ALEYDA QUEVEDO ROJAS | Mary Corylé: intimidad y subversión en el lenguaje
Corylé hace de su
palabra poética una constante indagación de dos bifurcaciones: íntima-espiritual-religiosa
y corporal-naturalista. Hay en su poesía un material subversivo e íntimo a la vez,
que la convierten en la precursora de la poesía erótica ecuatoriana. Quizá, solo
alguien dueña de una auténtica inocencia pudo llegar a capturar el sentimiento profundo
del amor-erótico a partir, del único vehículo potente y efectivo para Eros: la imaginación.
Afectada fuertemente por la obra romántica y por la corta-trágica vida de la quiteña
Dolores Veintimilla de Galindo, y su famoso poema titulado: “Y amarle pude”, Corylé
reivindica la equidad y la igualdad como ideas fundamentales de la obra de Veintimilla
y de la suya propia. La trágica vida de Veintimilla, abandonada por su esposo que
no la ama, la persecución del padre Solano que representa al poder patriarcal de
la iglesia y el hondo sufrimiento que determina la atribulada vida de la joven quiteña,
hacen que entre las dos se establezcan vínculos afectivos y literarios que las hermanan
en el universo de la poesía. Corylé seguramente, afianzó su espíritu irreverente
y algo rebelde, conmocionada al mirar la trágica vida de la poeta quiteña que dejó
un hijo pequeño a su suerte y un puñado de poemas para la historia de la literatura.
Dolores Veintimilla nace en Quito en 1829 y se suicida en Cuenca en 1857, a los
28 años de edad, presionada por el poder de la iglesia y la sociedad machista que
no para de juzgarla en todos los espacios. Corylé la admiro profundamente y sobre
ella escribió en su libro de ensayos titulado “Mundo Pequeño”: “Esta mujer tan mujer,
para escándalo de los hombres-fieras, dijo su mandato de humana fraternidad, ante
el espectáculo de un asesinato, ante el atentado monstruoso contra la vida misma,
cuando el ahorcamiento del indio Tiburcio Lucero, victimado por manos de la justicia
en plena plaza de Cuenca, con el concurso de la mayor parte de sus habitantes. Dolores
Veintimilla debía morir porque así lo querían y pedían los hombres. Porque su blancura
inmaculada ofendía las miradas sanguinolentas de los tigres. Todo el léxico canalla
lo usaron, escribiendo el epitafio-inri de esta Mujer. ¿Por qué razón?, por aquella
de que si, el hombre tolera alguna vez la superioridad de otro hombre, a la mujer
no se le perdona jamás”.
Corylé, la mujer
que diseñó su propia vida y se dedicó intensamente a la observación amorosa de la
naturaleza y la religión, con su poesía poco reeditada y difundida, ha logrado afectar
e influir sobre una notable generación de escritoras ecuatorianas, que tiene en
poemas como: “Bésame” y “Deseo”, las cuerdas inspiradoras de las que está hecha,
gran parte de la levadura, que para mí, debería contener la buena poesía: subversión,
intimidad, imaginación y emoción. Escritoras como Ileana Espinel, Violeta Luna,
Sonia Manzano, Sara Vanegas, Catalina Sojos, Margarita Laso y Ángeles Martínez,
reconocen admiración por la escritora cuencana que supo hacer de su vida un territorio
para su arte y de su poesía un camino espiritual. No es únicamente anecdótico el
que dejara a su prometido plantado en el altar, porque ya se había comprometido
con la poesía, o que cambiara su nombre para fugarse del peso de los apellidos y
la familia, para optar por un nombre y un apellido traídos de otra lengua como la
anglosajona, y que le entregarían cierta libertad.
