terça-feira, 22 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Fabricio Estrada

LINDA MARÍA CORTÉS | Sobre Solares y Sur del Mediodía, de Fabricio Estrada

 


Fabricio Estrada (1974) es un escritor hondureño cuya obra vale la pena mencionar en esta sección cultural. Ha publicado 7 libros de poesía, ha participado en festivales internacionales de poesía en Colombia y España. En el año 2018 recibió el Premio Nacional de Poesía Los Confines. Además, ha sido incluido en antologías de poesía hondureña y centroamericana. Para este artículo voy a comentar dos poemarios: Solares (2004) y Sur del mediodía (2015), dos obras de carácter distinto, pero que reflejan las particularidades artísticas de este autor.

Para que entremos en materia, les comento que me costó leer Solares. Y no es que el grosor del texto sea tanto, sino por lo espeso de la calidad artística de este poeta. Mis sentimientos fueron diversos cada vez que abría el libro, de pronto me encontraba cada verso tan profundo, arraigado, petrificado en la página. No dejaba de asombrarme.

Y es que, más que escribir, Fabricio Estrada cincela palabras en la mismísima abstracción del tiempo. ¡Qué manera de perpetuar la belleza! Aunque, les advierto que este poemario tiene un poderoso y peligroso aliento incitador, en el que podemos apreciar tres aspectos: el poeta y su yo interno. El poeta y su mundo. El poeta y su conexión con el mundo. Todo esto se plasma mediante la voz interna que cumple con su papel de creador; pero, que además, goza de una tremenda fortaleza, lo que en mi criterio, es la mayor virtud que caracteriza el estilo del autor en esta obra: “…quitémonos el dócil disfraz/ y hagamos correr la sangre/ rumorosa de ríos bravos.”. Tanto la palabra como el fuego son los dos elementos que sirven como base para el surgimiento de Solares, como un fruto de la conflagración y del verbo. En este caso, la palabra se convierte en el arma y el escudo con los que el poeta presenta su porte desafiante: “Soy la montaña que tritura/ el horizonte y sus nubes”. “De esos días son los que hablo/ cuando tu nombre irrumpe/en medio de cualquier palabra/que a todos pronuncio”.

De la mano de la palabra, el fuego: “Aquí están mis brazos/extendidos y trémulos:/ tomen el pulso y llévenlo/ pues el magma de la sangre/está explotando/en mi volcánico pecho”. “En un vuelo de teas/ el pensamiento debe buscar/ el pasto seco del silencio/ y hacerlo crepitar/ con voces ardientes/ que lleguen a confundir al mismo sol”. Por otro lado, la temática alrededor de la cual se estructuran los poemas, se compone de instantes que viven en la memoria de este inquieto autor, cuya actitud rebelde, le facilita concebir poesía irrefrenable, subversiva: “El hombre nace disperso/busca su propia mitad/y un día la encuentra…”. “Mi mano es de papel/y sin embargo, nada la incendia, ni contrae su puño en ceniza”. “Nada está escrito, somos resplandores/ o abismos, voces en busca de labios,/flechas en busca de talones/ para iniciar el derrumbe,… Este poemario es una invocación efervescente para aquellas almas elegidas que aprecian la literatura, que la llevan en las venas, que la respiran y se alimentan de ella en todo momento. Solares implica una férrea lectura para lograr la comprensión de esta obra en todas sus dimensiones. Es poesía bien armada que, a su vez es un arma camuflada con múltiples laberintos para estimular el intelecto, por ejemplo el uso de hipérboles: “A veces las ideas/ van en la punta de los cabellos/ marcando un peso monstruoso…” Exclamaciones; ¡Al diablo entonces con la esperanza”. También encontramos Anáforas: “¡Y no te escondas en las canteras!/ ¡Y no te cubras de sol blindado…! Y varias personificaciones o prosopopeyas: “El grafito del cielo/ boceta un mundo de hombres en ruinas,/ atlas cotidianos que apenas soportan/ la tristeza de un pájaro/ esculpido en sus hombros”.

Entre el fuego y la palabra, el artista se convierte en un moderno Hefesto, forjador de versos impetuosos, corpulentos que se levantan firmes y robustos como el mismo Parnaso.
Este mismo empuje lírico, es el que encuadra el estilo que tiene Fabricio Estrada dentro de los movimientos de vanguardia tardía, o pos vanguardismo; término que se utiliza para referirse a la poesía que se produjo en Hispanoamérica entre las décadas del 40 a los 60, durante el siglo pasado. El pos vanguardismo, no surgió como un movimiento de resistencia o de oposición, sino más bien de continuación o “revitalización” de la poesía. Recordemos que siempre, entre las transiciones que por naturaleza se dan en el arte, se vienen también reacciones que pueden ser adversas o favorables. Desde principio de siglo XX, surgieron los famosos movimientos de vanguardia, y sus derivas que terminan en “ismo”, por ejemplo: Cubismo, surrealismo, dadaísmo, ultraísmo, creacionismo, expresionismo, etc. Cada uno con sus propias características y perspectivas desde la visión del artista. La vanguardia fue un movimiento de lucha, le dio vuelta a la poesía tradicional cuando rompió con el uso de rimas y métricas perfectas. Abarcó temas tabú y experimentó de muchas formas con la visión artística, tal es el caso de la escritura automática y la exploración del “yo”, como reacción de innovación, de libertad de expresión y de provocación. Entonces, los posvanguardistas lo que hacen es que toman precisamente todos estos elementos de vanguardia, ya sin el ánimo de romper esquemas y continúan usándolos en sus creaciones, por ello se habla de “Revitalización”. Octavio Paz, en su libro Los hijos del limo (1974), cuestiona estos procesos de ruptura y continuación, como dos elementos indivisibles, uno depende de la existencia del otro: “La modernidad es una tradición polémica y que desaloja a la tradición imperante, cualquiera que ésta sea; pero la desaloja sólo para, un instante después, ceder el sitio a otra tradición que, a su vez, es otra manifestación momentánea de la actualidad. La modernidad nunca es ella misma: siempre es otra”. (Paz, 1974).

