quarta-feira, 23 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Eduardo Ritter Aislan

JAVIER ALVARADO | Eduardo Ritter Aislan, el tamborero y el tañedor de laúd

 


Es oportuno señalar el dominio del verso en todas sus manifestaciones en el ejercicio del poeta. En este aspecto cabe señalar la maestría y acierto con que ha sabido troquelar sus ideas y sentimientos en moldes antiguos sin que por ello pueda ser considerado un poeta arcaico. Su oficio lo ha practicado con verdadero dominio del arte de la versificación.

ISMAEL GARCÍA S., Prólogo a Poesía Reunida de E.R.A., Ediciones Oveja Negra, Colombia

 

Cuando se piensa en poesía panameña se tiende a pensar en algunos nombres que persisten en la memoria colectiva ya sea por las recitaciones escolares o porque algunos de ellos han sido tema de debate, de publicaciones y últimamente de rescates; pues ciertos autores son merecedores de ediciones renovables con el tiempo. Ciertas obras de gran calidad, consideradas clásicos de nuestra literatura, recomendadas por el Ministerio de Educación se han salvaguardado del olvido, aunque el hecho de que algunas de ellas ya no registren el número de ventas por la compra de los estudiantes es alarmante. ¿Qué están leyendo las nuevas generaciones? Urge que el Estado o la empresa privada dentro de su política cultural y social se dediquen a reeditar obras de nuestros escritores y que su distribución sea accesible, siguiendo los parámetros que han trazado la Biblioteca Nacional de Panamá y la Academia Panameña de la Lengua, en una labor encomiable y que demuestra que no es imposible. El Estado panameño tiene una enorme deuda con editar las obras conmemorativas a los ganadores de la Medalla Rogelio Sinán, ya sea una antología o algún libro en específico. En muchos aeropuertos del mundo existe una librería o un puesto pequeño destinado a la venta de libros y en nuestro gran aeropuerto de Tocumen no existe un espacio para el consumo de literatura nuestra entre los sombreros, artesanías en tela, arcilla y guayaberas y perfumes y relojes de destacadas marcas. Panamá es un país con muchos recursos y el ámbito de la cultura es descuidado como se puede constatar en la serie de recortes presupuestarios al Instituto Nacional de Cultura en los medios periodísticos.

La literatura panameña dentro de sus lares es desconocida por la mayoría de su población, inclusive de algunos que afirman, desean dedicarse a la escritura sin investigar y conocer a quienes hicieron y dejaron una obra para la posteridad y fuera de nuestras fronteras, es casi una rareza y es desconcertante y gratificante al mismo tiempo brindar nombres de poetas, dramaturgos, cuentistas, ensayistas y novelistas que han dado su aporte a las letras de nuestro istmo, ante la mirada de un escritor de cualquier geografía que se encuentre con un panameño.

Recientemente en un viaje a Honduras, quedé perplejo al descubrir que un poeta catracho me recitó poemas de Esther María Osses y Eduardo Ritter Aislan y desde momento surgió el compromiso de dedicar un escrito a la obra de un poeta que es desconocido y poco nombrado; quizás se debe al hecho de que sus libros se han agotado y que una esmerada y cuidada publicación de su Obra Poética fue realizada en Colombia por la editorial Oveja Negra, en 1986 y la cual pude conseguir en un puesto de libros viejos en Salsipuedes, no ha vuelto a difundirse.

Siempre que pregunto por Eduardo Ritter Aislan me refieren su conducta de gran caballero, su carisma y simpatía y de su trabajo en el servicio diplomático y muy pocas señales de su quehacer poético. Nuestro poeta Eduardo Ritter Aislan nació un 11 de septiembre de 1916 en la ciudad de Panamá y además de periodista, fue un poeta que dominó las formas clásicas como el soneto y el romance, siendo uno de sus grandes cultivadores en el parnaso panameño. Hay que detenerse cuidadosamente en su extensa obra conformada por los libros: Umbral, Crisálida, Nenúfares, Rosicler, Espigas al viento, Silva de amor y otros poemas, El tañedor de Laud, Cien Poemas breves, Tornasol, El Mendigo, Floribel, algunos de los cuales alcanzaron el Premio Ricardo Miró, máximo galardón de Panamá e internacionalmente logró el Premio de los juegos florales de Quetzaltenango, Guatemala.

