JAVIER ALVARADO | El impreciso camino hacia Magdalena Camargo Lemiezsek
Palabras de despedida
Y palabras de odio
Y después palabras de amor
Y después he visto
Grabadas
En los muros de la prisión
Palabras de esperanza
Todas ellas serán
Inequívocas
No había entre ellas
Comparaciones ni metáforas
Perífrasis o hipérboles
Pero tenían en sí la fuerza de los
juicios
Y la fuerza del crecimiento
Y tenían el poder de crear.
TADEUSZ RÓSEWICZ
Hay episodios o experiencias en la
vida de los poetas que pueden apresar o no las palabras y es a veces, donde esos
recuerdos son un poema sólo en su memoria sensorial u otros quedan destinados a
estar sobre una página que dé vida a la literatura. Con Magdalena Camargo Lemieszek
he recorrido geografías conocidas y desconocidas: he mirado las piedras, las enormes
de ciudades europeas, los guijarros pequeños del camino, las florecillas, escuchado
cantos de pájaros, contemplado días en nuestra campiña, el mar al borde de la ciudad
de Panamá y al fondo el archipiélago de perlas hundidas y perlas arrebatadas, la
canción de la hierba seca y vuelta a renacer en Aguadulce, el céfiro en la cara
en carreras en bicicleta por el valle de Antón, el frío de Boquete supurado por
los poros de las fresas y otras remembranzas. Hace poco compartimos el asombro de
caminar por la antigua Salamanca en España, evocar lecturas en el jardín de Calixto
y Melibea y también el de recorrer algunas salas del Museo del Prado en Madrid.
Muchas pinturas llamaron nuestra atención y nos han marcado para siempre: el Jardín
de las Delicias de El Bosco, los cuadros de la época negra de Goya (los trazos en
el lienzo queríamos descifrarlos) y nuestro estremecimiento ante el cuadro La extracción
de la piedra de la locura de Jan Sanders van Hemessen (los personajes grotescos,
apoyados en la frente del personaje al cual le intentaban arrancar la piedra, los
gestos, las miradas, el movimiento, los colores.) Fue un cuadro que en particular
nos llamó la atención y también nos evocaba la presencia de Alejandra Pizarnik con
su maleta de piel de pájaro. Todo eso se puede traducir o verter en palabras que
tienen la fuerza de los juicios, del crecimiento y el poder de crear como afirma
el poeta polaco Tadeusz Rósewicz en el largo epígrafe que he utilizado para este
escrito. El impreciso camino hacia Magdalena Camargo Lemieszek haciendo al mismo
tiempo perífrasis y paradoja del título de su libro que hoy presentamos. ¿por qué?
Ella poéticamente traza un recorrido hacia la Nada. Una nada poética, una nada total
que es una búsqueda espiritual y mística, una nada que se concreta en un respirar
de la conciencia. La negación lleva a algo concreto y a partir de esa imagen personalizada,
se niega, valga la redundancia y se le concede una existencia. Ella habla desde
la precisión de su palabra bella, alucinante e inquietante, adjetivos de los cuales,
ella nunca creo se va a poder separar. Impreciso, pues su hermosa y gran poesía
tendrán muchas más interpretaciones que esta que hoy brindo en este recinto.
Su poesía siempre ha estado en ascenso y siempre ha
perseguido la exactitud y la perfección. De nuestra generación es quizás la poeta
que en cada poema nos brinda una talla en madera o un pulimento de gema que puede
ser atravesado por la luz y el agua. Evoco dos de sus libros La doncella sin manos
(con un accésit en el Premio Adonais de España) y el Espejo sin imagen (premiado
con el Gustavo Batista Cedeño para poetas jóvenes) y siempre la imagen cuidada,
los versos definidos, la musicalidad pausada. Ella es una criatura al filo de la
belleza. Inquietante atmósfera, lluvia de cristales, flora con espinas, metáforas
exquisitamente delineadas. En ella hay un escudriñamiento de las poéticas de Europa
(Polonia Szymborska, Herbert, Milozs, España Gamoneda, Hierro, Rodríguez, Atencia),
la inglesa (Plath, Sexton, Levertov), Argentina (Pizarnik, Orozco) y la de Panamá.
