JAVIER ALVARADO | Amelia Denis de Icaza con sus aves anconeras y las huellas en el cerro
Me comentaba una poeta mexicana
en medio de una plaza en Santiago de Chile, a unos cuantos kilómetros del fin del
mundo, con un viento frío y con un viento fuerte (como una novela de Miguel Ángel
Asturias), mientras hablábamos del machismo imperante en muchos países latinoamericanos;
que la literatura mexicana había dado una de las más grandes lecciones al machismo
de su país:
Para los machistas debe ser un
gran golpe, que la más grande poeta de México es Sor Juana Inés de la Cruz.
Acompañamos su juicio entre risas
y otras anécdotas curiosas y con nombres de poetas que son verdaderas pruebas de
espíritus gigantes que aletean con poesía. Repasaba hace unos días la increíble
historia de rechazo de una Gabriela Mistral (lapidada por sus compañeras de clases
luego de ser acusada de ladrona por robar un puñado de hojas y que según Gonzalo
Rojas; “Huidobro dijo no, Borges dijo no, De Rokha casi no y a la cual yo siempre
dije Si. Si, si y siempre si, Gabriela” y que luego se alzaría con un Premio Nobel
de Literatura, una Delmira Agustini asesinada por su esposo, pero infinitamente
recordada, una Juana de Ibarbourou y sus inagotables Lenguas de Diamante, en Cuba
una Dulce María Loynaz y su Carta a Tutankamon, en Costa Rica Eunice Odio, en El
Salvador Claudia Lars y así podemos repasar la Historia de la Literatura enumerando
nombres y obras de mujeres. De hecho, una poeta argentina, me comentó bajo la bruma
helada de Quetzaltenango:
Che, en mi país parece ser que las que escriben
mejor, son las mujeres.
Luego de haberme mencionado a
Olga Orozco, Alejandra Pizarnik, Amelia Biaggioni, Juana Binogzzi y Mirta Rosemberg
como referentes de la poesía de su país. Obviamente estas opiniones son muy subjetivas
y otros temas como el machismo tienden a la polémica; lo que sí es innegable es
la presencia luminosa de la mujer en la poesía de América Latina y esto ya es un
argumento más que probado. ¿Quién no reconoce los versos
Me desordeno, amor, me desordeno
Cuando voy a tu boca, demorada
Y casi sin saber, casi por nada
Te toco con la punta de mi seno.
El soneto erótico de Carilda Oliver
Labra de Cuba y qué uruguayo no ve en las calles de Montevideo sobre alguna pared
“Nosotros nos enamoramos con los poemas de Idea, la gran Idea Vilariño.
Hace unos años, la poeta mexicana
Leticia Luna me contactó pues venía recorriendo junto a otras poetas, una fallecida
antes de la edición del proyecto, todos los países de América para una Antología
llamada Pícaras, Místicas y Rebeldes (Trilogía Poética de las Mujeres en Hispanoamérica).
En aquella ocasión logramos reunirnos en casa de Moravia Ochoa y Leticia pudo hacer
la última entrevista internacional a nuestra Elsie Alvarado de Ricord. Estuvieron
allí poetas de otras generaciones y Elsie (así siempre quiso que la llamara, pues
detestaba que la nombraran doctora, profesora, etc-) rememoró los nombres de Zoraida
Díaz (primera mujer que publica un libro de poemas, Nieblas del Alma), Nicole Garay,
María Olimpia de Obaldía, Stella Sierra (primera ganadora del Premio Ricardo Miró),
Esther Maria Osses, Rosa Elvira Álvarez, Bertalicia Peralta, Giovanna Benedetti,
Consuelo Tomás, entre otras). Y por supuesto, existió una mujer, existió una poetisa.
Existió una mujer y una poetisa llamada Amelia. A-me-lia Amelia Denis de Icaza.
¿Qué panameño no recuerda su Poema
al Cerro Ancón? Mirando al cerro, “mudo atalaya del tranquilo mar” o quien no la
reconoce en las fotografías de antaño en blanco y negro con su cabellera, su traje
de matrona y su camafeo o al verla impasible, en su piedra de lírica estatua al
lado de la iglesia de Santa Ana, ¿buscando su cerro?
Amelia hizo su entrega a la poesía
desde sus primeros años en 1836, año en que nace, se inaugura la primera escuela
elemental de niñas. Se cuenta que con doce años de edad enseñó unos versos al poeta
de la Flor del Espíritu Santo, Tomás Martin Feuillet, cuando éste visitó la casa
de don Saturnino Denis y de doña Carmen Durán de Denis. Luego de la muerte de su
padre viaja por varios países de Centroamérica (donde conoce y se hace amiga de
tertulias de Rubén Darío), aunque se confiesa admiradora de los románticos, a quienes
se une en su escritura. Luego de permanecer por varios años fuera de Panamá regresa
a su patria y decide ir de paseo por el cerro Ancón, pero un soldado estadounidense
le prohíbe la entrada y luego averigua lo que ocurre: “ya existe una zona del canal
custodiada por soldados norteamericanos”; atribulada por encontrar un territorio
dentro de otro, escribe el conocido Poema al Cerro Ancón:
Ya no guardas las huellas de mis pasos
Ya no eres mío idolatrado Ancón
Que ya el destino desató los lazos
Que a tus faldas formó mi corazón.