Lo que más me interesa
y emociona de la poesía de Mary Corylé es esa fusión entre lo corporal y lo simbólico,
entre lo delicado y lo físico, entre lo imaginado y lo realmente vivido. Me interesa
explorar en sus versos teñidos por lo que podría ser una amalgama entre la poesía
íntima-erótica y la poesía espiritual y de la naturaleza que, llevada a una dimensión
más lírica, en realidad se enfoca en la evocación de la patria como la tierra oscura
y profunda a la que todos queremos volver. Erotismo místico y transgresor, creando
un lenguaje dentro de otro lenguaje. Los universos y constelaciones que Corylé nos
propone en su obra poética íntima y subversiva nos exigen releerla a la luz de la
tradición de la poesía amorosa-erótica universal y de nuevas ideas y ensayos literarios
que nos permitan colocarla en una nueva tríada de la lírica ecuatoriana, más allá
de lo establecido por el canon. Muchas zonas de la poesía de Corylé caminan de la
mano con la poesía de la puertorriqueña Julia de Burgos y la argentina Alfonsina
Storni, casi contemporánea de Corylé que nace en 1892.
Corylé encontró
una interioridad envidiable y única, alejada de escuelas y corrientes, grupos y
autores reconocidos de su misma época como su coterráneo, César Dávila Andrade,
nacido en Cuenca en 1918 y muerto en 1967 y otro grande, aunque menos reconocido:
Alfonso Moreno Mora (Cuenca, 1890-1940). Corylé nació también en los años en que
nacieron los famosos poetas modernistas por excelencia, luego denominados “generación
decapitada”: Medardo Ángel Silva, Ernesto Noboa, Arturo Borja, Humberto Fierro;
y el manabita José María Egas (1896-1982). La escritora cuencana se mantiene fuera
de los círculos de los escritores del realismo social: Jorge Icaza, Joaquín Gallegos
Lara, Demetrio Aguilera, José de la Cuadra y Alfredo Pareja. Aunque su preocupación
por las causas sociales y los derechos de los indígenas está ampliamente tratada
en sus cuentos bajo el destacado título: “Gleba” y también en algunos de sus relatos,
creo que lo más relevante de sus relatos es sin duda, la importancia que le concede
a lo cotidiano, a los espacios domésticos y a las tribulaciones de la vida sencilla,
para desde esa indagación, mostrarnos las fotografías de una sociedad marcada por
la ruralidad, la religión y la discriminación.
La que supo hacer de su vida un
territorio para su arte…
La
literatura no imita a la vida: es la vida, nos dejó escrito el maestro de la literatura
mexicana José Emilio Pacheco. Pero en el caso de la vida de la escritora cuencana
Mary Corylé éste pensamiento parecería que cobra otros tonos de luz y de sombras.
Corylé deja Cuenca, a la muerte del padre, para vivir sola, ser independiente económicamente
y experimentar el ejercicio de escribir en libertad al interior de una habitación
propia, a lo Virginia Woolf. Corilé no puede imitar la vida que vive porque el peso
de la tradición conservadora no le permitiría hacer lo que más desea: escribir libremente
del amor y de Dios, de los humildes de la tierra y del dolor. Para vivir la experiencia
del arte y de la vida, tuvo que dejar la ruralidad y las pequeñas sociedades pacatas
de Cuenca, que aún hoy perviven.
Fue
hija de Benjamín Cordero y Ángeles León, creció y vivió su adolescencia en la casa
de sus padres y bajo el tejido de la familia ampliada y de cristianas costumbres.
Actualmente la casa donde nació la poeta está considerada patrimonio cultural de
la ciudad de Cuenca y en 2018 comenzará a ser restaurada para convertirse en un
museo dedicado a resaltar su obra literaria. La infancia de la escritora cuencana estuvo siempre vinculada a las letras,
influenciada por su madre que escribía poemas y por sus profesoras que la animaban
constantemente. Su entusiasmo por crear la llevó en la adolescencia a poner en escena
pequeñas piezas teatrales inspiradas en Dios. Además de la poesía, se adentró en
el mundo de la narración, el periodismo y la pedagogía. Colaboró con los diarios
más importantes del país, fue directora de la Biblioteca Municipal de Cuenca y fue
maestra en algunos colegios emblemáticos de Quito, completando así su ejercicio
intelectual, que pudo vivirlo con la muerte del padre y en total independencia familiar,
en Quito, la capital cultural del Ecuador, que le ofrecería otros aires y le abriría
nuevas puertas en el mundo del trabajo y de los círculos públicos.
