DAVID CORTÉS CABÁN | Vivir para y por la poesía: entrevista a Graciany Miranda Archilla
DCC | ¿Qué es el Atalayismo?
GMA | El Atalayismo es el rescate de la poesía, rescate del hombre, y rescate de
la tierra.
DCC | ¿Cómo surgió?
GMA | Yo estaba estudiando en el Colegio Politécnico de San Germán y me fugué a
San Juan. Una tarde, mientras me encontraba en el Ateneo Puertorriqueño, aparecieron
Antonio Cruz y Nieve, Alfredo Margenat y Clemente Soto Vélez. Les comuniqué la intención
de organizar un grupo de poetas que bien podría dar pábulo a sus creaciones bajo
un nombre: Atalaya.
DCC | ¿Qué fines perseguían?
GMA | Cuando nos propusimos la creación del Atalayismo a fines de 1928 se acordó
que cada uno de sus integrantes daría rienda suelta a su individualidad creadora.
Eso sí: requirióse que cada individualidad creadora se ajustase al principio de
las renovaciones estructurales e intrínsecas del verso, saturadas de originalidad
sorpresivas. Además nos propusimos hacer un escándalo literario recurriendo a procedimientos
estridentes y hasta exponiéndonos gustosamente al ridículo.
DCC | ¿Cómo usted definiría, en líneas generales, la estética atalayista?
GMA | Bueno, nosotros buscábamos elementos que reflejaran el panorama histórico,
político y literario de Puerto Rico. Imponíase la necesidad de cultivar un verso
rudo y áspero…subversivo. Apuntábamos hacia una poesía multiforme: poesía experimental,
antropocéntrica, tierrista, esencialista y de virilidad social. Nos interesaba una
individualidad creadora enmarcada en la originalidad y la sorpresa. Es decir, un
arte de afirmaciones y regeneraciones espirituales y morales. Una poesía con misión,
una poesía con destino.
DCC | ¿Se conocían ustedes anteriormente?
GMA | No. Ellos representaban una inquietud literaria que se manifestaba en un
nombre: El hospital de los sensitivos, al cual yo nunca pertenecí. Aquello fue una
especie de residencia creada por Clemente Soto Vélez y Alfredo Margenat. Les dije
que yo pensaba en un movimiento literario que sacudiera la fronda de la poesía puertorriqueña,
que se llamaría “Atalaya”. En ese momento Clemente Soto Vélez le añadió la coletilla
“de los dioses”, que es una expresión tomada de Julio Herrera y Reissig.
DCC | ¿Había cofundadores?
GMA | No, no. Además es falso lo que se dijo, que “El hospital de los sensitivos”
era antesala de la Atalaya. Eso es un error.
DCC | ¿Quiénes se fueron sumando al grupo?
GMA | Más tarde llegaron Luis Hernández Aquino, Samuel Lugo, Ángel Olivera (caricaturista),
René Goldman, Carmen Alicia Cadilla, Joaquín López López, Carmelina Vizcarrondo,
Julia de Burgos y Esther Feliciano Mendoza.
DCC | ¿Por qué el nombre de Atalayismo?
GMA | Yo les dije que llamaría a este movimiento “Atalaya” porque yo siempre iba
a contemplar el mar. El nombre nacía como tributo al fuerte San Cristóbal, a cuya
sombra, frente al Océano Atlántico, pasé muchas horas de ensoñación, inolvidables.
DCC | ¿Cómo es acogido este movimiento entre tus contemporáneos?
GMA | Al principio nos llamaban locos, y nosotros empezamos a dar patadas, a sacudir
la fronda de la poesía puertorriqueña. Al principio usamos las revistas El Diluvio
y Linterna, luego fuimos al periódico El imparcial a ver si nos
publicaban los poemas. Don José Pérez Lozada, el director, nos dijo que estaba encantado.
Así comenzaron a aparecer nuestros poemas en el periódico.
DCC | En los primeros años ustedes eran algo así como un grupo anarquista, una
especie de grupo subversivo, unos rebeldes.
GMA | Sí. Vestíamos rigurosamente de negro. En ocasiones, usábamos camisas rojas,
sombreros de alas anchas, y bastones. El único que no usaba camisa roja y sombrero
negro era Clemente Soto Vélez. Él siempre mostraba sus crenchas negras al descubierto.
