IVÁN SILÉN | El marianismo esquizo de Francisco Matos Paoli
FRANCISCO MATOS PAOLI
¿Estaba yo en realidad enamorado de mi madre? Adoré a mi madre, no la amé.
GEORGES BATAILLE
…y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter
por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas.
TERESA DE JESÚS
…Es inevitable aquí no pensar en Los milagros de la nuestra Señora
de Gonzalo de Berceo. [1] Pero es también
inevitable no pensar en que el marianismo sea la perversión católica del cristianismo.
El marianismo es, estonces, esta herejía del cristianismo católico: María como la
oponente de Cristo (la madre como la rival del Hijo; María como la sustituta mítica
de Cristo o María como la anuladora misma de Dios: el marianismo como la oposición
“teológica” del cristianismo. La idea de que Dios pueda tener madre es inaceptable,
absurda y aberrante y no hace otra cosa que ampliar la mitología del catolicismo
contra la esencia misma del cristianismo. María como “madre” de Dios es parte de
esa regresión infantil de los creyentes y de esa literatura fantástica que el catolicismo
reaccionario arrastra y padece contra sí mismo. Esta ala del cristianismo ha terminado
por ser, o por convertirse, en el “feminismo” de las revelaciones de la Virgen.
Las exaltaciones de Matos Paoli por la Virgen a veces se tornan desagradables debido
a la superstición que parecen arrastrar. Pero digámoslo entonces modernamente: ¡la
Virgen como la Miss Universo de la fe!
Matos Paoli, en carta al sacerdote y poeta Angel
Darío Carrero, comenta: “nuestro Señor, que multiplica esa gracia en el vientre
de María. Bendito es el fruto de tu vientre Jesús… pero también Reina de los Angeles
y madre de Dios” [!!??] “y madre de todos nosotros, los fieles a ella, los que buscamos
expresar la palabra en ella” (Epistolario). Matos Paoli vive consciente y sistemáticamente
la superstición católica de la Virgen como sublimación del complejo de Edipo, así
como otros viven la superstición filosófica de la nada (de la demokracia, de la
igualdad y del racismo). Matos Paoli casi arbitrariamente acepta la obsesión edipal
por la Virgen, mientras se va acercando “budistamente” a la obsesión filosófica
por la nada. Ante esta “obsesión por la nada”, Matos Paoli dice: “Nadie puede aceptar
la nada como justicia” (Diario II). [Nadie, o casi nadie, puede tampoco aceptar,
sin desembocar a una profunda angustia, la nada como “fe” de la razón.] [2] Ante este furor que patrocina ideológicamente,
Matos Paoli exclama: “Es tanto el fervor místico a favor de la Madre de Dios que
hoy en día podríamos hablar de una Santísima Cuaternidad: El Padre, el Hijo, el
Espíritu Santo y la Virgen María” (Diario III). Con esta superstición mariana que
lo consume, [3] Matos Paoli no hará otra
cosa que retroceder al siglo XIII español, o a la época misma de El libro del buen
amor.
El profesor Javier Ciordia, en su artículo publicado
en la revista “Ceiba”, comenta: “El ‘creador’ es el poeta quien… halla en la Virgen
María… el arquetipo de lo humano paradisíaco… Matos Paoli se refugia, edípicamente,
en la Virgen María” (Matos Paoli, poeta autónomo). [4] La Virgen es, pues, la mitología de la idealidad católica que Matos
Paoli realiza. Esta idealidad se confirma y se reafirma cuando denomina a María
“madre” de Dios: “eres tú misma, Virgen Madre de Dios, eres tú / misma / la Stabat
Mater que recibe de Cristo el legado: / Madre he aquí a tu Hijo, Hijo he aquí a
tu Madre” (Así mi hermano). [5] También
cuando Matos Paoli se reconoce como poeta de la Virgen: “el rodeo de luces fantasmales
/ se apodera de mí, poeta de la Virgen” (La locura de la cruz). [6] Pero por otra parte será María la imagen
idealizada de su propia madre o de todas esas madres que se esquizofrenian en la
figura de la Virgen: Madre María, Madre Susana, Madre Isabel Freire, Madre Carmita”.
María es, pues, la “feminista”-inmaculada, la feminista “virgen” del amor y la locura
del poeta.
Con el concepto oximorónico “edipismo espiritual”,
Ciordia pretende borrar la imagen que Freud ha realizado poéticamente sobre este
complejo. Este secreto, esta oscuridad de la “poesía pura” del poeta místico, será
su parte maldita. Matos Paoli dice: “Me recuerdo, cuando yo estaba loco en el manicomio
de Río Piedras, que el psiquiatra me obligaba a contarle mis sueños. Y de esta manera
propiciaba la psicoterapia… de la exploración significativa de los sueños. El psiquiatra…
llegó a la conclusión de que yo era víctima de un Complejo de Edipo” (Diario III):
María como sustituta y madre inmaculada de la madre terrenal (de los “deseos” del
hijo).
Ahora bien, el complejo de Edipo (el complejo
católico de María) no es una enfermedad, sino una condición, una situación, que,
según el freudianismo, todos los niños tienen que enfrentar normalmente. El complejo
de María es una condición católica que muchos poetas tienen que asumir. El que Matos
Paoli no haya podido superar lo edipal (ni lo mariano) no lo hace loco, ni esquizofrénico,
pues su locura devendrá de rompimientos más profundos que un simple complejo o de
un simple acto de fe. Sin embargo, no debemos ignorar que el complejo de Edipo esté
desviado poéticamente hacia la idealidad de las madres: la Virgen María, la esposa,
doña Isabel, la madre real, Santa Teresa, Lolita Lebrón etc. Esta desviación alcanzará
su sublimidad absurda precisamente cuando Matos Paoli establezca la relación de
la Virgen con la poesía. El poeta dice: “Y la poesía, no hay duda de ello, es la
Virgen María [7] [8] en su fundamento dual de ausencia y presencia”
(Diario III). Aquí la Virgen desplaza a Dios y a Cristo del centro del misticismo
matospaolista, como posteriormente lo hará Albizu Campos. [9] El cristianismo católico se convierte entonces en un discurso de
la virgenlogía, o ésta se convierte en el centro de la teología católica de la reacción.