En su obra Nenúfares de 1943, encontramos una hermosa elegía al gran poeta de la India, Rabindranath Tagore. Aquí unas estrofas para el lirida bengalí:

I

Allá donde se nutre de noches y de ausencia

la flor de la champaca;

allá donde florecen

las corolas disímiles del viento;

allá donde no cabe

la apretada neblina del otoño;

oirás tu propia voz,

Rabindranath Tagore.

 

Allá donde los Sudras

se abrazan con Brahamanes; allá donde reduce

su inmensidad el Ganges;

allá donde se invierte

el orden de las almas

tendrán santuario blanco

tus cantos y tus ecos,

Rabindranath Tagore.

 

La elegía compuesta de tres partes y rezumante de belleza, es un canto a la poesía y a la espiritualidad del poeta hindú. El azafrán, la canela, los acordes del jardinero, del gitanjali, de la ofrenda lírica de Tagore son esencias y melodías en medio del cántico del poeta panameño:

 

Nadie, nadie creerá que tú te fuiste,

Rabindranath Tagore,

dirán que fue mentira

la mueca de la luna,

la garganta del mar

y el caracol del aire.

 

Parece ser que el poeta en su evocación, ensalza el acento y la voz de Tagore, sus poemas que han trascendido a lengua hispánica gracias a las impecables traducciones de Zenobia Camprubí Aymar y Juan Ramón Jiménez. El homenaje al poeta bengalí queda resuelto en la elegía que perdura en el tiempo y que remite a esas permanencias más allá de los gestos, más allá de las flores, más allá de las palabras.

Dentro del corpus poético de Eduardo Ritter Aislán, encontramos el acento místico y muchos poemas y libros concebidos a partir de personajes y temas bíblicos. De Rosicler, Premio Ricardo Miró de 1953, tenemos el poema Esquela Mística:

 

Ora siempre en silencio

cuando todos los brotes

que refugien tus ansias

se conviertan, sin tránsito,

en proclamas de hastío.

 

En El tañedor de laúd de 1961, está el poema Llora Judith a Manasés:

 

Junto a un cedro de Líbano

que desnudan las dagas del invierno,

llora Judith a Manasés, su esposo,

mientras el viento pulsa

su lira adormecida.

¡Castidad del recuerdo recogida

en la extensión umbrosa de las lágrimas

que vierte la virtuosa

mujer de Manasés

junto a un cedro de Líbano

que desnudan las dagas del invierno!

 

Haciendo un repaso por estos poemas y otros de tema místico o religioso, encontramos un vasto conocimiento de lecturas bíblicas y en el tratamiento de los temas, de la alusión a los personajes y en el planteamiento estético e ideológico. Eduardo Ritter Aislan fue un poeta de búsquedas clásicas, de temas permanentes, y como un gran hacedor y buscador de la belleza, en un oasis por el desierto o en el remanso de las aguas desde las manos de una samaritana.

En Tornasol, el poeta creador, como observador del entorno, de la naturaleza, de las señales, se detiene a dedicar poemas a escogidos colores: blanco, rojo, verde, negro, gris, azul, morado, amarillo, el tricolor panameño (aludiendo a la bandera) y al final, un magnifico soneto llamado Polícromo:

 

Un travieso pincel en la paleta,

un lienzo roto en la pared clavado,

un pequeño jarrón resquebrajado

y una planta marchita en su maceta.

 

Una pipa, una flor, una ruleta

una línea sin fin, un apretado

laberinto de formas y un trazado

que titula: “Los sueños de un poeta”.

 

Azul, celeste, negro y amarillo

un verde claro en azulina raya,

una nave sin mástil, unos ojos

 

que son azules con extraño brillo

un pájaro, una espira y una playa

en incoherentes desaliños rojos.

 

Todo artista persigue y busca a un mundo perfecto de acuerdo a sus percepciones ideológicas, artísticas y sensoriales. Los poemas de Tornasol evocan también a un poeta que se entrega a los misterios del color y escudriña en los significados de los mismos. La pintura y la literatura ligadas entre palabra e imagen, nos remiten también a otro libro de poesía, titulado Conversaciones póstumas de Demetrio Fábrega, en homenaje al pintor Alberto Dutary.

