| Edilberto Cardona Bulnes, Jonás en el interior de la ballena
Jonás, fin del mundo o líneas en una botella, su
libro más renombrado, ha sido, desde su publicación, un texto esquivo para los lectores,
y aún conociendo el destino que tuvo esa obra (un infortunio al que haré referencia
más adelante), fui a la biblioteca con la ingenua esperanza de encontrar algún ejemplar.
Tras largo rato frente al fichero, se acercó uno de los encargados preguntándome
cuál libro buscaba; respondí “Jonás,
de Cardona Bulnes”; él, desconcertado, manifestó que jamás había sabido nada de
tal libro en la “Colección Hondureña”, así que salí con las dos breves antologías
que encontré. No obstante, días después, la suerte me hizo recibir en mi correo
electrónico la versión digital de una fotocopia (con múltiples anotaciones manuscritas)
del libro original.
La desventura de este texto poético sucedió en 1980, cuando Julio Escoto dirigía
la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) en Costa Rica; esta editorial
se encargaría de la publicación de Jonás.
Luego de revisiones por parte del poeta, se empacaron, para ser despachados hacia
Honduras, cuatro mil ejemplares “con guardas a color y foto, en papel Biblia, del
autor”, recuerda Escoto. Pero al llegar a la aduana hondureña los textos desaparecieron
misteriosamente, sin dejar rastro, ni sospechosos; situación que Leonel Alvarado
ha tildado como “un caso insólito en la historia de la literatura hondureña”.
Edilberto Cardona Bulnes nació un doce de mayo de 1935 en Comayagua. La historia
de este escritor es casi tan inédita como su obra; se dice que en su localidad no
se le conocía como poeta sino tan sólo como orador fúnebre.
Resultan escasos los textos respecto a su vida y creación poética, algunos autores
como Segisfredo Infante, Leonel Alvarado y Helen Umaña han reconstruido el fragmentado
pasado, tanto biográfico como literario, de este autor. Sin embargo, el desconocimiento
de Cardona Bulnes se debe, en cierto modo, a su carácter, puesto que era un hombre
modesto y, un tanto huraño con la sociedad; vestía sencillamente, su barba y cabello
crecidos acentuaban su personalidad humilde.
Se graduó como Maestro de Educación Primaria y Bachiller en Ciencias y Letras,
posteriormente laboró como docente; no obstante, algunos archivos sobre su vida
revelan que el autor sufrió un infarto al miocardio y tuvo que pensionarse por invalidez.
A pesar de sus estudios, prestigiosos en aquella época, no poseía estabilidad
económica; él se reía de su pobreza: “cuando compro un zapato no puedo comprar el
otro”, decía. Vivió gran parte de su existencia en la casa de sus padres y la pensión
que recibía era mínima; al fallecer su padre, se ocupó de su madre y hermano alcohólico.
Pero esta precariedad en la que existió es inversamente proporcional a la riqueza
de su poesía. Para José D. López, Cardona Bulnes veía al poeta como un “apóstol”,
un “enviado”, un “relator”, nos lo presenta como un ‘Mesías’ a través de una versificación
con temática variada, paradójica a veces, y hasta mística. He aquí una de sus particularidades,
pues incorpora elementos bíblicos y mitológicos en sus creaciones, como sucede en
Jonás:
La energía crea/ a la
materia como la función al órgano./ “Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz./ Al principio
era el Verbo, y el Verbo/ se hizo carne. (Juan-1) Encarnación/ de espíritu. La creación
re-hace/ a su creador.
Su producción es considerable y él mismo deseaba consolidarla en un compendio
que se titularía “La Jornada”[1], en el que aparecerían obras
como Sólo el aire, la luz (1970),
Los Ángeles murieron
(1972), Introducción al Derecho
(1972), Los interiores
(1973), Levítico (1974),
Animal sombra (1974),
Jonás, fin del mundo o líneas en
una botella (1980), Al
regreso y lejos del camino (1983-90), En memoria mía (1987) y Redescubrimiento del canto (1989-90);
de todos los títulos mencionados, fragmentos de Los interiores y Jonás son los que se han divulgado de forma esporádica,
el resto permanece inédito.
Jonás ha sido catalogado por Helen Umaña como un “poema-mural”
(añade el calificativo de “único en el país”), no solo por su diversidad temática,
que demuestra el vasto conocimiento de su creador, sino también por una amplia propuesta
de recursos literarios; sin embargo, esta aglomeración estilística posee una cohesión
que unifica todo el poema. Cardona Bulnes toma el mito bíblico de Jonás como una
metafórica expulsión del lenguaje poético.
Leonel Alvarado señala que “el mundo cerrado de este poeta no le ofrece (al
lector) ninguna seguridad referencial”. Lo anterior se traduce en una originalidad
que reside en un tipo de poesía pura, rasgo que se percibe en algunos versos de
Jonás:
La poesía es para contarse,/
no para contarla./ (…) es un lenguaje ritual,/ místico sacrificio, único, unigénito
(…)./ Entre tú y yo nos queda esta poesía./ Nada de imagen de la imagen./ Puedes
tirar el ramo a los congregados./ Entremos./ Hay otra luz adentro. A puerta cerrada./
Puedes quitarte los guantes./ El velo como palabra./ La corona te la quito yo/ para
coronarte otra vez: casta siempre.
Los saltos temáticos son evidentes, cada verso está permeado de un infinito
simbolismo, a veces resultan contradictorios: muerte-vida, antigüedad-modernidad,
luz-oscuridad, cielo-infierno, cristiano-pagano, etc. La palabra es otro de los
ejes en Cardona Bulnes, este elemento se consolida como el hálito que mueve su poesía:
Tú ansías expresar las
cosas./ Déjalas. Se expresan. Que se expresen./ que la palabra se diga. Sea la pintura/
la que haya de buscar la manta,/ el cuadro, el color. No al revés. Nazca/ con él.
Bien sabemos que en nuestra boca/ la palabra agoniza. Bien sabemos/ que en nuestra
mano la palabra muere/ para re-vivir en el poema, en poesía/ cuando Poesía la halla.
Los interiores, libro con el cual el poeta recibió el
Premio Café Marfil de España en 1973, se conforma por una triada titular y alegórica;
“Ulises”, héroe homérico; “Aknaton”, faraón egipcio; y “Pablo”, el apóstol; todos
estos son establecidos a través de una voz poética en donde el “yo” del autor pasa
al personaje; esto coincide con el nombre del libro, “interiores”, creado desde
lo interno y exteriorizado por la poesía: “Soy su sombra. No conozco más cámaras./
Son mi viaje./” (“Ulises”, Los
interiores).
De igual manera, aparecen poemas sueltos, como en el caso de “Final del éxodo”
(1977), en el cual el escritor vierte parte de su esencia como ser humano; es uno
de los poemas en donde se percibe parte de su vida, presenta un tono reflexivo y
versos de despedida hacia su padre:
Mi padre dejó de estar
aquí un treinta y uno de marzo./ (…) Le vestí yo. Y mi hermano. Juntos lo pusimos
en la caja. Mi madre/ buscó con Cristo una medalla, en cruz, para el pecho (…)
Edilberto Cardona Bulnes murió un dos de junio de 1991 en la misma ciudad que
le vio nacer. Tanto su persona como su obra merecen mejor fortuna, y cito nuevamente
a Leonel Alvarado: puesto que no basta con que su nombre aparezca en el Diccionario de autores hondureños.
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