Aunque la metáfora “funcione” poéticamente, la relación con la Virgen no dejará
de ser ideológica y, por momentos, propagandística. Matos Paoli, al exaltar a la
Virgen María a la estatura de la poesía, no hará otra cosa que idealizar secretamente
a la madre del complejo de Edipo. Si recordamos la relación entre la madre y el
mar, entre la madre y el agua, que ha establecido Gaston Bachelard en El agua y
los sueños, podremos entender las palabras del poeta cuando dice: “Y en su cerrazón
el complejo de Edipo me saturó hasta la saciedad. Confieso que le tengo miedo al
mar, al objeto pleniabierto. [10] Soy
poeta de la inacción” (Diario II). El “miedo al mar” no es otra cosa que el miedo
a la madre (idealizada), o el miedo al deseo“incestuoso del inconsciente”. [11] Pero también puede ser la presencia
nefasta del “otro” (del prójimo). [12]
Hay que entender que el movimiento inconsciente de lo erótico metafísico está “borrado”
y “tachado” en Matos Paoli por el dogma de la Virgen “asexuada” (que desea besar,
como veremos más adelante, en la boca). Es como si José, su marido, no hubiera existido
jamás. Pero si todavía nos quedara un poco de duda sobre esta relación inconsciente
con la-madre-agua-del-deseo, Matos Paoli nos presentará nuevamente esta relación
de María con el agua en una síntesis sumamente apretada: “en la Madre Mar de María”
(La locura de la cruz). [13] Más adelante
Matos Paoli añadirá: “me refiero a María, / el mar ondulante… entre la sed y el
agua (Así mi hermano Francisco de Asís). [14]
Y más adelante, en La locura..., Matos Paoli convertirá a María en una especie de
Venus: “yo digo, verdaderamente extasiado… el Vientre de María, la Diosa del mar”
(La locura de la cruz). ¿María diosa? Matos Paoli no sólo desciende aquí a la idolatría
de su marianismo esquizo, sino también al sentido erótico de la Virgen cuando transforma
a la Inmaculada en el personaje erótico de Salomón: “Ay, Sulamita, bésame ya con
el beso de tu boca”. [15] [16] Esta Sulamita no es otra que la Virgen
subversiva del inconsciente. Matos Paoli sueña esquizamente convertirse no sólo
en el amante de la Virgen, sino en el “rival” del padre (de Dios). Esta obsesión
secreta, desviada a veces, érótica, nos recordará la experiencia de Santa Teresa
con el ángel:
En esta visión quiso el Señor
le viese ansí: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido
que parecía de los ángeles muy subido. Deben ser los que llaman cherubines… Veíale
en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco
de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a
las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada
en gran amor de Dios. Era grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y…
No es dolor corporal sino espiritual, aunque no dejaba de participar el cuerpo algo,
y aun harto… Los días que duraba esto andaba como embobada”. (Libro de la vida). [17]
[18]
En Así mi hermano Francisco de Asís, Matos Paoli
volverá a reafirmarse simbólicamente en esta obsesión mística que lo desborda: “de
pie / delante de la cruz me refiero a María, / al mar ondulante de colinas intermedias
/ entre la sed y el agua”. Matos Paoli se haya, pues, entre el deseo (la sed) y
la madre (el agua). La sed de la madre es aquí ambigua, pero posible. Hay que entender
que el deseo de la madre tiene que ser ambiguo, porque el superego (Freud) vigila
dictatorialmente sobre los muros de la “moral”. Esta sed es también onírica. Y no
dejará de ser sensual. [19] En Rumi,
como en algunos momentos en Matos Paoli, [20]
la sed es terriblemente mística, pero en otros momentos no lo es. Rumi dice: “Para
que puedas oír estas palabras, ‘El Señor les da de beber’, / ¡Sé sediento!” (El
masnavi 107). La sed se bifurca. Es sed de madre y es sed de Dios. Las cumbres de
lo sublime descienden paralelas. Pero Matos Paoli no dejará de utilizar ese lugar
común del “vino”-derramado (o del agua-de la fuente de la madre-) como la imagen
desviada de Cristo: “la Sed escancia” (PLP). ¡La sed que da de beber! La sed como
el deseo cristiano de beber a Dios (que echa vino, que sirve vino, que bebe vino):
“Esta es mi sangre… que por vosotros es vertida” (San Marcos 14:24). [21] Matos Paoli irrumpe entonces, permítase
la broma intelectual, como el “vampiro” que desea beber la sangre de Dios y la sangre
de la madre. [22] Dios es el agua inmortal
de Cristo y Cristo es el vino mundano de Dios. La sed no será otra cosa que el intento
divino de alcanzar al hombre. En la sed el hombre y Dios se buscarán desesperadamente.
Pero por la sangre de la madre nacemos y por la sangre de Cristo nos salvamos.
En ese “desdoblamiento” de la poesía con su
propio discurso, en ese desconocimiento de sí, de lo que la poesía ha dicho inconscientemente
contra el cristianismo y contra el aëda, Matos Paoli irrumpirá radicalmente como
el poeta moderno que es. [23] No porque
haya caído de Dios, no porque sea un “enajenado de Dios”, [24] sino porque ha caído natural y humanamente de sí mismo. El poeta,
como un dragón de lo sublime (entre la sangre y el agua-entre el vino y el periodo-),
ha tropezado con sus propios “arrebatos”. El horror está delante de nosotros. Pero
Matos Paoli no puede escapar a su propio tiempo, a su propio conflicto y tampoco
puede escapar a su propio inconsciente. [25]
Matos Paoli no puede huir de la contradicción que es: “Cuando esta conciencia del
ser se eleva a su altura absoluta, entonces el poeta… se golpea contra el suelo
del infierno” (La angustia). [26] El
poeta cae sísifamente de lo sublime a lo abyecto. Matos Paoli no ve el infierno,
pero tarde o temprano tendrá que descender a él en el desdoblamiento de sí mismo,
[27] aunque su fe lo proteja de su propia
caída. El “enamoramiento”-trágico con la madre y el enamoramiento real con la esposa,
ha sido desplazado poéticamente hacia el mito de “la madre de Dios” en donde la
caída se hará imposible; [28] en donde
la caída del mito se hará y se convertirá en más mito. Matos Paoli no quiere caer.
