿Conocía el movimiento?
JJC | No. Para mí constituyó una verdadera
sorpresa esa etiqueta, porque ignoraba completamente su existencia. Por aquel entonces
sólo leía libros de filosofía y ensayos científicos. En consecuencia, me puse a
averiguar cuanto concernía al surrealismo y comprobé con asombro que estaba identificado
con él aun antes de conocerlo.
ACB | ¿Quiere decir que sin saberlo el
surrealismo guió su posición estética en la realización de sus libros de poesía?
JJC | Era inevitable. El surrealismo estaba
en la atmósfera del mundo moderno, razón por la que su influencia se encuentra claramente
definida en dos etapas que dividen el espíritu que imperó en la creación de mis
obras. La primera, que va de La otra cara de la luna hasta La sirena violada; y
la segunda, que comprende Violín María, El Paraíso desenterrado, que los escribí
durante mi permanencia en Francia, La misa tanguera y La Selva 4040, además de otros
tres: Poemas Jíbaros, Humor mágico y La dame sans merci, estos tres últimos inéditos
todavía.
ACB | ¿Cuántos años vivió en Francia?
JJC | Del 56 al 61. En este último año
regresé para ocuparme de la publicación de Violín María que fue premiado por el
Fondo Nacional de las Artes.
ACB | ¿Qué es entonces el surrealismo y
por qué es usted surrealista?
JJC | Pienso que se es surrealista del
mismo modo que se nace poeta. O sea, se "nace" surrealista. En cuanto
a mí, fui, sin saberlo, como lo dije antes, surrealista desde que tuve conciencia
necesaria para pensar. Siempre me fascinaron desde muy niño las frases insólitas
o las cosas raras o mágicas, como el carnaval, las flores, los pájaros, los fuegos
de artificio. Quiero con estas palabras subrayar que el surrealismo no es una retórica
que se aprende sino que constituye una posición natural del individuo frente a la
vida. El surrealismo busca el lado maravilloso de la existencia. Busca alcanzar
y nacer permanentemente en estado parecido, en cierta medida, al instante fugitivo
que se experimenta entre el sueño y la vigilia, en que lo real y lo sobrenatural
se confunden en una sola y misma cosa y todos los milagros parecen entonces posibles.
Por esta razón el surrealismo no es una mística con la que solamente se busca practicar
el arte por el arte o el arte "comprometido", en el sentido que hoy se
estila definir esta frase, sino que es una mística que busca la unidad espiritual
y material del hombre, es decir, que sus vísceras participen de lo prodigioso tanto
como su espíritu. Por eso el surrealismo cree en la poesía. Porque es en la poesía
en donde ambas cosas se dan con más facilidad y ampliamente. Por eso, para el surrealista,
la poesía no es solamente la búsqueda de una belleza pura, ideal, no, sino la expresión
del hombre total, de su esencia, de todo lo que tiene de lógico y contradictorio,
de todo lo que tiene de conocido y desconocido, sea malo o bueno, feo o hermoso.
Es la unión de lo cotidiano y contingente con lo maravilloso, la realidad con el
arcano. Por lo cual me parece oportuno citar aquí la sentencia con que inicio mi
libro Violín María: "El milagro es la forma de hacer visible el mundo invisible,
del que está hecho el mundo visible". Esto explica por qué el surrealismo no
es una retórica sino una actitud frente a la vida, y por qué son surrealistas, aunque
no escriban versos, todos aquellos que hacen de su existencia una aventura apasionante
y milagrosa. Esto quiere decir que el surrealismo siempre existió, y lo que hicieron
André Breton y sus compañeros fue codificar estos principios, poniendo al servicio
de dicho fin sus vidas y su entusiasmo. Muchos de ellos cayeron inmolados durante
el camino. En consecuencia me permito citar aquí, como homenaje, algunos nombres:
René Crevel, Antonin Artaud, Robert Desnos, André Frederique, René Daumal. Todos
estos poetas murieron trágicamente. Es una aclaración que hago para que se tenga
una idea del grado de exaltación y sufrimiento que todos ellos padecieron. Aquel
que sabe renunciar a los bienes sensuales, a la seguridad, al confort, para quemarse
como una antorcha viva en la prodigiosa aventura de lo desconocido o en la auténtica
creación, ésos fueron y seguirán siendo surrealistas "avant la letrre",
Swift o el propio Cervantes en su vida y su obra.
