JAVIER ALVARADO | Eduardo Ritter Aislan, el tamborero y el tañedor de laúd
ISMAEL GARCÍA S., Prólogo a Poesía Reunida de E.R.A., Ediciones Oveja Negra, Colombia
Cuando se piensa en poesía panameña
se tiende a pensar en algunos nombres que persisten en la memoria colectiva ya sea
por las recitaciones escolares o porque algunos de ellos han sido tema de debate,
de publicaciones y últimamente de rescates; pues ciertos autores son merecedores
de ediciones renovables con el tiempo. Ciertas obras de gran calidad, consideradas
clásicos de nuestra literatura, recomendadas por el Ministerio de Educación se han
salvaguardado del olvido, aunque el hecho de que algunas de ellas ya no registren
el número de ventas por la compra de los estudiantes es alarmante. ¿Qué están leyendo
las nuevas generaciones? Urge que el Estado o la empresa privada dentro de su política
cultural y social se dediquen a reeditar obras de nuestros escritores y que su distribución
sea accesible, siguiendo los parámetros que han trazado la Biblioteca Nacional de
Panamá y la Academia Panameña de la Lengua, en una labor encomiable y que demuestra
que no es imposible. El Estado panameño tiene una enorme deuda con editar las obras
conmemorativas a los ganadores de la Medalla Rogelio Sinán, ya sea una antología
o algún libro en específico. En muchos aeropuertos del mundo existe una librería
o un puesto pequeño destinado a la venta de libros y en nuestro gran aeropuerto
de Tocumen no existe un espacio para el consumo de literatura nuestra entre los
sombreros, artesanías en tela, arcilla y guayaberas y perfumes y relojes de destacadas
marcas. Panamá es un país con muchos recursos y el ámbito de la cultura es descuidado
como se puede constatar en la serie de recortes presupuestarios al Instituto Nacional
de Cultura en los medios periodísticos.
La literatura panameña dentro de sus
lares es desconocida por la mayoría de su población, inclusive de algunos que afirman,
desean dedicarse a la escritura sin investigar y conocer a quienes hicieron y dejaron
una obra para la posteridad y fuera de nuestras fronteras, es casi una rareza y
es desconcertante y gratificante al mismo tiempo brindar nombres de poetas, dramaturgos,
cuentistas, ensayistas y novelistas que han dado su aporte a las letras de nuestro
istmo, ante la mirada de un escritor de cualquier geografía que se encuentre con
un panameño.
Recientemente en un viaje a Honduras,
quedé perplejo al descubrir que un poeta catracho me recitó poemas de Esther María
Osses y Eduardo Ritter Aislan y desde momento surgió el compromiso de dedicar un
escrito a la obra de un poeta que es desconocido y poco nombrado; quizás se debe
al hecho de que sus libros se han agotado y que una esmerada y cuidada publicación
de su Obra Poética fue realizada en Colombia por la editorial Oveja Negra, en 1986
y la cual pude conseguir en un puesto de libros viejos en Salsipuedes, no ha vuelto
a difundirse.
Siempre que pregunto por Eduardo Ritter
Aislan me refieren su conducta de gran caballero, su carisma y simpatía y de su
trabajo en el servicio diplomático y muy pocas señales de su quehacer poético. Nuestro
poeta Eduardo Ritter Aislan nació un 11 de septiembre de 1916 en la ciudad de Panamá
y además de periodista, fue un poeta que dominó las formas clásicas como el soneto
y el romance, siendo uno de sus grandes cultivadores en el parnaso panameño. Hay
que detenerse cuidadosamente en su extensa obra conformada por los libros: Umbral,
Crisálida, Nenúfares, Rosicler, Espigas al viento, Silva de amor y otros poemas,
El tañedor de Laud, Cien Poemas breves, Tornasol, El Mendigo, Floribel, algunos
de los cuales alcanzaron el Premio Ricardo Miró, máximo galardón de Panamá e internacionalmente
logró el Premio de los juegos florales de Quetzaltenango, Guatemala.