El poeta de Canto de la locura está protegido
de esa “caída”, porque se ha convertido en el Inexistente: “Tal vez soy un inexistente,
a honra lo llevo” (La locura de la cruz). El intento inconsciente de suplantar al
padre, de ser Edipo místico, esa gran ausencia matospaolista, o ese gran silencio
de nuestro poeta, será desplazado a la figura de Dios (o de Albizu Campos). [29] Matos Paoli intenta, en el enamoramiento
simbólico de la Virgen, sustituir edipalmente al Cristo de Nazaret que teologiza
de Dios. [30] Matos Paoli dice: “La Virgen
nos ayuda a vencer los muros del misterio cósmico. Nos ayuda a penetrar en Dios.
Porque ella es ínsita en Dios [connatural]… [31] No podemos ser sin la Virgen. Porque ella funda el puente entre
Dios y el hombre” (Diario II). [32] En
esta afirmación matospaolista Cristo ha sido tachado, porque se supone que esa sea
la función principal de Cristo: ser intercesor. “Y todo lo que pidiereis al Padre
en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidieres
en mi nombre, yo lo haré (san Juan 14:13-14). Es tal la oscuridad matospaolista
por momentos (para él mismo-en su propia poesía-), que el autor del Canto de la
locura no ha visto la sustitución delictiva que ha realizado con la figura de la
virgen. La simbología del poeta, debido al escándalo que arrastra, estará clausurada
no sólo para el poema, sino también para el poeta mismo. Porque éste, sin darse
cuenta, ha dejado de ser un poeta cristiano para convertirse en un poeta mariano.
El profesor Ciordia, al estudiar la presencia
de María en la poesía de Matos Paoli, [33]
no observa (podríamos decir que censura) el hecho de que Matos Paoli se refugie
angustiosamente en el deseo sexual de la madre muerta. [34] Este movimiento psicológico y poético, que podrá parecerle escandaloso
a algunos lectores católicos, es lo más natural del mundo en el acontecer mismo
de los sueños, de la poesía y en el deseo político del inconsciente (por subvertir
el orden). Porque el inconsciente busca la subversión en la apropiación política
de la madre, y busca en la madre, dadora del lenguaje, [35] la subversión contra la moral del status quo. El inconsciente, con
su carga poética, se manifestará obsesivamente hasta convertir el deseo prohibido
hacia la madre en la ausencia de la ternura misma: Yocasta estará católicamente
delante de Edipo.
La Virgen será entonces la continuación simbólica,
necesaria e inmaculada del deseo edipal en el naufragio mismo de la madre. La Virgen
es el ícono intocable de esa agorafobia que el fracaso político del nacionalismo
ha creado para la “casa olvidada” del poeta. La Virgen arrastra una especie de necrofilia
inconsciente no confesada por la madre muerta. Esa agorafobia, esa hidrofobia y
esa necrofilia sublimada, que volveremos a encontrar en Sombra verdadera, no es
otra cosa que la confesión del “yo espúrio” que veremos más adelante: “El que tiene
miedo al espacio abierto” (Sombra). La madre también es el “espacio abierto” de
la casa y la Virgen es el espacio abierto hacia Dios. (¡La Virgen es la grieta de
Dios!) Más adelante, Matos Paoli concluirá: “No estoy preparado para asir el espacio
y dominarlo”. [36] Y nosotros concluimos
por él: no estoy preparado para dominar la madre, la Virgen, o para dominar a Dios.
Sobre esa “cárcel de amor” que administra la esposa del poeta, reinará la Virgen.
[37] La Virgen será, pues, esa sublimación
de la esposa- “carcelera” y de la madre sabia.
Es a la luz de esta “desviación” hacia la madre
ideal desde donde podremos entender la violencia del poeta contra sí mismo. Matos
Paoli dice: “Francisco Matos Paoli es un yo espúreo [38] (Diario II) [39], [40] que se ve envuelto en un sibilino enjambre”
[perteneciente a la sibila-perteneciente a la madre o a la Virgen]… “Soy como un
río que nunca llega al mar”. E inmediatamente dice, para escándalo de sus lectores:
“Al fin admito que soy histrión”. La presencia de lo “sibilino” (“lo oscuro, con
apariencia de importancia”), de lo misterioso, nos fuerza a pensar en la presencia
de la sibylla. Esta sibila [41] no sólo
es una sacerdotisa, sino que es también una mujer sabia (la madre sabia; la Virgen
“sabia”-la médium que “trafica” los muertos-) con espíritu profético, [42] que se convertirá, para asombro nuestro,
y a pesar de la resistencia del poeta, en un símbolo de Matos Paoli. ¿A quién simboliza,
pues, la sibylla? A la madre espiritista que lo ha instruido en los caminos de la
“magia” y en los caminos del catolicismo. ¿Sincretismo? Sin lugar a duda.
Matos Paoli dice: “Y es que estoy loco, / que
vuelvo a mi madre, la mística” (Primeros libros poéticos). En Matos Paoli la mística,
el espiritismo y la poesía, previo a Yván Silén, andarán de la mano: “Cuando estoy
escribiendo poesía, también la presencia de los muertos acude a mí” (Diario II).
