quarta-feira, 23 de dezembro de 2020

CONEXÃO HISPÂNICA | Ricardo Miró

JAVIER ALVARADO | Poesía selecta de Ricardo Miró

 


Las biografías de poetas difícilmente son creíbles. No bien se publican se convierten en ficción, están sujetas a la misma simetría de trama, incidente y diálogo que la novela.

DEREK WALCOTT

 

¿Qué se hicieron tus pájaros dolientes, tus garzas y las mías…? así empieza Tristán Solarte su soneto Con Ricardo Miró. Siempre al mirar las garzas evoco al poeta. Hace unos pocos años, caminando bajo algún atardecer junto a César Young Núñez cerca de su casa de Obarrio, me expresó su deseo de ver algún día toda la Poesía de Ricardo Miró en una edición de lujo y justo pasaron unas garzas sobre nosotros rumbo al río Matasnillo. Ricardo Miró se ha convertido para todos los panameños en un personaje de novela, de la propia biografía de cada uno de ellos y en muchos casos, una forma identitaria. Es caso imposible que ninguno de ellos haya recitado el poema Patria, Versos al oído de Lelia, El poema del ruiseñor o La última gaviota. El poeta nacional, con sus enigmáticas fotos de perfil está allí con su vestimenta negra desde cada daguerrotipo, desde cada fotografía en sepia, en blanco y negro, hasta en la voluntad de lo digital. En mi caso particular, las recitaciones escolares me acercaron a él y luego, una tarde tras una llamada a Elsie Alvarado de Ricord, ella me regaló un ejemplar de esta Poesía Selecta, publicada hace algunos años y que contaba con el mágico acierto de que su persona y otros dos inmensos poetas y académicos como Ricardo J. Bermúdez, poeta gongorino y lezamiano, a quien conocí en una tarde lluviosa y José Guillermo Ros-Zanet, recién fallecido y dueño de una poesía límpida y espiritualmente bella, habían seleccionado los poemas. Otra tarde, prodigiosa quizás, la hermana de Rosa Elvira Álvarez, Elsa, me obsequiaba un ejemplar dedicado por Miró a la poetisa, de aquella antología publicada en 1937, aludiendo que seguramente yo podría dar valor a esa pieza de nuestra historia. En Costa Rica hallé la edición guatemalteca de Miró de 1951 de sus poemas y quizás una de las experiencias más conmovedoras, fue partir la primera vez hacia el Cementerio Amador con amenaza de lluvia y ser recibido por dos enterradores, un tanto ebrios y al acercarme, ellos me preguntaron a quién buscaba en aquel lugar y al responder que al poeta Miró, me respondieron: “-Busca usted al poeta nacional, hace rato está solito, nadie lo viene a ver.” Uno increpa al otro: “oye cual es la que tú te sabes de él”, “la última gaviota-responde el otro”. -Recítasela al señor para que vea el “feeling”:

 

Como una franja temblorosa, rota

del manto de la tarde, en raudo vuelo

se esfuma la bandada por el cielo

buscando, acaso, una ribera ignota.

 

Detrás, muy lejos, sigue una gaviota

que con creciente y pertinaz anhelo

va de la soledad rasgando el velo

por alcanzar la banda ya remota.

 

De la tarde surgió la casta estrella,

y halló siempre volando a la olvidada,

de la rauda patrulla tras la huella.

 

Historia de mi vida compendiada,

porque yo soy, cual la gaviota aquella,

ave dejada atrás por la bandada.

 

-Tremenda lírica dice el otro. La recitación del enterrador me dejó absorto y sacudido. Actividad paranormal o real maravillosa. Nuestro poeta vive en el ideario de nuestro pueblo, no importa cuál sea su escolaridad, contexto o profesión. Ambos me escoltaron a aquella tumba donde yacía uno de nuestros más grandes poetas de expresión americana. Aludo a ese título de Lezama Lima, el gran mago y fabulador de los banquetes y de los mestizajes caribeños, pues la escritura de los poetas es parte de esa llamada expresión americana.

Según la ya citada y mencionada, Elsie Alvarado de Ricord:

 

La influencia de nuestro bardo en el quehacer literario istmeño, no fue visible porque surgió en el instante crucial en que el posmodernismo cedía el paso a las diversas corrientes que pueden englobarse bajo el nombre genérico de vanguardismo y así su última producción, Caminos silenciosos, se editó el mismo año que Onda, de Rogelio Sinán, la primera obra vanguardista istmeña. El cambio fue radical; y en nuestro país, repentino. A diferencia del lento proceso cumplido por la poesía social que hoy predomina.

 

La vanguardia trajo consigo muchas libertades de estilo y forma y los vates y escritores prosiguieron esa senda de Sinán, Korsi, Demetrio Herrera Sevillano. El poema Patria de Miró y Al Cerro Ancón de Amelia Denis de Icaza. son un sustrato prodigioso para poetas de la talla de Diana Morán, José Antonio Moncada Luna, José Franco, Álvaro Menéndez Franco y la posterior generación del 58 conformada por Pedro Rivera, Moravia Ochoa, Roberto Luzcando, entre otros, hasta el heredero de esta gran tradición, Manuel Orestes Nieto. Esa hondura patriótica sigue con su música en la pequeña celda del caracol.