“Capacitada para defender el derecho de las mujeres en
toda instancia, no dudó en enfrentar a Velasco Ibarra, Presidente de la República,
en una ocasión cuando trabajaba en el Colegio Manuela Cañizares y le tocó respaldar
a una profesora embarazada, obligada a abandonar la cátedra en razón de su estado”,
así lo documenta Raquel Rodas Morales en su libro dedicado a la poeta cuencana:
“Mary Corylé, poeta del amor. Corylé pregonaba los principios de equidad e igualdad
que cultivó, desde que empezó a leer y admirar la vida de la escritora Dolores Veintimilla,
los defendería en todos los espacios. Si bien vivió en un tiempo en el que apenas
se empezaba a trazar el sendero de autonomía femenina plasmado en sucesos históricos
como el derecho al voto, también en pequeños logros cotidianos como el uso del pantalón,
vestidos más arriba de la rodilla y cierta libertad de acción social; ella asumió
la vida sin las obligaciones del matrimonio, los hijos y las responsabilidades de
cuidar y administrar una casa. El hecho de adoptar un seudónimo obedeció, según
la investigadora Raquel Rodas Morales, una de sus biógrafas más dedicadas, seguramente,
a la necesidad de protección en una sociedad patriarcal, como lo hicieron tantas
mujeres en ese tiempo. Corylé nunca se casó ni tuvo hijos, dedicándose por completo
a la literatura como un modo de vida diferente, lo que le permitió crear alrededor de un centenar
de obras. Publica su primer libro de poemas
en 1933, titulado: Canta la vida, “el primer hijo lírico que acuné en
mis manos… el mayor logro de mi juventud” dirá la autora. “Libro con
el cual irrumpió en el ámbito literario desafiando al marianismo de su época, con
vigorosa audacia lírica”, anota Rodas Morales en la amplia investigación que escribiera
sobre Corylé y que se publicó en 2012.
En el primer poemario de Mary Corylé, compuesto de 208
páginas, es posible constatar la intimidad del lenguaje que alcanza la escritora
al nombrar deseo y cuerpo, y al mismo tiempo el tono erótico-subversivo que será
su marca distintiva, logrando momentos líricos importantes. A éste libro pertenecen
varios de sus poemas emblemáticos y más conocidos: “Bésame” y “Deseo”. La intimidad
como un concepto necesario de la artista que experimenta la soledad esencial para
escribir y para acceder al conocimiento de ella misma y su mundo interior; y de
otro lado, tensar la cuerda de subvertir el lenguaje pacato de una época, en una
ciudad conservadora y enredada en sus tejidos endogámicos, quedan subrayados como
características de su primer libro.
En 1933 año del fallecimiento de su padre se da el gran
paso de vivir sola, en Quito y no depender económicamente de nadie; pero es el año
clave del aparecimiento de su primer libro. En Quito se vincula con intelectuales
y escritores notables: Benjamín Carrión, César Dávila y Gonzalo Escudero. Estuvo
muy ligada a la cosmovisión telúrica e histórica que reivindicó a sus ancestros
Cañaris e hispanos por igual, dentro de una visión de mestizaje cultural. De allí
deriva su dedicación por las estructuras castellanas: el romance y el soneto. Los
críticos insertan a Mary Corylé en la tendencia estética del modernismo, cuyo mayor
exponente en el continente, como sabemos todos, fue Rubén Darío.