ACB | ¿Piensa entonces que el surrealismo
no es sólo un producto del mundo moderno?
JJC | El surrealismo es un producto del
mundo moderno pero también del pasado. Siempre hemos vivido en un mundo surrealista.
Toda la creación es un hecho surrealista, sólo que la gente no lo admite. Constantemente
nos encontramos rodeados de hechos totalmente insólitos, imprevisibles, que las
personas asumen como algo lógico, por más ilógicos que sean, por la sola razón que
acontecen. Y esta atmósfera surrealista que nos rodea la ignoramos sistemáticamente
por temor, porque si aceptáramos que nos hallamos en medio del caos moriríamos de
espanto, un caos como muy bien lo puso en evidencia Breton al descubrir tal como
en realidad acaecían los acontecimientos que describe en Nadja, en El amor loco
o en Los vasos comunicantes. Asimismo, podemos citar a Kafka en América o en El
Castillo, a Dostoievski en Los hermanos Karamazov y tantos otros.
ACB | ¿Existe un arte surrealista y otro
que no lo es?
JJC | Todo arte auténtico es en sí surrealista.
Los escritores, en general, sienten pánico para lanzarse en el laberinto de la ilogicidad,
el caos surrealista. ¿Quiere sin embargo nada más lógico que el Ulises de Joyce?
Ni nada más surrealista que el comportamiento de Ulises en la obra de Homero. No
obstante se empecinan en escribir obras saturadas de supuesta logicidad cronológica.
Y es allí cuando todo suena falso. Como en esas novelas de principios del siglo
que hoy nos parecen tan ingenuas, pongamos por ejemplo Marianela de Benito Peréz
Galdós o de la Condesa de Pardo Bazán y tantos otros. Por incongruentes, el academicismo
se desplomó de manera tan melancólica y total. Los grandes artistas de todas las
épocas jamás temieron lo inexplicable y crearon sus obras plagadas de elementos
y efectos surrealistas, como los pintores: el Caravaggio, Velázquez, el Greco, y
detengámonos aquí. Si queremos leer la más surrealista de las obras, como es fácil
comprobarlo hoy, inclusive por la influencia que ejerció y por lo que los hombres
hicieron en su nombre, es la Biblia, junto con todos los relatos religiosos de las
distintas creencias. ¿Quiere escenas más surrealistas que las del Quijote, o las
que relata el Dante y la misma Íliada así como toda la pintura desde el arte rupestre
hasta nuestros días, con genios surrealistas como el de Leonardo, Miguel Ángel con
su Moisés, el Perseo de Cellini y tantos otros? El gran aporte de los surrealistas
modernos fue localizar ese elemento mágico que se encuentra en toda obra de arte,
que a la vez que mágico es revulsivo, y codificarlo y llevarlo hasta sus máximas
consecuencias, que a veces llegaron a la incoherencia total, rayana en la locura,
como por ejemplo La Inmaculada Concepción que juntos escribieron Breton y Eluard.
ACB | Hablemos ahora de alguno de sus libros.
Por ejemplo “El paraíso desenterrado”.
JJC | Este libro, en verdad, representa
un largo poema dividido en partes, cuyo fin constituye el relato de una historia
mítica de la caída del hombre que procura rehabilitarse, como lo dice el título,
“desenterrando el Paraíso”, osadía que implica un desafío.
ACB | ¿Un desafío?
JJC | Sí. La recuperación del bien perdido
por medio del conocimiento y del amor, como se lo encuentra en la página 14: “¿Qué
historias son esas de la vida eterna/nada hay más allá de ti y de mí/ven y mientras
los demonios desentierran el paraíso/nosotros seremos a la vez el infierno y la
Gloria/nosotros seremos la eternidad”.
ACB | Es decir que usted pretende, por
medio del diablo, que es la rebelión, alcanzar la superación.