El primer acercamiento al que aluden los académicos que escogieron los textos de Ricardo Miró, es el de los sonetos, donde está presente esa gran maestría del bardo panameño en cuanto a las formas estróficas provenientes del Renacimiento italiano y encumbradas en el siglo de oro español y después en el renacer literario mestizo-latinoamericano con figuras como Rubén Darío:

 

Y en la gloria del sol, el pensamiento mío

Se las finge dos póstumos sonetos de Darío

De paso, por mi patria, hacia la eternidad.

 

Impecables sonetos: Las Guacamayas, la Última Gaviota, Brisas de primavera, Sonetos a don Rubén Darío, Mística, Frinea, Alejandro, El verso, Las garzas, Colón simbólico, Mujer romántica, Las venus de los siete espejos, Bandera inútil, Similitudes, entre otros, desfilan con sus cuerpos endecasílabos y alejandrinos, con alusiones mitológicas, patrióticas, amorosas, de gran belleza. El soneto titulado El verso, es una clave de la poética de Miró, el cual está dedicado a un poeta joven, siempre vigente esa visión del poeta mayor, hacia el que empieza, y la desorientación del que se inicia, que debe oír, escuchar, investigar, leer hasta el delirio y escribir después de ese periodo febril:

 

No es el verso corcel que se desfrena

ni vendaval que loco se desata,

ni tampoco rugiente catarata

que suelta al sol la trágica melena.

Es la fuente cantando en la serena

tristeza de la noche su sonata,

el rayo melancólico de plata

de la luna, dorándose en la arena.

Pule tu inspiración que es un gran bloque,

y verás cómo salta a cada choque

del cincel un reguero rutilante,

y haz de tu verso de oro una sortija

en donde irradie transparente y fija,

la idea como un nítido brillante.

 

En la segunda parte de esta antología que hoy se reedita y se presenta al público se agrupan los llamados Poemas Mayores, donde las garzas, las gaviotas y el ruiseñor desde la rama del ciprés dormido bebiéndose la luna trago a trago, ese verso que salvó Roque Javier Laurenza, todas esas aves revolotean sin descanso. El tono de algunos poemas es melancólico, patriótico y religioso como el caso del largo poema El poema Divino con alusiones y participaciones de personajes de la Biblia. El tono romántico se vislumbra en poemas como Si no hubo nada, El responso a Margarita Krosty, y Versos al oído de Lelia:

 

Óyeme corazón. En cada rama

Del bosque secular se esconde un nido

O una dulce pareja que se ama.

 

El poema a Portobelo y Musa Panameña con el estribillo: -Yo quiero que tú me lleves/ al tambor de la alegría siguen en esa vertiente de ahondar en lo panameño, en lo propio, que se hace universal desde el arte.

En el prólogo e introducción publicado en Guatemala en el año de 1951, en un gesto de integración literaria centroamericana, su hijo Rodrigo Miró acota:

 

Escribió asimismo cuentos y ensayos de teatro y de novela. Algo hemos adelantado en el conocimiento de su obra, pero la suma, exégesis y divulgación de sus escritos está por realizar.

 

Por otra parte, en su libro Aproximación a la obra de Ricardo Miró, Elsie Alvarado de Ricord afirma que tuvo acceso a un epistolario del poeta para recolectar algunos testimonios con comentarios críticos. Es decir, que esa deuda de unas Obras Completas, la tiene Panamá con el poeta nacional. Reunir sus poemas, sus cuentos, sus ensayos de novela, columnas periodísticas, el material de su revista Nuevos Ritos y ese epistolario en varios tomos. sería una labor titánica y cuidadosa, pero algo que siempre ha merecido. El citado Rodrigo Miró aduce que hubo cinco obras de teatro, ausentes de los papeles de su padre y quizás extraviadas: Corazón de oro, Un alcalde como hay muchos, El turno, Coquimbo y Purificación. Esta reedición de la Academia Panameña de la Lengua es loable, en el afán de difundir su obra, mi agradecimiento como poeta y como lector, pero que sea el camino para ese proyecto, donde todos los panameños tendremos la oportunidad de conocer y reconocer la amplitud de un escritor de la talla de Ricardo Miró.

El poeta dijo:

 

Anoche deambulaba por la orilla del mar

Y me encontré conmigo, y me puse a soñar

 

Encontrarse con él y con su credo literario.

Rodrigo Miró cierra la antología de 1951 con estos juicios reveladores:

 

Y ama también su historia, de la misma manera que acepta su presente y confía en su porvenir. En ese sentido, aciertan quienes le proclaman el poeta de Panamá. Miró lo es aunque nada hizo por alcanzarlo. No pretendió ser un poeta del continente; tampoco un poeta de Panamá. Fue solamente un hombre, un hombre de su tiempo y de su país, que dijo su emoción sin prevenciones ni subterfugios. Su obra es un vivo compendio de los cariños y lealtades con que practicó su teoría de la patria como recuerdo.

 

Y agrego: tampoco quiso ser de cada panameño, ni de cada de panameña, ni cada latinoamericano ni de otros seres de otras geografías que se acercaron, se acercan y se acercarán a él. Goza de la cumbre de su emotividad desde su tiempo que trasciende, su poesía sigue fulgente en los labios de los niños y de tantas generaciones y en los labios de los enterradores bohemios de otras bohemias, que lo custodian allá donde descansa cerca de Amelia Denis, de Guillermo Andreve y de muchos de sus amores en el Cementerio Amador.

 

 

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§ Conexão Hispânica §

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Fortaleza CE Brasil 2021



 

  

 

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