Los poemas amatorios, alusión en algunos casos a mujeres de ojos azules, a mujeres morenas, a las cholas de la tierra panameña, encuentran en la voz de Eduardo Ritter Aislan, poemas y versos de erotismo refinado. En Cien poemas breves, la alusión a una chola:

 

Chola ingenua de mi tierra:

nunca sabrás que le abriste

lechos profundos y fijos

a mi cautela de amar.

 

A una mujer de ojos azules:

Frente al azul sin mezcla de tus ojos,

revivo sin quererlo,

la intuición de infinito

que articula, a intervalos,

una noche en el mar.

 

A una mujer morena:

 

Si tú no fueras morena,

si tus cabellos y ojos

no fueran, a fuer de negros,

rastros de sombra dormida

¿dónde encontrar el encanto

con que se entrega la noche?

 

Son visibles el tratamiento romántico y la presencia del amor cortés. Hay dispersos poemas del buen amor desde las composiciones de un arcipreste. Y dentro del amor terrenal o carnal o el sentimiento, está la pasión por lo telúrico. Y en esa nostalgia por la tierra, unos versos del poema Tamborito Panameño, por la ausencia en la patria:

 

Tamborito panameño

-música, guaro y polleras-

¡cómo quisiera volver

a penetrar tu esencia!

Tu milagrosa armonía

no florece en otras tierras.

 

No sólo la tierra panameña fue leiv motiv en la obra de Eduardo Ritter Aislan. El poeta, residió en Guatemala, y nos deja como testimonio su libro Romancero del dolor guatemalteco de 1976. Aborda desde lo social y lo político, una Guatemala adolorida:

 

La historia de Guatemala

es un constante comienzo,

es un andar fatigoso

en medio de impedimentos,

pero sus hijos ya saben

que, junto a cada tropiezo

encuentra un retoño el alma,

encuentra el alma renuevos.

 

Y en esos renuevos que las reediciones, rescates y publicaciones de los poetas y escritores que forjaron una obra meritoria, sea esta una oportunidad, a un año de su centenario, de rendir tributo y dar a conocer a nuevos lectores, la obra poética de Eduardo Ritter Aislán (1916-2006), fallecido en San Salvador, donde también peregrinaron su vida y su obra, al igual que en Guatemala y en los labios de poetas hondureños que no dejan perecer sus sonetos, sus rimas y romances. Urge una nueva edición de su Poesía Reunida, donde se reúne ese cántico espiritual por la existencia, por la mujer, por el amor, por las culturas de otras tierras, por las causas sociales y políticas y por la nostalgia por el istmo panameño, en una depurada y rítmica técnica, junto a poetas de impecable factura como Ricardo J. Bermúdez (1914), Rosa Elvira Álvarez (1915), Esther María Osses (1916), Stella Sierra (1917), Tobías Díaz Blaitry (1919), entre otros que conformaron una gran generación para las letras panameñas, centroamericanas y patrimonio para la poesía escrita en nuestra lengua, donde en el repicar del tambor y en los tañidos del laúd, permanece el acento fulgurativo de este poeta que nos convoca a su Umbral:

 

Cuando tú me preguntes:

-¿Cuándo empezó el olvido?

no sabré que decirte

porque tampoco supe

cuando empezó el amor.

 


§§§§§

 


 


 





 


 


 





 


 


 




 


 

§ Conexão Hispânica §

Curadoria & design: Floriano Martins

ARC Edições | Agulha Revista de Cultura

Fortaleza CE Brasil 2021



 

  

 

Um comentário:

  1. Lindos poemas, Javier. Búscate éste:
    de Dr. Ritter Aislán:
    l
    La quise porque puso temblores de zafiro
    en el lento naufragio de mis sueños.
    La quise porque nunca dejó que se apagasen,
    las lámparas temblorosas de mis ansias
    Porque sé que me quiso, yo la quise. (Le tocó vivir la enfermedad y muerte de su esposa.) Fui su alumna.

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