[43] Este símbolo de la madre-sibylla,
que ha forzado a Matos Paoli a recurrir a la mitología, nos obliga a pensar también
en esa constante de la madre médium: Susana Paoli Gayá. La madre se esquiza en el
rostro y en la actitud de las diferentes mujeres que seducen al poeta. La madre-sibylla
no hace otra cosa que iluminar el “harén” de las “amantes”. La sibila (esta pequeña
licencia poética que Matos Paoli introduce en su catolicismo) es una especie de
médium, una especie de madre mítica, de Casandra, que se manifestará oscuramente
como la polarización de la Virgen María. Los mejores versos a la Virgen-madre, en
los libros que hemos leído para este trabajo, los hemos hallados en Los crueles
espejos. [44] En el poema “Contraste
entre el cielo y la tierra” Matos Paoli dice: “La Virgen María recoge en su delantal
la lluvia ciega, la vuelve palabra, ojos” (Los crueles espejos).
Esa cita del “yo espúreo” señalada arriba, que
Ciordia también ha utilizado, nos resulta fundamental para entender el movimiento
de su poesía mística. Nuestro poeta dice: “¿Quién habla por mí? ¿Francisco Matos
Paoli? Francisco Matos Paoli es un yo espúreo”. Este “yo espúreo” (bastardo, ilegítimo,
adulterino, falso, contrahecho, etc.) es esa confesión delirante y cristiana que
acontece delante de sus lectores, y que el catolicismo de sus críticos y el triunfalismo
del independentismo ha ocultado. Este “yo” no dejará de resultar turbulento y fundamental
para nosotros. ¿Qué significa esta humildad-rebelde de nuestro poeta? ¿Qué significa
este oxímoron o esta antítesis? Esta humildad se subleva contra Matos Paoli y se
subleva también contra la realidad que lo rodea y lo subyuga. La humildad-rebelde
ha alcanzado la manifestación misma del delirio y éste se manifiesta como la humildad
extraña que anda en busca de su víctima.
¿Contra quién comete el poeta la falsedad, el
adulterio (lo adulterino) que se oculta en esa cita? ¿Contra Dios, contra la Virgen,
contra la esposa, contra sí mismo? ¿O es que estamos ante un simulacro de la poesía
hermética? Podríamos pensar en la esposa, pero no es ella, porque la fidelidad del
poeta hacia ella ha sido manifiesta a través de toda su poesía. [45] Nosotros creemos, a la luz de esa prosa
esquiza de las paradojas de Diario de un poeta I, II, III, que el conflicto es más
profundo que esas “pequeñas paranoias poéticas” que los poetas-críticos podemos
señalar para iluminar el Diario... o podemos ocultar para oscurecer más la escritura
del poeta. No podemos negar, para que el escándalo sea una realidad todavía más
poética, que nos estamos moviendo en los planos de lo espiritual mismo. No podemos
ocultar que lo sacro es escandaloso. Así que el “adulterio” que acontece en la “confesión”
poética del Diario I, pretende ser, a un mismo tiempo, secreta, espiritual y confesional.
(¿Adulterio del poeta hacia Dios, hacia el Amante sacro?) No podemos negar, aunque
lo deseamos, que la presencia del espíritu sea escandalizante, pero que amerita
ser explicada. Ese “yo espúreo”, esa hiperhumildad cristiana del poeta rebelde,
y que por momentos parece “budista”, se estrella contra la propia insolencia de
Matos Paoli e irrumpe por momentos para sorpresa de sus lectores. El poeta antimítico
y grosero dice contra la delicadeza del poeta místico: “como si yo fuera un pendejo
a la vela, / un escarabajo” (La locura de la cruz). [46] El “yo espúreo” del místico se enfrenta a la prepotencia del escarabajo
del antimístico de Matos Paoli. El poeta mundano se enfrenta al poeta mariano. Lo
vulgar de sí “también” sorprende al místico: “Yo mismo me violento con mi poesía.
A menudo me hallo en la misma posición del lector común. Es decir, no logro entender
a cabalidad lo que he escrito” (Diario II). Lo que no se quiere ser termina por
asumir violentamente el ego. Frente a esta violencia de su propia rudeza, Matos
Paoli, como siempre, pretende ser perdonado: “Ah, perdón y perdón de esta vanidad
que nos salva, cuando estamos muertos”.
Por otro lado, esta autoacusación de “bastardo”
que yace detrás de la palabra “espúrio”, nos hace pensar en una caída, en un tropezar
humano, en un apartarse de la pureza primitiva que le pertenecía. Pero también nos
hace pensar en los místicos orientales que Matos Paoli ha rechazado: “El hombre
del tao / permanece en el anonimato. / La virtud perfecta / no produce nada. / ‘No
ser’ / es ‘ser de verdad’, [47] / y el
más grande entre los hombres / es nadie” (El camino de Chuang Tzu). Matos Paoli
buscará desesperadamente esa nada. [48]
Pero no podemos olvidar que éste se halla delante de la esposa-madre que no ha hecho
otra cosa que otorgale el ser: “Y tú me das el ser” (Bajo el signo del amor). No
es Dios, como hemos dicho ya, ni lo político lo que le otorga ser, sino la esposa
misma. Este poder que el poeta le concede a la esposa (de otorgarle ser) no dejará
de sorprender cristiana y filosóficamente al lector.
Independientemente de que la afirmación de Chuang
Tzu señalada arriba choque con la visión de los hombres occidentales, los versos
de Rumi no harán otra cosa que reforzarla. Rumi dice: “Puesto que el No-ser es el
espejo del Ser, / si eres sabio, eliges el No-ser” (El masnavi). Matos Paoli, rechazando
el orientalismo, eligió contradictoriamente el no ser. Las palabras le dieron la
espalda: “yo me soy / en la derrota” (Testigo de la esperanza). Las palabras, sin
sospecharlo, lo sorpenden una vez más al no poder “entender a cabalidad lo que he
escrito”. Pero a pesar de ese “no-ser” disfrazado, como veremos en Francisco Matos
Paoli o la angustia de Dios, el poeta no puede librarse cristianamente del ansia
y de la mortificación de reconocimiento que padece (el creador) en una sociedad
neocolonial o seudo capitalista. Su “derrota”-de ser (su no-ser político, “literario”
y “espiritual”) necesitaba ser reconocida. Esa necesidad de la humildad-rebelde
se le convirtió en la presencia misma del infierno (de Narciso, de Satán).