A manera de antecedente en la literatura hondureña, y para que nos hagamos una idea más clara del movimiento de vanguardia, recuerdo a ustedes dos escritores que destacaron ampliamente por esta manera de versificación así de incendiaria, concluyente, agitada: la inmortal poeta de fuego Clementina Suárez, con aquellas creaciones tan de ella como “Amor salvaje” y “Combate”; y el híper intelectual Rigoberto Paredes, con propuestas como “Arcano” y “Vieja canción”.
Hasta aquí, mi enfoque sobre el poemario Solares. Les aclaro esto para que no se pierdan ni la coherencia ni el ritmo de lectura en este artículo ya que voy a comentar dos libros distintos del mismo autor, como lo expuse desde el inicio. Por lo que paso a presentar a ustedes mis opiniones sobre el texto Sur del mediodía.

Sur del mediodía (2015), es un poemario que surge desde el interior de un bus. Este cuerpo poético es un itinerario de viaje, pero no de estaciones físicas, sino de las sensaciones mismas del artista durante su viaje: otro paisaje, otros rostros, otras palabras; pero siempre, y en esencia, quien lo acompaña en todo el trayecto es la primitiva nostalgia que se gesta por el eterno abandono del ser humano que se encuentra aprisionado entre la multitud inhumana e indiferente.

Existe un sentimiento de desarraigo que atraviesa transversalmente, como una carretera, todo el libro y que, con toda su geometría, concatena la relación intrínseca entre el viajero y su transición metafísica, misma que se metaforiza en sensaciones al estilo del “Sr. Meursault”, aquel famoso extranjero de Albert Camus. Este libro tiene una voz apagada, lenta, y que también se dispersa en una languidez que marca la cadencia de los versos: “Siempre hay una isla demasiado lejana,/sin punto fijo en las guías turísticas,/sin muñecos de cera/ sin autobuses que unidos en la memoria/ son un largo laberinto ferroviario/ por donde vagas/ boleto en mano/ automáticamente/ triste”.
En tanto que el poeta se siente ajeno al mundo, se muestra huraño e impasible, en el lento decaimiento de la vida en una condición neutral; hay un marcado cansancio en cada poema del libro, no solo cansancio, sino también desgaste y pesimismo, ya que sin interés ni motivación, subsiste apenas en un estado de ingravidez: “Desde entonces voy hacia atrás/ y estar de pie, junto a una ventana,/ es retroceder ingrávido/ hacia una madrugada,/ con todos los rostros alejándose…”

Sur de mediodía, como ya les mencioné, marca un recorrido sensorial que ubica al lector en la geografía de concreto mediante una autopista que conduce infinitamente al sur: “Del silencio voraz/ saciado de kilómetros y casas/ indefinibles,/ han quedado nada más/ las migas de unos cerros/ con los cuales me oriento. Sin embargo, hay algo que no entiendo y es la repetición de este poema: “A la izquierda está el paisaje/ a la derecha/ los límites de velocidad,/ las señales de no girar,/ A la izquierda va el paisaje,/ el sol cayendo rojo/ como rojo mango/ en la lenta luna”, estos versos se repiten algunas páginas adelante con ciertas variaciones: “El sur queda a la izquierda,/ el norte a la derecha./ A la derecha la osa polar/ al sur la cruz del sur./ A la derecha las señales de no acelerar, /las estaciones solitarias, / el frío retén de los inmigrantes./ El sur tiene siempre fronteras con otro sur/ y los pájaros lo saben/ y no descansan hasta dar con él./ Yo siempre elijo las ventanillas que dan al sur. Por la derecha suben siempre los policías, por la izquierda/ emigran los pájaros”. No entendí cuál es el objetivo de esta duplicidad del poema, quizá, creo, intenta ubicar en tiempo y espacio mediante la rosa de los vientos al lector que va inmerso en el viaje.