JJC | La filosofía secreta de este libro
sería la de bregar por la unión y cooperación de los hombres entre sí, o sea, exaltar
el sentimiento de equipo, única fórmula con la que, llevada a sus últimas consecuencias,
el hombre podrá intentar luchar con alguna probabilidad de éxito con el gran misterio
que significa la vida, ese enigma que representa nacer y morir, como lo enuncia
las palabras del poema en la página 53 cuando dice: “La vida es el demonio del orden
luchando contra el Ángel del Caos. La Vida, conduciéndonos de uno a otro infinito
nos va uniendo secretamente a la inmortalidad”, o en la página 82: “Acicalados como
dos señores para el suicidio/juntos nos entregamos a nuestra sed de incesto/sumergiéndonos
en un sueño muy antiguo/en una maraña de demoliciones/escombros de miel y ruinas
descaradas/para morir y renacer/ diversificarnos y unificarnos/hasta alcanzar el
ritmo del Universo/mientras la Vida en la puerta está sentada/esperando”; o en la
página 76: “sólo el pecado puede darnos la sabiduría/amémonos ferozmente no importa
cómo/es el instante diabólico en que el Infinito se hace angustiosamente visible/las
gaviotas chillan a lo lejos/los susurros de los arbustos pasan velozmente a ras
del suelo/y huellas desconocidas aparecen en la playa/es la hora en que tus cabellos
cubren mis ojos/y el pecado se arrodilla a rezar”; o en la página 70: “¡salvemos
el pecado!/¡la maldición ha sido vencida”; o en la página 51: “pues a su lado afrontaba
el miedo, el sufrimiento y las torturas que me convertían en un nuevo ser. (El verdadero
pecado hubiera sido no atentar contra Dios). Fue así como conocí el auténtico nombre
de los demonios…
ACB | Pero esa cruzada a favor del equipo no es nueva porque ya lo dijo Jesús: “Amaos los unos a los otros”.
JJC | Sí, pero mi prédica, aunque ontológicamente
se base en dicha premisa, está dirigida al mundo moderno, cuya cooperación entre
los hombres ha desencadenado la tecnología. O sea que el equipo, base de todas nuestras
conquistas actuales, inclusive la aportada por los hombres primitivos, son las que
gracias a ellas la humanidad llegó a ser lo que es hoy, y que representa, en definitiva,
un largo, azaroso y desordenado proceso de equipo. Una acumulación de conocimientos
que han ido aumentando y transmitiéndose de generación en generación hasta distanciarnos
completamente de la bestia.
ACB | ¿Es entonces “El paraíso desenterrado”
una obra hermética?
JJC | Hasta cierto punto. Aunque su significado
no es indescifrable para todo aquel que quiera leerla en profundidad y no se limite
solamente a ver “imágenes” o lo erótico sino la transitoriedad del yo, del bien
y el mal sublimados, así como sus valores estéticos, semánticos, sus alusiones psicológicas,
filosóficas y, especialmente, esta atmósfera religiosa basada en una suerte de satanismo
angélico, en esa perversión divinizadora (Página 63: “bienvenida sea la abyección/que
nos destruye/y nos reconstruye en tu reino”). Es decir, donde lo malo se torna bueno
porque es precisamente malo, ya que lo bueno es lo malo divinizado (se llega a la
pureza a través de lo corrupto) y lo simplemente bueno es el caldo de los tibios,
que ya fueron repudiados por la propia Biblia.
ACB | Esa reversión de lo malo en lo bueno
significaría entonces que lo malo es el estado natural de todo lo que existe y lo
bueno un subproducto pasajero.
JJC | Lo digo justamente en la página 95:
“El pecado es uno de los caminos hacia la santidad”, o lo que yo llamo “la moral
de las catástrofes”: un desequilibrio en busca de su equilibrio. Porque el universo
es eso: una gigantesca catástrofe representada por una terrífica explosión: la actualización
constante de lo virtual, según Lupasco, o el universo en expansión según Eddington,
como está expresado en la página 38: “…la molicie corría entre los objetos más íntimos
con un extenuante sabor terrenal, que ella disipaba empujando con gesto liviano
los siglos para que todo cobrara alrededor nuestro la lujuriosa armonía de un extenso
cataclismo”.