Su libro La Doncella sin manos posee una belleza deslumbrante, partiendo desde un
cuento de la tradición europea y el manejo de lo onírico y El espejo sin imagen,
evocaciones y poemas de gran destreza como La fábula del caballo y el río y ahora
esta colección de poemas donde el uso de epígrafes de poetas panameños está muy
marcado (Díaz Blaitry, Pedro Correa, Korsi, etc). La autora siempre ha sido partidaria
de que se le llamen por sus dos apellidos: tiene presente sus raíces panameñas y
polacas y este mestizaje no sólo sanguíneo, también es cultural. Alejo Carpentier,
Lezama Lima, Demetrio Korsi y Rogelio Sinán, se maravillaban y se fabulaban con
el mestizaje. En las novelas de Alejo Carpentier es visible y en sus entrevistas.
Alejo Carpentier en uno de sus pasajes exuberantes de El Reino de este mundo:
Representaba algo así como un almirante o un embajador francés recibido por
un negro rodeado de plumas y sentado sobre un trono adornado de figuras de monos
y de lagartos.
—¿Qué gente es ésta? —preguntó atrevidamente al librero, que encendía una larga
pipa de barro en el umbral de su tienda.
—Ése es un rey de tu país.
Con José Lezama
Lima es evidente en sus poemas:
No respetaban que
tú le habías encristalado la terraza
y llevado el menguante
de la liebre al espejo.
Tus disfraces, como
el almirante samurai,
que tapó la escuadra
enemiga con un abanico,
o el monje que no
sabe qué espera en El Escorial,
hubieran producido
otro escalofrío en Baudelaire.
Son sombríos rasguños,
hexagramas chinos en tu sangre,
se igualaban con
la influencia que tu vida
hubiera dejado en
Baudelaire,
como lograste alucinar
al Sileno
con ojos de sapo
y diamante frontal.
[Oda a Julián del Casal]
O Korsi:
Este eslabón del
Continente
es mi tierra natal,
es el Istmo por
donde se filtran las razas
para ver los dioramas
del Canal…
[Panamá]
O Sinán:
Zamba, zambé, zarabanda!
¡Mi perro, la luna
y tú!
¿Por qué te pones
tan brava
cuando te llaman
Chombita del Curundú?
[Candombe]
Es decir, estos escritores desde Las Antillas y desde
Tierra Firme, apuntan a esa mescolanza étnica que enriquecen los valores culturales
actuales. Una radiografía crítica o un testimonio de esos intercambios son visibles
en la literatura. Algunos escritores son producto de ese criollismo cultural y en
los poemas de Magdalena Camargo Lemieszek podemos hallar algunos sesgos de esa multiculturalidad.
Muchas de nuestras escritoras han tenido el signo de ser hijas o nietas de inmigrantes:
Giovanna Benedetti, bisnieta de italianos, Consuelo Tomás. Acracia Sarasqueta de
Smith y Stella Sierra de padres españoles, Moravia Ochoa de padre colombiano, Gloria
Guardia de madre nicaragüense y nuestra autora, de madre polaca. El sustrato cultural
de lecturas, vivencias y tradiciones acondiciona el modus vivendi y su escritura.
Detengámonos en esta estrofa de su poema Cruzando el río Leteo:
Algunos reconocerán
las señales de la calma
en el vapor que
se deshace encima del paisaje
mientras un manojo
de grullas migra hacia lo ignoto.
Al agitarse la sombra
del abeto en la corriente,
el yo que somos
irá mutando
en el antifaz que
cubre el rostro del vacío.