Corylé agudizó su mirada de escritora, concentrándose en el paisaje, los sentimientos
personales, la sensorialidad, la sensualidad y toda la belleza que emanan los seres
vivos. Sus cuentos comunican una fuerte carga social y sus poemas incrementan el
deseo de autonomía y búsqueda del amor infinito… Bajo el seudónimo Mary Corylé publicó también
otras obras significativas: El Mío Romancero que la consagra maestra admirable
en el metro; Romance de la Florecita dedicada a Santa Mariana de Jesús, Agua Fuerte obra lírica de su plenitud, Gleba
cuentos para adultos; Mundo Pequeño cuento para niños y niñas, Conscriptos
novela social, Hombres y Mujeres del Ecuador, Romancero de Bolívar y Romance
de Amor Cañari. Participó varias veces en el Festival de La Lira y se le otorgó
en varias ocasiones el “Capulí de Oro” máximo premio de éste festival, que en los
últimos 10 años se ha venido convocando en Cuenca con el auspicio del Banco del
Austro, alcanzando notable convocatoria de poetas del Continente.
El amor explica
plenamente la vida y ningún código divino ni humano puede condenarlo.
Mary Corylé
La condena sobre el amor y su realización, podría ser el gran tema de la poesía
de Mary Corylé. La condena del matrimonio que podría apagar el fuego del amor es
rechazada por la poeta; las cadenas de las tradiciones y de la familia, son apartadas,
sutilmente, de su vida. Un episodio resulta crucial en la vida de la escritora que
decide escribir y ser independiente, antes que casarse y someterse a los acuerdos
matrimoniales, con sus consabidas obligaciones verticales y desiguales. Cuando en
la atmósfera romántica de la joven poeta cuencana, que esperaba un príncipe, admirada
por su belleza a tal punto de aparecer en la revista de “bellezas azuayas” en 1920,
entra en escena la figura de Remigio Romero y Cordero, su primo, quien aprendió
el arte de escribir versos de su madre: Aurelia Cordero, la joven debe decidir:
el príncipe-esposo o la búsqueda de la experiencia del arte de escribir que la llama
persistentemente...
Algunos poemas de Corylé ya se conocían en ciertas tertulias de la ciudad
y esto fomentó el encuentro de los primos que tenían en común apellidos y el furor
por la poesía. Se enamoraron y se pactó la boda. La biografía de Raquel Rodas Morales,
recoge: “Vestida de novia con traje verde-azul se aprestaba a firmar ante las autoridades
y de pronto…se retiró y se retractó de tal decisión. Dicen que decidió no casarse
ante pensamientos encontrados: la bohemia del guapo primo poeta, las preguntas de
cómo sobrevivirían, y es así que transgrede la norma y menosprecia y planta al hombre
ante la familia y la sociedad. Se corre el rumor de que Ramona ya estaba casada
con la Poesía y no podía casarse con nadie más, ella era ya Mary Corylé. Permanece
soltera durante toda su vida. En cambio, Remigio tuvo dos matrimonios e innumerables
hijos por todo el país. Escribió su notable libro “Égloga Triste” el más conocido
y recibió la corona de “poeta magnífico y artista perfecto” en Quito, murió a los
72 años por alcoholismo y en la pobreza. Su poesía de estilo clásico y romántico,
nunca llegó a superar a los diversos libros y obras de Mary Corylé que alcanzaron
mayor reconocimiento”.
En cambio, la poeta Mary Corylé no se casó nunca y no se conoció novio o amante
alguno, tampoco tuvo hijos y consagró su vida a trabajar, escribir y cuidar de su
madre y hermano. Crucial y revelador resulta el poema titulado: “Deseo” sobre la
vida secreta que quizá la autora vivió; o mejor aún, sobre el mundo interior que
su espíritu e imaginación plasmaron con armonía y talento.
DESEO
¡Mío
Bésame
El beso es el goce supremo de la vida.
Bésame en la boca
Y que tus dientes muerdan su pulpa roja
¡Para que mi corazón sangre en tus labios
y mi alma comulgue con la tuya.
Bésame
Tortúrame con el tormento divino de tus besos.
Cuando me besas
Eres tú que palpitas en mi boca delirante
¡Y te saboreo lenta…
Dulce…
Intensamente…
Bésame.
Con el beso caricia…mordisco…
Voluptuosidad…
¡Las llamas abrasan menos
Que tu boca en la mía;
¡El beso es el supremo goce de la vida!
Bésame.