ACB | Es decir, lo malo que genera a la
vez lo bueno, lo bello y lo perfecto. En definitiva genera a Dios, confiriéndole
a esta palabra el sentido del arcano último.
JJC | Y por lo cual Dios sería en sí mismo
una catástrofe en acto (facultad que obra) y por lo que la Belleza residiría justamente,
como ya lo señaló Baudelaire, en su poema “Una carroña”, en la tragedia de esa catástrofe
universal. Pensamiento avalado por el constante des-hacerse (re-hacerse) de la materia
y el morir y nacer de los seres.
ACB | Entonces el Paraíso es el Paraíso
porque no puede ser el Paraíso.
JJC | Si. Nada “es” porque es, sino porque
no puede ser. Y por consiguiente (como el chorro de la fuente) todo no es más que
una ilusión creada por el movimiento constante: el Velo de Maya que ya nos adelantara
la antigua filosofía hindú. Resumiendo, que todo se halla en permanente estado de
“actualización” sin llegar jamás a consolidarse, porque nunca podrá consolidarse
y todo debe ser pasajero porque ser “pasajero” es la condición primordial para poder
“ser”.
ACB | Ceselli, explíquenos ahora por qué,
no obstante cuanto acaba de expresar, la primera impresión que causa su libro es
la de una acentuada atmósfera erótica.
JJC | Para definir con claridad la respuesta
debo señalar, en primer término, que no se trata de un erotismo de bajo nivel, puramente
carnal, sino de un erotismo metafísico, una pretensión de sacralizar el Eros, a
veces paralela a la que emplearon ciertos místicos, como San Juan de la Cruz, Santa
Teresa de Jesús, Jacob Boehme, entre otros, o como algunos místicos orientales para
los que las emociones componían una suerte de raptos inefables con los que, por
medio del amor (recordemos aquí el Shati de Laya Yoga que en la culminación del
orgasmo se comunicaba con Dios) unían sus almas en el éxtasis metafísico, el estilo
de John Donne y sus revelaciones de una inenarrable felicidad espiritual en la Tierra.
Y así como ellos, para dar más realismo y efusión a esa sublimación metafísica,
hablando de las “bodas del alma con el Ser Supremo”, o del “matrimonio del espíritu
con Dios”, así como de la “unión del amado con la amada” y otras imágenes aparentemente
sensuales y terrenales, yo me refiero a la unión de los sexos para perpetuar la
vida sublimada en el connubio del poeta con la Poesía para trascender la materia
grosera y elevarse hasta alcanzar la infinitud.
ACB | ¿Hay más alusiones secretas o significaciones
ocultas o implícitas?
JJC | Sí. Y son referencias, sentidos,
símbolos, alegorías que no están encubiertas para quien tenga el interés en descubrirlos.
Como por ejemplo en la página 94: “¿quién puso en el mundo la maldad sino Dios?/él
es nuestro enemigo y sólo tenemos para combatirlo nuestros sacrificios secretos/nuestras
fatigas anónimas/actos de bondad que nadie conocerá jamás/Dios está escondido en
el vacío/y el cielo pende del Infinito como una ciruela de la rama/¿quién soy yo
entonces sino el aprisionado/el perdonado/el entregado?”
ACB | Esas son palabras que se las puede
calificar de herejías.
JJC | En apariencia. Porque lo que verdaderamente
se pone en evidencia es que sin ese atentado el hombre sería todavía una partícula
de mineral o un ser inferior. Como lo señaló en mi otro libro “La Selva 4040”: “El
hombre, al conquistar el Amor, se alejó de la bestia tanto cuanto se acercó a Dios”.
Sí. Es un atentado, pero un atentado necesario que nos conduce por medio del dolor,
del sufrimiento, de las inenarrables vejaciones que diariamente padece la criatura
humana, a la ascensión, a un perfeccionamiento obligado a inexorable de nuestra
senda hacia la divinidad.