DCC | ¿Qué relación hubo entre el Atalayismo y don Pedro Albizu Campos?
GMA | Albizu estaba en Sur América. Lo había enviado un partido nacionalista académico
que dirigía don José Coll Cuchí desde 1922. Cuando llegó Albizu a Puerto Rico encontró
que los atalayistas habían sembrado nacionalismo en todas partes.
DCC | ¿Pasaron ustedes a ser miembros oficiales del Partido Nacionalista? Se sabe
que Clemente y Juan Antonio Corretjer lo fueron.
GMA | Yo formé parte, pero no fui un oficialista del partido. Llegué a ser nombrado
Secretario de Ceremonia y Cancillería del Partido Nacionalista por el propio don
Pedro.
DCC | Pero ustedes se identificaron con el partido y en lo político el Atalayismo
giró en torno a la figura y las ideas nacionalistas de Albizu Campos. Es decir,
el Atalayismo no sólo perseguía renovar la atmósfera poética, sino que buscaba además
una salida a la situación colonial de Puerto Rico…
GMA | Sí, pero yo no creía en la violencia porque la violencia engendra otras formas
de violencia, aunque los pueblos oprimidos tienen derecho a la violencia. Esta fue
la única diferencia que existió. Había que salvar la poesía, rescatar al hombre
y rescatar la tierra, ese era nuestro lema. Nosotros ya estábamos sembrando los
credos apostólicos de Betances y teníamos un lema: “patria y matria (tierra) en
marcha”.
DCC | ¿Crees que el Atalayismo está vigente en los poetas que vinieron después,
digamos la década del cuarenta?
GMA | Claro, lo que pasa es que no se reconoce porque luego vino el Integralismo
de Luis Hernández Aquino, propulsando lo telúrico, o sea, lo criollo, lo nacional.
Entonces yo pensé, pero no puse por escrito, que aquello era una extensión del Atalayismo.
Yo había publicado tres poemas que se referían a Puerto Rico con el propósito de
escribir un libro que se llamaría Isla en verso. Los poemas eran “Jibarita,
canción jibarita”, “Zanjón de caña” y “Retrato de la copla”. Yo seguí independientemente
con mi movimiento y mis ideas estéticas.
DCC | ¿Qué piensas retrospectivamente ahora del Atalayismo?
GMA | Creo que no se debe juzgar al Atalayismo por el brisote de su iniciación.
Aquello era un tipo de locura. Después el movimiento fue cambiando, canalizándose,
porque conocíamos el ideario de otros movimientos como el Dadaísmo, el Surrealismo,
el Futurismo, el Ultraísmo… Sabíamos la definición de cada uno de ellos.
DCC | Nombremos tus libros. El primero, Cadena de ensueños, es de 1925.
Tendrías entonces cerca de 17 años y éste viene a ser tu libro de iniciación. Los
críticos dicen que era un libro escrito dentro de la tradición del soneto y del
romance.
GMA | Sí, yo me eduqué en eso. Tenía a mi madre que fue mi maestra. En aquel tiempo
me gustaban mucho los clásicos. Había algo que me ahogaba y no encontraba las palabras
para expresarlo.
DCC | Luego en 1931 aparece Responso a mis poemas náufragos. Éste es en
realidad el primer libro atalayista. ¿Cómo nace este libro?
GMA | Las polillas destruyen tres libros míos, eran pedazos de libros. Una noche
en compañía de Clemente Soto Vélez, Alfredo Margenat y Juan Náter (un amigo) los
lancé al mar. De ahí nace el título de Responso a mis poemas náufragos.
DCC | El título mismo me parece una especie de homenaje a esa poesía perdida, arrebatada
por las olas del Océano Atlántico, un verdadero ritual.
GMA | Sí, un canto homenaje. Además tengo una obsesión con el mar.
DCC | ¿Te causó dolor este desprendimiento?
GMA | Seguro. Yo fui tocando puertas, buscando alivio a mi dolor antiguo que fue
grande para el muchacho que era yo en aquel momento, hasta que llegué al campo.
Iba buscando una casa morena (¿el amor?) como símbolo de la piedad.
DCC | En 1937 sale a la luz Sí de mi tierra. ¿Qué tuvo que ver don Augusto
Malaret con la publicación de este libro?