El adjetivo “espúreo” acontece como la confesión
de lo que se siente secreta y confesionalmente como perturbación (ante Dios y los
hombres). El hambre de fama, la sed de fama como la parte inmanente del Seól, no
dejará de golpearlo. Pero ya la sed, desde Luz de los héroes, se le había apartado
de Cristo. La sed era por Betances, por Pachín Marín, por José de Diego, por Albizu
Campos: “¡Aún el agua no era!… me enseñaste la Sed desde pequeño” (PLP). Matos Paoli,
en Luz de los héroes, vivía perturbado dentro de un misticismo que no acababa por
manifestarse como totalidad de Dios.
Pero el deseo por la madre real (Susana) y por
la madre ideal (la Virgen), aconteciendo en medio del caos o del flagelo constante
de lo político, se revierte y se sublima en el anhelo de las otras madres. Las contradicciones
y las paradojas poéticas (¿existenciales, psicológicas-políticas-cristianas?) no
se interrumpen, sino que buscarán nuevos simbolismos, nuevos senderos y no dejarán
de crecer en las “repeticiones” de esas obsesiones de la espiral inconsciente que
retornan en la búsqueda de lo “nuevo”. Esto es así, porque el símbolo acontece tan
“cerrado”, tan hermético, como lo onírico de las palabras “inicuas”, o de aquello
que no se puede o no se debe decir públicamente. El símbolo, como una metáfora pequeña,
como una metáfora estrecha, evita el discurso “didáctico” de la alegoría (o el movimiento
alegórico de lo didáctico). En algunos momentos cruciales de la poesía de Matos
Paoli, la metáfora se cierra sobre sí misma para que lo abyecto no se haga manifiesto.
El poeta ha tomado el camino de lo más difícil.
Lo que se escribe “tarde”, como entendía Heidegger,
no deja de llegar a tiempo. Pero lo que hay que entender aquí es que lo que acude
precipitadamente termina por acudir para que todo el mundo lo lea, lo vea, y para
que todo el mundo lo oiga poéticamente. El escándalo no se hace esperar: la poesía
permite el “mal”. El mal es la experiencia paralela de la poesía con lo sacro. Por
esta razón el deseo no dejará de ser el conflicto del “santo”. El deseo de su-inconsciente-político
no dejará de ser su caída. El poeta ha tropezado delante de su propia idealidad.
Ante este deseo angustioso de “gloria literaria” que Matos Paoli experimenta, el
Bhagavad Gita será aplastante: “Las tres causas principales de su depravación son
las tres puertas del infierno: el deseo, la codicia y la ira” (Bhagavad Gita). Matos
Paoli, por su parte, tratará de justificar esta pequeña codicia de fama: “Me paso
la vida oscilando entre el mundo y el trasmundo. El mundo me convence hasta negar
el trasmundo. El trasmundo, por venganza, se impone y entonces rechazo intensamente
todo lo que se relaciona con el mundo.” (Poeta autónomo). El poeta como fuerza espiritual
tropieza con el deseo carnal del hombre. El poeta tropieza con el “ángel”. Aun así,
Matos Paoli no dejará de luchar contra sí mismo en ese deseo de ser el “otro” (el
ideal).
Atrapado en su locura, el poeta prosigue hacia
el encuentro con lo esquizo manifiesto. Hacia el esquizo que se interroga a sí mismo:
“¿No estaré volviéndome loco recurriendo al ‘imperativo categórico’ de la soledad
imposible?” (Diario II). Ante esta pregunta la pregunta irónica es inevitable: ¿No
estará el esquizofrénico (de 1955) volviéndose “loco” (en 1987)? No quisiéramos
terminar este trabajo sobre el incesto psicológico o espiritual sin esa afirmación
artaudsiana [49] que Matos Paoli, sin
conocer al poeta francés, realiza para nosotros: “la locura es un extraño intento
de reforzamiento de la razón… Constaté hasta la saciedad cómo la locura obedecía
a una especie de razón infinita. Lo mismo sucede con la poesía”. Atrapado en Dios,
en el espejo y en la imagen de Dios, Matos Paoli buscará desesperadamente la madre
que ha perdido (ese dolor desgarrante entre el infierno de la conciencia y el infierno
del inconsciente) y que el mito (la Virgen) le proveerá como refugio. La Inmaculada
se le convierte, entonces, en el imperativo categórico de su cristianismo anarquizante.
La tachadura que Matos Paoli realiza marianamente sobre Cristo nos permite utilizar
este adjetivo de lo anarquizante para describirlo. Matos Paoli, hasta donde hemos
leído y conocido, no se declara poeta de Cristo, sino poeta de la Virgen: “Y nosotros,
poetas de la Virgen” (La locura de la cruz). Matos Paoli no está “enamorado” de
Cristo, sino enamorado edipalmente de la Virgen-madre. [50] Este enamoramiento, ese lugar común del misticismo cristiano, le
permitirá decir a Matos Paoli lo siguiente: “Yo soy el pródigo, y al mismo tiempo,
el próvido, / yo soy el enamorado”. [51]
Entre Dios y María, Matos Paoli reparte y nos ofrece su propia locura; entre Dios
y la Virgen, Matos Paoli se convierte en una especie de “Cristo” caído de su propia
palabra desgarrante. Desencajado, fragmentado, roto, Matos Paoli nos otorga el cuerpo
iluminado de la poesía. [52] Su poesía
lo redime de sí y lo anuncia como uno de los grandes poetas latinoamericanos.