ACB | O que, por consiguiente, sin lucha
y sin dolor no hay superación.
JJC | Indudablemente. Por dicha razón en
otro libro que todavía está inédito digo: “Dios no es más que una idea, pero una
idea todopoderosa como Dios”.
ACB | Tengo entonces entendido que "El
paraíso desenterrado" como "La Selva 4040" además de estar consagrados
al amor, al erotismo, al misterio de Dios y a la posición del hombre en la Tierra,
poseen claves que responden a la magia, a la alquimia e inclusive a los secretos
del Tarot.
JJC | Efectivamente. La sola lectura del
índice de "El paraíso desenterrado" indica que los cuatro primeros capítulos:
Coagulación, Fijación, Reducción y Sublimación, responden al proceso alquímico que
se utilizaba para la transformación de la materia vil en materia noble, tal como
lo concebían aquellos viejos sabios idealistas. Por el contrario, el quinto capítulo,
en lugar de estar señalado con el número 5, está encabezado con los números 4+1,
que representa a Dios, que si bien igualmente suman 5, en verdad quieren significar
que cuatro, es decir los cuatro elementos: el agua, el aire, el fuego y la tierra,
más 1, que representa a Dios, significa, de acuerdo a la fórmula empleada en los
tradicionales textos mágicos, el símbolo del Hombre.
ACB | ¿Y cuál es su conexión con el Tarot?
JJC | Todo el libro responde en su espíritu
al Tarot. Pero el último capítulo está consagrado a él, porque está integrado por
cinco poemas largos que, de acuerdo a su presentación tipográfica, pretenden reflejar
el pensamiento continuo de la mente humana, en este caso la del poeta, respondiendo
cada uno de estos poemas a otras cartas del Tarot de Marsella cuyo significado secreto
y agorero está reservado solamente a la imaginación de aquellos que conocen el significado
mágico de estas caras que se usan para la adivinación.
ACB | Pasando a otro tema, ¿usted cree
que el poeta debe consustanciarse con la realidad de su tiempo, comprometerse con
los problemas sociales de su época?
JJC | ¿Cómo sería el mundo si no existieran
los poetas? En un medio convulsionado como lo es el presente, cercado de profecías
apocalípticas, aunque también enriquecido por grandes realizaciones que conmueven
los cimientos de las más arraigadas convicciones, la decisión de ser poeta parece
constituir un acto heroico o absurdo, un acto que, siendo por un lado una segregación
resulta no obstante también de entrega, ya que representa una suerte de sacerdocio,
una especie de flor salvaje en un baile de gala que alienta nada menos que la pretensión
de imponer la justicia por sobre todo los intereses, de decretar la abolición del
egoísmo para transformar la existencia de los hombres en un acto de amor. Por eso
el poeta es un ser eminentemente social, el oxígeno que ensancha nuestras ansias
de una vida mejor, el águila que por volar tan alto tiene el privilegio de ver la
aurora antes de que amanezca. Basta, por consiguiente, la sola presencia del poeta
en una sociedad para desempeñar en ella una función catalítica, porque como todos
esos seres que nacieron con la sangre enriquecida por los glóbulos feroces de la
insatisfacción y el apasionamiento, es un ser en estado constante de transformación
que transforma transformándose, el individuo que basa su ética no en la domesticidad
de las sombras solapadas, sino en las peligrosas y tumultuosas transparencias de
los huracanes en libertad.
ACB | ¿Y cuáles son esas relaciones entre los poetas y nuestra sociedad?
JJC | Los poetas son ante todo hombres.