GMA | Yo publiqué unos poemas en Alma Latina y don Augusto los leyó y le
gustaron. Me pidió el manuscrito y a los pocos días apareció el libro ya editado.
DCC | Algunos críticos puertorriqueños ven en este libro influencias de Darío,
Lugones, Herrera y Reissig y Asunción Silva. ¿Estabas consciente de que tu poesía
iba tomando otros rumbos?
GMA | Sí. Yo podría decir que Herrera y Reissig fue el poeta más cercano de este
tiempo, también Rubén Darío. De Darío usé su poema “Las siete bastardas de Apolo”
como prólogo del libro y de ahí sale el título, del último verso del poema. Yo publiqué
este libro para que no se perdiera. No es un libro representativo del Atalayismo,
no hay riesgos, no hay mucha novedad, pero hay clasicismo.
DCC | El oro en la espiga (1941) fue uno de tus libros más elogiados. ¿Qué temas
presentabas, qué actitud predominaba en este libro?
GMA | Bueno, en él confluyen distintos temas: la angustia del doloroso vivir, el
amor, la muerte, la vida, lo histórico, la patria; todo dentro de un marco estético
religioso.
DCC | Ambos libros, Sí de mi tierra y El oro en la espiga, se publicaron
tardíamente. ¿Por qué? ¿Dedicabas mucho tiempo a tu labor periodística en Alma
Latina?
GMA | En parte es cierto. Yo estaba entregado en cuerpo y alma a la revista.
DCC | ¿Cómo nace Alma Latina?
GMA | Teníamos un conciliábulo en el Ateneo Puertorriqueño. Allí, de aquellas reuniones
surgió la idea. Don Eduardo Franklin era el director de la Imprenta Venezuela. Yo
le comuniqué la idea de hacer una revista, y busqué a un director, Antonio Nicolás
Blanco, que nunca trabajó como director. Más bien se dedicó a buscar anuncios para
ésta. La revista quedó sin director, entonces yo pasé a ocupar el cargo de vicedirector;
y allí no sólo me encargué de la poesía, sino de todo el material que llegaba.
DCC | ¿Cuándo sale el primer número?
GMA | Ya para agosto de 1930 el primer número está en circulación.
DCC | En algún lugar he leído que don Eduardo Franklin, venezolano radicado en
Puerto Rico, fue el fundador de Alma Latina.
GMA | Bueno, él ofreció la imprenta y aportó el dinero: la base material.
DCC | Entonces fuiste tú quien luego trabajó con más ahínco, utilizando a veces
diferentes seudónimos para sacar tus inquietudes del momento y mantener la revista.
¿Se sostenía económicamente?
GMA | Buscando anuncios; los anuncios la mantenían.
DCC | ¿Se vendía?
GMA | Sí, a diez centavos, y circulaba por Centro y Sur América.
DCC | Después de 1943, ¿qué pasó con la revista?
GMA | Cuando yo me fui la revista siguió publicándose hasta 1965. Pero la organización
cambió, el material era distinto, los ideales no eran los mismos. Allí se tronchó
algo. Al momento que yo salí dejó de ser la revista que yo soñara. Ya no tenía aquel
encanto.
DCC | ¿Recibías colaboraciones de otros países?
GMA | Claro. Hasta me ofrecieron hacerme cargo de un Servicio Internacional de
Noticias. Esto lo propuso don Serafín Criado, un uruguayo.
DCC | ¿Quién se encargaba de la distribución?
GMA | Esto lo hacía don Eduardo. Él llevaba los números en su carro. Yo me encargaba
de enviarla a la Biblioteca Pública de Nueva York (The New York Public Library).
DCC | Tengo entendido que no conservaste ningún ejemplar de la revista. ¿Por qué?
GMA | Pues yo creía que no iba a desaparecer; pensé que en cualquier momento yo
podía tener acceso a ella.
DCC | Si alguien deseara ver o hacer un estudio de esta revista, ¿dónde tendría
que ir?
GMA | Tendría que ir a la Universidad de Puerto Rico. En la Biblioteca Pública
de la 42 (Fifth Avenue and 42nd Street, N.Y.) faltan los números del 344 al 477
de la colección.