El cerro es un amante perdido, una pérdida,
que ardan las pérdidas como dice Gamoneda, y a la cual su pluma se une en luto:
Centinela avanzado,
por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo…
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!
De
los poetas surgen mitos y leyendas, muy de niño, recuerdo a alguna compañera de
clases, decirme que Amelia al no gustarle lo que había escrito rompe la hoja de
papel y la arroja al cesto de la basura; una hermana se da cuenta de lo ocurrido
y empata los trozos y cuando Amelia regresa encuentra la hoja sobre la mesa y su
hermana sólo le dice: “Termínala”. ¿Mito o realidad? Los poetas son asumidos por
su pueblo, en una amorosa entrega.
Cierta
vez leí una entrevista hecha a Carlos Francisco Changmarin donde él consideraba
que era Amelia Denis de Icaza y no su sobrino Ricardo Miró, la poeta de la nacionalidad,
pues con sus poemas al Cerro Ancón y a Victoriano Lorenzo, denunciaba y vaticinaba
la gran serie de sucesos que habrían de ocurrir en nuestra patria.
El
poema A la muerte de Victoriano Lorenzo es una elegía al primer guerrillero de América,
traicionado en nuestro suelo y fusilado en la actual Plaza de Francia en el paseo
de las Bóvedas:
Atado! y ¿para
qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario va
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir va.
…
Y ni el invierno
con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz.
Como el león de los bosques en América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.
Así
como Miró tiene su poema Patria, desde una celda de caracol hasta las vastedades
panameñas; Amelia también tiene su poema Patria. Miró escribió su poema estando
en Barcelona, Amelia en algún otro país. Recuerdo lo que me dijo una hermana de
la poeta chiricana Rosa Elvira Álvarez, de lo que ésta le decía en sus cartas y
llamadas telefónicas:
De tanto extrañar
a Panamá ya tengo el corazón en forma de istmo.
Así
lo confirmaba la poetisa de Nostalgia y creo que los poetas asumimos esa nostalgia
fuera de la patria y el corazón se torna entonces una S acostada, con nueve provincias,
comarcas indígenas y con esplendorosos archipiélagos en el Pacífico y en el Mar
Caribe.
La hablante lírica
se une al llanto de la patria:
¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías
Nuevamente la
referencia a las montañas y a los cerros:
¿Qué has hecho
de tu gloria, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.
Haciendo alusión
a la Guerra de los Mil Días y al conflicto armado con Colombia:
Qué triste, sí,
que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.
…
Aquel mi pobre
pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.
Asume el papel
de madre, madre de la patria y de madre de la poesía panameña:
Dejad ¡Oh Ser
Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.
Y en Dejad que
pasen les deja con lengua de acanto y de laurel a los poetas:
El poeta lucha,
sin luchar, qué haría?
sin lucha y resistencia, no hay victoria
ni el corazón del bardo sangraría
para teñir los lauros de su gloria.
Mi encuentro con la poetisa se
inició en las aulas escolares; pero no fue hasta un día caluroso de un mes que no
recuerdo, que decidí adentrarme en Salsipuedes y llegar hasta un puesto de libros
viejos y encontrar allí la edición facsimilar de las Hojas Secas (la primera se
imprimió en León, Nicaragua en 1927 y la segunda en 1980, en las ediciones de la
Revista Lotería). ¿Por qué Hojas Secas? Hay herbolarios de hojas secas y guardan
una belleza parduzca que deleita los ojos. Un árbol perenne cuyas hojas no se desintegran,
pero su poesía es la de las hojas verdes. Encuentro en dicha edición un prólogo
de Zoraida Díaz, donde describe:
Fue aquella época amable de galantería
y de arrojo, de serenatas y trovadores y escalas de seda: de jinetes que, como a
la antigua usanza española, se jugaban la vida por un rojo clavel prendido en el
negror de una cabellera; época de oro en que florecieron los talentos de Federico
Escobar; Emilio Briceño y el mulato Urriola de quien apenas si queda algún recuerdo.
Doña Amelia cantaba las bellezas de su tierra y de su época, y sus cantos resonaban
en medio del aplauso de los suyos, porque todos sentían en el fondo del alma la
misma emoción que palpitaban en las estrofas de la poetisa.
Un concurso literario hoy día lleva su nombre,
un corregimiento en el Distrito de San Miguelito le honra y sus poemas son recitados
por generaciones infantiles y de todas las edades. Entonces existió una mujer y
una poetisa, existe Amelia Denis de Icaza, Amelia; si guardamos las huellas de tus
pasos y ahí estará gravitando sobre el cerro y como retoma Zoraida Díaz, también
denunciando una presencia extranjera:
sueña que divisa aún la cumbre
del cerro amado, medio perdida entre la niebla, y que escucha el dulce trinar de
las aves anconeras que ella conoció y amó y que aún no han aprendido a cantar sus
amores en inglés.
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