NOTAS
1- Siempre que pienso en Los milagros de nuestra
Señora, y aunque parezca broma, pienso en el milagro del pene recobrado titulado
“El romero engañado por el enemigo malo”. La modernidad de este milagro, como la
de algunos exemplos de don Juan Manuel (“Don Yllán y el deán de Santiago: el comentario
del exemplo XI” de El conde Lucanor), es total. Es una poética del cuerpo y de la
magia, de la ironía y de la fe que la literatura española, con sus grandes excepciones,
ha abandonado.
2- Véase, entre otros, El proceso de F. Kafka,
La náusea de Jean-Paul Satre; El extranjero de Albert Camus, Las criadas de Jean
Genet, El túnel de Ernesto Sábato y Rayuela de Julio Cortázar.
3- Véase Francisco Matos Paaoli o La angustia
de Dios.
4- Lamentablemente, nunca recibí el excelente
ensayo que leyera el profesor Ciordia en el simposio de Matos Paoli organizado por
mí, en donde éste establece una relación entre la madre, esa carencia emocional
de Matos Paoli, y la Virgen.
5- Nuestro poeta desvía el sentido bíblico,
porque este mandato, como recordará el lector, ha sido dado a María en relación
a Juan, el discípulo amado, y a éste en relación a María (San Juan 19: 26). Desde
este pasaje, y otros más (San Marcos 3: 33-35), Jesús se deshace, o se despide,
de la relación de hijo con su madre. Matos Paoli olvida incluir aquí la relación
conflictiva que Jesús tuvo o tenía que tener con sus hemanos. Renan comenta: “Durante
una época, su madre y sus hemanos sostienen que [Jesús] ha perdido el juicio, le
tratan como a un soñador exaltado y pretenden detenerle por la fuerza” (Vida de
Jesús 139). Véase también San Marcos 3: 21.
6- “Y nosotros, poetas de la Virgen” (La locura
de la cruz, 50).
7- La locura ha alcanzado su propia aberración.
8- El subrayado es nuestro.
9- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia
de Dios.
10- El subrayado es nuestro.
11- En toda la poesía de Matos Paoli la contradicción
terminará por hacerse presente y aquí la veremos en función una vez más. Esta acontece
cuando Matos Paoli dice: “sin querer escandalizar a nadie, / de la posesión de la
ola putrefacta por los ilusos / que se extravían en un mar maricón” [el subrayado
es nuestro] “que no es mi mar” (La locura de la cruz, 80). ¿Símbolo o sentido literal?
Si la Virgen en este texto siempre es el mar, quién es entonces ese otro “mar maricón”:
¿los invasores? ¿las otras “mujeres” que lo atraen o lo seducen? ¿Las madres de
los ateos o las madres de los que difieren poética y políticamente de él? Lo que
hay que observar aquí es esta posibilidad: que el símbolo, como sucede a veces con
el ser, se ha expandido tanto que ya no significa “nada”. (Pero, ¿no entraron-no
penetraron-no llegaron los invasores por el mar?) Las preguntas parecen ser demasiado
violentas para venir de la metafísica de un místico loco, pero hay que planteárselas
no tanto por el misticismo que lo fulmina, sino en relación a la locura que lo torna
ascua. Aun así, el erotismo “incestuoso” del complejo de Edipo se expande cuando
Matos Paoli nos dice: “extrayendo la raíz cuadrada de la Diosa del Mar, a la Virgen
Madre que me place, / enamorar” (80). El deseo incestuso de Matos Paoli, como veremos
más adelante, termina por estrellarse contra la idealidad misma. La modernidad de
la poesía de Matos Paoli es, pues, inmensa, pero muy violenta para los lectores
católicos y para los lectores de la “moral” burguesa. Pero todas las preguntas y
todas las posibilidades están presentes y son posibles. Entendemos nosotros que
lo que hay que hacer es no rechazar moral e hipócritamente estas preguntas, sino
enfrentarlas en su justa posibilidad poética.
12- Matos Paoli, sospechando, viendo o presintiendo
la presencia del otro, no dejará de sentir menosprecio hacia el poeta que lo aborda
violentamente: “Ah, poeta, tú eres eso, simplemente eso, un / demonio de la alegoría,
un idólatra, un fiero icono, desprecio de ti mismo, de Dios, del Hijo, del Espíritu
Santo, de la Virgen María” (La locura de la cruz, 66). ¿Está hablando aquí Matos
Paoli de sí mismo o nos está hablando de poetas “rivales”? Este poeta, quien quiera
que sea (el enemigo ideal que lo perturba), se rebela y se manifiesta en la locura
de Matos Paoli contra la locura de la cruz y contra la locura del deseo de Edipo
que se interpone nefasta y eróticamente entre el poeta místico y su Dios. El infierno
parece haberse convertido en el ego mismo o, por otro lado, se ha convertido en
la projimidad del otro poeta. En relación a ésto María Zambrano dice: “locura es
enajenarse, hacerse ‘otro’… Hacerse el que no se es sin lograr serlo” (El hombre
y lo divino, 181). Matos Paoli intenta, pues, describir a su enemigo. ¿Es este enemigo
interno, este otro objetivado o este otro de la proyección el que se desprecia a
sí mismo, o es el enemigo que ha resultado ser el “Francisco” de Así mi hermano
Francisco de Asís? ¿Es esto el desprecio hacia las “madres ideales” del poeta, hacia
el escándalo, hacia el incesto ideal, hacia el incesto emocional, o es el desprecio
hacia el momento en donde la palabra se torna inútil, el momento en donde “la palabra
deja de ser palabra” y se hace “disparate” (74)? ¿Acontece el desprecio hacia el
interior o hacia el exterior? ¿Acontece hacia la idealidad o acontece hacia el desquiciamiento
de la inmanencia? Matos Paoli no podrá hacer otra cosa que “confesarse”: “Vuelve
a ti, poeta, no te desprecies tanto” (67). ¿Habla consigo o habla con el “otro”
(con el diablo)? Nuestro poeta, a pesar de todo, sabe que se halla en medio del
escándalo y dice: “No pretendo escandalizar” (67). La afirmación es inútil. La humildad
como culpa, no ya la humildad-rebelde, ha llegado tarde. La pregunta no se deja
esperar: “¿Quién sabe, Señor, lo que yo soy?” (54). El poeta no se detendrá y desembocará
directamente al meollo de su escándalo: “De la abundancia del corazón, habla la
boca. / Y del infatigable saco de la nada, habla Dios” (23). Ante ese enemigo o
ante sí mismo, Matos Paoli se halla, pese a la esposa, pese a la Virgen misma, en
total soledad. La locura lo ha dividido metafísica y psicológicamente. Aun así,
todo lo que hemos dicho no hace otra cosa que enriquecer a Matos Paoli como poeta.