Un turbio alfabeto
se revelará ante nosotros
y dejaremos atrás
las antiguas pertenencias
junto al mismo miedo
que hace siglos
tuvimos la osadía
de dejar abandonado
frente al fuego
Hay una marcada reiteración por el mundo griego. Sabemos
de algunos viajes epopéyicos: la figura de Odiseo, Jasón y los argonautas, el recorrido
de Teseo por el Laberinto, el descenso de Orfeo a los Infiernos: el preciso camino
es metafórico y repleto de referentes. Según la leyenda, después que Orfeo regresó
de aquel viaje lastimero donde no pudo rescatar a Eurídice, portaba con él grandes
conocimientos y es reconocido como un gran poeta y músico y además profeta. Aquí
el viaje es revela en los episodios anímicos en sintonía con la naturaleza. Un amanecer
puede ser una apertura a la nostalgia; un anochecer un encarar los sentimientos
y las situaciones familiares. Mujer y naturaleza se conjugan para convertir el dolor
en arte. Un caso muy particular es La Vorágine de José Eustasio Rivera, donde la
selva, el infierno verde nos transmite sensaciones de angustia, rabia, soledad,
persecución y muerte. Son los ancestros que hablan desde el agua, desde las profundidades,
desde el fuego y los metales, un pesado viaje, el adiós a las pertenencias, el tiempo
que se empequeñece, se agiganta y se expande, la migración de todo lo posible y
el paisaje que se reconoce desde las máscaras, las caras verdaderas, los antifaces
y los eternos cambios y las inevitables mutaciones.
II.
El Preciso camino hacia la nada es un ejercicio depurado y decantado, un viaje
en círculo, un libro donde se perfila la madurez de la poeta que inicia una travesía
con su soledad:
Hay un día en el que le daremos
un nombre perenne a la distancia,
cuando entendamos el comienzo,
la gravedad,
y en la extensión del código
toda su dinámica.
Oiremos el fluir de una turbia
brisa
que proviene de un país cuya
tierra cayó en el olvido,
porque el canto de una sangre
espesa
se coaguló en los labios
de sus habitantes
y los nidos permanecieron
vacíos de estaciones
hasta que el propio sol abandonó
la cara purísima del prado
y pronto los caudales de
los arroyos se desviaron
y dejaron de llevar al mar
la voz de la montaña.
En
muchos de sus poemas se habla de pueblos, de hábitos, tradiciones, costumbres, ferias
con gritos y silencios, rituales, la saudade por lo perdido y lo que puede permanecer
entre la melancolía y la realidad. Esa es la voz de ella, que se desvía y que a
veces llega o no llega al mar. Es ella la que pierde su curso, su brújula o aparentemente
nos muestra que es así. El poema el origen tiene esa magia de ubicarnos en el desasosiego,
en el abandono y en el páramo de la belleza.
Retomando lo griego:
Reconozco,
cuando busco
mi reflejo en el arroyo,
que aunque nunca
sé qué día es
continúo envejeciendo
y que de mi costado
se alimentan
las larvas que
vino a poner un día
la locura.
Ella se reconoce en la figura de Narciso, pero no
en su ego tras lo bello; sino que lo contradice ante el envejecimiento, lo inevitable.
Hay un verso memorable del chileno Pablo de Rokha que dice:
Estamos muy cansados
de escribir universos sobre universos
y la inmortalidad
que otrora tanto amaba el corazón adolescente, se arrastra
como una pobre
puta envejeciendo…
Hay un reclamo de poetas y escritores por el tiempo,
por su arrasar y su arrastrar. La poesía en este caso es una protesta hacia lo corpóreo
que reverdece y envejece, al igual que todas las cosas de la tierra; pero a su vez
posee el misterio. El título del poema remarca La Identidad Inaccesible, es decir
que estamos allí ante el tiempo y la locura y en la agitación de los credos, diferencias
e ideologías. No en vano dice:
En todo caso,
está decidido.
Pronto volverá
a rugir la noche.
Enviemos los
arqueros a los muros.
Cantemos
esa
antiquísima
canción
que
habla
de
la
guerra
El gran César Vallejo escribió:
Amorosa llavera
de innumerables llaves,
si estuvieras
aquí, si vieras hasta
qué hora son
cuatro estas paredes.
Magdalena Camargo Lemieszek, empleando un epígrafe
de Giovanna Benedetti de su libro Entrada Abierta a la mansión cerrada (“porque
así como es arriba, así es abajo/y así como es afuera, así es adentro” nos dice
en su poema El Cerrajero:
Narran los antiguos
que hay una torre que aparece
solo cuando coinciden
un eclipse y un cometa.
