ENÁN MORENO | ¡Oh líquida memoria! o memoria de la poesía de Francisco Morales Santos
La jornada de Morales Santos comenzó, públicamente,
en 1961, con la edición de su libro Agua silencio. En ese tiempo, tiempo
inicial, el poeta no conocía plenamente la naturaleza de la poesía ni la fuerza
que puede alcanzar; se equivocó al creer que su agua poética se quedaría en silencio,
porque ésta se desbordó incontrolablemente y se hizo oír en todo el ámbito de la
patria y aún fuera de él.
De ese desborde poético dan cuanta más de
doce libros, los cuales constituyen la fuente donde ahora el poeta puede extraer
agua para calamar la propia sed y la ajena.
De esa fuente viene el libro ¡Oh líquida
memoria!, antología poética integrada con veinte piezas procedentes de diez
libros: Madre, nosotros también somos historia (1988), Al pie de la letra
(1987), Ceremonial contra el olvido (1974), Tenebrario (1969), Cuerno
de incendio (1973), Cartas para seguir con vida (1976), Poesía para
lugares públicos (1976), Conjuros contra gangrena y tumba (1978), Implicaciones
del verbo amar (1990) y Artefacto.
De tal manera que esta antología de tan
sugestivo nombre –título de un poema que el autor dedicó a Luis de Lión–, constituye
una muestra válida de la poesía de Francisco Morales Santos, pues incorpora la casi
totalidad de su obra.
Para formular algunas consideraciones acerca
del carácter de la poesía de Francisco, conviene recordar que fue miembro fundador
del grupo literario Nuevo Signo, cuya característica esencial fue la autonomía de
estilo de cada uno de sus integrantes, aún compartiendo aspectos fundamentales como
el compromiso con la poesía, el amor por la patria y el sentido social.
Si bien en la poesía del grupo destacan
las preocupaciones por la sencillez formal y por conseguir una expresión cercana
a la voz popular, me ha parecido siempre que la poesía de Morales Santos es más
conceptual, más compleja, de mayor elaboración. Se percibe en él una preocupación
formal que, en algunos casos, lleva a pensar que cada palabra que compone el verso
ha sido colocada como a nivel y plomo –trabajo artesanal del poeta– para que produzca
el efecto deseado.
Pero esa preocupación o logro estético no
hace que el poeta renuncie al compromiso con su grupo humano y sus raíces populares.
Por esta razón, la crítica la denuncia y la protesta a favor de los guatemaltecos
tradicionalmente desposeídos y explotados aparece como una constante en su poesía.
Morales Santos es un poeta totalmente identificado con la causa de la justicia social.
Los anteriores aspectos conforman la ideología
en el discurso poético del autor, y tal carga ideológica se manifiesta de manera
evidente en la antología que nos ocupa, pero también se encuentran variantes temáticas
como el amor a la familia, el amor erótico y una alta valoración de la palabra como
instrumento estético a la vez que de lucha, así como del oficio de poeta, oficio
que permite ir más allá del silencio y del olvido.
La primera pieza del texto es el fragmento
del poema titulado Madre, nosotros también somos historia, el cual destaca
dentro de la antología. Este es un poema particular en la producción del autor,
tanto por su extensión, ya que por sí mismo conforma una pieza autónoma, como por
la fuerza lírica y la carga ideológica que contiene.
Formalmente, el poema utiliza el verso libre,
pero es notorio el empleo de versos de arte mayor, apropiados para el contenido
y las variaciones emotivas. El encabalgamiento, el ritmo, la musicalidad son también
recursos de estilo que contribuyen a la configuración del signo lírico. Las figuras
poéticas constituyen aquí, también, un elemento esencial.
Se advierten en el texto dos registros,
uno sencillo, convencional, que se adapta al ámbito familiar, denotando una comunicación
profundamente afectiva entre el hijo y la figura materna; otro, de mayor elaboración
y alto grado poético. Aunque en principio el registro sencillo parece dominante,
lo cierto es que las dos formas discurren alternándose y a veces superponiéndose,
según sea necesario reflejar el temple de ánimo y la intención del hablante lírico.
Se alternan también para marcar ascensos o clímax poéticos y luego la vuelta a un
nivel inicial. Digamos que a la manera dramática, porque el poema desencadena y
a la vez resuelve un conflicto personal, familiar e ideológico–social del poeta.
El lector advertirá que la madre deviene
en símbolo que se enarbola para la denuncia, la reivindicación y el reclamo.
En esta pieza, el poeta ha encontrado tanto
el espacio para exponer su visión individual, familiar, social y política como para
ejercer –y lucir– las posibilidades de su oficio. Madre, nosotros también somos
historia es una obra de plena madurez.
Por su prolongado ejercicio poético –que
alcanza ya los cuarenta años–, por la cantidad de libros publicados, por la calidad
de su obra y porque ésta constituye un valioso registro de la realidad histórica
del país, Francisco Morales Santos es un poeta justamente necesario en la poesía
guatemalteca del siglo veinte.
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Fortaleza CE Brasil 2021
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