Matos Paoli, loco o no, místico o no (esclavo, Esqueleto, inexistente, deseoso,
amante, espúreo o no) es, pese a sus “caídas” y a sus escándalos, un extraordinario
poeta lírico.
13- El mito medieval de la Virgen se moderniza
furiosamente en Matos Paoli.
14- “María, / mi mar verdadero en Cristo Jesús”
(Así mi hermano Francisco de Asís, 82). Y anteriormente a esta página nuestro poeta
ha dicho: “Sí, el mar verdadero es María” (81).
15- Véase el Cantar de los cantares y véase
también el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
16- No nos extrañaría que los críticos católicos
pretendieran desmentir esta conclusión nuestra, pero la relación erótico-sensual
de la Virgen-Sulamita está ahí como posibilidad y como sugerencia.
17- No hay en todo el barroco, ni en todo el
misticismo, una imagen o descripción erótica como ésa, en donde el dardo del ángel
asexual puede ser entendido como símbolo fálico o como pene y en donde el “abrazo
de amor” puede ser entendido también como una especie de orgasmo. Habrá que esperar
a Georges Bataille y a Vargas Llosa (el incesto) y también a Yván Silén (el canibalismo)
para encontrar modernamente esta “violencia” amorosa con y contra la madre.
18- Véase La madre de Georges Bataille, Elogio
de la madrastra de Vargas Llosa y La muerte de mamá de Yván Silén.
19- Matos Paoli, lector apasionado de San Juan
de la Cruz, cancelará la relación erótica sensual de la poesía y dirá de la poesía
puertorriqueña lo siguiente: “La poesía puertorriqueña ha rehuído casi siempre una
postura trascendental. Es sobreabundante el vitalismo erótico en ella” (Diario I,
242). Y añade inmediatamente: “José P. H. Hernández… alcanzó una cima patética en
nuestra literatura de primer orden. El orden religioso lo imantó. Fue nuestro primer
trágico estremecido de numinosidad” (242). Por otra parte, Matos Paoli, pensando
en Palés Matos, olvidará aquella sensualidad hermosa de Julia de Burgos que está
enmarcada y desgarrada debido a su propia tragedia de amante extraviada. En ésta
la sensualidad no alcanzará dimensión espiritual por la sensualidad misma, sino
por la tragedia espiritual que la desgarraba. No debemos olvidar que el amor posee
dos caras: uno que da hacia la carne y otro que señala hacia Dios.
20-Matos Paoli ha dicho: “nuestra Sed en desafío
/ supo herir el secreto del rocío” (PLP, 197).
21- “¡Aún el agua no era! En voz amada, / me
enseñaste la Sed” (PLP, 195).
22- Detrás de la imagen poética del “vampiro”
hay un deseo insaciado, no confesado, de beber y de “agotar” a Dios; de serlo.
23- Podríamos llevar esta relación de la sangre
al espanto, pero no lo haremos por delicadeza y por simpatía.
24- Matos Paoli dirá inmediatamente: “No me
importa que me llamen anticuado, enajenado de Dios, metafísico” (Diario II, 81).
25- El inconsciente de Matos Paoli está ahí
para ser leído por otros poetas. Hasta el momento la mayoría de sus críticos lo
han leído mal. No hay que olvidar que la poesía está anegada de inconsciente. Cuando
el símbolo intenta devorarse a sí mismo y cuando la oscuridad es “total” hay que
sospechar de que el inconsciente se ha hecho presencia. En la mayoría de los poetas
el inconsciente se hace lenguaje, porque es lenguaje político censurado. Siendo
ostracismo, siendo lenguaje, el inconsciente buscará el espacio que le corresponde
en lo real y en la escritura. El inconsciente será siempre el fantasma político
de lo permitido.
26- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia
de Dios.
27- “Hermano Francisco, yo también desciendo
a los infiernos” (Así mi hermano Francisco de Asís, 68). Este que desciende a los
infiernos no será otro que el precito de Canto de la locura (PLP, 338). ¿A quién,
o a quiénes, se refiere Matos Paoli cuando dice “yo también desciendo a los infierrnos”?
Se está refiriendo a Cristo, o se está refiriendo a los poetas de la negación, del
anarquismo, del socialismo, del ateísmo que él ha rechazado católicamente, pero
ante los que también se ha sentido seducido.
28- Esta caída acontece dentro de la caída bíblica
del Génesis, o dentro de la caída filosófica de la ontología de Ser y tiempo. Ferry
y Renault comentan: “De ahí la reaparición constante, en El ser y el tiempo, de
la locución “je sebon” (“siempre-ya”) para indicar que el Dasein está “siempre -ya-caído”,
o de la expresión “zumeist und zunächst”, el ser-ahí-está-caído” (Heidegger, 61).