Obras literarias como éste poema, quizá son destellos
que apuntalaron lo que pensaban, sentían y/o vivían desde la infancia o juventud,
mujeres de una época en la que las ecuatorianas eran, y aún lo son en muchas zonas
y espacios sociales, políticos, económicos y culturales, como mínimo, desplazadas,
subestimadas y dejadas en la periferia, cuando no como mero objeto sexual. Mary Corylé abrió y afinó la sensibilidad y la necesidad de lo femenino en
la vida y el mundo.
Un
seudónimo para escribir desde la LIBERTAD…
En el
Ecuador de 1929, las mujeres que sabían leer y escribir podían votar. Y son las
que se abren espacios en diversos círculos culturales y esto entusiasma mucho a
Mary Corylé. Aparecen mujeres luchadoras de los derechos con las que Corylé se alinea
ideológicamente: Marieta de Veintimilla, Zoila Ugarte, Hipatia Cárdenas, María Angélica
Idrovo; y en la literatura destaca: Aurora Estrada Ayala, por quien siente profunda
admiración y le escribe un notable ensayo que hace parte de su libro: “Hombres y
Mujeres de América”. La investigadora e historiadora Raquel Rodas, sostiene sobre
la adopción de un seudónimo en Corylé: “me parece que en Corylé la construcción
de un seudónimo fue parte de su deleite lúdico con los sonidos y obedecía al interés
de establecer un diálogo consigo misma, la interlocutora más cercana y fiel que
pudiera hallar en su ciudad. No doy fe de que quería presumir de extranjería. Omite
su nombre artístico en los discursos de ocasión para diversas instituciones que
la contrataban, como los militares (himnos, discursos, alabanzas y artículos). Participa
cada año en el Festival de La Lira que se hacía en mayo y dónde los mejores poetas
de la ciudad leían sus versos. Corylé recibió algunos premios en éste festival”.
Pero es en 1925, año en el que envía su famoso poema “Bésame” a la Revista
América del Grupo Cultural del mismo nombre, que reúne a lo más selecto de los escritores
e intelectuales de la época, que el uso de un seudónimo cobra mayor sentido e importancia,
ya que “Bésame” está considerado por la crítica como uno de los poemas más irreverentes,
eróticos y transgresores de la poesía ecuatoriana. Un poema que se hermana con percepciones,
ecos y armonías que evocan a Safo, Delmira Agustini, Teresa de Ávila y en el centro
de ese magma, sus admiradas: Dolores Veintimilla y Sor Juana Inés de la Cruz.
BÉSAME
Bésame en la boca,
tentación sangrienta
que en el marfilino
color de mi tez
tu mirada aloca;
bésala, tuya es.
Toma y aprisiona
mis labios, retenlos
mucho, mucho tiempo
dentro de tu boca
y quede en la mía
la huella imprecisa
de tu beso eterno.
Ahoga mi risa
sofoca mi aliento
con tu dicha loca:
bésame en la boca.
Bésame en la frente:
mi frente es muy
blanca…
muy blanca…
tu beso ha de ser
como un roce de
alas
para ese diáfano
albor de mi frente.
Con la dulcedumbre
del despetalarse
de una margarita;
con la levedad
de la mariposa.
que besa a una
rosa;
con el misticismo
del nardo que muere
al pie del Santísimo:
con esa dulzura,
ese misticismo
y esa levedad;
bésame en la frente.
Bésame en los ojos
con tu mejor beso:
un beso desnudo
de malos antojos.
Juntando tus labios
ponlos en mis ojos
como si posaras
tu alma sobre ellos;
como si besaras
la imagen bendita
de tu madrecita…
Bésame en los ojos
con tu mejor beso:
mis ojos son buenos,
mis ojos son tristes,
mis ojos ignoran
la maldad del beso.
¿Qué saben mis
ojos
de tus sueños rojos?...
Por eso:
con tu mejor beso,
con piedad y unción,
cual si te llegaras
a la Comunión;
pura, santamente,
sin darme sonrojos:
bésame en los ojos.