Es tan imponente
como aquella serranía aún ignota
y en la cima,
en el centro de su almena,
custodiado por
exactamente tres arqueros,
se encuentra
sentado el cerrajero de la vida.
Con el arte de
su mano y el acero,
las llaves se
maduran como frutos
y con ellas ha
de hacer manojos,
que les entrega
a las almas
antes de que
se hagan con sus cuerpos.
Luego las almas
bajan a los llanos
y creen que pueden
escoger senderos y ciudades,
pero solo se
abrirán las puertas
escritas en la
forma de la llave
como el destello
que conoce su lugar en el silencio
El poema con excelentes imágenes posee una narratividad
que lleva al lector a contemplar aquella torre del eclipse y el cometa y el revoloteo
de las almas y el tintinear de las llaves. Es imposible no evocar el rezo de las
mujeres en la Casa de Bernarda Alba de García Lorca: “con la mano del que todo lo
abre y la mano del que todo lo cierra). El cerrajero en su condición de elector
de los destinos entrega las llaves y las almas creen que pueden habitar otros espacios,
pero el juego está echado y sólo se abrirán las puertas escogidas previamente por
él.
Talita Cumi es un poema acompañado por unos versos de
Tobías Díaz Blaitry, del cual celebramos este año su centenario: «A quién le debo/esta
herida sangrante/que llevo en el corazón/y que me pertenece todavía». Magdalena
Camargo Lemieszek evoca el sabor de las cerezas. Otro poeta, de un lenguaje poético
lúcido y que evoca la figura del cerezo es José Guillermo Ros Zanet que dice: “es
la humana comunión bajo el cerezo”, los antepasados y las familias reunidas bajo
la sombra del árbol y sus ramas con sus rojos prodigios. En el poema de la autora
hay un desasosiego ante la fruta:
Sobre mi regazo
han madurado las cerezas,
pero son amargas
incluso en el centro de su hueso
y su carne es un
mineral rojo
de donde una savia
incierta se desprende.
¿Qué debo hacer
con un puñado de cerezas?
Muchos recordarán el pasaje bíblico de Mateo 21,
versículos 18-19, donde Jesús maldice la higuera:
18 Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, Jesús sintió hambre. 19 Vio una
higuera junto al camino y se acercó a ella, pero no encontró más que hojas. Entonces
le dijo a la higuera:
—¡Nunca más vuelvas a dar fruto!
Y al instante la higuera se secó.
Jesús hablaba en parábolas y la evocación de este
episodio de la higuera y la cereza tiene esa pertinencia ante el reclamo:
Quizás debo dejarlas
ir con la corriente
y aprendan a
ser eternas en el agua
y vuelvan a inventar
sus raíces en el fondo
y crezcan en
la corriente líquidos cerezos
y sus hojas se
apoderen del movimiento de las olas
y dancen transparentes
y en misterio
y vuelvan sus
frutos a ser dulces.
El adverbio “quizás “condiciona el tono del poema.
No hay certeza, no hay el sabor dulce, permanecen las utopías y sigue esa permanencia
de la incertidumbre y de la nada.
III.
El poeta español José Hierro en un maravilloso soneto dice:
Llegué por el
dolor a la alegría.
Supe por el dolor
que el alma existe.
Por el dolor,
allá en mi reino triste,
un misterioso
sol amanecía.
Por el dolor se sabe que el alma existe. Por el dolor
se da a luz, se da al nacimiento. Por el dolor se da el renacer. Después de un crudo
invierno, donde muchas cosas mueren, viene un tiempo donde todo retoña. ¿Qué es
el dolor para la gente? ¿Qué es el dolor para los poetas? En El preciso camino hacia
la nada hay un texto contundente, íntimo, y muy particular. Nuevamente, la cita
de una respetada poeta panameña, Moravia Ochoa: “«Es mejor ir marcada por un loco
dolor/ que no tener sino silencio/es mejor ir profunda/que ser plana tierra sin
rosal» . El dolor como una permanencia de la belleza, de las rosas, de las palabras.