Más adelante Ferry y Renaut volverán a decir: “Aun cuando la angustia parece descrita
como una experiencia excepcional en el seno de la caída, ese “sentimiento de la
situación”, se ve investido de una función decisiva… la de hacer recuperar lo que
se perdió en la caída, es decir, el conocimiento de nuestro ser-propio” (63). La
angustia se convierte, entonces, en conocimiento de ser (lo que yo soy en el ser
del mundo). Este ‘ser’ escindido de Matos Paoli tendrá dos rostros como en Jano:
uno político y otro mariano. El político intenta despersonalizarlo, pero él se opone
con esa crítica a Palés Matos que no se suspende: “no quiero ser un culipandeo que
se exhibe en la Vitrina de la Democracia, en la compulsión del cinismo” (La locura,
38). Y otro rostro que busca lo mariano y el pueblo como afirmación del ser: “mi
ser es el estar” (Así mi hermano Francisco de Asís, 192). Y más adelante dice: “de
unos años imposibles, / de unos siglos fraudulentos / que solamente en la Virgen
/ Soledad, Francisco-Pueblo / puede existir y existir” (196).
29- Albizu Campos será el “padre ideal” de los
pequeño conflictos de la cárcel.
30- Después de Canto de la locura la figura
de Cristo irá desapareciendo poco a poco de la poesía de Matos Paoli.
31- Propio de todo ser viviente.
32- Aquí la sustitución de Cristo no sólo es
obvia, sino que reabre el viejo conflicto entre el catolicismo romano y el protestantismo
de la reforma protestante.
33- La interpretación del profesor Ciordia es
hermosamente “idealista”.
34- El profesor Ciordia, en el Simposio de Francisco
Matos Paoli (San Juan, 2002) que este servidor dirigiera y organizara, retoma exitosamente
la presencia (la obsesión o conflicto) de María en la poesía matospaolista, pero
todavía en dicha ponencia el profesor Ciordia evita abordar el problema de la sublimación
erótica de Matos Paoli.
35- Véase Francisco Matos Paoli o la angustia
de Dios.
36- Esta incapacidad se hará manifiesta cuando
la comparamos con Las formas del vértigo (2001) del poeta Alberto Martínez Márquez
en donde la mirada y el espacio adquirirán una significación manifiesta.
37- Véase mi novella La muerte de mamá para
que se tenga una idea clara de ese movimiento “inaudito” de la poesía hacia lo sacro.
38- Nótese que Matos Paoli escribe este adjetivo
con “e” (espúreo), mientras el diccionario de la Real Academia lo expresa con “i”
(espúrio).
39- La postura de Matos Paoli ante sí mismo
es violentísima: “soy un retardado” (Así mi hermano Franciscode asís, 64).
40- Anteriormente Matos Paoli lo habrá dicho
de otra manera: “¿Y cuándo… dejaré de ser la marioneta… ? (PLP, 318). “¿Para qué
soy el patán… ?” (317). Y desde su diario Matos Paoli dice: “Casi siempre he fracasado.”
(Diario II, 113). Pero en ese mismo tomo, como quien busca justificarse, Matos Paoli
dará ambiguamente marcha atrás: “hay fracasos gloriosos y los hay también miserables”
(240). Matos Paoli no dejará de defenderse astutamente: “Y el enigma se logra por
el refrendamiento continuo de la ambigüedad” (242). Nuestro poeta no dejará de afirmar
la violencia y la lucidez de este Diario II: “Este Diario mío es un fraude” (249).
41- Cumas es la más famosa de las sibilas-Apolo
se enamoró de ella y le otorgó una pequeña eternidad.
42- Recordemos que la madre de Matos Paoli era
espiritista.
43- Pero la gran diferencia entre estos dos
poetas, además de su poesía, de sus cristianismos (Cristo vs. María), de las madres
muertas en la infancia, del sentido filosófico (“No quiero ser poeta filósofo”-Diario
II, 2-) será la relación o el antagonismo de la mística y la poesía. Matos Paoli
dice: “Yo sé que la mística y la política no congenian” (82). Para Yván Silén ambas
afirmaciones, la de la mística y la filosofía, serán insostenibles.
44- En relación a esta problemática también
debería revisarse el poemario Así mi hermano Francisco de Asís (1997).
45- Véase Bajo el signo del amor.
46- El subrayado es nuestro.
47- “Un misticismo demasiado abstruso, como
el oriental, incapacita para la acción” (Diario II, 122).
48- Véase mi libro Francisco Matos Paoli o la
angustia de Dios.
49- Véase el extraordinario texto de Artaud,
Carta a la vidente: “Aquello que es del dominio de la imagen es irreductible por
la razón… Hay, no obstante, una razón en las imágenes” (Carta a la vidente, 41).
50- Esta lectura (Francisco Matos Paoli o la
angustia de Dios, Matos Paoli el desempleado de la política, del misticismo y de
la locura, y El marianismo esquizo) que estamos haciendo y que venimos realizando,
demuestra que Francisco Matos Paoli está por descubrirse. Que Matos Paoli tiene
que ser leído valiente, radical y profundamente, porque su poesía, su cristianismo
y su misticismo son perturbadores. Que Matos Paoli ha sido y ha estado cautivo por
una lectura oficialista, conservadora y reaccionaria que no ha hecho otra cosa que
desvirtuar la tragedia y el conflicto del verdadero Matos Paoli, con excepción de
la lectura establecida por el profesor Ciordia. Una lectura que ha dejado fuera
a ese Matos Paoli que por momentos atenta contra la razón y contra la moral de la
mayoría de sus lectores católicos.
51- No hay que olvidar que Matos Paoli escribe
La locura de la cruz en 1993. Esto nos permitirá hacer un estudio de literarura
comparada con otros poetas que hayan usado el “enamoramiento”, la parianía, etc.
52- “Porque yo recibí del Señor lo que también
os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan: y habiendo
dado gracias, lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros
es partido” (1era. de Corintios 11: 23-24).
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Fortaleza CE Brasil 2021
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