En este libro hay bastantes alusiones a mitologías antiguas como la griega, romana y la escandinava: “un barco vikingo llegó de la nada/ con su botín de niebla cubriéndolo todo”. “Maná de Escandinavia, puzzle de los dioses…” “Jano Bifronte me aguarda en la esquina/ con su escudilla de hambre…” “El reloj de la catedral sigue sin funcionar./ Polifemo lo habita…”

Además, podemos encontrar las figuras literarias como la anáfora, tan prolífera en los versos de Fabricio Estrada: “Adentro se agita la nieve que aún no llega/ adentro amanece cuando apenas se duerme,/ adentro llueve a gritos…” “… y preparan las redes/ y los neumáticos coloridos/ y la comida…” O, también apreciamos las alteraciones que tienen un seseo bien marcado: “Sin palabra extraña, las calles se diluyeron y los edificios dieron paso a las abejas”. “Cuando solo te creía el viento/ a nadie más contaste tus secretos”. “…el doméstico dromedario del desierto cotidiano”. “De la confianza en lo humano una vez que se vio pasar la vida ante los ojos y no se pudo escapar de las duras amarras que nos ciñe…” “Ese corazón disperso que se va en los autobuses”.

Puedo decirles entonces, que Sur del mediodía evoca elementos de la lírica perteneciente al movimiento de posvanguardia, en cuanto a aspectos de forma y fondo en cada estructura poética, de tal manera que los poemas surgen desde la perspectiva del contacto del artista con el paisaje urbano; en este caso, el viaje en autobús es el pretexto perfecto para escribir. El alma poética se conmueve ante la novedad, o tal vez, lo ya conocido del panorama que se combina con la acción física en sí misma de trasladarse de un lugar a otro. Por ejemplo, es célebre la anécdota de que cuando Federico García Lorca, viajó a New York en 1929, plasmó su vivencia en un libro llamado Poeta en New York. Por lo que no es de extrañar que en la obra Sur del mediodía, los elementos básicos en el eslabonado poético sean el autobús, la carretera, las fotografías, las calles, la gente; tal como lo hicieron el argentino Oliverio Girondo con su obra Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) y el peruano Carlos Oquendo de Amat en su poemario 5 metros de poemas (1927).

Considero que la principal característica de Sur del mediodía, dentro de ese modo tan espeso y prolífero que tiene Fabricio Estrada para hacer poesía, es precisamente el cansancio: existe un desgaste en el espíritu del artista como producto ante la enajenación de la modernidad, y la desvencijada condición humana; esto se ilustra mediante un bien amoldado desaliento ante lo atiborrado de las ciudades; y sobre todo, es altamente llamativo el hecho de que el ser poético se reinventa y se disuelve en un empequeñecimiento figurativo de sí mismo, invisible ante la impotencia y el silencio del bullicioso enjambre humano, que cada día se vuelve cada más encerrado en su íntimo círculo, en el cual el artista obviamente no cabe, por lo que no es ni será incluido: “Mañana recontarán las urnas/ donde fui elegido payaso./ Nadie admite la ley suprema/ que hace de un místico un payaso. / La gente hizo filas interminables./ Fui elegido/ espantapájaros de hojalata”. Considero que este texto en su conjunto, refleja bastante madurez artística y trabajo personal en y del autor, puesto que es un libro más meditado, súper sensorial, y mayormente reflexivo. “¿De dónde es usted?/ ¿Para quién escribe?/ ¿Cuánta tierra le tomará para volver a su tierra? /Pocos se habrán sentido más viejos que yo,/ una ruina sin glorias/ que conduce a la nada”.

No hay duda alguna de que Fabricio Estrada posee un alto nivel intelectual, además de un extenso conocimiento sobre asuntos como la literatura, el uso de la palabra como herramienta de creación, y del mundo. Se nota que es un observador de la vida, de la cotidianidad, de la humanidad y un viajero solitario. Se distingue claramente que es un escritor que está en constante producción literaria, y que desde su labor creativa, impregna en cada obra distintas personalidades. No obstante, en mi opinión, la poesía de Fabricio Estrada todavía, hasta cierto punto, sigue apegándose a los cánones de finales de siglo pasado, por lo que le falta innovación; es decir, aún mantiene las tendencias hacia la revitalización, y no creación pura, de la antipoesía, como parte de sus cualidades como escritor. Aunque claro, esto no opaca en ningún momento la tremenda calidad de su poesía, que se intensifica a lo interno de los versos que gozan de gran fortaleza. Con sus poemas, este autor, desencadena imágenes sensoriales que se quedan en la mente de quien lo lee, plantea retos al intelecto, y de cierta manera, se esculpe en la memoria del lector. Quiero decir, que, es imposible leerlo y no quedarse pensando en alguno de sus juegos de palabras.

Para finalizar, debo decir que estas lecturas me han enseñado mucho acerca de la buena literatura que se está produciendo en Honduras en estas primeras dos décadas de siglo XXI. He quedado altamente impresionada tanto con la calidad artística como con la disciplina de escritor que Fabricio Estrada nos da a través de sus obras Solares y Sur del mediodía. Estos, son libros independientes, cada uno con su propia personalidad, sin perder el estilo auténtico del autor. Son bellas obras hechas para degustarlas despacio y con el buen ánimo para alcanzar la contemplación poética.

 


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§ Conexão Hispânica §

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