Hombres que ríen o sufren, ciudadanos como todos los otros que en la calle su silueta
se confunde con todas las siluetas, pero que dentro de su espíritu ha estallado
un ángel: la rebelión contra la estupidez y la maldad. Son seres que con sus espantosas
voces pretenden decir la verdad, que intentan aniquilar la desgracia hablando de
la belleza, que procuran justificarla vida poniéndola a cubierto del egoísmo, de
la mugre, de la miseria. Son seres hipersensibles que ante esas pizarras periodísticas
rodeadas de luces resplandecientes, de lujosas empleadas con la última falda a la
moda llevando sobre sus ojos el boato, el hechizo, el esplendor de sigilosos encuentros
en ostentosos hoteles donde el amor camina desnudo entre caricias y deleites, ve
en cambio fluir la sangre, caer la sangre, chorros de sangre y de catástrofes, a
hombres que aúllan de dolor, seres que nadie oye a pesar de que se encuentran allí,
metidos en una cifra, encerrados en el nombre de una población, con sus horrendos
gritos, con sus gestos terribles, sus miembros mutilados, sus hijos muertos por
la metralla, el hambre, los terremotos, la sequía…
ACB | Ante tantas calamidades, ¿cómo reacciona
el poeta?
JJC | Padeciéndolas, angustiándose y toma
su portafolios, lo abre y arrancando de su estupor una frase la anota y se va a
ahogar su inquietud en un café, en su oficina o frente a un cliente que le propone
la compra o venta de algo, mientras el corazón sigue macerando palabras, esas palabras
que luego constituirán un verso que trata de encerrar entre sus sílabas el dolor,
la ilusión o el mendrugo de felicidad o de ternura que en un momento alumbró su
alma con el indescriptible milagro de la revelación.
ACB | ¿Y resulta suficiente esa actitud
del poeta para cambiar el destino de una sociedad?
JJC | A veces sí, a veces no. Pero casi
siempre sirve para preparar el cambio. Digamos, por lo tanto, para terminar, que
del mismo modo como el sueño torna más intenso el amor, la poesía torna más intensa
la vida, porque abarca desde una brizna hasta los confines del infinito, porque
crece tanto entre las rocas como en los vendavales, palpita como un pájaro aprisionado
entre las manos o hace detener la angustia que golpea sobre los cristales de la
ventana, y del mismo modo como la vida constituye un equilibrio entre lo visible
y lo invisible, poesía es un equilibrio entre la belleza y el delirio, la presencia
inesperada del asombro, del misterio, de la divinidad. La poesía acelera el pulso
de la hierba cuando amanece, posee el temblor de las novias, el atractivo de los
cuartos donde duermen las doncellas, la melancolía de las vitrinas donde deslumbrados
se detienen los niños pobres a soñar.
ACB | ¿Qué representa entonces el medio
social para el poeta?
JJC | Como ya lo hemos señalado anteriormente,
no queda más remedio que aceptar que el bien es temporal y el mal eterno y que la
vida es lucha, seducción, exorcismo, una batalla desatada en el comienzo de cada
aurora, una conquista perenne jamás lograda pero siempre en marcha, constantemente
actual, pero que no se da reposo, que no se detiene como no se detiene el festín
del óxido sobre la vetusta reja del viejo solar. Y el poeta, signado por su inspiración
impía y a la vez santa, implacable como un violín de azufre, como una catarata de
yodo, como la dentadura incandescente de Satán, es el que elige su camino para provocar
una revolución que busca volcarse sobre sus semejantes como un grito para darles
a conocer los paisajes al rojo del delirio, de ese delirio que cada poeta revela
a su manera, porque poesía es revelación, es conjuro, el canto de los pájaros y
el aullido del lobo, una joya en llamas envuelta entre los tules de lo cotidiano,
la victoria ardiente en la palabra Libertad.
ACB | Hablemos ahora más detalladamente
de "La Selva 4040", ¿cuál sería su motivación fundamental?
JJC | Una suerte de confesión, el relato
de vivencias felices y penosas de un poeta, algo así como la descripción de su conjunto
con la Poesía y, a veces, con la desesperación. Por tales razones el libro comienza
como un relato de momentos mágicos para desembocar luego en la rebelión o la impotencia
de la muerte y el dolor, que lo llevan finalmente a la locura. Podría decirse también
que se trata de aventuras vividas al lado de una criatura totalmente imaginaria,
o el apasionado esfuerzo por poseer a la mismísima Poesía, ya que ésta, si bien
es irreal, o ilusoria, participa igualmente de lo material, o del vivo, cuando actúa
como algo existe, como algo que deja su impronta sobre las cosas o penetra dentro
de nosotros al cobrar la forma de una mujer que pasa, de una ave que vuela, de un
rayo de sol que se introduce disparatadamente en una habitación donde todo es tristeza
y muerte para poner una insólita nota de increíble algarabía, de desconsiderado
optimismo.