En su obra Nenúfares de 1943, encontramos
una hermosa elegía al gran poeta de la India, Rabindranath Tagore. Aquí unas estrofas
para el lirida bengalí:
I
Allá donde se nutre de noches y de ausencia
la flor de la champaca;
allá donde florecen
las corolas disímiles del viento;
allá donde no cabe
la apretada neblina del otoño;
oirás tu propia voz,
Rabindranath Tagore.
Allá donde los Sudras
se abrazan con Brahamanes; allá donde reduce
su inmensidad el Ganges;
allá donde se invierte
el orden de las almas
tendrán santuario blanco
tus cantos y tus ecos,
Rabindranath Tagore.
La elegía compuesta de tres partes
y rezumante de belleza, es un canto a la poesía y a la espiritualidad del poeta
hindú. El azafrán, la canela, los acordes del jardinero, del gitanjali, de la ofrenda
lírica de Tagore son esencias y melodías en medio del cántico del poeta panameño:
Nadie, nadie creerá que tú te fuiste,
Rabindranath Tagore,
dirán que fue mentira
la mueca de la luna,
la garganta del mar
y el caracol del aire.
Parece ser que el poeta en su evocación,
ensalza el acento y la voz de Tagore, sus poemas que han trascendido a lengua hispánica
gracias a las impecables traducciones de Zenobia Camprubí Aymar y Juan Ramón Jiménez.
El homenaje al poeta bengalí queda resuelto en la elegía que perdura en el tiempo
y que remite a esas permanencias más allá de los gestos, más allá de las flores,
más allá de las palabras.
Dentro del corpus poético de Eduardo
Ritter Aislán, encontramos el acento místico y muchos poemas y libros concebidos
a partir de personajes y temas bíblicos. De Rosicler, Premio Ricardo Miró de 1953,
tenemos el poema Esquela Mística:
Ora siempre en silencio
cuando todos los brotes
que refugien tus ansias
se conviertan, sin tránsito,
en proclamas de hastío.
En El tañedor de laúd de 1961, está
el poema Llora Judith a Manasés:
Junto a un cedro de Líbano
que desnudan las dagas del invierno,
llora Judith a Manasés, su esposo,
mientras el viento pulsa
su lira adormecida.
…
¡Castidad del recuerdo recogida
en la extensión umbrosa de las lágrimas
que vierte la virtuosa
mujer de Manasés
junto a un cedro de Líbano
que desnudan las dagas del invierno!
Haciendo un repaso por estos poemas
y otros de tema místico o religioso, encontramos un vasto conocimiento de lecturas
bíblicas y en el tratamiento de los temas, de la alusión a los personajes y en el
planteamiento estético e ideológico. Eduardo Ritter Aislan fue un poeta de búsquedas
clásicas, de temas permanentes, y como un gran hacedor y buscador de la belleza,
en un oasis por el desierto o en el remanso de las aguas desde las manos de una
samaritana.
En Tornasol, el poeta creador, como
observador del entorno, de la naturaleza, de las señales, se detiene a dedicar poemas
a escogidos colores: blanco, rojo, verde, negro, gris, azul, morado, amarillo, el
tricolor panameño (aludiendo a la bandera) y al final, un magnifico soneto llamado
Polícromo:
Un travieso pincel en la paleta,
un lienzo roto en la pared clavado,
un pequeño jarrón resquebrajado
y una planta marchita en su maceta.
Una pipa, una flor, una ruleta
una línea sin fin, un apretado
laberinto de formas y un trazado
que titula: “Los sueños de un poeta”.
Azul, celeste, negro y amarillo
un verde claro en azulina raya,
una nave sin mástil, unos ojos
que son azules con extraño brillo
un pájaro, una espira y una playa
en incoherentes desaliños rojos.
Todo artista persigue y busca a un
mundo perfecto de acuerdo a sus percepciones ideológicas, artísticas y sensoriales.