Bésame en los senos:
armiño escondido
tras la claridad.
leve del vestido:
inquietante dúo
de rosas gemelas;
dormidas palomas
en un mismo nido;
de esencia de vida
llenecitas pomas.
Mis senos…Mis senos…
blancura encendida
con yemas de rosas.
Mis senos…
ondulantes, plenos:
bésame en los senos.
Bésame en las manos:
mis manos piadosas
y caritativas;
mis manos que ungieron
sangrientas heridas:
manos que ahondaron
muchísimas vidas…
Sigilosamente,
mis manos tentaron
esas vidas simples,
diáfanas, de arroyo,
y otras pecadoras
de sucio torrente.
Pon tu boca ardiente
pon, sobre la albura
sabia de mis manos,
y duérmela en ella
para que se torne
más buena tu boca.
Si vieras:
cual curan mis
manos
la lepra deforme,
las llagas más
vivas
de muchos Hermanos:
Si vieras:
cual curan mis
manos
la lepra deforme,
las llagas más
vivas
de muchos pies!...
Sendas desoladas,
arenas candentes,
crispadas endientes,
estepas heladas
saben de mis pies;
saben de la sangre
que en ellas lloraron
y de las crueldades
que les lastimaron.
Ay cuánto han sentido
cuánto…ya lo ves!
Por esto, arrodíllate,
bésame los pies.
A la luz de éste poema crucial en la obra de Mary Corylé, queda en evidencia
la constante transfiguración de la voz poética, que va del furor del deseo erótico
como pulsión de la carne y la sangre: “tentación sangrienta”/ “ahoga mi risa/sofoca
mi aliento”, hasta alcanzar el misticismo depurado de versos como: “Bésame en las
manos/mis manos piadosas/y caritativas;/mis manos que ungieron/sangrientas heridas”,
y que confieren a éste poema un especial fulgor de profundización de la naturaleza
femenina y su apropiación del cuerpo que se entrega y goza con el amante y con un
dios que pide sacrificios, caridad y entrega total, cual si fuera un exigente amante
real.
Por esto, arrodíllate,
/bésame los pies. Son éstos dos últimos versos los que demuestran el sometimiento
del amante que cede y besa cautivo los pies de su amada cual santa, divina o sacrificada
mujer de virtud y entrega al prójimo, se tratara. Los recovecos de muchos versos
que invocan al deseo carnal clamando que bese ojos, senos y labios, que los estreche
con candor y furia, nos llevan a pensar que la voz poética se mueve por sinuosas
aguas de un placer carnal y divino, de un gozoso ejercicio de amor por el otro que
supera las barreras convencionales y por el cual fue tachada de “impúdica” en los
círculos sociales cuencanos. “Bésame” está incluido en la notable Antología “La
voz de Eros, dos siglos de poesía erótica de mujeres ecuatorianas” que preparó y
publicó en 2006 la artista Sheyla Bravo y que constituye un documento esencial que
abarca las más variadas voces de la poesía escrita por mujeres durante dos siglos.
En 1984 se publica en Cuenca una delgada plaqueta de formato pequeño, bajo
el título: “Cántigas al Hermano Miguel” con motivo de la canonización del Hermano
Miguel. Se trata de tres poemas de altísima ternura y devoción que resaltan la figura
del santo desde que era un niño rodeado de rosas de “blancura inmaculada” en un
jardín de pureza, luz enceguecedora y limpia en los “jardines celestes” a los que
ascendería; hasta el poema de cierre titulado: “El Lirio Azuayo” en el que reflexiona
sobre el misticismo de Miguel. La sensación que permanece luego de la lectura de
la plaqueta es que fue escrita por una culta monja de claustro o por una dulce niña
de convento. Ternura e ingenuidad, consagración divina y musicalidad flotan en éste
hallazgo poético dentro de la obra de Corylé que se distancia del libre y directo
“Bésame”. Éste conjunto de poemas cristianos se entreteje con otros poemas que conllevan
versos de profunda espiritualidad marcada por la época de apego a Dios y las cosas
del alma. No solo el Hermano Miguel hace parte de sus referentes, también lee profundamente
y escribe sobre Sor Juana Inés de la Cruz, admirándola no solo como escritora sino
como jurista y mujer de conocimiento universal. En un ensayo de su libro: “Hombres
y Mujeres de América”, le dedica, varios notables párrafos, en uno de ellos, escribe:
“Y poseía, además, una lira: esa nacida del hibridismo de la chirimía azteca y de
la vihuela española. Dulce, en veces, con la dulzura del amor no gozado. Rebelde,
otras, con una rebeldía peculiarmente femenina de nuestra América. En romance nítido
y fluido, tal discurrir de arroyuelo, o en el rotundo soneto clásico, nos dice sus
cantares la Hija de México”.