DCC | Sé que hiciste traducciones de poetas norteamericanos e ingleses, también
tradujiste Salomé de Oscar Wilde. ¿Fueron publicados estos textos en Alma
Latina?
GMA | Solamente Salomé; no llegué a publicar otras traducciones.
DCC | Volvamos a tus libros. Dentro de la modalidad de lo que tú llamas tropelismo,
has publicado tardíamente uno de tus libros más singulares y novedosos, Himno
a la caballa (1971). Esperas casi treinta y seis años para sacarlo. ¿Por
qué?
GMA | Yo estaba económicamente mal.
DCC | ¿Por qué no lo enviaste a una casa editora en Puerto Rico?
GMA | Yo estaba desencantado. Se lo envié a mi hijo Andrenio Miranda Marchand que
estudiaba en Madrid, España. Él lo editó en la ciudad de Valencia en 1971. Creo
que la publicación fue recomendada por el poeta Vicente Aleixandre, quien tuvo que
ver algo con la publicación.
DCC | Has realizado y vivido tu obra posterior desde la soledad.
GMA | Sí, sí, desde la soledad.
DCC | No sentías que estabas perdiendo algo, que te estabas aislando demasiado;
pienso en tus amistades, en la necesaria conversación con otros poetas y artistas,
en la convivencia y el contacto directo con el público.
GMA | No, no he perdido nada porque aquí di conferencias y traduje y leí mi poesía
y conocí a poetas norteamericanos. Yo tengo una obra, Lightmare; es mi obra
como traductor.
DCC | He leído tus traducciones de poetas norteamericanos en la revista Cormorán
y Delfín que dirigía en Argentina el poeta Ariel Canzani.
GMA | Publiqué solamente traducciones. Nunca les envié mis poemas.
DCC | ¿Qué poetas norteamericanos te entusiasmaban más?
GMA | Tenía mis preferencias; Edgar Allan Poe, Walt Whitman, Robert Frost, William
Carlos Williams.
DCC | ¿Por
qué escribes en inglés y para quién?
GMA | Pues
para cambiar un poco, porque es un alivio. Encontré un alivio experimentando cosas
nuevas.
DCC | Quieres
decir en un idioma diferente, en un idioma que no es el tuyo.
GMA | Cierto.
DCC | ¿Cuáles
eran tus lecturas preferidas?
GMA | Los
ingleses, sobre todo Keats y Shelley. Me encariñé con ellos.
DCC | Y
de los poetas puertorriqueños, ¿cuáles te atraían más?
GMA | Me
atraía mucho Lloréns porque él se acercaba mucho a la tierra. Yo sentí mucho la
muerte de Lloréns; él marca un hito en la literatura puertorriqueña.
DCC | ¿Qué
ha significado o qué significa para ti la poesía?
GMA | ¡Todo!
Toda mi vida es eso. Yo he vivido para la poesía y por la poesía. Por eso la poesía
mía es mística, es violenta. Un misticismo que busca redimir a la humanidad.
DCC | ¿Qué
le aconsejarías a los poetas jóvenes, a los poetas que empiezan a publicar sus primeros
libros de poesía?
GMA | Que
escriban sin rima y, ante todo, que sean originales.
DCC | ¿Crees
que la crítica ha sido justa contigo?
GMA | Bueno…
CODA
El 30 de junio de 1992, Pedro López Adorno y el que
escribe estas líneas, despedíamos a Graciany Miranda Archilla y a su esposa Stella
Miranda en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York. Conocíamos el dedicado estado
de salud del poeta y presentíamos que sus pasos y el silencioso brillo de sus ojos
iban haciéndose cada vez menos nuestros. El tiempo, más fuerte que todos los imperios
de la tierra, iba marcando con ritmo inexorable sus movimientos de avecilla lenta
y perdida en un cielo más alto y puro del que podíamos imaginar. El poeta se acercaba
a su horizonte definitivo. Después de cuarenta y tres años frente a la indiferencia
del mundo neoyorquino, volvía por última vez y para siempre a la tierra que tanto
amó, a la patria de la cual nunca estuvo ausente espiritualmente. Un domingo nos
llegó la noticia. Falleció el sábado, 27 de noviembre de 1993, en Hato Rey, Puerto
Rico. Su obra persiste como fruto de quien sintió la poesía como su única razón
de ser.
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