Los poemas de Tornasol evocan también a un poeta que se entrega a los misterios
del color y escudriña en los significados de los mismos. La pintura y la literatura
ligadas entre palabra e imagen, nos remiten también a otro libro de poesía, titulado
Conversaciones póstumas de Demetrio Fábrega, en homenaje al pintor Alberto Dutary.
Los poemas amatorios, alusión en algunos
casos a mujeres de ojos azules, a mujeres morenas, a las cholas de la tierra panameña,
encuentran en la voz de Eduardo Ritter Aislan, poemas y versos de erotismo refinado.
En Cien poemas breves, la alusión a una chola:
Chola ingenua de mi tierra:
nunca sabrás que le abriste
lechos profundos y fijos
a mi cautela de amar.
A una mujer de ojos azules:
Frente al azul sin mezcla de tus ojos,
revivo sin quererlo,
la intuición de infinito
que articula, a intervalos,
una noche en el mar.
A una mujer morena:
Si tú no fueras morena,
si tus cabellos y ojos
no fueran, a fuer de negros,
rastros de sombra dormida
¿dónde encontrar el encanto
con que se entrega la noche?
Son visibles el tratamiento romántico
y la presencia del amor cortés. Hay dispersos poemas del buen amor desde las composiciones
de un arcipreste. Y dentro del amor terrenal o carnal o el sentimiento, está la
pasión por lo telúrico. Y en esa nostalgia por la tierra, unos versos del poema
Tamborito Panameño, por la ausencia en la patria:
Tamborito panameño
-música, guaro y polleras-
¡cómo quisiera volver
a penetrar tu esencia!
Tu milagrosa armonía
no florece en otras tierras.
No sólo la tierra panameña fue leiv
motiv en la obra de Eduardo Ritter Aislan. El poeta, residió en Guatemala, y nos
deja como testimonio su libro Romancero del dolor guatemalteco de 1976. Aborda desde
lo social y lo político, una Guatemala adolorida:
La historia de Guatemala
es un constante comienzo,
es un andar fatigoso
en medio de impedimentos,
pero sus hijos ya saben
que, junto a cada tropiezo
encuentra un retoño el alma,
encuentra el alma renuevos.
Y en esos renuevos que las reediciones,
rescates y publicaciones de los poetas y escritores que forjaron una obra meritoria,
sea esta una oportunidad, a un año de su centenario, de rendir tributo y dar a conocer
a nuevos lectores, la obra poética de Eduardo Ritter Aislán (1916-2006), fallecido
en San Salvador, donde también peregrinaron su vida y su obra, al igual que en Guatemala
y en los labios de poetas hondureños que no dejan perecer sus sonetos, sus rimas
y romances. Urge una nueva edición de su Poesía Reunida, donde se reúne ese cántico
espiritual por la existencia, por la mujer, por el amor, por las culturas de otras
tierras, por las causas sociales y políticas y por la nostalgia por el istmo panameño,
en una depurada y rítmica técnica, junto a poetas de impecable factura como Ricardo
J. Bermúdez (1914), Rosa Elvira Álvarez (1915), Esther María Osses (1916), Stella
Sierra (1917), Tobías Díaz Blaitry (1919), entre otros que conformaron una gran
generación para las letras panameñas, centroamericanas y patrimonio para la poesía
escrita en nuestra lengua, donde en el repicar del tambor y en los tañidos del laúd,
permanece el acento fulgurativo de este poeta que nos convoca a su Umbral:
Cuando tú me preguntes:
-¿Cuándo empezó el olvido?
no sabré que decirte
porque tampoco supe
cuando empezó el amor.
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§ Conexão Hispânica §
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ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
Lindos poemas, Javier. Búscate éste:
ResponderExcluirde Dr. Ritter Aislán:
l
La quise porque puso temblores de zafiro
en el lento naufragio de mis sueños.
La quise porque nunca dejó que se apagasen,
las lámparas temblorosas de mis ansias
Porque sé que me quiso, yo la quise. (Le tocó vivir la enfermedad y muerte de su esposa.) Fui su alumna.