Líneas más adelante, el ensayo de Corylé nos revela lo que admira en Sor Juana
y que, de algún modo, imita en su vida propia: “Dos veces huérfana: del santo amor
de sus padres y del amor profano del Amado innombrable, obedeciendo a mandamientos
de la época. Tornando el sensualismo de su cantar erótico en el hondo espiritualismo
de su poesía mística”. Ese creo yo, podría ser el mejor concepto para definir gran
parte de la poesía de Mary Corylé: sensualismo-erótico y hondo-espiritualismo. Ese
concepto que ella desarrolló para Sor Juana, es el mejor concepto que definiría
su obra poética y su vida personal.
La
prosa marycorderiana…
En la
narrativa dos grandes nombres de escritoras, que coincidieron con Corylé, se destacan
muy especialmente: Lupe Rumazo y Nela Martínez. En 1952 se publica “Gleba” un libro
dedicado a la observación de la vida de las mujeres indias y mestizas, donde los
retratos de personajes femeninos, evidencian la insatisfacción, tristeza y la prepotencia
patriarcal-machista. Narrar la sensación de fracaso-frustración que experimentan
las mujeres, así como el relato de la subjetividad femenina, poco valorada en aquella
época, son las cualidades esenciales de “Gleba”, la cumbre de la prosa marycorderiana. Es sin lugar a dudas, el
libro con más tintes feministas en la obra de Corylé; y dos críticos y una investigadora
me secundan y los cito. “Mary Corylé coincidió con las voces de las novelistas de
su época: renegó de la doble moral, habló del dolor y la desesperanza de la mujer
cuando el varón la mancillaba, se rebeló contra Dios, que parecía proteger las infamias
de los hombres. Su prosa se convirtió en una enfática protesta feminista. Se puso
del lado de sus hermanas, las más débiles, víctimas de la crueldad. Cuestionó el
mundo masculino. De esa época, la prosa de Alicia Yánez ha sido la más potente y
sobresaliente. Si la poesía derrama sensualidad, en la prosa Corylé, especialmente
en “Gleba” se manifiesta la escritora que reclama justicia, pasión por la libertad”,
anota Raquel Rodas Morales, historiadora.
La crítica de arte Genoveva Mora Toral, escribió en 2012: “Mary Corylé,
sin dudarlo, ocupa la nómina de las precursoras feministas por su vida autónoma
en todo sentido. Encontró su realización personal en la escritura y su profesión.
En su papel de ciudadana que abogó y defendió, igualmente, los derechos de los marginados”.
En la página 64 de “Gleba”, el relato titulado: “La mujer fuerte” revela el
estilo feminista y directo de la prosa de Corylé, cubierto por cierta ingenuidad
y dulzura en la narración, que convierte a Carmela Díaz en la heroína de una historia
aparentemente “ingenua”. “Carmela se levantó nerviosa y quedose frente a él, esperando
que avanzara. Con la voz, visiblemente emocionada, y, mientras hacía un ademán inadvertido
por los presentes, saludó: -Alberto, le debo el día más feliz de mi vida. Y, valientemente,
disparó sobre él todos los tiros de la pistola: su cómplice vengadora. Luego, explicó
a los médicos y a la Niña Justina: - he cumplido con mi deber”.