ACB | ¿A qué se debe que suerte de anarquía
en las fechas que saltan de una época a otra?
JJC | Esa aparente arbitrariedad o desorden
en el tiempo cronológico pretende dar la sensación de que pasado, presente e inclusive
futuro componen en la obra una unidad donde el calendario no rige; por la cual se
puede ir y venir dentro de ese territorio como se va y se viene dentro de la memoria,
o como cuando se recorre una ciudad o se lee u hojea hacia el comienzo o hacia el
final las páginas de una novela.
ACB | Diríamos entonces que en su libro
usted dispone de la "atemporalidad" de acuerdo a sus deseos?
JJC | Trato de desarticular lo temporal
y manejarlo, por lo menos con la imaginación, libremente, trastocando momentos,
lugares, estaciones, trayendo o llevando las horas de un lado para otro, donde cada
escena asumida, o por asumir, puede proyectarse o vivirse como se desee.
ACB | Una pretensión a la que desde los
albores de la conciencia de la humanidad se ha consagrado mucha gente, la punta
entre la memoria y los presentimientos.
JJC | Exactamente. De acuerdo con esta
puja la memoria representaría uno de los elementos fundamentales con los que está
construido el Universo. Sin memoria éste no podría existir, razón por la cual en
la Eternidad la memoria, el tiempo y el espacio se hallarían allí estacionados como
los objetos de un vasto almacén, pudiéndose disponer de ellos indiferentemente como
unidades sueltas.
ACB | La memoria sería por consiguiente
el elemento básico de la "Selva 4040" incidiendo sobre las pasiones y
los hechos cotidianos, disponiéndolos a su arbitrio, así como lo hace también, digamos,
con otras entidades abstractas o físicas.
JJC | Sí, porque allí se conjugan el amor,
el tiempo, la muerte, el erotismo, así como las enfermedades, apetencias, los sueños,
los que representan en determinados momentos, las maneras de expresarse de los distintos
"yo" que componen la personalidad de un solo individuo ya que, en verdad,
cada criatura humana constituye una infinita sucesión de "yoes".
ACB | Y que constituyen a la par las infinitas
maneras como ante nuestros ojos se nos presente la vida.
JJC | Sin lugar a dudas. Por ello este
libro ha sido compuesto teniendo como mira la teoría de la "Segunda cara del
Universo", que se menciona en una ilustración que aparece en la primera página
de la obra, pero también refiriéndose a la constante división del Cosmos y de la
existencia de los seres en ramales de tres, que constituyen el último peldaño para
alcanzar la unidad.
ACB | ¿Quiere decir lo que genéricamente
llamamos trivios y en la religión "La Trinidad"?
JJC | Justamente. Porque así como cada uno de estos conjuntos que forman el largo-ancho-alto, estaría también el espacio-tiempo-memoria. Y a pesar de que parecerían estar indisolublemente unidos pueden, no obstante, ser desarticulados y considerados por separado, de igual manera como ocurre con el sentido total del mensaje que pretende ofrecer "La Selva 4040", que en primera instancia podría desglosarse en tres temas fundamentales: los "cernos", los recuerdos y un tercero más sigiloso que no escapará a la sagacidad del lector. Aunque ahondando aún más esta primera interpretación se hallarían otros "trivios": la rebelión, el delirio y el pretendido connubio con la Poesía. Y así, sucesivamente, pues, ¿qué otros significados no descubrirán en esas páginas aquellos que traten de leer entre líneas con los ojos liberados de las "Fuerzas secretas"?
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO
Número 161 | dezembro de 2020
Artista convidado: Zdzisław
Beksiński (Polônia, 1929-2005)
editor geral | FLORIANO MARTINS
| floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES
| mxsimoes@hotmail.com
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ARC Edições © 2020
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