El poema de Magdalena Camargo Lemieszek, Fenomenología del dolor, posee esa carga
material y espiritual que es el agobio, el cansancio, la sed del espíritu, su agonía,
la herida que se abre y que se cierra, lo que se puede ver con ojos abiertos y cerrados:
En ella un día
desterraron a la dama que dio rostro a la tristeza.
Una piedra de
locura llevaba ardiendo en una mano
y en otra el
temblor de una siempreviva:
ella, la vergüenza
de su madre
ella, la vergüenza
de su padre,
ella, la vergüenza
de su hermano.
¿Acaso podrían
las fuentes incesantes de la casa
remediar esa
herida que sin sangrar se abre
o separar los
eslabones en cada uno de los signos
que al unirse
dan forma a la nostalgia?
Nuevamente la tristeza y la piedra de la locura,
y otra vez, el cuadro contemplado en una sala del Museo del Prado. La emotividad
y el desgarro son evidentes en versos de mucha fuerza, de gran nostalgia y a la
vez la figura de la casa, donde se acumulan las experiencias de vida, los recuerdos
y la soledad y el abandono y el sentido de la expatriación de la familia. El dolor
acude como un ente lastimero y es a través de las palabras donde se puede hablar
de la redención o expiación del mismo.
IV.
Entre nosotros hay
un tablero de ajedrez.
En cada extremo,
un autómata:
dos formas distintas
de vivir,
uno es la aspiración,
el intento
y el otro es la
cabalidad, el acto.
M.C.L.
El ajedrecista de Maezel es un poema antológico para
el juego de la concentración. Dos jugadores, una batalla, un abismo que es el tablero,
las diminutas plataformas en blanco y negro, los oponentes, nada es gris; todos
son peones, todos son reinas, todos son torres, todos son reyes, todos son alfiles
y al final: un ganador y un derrotado. El juego, sin lugar a dudas, uno de los más
difíciles en cuanto a su conformación y jugadas, desprende imágenes poderosas:
Todo esto sucede
en el pasar de un mosaico a otro
sobre el tablero,
marcados con letras y con números
como coordenadas
de la vida,
negros o blancos,
como la tonalidad de las jornadas
que transcurren
una tras otra con un delgado movimiento.
Ha pasado el tiempo
y no te has dado cuenta,
y el autómata frente
a ti sentencia:
jaque mate
La sensación al leer estos versos con asimilada maestría
y muy bien pensados como la táctica del ajedrez nos deja en la fabulación, la cólera,
el desenfreno y la batalla con piezas que se restan del tablero y pierden su postura
erguida para estar acostadas, cercenadas, quizás decapitadas y que renacerán de
nuevo ante los jugadores autómatas que se enfrentarán en una nueva batalla. Este
poema es una evocación de las guerras, de nuestro pasado y presente y del futuro
que cada día es inminente ante la intolerancia.
Estamos ante un libro poderoso, ante una voz firme que
se destaca y se mantiene como una de las más prodigiosas, talentosas y fieles a
la poesía del Parnaso Panameño. Hay mucho que decir de este libro de madurez de
Magdalena Camargo Lemieszek que, de seguro, nos seguirá sorprendiendo con sus palabras
ubérrimas y cinceladas. Una criatura desamparada en la belleza que estará escribiendo
sobre papel o piedra sus metáforas de angustia, sus símiles de rayo, sus resplandores
de jaspe, sílice, cuarzo, antracita, obsidiana que seguirán delineando innumerables
caminos hacia esas aldeas donde conversan los hombres y mujeres sobre historias
de barro y arcilla, magia, río océano, poderío y majestuosidad. Yo sólo trazo algunas
coordenadas, quizás imprecisas, sobre este bloque de basalto que se incorpora más
a su templete donde las sacerdotisas y efebos rinden culto al verbo que nos domina.
Yo sólo puedo manifestar mi regocijo ante tanta belleza, ante su poesía que ya es
un prisma donde nos podemos contemplar en su dolor que también es nuestro.
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