La condición humana y sus misterios, así como el develar de lo cotidiano,
son las constantes de los relatos reunidos en “Gleba”, un libro que merece ser reeditado
y estudiado en la educación media y universitaria del país; quizá los críticos y
estudiosos de la literatura ecuatoriana no han profundizado debidamente en la literatura
de Corylé. “Gleba” y “Canta la vida”, narrativa y poesía, merecen análisis y rediciones
para nuevos sensibles lectores.
La observación amorosa del mundo natural
Celebrar la vida en soledad y la unidad armónica
con la naturaleza son los ejes de otra zona importante en la obra poética de Mary
Corylé. Tomado del libro: “El
Mío Romancero”, editado en Cuenca de Los Andes del Ecuador, Premio Nacional “José
Joaquín Olmedo”, 1944, e impreso en los Talleres de la Editorial Austral, destaca
el texto: “Romance de mi muerte”, vital poema donde la voz poética se mimetiza con
la tierra y morir es regresar, de manera natural, a sus brazos, sin la visión trágica
de la muerte o el luto del llanto y el color negro. En éste poema de nítida espiritualidad
ancestral, la poeta, la mujer, el ser humano establecen unidad con la madre tierra,
con el árbol de capulí de su ciudad y de la fuerza de Los Andes. Con éste poema
quiero cerrar mi acercamiento al proceso creativo de la escritora cuencana Mary
Corylé, caracterizada por líneas ocultas dentro de los poemas que dialogan con el
tiempo, la naturaleza, la espiritualidad-religiosidad y el amor, hasta desembocar
en un poderoso canto a la muerte-tierra, la muerte como ansiado y acariciado descanso
de la mujer que no quiso separar vida de arte.
ROMANCE DE MI MUERTE
Siglos hace que la tierra
ha mullido su regazo
para acunarle a mi cuerpo
en el eterno descanso.
Por umbroso, por tranquilo,
por humilde y proletario,
escogí yo misma un día
el trozo de Camposanto
en que he de dormir el sueño
del que nunca despertamos.
No en un hueco reducido
de ruín casillero humano
ni en ridículo y soberbio
monumento funerario;
sino junto, muy juntito
de los que son mis hermanos:
para saber lo que piensan
con su pensamiento vacuo…
Para escuchar lo que dicen
en su idioma tan callado…
Para sentir cómo late
su corazón de gusanos…
Para dormir con los míos:
todos los infortunados…
Sobre el regazo materno
tendido mi frágil barro,
la eterna y humana Madre
que me cubra con su manto.
Y que ese manto le borden
con las raíces de un árbol:
fraterno guardián celoso
de mi postrero descanso.
Pero no un árbol maldito,
sin flores, frutos ni cantos;
sino el árbol de mi Cuenca,
mi Capulí tan morlaco
millonario de harmonías
que alegren el Camposanto:
los trinos de los pilluelos
y la risa de los pájaros…
Cuando se vengan los niños
a jugar bajo mi árbol,
les dé miel de sus frutos
para endulzarles los labios,
y, para endulzar su vida,
la rica miel de sus cantos.
vestidura de mi barro,
lave del polvo mis huesos
y los deje inmaculados:
que llueva sobre mi Tierra
copiosa lluvia de mi Árbol
lágrimas de la alborada,
gotas del nocturno llanto
que los ojos de las nubes
sobre sus frondas lloraron.
Hace siglos que la Madre
ha tendido su regazo:
por recibirle a mi cuerpo
y anonadarle en sus brazos.
Para que apague las sedes
de mis descarnados labios;
para que llene de lágrimas
mis tristes ojos vaciados;
y, calándome esta frágil
vestidura de mi barro,
lave del polvo mis huesos
y los deje inmaculados:
que llueva sobre mi Tierra
copiosa lluvia de mi Árbol
lágrimas de la alborada,
gotas del nocturno llanto
que los ojos de las nubes
sobre sus frondas lloraron.
Hace siglos que la Madre
ha tendido su regazo:
por recibirle a mi cuerpo
y anonadarle en sus brazos.
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§ Conexão Hispânica §
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ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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